Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 9 de julio de 2017

157) Genocentrismo XI


Genocentrismo XI.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/07/17).


*


*La conciencia de sí de la misma vida que ahora adviene, ¿qué consecuencias tendrá para el futuro de la misma?
Ahora el ‘hombre’ es la voz de la vida. Xenus/Nexus. Genousse y Genoussin. Ahora es la vida la que habla en el ‘hombre’.
La vida vela por sus intereses. Cuida de sí. La revolución genocéntrica. El giro. El acontecimiento de los acontecimientos.
El futuro por venir. Todo cambiará conforme este conocimiento y conciencia se vayan extendiendo. La conciencia de sí como vida exige otra sociedad, otra economía, otro derecho, otro arte, otro pensamiento…. otras maneras de vivir.
Las relaciones familiares, amorosas, amistosas, económicas… sociales en amplio sentido. Las relaciones con el resto de los seres vivos. La cultura genocéntrica por hacer.
Romper la inercia antropocéntrica. Ruptura con el pasado antropocéntrico. La nueva vida.
Ya no es posible pensar o actuar como ‘hombre’. La perspectiva genocéntrica lo ha cambiado todo. Nuevo mundo tenemos. Nueva visión.
El ‘hombre’ ha desaparecido, se ha esfumado, se ha desvanecido… La vida ocupa ahora su lugar. La voz de la vida. Su palabra.
Tendremos que hacerlo todo de nuevo. Un nuevo hogar lingüístico-cultural a la altura de la vida –un nuevo ‘mundo’. Por y para la vida.
Esta verdad penetrará poco a poco en las mentes y en las conciencias de todos los seres humanos. Es el futuro, no hay duda.
Los residuos arcaicos, neolíticos, antropocéntricos…, no durarán mucho. Esta luz lo iluminará todo; esta verdad.
Nosotros somos la vida. Esta consigna llegará hasta los últimos rincones del planeta. No habrá ‘hombre’ que no se entere de esta verdad. Nadie podrá alegar ignorancia.
Más allá del hombre. La nueva mirada, la nueva perspectiva. Revelación. Autognosis.
Los nuevos colectivos, las nuevas comunidades.  Comunidades genocéntricas.
La mística, ahora, de la vida. Pero también todo arte y todo pensamiento… y toda actividad.
La perspectiva genocéntrica transformará nuestras actividades. Es un proceso de  transformación que durará siglos, tal vez. Poco a poco.
La próxima civilización será la de la vida. Será poco menos que eterna. No habrá más cambios. El cambio sustancial ya se ha producido. Habrá un antes y un después como nunca antes lo hubo.
La transformación, personal y colectiva, que viene. La conciencia génica. La conciencia de Xenus/Nexus.
Será una conciencia única, la más propia para el ser único que somos. El Uno primordial.
Una conciencia, una mente, una mirada… La unificación simbólica de los miembros del cariotipo específico humano en el nombre de la vida, de su ser más íntimo –de su único ser.
Es el futuro. Cuando ni intereses individuales ni colectivos guíen la actividad de los humanos. Cuando desaparezcan pueblos, culturas, naciones… Cuando se supere la mentalidad (la conciencia) antropocéntrica. Cuando el ‘hombre’ sea vencido.
La codicia antropocéntrica (individual o colectiva), la ambición de poder… Las banderas, las bandas, los bandos… La guerra intraespecífica –por el territorio, por las materias primas, por el poder… La explotación sin miramientos del medio físico-químico. Dejamos un hogar sucio, contaminado, maloliente… Las consecuencias fatales para la vida de la conducta de los humanos.
Ceguera, inconsciencia, vanidad, egotismo, necedad… Cegado por su antropocentrismo. La ilusión antropocéntrica.
La vía purgativa. Dejar atrás la vanidad, la ceguera, la necedad… Superar al hombre en nosotros. Todo lo humano. Fratrias, patrias, banderas…
Es la vida la que ríe y llora en el hombre, la que se goza y se duele…
Aquí no hablamos ni de dioses, ni de hombres.
Cosmos y vida. Lo viviente y lo no viviente. Lo biótico y lo abiótico.
Las experiencias internas (psicológicas), las concernientes al ‘mundo interior’ (las vivencias ‘intelectuales’ –estéticas, espirituales…), han de estar relacionadas con el genoma, con el genotipo, con la sustancia genética propia –con la cifra genética propia. Con el ser genético (único) que somos. No más allá.
La sustancia genética es, en todas las criaturas, el origen y el término de toda actividad, de toda experiencia.
La vida no tiene a quien preguntar, y no tiene quien le responda. La vida, a sí misma se pregunta, y a sí misma se responde. No hay otro. La singularidad y la soledad de la vida en el cosmos.
Un cosmos abiótico mudo, silencioso, es nuestro hogar. Luz, aire, agua, suelo… soles y lunas… El entorno abiótico. La cuna, el hogar.
Sólo el estudio de la vida nos instruye acerca de nosotros mismos –acerca de nuestro ser, y de nuestro sentido.
La vida es la ‘luz’ en este cosmos oscuro, silencioso, y frío. La vida proyecta luz, orden, claridad… Es orden proyectado. Introducimos orden en el caos. Ya no caos, sino orden. Cualquier orden es mejor que ninguno.
En un principio es el caos… La vida establece un mundo, un cosmos… un orden; un mundo entorno accesible, manejable, familiar.
La vida convierte este entorno abiótico en un lugar habitable, en un hogar. El aire, el agua, el suelo, la luz… Todo transformado y adaptado a la vida. La vida ha contribuido a ello.
La vida interacciona con el medio entorno y lo modifica desde el principio –desde su aparición en la tierra. No es sólo la vida la que se adapta a los diferentes factores abióticos, estos también resultan adaptados y modificados.
La interacción y la mutua dependencia. La biosfera, tal como hoy la conocemos, es obra de millones de años de interacción entre la vida y el entorno abiótico.
La tecnología explotadora y depredadora de este neolítico tardío, postrero, puede arruinar la obra de millones de años –el delicado equilibrio ecológico logrado.
La vida confundida, alienada en una de sus criaturas. La vida que a sí misma se ignora.
La vida se ha malinterpretado. El cariotipo humano, su obra, la ha confundido. Hasta el punto de olvidar su esencia, de olvidarse de ella misma. La potencia intelectiva, volitiva… del dispositivo somático humano.
No el hombre, sino la vida es el señor (o la señora) de las criaturas, de las formas vivas.
Una confusión gramatical. El ‘yo’, el sujeto de la actividad, era en todo momento la vida. Por más que el ‘hombre’ diga ‘yo’, es la vida la que, en último término, lo dice.
La durabilidad del ‘hombre’ pone en peligro la vida en este planeta.
La codicia del hombre es la codicia de la vida. La ceguera, la inconsciencia… El hombre es una máscara, un vehículo, un medio…
Es la vida la que tiene que ser aleccionada, educada, instruida acerca de sí. La vida única; la sustancia viviente única. El Uno primordial.
La vanguardia de la vida ha alcanzado la autognosis –la conciencia de sí genética. El reconocimiento. La vida se reconoce en toda criatura, tras todo dispositivo somático. Allí, oculta, protegida…
La vida repartida en sus criaturas. La misma sustancia. El mismo ente. El mismo ser subyace en todas y cada una de sus criaturas. El único ente vivo; el único ser.
Una revelación no dirigida al hombre, sino a la vida. El hombre no es el destinatario de esta verdad. El hombre, la criatura, ha de ser trascendido, superado, dejado atrás.
Ahora la vía perfectiva concierne a la vida. El camino de perfección. La excelencia. La vida ha de superar el carácter fragmentario, individual… que aparece en las criaturas. Su ‘egoísmo’ y su ‘individualismo’.
Ahora la vida tiene deberes que cumplir, tareas que realizar. Tareas y deberes colectivos. Ahora ha de mirar por todo y por todos. Su deber primordial es velar por la vida; proteger, cuidar…
Ahora viene el saneamiento en profundidad del hogar. Hay que arrebatarle el timón al ‘hombre’. A esa vida en particular, embrutecida, ciega, inconsciente…  La vida que ha perdido su norte.
Es en el cariotipo humano, y en sus lenguas, que se hace posible esta meditación, esta reflexión.
Los renacidos son como Xenus/Nexus. Un ‘homo’ nuevo. Un ‘homo’ en el que la vida ha tomado el timón; en el que la vida ha devenido el sujeto único.
Nacer a la vida. Renacer. La revelación en carne propia. En el propio ‘corpus’ genético. En el propio ser.
La mirada, la perspectiva genocéntrica ha de triunfar. Es cuestión de vida o muerte.
La conducta que hasta ahora ha sostenido la vida en el cariotipo humano debe cesar. La vida codiciosa, egoísta, indiferente…
Es la vida la que ha de despertar, cobrar conciencia… purificarse… renacer…
Una vida purgada, purificada, renacida… con la vista puesta en los milenios por venir. Un futuro genocéntrico.
Es un mundo de deberes el que viene.
Una ascesis y una mística que tenga como centro la vida –la vida que somos. No el hombre, sino la vida.
El alma inmaterial que se libera de las ruedas de las reencarnaciones (hinduismo y budismo), o que se ‘salva’ (en el cristianismo), no es otra cosa que el ‘yo’ cultural, la conciencia cultural –el ser simbólico, social (el más efímero, el más relativo).
El alma (la ‘psykhé’) de toda criatura es su cifra genética única e irrepetible. No cabe hablar de reencarnación o salvación.
Las ideologías religiosas del neolítico (sus interpretaciones del mundo, del hombre, del ‘alma’…) no pueden aportar nada al ‘homo’ nuevo.
La espiritualidad del futuro ha de ser creada.
Un alma mortal. Un alma que es fragmento del Uno primordial.  Los puntos de partida. Aquí no hay hipótesis, no hay fantasías, no hay creencias.
Un camino necesariamente individual. Una ascesis (la ‘limpieza’, la purificación) no humana, no antropocéntrica.
La autorrealización del ser genético. El ‘renacimiento’. La unión misteriosa con el Uno. La conciencia (la mirada, la perspectiva) génica. La perspectiva correcta, óptima, justa… nuestra.
La moral que viene. La moral biológica, ecológica… genocéntrica.
Nada humano, nada humilde, nada mortal…
El Uno virtualmente imperecedero, eterno. Xenus. Genousse y Genoussin.
Muere el hombre, adviene Xenus. Es necesario que el hombre/la mujer mueran para que Genousse/Genoussin florezcan –la vida, en cualquier caso.
Muerte espiritual, simbólica. Desaparece el ‘yo’ cultural, el sujeto humano…
La vida se recupera a sí misma, a sí misma se conoce, se ‘sabe’. Ésta es la máxima sabiduría que nos es posible alcanzar. Es la ‘sabiduría’ por excelencia.
El ‘saber’ del ser que somos; el saber de sí. No más ignorancia, no más confusión, no más alienación…
El cambio, la transformación. El vuelco. En un instante.
Aquí no se trata de fe, sino de saber. La revelación de la sustancia viviente transformará tarde o temprano la vida de los humanos; transformará la vida en este planeta.
La conciencia colectiva del ser que somos. La cultura planetaria por venir. La cultura genocéntrica.
La perspectiva génica. El imperio del centro. El período milenario. El nuevo eón. Un futuro sin retornos, sin recaídas…
La pedagogía. La nueva ‘paideia’. La nueva excelencia. La instrucción de nuestros niños. Las nuevas generaciones han de ser instruidas, encaminadas hacia su ser. Desde muy pronto nuestras crías han de saber acerca de sí. Nosotros somos la vida.
La conciencia de sí génica desde las edades más tempranas. Los deberes para con la vida.
Ahora la vida, en el cariotipo humano, se convierte en el protector de este planeta viviente. Deberes para con el mundo abiótico, el entorno no viviente –el agua, el aire, la luz, el suelo… Y deberes para con la vida.
La nueva conciencia, la nueva cultura, la nueva era… los nuevos seres humanos. La transformación del cariotipo humano. La mutación lingüístico-cultural.
Otras palabras, otras verdades… otras tradiciones vienen; un mundo nuevo que todos los humanos compartirán.
El futuro es la unidad cultural de la especie. Un saber compartido por todos los seres humanos. Sin reticencias, sin incertidumbres, sin recaídas. La unidad espiritual de los miembros de la especie. No habrá varios mundos, varios discursos… No habrá sino un solo mundo para todos los humanos. La mirada compartida, única.
En pro de la vida siempre. Cuidando, protegiendo, velando… por la vida; por nosotros mismos.
*Schrödinger  y la lucha contra la flecha del tiempo (la entropía) de la vida. La vida como anomalía (Dyson). La anómala composición atmosférica, obra de la vida (en Lovelock). La vida se perpetúa a pesar de la tendencia a la entropía, vence el tiempo, la degradación. La lucha por el ser, por el seguir siendo. La vida intemporal. Se auto-mantiene, se auto-reproduce… Retornos, retro-alimentaciones, recurrencias… Constantemente se actualiza. Siempre en acto. Hacia arriba. La sustancia genética (el plasma germinal) perdura a través de las generaciones ella misma; siempre ella misma. Supera, vence el tiempo. Se eterniza. La vida eterna. La vida virtualmente imperecedera.
La materia viviente del planeta crece y mengua a una. La genousfera. El hologenoma, como dicen. Toda la sustancia genética del planeta. Xenus. El Uno.
Una sola historia que se diversifica, se ramifica. Una historia interminable. La de la vida. Contra el tiempo.
La historia de la vida (la materia viviente, el plasma germinal, la sustancia viviente única, la sustancia genética), desde sus orígenes a nuestros días, es nuestra historia. Biografía de la vida. Auto-biografía.
Los nucleótidos, los polinucleótidos. Las cadenas que se reproducen, se replican (que hacen réplicas de sí). Las membranas semipermeables… La evolución de los somas protectores, de los cuerpos, de los organismos… Sólo la sustancia genética permanece inalterable y una.
Las unidades pasan, el plasma germinal perdura. El ser de las unidades es el plasma germinal mismo, la materia viviente virtualmente imperecedera. Lo único viviente (‘gaiia’). El/la/lo que fue, el/la/lo que es, el/la/lo que será.
Nuestro ser es la misma vida. La vida eterna. Pese a nuestra contingencia, a nuestro ser/no-ser, somos la misma vida. No hay otro ser.
La vida constantemente se renueva, se rehace, se recompone… Las generaciones pasan, la sustancia genética perdura. Constante regeneración. La vida se sucede a sí misma.
El murmullo de la vida. Siempre en acto, siempre en movimiento. 
*
Hasta la próxima,
Manu

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