Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

viernes, 25 de febrero de 2011

64) El dualismo moral

El dualismo moral.

Manu Rodríguez. Desde Europa (10(02/11).


*


*El dualismo (ético, psicológico… universal, cósmico) de Zarathushtra, que fue adoptado por la tradición judía y posteriormente por los cristianos y los musulmanes, no puede responder a la pregunta de por qué un dios creador omnipotente admite el ‘mal’ en el mundo (la destrucción, la enfermedad… la muerte). ¿Cómo es posible que en una creación ‘buena’ aparezca el ‘mal’? Las respuestas (interesadas) dadas por judíos, cristianos y musulmanes a esta cuestión a lo largo del tiempo no merecen ni siquiera ser tenidas en cuenta. La respuesta viene por sí misma. No puede haber otro origen de ese ‘mal’ en el mundo que el ‘único’ dios creador.
Éstas son algunas claves de tal dualismo: el espíritu maléfico (angra mainyu) se opone al espíritu benéfico (spenta mainyu); el mal pensamiento (aka manah) se opone al buen pensamiento (vohu manah); la mentira (druj) se opone al orden, la justicia o la verdad (asha); la ira violenta (aeshma: rebeldía) se opone a la obediencia (sraosha: el que escucha y hace lo que se le dice, dócil) y al buen dominio (vohu xshathra)… En lo grande como en lo pequeño; dentro y fuera.
Digamos que lo destructivo se opone a lo constructivo, como el odio al amor… O eres constructivo o eres destructivo. Pero Zarathuhshtra no duda en desear y usar la violencia (la destrucción) contra los ‘malos’, y la guerra contra el ‘mal’ (recuérdese, en la escatología de las ‘Gâthâs’, el destino (ashi: la recompensa) de los ‘malos’). Se usa lo ‘malo’ para luchar contra el ‘malo’. Todo lo que se repudia en el otro se usa para luchar contra ese otro. Ésta es la contradicción en la que se encuentra todo dualismo moral. Los ‘buenos’ no pueden prescindir de lo ‘malo’ siquiera sea para defenderse de eso ‘malo’.
Por lo demás, esta estructura dual (cósmica, ética, socio-política) ha sido y es usada por todos los tiranos, por todos los represores, por todos los explotadores. Adviértase el lenguaje de los déspotas. La buena conciencia (moral, religión (vohu daena)) de Zarathushtra no puede evitar ser instrumentalizada por los ‘malos’, por el espíritu maléfico (por ‘angra mainyu’) y por los falsos, mentirosos, manipuladores y embaucadores (los seguidores de ‘druj’, ‘dregvan’). Se usa para legitimar (y sacralizar) todo tipo de abuso. Es un arma, un instrumento de dominio. Triunfa en todo momento el espíritu maléfico y su hueste (la mala intención (aka manah), la mentira (druj), la violencia (aeshma) ya sacralizada…); en el nombre de lo único sabio (Mazda), de lo único señor (Ahura), del espíritu benéfico (spenta mainyu), del buen pensamiento (vohu manah), de la verdad (asha), de la piedad (armaiti)… El dominio (xshathra) está en manos del espíritu maléfico (angra mainyu); y es un dominio imperecedero. Por eso no alcanzamos nunca la plenitud (haurvatat) y la inmortalidad (ameretat).
Hay que descartar, pues, al dios creador ‘bueno’ (cabe pensar lo contrario), así como la existencia de ese ‘mal’. Hay que relativizar (en el tiempo y en el espacio) estos conceptos. No sólo relativizarlos, sino remitirlos estrictamente a los seres humanos (el cariotipo humano).
Cada forma viva y cada pueblo tienen su bien y su mal. Lo que es bueno para el progreso de unos es malo para otros (en la naturaleza y en la cultura). Tal forma viva, tal individuo, tal pueblo, tal cultura, se ven amenazados, aquí y ahora, por tal otra forma viva, tal otro individuo, tal otro pueblo, o tal otra cultura.
Cierto que hay bienes y males que podemos generalizar o universalizar (para todos los grupos humanos y aún para todas las formas vivas). La contaminación ambiental, por ejemplo, es un mal que afecta a todos los seres vivos del planeta. El expansionismo imperialista y universalista de naciones e ideologías afecta a los diferentes grupos humanos (pues pueden desaparecer).
Lo que contribuye al progreso y a la plenitud de ‘todos’ los grupos humanos, sin merma de sus respectivas identidades, es bueno. Lo que obstaculiza ese progreso, o pone en peligro las identidades ancestrales y la integridad de los pueblos, es malo. E igualmente en lo que respecta al resto de la vida en este planeta.
¿Es posible trabajar por el bien de todos, por el progreso de todos? No, de ninguna de las maneras. Tienes que elegir. Por ejemplo, si queremos intervenir en ecosistemas tratando de evitar que una determinada especie o que un determinado nicho ecológico desaparezcan o se vean alteradas por el crecimiento desmesurado de otro u otros (el caso de las ‘posidonias’ del Mediterráneo entre miles otros), tenemos que tomar partido. Pero, ¿son ‘malas’ las especies cuando procuran su crecimiento y expansión, aun cuando estos se realicen a expensas de otras? Es obvio que no podemos usar el lenguaje moral en ese contexto, salvo el caso de que la especie agresora sea la humana. ¿Dónde, pues, podemos usar el lenguaje moral? Entre nosotros los humanos, únicamente entre nosotros. Únicamente a los seres humanos se les pueden pedir responsabilidades; por naturaleza, y por instrucción.
Así como hay especies en vías de extinción, hay culturas en vías de extinción. La extinción de especies y culturas es debida, fundamentalmente, a otras especies y a otras culturas (ignoro aquí el caso de cataclismos naturales, o la propia decadencia de la especie o la cultura).
Sólo nosotros los seres humanos somos conscientes de nuestros actos, y responsables de las consecuencias de estos. Es nuestra naturaleza la que nos hace conscientes y responsables. Es la misma naturaleza (la sustancia viviente única) la que introduce la ‘moral’ (conciencia y responsabilidad) en el mundo a través de una de sus criaturas. Somos la especie consciente y responsable, y libre para obedecer o no, para seguir o no las indicaciones que se nos hacen, o las enseñanzas de nuestro saber. El cariotipo humano sabe, o puede saber; tiene entendimiento y memoria. El saber implica deberes y responsabilidades.
Conciencia (conocimiento), deberes, responsabilidades. Deberes hacia la vida, hacia nosotros mismos, hacia nuestra familia, gente, y pueblo; hacia otros humanos, hacia otros pueblos. Hacer lo correcto, lo que se debe hacer. Sólo previo conocimiento (previa instrucción). Pero también la libertad.
*En nosotros se inculca la conciencia y la responsabilidad de nuestros actos desde muy pequeños. Pero ¿qué conciencia, o qué responsabilidad? Las del propio ser, el propio pueblo (o nación), o la propia cultura. Se nos instruye moral, o socialmente, sin perder de vista la cultura, la tribu, o la nación. Se nos convierte en miembros útiles de la sociedad en la que venimos a nacer (como soldados o como productores).
El comportamiento de los humanos hacia el resto de la naturaleza puede ser llamado egoísta, inconsciente, e irresponsable (practicamos una suerte de fascismo ecológico). Y por supuesto el comportamiento hacia otros individuos, otros pueblos, u otras culturas. Cada cual, individuo, pueblo o nación no mira más que por sí, con total indiferencia hacia otros individuos, pueblos o naciones, y aún de la misma vida entorno.
Nos comportamos como si no fuéramos conscientes y responsables. Nos degradamos. Perdemos sublimidad, nos embrutecemos. Perdemos belleza, potencia, y señorío. Ahora hay fealdad, decadencia, y bajeza.
No basta conocer el camino de lo justo o correcto; no basta el buen pensamiento o la buena intención (la buena voluntad, la recta intención); no bastan los buenos pensamientos, o las buenas palabras…
La acción es lo que importa. Lo que vemos, lo que sucede, lo que es; la verdad. Y nuestra verdad (lo que vemos, nuestra conciencia, nuestra ‘daena’) es fea, horrible, perversa, dia-bólica. Este período civilizatorio que vivimos y que se resiste a desaparecer, el neolítico histórico, está maldito. Así no atravesaremos el puente; no alcanzaremos la otra orilla. Seguirá reinando la destrucción; seguirán gobernando los violentos y los mixtificadores.
*La vía simbólica también evoluciona; el espacio de lo alto. Y en todo momento nos dice lo que hemos de hacer. El saber, desde lo alto, nos indica el buen camino. En todo momento y en todo lugar. Es la luz de los seres biosimbólicos, de nosotros los humanos.
Esa memoria a largo plazo. Ese discernimiento. Esa reflexión. Esa libertad.
Prevengo contra las ideologías ‘universales’ de salvación. No han traído sino males. Apartan a los hombres de sus pueblos, de su gente, de su sangre, de su genio, de su casa; dividen y enfrentan a pueblos e individuos; introducen en el mundo el fanatismo y la intolerancia… traen la locura y el horror. Su palabra es amor y paz, pero su obra es represión, persecución, destrucción, y muerte.
No son el buen camino en absoluto. Son callejones sin salida.
*Apostilla para los pueblos e individuos islamizados.
*Los pueblos islamizados actuales pueden volver a caer en manos de las autoridades religioso-político-militares, de esa particular ‘hermandad’. Los violentos y los mixtificadores (los guerreros-sacerdotes). Esa hermandad está ávida de poder, y no cederá su presa (la ‘umma’) tan fácilmente, el dominio que sobre esos pueblos posee –su autoridad y poder. Aprovechará los disturbios actuales.
Les deseo a esos pueblos que triunfen sobre las tiranías religiosas o políticas que les dominan; que renazcan, que conozcan el amanecer de un verdadero nuevo día. Esa alegría.
Pueblos árabes, pueblos persas, pueblos turcos, pueblos indios, pueblos indonesios y malayos, pueblos norteafricanos, pueblos subsaharianos… Pueblos islamizados, sometidos, instrumentalizados. Pueblos que han perdido su libertad de elección. Pueblos tanto más antiguos que el islam. El egipcio, el persa, el indio, el turco… Pero la alienación es profunda, y no se ven sino como musulmanes (o incluso árabes). Han olvidado su pasado, su historia, su ser simbólico ancestral.
Primero han de recuperar su historia pre-islámica, que no fue la ‘era de la ignorancia’, como le dicen los clérigos musulmanes. El área sumeria, el área fenicia, el área persa, el área egipcia… Soterradas por ideología universales (cristianismo e islamismo); pisoteadas, humilladas, hundidas.
Pero los pueblos se rescatan a sí mismos. Tarde o temprano se recuperarán. Renacerán, y no precisamente como nuevos musulmanes. Volverán a ser egipcios, y persas, y turcos… Volverán a ser libres.
*
Saludos, y hasta la próxima
Manu

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