Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 19 de octubre de 2014

115) El inicio

El inicio.

Manu Rodríguez. Desde Europa (15/10/14).


*


*El inicio nos precede. El inicio está dado. Nos encontramos en el vórtice del inicio. Ahora se trata, para los diversos pueblos, de estar a la altura del inicio.
No se trata del trabajo, o del trabajador. Como si el ser estuviera ligado al ‘modo de producción’ (la era técnica), como una vulgar ‘superestructura’, como un ectoplasma. Los cambios ideológicos que se produjeron a lo largo del neolítico no estuvieron necesitados o precedidos de cambios en el modo de producción. Obsérvese la evolución de la paideia griega (en Jaeger). O los cambios ideológicos en la misma Europa –antes de la era técnica.
No es la era técnica la que hará desaparecer el antropocentrismo y los mundos del neolítico. De hecho, estos aún viven en nosotros (en las tradiciones religiosas judeo-cristiano-musulmanas, en el hinduismo, en el budismo, en la filosofía occidental, en las ideologías políticas… incluso en el lenguaje técnico y jurídico que trata temas ecológicos o de medio ambiente). El ‘hombre’ como criatura excepcional: como centro de la naturaleza, como señor de las criaturas, como rey de la creación… Nuestro comportamiento con el resto de los seres vivos, así como con el hábitat geofísico (tierra, agua, aire…), lo denota. Menosprecio, desprecio, indiferencia… Seguimos siendo criaturas del neolítico en plena era técnica –nuestras ‘superestructuras ideológicas’, nuestras ‘representaciones’, nuestros ‘mundos’, siguen siendo los del neolítico.
No es el subjetivismo, ni el ‘mundo extenso’ de Descartes. Esto lo tenemos ya en el ‘génesis’ judío. Descartes es una muestra, un síntoma del período. Ese antropocentrismo que impregna todas las culturas y civilizaciones del neolítico. El mundo moderno y contemporáneo (la era técnica) se mueve a sus anchas en tal antropocentrismo –tiene patente de corso. Es (sigue siendo) el señor de la creación.
Nuestra transición es, espiritualmente hablando, semejante a la transición del paleolítico (primer período) al neolítico. Fue la interacción y la familiaridad con el medio lo que transformó el modo de vida de los hombres y mujeres que dieron lugar al neolítico. Y aquel modo nuevo de relacionarse y de tratar con el entorno dio lugar a nuevas ‘representaciones’ más acordes con el estadio presente. Con el neolítico comienza la desacralización de la naturaleza (viviente y no-viviente). La veneración de la naturaleza (viviente y no-viviente) es propia de las culturas del paleolítico.
Vivimos un nuevo período. Este nuevo período lo inaugura la revelación del código genético. Se pasa de un fenocentrismo a un  genocentrismo. Cambia radicalmente el centro. Se pasa de la criatura al creador. El antropocentrismo o el antropomorfismo (los ‘humanismos’) resultan ya absurdos, incoherentes… ofensivos.
La sustancia genética es la única sustancia viva en este planeta. Y lo viviente es el ser –no hay más ser (Nietzsche). Nosotros somos el ser. Tú que lees.
La sustancia viviente única es el ser virtualmente imperecedero. Y nosotros somos esa sustancia. 
Este descentramiento (o mejor, recentramiento) lo padecerán tarde o temprano todas las etnias, todas las culturas… El antropocentrismo y los mundos del segundo período –de las culturas del neolítico (que aún alimentan nuestras mentes)–,  desaparecerán. No tendrán lugar en este tercer período.
El neolítico ha concluido. El ‘arkhé’ (el origen, el principio, el inicio; la aurora) del nuevo período es la revelación, el encuentro con la sustancia viviente  única, con el ser único nuestro. Este des-encubrimiento. Este auto-conocimiento.
Es la sustancia creadora de todas las formas vivas; el ser de todas y cada una de ellas. El ser viviente único. No es que sea nuestra esencia, sino que nosotros somos la esencia. No hay otro que hable, no hay otro que piense –no hay más ser.
Del ser vienen las palabras. Es el ser quien las articula, quien habla. En todo momento. Es el único que dice yo y hace yo.
El nuevo estadio, el nuevo lugar, el nuevo mundo. El nuevo inicio.
La nueva naturaleza y la nueva cultura. La nueva paideia, la nueva excelencia.
Nueva poesía, nueva música, nuevo arte, nueva paideia, nueva cultura, nuevo amor… para este eterno y recién nacido ser nuestro. El ser sin nombre ni apellido, el más puro ser, el ser nuestro. Este viejo/nuevo ser carece de poetas, de filósofos, de creadores. Tampoco ha tenido profetas, nadie le anunciaba. Es el acontecimiento de los acontecimientos.
A este nuevo ser todo lo que escucha o ve le resulta rancio, antiguo, neolítico; demasiado superficial, demasiado humano. Ahora el centro es la vida. Ahora debe hablar la vida. No la criatura (el fenotipo), sino el creador (el genotipo, el ‘genoúmeno’; la sustancia viviente única).
*El cariotipo o cromosoma humano se escande en sub-grupos, en etnias o razas. El árbol de la vida que concierne a los humanos nos habla de la evolución del cariotipo humano, de su escansión o ramificación. Este árbol es sagrado.
La etnia es, pues, sagrada. La etnia, el ser natural, es lo primero. La base, el fundamento. Las etnias generan (de sí mismas, por sí mismas, y para sí mismas) sus propios mundos lingüístico-culturales. A tal rama o etnia, tal mundo simbólico (tal cultura, tal paideia).
La etnia es el genio, es el ser. Hablar desde la sustancia viviente única, desde la etnia, desde el genio, desde el ser nuestro. Hablar a la sustancia viviente única; al genio nuestro.
Conocimiento de la rama que somos, del ser que somos. Todo cambia. La mirada, la palabra, la voz. El ‘hombre’ queda atrás, desaparece. Devenimos seres nuevos, renovados, conscientes de su ser. Yo no humanos, ya no criaturas. Ahora habla el creador, el ser, la misma vida (la sustancia viviente única).
La nueva hermandad inter-étnica. La preservación de las ramas etno-culturales. Actualmente nos encontramos en vías de extinción. Si llegara a producirse el mestizaje universal calculado y previsto, en unos pocos cientos de años las razas se extinguirían. Desaparecería todo nexo con el pasado; desaparecería todo pasado. Las masas absolutamente desarraigadas, errantes. La futura masa salarial universal; la futura raza de esclavos. Ni tierra, ni cielo; ni manes, ni lares. Sin pasado, sin presente, sin futuro.
El árbol de la vida tiene enemigos. El árbol de la humanidad. Demasiadas ramas han sido ya arrancadas. Apenas si quedan grupos etno-culturales puros. Las oleadas universalistas los han destruido. La tendencia a la homogeneización, a la homologación. Es una tendencia perversa, asesina, fratricida. La muerte, la extinción de los hermanos.
Preservar la propia etnia mientras el resto de las etnias se mezclan, se disuelven, se auto-eliminan. Éste es el plan del enemigo universal de los pueblos –del enemigo universal del árbol de la vida.
Estos universalismos homogeneizadores  (religiosos, filosóficos, políticos…) hablan el lenguaje del amor, de la concordia, de la fraternidad… pero su obra es división, discordia, odio, muerte. El globalismo demo-liberal parece ser su último avatar. Otros vendrán.
Los universalismos transétnicos, transculturales, transnacionales… Los destructores de etnias, culturas, y naciones.
Es la hidra, un monstruo con varias cabezas. Las filosofías universalistas del periodo alejandrino (cínicos, estoicos, epicúreos), el judeo-mesianismo, el islamismo, el budismo, el hinduismo, el judeo-bolchevismo, la democracia universal… Los rostros del enemigo. Las cabezas de la hidra.
El mayor peligro nos viene ahora de la universalización de esa ‘civilización’ occidental que procede del decadente helenismo y del judeo-mesianismo (su derecho, su democracia, su economía, su antropología, sus ‘creencias’… su ‘mundo’). Esa cultura, ese mundo, esa paideia indeseable, malsana, letal.
Las ideologías universales tienen, todas, un origen étnico. Es un discurso étnico el que se universaliza, sea de origen judío (las globalizaciones cristiana y musulmana), indio (el hinduismo en el sudeste asiático; el budismo en Tíbet, China, Corea, Japón…), o europeo (el actual proceso de globalización liderado por ‘Occidente’). Un discurso étnico (su derecho, su ciencia, su lengua, su mundo…) se impone sobre los demás. Es el triunfo de un discurso étnico sobre otros. Estos universalismos expansivos son una guerra declarada contra el particularismo de los pueblos. No admiten diferencias, no admiten ‘otros’. El otro, al cabo, tanto más pequeño o débil, desaparece, es engullido. Así han desaparecido multitud de pueblos bajo los imperios (las globalizaciones) persa, alejandrino, romano, cristiano, musulmán…
*Preservar el ser que se es, la verdad ancestral de cada pueblo, es un deber para todos y cada uno de los moradores de las diversas etnias/culturas que pueblan el planeta. Todas nuestras ‘identidades’, en los momentos presentes, corren el riesgo de desaparecer para siempre.
*Heidegger nos habla de un nuevo inicio y un nuevo arraigo para nuestro pueblo. Estos son los momentos. El nuevo inicio ya está dado, anunciado. El nuevo espacio, la nueva tierra donde arraigar.
La rama arya es nuestro espacio reservado en el árbol de la vida. Nuestro ser, nuestras historias, nuestros mundos. Nuestro ser histórico, en devenir. Desde aquel remoto origen de hace seis o siete mil años. Dondequiera que fuese. El nacimiento de la rama arya. La primera aurora.
Apropiarnos de nuestro devenir, ser dueños de nosotros mismos. Regir nuestro destino. Despertar. Recuperar la conciencia, el juicio, la memoria. Retomar el camino que nos viene de los antepasados.
Nuestra lucha es compleja. No es tan sólo recobrar el inicio, es también recobrar el ser que somos. Nuestro ser alienado, robado; impostado, usurpado.
Repetir el inicio, sí, pero ¿desde dónde? Sólo desde el lugar nuestro, desde nuestro lugar reservado. La morada arya.
*Una palabra clave es religión –aquello que religa y hace uno a un pueblo, grupo, o colectivo. Lo que religa a un pueblo y le hace uno es su propia cultura –el mundo generado a través de las generaciones; el conjunto de sus heteróclitas tradiciones –su completa historia, vale decir.
¿Cómo religar, aquí y ahora, a los pueblos aryas europeos? Dos claves identitarias nos proporcionan la respuesta: la identidad étnica y la identidad lingüístico-cultural. Los pueblos aryas europeos estamos emparentados étnica y culturalmente. Compartimos el mismo origen. Más allá de las familias aryas o indoeuropeas a las que unos y otros pertenecemos, el origen común nos une. Compartimos señas de identidad biosimbólicas ancestrales.
El  nuevo inicio no puede venir ya sino mediante la re-unión de los pueblos aryas. Devenir, de nuevo, un solo pueblo. Esto, sólo para comenzar; como punto de partida.
El nuevo inicio ha de reunir a todos los pueblos aryas; el ‘movimiento’ ha de ser pan-arya, o pan-indoeuropeo. No será, por consiguiente, un movimiento expansivo o universalista.
Este re-encuentro no podrá realizarse en su máxima pureza si no se produce una suerte de catarsis o purgación entre nuestra gente. La mayor parte de nuestros pueblos están cristianizados (algunos islamizados), y esto quiere decir que viven o moran espiritualmente fuera de sí. Sus lugares sagrados, sus patriarcas, sus dioses… son extraños, extranjeros. No son nuestros. No tienen su origen en nuestros pueblos. Esta alienación espiritual colectiva que padecen nuestros pueblos es, quizás, el mayor obstáculo para el genuino re-encuentro.
Se exige antes que nada un retorno a lo nuestro pre-cristiano o pre-islámico. Un re-anudar el nexo con nuestros verdaderos antepasados (griegos, romanos, germanos, celtas, albanos, baltos y eslavos), con nuestras historias.
Una catarsis, y una anamnesis. Un deshacernos de lo ajeno, y un recuperar la conciencia y la memoria de lo que fuimos, y de lo que aún somos. Esto queda a la casi totalidad de nuestra gente. Una autognosis, una revelación, un ‘desencantamiento’ colectivo.
Un retorno al hogar, a lo propio, al origen.
El ‘movimiento’ y el nuevo inicio han de ser totales, radicales, absolutos (siguiendo la estela de aquel primer intento frustrado –el período nazi, el período épico-heroico  de la nación arya).
*Este nuevo inicio –este nuevo período– (genocéntrico, centrado en la vida, étnico) implica una mutación espiritual sin precedentes. Afectará a todos los pueblos de la tierra. Los pueblos aryas liderarán este movimiento; serán los primeros.
*
Hasta la próxima,

Manu

1 comentario:

  1. Esa catarsis colectiva enpieza a dar sus frutos, cada vez veo a más identitarios europeos renegando del cristianismo, desenmascarandolo y colocandolo en su sutio, y en este pais tambien Es significativo el cambio en relación al ańo pasado, aunque todavia incipiente, en sus primeras fases..

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