Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 22 de mayo de 2013

91) Pensamientos aryas, pensamientos blancos (III). In Memoriam Dominique Venner (1935-2013)


Pensamientos aryas, pensamientos blancos (III). In Memoriam Dominique Venner (1935-2013).

Manu Rodríguez. Desde Europa (22/05/13).


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*Dominique Venner ha partido hacia el espacio simbólico, hacia el mismo cielo, allí donde moran nuestros antepasados. Nos ha dejado el testimonio de su vida, y un testamento del que entresaco estas palabras:
À défaut de posséder une religion identitaire à laquelle nous amarrer, nous avons en partage depuis Homère une mémoire propre, dépôt de toutes les valeurs sur lesquelles refonder notre future renaissance…
Lacking an identitarian religion to moor us, we share a common memory going back to Homer, a repository of all the values ​​on which our future rebirth will be founded…
Falta una religión identitaria que nos una, compartimos una memoria en común que se remonta a Homero, un depósito de todos los valores en los cuales nuestro futuro renacer será fundado…
                                                      ***
*Nosotros no necesitamos una nueva religión, sino tomar conciencia de nuestras culturas pre-cristianas. Que recuperemos tales culturas en vista a educar a nuestros hijos de acuerdo con el variado legado que estas representan. Pienso en los Eddas, en el Mabinogion, en Homero, Virgilio… Por no hablar de nuestros trágicos, nuestros poetas, nuestros filósofos… Extraer de ese riquísimo fondo cultural ejemplos y máximas morales.
Necesitamos también templos o iglesias. Recintos acotados de religación. Un fuego siempre vivo en estos recintos será suficiente. Necesitamos lugares donde reunirnos y donde rememorar nuestra(s) historia(s); donde cultivar nuestro precioso legado. Lecturas de textos, comentarios, mesas redondas y demás. Algo colectivo, social. Centros religioso-culturales donde nuestra gente pueda tener apoyo psicológico o espiritual, o recibir información cumplida y veraz acerca de nuestros ancestros, o las incidencias de nuestra historia. Repartir el año con conmemoraciones especiales relacionadas con hitos felices o luctuosos de nuestro pasado –la  cristianización o islamización de nuestros pueblos, por ejemplo. Calendarios con un ‘santoral’ propio   (nuestros héroes o figuras más representativas). Recuperar los nombres griegos, romanos, celtas, germanos y demás… 
Es decir, hacer lo que no pudimos hacer. Tener nuestra propia historia, pues nuestra historia fue usurpada por los clérigos cristianos. Tuvimos una historia cristiana.
En fin, tenemos que crear la comunidad (‘ecclesia’) arya. Lo que, por las circunstancias citadas, nunca tuvimos. Las ‘ecclesias’ aryas tienen que pulular en nuestros pueblos y ciudades. Nuestros ‘sacerdotes’ (a falta de otra palabra mejor) serán expertos en teologemas y mitemas aryas, en historia, en antropología, en lingüística indoeuropea… Deben ser expertos en las variadas tradiciones indoeuropeas.
Es obvio que tales centros religiosos (vinculantes) serán sólo para los aryas. El resto de los pueblos o razas están excluidos. Esto es, no será una ‘fe’ universal, sino étnica. Los fieles serán, pues, aryas.
Tenemos que completar la crítica destructiva hacia nuestros enemigos con alternativas positivas y constructivas para nuestro pueblo. Tenemos que ofrecer caminos, salidas.
La creación de la ‘comunidad arya’ (la palabra ‘ecclesia’, de donde nuestra ‘iglesia’ en castellano, viene a decir también ‘comunidad’ –es su sentido originario) es un sueño. ‘Aryan Community of…’ Ésta es la idea. Los templos han de tener sus bibliotecas y salas de lectura. Tales templos llevarán nombres relacionados con las divinidades  o personajes (de cualquier rama) de relevancia en nuestra historia. Tenemos que articular una suerte de ‘año arya’, con sus fiestas y celebraciones. Dedicar días especiales al grupo germano, al grupo celta, al grupo romano, etc. Esto requerirá un trabajo conjunto, de equipo, en el que participen especialistas de todas las disciplinas relacionadas con la historia de los pueblos indoeuropeos –desde su origen hasta nuestros días. 
Debemos tener  incluso escuelas aryas para nuestros pequeños. Hay que elaborar textos pedagógicos adecuados en los que potenciemos nuestros valores. Nuestros textos teológicos o literarios son una buena fuente para la educación moral de nuestros hijos. Nosotros no necesitamos recurrir a ninguna tradición extranjera, estamos sobrados de conocimiento y sabiduría. E incluso pienso que ningún pueblo puede superarnos en esto.
Volver a llegar a ser un pueblo
*Dos personajes de la antigua tradición arya védica son importantes en nuestra memoria. Hablo de Manu y de Aryaman.
De las ramas iranias e indias, fundadas por aryas hace unos cuatro mil años, hemos de tomar su legado lingüístico-cultural arcaico (los Vedas) y adoptarlos como cosa propia. Recomiendo a todos la lectura de los Vedas (sobre todo el Rig-Veda). Los grupos aryas puros (blancos) desaparecieron hace alrededor de tres mil años. Los aryas que llegaron a esa zona debieron ser pocos en número, fueron absorbidos en unos pocos siglos por las razas autóctonas. Poco más tarde aparecieron el hinduismo y otras ideologías de salvación (budismo, jainismo…) absolutamente contrarias al espíritu arya védico y a todas nuestras tradiciones culturales. El espíritu arya védico (épico, heroico, belicoso; activo, afirmativo) que recorría el Rig Veda desapareció absolutamente en toda la literatura india post-védica (hinduista, budista o jainista). El hinduismo y las otras ideologías similares (nihilistas) tienen al parecer más que ver con  las culturas indias pre-aryas que con los Vedas citados.
Hay otras lenguas y culturas indoeuropeas que hace tiempo dejaron de existir, como las del grupo hitita, de los que conservamos textos jurídicos y religiosos y que forman parte del legado indoeuropeo. De todo hemos de cuidar, y todo lo nuestro ha de ser conservado.
Los aryas o indoeuropeos no somos de ayer o antes de ayer.
*Debemos lograr textos unificados que le valgan tanto a un celta, como a un eslavo, como a un germano… Debemos crear la mentalidad arya, el espíritu arya. Más allá de los matices raciales o nacionales que nos dividen. Tenemos que llegar a ser un sólo pueblo. Éste es el trabajo, ésta es la meta.
El nacionalismo blanco afecta ahora a todas las naciones blancas. Los estadounidenses (y australianos y canadienses…) cada vez tienen más conciencia de sus raíces culturales europeas, sin distinción; cada día se sienten más europeos. Se ha producido una evolución ideológica al respecto. Los parámetros actuales requieren, y exigen, otra estrategia, otro discurso, más ambicioso si cabe que el de los nacionalismos de la primera mitad del siglo pasado. Necesitamos conciencia de pueblo, de raza, de cultura.
La evolución de los diversos pueblos europeos ha sido conjunta. Hemos compartido la misma arquitectura, la misma música, la misma  literatura, la misma ciencia… Hemos elaborado una cultura común desde hace cientos de años –a pesar de nuestras diferencias lingüísticas. Nada de esto hubiera sido posible si nuestras sensibilidades bio-culturales hubieran sido distintas.
*La raza es evidente por sí misma. No necesitamos proclamarla. Pero no basta la raza, a la raza le sigue el genio. El genio es creador, es el creador de la lengua y la cultura. El genio responde a la raza (hablamos de genes). La cultura responde a la raza.
Somos blancos de raza, y somos indoeuropeos por las lenguas y las culturas que nuestros pueblos han generado. Es el genio de mi raza el que ha creado o generado tales culturas, tales mundos.
Los mundos generados por nuestros pueblos (griegos, romanos, germanos… aryas védicos…) son sagrados. Así como es sagrada nuestra raza, son sagradas también nuestras culturas. Ésta es la actitud que hay que observar con nuestras culturas pre-cristianas. Con las nuestras, con las generadas por nuestros antepasados. Es nuestra raza la que ahí habla; nuestro genio.
Así de indisolubles, de indisociables, han de estar nuestra naturaleza genética, y nuestra naturaleza cultural o simbólica. Como una doble hélice. El logos natural, y el logos simbólico. Abrazados; como una sola cosa.
El logos simbólico  procede del logos natural, de la raza, de una comunidad, en un principio, racial –es una relación como de madre e hijo. También los individuos son hijos de la comunidad. La comunidad genera por igual naturaleza y cultura.
La lengua y la cultura (simbolemas y culturemas) son como los elementos constructivos que maneja nuestro genio para crear. Como los aminoácidos para el genoma.
Las culturas generadas por los pueblos son sus señas de identidad. Lo más natural y propio.
La cultura marca el camino de un pueblo, y es, en un principio, indisociable de su ser genético, de su genio, de su raza. Cada raza, o pueblo, un mundo.
Como almas escindidas los individuos y pueblos que han sido privados de sus tradiciones y les ha sido impuesto una ajena. Privados de su lengua, de su voz, de su ser. Pueblos que hablan con lenguaje prestado, extranjero.
Cuerpos aryas que hablan en términos judeo-mesiánicos o musulmanes, o… Lejos de su hogar, de su cielo; de su lengua, de su mundo.
Recuperar la palabra, recuperar la voz propia, recuperar el ser. De esto se trata; es lo primero.
La nación arya ha de pasar primero por esta restitución y esta afirmación de lo propio; del legado ancestral y propio. Las voces de nuestros pueblos; de nuestro genio, de nuestra raza.
Hay que prestarle la debida atención a la herencia lingüístico-cultural, a la dotación simbólica. Esta dotación es la que hace de nosotros seres simbólicos.
Los aryas tenemos que reconocernos en todas las culturas generadas: la griega, la romana, la arya védica, la germana, la celta… Los mundos creados por nuestra raza. El haber, la riqueza, los bienes más espirituales. El múltiple legado. Es también lo más próximo, lo más cercano, lo más nuestro; nuestro rostro, nuestro ser.
La dotación simbólica nuestra hace seres simbólicos nuestros. Así como la dotación genética nuestra hace seres genéticos nuestros. Nos reproducimos en la tierra y en el cielo. Nos perpetuamos.
La educación de nuestros pequeños es esencial, tienen que llegar a ser lo que son por naturaleza, uno de nosotros.
Voluntad de futuro. En la tierra como en el cielo. En la naturaleza como en la cultura. Perpetuar nuestro cuerpo y nuestra alma; nuestro ser total.
*Conseguir que los aryas vuelvan a su casa, a su hogar, a sus mundos. Volverlos a su ser. No podemos descuidar el alma, el legado espiritual de nuestros antepasados. El alma nuestra; el espíritu, el genio de nuestros antepasados –el ‘icor’ que corre por nuestras venas.
Sin ese ser nuestro somos ciegos, y esclavos. Servimos a otro; otro nos lleva por donde quiere. Carecemos de libertad y de luz. Es el destino de muchos pueblos, los nuestros incluidos, cristianizados o islamizados (espiritualmente alienados y colonizados). Su destino se les ha ido de las manos, está en manos de otro.
Que el arya vuelva a tomar las riendas de su destino. Que recupere la dirección y el sentido. Para ello ha de despojarse de todo lo extraño, de todo lo ajeno; ha de volver a su ser.
Es una purificación, una purgación, una catarsis. Se suda lo ajeno, como una mala fiebre. Se recupera la salud.
Si esto se cumpliera sería una nueva primavera, una nueva promesa para los pueblos aryas. La negrura, las tinieblas, se disiparían y quedarían en nada ante los primeros rayos de nuestro nuevo sol, ante las primeras luces de nuestro nuevo día.
La unidad espiritual es tan importante como la unidad racial. De nada vale la homogeneidad racial sin la homogeneidad espiritual. Andaríamos dispersos –como  ahora–; ninguna unidad. Un solo cuerpo y una sola mente, la nación arya. Es la condición ‘sine qua non’ de la victoria.
No conseguiremos tal unidad hasta que no quede ni un solo arya que sea o se diga cristiano,  musulmán, o budista. Un pueblo libre de judaina y de budaina, y de cualquier otra ‘fe’ extraña. Aryas puros de cuerpo y de alma. Ésta es la condición que nos pone la diosa Victoria. Y es también la primera ‘empresa’ –conseguir semejante unidad.
Limpiar, purificar a nuestro pueblo de tanta impureza. Una catarsis colectiva de los pueblos aryas.
*Nuestro espacio. Nuestra atmósfera, y nuestra luz. Allí donde nos instruimos; allí donde bebemos de las fuentes de nuestro saber. Un recinto santo exclusivo para aryas. Nada profano, nada ajeno. Nada impuro. Tan sólo los variados y abundantes frutos de nuestros pueblos (germanos, romanos, celtas, griegos… aryas védicos). Nuestros cantos, nuestros relatos, nuestra sabiduría…
El alma arya. La conciencia arya. El ser simbólico, espiritual, arya. El actual, el renovado, el recién nacido. Éste recoge en si el múltiple legado. Es la suma. Es el alma múltiple, rica; experimentada, sabia. Madura.
Los nuevos aryas. Lo que viene. Una renovación y una reivindicación de nuestro pasado, incluido el más reciente, el de la primera república arya. Nuestro ser saldrá de nuevo a la luz. Nos reivindicamos; reivindicamos nuestro ser biosimbólico (étnico y cultural) –nuestra memoria, nuestra herencia. Que nadie ose arrebatarnos el ser, que nadie ofenda nuestras señas de identidad (la esvástica sobre todo).
Nuestra primera misión es limpiar a todos los nuestros de elementos extranjeros. Purificarlos, y volverlos a su ser ancestral.
Necesitamos más guerreros, los necesitamos a todos. Esta vez venceremos con la sola palabra, con la sola voz. Nuestra palabra prevalecerá.
Una dulce tormenta. Un murmullo, un clamor, un fervor colectivo, luminoso, radiante; como una aurora. Nuestro despertar, nuestro renacer, nuestra victoria.
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Hasta la próxima,
Manu

lunes, 20 de mayo de 2013

90) Pensamientos aryas, pensamientos blancos (II)


Pensamientos aryas, pensamientos blancos (II).

Manu Rodríguez. Desde Europa (20/05/13).



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*En este tiempo de derrota, en este interregno, en esta noche que padecemos no es prudente, ni sabio, desde nuestras filas, lanzar la más mínima crítica sobre el período nazi (no podemos pasarle armas al enemigo). Por lo demás, es el único hecho de relevancia de nuestros pueblos en los últimos miles de años, me atrevería a decir.
En este período el pueblo arya aparece identificado y reconocido por primera vez en la historia de los pueblos. Por primera vez nuestros pueblos adquieren conciencia de sí, acerca de su origen y de su naturaleza. Desde el surgimiento de nuestro pueblo (aquel núcleo primitivo), hace seis o siete mil años, no se había producido un evento semejante. Fue una aurora, una nueva aurora. Fueron momentos sublimes.
Este ‘nacimiento’ tiene que ver con el surgimiento de los estudios indoeuropeos, y los estudios sobre evolución y genética de la época. Se difundieron conocimientos nuevos acerca de nuestro ser biocultural; acerca de nuestra raza, y de nuestras lenguas y culturas. Fue un reconocimiento. Fue como mirarnos por primera vez en un espejo. Estábamos allí, en aquellos textos: en los himnos del Rig Veda, en la Ilíada, en la Eneida, en los Eddas, en el Mabinogion... Éramos nosotros, nuestra sangre, nuestro genio, nuestra raza, la que había generado aquellos textos, aquellas culturas, aquellos mundos.
*La esvástica, nuestro estandarte, no sólo se alzó contra el liberalismo y el comunismo… Apenas empezamos a comprender hoy la grandeza y el alcance de su misión –y de nuestra misión. Para situarnos podemos hacer nuestras estas certeras palabras de Saint-Loup (en los primeros aforismos de ‘Quotations’):
« [Hitler était] l’homme qui avait jeté au monde ce prodigieux défi : attaquer en même  temps le capitalisme anglo-saxon, le bolchevisme rouge, le racisme juif, la franc-maçonnerie internationale, l’Eglise catholique, le paupérisme et les iniquités sociales, le traité de Versailles, le colonialisme, la pagaille française et la Home Fleet. »
 “[Hitler was] the man who had thrown to the world this extraordinary challenge: to attack at the same time Anglo-Saxon capitalism, Red Bolshevism, Jewish racism, international freemasonry, the Catholic Church, pauperism and social iniquities, the treaty of Versailles, colonialism, the French mess, and the Home Fleet.”
Y la lista no está completa.
Hay que decir que no fue sólo Hitler, fue Alemania entera; el completo pueblo alemán. Fue una ‘empresa’ colectiva (a la que se fueron uniendo las poblaciones germano-parlantes repartidas por Europa una vez que Hitler logró reunirlas en una sola nación).
Nace armada, como Atenea, la comunidad alemana, la primera comunidad arya en despertar, o en renacer, y lo hace para combatir contra aquellos que han procurado su mal; contra todo un entorno cultural contrario, adverso, que niega su ser. Espiritualmente alienada tiene que luchar contra el engaño judeo-mesiánico, contra el ‘milenio cristiano’. Y no fue el único engendro judío con el que tuvo que enfrentarse esta recién nacida nación arya, también el mesianismo comunista medraba entre la población haciendo estragos; y otros. La hidra judía se había multiplicado, se había ramificado; tenía demasiados rostros, demasiadas cabezas.
No parece que hayamos tenido sino un solo enemigo a lo largo de la historia, los pueblos semitas y sus discursos (judíos, judeo-mesiánicos, y musulmanes). Nos dominan espiritualmente. Es múltiple la alienación que padecemos desde hace siglos a manos de semitas o de ideologías semitas (religiosas, políticas, económicas; antropológicas, sociológicas, psicológicas…).
Nuestro enemigo nos posee de una u otra forma. La espantosa hidra judía. Tifón. El mal, nuestro mal.
*¿Fue un despertar, o un nacimiento prematuro? Demasiado joven esta comunidad para enfrentarse a este monstruo milenario. Como un joven héroe ha fracasado en su primer intento por derrotarlo. Demasiado vieja y astuta esa monstruosidad, ese horror. Se zampó al muchacho, y a la joven comunidad arya, en unos pocos años.
Fue el primer intento, nada más; el primer combate verdadero. Hasta entonces habíamos estado padeciendo sus imposiciones y estrategias sin advertir siguiera que estábamos siendo atacados. Llevaban  miles de años privándonos de nuestras cosas, negándonos nuestro ser ancestral, vituperando a nuestros antepasados, mancillando nuestros lugares sagrados; dividiéndonos, enfrentándonos –sembrando la discordia entre nosotros. Hay que advertir el universalismo y el dualismo (maniqueísmo) judeo-mesiánico en su libro sagrado (AT y NT), pero también en el marxismo, o en el psicoanálisis. La diseminación de estas ideologías forma parte de su estrategia de dominio.
Somos un  pueblo joven, una raza aún joven. Nos falta experiencia. Este interregno ha de servir para fortalecernos espiritual y culturalmente; para madurar.
*Con César Tort, y otros, que piensan que el ‘revisionismo’ de Hitler y el periodo nazi son esenciales, estoy absolutamente de acuerdo. El período nazi en su conjunto (desde que nace hasta que cae derrotado) hay que reivindicarlo, y hay que reivindicarlo por varias razones. Es esencial en nuestra historia, en la historia de los pueblos aryas. Se trata de nuestro nuevo nacimiento, de nuestro primer enfrentamiento con un enemigo milenario, y de nuestra primera derrota. Ni más ni menos. Este episodio tiene que tener absoluta preeminencia entre nosotros. Ha de ocupar el lugar más alto en nuestra memoria, en nuestras reflexiones, en nuestros corazones.
Hay que rescatar la memoria de ese período y elevarla a lo más alto con orgullo. Debemos estar orgullosos de ese período. Fuimos derrotados, pero no vencidos. Seguimos vivos y activos. Si no vencemos a la próxima, venceremos a la siguiente. Venceremos al fin. Lo sé.
*El renacimiento de nuestro pueblo se gesta en los años previos a la llegada de Hitler al poder. La conciencia arya de todo un pueblo vio entonces la luz, o recibió su ‘bautismo’ público. Todo un pueblo se reconoció. Es 1933 el año de su renacimiento. La primera comunidad arya que se reconoce como tal. Su derrota se produce el año 1945. Estamos, pues, en el 80 aniversario de su nacimiento; del nacimiento de la primera nación arya, de la nación arya misma.
Ese período es un hito sin igual en nuestra corta historia. La primera aparición de nuestro pueblo en la historia. Ahora somos un pueblo –la nación arya.
Hitler simboliza nuestro primer período, nuestra primera batalla, y nuestra primera derrota. Su lucha (‘ihr Kampf’) era nuestra lucha (‘unser Kampf’). Su derrota, fue nuestra derrota. Pero no ha  acabado con nosotros esta derrota sufrida en nuestro primer enfrentamiento abierto contra el mal; contra nuestro mal. Fuimos derrotados, si, ¿y qué? Era enorme aquello contra lo que se luchaba. Demasiados cabezas la hidra. No pudo ser. La próxima vez conseguiremos vencerla, o la siguiente. Esta guerra tan sólo ha comenzado.
*Estos aniversarios de Hitler y del nacimiento de nuestro pueblo han sido también para mí como un pequeño renacimiento. Digamos que veo más luz, que veo más claro. Presiento, barrunto la próxima batalla (que habrá próxima batalla). Y esta vez tendremos un espacio desde donde avanzar, un baluarte, un punto de apoyo (la propia nación arya). Reconquistaremos a nuestros pueblos. Tenemos muchos y muy buenos guerreros espirituales, y bien armados de conocimiento y de verdad. Al final, venceremos.
Éste es mi espíritu ahora.
*Hitler fue el héroe; el elegido, el preferido, el amado. Todo el pueblo alemán estuvo con  él desde su ascenso a su caída. No hubo deserción, no hubo infidelidad.
Reivindicar pues su nombre, su figura, y su vida. E igualmente todo el período nazi. La infancia de la nación arya.
*Hitler, y la primera comunidad arya, se rebelaron contra un enemigo espiritual o, mejor, inmaterial. La guerra que comienza el pueblo germano, y que la actual nación arya prosigue,  es una guerra fría, cultural, espiritual (de propaganda, si se prefiere). Es una guerra que más se celebra en el cielo que en la tierra. Es una guerra que hay que ganar primero en el cielo.
Nuestra guerra es mucho más ambiciosa, más inmensa, más grande. Más compleja, más sutil, más prodigiosa. No es tanto un asunto de independencia territorial como de independencia espiritual; es una guerra de liberación espiritual, y es una guerra existencial  –nos jugamos nuestro ser ancestral, ser o no ser.
Nuestro pueblo, mayoritariamente alienado, está en manos de ideologías semitas (judías y judeo-mesiánicas); en manos de la bestia, en manos del enemigo. La labor a realizar es, pues, inmensa. Hay que alertar el oído y el discernimiento de nuestros hermanos, pero también apelar a su orgullo, a su dignidad, a su honor. Que el pueblo arya se sienta vulnerado, desconsiderado, burlado, engañado, instrumentalizado, ofendido, estigmatizado… Un pueblo privado de su cultura ancestral es un pueblo que carece de voz, de palabra, de ser, de verdad; de dignidad.
Reconquistar la mente y el corazón de nuestro pueblo  será la primera empresa    –de su éxito depende nuestra victoria. Ha de ser el clamor de la muchedumbre arya quien venza a la bestia. La muchedumbre arya será el héroe en la batalla final, en la batalla que viene.
*Doce años apenas cumplidos, lo que duró el primer Reich arya. Nuestra primera experiencia. A las puertas de la adolescencia quedó. Con las armas en las manos.
Wehrwolf, el último aliento del joven héroe. La fuerza, ya adolescente. Un rescoldo, un residuo de dignidad. Es ese espíritu, el espíritu del ‘lobo de defensa’ (Wehrwolf).
La primera república arya es también un modelo de organización, de articulación social –de sociedad. Una pedagogía. Una literatura. Un arte. Un pensamiento. Un mundo; el primer mundo arya. Tenemos mucho que aprender todavía de aquella experiencia.
Debemos movernos en este período con devoción y fervor. Como en espacio sagrado.
Acercarnos a su vida cotidiana. La vida cotidiana en el III Reich. Éste sería un buen título. Dividido en dos sexenios (del 33 al 39, y del 39 al 45). En la paz y en la guerra. Hay numerosos testimonios gráficos de este período (y no sólo en la prensa alemana).
En el sexenio de paz: Las calles, las casas, los comercios, las fiestas, el ocio… El campo. El mar. La montaña. El remozamiento de las ciudades, la pulcritud, la limpieza. La luz. El color. La belleza, la alegría. La pureza, el entusiasmo. Nuestra infancia, la infancia y la niñez de la nación arya.
En el sexenio de guerra: Tras el breve fulgor de las primeras victorias,  vinieron la resaca y el furor del enemigo. Fueron bombardeadas nuestras ciudades, fueron desapareciendo poco a poco la luz y el color, y la belleza y la alegría… y la vida. Destruyeron cuanto pudieron. Se saciaron. Todo arruinado, todo deshecho; un cielo negro, un mundo que se apaga. Las imágenes finales. Súbitamente le vino la noche a la joven nación arya. Ahí quedó como dormida la doncella.
*Hay que conocer los trabajos relacionados con la dureza y la crueldad con la que se trató al pueblo alemán antes, durante, y después de la gran guerra. E igualmente todas las mentiras divulgadas por los ‘vencedores’; toda la propaganda anti-nazi (anti-arya) que circula desde entonces. Toda esa historia habrá que reescribirla en su momento, y mostrársela al mundo entero. Pero esto no será antes de nuestra victoria final. Hasta entonces es mucha la labor que queda –sobre todo la unidad espiritual de los pueblos aryas tanto en Europa como en la Magna Europa.
*Reivindicar, rehabilitar, y restituir el honor. El período nazi, y sus años previos, han de ser retomados con unción. Recuperar sus logros, sus figuras, sus héroes; su ciencia, su arte, su pensamiento… Recuperar insignias, banderas, estandartes… toda la iconografía del periodo. El primer Reich arya de la historia; la primera nación arya.
Reivindicar absolutamente la figura de Hitler, su primordial papel en nuestra temprana historia, en nuestra primera salida al mundo. Hitler fue el creador del primer Estado arya. A él le debemos su idea, y su realización.
La lucha que fue de uno solo, es ahora ‘nuestra lucha’ (‘unser Kampf’). Hitler abre un periodo que no ha hecho más que comenzar. Él fue el primero. Estamos en los comienzos de la nación arya, en su aurora.
Nuestra historia apenas ha comenzado.
*El orden arya no tenía, ni tiene, un alcance universal, sino puramente étnico. Aquella primera experiencia queda como modelo perfectible de comunidad racial  y cultural. Y aún como modelo para otras etnias, para otros pueblos. Hacia una comunidad no de naciones, pues, sino de pueblos. Ese vuelco, esa subversión, ese giro, esa revolución. Retorno de lo particular y propio.
Esa ambición era excesiva, ese nuevo orden que Hitler anunciaba. Entró en colisión con todos los universalismos o internacionalismos religiosos o políticos. Contra el viejo orden religioso, económico, político… cultural en amplio sentido. Era una guerra declarada a la cultura dominante: el mundo religioso judeo-mesiánico y sus correlatos laicos políticos y económicos (la democracia universal y el internacionalismo comunista).
Estaban condenado, él y su proyecto, desde el momento que alcanzó el poder. Él era el destructor, la amenaza más viva que podían sentir los judíos y sus engendros religiosos, políticos, psicológicos, o económicos –sus mundos. Alguien les declaraba la guerra abiertamente.
No era tanto la guerra territorial como la guerra cultural lo que temían sus enemigos, el enfrentamiento ideológico. Que el mensaje arya que venía de Hitler se extendiera  –su  revolución étnica y cultural; su espíritu, su lucha (‘ihr Kampf’).
Hitler, y la nueva Alemania, encarnaban un nuevo orden moral, político, cultural, espiritual… El camino de los pueblos. Era la alternativa más poderosa a los todopoderosos universalismos (de origen semita) que imperaban. Aún sigue siéndolo.
El nacionalsocialismo era (y es) ciertamente una ‘tercera vía’, entre el liberalismo económico y el internacionalismo comunista. Demostró en los años de paz su éxito frente a unos y otros. La dignidad y prosperidad que proporcionó a su pueblo arruinaba el prestigio del espiritualmente despreciable capitalismo (y su sociedad de consumo), así como del internacionalismo proletario, cuya área de dominio estaba hundida en la miseria espiritual y material. Y era precisamente este éxito social, económico y cultural, el que podría haber conquistado los corazones y las mentes de las naciones blancas logrando extender esta ‘tercera vía’ por toda Europa, y por todo el mundo blanco. Y esto es lo que había que impedir a toda costa.
Había que acabar con él, y con su ejemplo (sus victorias, sus éxitos), a cualquier precio. Había que destruirlo y estigmatizarlo. Convertirlo en la encarnación del mal; en el mal absoluto. Y lo consiguieron. Derrotaron nuestro primer Reich, y mancillaron su memoria.
La horrible imagen pública de Hitler (y el periodo nazi) elaborada por el enemigo es también nuestra imagen, la imagen de la nación arya –de todos y cada uno de nosotros. El enemigo de Hitler es el enemigo de nuestro pueblo. El que lo combate nos combate; el que lo insulta, nos insulta.
La derrota militar sufrida no ha debilitado siquiera nuestra ‘fe’ y nuestra lealtad a nuestro pueblo. Tampoco la perversa contra-propaganda ha hecho mella en nosotros. Nuestro genio es indestructible. Tarde o temprano reescribiremos la historia. Al final, los blancos, los aryas, venceremos.
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Hasta la próxima,
Manu

domingo, 12 de mayo de 2013

89) Pensamientos aryas, pensamientos blancos (I)


Pensamientos aryas, pensamientos blancos (I).

Manu Rodríguez. Desde Europa (11/05/13).


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*El universalismo judeo-mesiánico, el democrático, o el socialista –sus ideales sociales y políticos– han terminado reduciendo a su mínima expresión nuestra identidad biosimbólica y nuestro orgullo étnico. La nación arya (los aryas conscientes de sí) es ahora un mínimo porcentaje de su población potencial (todos los pueblos blancos).
Los ideales trans-nacionales, trans-raciales, trans-culturales… que estas ideologías nos predican (más allá de los pueblos, de las razas, de las culturas…) y que son el alimento cotidiano en nuestras escuelas, en nuestros medios de comunicación, en nuestra cultura de masas, en nuestras universidades, y en nuestras calles, han logrado afectarnos al fin. Son cientos de años de lo mismo –téngase en cuenta que el judeo-mesianismo lleva diseminando su venenoso mensaje entre nosotros desde hace casi dos mil años. Los universalismos democrático y comunista son cosa de los últimos tiempos, pero no han venido sino a reforzar el viejo discurso. Son los mismos ideales.
Tales ideales (tales enseñanzas, tales mensajes omnipresentes), después de cientos de años, han logrado sus propósitos –transformar a lobos y osos en cabritos y corderos. Hemos devenido (nuestras poblaciones) criaturas débiles, inseguras, y pusilánimes.
Todo esto viene a cuento por ciertas noticias que nos vienen de Noruega y que han sido reseñadas en ‘Gates of Viena’ y comentadas por Kevin MacDonald en TOO en estos últimos días. Se trata de la situación en la que se encuentran los noruegos atrapados en barrios o zonas con un número elevado de población musulmana asiática y africana. El punto de partida es  un reportaje sobre las escuelas. Al parecer los alumnos noruegos (chicos y chicas) se encuentran en minoría y son constantemente  insultados  o agredidos por lo jóvenes alóctonos musulmanes. Este insultante estado de cosas no ha generado, al parecer, más que  estrategias individuales de supervivencia.
Hay que decir que esto no está sucediendo sólo en Noruega. También en Francia, en Alemania, en Inglaterra…. Está claro que estos extranjeros ni nos estiman, ni nos respetan, ni nos temen. En cualquiera de nuestras naciones no encuentran más que a individuos aislados e indefensos a los que se les puede insultar y agredir impunemente. Nadie saldrá en su defensa. No habrá respuesta, no habrá represalias.
¿A qué se debe la falta de respuesta, el silencio, la resignación…? No encontramos, a nivel individual (entre los casos que se citan),  ni valor, ni orgullo, ni pundonor. No hay nadie que les haga frente. Todos buscan la huida. Que esto les suceda a los descendientes de los fieros y orgullosos vikingos,  da que pensar.
Indefensión, debilidad, cobardía. Éste es el resultado de nuestra crianza e instrucción en los últimos cientos de años en manos de sacerdotes de divinidades extranjeras y sus credos universalistas y altruistas. Ésta espantosa transformación.
Tiene razón MacDonald en aludir al individualismo, a la atomización de nuestras sociedades blancas en lo que concierne a la indefensión y a la falta de ayuda en la que se encuentran los blancos agredidos, intimidados, o violados por ‘grupos’ de extranjeros (musulmanes asiáticos y africanos, y otros). Pero tal individualismo y tal atomización son tan sólo síntomas. Síntomas de un pueblo destruido, aniquilado; de multitud de individuos desarraigados, dispersos, aislados, debilitados, perdidos.
Hay que reforzar, sí, la conciencia de grupo entre nosotros los blancos, en Europa y en la Magna Europa. Pero, ¿desde dónde; desde que bases o fundamentos? ¿Qué palabras, qué conceptos, qué espacio simbólico nos agrupará haciendo de nosotros uno, un ‘uno’?  ¿En qué terreno arraigaremos? ¿Cuál es el mejor terreno?
La conciencia de grupo ha de incluir raza y cultura, que es como decir cuerpo y alma. Llevamos tanto tiempo lejos de casa (desde la cristianización), y con vientos tan contrarios, que hemos perdido la ruta, el camino, la memoria. Tendremos que empezar desde el principio, tendremos que preguntarnos a nosotros mismos quiénes somos, de dónde venimos, y hacia dónde vamos. Tenemos que recuperar la memoria, nuestra memoria. Una auto-gnosis colectiva de los pueblos aryas.
Hay que partir de la multitud de razas y culturas; del árbol de los pueblos y culturas del mundo –que es también el árbol de la vida, el árbol más puro. Reconocer, afirmar esta multiplicidad genuina, pura, natural, verdadera; velarla, protegerla incluso. Tenerla por sagrada. En ese árbol nos encontramos, nos reconocemos.
Nosotros somos la rama arya o indoeuropea (término que atiende a nuestras lenguas y culturas emparentadas) de ese árbol eterno.
Lo primero es la conciencia de sí de un pueblo; que los individuos se sientan y se sepan miembros de un pueblo. Antes que nada tenemos que recuperar la conciencia arya, la memoria arya; la voz, la palabra, el ser ancestral y autóctono; las señas de identidad simbólicas, colectivas. Esto nos devolverá el orgullo, la dignidad, y el honor; el coraje moral, en suma. Auto-legitimación colectiva.
Cuando se insulta, se agrede, o se daña a un noruego (o a un alemán, o a un francés, o a un inglés…) se insulta o se agrede al pueblo arya. Se avasalla y se arrincona a la entera comunidad arya. Se humillan sus valores, su existencia, su ser. Son derrotas de nuestro pueblo.
Se trata, pues, de nuestra gente, de nuestras tierras, y de nuestras culturas. No consentiremos ni agravios, ni amenazas, ni agresiones dirigidas a los nuestros o a nuestras tradiciones pre-cristianas o contemporáneas. No quedarán impunes. No quedarán sin respuesta. Y será el mismo pueblo el que responderá. Tendremos multitud de voces aryas. Responderá el orgullo blanco, el orgullo arya.
*No nos valen estos discursos universalistas en los que desaparecemos los pueblos y las culturas. En este terreno, con tales fundamentos, solo es posible hablar en nombre de la ‘humanidad’ o del ‘hombre universal’.  En estos discursos no se reconoce ni siquiera nuestra existencia. Los pueblos, las razas, y las naciones han de ser transcendidos, superados, negados, extinguidos… a fin de alcanzar ese hombre nuevo y universal. Ésta es la eterna consigna universalista –la vieja, y la nueva– que nos ofrece nuestro enemigo. Su caballo de Troya. Su manzana envenenada. Su insidia, su falacia, su trampa, su mentira.
¿Acaso deberíamos esperar otra cosa del enemigo (la vieja bruja, la comunidad judía) que ‘manzanas envenenadas’? Tendríamos que desconfiar de todo lo que estos miserables nos ofrecen desde hace miles de años: cristianismo, marxismo, psicoanálisis…  Estas ‘producciones’ no tienen otra función que destruirnos –destruir nuestras culturas, nuestro status, nuestra confianza en nosotros mismos… Hacernos desaparecer, eliminarnos étnica y culturalmente.
Es una guerra milenaria y hasta el momento no conocemos sino pérdidas, derrotas. Con la cristianización de nuestros pueblos perdimos nuestras culturas autóctonas y ancestrales. Los modernos movimientos (marxismo, psicoanálisis, escuela de Frankfurt, post-estructuralismo) culminarán el proceso de destrucción iniciado por aquellos apóstoles de la gentilidad europea. Nada diferencia a los ‘pedros’ y ‘pablos’ del pasado de los Marx, Freud, Boas, Adorno, Marcuse… Derrida… del presente. La misma finalidad, la misma intención.  
*Los pueblos aryas contra las ideologías religiosas, económicas, políticas… de origen semita (judaísmo, judeo-mesianismo, islamismo, comunismo…). Contra los mayores difusores de estos credos universales cuya invención no tuvo, ni tiene, otra finalidad que la de diseminar la discordia y la disensión en el seno de un pueblo; y la de dividir y enfrentar a los diversos pueblos entre sí. Contra la intrincada red semita; contra la araña universal. Contra el universalismo, el totalitarismo; contra la homogeneización (judeo-mesiánica, musulmana, demócrata, o comunista) del planeta. Contra los destructores de pueblos y culturas. Ésta es la misión. Ésta es nuestra lucha (‘unser Kampf’).
Aquí tienes el dragón, aquí tienes la hidra. Los eternos enemigos de nuestro pueblo, de nuestro luminoso ser: Vritra, Tifón, Surt. Son los oscuros, los tenebrosos, los sombríos. Les haremos la guerra dondequiera que se encuentren. Hasta su extinción. Libraremos al planeta entero de esta ominosa  plaga.
En honor de la primera nación arya, del nacimiento de nuestra nación. En honor de su creador. “Ad maiorem Hitleri gloriam” (AMHG).
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Hasta la próxima,
Manu