Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

martes, 2 de diciembre de 2014

118) Sobre nacionalismos y universalismos

Sobre nacionalismos y universalismos.

Manu Rodríguez. Desde Europa (02/12/14).


*


*Este breve artículo vale como respuesta a preguntas que en ocasiones se me han hecho (por correo personal) sobre el tema del nacionalismo español de raíces fascistas representado por José A. Primo de Rivera (FE), Onésimo Redondo, y Ramiro Ledesma Ramos (JONS). Estos nacionalismos, al igual que el fascismo italiano o el nazismo alemán, tiene historia, abolengo. Y merecen todo nuestro respeto. Pero debo reconocer que mis simpatías están con el nacionalsocialismo alemán. E intentaré explicar el porqué.
Lo que me aleja esencialmente de estos nacionalismos es su relación con el catolicismo; con ese tradicionalismo de raíces cristianas. Encuentro una contradicción en el sostener ambas cosas, el nacionalismo y el universalismo cristiano (sea católico, ortodoxo, luterano, anglicano o de cualquier otra secta). El cristianismo, como cualquier otra ideología universal (religiosa, filosófica, o política), va, en esencia, contra todo particularismo nacional o étnico. Su mensaje, al igual que el del comunismo, se dirige a todos los hombre fueran cuales fuesen sus diferencias nacionales, étnicas, o culturales. Para el universalismo religioso, filosófico, o político, palabras como ‘nación’, ‘patria’, ‘raza’ y demás, carecen de sentido. Son ideologías apátridas, por naturaleza, y reniegan de naciones, razas y culturas.
También la democracia universal, hoy dominante, adopta las mismas consignas. No quiere fronteras. Esto le favorece en la medida que  lo que pretende es, en último término, el flujo sin obstáculos de mano de obra –apátrida–, y de capitales –igualmente apátrida. Hoy a esta tendencia, demo-liberal, se la denomina  globalización.
Universalismo, internacionalismo, o globalismo,  son términos para lo mismo.
Los diversos pueblos hemos padecido, a lo largo de los siglos, varias globalizaciones. Recordemos la globalización cristiana, la musulmana, la iniciada por la Revolución francesa, la comunista (la judeo-bolchevique), y la actual democracia universal. Para cualquiera de estas ideologías las diferencias nacionales, culturales, o étnicas, y la resistencia a perder tales claves identitarias son un obstáculo para sus propósitos de dominio. Y contra tales obstáculos combaten, con todas sus armas. Muchas han sido las etnias y culturas que han desaparecido bajo los distintos globalismos –en el pasado y en el presente.
Un cristiano, o un comunista, no pueden ser nacionalistas. Y a la inversa. Universalismo y nacionalismo son conceptos y valores antagónicos. No pueden ir juntos sin entrar en contradicción. (El concepto ‘nacional-catolicismo’, implica una contradicción en sus términos, pues el término ‘católico’, que proviene del griego, significa ‘universal’. Y la expresión ‘Iglesia Católica’ no quiere decir otra cosa que ‘Iglesia Universal’). Recordemos que el término ‘iglesia’, que también proviene del griego, significa ‘comunidad’.
Entiéndase que las recientes palabras del actual Papa en el Parlamento Europeo, que hemos escuchado estos días, con respecto a los flujos migratorios que padecemos desde hace decenios, no pueden ser más acordes con la ideología cristiana (más trans-nacionales, más trans-raciales…). Pretende que acojamos sin reserva a cuantos extranjeros consigan entrar en nuestras tierras. No otra cosa pretendía el filósofo judío J. Derrida cuando predicaba, no hace muchos años, la ‘hospitalidad incondicional’ con respecto a estos extranjeros. Dicho sea de paso, de seguir tales consejos desapareceríamos, y a muy corto plazo. Y todo parece indicar que es esto lo que se pretende en uno u otro caso –la extinción de los pueblos blancos europeos– mediante la prédica de ese altruismo suicida. No debemos esperar otro ‘mensaje’ de los líderes de los diversos universalismos  –religiosos, filosóficos, o políticos.
Puede decirse que cuando la Iglesia católica no ha mantenido este discurso transnacional y transracial se ha traicionado, y ha traicionado a sus seguidores. Un caso muy reciente de esta actitud lo tenemos en el Nacionalcatolicismo de Franco, donde ambos, Iglesia y Estado franquista, mutuamente se beneficiaron. También podemos mencionar las relaciones del Papado con el Estado fascista de Mussolini.
El fascismo italiano (Mussolini) firmó un concordato con el Vaticano en el 28´o el 29´ por el que se introducía la educación cristiana (obligatoria) en las escuelas, así como la catequesis y la primera comunión. La primera comunión (a la edad de 7 años) comenzó a generalizarse a principios del siglo XX (1910, Papa Pio X).
Hay que decir que esta iniciación religiosa universalista (que esta alienación espiritual) en edades tan tempranas hace muy difícil en la edad adulta acercarse a las tesis nacionalistas, lo normal es un desplazamiento hacia otros universalismos. Es notorio que este deslizamiento se produce generalmente hacia tesis socialistas y/o comunistas (que tienen los mismos fundamentos  y anhelos universales). Todos recordamos a los curas ‘obreros’ o a la Teología de la Liberación.  Podríamos decir que estas ideologías no difieren más que en cuestiones de procedimiento.  
Hitler puso en marcha una pedagogía estrictamente nacionalista y étnica. No prohibió la enseñanza religiosa (católica o luterana), ni mucho menos la persiguió (como hicieron los judeo-bolcheviques en la URSS –que llegó a convertirse en un Estado oficialmente ateo), pero contrarrestó la educación religiosa universalista cristiana mediante la introducción del nacionalismo étnico y cultural en las escuelas.
El nacionalismo alemán fue el más coherente de los nacionalismos del siglo pasado.  Las claves espirituales del nazismo estriban en la tierra, y en las señas de identidad étnicas y lingüístico-culturales compartidas por una amplia comunidad. La patria es la tierra que fundaron y trabajaron nuestros antepasados (nuestros verdaderos primeros Padres). Hablamos de claves identitarias ancestrales, milenarias.  Y éstas son las claves religiosas (religantes, vinculantes) que comenzaron a unir a los ciudadanos alemanes desde su infancia –en el nuevo orden nacionalsocialista. Éste fue el camino que encontró Hitler para subvertir la milenaria impostura judeo-cristiana y recuperar la propia historia, y el propio ser. Sabido es que aquel sublime movimiento fue frustrado en la II Guerra Mundial. Se le redujo hasta casi la extinción, y se le prohibió y persiguió –hasta nuestros días.
Otro aspecto que rechazo en los clásicos nacionalismos españoles es el uso de la violencia, y aquí me refiero a la violencia ‘programática’ que admitieron sus líderes. Quizás les pudo influir el fascismo mussoliniano –ciertamente violento. Pero no es el caso en el nacionalsocialismo de Hitler. Las SA y las SS de Hitler sólo usaron la violencia en defensa propia, cuando la iniciativa de la violencia partía de los comunistas, por ejemplo. Cuando se pretendía reventar los mítines y las reuniones de los nacionalsocialistas (cosa que ocurría muy a menudo), entonces entraban en acción las SA. A pesar de los asesinatos sufridos (más de 200) y de los múltiples heridos (más de 4000) a lo largo de los años, no tenemos noticia de que grupos de las SA o de las SS cometieran actos violentos o asesinatos, por iniciativa propia, sobre miembros del Partido Comunista Alemán. Tanto Hitler como Goebbels insistieron en que no se actuara con la misma violencia –salvo en caso de defensa. Insisto en el carácter puramente defensivo de las SA. Las SA respondieron siempre con sus puños y nunca portaron armas de fuego.
Se trata de no ser ni pacifistas, ni belicistas. Una buena preparación (física y moral) para rechazar las acometidas y las violencias de los agresores es suficiente. El derecho a la legítima defensa.
Por lo demás, el mensaje pacifista cristiano es letal para los pueblos y, desgraciadamente, ha tenido una influencia tremendamente perniciosa en la cultura y en la psicología de los pueblos europeos. “El cristianismo es el arte de convertir a lobos y osos en cabritos y corderos.”  Es el arte de debilitar, de ‘neutralizar’, de minar moralmente a las poblaciones; de hacer imposible incluso la defensa.
Si se piensa en la violencia ‘programática’, más arriba citada, en los grupos nacionalistas españoles, no se puede pensar en otra cosa que en la ignorancia (de sus supuestas raíces cristianas), o en la hipocresía.
Volviendo sobre el tema de las raíces étnicas y culturales o espirituales. En Europa, hasta los tiempos presentes, hemos tenido una cierta homogeneidad étnica y cultural (a pesar de las diferencias introducidas entre nuestros pueblos por las sectas cristianas). Digo hasta los tiempos presentes porque desde hace treinta o cuarenta años padecemos un flujo migratorio que está cambiando la faz de nuestros pueblos. Tenemos ya millones de africanos, asiáticos, y amerindios. La democracia universal  les concede, en apenas unos años, nacionalidad y derechos políticos. Hoy más que nunca peligran la patria, la raza, y la cultura. Si todo continúa como hasta ahora en cien o doscientos años seremos minoría en nuestras propias tierras.
En este trance ni las religiones universales, ni las ideologías políticas universales van a venir en nuestra ayuda. Bien al contrario. Pues, en buena medida, son estas ideologías las que respaldan y consolidan, por diversas razones, y por diversos medios, este estado de cosas.
Debo decir que es el cristianismo el que introduce en las culturas europeas las claves espirituales (étnicas) judías. Esto significa que desde hace siglos tenemos al dios judío como nuestro dios, que el libro sagrado del pueblo judío es nuestro libro sagrado, que el pueblo judío es el pueblo elegido, que los patriarcas (los primeros Padres) de los pueblos europeos son los patriarcas del pueblo judío, que la tierra sagrada de los europeos es la tierra sagrada de los judíos… En fin, este proceso acabó privándonos (a todos los pueblos europeos) de nuestras raíces culturales y del vínculo con nuestros antepasados; de nuestra historia y de nuestro ser étnico. Ahora la etnia privilegiada y única que había que tener en cuenta era la etnia judía (el pueblo elegido). Ni griegos, ni romanos, ni celtas, ni germanos… tuvieron ya nada que decir tras los periodos de las cristianizaciones –que fueron, casi sin excepción, violentas y forzosas. Esta violencia y obligatoriedad la han padecido todos los pueblos cristianizados a lo largo y ancho del planeta –que, al igual que nosotros, también han perdido los vínculos ancestrales con sus antepasados.
Y esto que decimos de los pueblos cristianizados (o mejor, judaizados), podemos aplicarlo también a los pueblos islamizados (o arabizados, habría que decir), o en los tiempos actuales a los pueblos forzosamente bolchevizados o democratizados. El resultado es el desarraigo de los pueblos, la pérdida de contacto con su propia historia, y con su verdadero pasado. Hoy no dudaríamos en denominar a tales procesos como etnocidios; como crímenes. Es un atentado contra el árbol de los pueblos y culturas del mundo, que es también el árbol de la vida.
Quiero decir con todo esto que el cristianismo no pertenece a nuestras señas de identidad; que es una ideología religiosa extranjera de origen judío que se nos impuso    –por la alianza entre el multiétnico y multicultural Imperio romano y la Iglesia universal (éste es el origen de la alianza entre la espada y la cruz). Que, en su momento, fuimos obligados a ser cristianos. Piénsese en las naciones actuales obligadas a ser, de grado o a la fuerza (desde la ONU, la OTAN y otras instituciones internacionales), demócratas y pluralistas, esto es, multiétnicas y multiculturales. Es el mismo fenómeno socio-político. Son las necesidades de los imperios de unificar de alguna manera la multiplicidad, la heterogeneidad étnica y cultural de sus dominios mediante consignas transnacionales y transculturales. 
Hay mucho que lamentar en el hecho de que los reyezuelos de los pueblos germanos (godos, longobardos, francos…), celtas, y eslavos continuaran con esta tenebrosa alianza (entre la espada y la cruz) que fue, en todos los casos, en detrimento de sus propios pueblos. Que no rechazaran aquella fe extranjera. Que se convirtieran en el brazo armado de los sacerdotes de divinidades extranjeras. Nunca lamentaremos lo suficiente la pérdida de nuestras ancestrales señas de identidad; la perdida (la destrucción) de información vital que hoy nos nutriría espiritualmente; aquella dolorosa ruptura. Desde aquel inicial desarraigo vagamos espiritualmente; botamos de ideología en ideología, de mundo en mundo, de fe en fe.
Las milenarias señas de identidad étnicas y culturales deben ser conservadas a todo trance, aun a riesgo de la propia vida. Esto es lo que honra y dignifica a los pueblos. El mantenerse étnica y culturalmente puros ante las avalanchas y ataques de los diversos universalismos, religiosos o políticos, que han asolado la tierra. Hoy son pocos los pueblos que han conservado su legado étnico y espiritual.  
El pueblo judío, que está en la raíz de varios universalismos (cristianismo, comunismo…), es uno de esos pocos pueblos que se han conservado puros (hablo de homogeneidad étnica y cultural). Los judíos, perversamente, crean, exportan y lideran ideologías universales religiosas, filosóficas, y políticas, transétnicas y transculturales, mientras conservan su pureza étnica y cultural. Son expertos en la elaboración de estas ideologías destructivas, desintegradoras de pueblos –de los pueblos otros.
Los procesos de cristianización, islamización, democratización y bolchevización siguen operando en África, en Asia, en las Américas y en todas partes. Destruyendo pueblos y culturas ancestrales. Desarraigando y globalizando, bajo uno u otro signo, a los pueblos de la tierra.
Estas corrientes universalistas son instrumentos de alienación y de dominio de los pueblos.  La intención final es poner en manos de una minoría, incluso a veces extranjera, al pueblo sometido a la cristianización (en manos espirituales de los judíos), a la islamización (en manos espirituales de los árabes), a la bolchevización (en manos espirituales de los judeo-bolcheviques),  o a la democratización (en manos del Imperio judeo-estadounidense  actual).
Hay que añadir que las culturas pre-cristianas, y pre-musulmanas, son sistemáticamente satanizadas, malignizadas, en estos ominosos procesos de ‘conversión’. Los términos que cristianos y musulmanes, usan para definir a las antiguas culturas y a los propios antepasados de los pueblos a ‘conquistar’ son todos peyorativos: paganos,  y kafires o infieles, respectivamente. Ser pagano, o infiel, es indigno, e inhumano. Se crea una literatura de propaganda dirigida precisamente a los miembros de estas tradiciones étnicas en las que se denigra de una u otra manera todo su legado ancestral; donde tanto el pasado como los propios antepasados quedan mancillados, difamados, calumniados. Tenemos sendas muestras de ello en los textos de los primeros cristianos en las tierras de Europa; en sus textos apologéticos (véase el paradigmático “Sermón con las supersticiones rurales” de Martin de Braga –siglo V–,  que trata sobre costumbres ‘paganas’ en la Península Ibérica).
 En los tiempos que corren, además de paganos e infieles, tenemos las categorías de fascista o nazi, que, independientemente de su origen histórico y de su razón de ser, han devenido los términos peyorativos usados habitualmente por ‘demócratas’ y comunistas (por ‘progresistas’ e ‘izquierdistas’) para denotar a los no demócratas o a los no comunistas –a aquellos que se le oponen. En boca de estos ‘izquierdistas’ tales términos han devenido negativos, malos, siniestros. Aún más, a los fascistas o nazis se les puede atacar, golpear, insultar, e incluso matar con buena conciencia. También en este caso contamos con una propaganda anti-nazi, o anti-fascista. Se ha mancillado, difamado, y deshonrado estas modernas tradiciones político-culturales. Se ha pervertido el  sentido original de estos términos. Se les ha satanizado. (1)
(Podemos comparar, con toda justicia, la persecución que padecieron los paganos o infieles por cristianos y musulmanes, con la persecución y el acoso que en los tiempos presentes padecen los fascistas o nazis por demócratas y comunistas.)
Generalmente estos universalismos dividen y enfrentan a los pueblos: cristianos contra paganos, creyentes contra infieles, demócratas o comunistas contra fascistas o nazis… Es el clásico ‘divide y vencerás’. Es la guerra perpetua entre los pueblos. La siniestra estrategia del comunismo (del marxismo) introduce en los pueblos ‘la lucha de clases’; dualiza y enfrenta a la población. Es un maniqueísmo perverso. Es, junto con la bomba atómica, una de las más devastadoras invenciones del ‘genio’ judío en los tiempos contemporáneos.
*Cabe la refundación  de la Falange (u otros movimientos históricos similares). Estos movimientos deben distanciarse del cristianismo. Deben ignorar el asunto árabe o ‘palestino’, dado que tan enemigos de las naciones europeas son los musulmanes como los judíos (y ambos pretenden ‘hacerse’ con Europa y el mundo ‘blanco’ en general –cada cual a su manera). No deben acoger en sus filas a nadie que no sea español o europeo (esto es, deben admitir sólo a los nacidos aryas) y esto quiere decir: nada de africanos, asiáticos o amerindios. Es esencial la homogeneidad étnica, racial, de sus miembros.
Es importante esclarecer el asunto de la violencia. No se debe hacer uso de la violencia salvo en casos defensivos –así pues, nada de iniciativa en los enfrentamientos, y nada de provocaciones gratuitas. Cuidado con los cabezas rapadas (skinheads), neonazis y otros, que pretenden identificarse con nuestro movimiento. Estos grupos no tienen nada que ver con el nacionalismo étnico, o identitario, que es, también, un camino espiritual. Debemos excluir absolutamente a esta gente de nuestras filas. Tampoco se deben admitir los tatuajes y los ‘piercing’ (o ‘pirsin’, en su adaptación castellana) entre nuestros miembros. Mentes sanas en cuerpos sanos e impolutos. “Mens arya in corpore arya.” Nuestro aspecto y conducta han de ser intachables, impecables.
Esta refundación y purificación que digo podría redundar en beneficio de estos movimientos nacionalistas. Me consta que de darse las condiciones que indico en el nacionalismo español, muchos jóvenes lo secundarían.
Son varias las razones por las que debemos recuperar las claves espirituales del nacionalismo étnico promovido por Hitler. Y el nacionalcatolicismo  español es el más severo obstáculo que nuestra gente tiene para alcanzar una conciencia clara del alcance y profundidad de este nacionalismo. El modelo para todos los nacionalistas europeos sigue siendo, hoy por hoy, el nacionalsocialismo alemán –en sus textos y en sus obras. No hay otro espejo, no hay otro camino.
*
(1) De la reciente respuesta que di a un comentario en este blog destaco lo siguiente:
“Reconozcamos que estamos inmersos en un medio ambiente cultural progresista y de ‘izquierdas’, y multitud de aspectos de nuestra vida cotidiana llevan su firma, su marca: la sexualidad, la familia, la cultura, la política, la economía… Todo. Los tópicos abarcan prácticamente todos los aspectos de nuestra sociedad, y dominan en los medios sociales (prensa, cine, televisión…). Ya están viviendo su agosto. Esto no es nada nuevo, ya en las primeras décadas del siglo pasado se comenzaron a enarbolar casi los mismos tópicos destructivos (aborto, anti-nacionalismo, críticas a la familia…). Contra ellos luchó el nacionalsocialismo de Hitler.
La única manera de contrarrestar esta avalancha es precisamente contar con medios desde donde podamos emitir nuestro discurso, y gente informada dispuesta a exponerlo y difundirlo. Carecemos de medios de difusión de nuestros ideales (prensa –digital o no–, editoriales, televisión…). Hasta el momento estamos en minoría y somos impotentes.
Y no olvidemos que somos los malos, los ilegales, los prohibidos, los perseguidos –y no sólo para las instituciones jurídicas y políticas, también para la opinión pública. Pero antes que nada debemos recuperar la legalidad, y la palabra. Éste es el primer cometido del nacionalismo étnico en los tiempos presentes. Es una lucha jurídica en primer lugar. Debemos recuperar el derecho a expresar libre y claramente nuestra opinión y a difundir nuestra historia y nuestros ideales sin que esto nos conduzca a la cárcel. Pienso que blogs como el mío no se clausuran o se prohíben porque se les desconoce, porque no tienen amplia difusión. Si tuvieran el más mínimo éxito de público todo el peso de la (in)justicia caería sobre ellos.
Fíjate con que libertad, tranquilidad, y buena conciencia los líderes comunistas aparecen en nuestros medios difundiendo sus proyectos y teorías (Izquierda Unida, Podemos…). Nadie les pide cuentas por su criminal historia, y por sus rotundos fracasos  económicos (URSS, China…). Pese a todo, las simpatías del gran público están con ellos. Nosotros no recibimos más que el odio y la persecución. (Todo esto se lo debemos a esa masiva e intensiva propaganda internacionalista y anti-nacionalista que desde hace decenios el enemigo de los pueblos difunde desde  ‘sus’ medios de comunicación).
Limpiar nuestra imagen, y nuestro honor. Esto es lo primero. Juristas expertos necesitamos. De momento estamos en punto muerto, o a lo sumo en ralentí; sin  avanzar un solo paso”
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Saludos, y hasta la próxima

Manu

1 comentario:

  1. En referencia al nacionalismo español al que haces referencia al pruncipio de la entrada, a mi personalmente me produce rechazo, en especial José Antonio, un señorito hijo del dictador de su padre, León Degrelle se refería a él como eso, como un señorito y su creación la falange como sucesora de los carlistas. El único que me parece aceptable de los que has nombrado es Onésimo Redondo, pero es que este último y pudo ver directamente de las fuentes del nacionalismo germano, porque estuvo allí y se puso muy al corriente de todo.
    Por lo demás estoy muy de acuerdo con lo que comentas, pero date cuenta que hasta defender nuestra propia vida, en el marco de las actuales leyes, está perseguido, pues son leyes fabricadas para beneficiar a los agresores, a los delincuentes.
    Un saludo.

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