Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

lunes, 24 de julio de 2017

158) Genocentrismo XII


Genocentrismo XII.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (24/07/17).


*


*El hombre ha de ser superado; dejado atrás. Los mundos humanos. Despegarse. Cortar amarras. Limpiarse. Renacer a la vida; al Uno.
Las unidades biológicas podemos considerarlas como mónadas. La sustancia genética es la mónada de las mónadas; la unidad de las unidades –el Uno. Una nueva monadología que concierne únicamente a los seres vivos.
La cifra genética de cada organismo es la mónada particular de éste. El alma, la ‘psykhé’.  No se trata de entes formales, espirituales, metafísicos (como las mónadas de Leibniz).
Percepción, apercepción, apetito… Cada ente vivo, cada organismo. El genoma de cada organismo –el ‘genouma’.
Los mundos biótico y abiótico mutuamente se condicionan. Es un ciclo a dos.
La coordinación en los organismos multicelulares. La sincronización. Es una sola cifra genética la que anima la multitud de células. El papel del sistema nervioso en la percepción, la apercepción, el apetito…
La singularidad de la multiplicidad. La unidad del organismo. Cada organismo es un ‘yo’ (su genouma; su genotipo particular).
 No hay cuerpo, dada la omnipresencia de las células del sistema nervioso en nuestro organismo. En todo momento siente y percibe el genoma. Los sentidos son parte del sistema nervioso. Para la percepción de cualquier sensación se requieren células nerviosas (neuronas).  No siente el soma (cuerpo) sino el genoma.
Podríamos decir que las células del sistema inmunitario y las del sistema nervioso  (periférico, central…) saben del ‘yo’, de la singularidad del organismo que animan y protegen. La sustancia genética, en todas y cada una de las neuronas, es el origen y el término de la sensación, de la percepción, de la apercepción, de la volición, de la memoria… E igualmente en las células del sistema inmunitario, donde distinguen con claridad el yo del no-yo. Se diría que los sistemas inmunitario y nervioso trabajan en paralelo.
El sistema endocrino está subordinado al sistema nervioso.
El sistema nervioso, con sus vías aferentes (las sensitivas) y eferentes (las motoras), no sólo reciben información, sino que actúan (se mueven, se agitan) en función de lo recibido. Tanto en la sensación como en el movimiento, es la sustancia genética la que opera. La sustancia genética no es que mueva su ‘brazo’ (por ejemplo), sino que ella misma se mueve.
Las sensaciones y los movimientos del soma son las sensaciones y los movimientos del genoma.
El brazo se eleva. Pero hemos de ver al sistema nervioso en ese acto, y a la sustancia genética en todas y cada una de las neuronas que mueven ese brazo.
Si una neurona motora, en virtud de algún accidente, deja de operar, el órgano correspondiente no ‘funciona’, deja de moverse. E igualmente sucede con las neuronas sensitivas –cuando por algún motivo quedan incapacitadas para sentir o para transmitir la información concerniente al sistema nervioso central, nada se siente.
Las actividades, tanto inducidas como espontaneas, que observamos en los organismos son actividades que tienen su origen en la sustancia genética –posean o no los organismos sistema nervioso.
El soma, el cuerpo, no experimenta nada. Nada siente; nada padece; nada sabe; nada quiere... Las experiencias del soma son las experiencias de genoma.
No hay cuerpo. La textura nerviosa (sensora y motora) recubre todo el organismo. No hay lugar donde no esté presente.
El genoma es el único sujeto, el único actor.
Organismos simples (monocelulares) y organismos complejos (pluricelulares). En cualquier caso, mónadas (células) simples y mónadas de mónadas (células de células); en cualquier caso, ‘yo’ y ‘yo de yoes’ (un ‘nosotros’).
Un ‘yo’ de ‘yoes’ es un organismo complejo (metazoos) –una mónada de mónadas.
Se habla de super-organismo en lo que concierne a la coordinación y a la sincronización de los organismos pluricelulares; a la unidad en la percepción y en el movimiento, por ejemplo.
Las células en un organismo complejo están coordinadas, subordinadas… jerarquizadas.
 Podemos considerar a los organismos complejos como mónadas simples.
El ‘yo’/‘nosotros’ constituye el centro receptor y emisor del organismo (sea simple o complejo).  Y no hay otro centro que la sustancia viviente única, la sustancia genética.
Hay aún otro ‘nosotros’ que excede al individuo (como pluralidad), se trata del ‘nosotros’ que afecta a la totalidad de los seres vivientes, a la sustancia genética que se encuentra en todos los organismos vivientes.
La sustancia viviente única, Nos, Xenus, Genousse y Genoussin… De los nombres del Uno.
Los organismos complejos, con sus innumerables células, con sus sistemas, con sus órganos. El acoplamiento, la coordinación, la jerarquización…
Cuando el sistema inmunitario se ‘desmadra’. Las enfermedades auto-inmunes. El ataque al propio ‘yo’ (células, órganos, tejidos…).
La conciencia de sí del organismo como unidad (en el cariotipo humano). El sujeto (el ‘subjectum’) consciente, sapiente…
El camino del conocimiento de sí, ahora, pasa por la superación del ‘hombre’. La sustancia genética en el organismo humano se des-aliena de su soma, de su revestimiento, de su aspecto, de su fenotipo…
La identidad genética. La pedagogía futura ha de tener en cuenta esto; ha de encaminar a las nuevas generaciones hacia el conocimiento de sí.
Nosotros somos la vida, la sustancia viviente única… Esta cantinela han de escucharla nuestros pequeños desde un principio.
El ‘hombre’, la ‘humanidad’… tal etnia, tal cultura… Todo ha de ser dejado atrás. Desprenderse, desnudarse, limpiarse… mudarse… mutar.
La instrucción de nuestros pequeños ha de ser eminentemente biológica –las ciencias de la vida. Primero, quiénes somos; qué somos. Nuestro ser genético.
La historia de la vida en la tierra, desde los protobiontes, es nuestra historia.
La educación, la cultura… Todo ha de girar en torno a la sustancia viviente única –al ser que somos.
El futuro del cariotipo específico humano no tendrá nada que ver con su pasado –con su pasado humano. Se trata de una mutación simbólica, lingüístico-cultural. Se trata de un cambio esencial. Afectará a todos los grupos humanos.
La conciencia de sí genética ha de ser implantada en nosotros desde nuestros primeros pasos.
Los futuros Xenus/Nexus. Los milenios por venir, y por vivir, bajo esta conciencia.
Todo ha cambiado. Los mundos humanos han caído, se han esfumado. Las ilusiones antropocéntricas. Ahora viene el tiempo de la des-ilusión, del des-encanto, de la des-alienación…
Primero, quedar en nada. Despojarse de todo lo humano. Silencio alrededor. La vía solitaria, silenciosa. La noche del espíritu (del genouma). A la espera de Xenus; del Uno.
El ser que somos se revela a sí mismo; a sí mismo se da a conocer.
Que nada te detenga. Ni pueblo, ni razas, ni lenguas, ni culturas… Que nada humano te detenga (ideologías, creencias…).
El despojamiento, la desnudez. La purificación. La soledad; el silencio.
El camino de la vida hacia sí misma.
La lucha por el ser. El ‘individuo’. La unidad lograda mediante la lucha, la conquista… La ‘dureza’ de la purificación. La ‘multiplicidad’ coaligada, dirigida, plena, fuerte… jerarquizada. Bajo la hegemonía del Uno.
La lucha interna en el camino hacia el ser.
El ‘yo’ múltiple, plural. La lucha interior. La voluntad de (auto)plasmación.
Una lucha entre pulsiones, afectos, pensamientos, voluntades…
La vida una y múltiple, simple y plural, homogénea y heterogénea, antitética, contradictoria, amiga de sí, enemiga de si, libre y esclava… noble y vulgar, aristocrática y plebeya… Sublime y abyecta.
La ‘síntesis’ imposible. La jerarquización interior. La subordinación de las pulsiones dañinas, perjudiciales… ‘feas’.
¿Qué futuro queremos?
Ser ‘noble’ significa ser libre, independiente, estar emancipado… La conciencia de sí (genética) libera del antropocentrismo, de la servidumbre a ‘ideales’ humanos, demasiado humanos… Los esclavos son ahora los alienados, los privados de conciencia de sí…
La nobleza de un individuo se mide por el grado de emancipación o liberación del medio social, del entorno lingüístico-cultural, de la impronta del momento y del lugar en los cuales vive…  
La ‘inercia’ de los esclavos. Su dejarse llevar…
Fuerza y debilidad… de carácter, de voluntad… La línea ascendente y la línea descendente de la vida…
La expresión ‘nobleza obliga’ implica una suerte de servidumbre a una moral dominante, a un ordenamiento o ideario cualquiera (religioso, político, filosófico…). Recuerda a aquel “llega a ser el que eres” (Píndaro), esto es, responde al patrón, al modelo de perfección en el que fuiste instruido. En la antigua nobleza el noble debía plegarse hasta la perfección a la moral social al uso; debía ser su máximo representante, incluso devenir modelo de perfección de la misma. La servidumbre a las ‘normas’. No estamos ante una moral aristocrática (en el sentido nietzscheano).
La moral aristocrática, de señores (de sí), se opone a la moral del rebaño, de esclavos, de la ‘masa’ moderna y democrática.
La emancipación, la independencia, la superación…
La superación del medio humano nos devuelve a la vida –al ser que somos.
Los miles de años (de pasado) de vida humana son difíciles de superar.
Recuperar el pasado, la historia biológica, vital… Todo ser vivo es heredero de millones de años de experiencia vital. Parafraseando a Nietzsche podemos decir que “la vida de los orígenes sigue viviendo en mí” (“el hombre no es sólo un individuo, sino la totalidad orgánica que continúa viviendo en una determinada línea”, FP IV, 7 [2]).
“Yo soy la vida virtualmente imperecedera”. Nosotros somos la vida…
En principio, la propia ‘mirada’, la propia perspectiva –que, en último término, es la perspectiva de la vida…
No es la carne, el cuerpo, o la animalidad (sensualidad, instintos…), lo que hay que reivindicar, o recuperar, sino la vida, la misma vida…
“Poder ser para sí para poder ser otro…” (Nietzsche). La mutación, el cambio, la transformación, la metamorfosis, el ‘renacimiento’… La singularidad de la experiencia misteriosa. Su incomunicabilidad. No transferible.
El término ‘vida’ no dice lo suficiente. Hay que contar con la vida ascendente y la vida descendente. La vía luminosa y la vía tenebrosa…

Hay biologismo cuando se habla de corporalidad, o de animalidad. Hay biocentrismo cuando se habla de la sustancia genética.
No se trata de hablar desde el animal, o como animal, sino desde la vida, como vida.
Genocentrismo, fenocentrismo. Estos son los términos.
El fenotipo humano (su cariotipo específico) ha sido desde un comienzo un medio para la vida. La vida alcanza un particular clímax en el fenotipo humano.
La sustancia genética necesitaba un fenotipo que le permitiera salir a la luz, conocerse a sí misma, y darse a conocer.
Nunca la vida ha estado más cerca de sí misma que en el cariotipo humano (su particular morfología y fisiología; su sistema nervioso). El lugar del encuentro. Allí donde se produce la autognosis (predestinada, se diría). Sólo tenía que encontrar la forma adecuada –el ‘cuerpo’ idóneo.
Ver el ‘nóumeno’ en el fenómeno, el genotipo en el fenotipo, el genouma en el soma.
El ‘nóumeno’, la ‘psykhé’, la cosa en sí… En lo que concierne a la naturaleza viviente.
En todo organismo, en toda forma viva anima la sustancia genética, la sustancia viviente única. El Uno primordial.
No hay sino un solo viviente. La multitud de formas vivas no debe confundirnos. Los fenotipos, los cuerpos, son vehículos, instrumentos, medios… de la sustancia viviente única. 
No hay sino un solo sujeto, un solo actor en todas las manifestaciones de la vida. En cualquier forma que adopte. Es siempre uno y el mismo. No hay otro en ti o en mí.
El mismo ser anima en todas y cada una de las formas vivas que se nos aparecen.
Sólo Xenus siente, piensa, quiere…
La esencia, el ‘alma’ material, virtualmente eterna. Las unidades contingentes, sin embargo, perecederas.
Nosotros, las individuaciones contingentes, mortales, de la esencia viviente única, del Uno primordial. Nos, la vida.
Nietzsche afirma allí donde Schopenhauer niega. Nietzsche comienza su particular odisea espiritual como un ‘schopenhaueriano’ heterodoxo. Tras el paréntesis ilustrado, crítico (Humano…, Aurora, La Gaya Ciencia…), Nietzsche retoma, retorna, vuelve a su principio. Termina como empezó. Retoma la ‘voluntad’ como ‘voluntad de poder’… Nietzsche nunca perdió de vista a Schopenhauer. 
Yo, modestamente, sigo ese camino. Si bien mis palabras son otras. Yo no hablo de una causa primera cósmica, me limito a la vida, a la sustancia viviente única –al mundo viviente. Sólo puedo hablar de la vida, y desde la vida. 
Es en la vida donde encuentro el Uno primordial. Más allá de la vida, nada sé. No sé si mi sentir y mi querer tienen su origen en la materia cósmica no viviente. Así pensaban los monistas del siglo XIX (incluido Nietzsche). Yo no soy monista. Yo entiendo que hay sustancia viviente y que hay sustancia no viviente. Cierto que la sustancia viviente está formada con elementos materiales no vivientes (átomos…). Tal vez en nosotros, la sustancia viviente, la impulsión y el movimiento se transforman en pulsiones y apetencias… Nada puedo decir al respecto.
*En los humanos tenemos el ser genético y el ser simbólico. El ser simbólico es el ser genético instruido en una determinada tradición cultural. El ser simbólico es siempre relativo, histórico, circunstancial… El ser genético es intemporal, está ligado a la sustancia genética, a la sustancia viviente única, a toda vida, en el tiempo y en el espacio. Es un fragmento del Uno; una cifra única e irrepetible. Tan antiguo como la primera vida.
Nosotros, las unidades sexuadas contingentes. Genousse y Genoussin. Las unidades pasan, pero la sustancia viviente (el plasma germinal) permanece –atraviesa las generaciones.
En el cariotipo específico humano la vida medita y reflexiona acerca de sí misma en lenguajes humanos.
*
Hasta la próxima,
Manu

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