Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 20 de octubre de 2010

51) Como una súbita aurora

Como una súbita aurora.

Manu Rodríguez. Desde Europa (14/10/10).


*


*Los franceses son cada vez más conscientes del peligro que corren; cada vez lo tienen más claro. Detecto su angustia en algunos de sus blogs (‘Riposte laïque’, ‘Bivouac’…). Presienten su tenebroso futuro, experimentan la galopante islamización de sus vidas. El cerco se cierra. Es un negro futuro el que nos espera a todos los europeos; y una terrible experiencia, la pérdida de Europa. La que las presentes generaciones comenzamos a vivir; la que vivirán de pleno las (pocas) que vienen. Somos los últimos europeos. En cien años Europa, la vieja Europa, habrá desaparecido. Si nada hacemos.
Es un mundo que desaparece. Es el mundo nuestro de toda la vida. Es nuestra Europa. Somos nosotros los que desaparecemos; nuestra estirpe, nuestro ser. Nuestras tradiciones todas; nuestros antepasados; nosotros mismos. En este presente nos jugamos nuestro pasado y nuestro futuro.
*¿Es acaso un dios perezoso y hedonista el nuestro; un dios que no quiere salir de su placentero sueño? ¿Es un dios impasible?
¿Qué han devenido nuestros dioses; qué hemos devenido nosotros, los europeos?
¿Cómo esta ‘umma’ venida de fuera nos intimida y arrolla? Nos amenaza, nos insulta, nos golpea, nos mata. Nos priva de nuestras calles, de nuestros barrios, de nuestras ciudades, de nuestra tierra... Nos impone su cotidianidad, desfigurando o desvirtuando la nuestra ancestral y autóctona. En nuestra propia casa, y sin apenas resistencia.
Dioses decadentes, cansados, asténicos; sociedades decadentes y agotadas. ¿En esto nos hemos convertido? Hay que decir bien alto y bien claro que no hay esperanza, que no hay mañana ni futuro alguno para estos dioses ociosos y tranquilos; para estas sociedades apáticas o semi adormecidas.
*La historia es la memoria de los pueblos. La historia deviene ejemplar, a la manera de los mitos. La historia es una guía para la acción.
*No descuido las observaciones o comentarios que se me hacen en el blog o en correos personales. Suelo responder a través de los textos que voy introduciendo; de manera diferida, por decirlo así. Para todos y para ninguno.
*No veo por qué no podemos hablar de dioses étnicos. El problema no está en el etnicismo del dios, sino en el etnocentrismo de algunos de estos dioses (a la manera del dios de los judíos, o el de los árabes).
*Hay que dejar claro que cualquiera que se adhiere a un ‘dios’ (y a una comunidad de creyentes) en cuyo nombre se santifica la mentira, el robo, y el asesinato, o no sabe lo que hace, o lo sabe demasiado bien; en otras palabras, o es un ignorante, o es, real o potencialmente, un mentiroso, un ladrón, y un asesino.
Ésta es la correlación que cabe establecer entre ‘creencia’ y ‘creyente’, o entre ideología y militante. A tal dios, tales fieles; a tal ideología o creencia, tales militantes o creyentes. No puede ser el ‘dios’ una cosa, y la ‘comunidad de creyentes’ otra.
El dios de la ‘umma’ es la voz de la ‘umma’. Son una misma cosa. El poder del dios es el poder de la ‘umma’. Ambos crecen y menguan a una. No se puede vencer al uno sin vencer a la otra.
La voluntad de poder y de futuro de la ‘umma’ no va a prescindir de un dios que legitima e impulsa su ambición de dominio y su propio ser (que es su propio ser). Estoy hablando del dios que santifica la mentira, el robo, y el asesinato en su nombre. Hemos dejado que ese dios (esa comunidad) entre en nuestra casa. No será fácil su expulsión y su definitiva derrota.
*De nuestras generaciones depende, de los ‘últimos europeos’; de las presentes y de las futuras (muy pocas) generaciones depende el ser de Europa, el ser europeo. Si proseguirá adelante, o se hundirá en el olvido.
Lo primero es tener claro aquello por lo que luchamos. Luchamos por Europa, por el ser europeo; por nosotros mismos. Luchamos por nuestras formas de vida que tienen raíces milenarias. Luchamos por nuestra tierra santa europea, la tierra que fundaron nuestros ancestros. Ni nuestras tierras ni nuestras culturas y formas de vida milenarias estamos dispuestos a perder. Luchamos contra cualquiera que amenace o ponga en peligro a ambas. Es nuestro patrimonio; la tierra sagrada ancestral y los mundos elaborados a través de las generaciones.
Tarde o temprano se responderá. Será masivo el clamor; universal. Como una súbita aurora. En toda Europa.
El impulso del dios que nos anima. El que nos mueve; el que nos lleva hacia adelante. El ser que somos; ése hablará y responderá. Ya se advierte su presencia en Europa; ya comienza a relumbrar en nuestras palabras y en nuestros actos.
*No es éste nuestro fin. Bien al contrario. Somos los primeros europeos de una nueva era; somos la aurora de este tercer período. Anunciamos el futuro, somos el futuro. No va a sucumbir esta aurora, este futuro en ciernes, esta nueva primavera.
Somos nuevos, y de ahí nuestro balbuceo. No acertamos a decir. No acertamos a decirnos. No tenemos nombre aún. El homo ‘nexus’. Los seres biosimbólicos nuevos. Nuestra voluntad de poder y de futuro no tiene igual. Nada ni nadie podrá con este nuevo día que inauguramos.
Sólo el violento dios de la ‘umma’ supone una amenaza para nuestra existencia. Pero este escollo que ahora nos detiene será superado, dejado atrás; vencido. Apenas si comenzamos nuestra singladura.
El futuro es de este recién nacido, de esta nueva criatura, de este nuevo ser que ya ha logrado vencer a las serpientes que rodeaban su cuna. Ningún peligro espiritual del pasado le acecha o le puede.
*Nuestro dios, que es nuestro Genio y nuestro Numen, no es el dios de los judíos, ni el de los cristianos, ni el de los musulmanes. No es un dios sombrío precisamente el que nos alienta. El dios que asiste a Europa está emparentado con el cielo, con la luz.
Es un dios luminoso y activo; y un dios que tutela y alienta la claridad, y la libertad. Ya recorren de nuevo nuestras calles estos magnos conceptos. El conocimiento, la verdad; el análisis, la crítica, la luz. Libertad para conocer, libertad para pensar, libertad para decir; libertad para amar, libertad para vivir, libertad para ser. Ya están de nuevo en nuestros labios estas sublimes consignas; las consignas de nuestro dios.
Son consignas purificadoras, fortalecedoras, enriquecedoras. Que dignifican, que honran, que enaltecen; que entusiasman, que arrastran, que enamoran. Que vencen.
*
Hasta la próxima,
Manu

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