El ser europeo.
Manu Rodríguez. Desde Europa (10/05/10).
*
*Sólo cosas tristes se me ocurren sobre el amor. No puedo estallar en palabras de gratitud. Es la amargura de los amores imposibles lo que destilo.
¿Qué haré? Sin esperanza, sin futuro. Ni aquí ni allí. Ni en la tierra ni en el cielo.
*En el estadio actual de nuestra civilización no es infrecuente que dos individuos respondan a mundos diferentes. Diferencias por doquier. No hay unidad cultural propiamente dicha. Estas diferencias pesan a la hora de elegir amores y amistades. Salvo un flechazo mutuo irresistible, las amistades y los amores se buscan en el propio medio. No se sabe quién, cómo puede ser el otro; en qué mundo vive.
¿No podríamos, simplemente, amarnos? No es tan fácil. No son sólo dos seres genéticos los que se unen, también han de unirse dos seres simbólicos, dos personalidades culturales. Tienen que darse coincidencias espirituales, de conciencia, de ‘creencias’… de mundos.
No deben darse diferencias importantes en una pareja que se proyecta hacia el futuro. En lo que concierne a la educación de los hijos, por ejemplo. Por lo demás, una pareja no puede perdurar mucho tiempo sin grandes e importantes coincidencias y afinidades espirituales. Cualesquiera éstas fuesen.
Afinidades genéticas y afinidades simbólicas. Natura y cultura debe unirlos.
El amor es cosa de dos. Estos dos han de lograr el máximo de unidad; de pareceres, de opiniones, de conductas. Se ha de dar la complicidad, la marcha conjunta, la acción común.
Las diferentes educaciones que en nuestros hogares recibimos, en la época que vivimos, distan mucho de ser vehículos de unión. Nos separan absolutamente. El emparejamiento está lleno de dificultades; las diferencias culturales, simbólicas, son, a veces, insalvables.
Lo que vale para el amor, vale para la amistad.
No hay ninguna posibilidad de construir nada. No tenemos ninguna superestructura simbólica que nos una. No tenemos ‘una’ cultura. Vastos colectivos atomizados, y las más de las veces, divididos y enfrentados. Una pluralidad caótica. La desertización que se prodiga. Es el aspecto negativo de la multiplicidad. El caos y la desintegración están servidos.
Una sociedad o civilización fragmentada no produce sino hombres y mujeres rotos, fragmentados, escindidos. A tal sociedad tales individuos. Carentes de unidad, de coherencia, de fuerza… En lo grande como en lo pequeño; dentro y fuera.
*No puedo dejar de escribir, de especular, de tener esperanzas. Mi fuego no quiere apagarse, no quiere echarse a morir. No quiero las tinieblas, el silencio, el frío. Allí donde volverá a hundirse mi vida en cuanto tú desaparezcas de mi horizonte.
Si abandonara tendría que destruir todo lo hecho. Todo esto que hago para ti y que da constancia de cómo y de cuánto eres amada. Tú eres el destino de estos escritos.
*Nosotros, viviendo como vivimos en Europa, y siendo como somos los herederos de multitud de generaciones, debemos asumir y responder a nuestro legado bio-simbólico; a nuestro ser europeo. Esto, por lo demás, es deber de cada individuo, de cada pueblo, de cada cultura.
Ambos somos europeos contemporáneos. Nuestros antepasados son comunes; nuestras culturas son, o fueron, comunes. Somos herederos de un legado biosimbólico milenario. No necesitamos otra cosa que nos una.
Los períodos cristianos e islámicos son contrarios a nuestra naturaleza y a nuestras culturas. A nuestro Genio y a nuestro Numen. Nos hacen ser otros. Ya no germanos, romanos, celtas, griegos… europeos al fin, sino cristianos o musulmanes.
El universalismo cristiano, o el musulmán, destruyeron, en su momento, las culturas autóctonas. Nos privaron de nuestras culturas milenarias elaboradas por nuestros antepasados. Fuimos cultural y espiritualmente extrañados, expatriados. Nos convirtieron en almas muertas, alienadas, instrumentalizadas.
Esta ruptura con nuestro ser simbólico ancestral se solapa con nuestro ser escindido actual. El caos y la confusión espiritual que en los momentos presentes continúan alimentando estas ideologías totalitarias extranjeras que aún perviven en nuestras tierras, que aún predican y apostolan, que aún difunden su mal. Confunden, extravían, alienan, privan a los pueblos de los suyos. Dividen y enfrentan. Son el mal personificado, estos destructores de mundos.
Del oriente no nos ha venido más que locura, tinieblas, horror, y muerte. Maldito semillero de monstruos.
Reclaman su parte. Sus respectivos períodos de dominio en Europa. La Europa cristiana, la Europa musulmana. Lo que le ‘debemos’. Lo que Europa debe a unos y a otros. No tienen vergüenza estos impostores, estos usurpadores; estos malditos.
La Europa cristiana, o la musulmana, es la Europa alienada. Pisoteada, destruida, humillada, negada. Nuestros antepasados, nuestros dioses, nuestros mundos.
Son dioses extranjeros los que se disputan nuestra Europa, y a nosotros mismos. Nuestras mentes, nuestras voluntades. Hoy como ayer. De nuevo cristianos y musulmanes se nos disputan. Nosotros, Europa y los europeos, somos el botín.
Recuperar la identidad europea. Que tú y yo somos europeos, antes que cristianos o musulmanes. Acabar con el poder que sobre las mentes y los corazones tienen aún estas ideologías universalistas extranjeras. Recuperarnos como europeos milenarios. Des-alienarnos, liberarnos del poder espiritual de estas monstruosas divinidades extranjeras.
Esto te pido, que seamos europeos. Que recuperemos hasta las raíces nuestra etnicidad y nuestro ser simbólico europeo.
Es el camino hacia ti y hacia mí. Es un camino que nos otorga una personalidad simbólica determinada. Que nos proporciona un ayer, un hoy, y un mañana. Que nos une. Que borra nuestras diferencias, que nos distingue entre otros. El ser europeo.
*Se me va la mañana, la aurora, las primeras luces del día. ¡Oh, Alba, préstame atención, quiéreme un poquito; alimenta este amor mío, no lo dejes morir!
*
Hasta la próxima,
Manu
Manu Rodríguez. Desde Europa (10/05/10).
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*Sólo cosas tristes se me ocurren sobre el amor. No puedo estallar en palabras de gratitud. Es la amargura de los amores imposibles lo que destilo.
¿Qué haré? Sin esperanza, sin futuro. Ni aquí ni allí. Ni en la tierra ni en el cielo.
*En el estadio actual de nuestra civilización no es infrecuente que dos individuos respondan a mundos diferentes. Diferencias por doquier. No hay unidad cultural propiamente dicha. Estas diferencias pesan a la hora de elegir amores y amistades. Salvo un flechazo mutuo irresistible, las amistades y los amores se buscan en el propio medio. No se sabe quién, cómo puede ser el otro; en qué mundo vive.
¿No podríamos, simplemente, amarnos? No es tan fácil. No son sólo dos seres genéticos los que se unen, también han de unirse dos seres simbólicos, dos personalidades culturales. Tienen que darse coincidencias espirituales, de conciencia, de ‘creencias’… de mundos.
No deben darse diferencias importantes en una pareja que se proyecta hacia el futuro. En lo que concierne a la educación de los hijos, por ejemplo. Por lo demás, una pareja no puede perdurar mucho tiempo sin grandes e importantes coincidencias y afinidades espirituales. Cualesquiera éstas fuesen.
Afinidades genéticas y afinidades simbólicas. Natura y cultura debe unirlos.
El amor es cosa de dos. Estos dos han de lograr el máximo de unidad; de pareceres, de opiniones, de conductas. Se ha de dar la complicidad, la marcha conjunta, la acción común.
Las diferentes educaciones que en nuestros hogares recibimos, en la época que vivimos, distan mucho de ser vehículos de unión. Nos separan absolutamente. El emparejamiento está lleno de dificultades; las diferencias culturales, simbólicas, son, a veces, insalvables.
Lo que vale para el amor, vale para la amistad.
No hay ninguna posibilidad de construir nada. No tenemos ninguna superestructura simbólica que nos una. No tenemos ‘una’ cultura. Vastos colectivos atomizados, y las más de las veces, divididos y enfrentados. Una pluralidad caótica. La desertización que se prodiga. Es el aspecto negativo de la multiplicidad. El caos y la desintegración están servidos.
Una sociedad o civilización fragmentada no produce sino hombres y mujeres rotos, fragmentados, escindidos. A tal sociedad tales individuos. Carentes de unidad, de coherencia, de fuerza… En lo grande como en lo pequeño; dentro y fuera.
*No puedo dejar de escribir, de especular, de tener esperanzas. Mi fuego no quiere apagarse, no quiere echarse a morir. No quiero las tinieblas, el silencio, el frío. Allí donde volverá a hundirse mi vida en cuanto tú desaparezcas de mi horizonte.
Si abandonara tendría que destruir todo lo hecho. Todo esto que hago para ti y que da constancia de cómo y de cuánto eres amada. Tú eres el destino de estos escritos.
*Nosotros, viviendo como vivimos en Europa, y siendo como somos los herederos de multitud de generaciones, debemos asumir y responder a nuestro legado bio-simbólico; a nuestro ser europeo. Esto, por lo demás, es deber de cada individuo, de cada pueblo, de cada cultura.
Ambos somos europeos contemporáneos. Nuestros antepasados son comunes; nuestras culturas son, o fueron, comunes. Somos herederos de un legado biosimbólico milenario. No necesitamos otra cosa que nos una.
Los períodos cristianos e islámicos son contrarios a nuestra naturaleza y a nuestras culturas. A nuestro Genio y a nuestro Numen. Nos hacen ser otros. Ya no germanos, romanos, celtas, griegos… europeos al fin, sino cristianos o musulmanes.
El universalismo cristiano, o el musulmán, destruyeron, en su momento, las culturas autóctonas. Nos privaron de nuestras culturas milenarias elaboradas por nuestros antepasados. Fuimos cultural y espiritualmente extrañados, expatriados. Nos convirtieron en almas muertas, alienadas, instrumentalizadas.
Esta ruptura con nuestro ser simbólico ancestral se solapa con nuestro ser escindido actual. El caos y la confusión espiritual que en los momentos presentes continúan alimentando estas ideologías totalitarias extranjeras que aún perviven en nuestras tierras, que aún predican y apostolan, que aún difunden su mal. Confunden, extravían, alienan, privan a los pueblos de los suyos. Dividen y enfrentan. Son el mal personificado, estos destructores de mundos.
Del oriente no nos ha venido más que locura, tinieblas, horror, y muerte. Maldito semillero de monstruos.
Reclaman su parte. Sus respectivos períodos de dominio en Europa. La Europa cristiana, la Europa musulmana. Lo que le ‘debemos’. Lo que Europa debe a unos y a otros. No tienen vergüenza estos impostores, estos usurpadores; estos malditos.
La Europa cristiana, o la musulmana, es la Europa alienada. Pisoteada, destruida, humillada, negada. Nuestros antepasados, nuestros dioses, nuestros mundos.
Son dioses extranjeros los que se disputan nuestra Europa, y a nosotros mismos. Nuestras mentes, nuestras voluntades. Hoy como ayer. De nuevo cristianos y musulmanes se nos disputan. Nosotros, Europa y los europeos, somos el botín.
Recuperar la identidad europea. Que tú y yo somos europeos, antes que cristianos o musulmanes. Acabar con el poder que sobre las mentes y los corazones tienen aún estas ideologías universalistas extranjeras. Recuperarnos como europeos milenarios. Des-alienarnos, liberarnos del poder espiritual de estas monstruosas divinidades extranjeras.
Esto te pido, que seamos europeos. Que recuperemos hasta las raíces nuestra etnicidad y nuestro ser simbólico europeo.
Es el camino hacia ti y hacia mí. Es un camino que nos otorga una personalidad simbólica determinada. Que nos proporciona un ayer, un hoy, y un mañana. Que nos une. Que borra nuestras diferencias, que nos distingue entre otros. El ser europeo.
*Se me va la mañana, la aurora, las primeras luces del día. ¡Oh, Alba, préstame atención, quiéreme un poquito; alimenta este amor mío, no lo dejes morir!
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Hasta la próxima,
Manu
Cargas las tintas en demasía contra el cristianismo. Parece que quieres desembarazate de todo de un plumazo. En principio, aunque provenga de oriente, aunque haya sido una fuente de poder totalitario y dogmàtico, aunque haya creado gente sin orgullo de ser a la espera de recibir compensaciones en la otra vida.... no es comparable a la amenaza mahometanica. Ni ahora ni antes.
ResponderEliminarHace dos dias discutí seriamente con dos amigos sobre la iglesia católica. Yo acabé defendiendola y ellos dos atacándola con saña. Yo mismo pensaba, “¿cómo puedo llegar a verme defendiendo lo que antes tambien atacaba?”. Mira Manu, atacar al cristianismo o al catolicismo más conctretamente como se hace en general, y como hacian esos dos que te digo, es como ver una panda de matones golpeando a una vieja indefensa.
No es ni sombra de lo que fue.
El cristianismo solo sería una religión o una filosofia más en un Europa libre de amenazas como la que nos han traido estos tiempos.
Y los mahometos no están en Europa para luchar contra el cristianismo sino porque conquistar, ocupar, imponer... es, todavía, los mandatos de su religión.
Por cierto: saludos Manu.
Te leo de vez en cuando.
No todo tu blog pero lo leido hasta ahora me ha causado impresión.
Voy haciendo con lo mío y de vez en cuando me dejo caer por tus dominios.
Me parece que estás muy solo. No es una observacion peyorativa, para nada.
Yo tambien me siento así.
Con la salvedad que al menos por lo que escribes, debes ser un tipo corajudo.
Yo no tengo ni la mitad ...