Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

162) Genocentrismo XVI


Genocentrismo XVI.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (27/09/17).

 

*

  

*El dominio de sí, la posesión de sí. El autodominio. La rección del ámbito pulsional; de la fuerza, de la potencia. La dirección, el camino a tomar. La elección.
La conciencia, el saber de lo bueno y de lo malo (de lo que viene bien y de lo que viene mal). Lo que viene bien y lo que viene mal, ahora, para la vida.
La conciencia, el saber genético. La conciencia de sí genética, la conciencia que viene.
*El camino que hoy llevamos, todos los humanos, porque hoy nuestra civilización es planetaria, es el de la destrucción. Y a sabiendas.
Los signos se multiplican: el efecto invernadero, el calentamiento global… el deterioro medioambiental en su conjunto. Pero nada importa. Las fuerzas destructivas (las oligarquías, los poderosos de la tierra; el ‘Sistema’ de poder y sus beneficiarios), por ejemplo, se alegran del deshielo de los Polos porque, dicen, abrirá nuevas rutas comerciales y dejará al descubierto nuevas zonas de explotación (se piensa en las riquezas del subsuelo)… 
Tiempos ciertamente finales vivimos. Cerca, muy cerca de la catástrofe. La locura, el desorden, el caos… Nada frena, nada detiene la devastación a la que estamos sometiendo al planeta. Todos contribuimos. Todos gozamos de los frutos del ‘Sistema’ –sus maravillosas tecnologías…, sus ‘juguetes’… Ignoramos el ‘coste’ medioambiental y humano. La destrucción, la devastación…
Donde está el peligro está también lo que salva, decía Hölderlin/Heidegger. Lo que salva ahora es el saber de sí genético. Este saber es la única arma de las fuerzas benéficas, esta luz.
Una nueva cultura, una nueva mentalidad, una nueva conciencia…
Exceptuando las catástrofes naturales, no hay ningún mal en este planeta viviente que no proceda de la ciega codicia de los ‘humanos’. No de todos, hay que decir. Quizás hablemos incluso de una minoría. Los oligarcas. Los pocos poderosos. Los que lideran (por intereses propios) esta carrera de destrucción. El poder económico, el poder ideológico, el poder bélico… aquí y allá. La cúspide de la pirámide. Los que mandan, los que gobiernan, los que deciden… Unos pocos.
Las fuerzas destructivas se imponen sobre los pueblos, los colectivos humanos. Imponen su realidad, imponen su ley… se imponen –mediante la astucia y la violencia. Engañan, mixtifican… Cuando los engaños (las legitimaciones del poder) pierden fuerza en la población, recurren a la violencia. Los astutos y los violentos mandan, gobiernan… los poderosos de la tierra. Dinámica infernal.
La inmensa mayoría de la población humana, y el planeta mismo (viviente y no viviente), padecen la rapacidad de unos pocos, el poder de unos pocos. Las fuerzas destructivas puras, las que lideran e imponen el estado de cosas, son pocas. Si bien su poder es mucho. Disponen de ejércitos, de policías, de juristas, de economistas… de ideólogos (religiosos o políticos) –los beneficiarios indirectos, los privilegiados... los bien pagados. Por debajo de estos están los autónomos, la masa salarial… la mayoría de la población.
Una falsa civilización estamos creando –la cultura de masas, la sociedad de consumo… Un mundo global impuesto por los poderosos. Las masas democratizadas; los Estados democráticos, plurales, abiertos…. el libre flujo de capitales y mano de obra. Las necesidades del ‘sistema’: el ‘clima’ político, cultural, social… que requiere para su ‘progreso’. Los beneficiarios directos e indirectos del poder efectivo de las fuerzas destructivas.
Una nueva cultura, un nuevo mundo necesitamos… Un mundo post-humano. ¿Cómo lo haremos? La lucha contra las fuerzas destructivas internas y externas –las individuales y las colectivas.
La revelación de la sustancia genética viene en tiempos oportunos. En tiempos de necesidad. Allí donde abunda el peligro. Lo que salva; la salida. El futuro.
Hoy no se lucha contra las fuerzas destructivas. Son las fuerzas destructivas las que luchan entre sí (por el poder) –la concurrencia, la competencia, los ‘poderes’ (el poder económico contra el poder político y viceversa…).
Se requiere la creación de movimientos de masas genocéntricos, sociales, no estrictamente ecologistas. Los daños de las fuerzas destructivas son múltiples (sociales, culturales, económicos, medioambientales…).
Es preciso, pues, la difusión del genocentrismo –la nueva mentalidad, la nueva conciencia. Aumentar las filas de las fuerzas positivas, creativas, pro-vida.
Un conflicto de magnitudes planetarias. Un conflicto esencial, vital. Un  conflicto interminable.
La vida, en el cariotipo humano, está destinada a luchar consigo misma, a enfrentarse consigo misma, a combatirse, a superarse, a dominarse… Autodominio y autognosis son los ejes que articulan la vida en el cariotipo humano. En el grado de autodominio y de autognosis radica la excelencia en los cariotipos humanos.
Zarathushtra predice una batalla final, con la definitiva victoria de las fuerzas benéficas. Pero no es así. El conflicto de las fuerzas antagónicas en el cariotipo humano no tendrá fin hasta el último de nuestros días sobre este planeta.
La disyuntiva, el dilema, la encrucijada… La deliberación, la elección. O un camino u otro. Una y otra vez, a cada paso, y hasta el último de nuestros días.
Siempre alerta, pues. Siempre despierto. En cada momento las pulsiones destructivas (nocivas para la vida) pugnan por salir a la luz, por realizarse. Las fuerzas que perjudican, que dañan a la vida.
Las fuerzas que oprimen, que reprimen, que suprimen… La pulsión de dominio material que no repara en las consecuencias (para la vida), apremiada por la codicia de bienes, de placer, de poder... Las fuerzas nocivas.
La vida, en el cariotipo humano, tiene sus propios conceptos, sus propias categorías (su propia semiótica).
Una multiplicidad pulsional que requiere gobierno, orden, disciplina, jerarquía… Las fuerzas benéficas han de prevalecer sobre las fuerzas perjudiciales. Esto es lo que se pondera en cada acto: si hace bien o mal a la vida –a Nos.
Lo bueno, lo que incrementa nuestra salud. Lo malo, lo que daña nuestra salud. Lo que nos hace más fuertes, lo que nos hace más débiles. Lo que nos acerca a la vida, lo que nos acerca a la muerte.
Mirar por sí en el orden del bien común (el de la vida).
El cariotipo humano tiene un destino fijado en el orden viviente, ciertamente. Por ser el cariotipo más poderoso, y el único consciente de sí. Pero si el cariotipo humano es incapaz de poner orden en sí mismo, ¿cómo podrá ejercer algún dominio más allá de sí? Los ‘hombres’ no dominan este planeta viviente, se limitan a explotarlo, a esquilmarlo, a degradarlo...
Los momentos presentes son quiciales para el futuro de la vida. Las especiales circunstancias que vivimos. Tiempos finales, agónicos. Vamos hacia una catástrofe medioambiental ocasionada por nuestras mismas actividades; por un morar hostil a la vida.
Son también tiempos de deliberación. ¿Qué haremos? ¿Qué futuro queremos? El camino que llevamos no puede ser más perjudicial, más dañino para la vida. Es una ciega huida hacia adelante, hacia un futuro letal. ¿Quién impone, quién lidera esta huida; quién marca el rumbo?
 Las fuerzas destructivas tienen rostro, y voz, y poder, mucho poder.
Las fuerzas benéficas apenas si tienen voz en esta contienda. Las fuerzas que miran por la vida.
Tiempos pésimos para la vida. Apenas si tiene valedores.
Tomarnos en serio el dualismo conductual. El referente ahora es la vida. Un morar otro necesitamos –el actual es claramente hostil a la vida.
La conciencia de sí como vida nos abre el camino de un morar otro. La perspectiva genocéntrica. Es una mirada otra. La sustancia viviente única se convierte en el centro del mirar. Esta mirada trae un nuevo morar. Lo exige.
La vida es lo primero por lo que hay que mirar. Este mirar atrae las fuerzas benéficas todas, moviliza a las pulsiones constructivas: las buenas intenciones, la verdad, la justicia, el buen dominio…
Las fuerzas destructivas miran y actúan desde el ‘hombre’ (sus intereses, sus necesidades, sus ambiciones personales…), no desde la vida (la sustancia viviente única). Son fuerzas que se extrañan del resto de la vida. Las tradiciones humanas (religiosas, políticas, jurídicas…) legitiman su proceder.
En general nuestras sociedades viven prendidas (y prendadas) en los mundos antropocéntricos del neolítico. Viven alejadas de su ser viviente único. El individuo, la sociedad, la nación, la patria, la etnia, la cultura… marcan sus pautas de pensamiento y comportamiento.
Esos ‘hombres’, esos ‘humanismos’, son un obstáculo para el conocimiento de sí como sustancia genética, como sustancia viviente única.
Esto es lo que hay que difundir. No es una fe, es un saber. Es nuestra verdad.
Este conocimiento y este saber de sí (esta autognosis) coadyuvan al autodominio, y al buen  dominio (‘vohu kshathra’).
*La violencia y el engaño se encuentran únicamente en la sustancia viviente. Es la sustancia viviente la que está en guerra consigo misma. El uso de señuelos, de trampas; la mimesis, la simulación… El uso de la fuerza bruta, de la violencia…
¿Podría la vida no ya prosperar, sino meramente sobrevivir sin el uso de la violencia y el engaño? ¿Podrían las fuerzas benéficas, en el cariotipo humano, triunfar sobre las fuerzas nocivas sin el uso de la violencia y el engaño? Únicamente en el cariotipo humano se plantean estas preguntas.
Se diría que la vida ha introducido la reflexión moral en la naturaleza a través del cariotipo humano.
El uso deliberado de la violencia, del terror, de la mixtificación… en el marxismo, en el cristianismo, en el islamismo…  El uso legitimo, incluso.
No se trata en ningún caso de lo que es bueno o lo que es malo para tal o cual ideología (religiosa o política), o para tal o cual etnia (lo que hace peligrar su poder), sino de lo que es bueno o lo que es malo para la vida.
¿Cómo desarmar a los violentos? ¿Cómo desmontar las mentiras de los mixtificadores? ¿Cómo vencerlos?
Los violentos y los mixtificadores carecen de escrúpulos morales; van en pos de sus deseos de poder sin reparar en medios y sin medir las consecuencias de sus actos. Quieren el poder, y lo quieren por cualquier medio y a cualquier costo. La ausencia de moral es el arma secreta de las fuerzas destructivas (pese a lo que pudiera parecer). La elección deliberada del camino de destrucción.
Las fuerzas destructivas (el mal dominio) legitiman la violencia que practican sobre el planeta (sobre el mundo viviente y el no viviente) en el nombre de ideologías y creencias. La inercia antropocéntrica. El uso de argumentos ‘humanos’ –y ‘sobrehumanos’.
La resistencia pasiva, la no colaboración, la no participación..., ¿son armas efectivas y duraderas contra la violencia y el engaño? Hablo a nivel colectivo.
No parece que queden salidas colectivas, tan sólo las individuales. Individualmente podemos alejarnos de la violencia y del horror, del caos en el que viven nuestras comunidades. Pero una salida individual no es salida alguna. Es el mundo viviente (incluido los humanos) el que requiere de una salida.
El caos y el horror, la violencia y la mixtificación que imponen los poderosos en las comunidades humanas (y en el planeta entero) lo dominan todo. Es la norma, la ley. Es el imperio absoluto de las fuerzas destructivas. El interminable estado de guerra, por ejemplo –todo el neolítico histórico, hasta nuestros días… desde que tenemos memoria. La lucha entre los poderosos, entre los oligarcas, arrastra al planeta entero en su furor destructivo. El planeta entero en manos de los violentos y los mixtificadores.
No hay buen gobierno, no hay verdad en las comunidades humanas (desde hace milenios). Una realidad, una cotidianidad lamentable, ‘fea’. Un futuro negro, negro, negro…
La evolución de las técnicas de explotación y de dominio (industriales, bélicas…) han conducido al planeta a un punto sin retorno en cuanto a deterioro y degradación. Nos llevará milenios purificar este mundo viviente. Nos llevaría, hay que decir, si esta situación se detuviera hoy, pero no tiene visos de detenerse. Las fuerzas destructivas siguen ciegamente su marcha.
Como quiera que sea siempre triunfan las malas intenciones, los malos gobiernos, las mentiras… Es el permanente triunfo de ‘angra mainyu’, del espíritu nocivo.
La necedad, el no saber. ¿Podría el saber de la sustancia viviente única, y el saber de sí como tal sustancia, ser suficientes para cambiar la marcha de las cosas? Son las únicas armas de que disponen las fuerzas benéficas. La realidad nuestra, nuestra verdad desvelada, el ser recobrado. Una autognosis colectiva, ¿es posible?
¿El saber precede a la acción –la autognosis al autodominio?  Es un autodominio que se ejerce a partir del saber de sí. Pues, si esto es así, entonces… La autognosis implica, exige el autodominio (una nueva jerarquía, un nuevo orden en el ser, un nuevo proceder…). Es un autodominio que se fundamenta en un conocimiento cierto, en un saber de sí cierto, verdadero. Aquí no hay engaño –ni auto-engaño.
Lo primero  es colocarse en el lugar adecuado –la perspectiva. ¿Desde dónde…? Desde la perspectiva genocéntrica ya no mira el individuo, ni la especie, sino la misma vida. Éste es el cambio, ésta es la transformación… Cambia la mirada, el ser, el sujeto…
*El cariotipo humano como ensayo o experimento fallido de la sustancia viviente única. No pudo ser. Demasiado ambicioso. La arrogancia (la ‘hybris’) y la codicia le perdieron.
Un cariotipo poderoso en sí mismo. Un cariotipo capaz de introspección, de reflexión…
Dejar, abandonar al cariotipo humano a su suerte. Rendirse. El cariotipo humano abandonado a su suerte camina hacia su destrucción. ¿Puede dejar la vida que su mejor obra se autodestruya, e incluso que ponga en peligro la vida en este planeta?
Es la misma vida la que abre caminos al cariotipo humano. Se adelanta. En nuestra época muchos sabios han dado la voz de alarma, ‘por ahí no’, nos dicen. Nos dicen que vamos por el camino equivocado, por el mal camino para la vida. No nos falta luz. Pero es una luz sin fuerza (colectiva). No logra cambiar el rumbo, la marcha de las cosas. No alcanza la masa crítica, como dicen. No tiene suficiente peso o fuerza (social) como para desviarnos o apartarnos del camino de destrucción.
Nada altera el camino de autodestrucción que llevamos. Ningún discurso, ninguna palabra, ninguna voz. No se quiere oír, no se quiere ver, no se quiere pensar… De manera irreflexiva y obcecada nos dirigimos hacia nuestra destrucción.
¿No habrá futuro, no habrá mañana para la vida en el cariotipo humano, para el cariotipo inteligente y reflexivo –tal cual la vida?  
Lo excepcional de nuestra peculiaridad, de nuestra conformación. Nuestra potencia. La especia elegida.
Tanta potencia, y tanto poder. Es el poder de la vida, ciertamente. Pero es un poder ciego, sin guía, sin luz; un poder que consume, devora, aniquila… Un poder irreflexivo, o indiferente.
No sé quien saldrá vencedora en esta contienda, si la locura o la cordura; si la muerte o la vida. Hasta ahora vencen la locura y a muerte.
No queda, pues, sino la vida, la sustancia viviente única. La vida enfrentada a sí misma. La vida consigo misma enfrentada. Éste es el drama que vive, que experimenta la vida en el cariotipo humano.
El alma, pues, dividida y enfrentada. Y esta conciencia, esta reflexión, esta apercepción únicamente se da en el cariotipo humano.
La vida en el (poderoso) cariotipo humano ha de llegar a un equilibrio con el resto de las formas vivas y con la naturaleza no viviente (su medio físico-químico). Establecer un verdadero hogar en este planeta. Un hogar para todos. Un morar beneficioso para la vida.
La vida en lucha consigo misma ha de poderse, ha de dominarse, ha de conducirse con inteligencia –previendo, adelantándose a las circunstancias… eligiendo lo mejor.
Se diría que la dificultad estriba en dominar tanta potencia. La multiplicidad pulsional y volitiva. El autodominio –mandarse y obedecerse (Nietzsche).
Lo mejor para la vida es, en cualquier caso, el mejor camino, el buen camino para la vida. Lo peor para la vida es el peor camino, simplemente. Ésta es la elección. O un camino, u otro.
Bueno para la vida es bueno para mí, para nosotros (para Nos). Porque nosotros somos la vida.
La ‘y’ griega es nuestro signo. El signo de la bifurcación, del doble camino.
El camino del progreso, y el camino del regreso. Porque el mal camino nos hace (nos hará) regresar al estado de inconsciencia, del no saber. Éste es el valor del cariotipo humano (su peculiar conformación; su ‘poder’). En el cariotipo humano la vida sale a la luz, se hace conocer, se conoce a sí misma. El cariotipo humano no puede desaparecer.
El cariotipo humano es la joya de la creación. El organismo idóneo. La criatura más perfecta creada por la vida (por la sustancia viviente única).
La complejidad conductual del cariotipo humano es la complejidad de la vida. Todas las tendencias, todas las pulsiones tienen cabida en nuestro ser. Las positivas y las negativas.
La libertad (de elección) es esencial en nuestro ser. Es un poder. El poder elegir. Quizás ninguna otra criatura lo posea.
Es la vida la que alcanza un determinado estadio con el cariotipo humano. Como si estuviera preparada para salir a la luz. Después de cuatro mil millones de años.
Es preciso preguntarse por el sentido que tiene la existencia de un cariotipo como el nuestro. ¿Qué necesidad había de él? ¿Por qué la sustancia viviente crea un organismo como el nuestro? ¿A fin de qué? Sí, me pregunto por la finalidad.
Entre el azar y la necesidad (Monod). La evolución de las formas vivas desde la explosión del cámbrico. La evolución de la complejidad. La sustancia viviente llega a sentir la necesidad de crear un cariotipo capaz de autoconciencia y de autodominio, capaz de elaborar lenguajes, de comunicarse, de expresarse mediante signos colectivos (sonoros, pero también visuales), de conocer, de transmitir conocimientos…
La criatura más compleja jamás creada. Allí donde la vida misma puede emerger, salir a la luz, des-ocultarse.
Los poderes naturales del cariotipo humano son los poderes de la vida. Es la vida la que opera en el cariotipo humano.
La vida que se conoce (que sabe de sí) y se reconoce en el resto de las formas vivas. Esta ‘gnosis’ solo cabe en el cariotipo humano. La experiencia del saber de sí.
Digo que esta conciencia y este saber alterarán el curso del cariotipo humano. Seremos otros; devendremos otros. El período antropocéntrico (de la ignorancia o del olvido de sí, del no-saber) será dejado atrás. Se abre el período genocéntrico, el periodo del saber de sí.
Esto depara el buen camino. Un nuevo mundo, un mundo otro. Un mundo por vivir, por conocer, por amar. Sólo el buen camino nos lleva al buen futuro (el del progreso, el del avance). El mal camino nos conduce al mal futuro, de regreso al no saber, a la casilla de salida. Trabajos de amor perdidos.
El buen dominio y el mal dominio. El bien-estar, y el mal-estar. El bien-morar, y el mal-morar. De esto se trata.
Es el cariotipo humano el único ser vivo responsable de sus actos. La responsabilidad del cariotipo humano es la responsabilidad de la vida.
La vida responsable, consciente de sí, beneficiosa… la buena vida. Vida religada a la vida.
La vida irresponsable, no consciente de sí, nociva… la mala vida. Vida que se extraña de la vida.
Es una guerra (fría) al desorden, a la desmesura, a la codicia, a la violencia, al engaño… Al mundo nuestro de cada día. Guerra personal, y guerra colectiva. Hacía el buen camino.
*
Saludos,
Manu

No hay comentarios:

Publicar un comentario