Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

174) Genocentrismo XXVI


Genocentrismo XXVI.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (19/09/18).

 

*

 
 

 *La sustancia genética es el motor de la evolución. La evolución cobra sentido a la luz de la sustancia genética. Todas las ramas de las ciencias de la vida cobran sentido a la luz de la sustancia genética, de la única materia viva.
Ni Weismann ni Dawkins se consideraron a sí mismos como plasma germinal, sino como plasma somático, o como vehículos de los ‘replicadores’.
Nosotros y los genes egoístas. Éste es la absurda conclusión de Dawkins a la luz de tal revelación. Un dualismo en el cual los organismos no parece que tengan nada que ver con la sustancia genética. Incluso llega a proponer la lucha de los ‘hombres’ con la sustancia genética (los genes egoístas). Para poder ser altruistas, dice.
¿Los ‘genes’ como unidades de selección? Es el conjunto de genes, toda la sustancia genética la implicada en los procesos de adaptación, selección y especiación. Todo cambio se produce primero en el plasma germinal. Se trata de una reestructuración del material genético: nuevas funciones, nuevas propiedades, nuevas potencias…
La aparición de nuevas especies en virtud de mutaciones (metaplasmos): las adiciones, las supresiones, las permutaciones… La endosimbiosis: la asimilación, la adición, la adjunción de nuevo material genético.
Los metaplasmos (las mutaciones, las transformaciones en amplio sentido), los cambios –auto-inducidos– en el DNA (en el genoma), a tenor de la ‘lectura’ del medio, según el contexto, las circunstancias… Es la propia sustancia genética la que inicia tales cambios.
La cohorte de sustancias alrededor del plasma germinal. Todas las sustancias implicadas en la reproducción, en la replicación, en la expresión de los fenotipos, del soma, tienen que ver con la sustancia genética. El factor epigenético durante el proceso de expresión.
¿Por qué se excluyeron, o se excluyen, del plasma germinal? ¿Por qué se colocan del lado de los vehículos, o del plasma somático? Justo en el comienzo, en el mismo descubrimiento, está el error. Un principio que nos desvió de nuestra esencia, nos alejó de ella. Se adoptó, y se adopta, la perspectiva fenocéntrica (o antropocéntrica).
El plasma germinal está en todas y cada una de nuestras células, y no sólo en nuestras células sexuales.
Las unidades pasan, pero el plasma germinal permanece. No sólo desaparece el soma, también lo hace la unidad genética (el genoma) que le da vida. Sólo mediante la reproducción o la replicación el plasma germinal se garantiza la ‘eternidad’.
Enderezar el asunto. Resituar al sujeto en la correcta perspectiva, la genocéntrica. Nosotros no somos meros vehículos, o meros somas, sino el mismo plasma germinal, la sustancia viviente única. No hay otra sustancia viviente. No hay otro sujeto.
El genocentrismo es el futuro, no hay duda. A pesar de sus pésimos representantes (Dawkins) y de los agoreros o detractores (Gould, Lewontin…), el genocentrismo triunfará. Tarde o temprano el centro de los fenómenos biológicos lo ocupará  la sustancia viviente única.
Cuando nos situemos en el centro, nuestro lugar, sin reticencias, sin dudas, todo cambiará. Una nueva cultura centrada en la sustancia genética. Una cultura transespecífica incluso. Más allá de las criaturas. Entonces practicaremos un verdadero altruismo, y no sólo el referido a los seres humanos. La completa solidaridad con las cosas de la vida, con todas las formas vivas, con el planeta, con el medio ambiente… con todo.
La unidad sustancial. No hay diferencias. Todas las formas vivas están animadas por la misma sustancia. Estamos en todas partes, en todas las criaturas. La misma sustancia. La sustancia viviente única, virtualmente imperecedera.
Hasta ahora prevalece la perspectiva antropocéntrica –el fenocentrismo. Las críticas al genocentrismo pululan. Seguimos siendo ‘geocéntricos’ en las cosas de la vida. Absolutamente descentrados.
Un planeta para el hombre, salvar a la humanidad… Las dos culturas –ciencias y ‘humanidades’–; la tercera cultura –la fusión de ambas. Las cosas que hay que escuchar. Todas las tonterías que se dicen. Proseguimos nuestra vida apoyándonos en parámetros lingüísticos-culturales procedentes del pasado neolítico. Aún. Confundidos, y confundiendo a las generaciones. Dando vueltas alrededor de las criaturas, de los fenotipos, del ‘hombre’ –la ilusión antropocéntrica (fenocéntrica).
En el holismo biológico la sustancia genética es una más en el concierto de la vida. No tiene ningún papel relevante. Mero notario de los sucesos, incluso (Gould). Me pregunto por qué se combate el genocentrismo.
La humanidad no puede ser desvinculada de su propia biología, pero tampoco está encadenada a ella”. Lewontin, Rose, Kamin (No en nuestros genes. Racismo, genética e ideología). Podemos encontrar enunciados semejantes en Williams  (‘Huxley’s evolution and ethics in sociobiological perspective’, 1988), Dawkins y otros, y referidos a los genes, no a la biología, lo que denota la incoherencia e inconsecuencia de estos, incapaces de llevar a sus últimas consecuencias sus posiciones científicas. No parece que hayan comprendido los fundamentos y el alcance de sus proposiciones al respecto (los ‘genes’ como unidades de selección). 
Los genes y ‘nosotros’. Esa escisión, esa esquicia. Pero, entonces, ¿quiénes somos ‘nosotros’?  Pues nosotros somos los vehículos, está claro. Con ‘nosotros’ se refiere Dawkins a los ‘humanos’, a los sujetos conscientes, culturales, morales… que tienen el poder de enfrentarse a los mandatos crueles y egoístas de los genes. Somos vehículos (o interactores) que pueden independizarse de los genes que nos constituyen. Podemos luchar contra las determinaciones genéticas, emanciparnos de ellas y vivir libremente… Ésta es la gran confusión que arrastramos desde entonces –cuarenta años después de la aparición de ‘los genes egoístas’, y más de cien años después de Weismann. Ni un solo paso hacia el plasma germinal.
Los genes egoístas de Dawkins (y la sociobiología) son más perjudiciales al genocentrismo que sus detractores. La visión pésima, nihilista… que se deriva de estas teorías. ‘Nosotros’ no somos nada, meros vehículos… Ésta es la conclusión, la ‘filosofía’ que subyace en estas visiones. La confusión tal vez sea motivada por las claves culturales pre-darwinianas, en la que aun nos movemos. Claves culturales antropocéntricas  (la mente, la psicología, la sociología…).
Máquinas ciegamente programadas… Dawkins. Ni los genes determinan nuestra conducta, ni somos máquinas programadas, pues nosotros somos los genes.
Pero, ¿cómo es que no nos identificamos desde un principio con la sustancia genética, con el plasma germinal; por qué? 
Si se hubiera empezado, desde Weismann (y otros), en ver la sustancia genética, el plasma germinal, no sólo como el centro de la vida, sino como la única sustancia viviente.
Entre la línea germinal  y la línea somática, se eligió la línea somática. Éste parece ser el comienzo de la confusión. Se prosiguió por el camino de la criatura, de los organismos, de los cuerpos, de las células… Bien lejos de la realidad, pues nosotros somos la sustancia viviente única.
Se cogió el camino equivocado. El que sigue Dawkins (genes contra organismo y viceversa). Un camino que nos aleja más y más de nuestro centro, de nuestra esencia, de nuestro ser único. La perspectiva antropocéntrica (fenocéntrica) heredada.
*Es la misma naturaleza (la sustancia genética, en último término) la que ha introducido la ética en el mundo mediante el cariotipo específico humano.
La sustancia genética es la única sustancia viviente.
El pasado humano apenas si tiene algo que enseñar a la sustancia viviente única; apenas si tiene algo que enseñarnos. No nos vale. No alcanza la realidad, y nos aleja de nuestra realidad, de nuestra verdad.
Comenzar desde el principio, desde la sustancia genética. Desde Nos.
No sólo en nuestros genes, se debería haber concluido. Pues también la cultura modela nuestra ser.
El ser simbólico contra el ser natural desde hace milenios, hasta la biología actual (Dawkins). Los hombres han vivido extrañados del mundo natural, como otra cosa que naturaleza, desde hace milenios.
Debemos emanciparnos de las culturas antropocéntricas del neolítico, de la ‘humanidad’, de los múltiples humanismos –de los ‘hombres’ del pasado. Son esos hombres culturales, relativos, históricos, contingentes… los que nos han alejado de nuestros ser natural, de nuestro único ser.
Pensarnos desde la sustancia genética, como sustancia genética, como sustancia viviente única. Un pensamiento no sólo trans-humano, sino trans-específico. Más allá. Hacia el Uno.
Un plasma germinal único en todas las criaturas. Sin duda que los cuerpos son vehículos, refugios, armas, escudos… Pero nosotros (y el resto de las criaturas) no somos los cuerpos, sino la misma sustancia genética, la sustancia viviente única.
El a priori sobre el que descansa toda la obra de Dawkins (y de quienes están de acuerdo con él) es el egoísmo de los genes. No nos olvidemos que los genes son las unidades de expresión de los genotipos o genomas. No otra cosa. No son agentes (o sujetos), sino expresiones o ‘mensajes’. El egoísmo, pues, tendría que extenderse a toda la sustancia genética, al hologenoma del planeta –al Uno.
Digamos que la sustancia genética se expresa en sus propios términos, extrae de sí. La riqueza expresiva. El saber y el ‘decir’ (el decirse, el expresarse). La sustancia genética, reunidas en genomas o genotipos, se sabe (sabe de sí) y se dice (se expresa). La expresión son los somas, los cuerpos, los fenotipos… pero también las acciones que estos realizan, ejecutan, o llevan a cabo. No hay otro sujeto en el hacer o en el decir de las criaturas que la sustancia genética.
En la sustancia genética no encontramos tan sólo el egoísmo (la voluntad de supervivencia ‘propia’), también encontramos la solidaridad y la cooperación, tanto entre individuos como dentro de grupos o entre estos.
Sucede que los biólogos siempre optan por una de las dos manifestaciones de las conductas. O hay adaptación  o no hay adaptación. O hay egoísmo o hay altruismo… Se polarizan y defienden con uñas y dientes su posición. Pero en la sustancia viviente única encontramos de todo: el egoísmo y el altruismo, la adaptación al medio y la adaptación del medio… Y es por ello que las tesis situadas en uno de los extremos son fácilmente rebatidas, porque siempre encontramos excepciones que hacen imposible la universalización de uno de estos –sea del egoísmo, sea del altruismo.  Porque encontramos lo uno y lo otro.
Parafraseando a Dobzhansky: Nada en la biosfera (y en su evolución) tiene sentido si no es a la luz de la sustancia genética.
La genómica, el saber de sí del propio plasma germinal –de Nos.
Sustancia genética, esto es, ácidos nucleicos, y ribonucleicos. Las biomoléculas –virtualmente imperecederas.
No hay sino sustancia genética. Los organismos no pueden ser unidades de selección toda vez que ellos están conducidos, pilotados por sus respectivos genomas. Los organismos son justamente vehículos de la sustancia genética que les mueve. Así como no aparca el coche o aterriza el avión,  así tampoco el organismo se mueve, es la sustancia genética la que se mueve (mueve su cuerpo, su soma, o su organismo).
A la sustancia genética le interesa que sus máquinas de supervivencia sean todo lo más perfectas posibles (en ello les va la supervivencia, la continuidad en el ser), de la misma manera que nos interesa también que nuestras máquinas sean perfectas en el cumplimiento de su función. Podemos hacer una comparación con la evolución de nuestras máquinas –es la sustancia genética la que hace evolucionar a sus organismos.
Es ciertamente el organismo el que se enfrenta a su medio, o a otros organismos, pero es la sustancia genética la que ha construido tal organismo, y con tales y tales cualidades (resistencia, fiereza, velocidad…). Si falla el organismo falla el cariotipo específico que le mueve.
La evolución de los organismos, así como la aparición de nuevos organismos (especies) ha de compararse con la creación y la evolución de nuestras máquinas (de nuestra entera tecnología).
Somos ‘nosotros’ los que hacemos evolucionar nuestras maquinas por tal y tal motivo. Mejoramos…
Todas las propiedades y características de los organismos son obra de la sustancia genética.
Muller,  el ADN como la base de la vida. En realidad, los ácidos nucleicos y los ribonucleicos.
*Todo parece indicar que la sustancia genética (los ácidos nucleicos y ribonucleicos) cambia y modifica el entorno geofísico y geoquímico (geología, clima, temperatura, atmósfera…), transforma el medio, pero el medio, a su vez, urge la transformación de la sustancia genética (de los genotipos o cariotipos).
Se complican los genomas, los cariotipos específicos (mediante metaplasmos). El renovado plasma germinal mejora o adapta sus vehículos. Las nuevas especies, que nacen adaptadas, podríamos decir, tienen su origen en nuevos genotipos o cariotipos.
Metaplasmos por adjunción de material genético, por sustracción o pérdida, por permutación en el orden de las secuencia… El término ‘mutación’ debería ser sustituido por el término ‘metaplasmo’, o el término ‘mutación’ debería incluir todos los casos (y sus combinaciones) más arriba mencionados –una tabla cartesiana.
Los cambios internos en la conformación de los cariotipos (y genotipos), mediante mutaciones (inducidas o espontaneas) no afectan a la esencia de la sustancia genética. Pese a toda la diversidad de los organismos vivientes (las máquinas de supervivencia), el plasma germinal es uno y el mismo en todos ellos desde su aparición.
El invencible, el irreductible plasma germinal…
El plasma germinal, la única sustancia viviente. Una y la misma en todos los organismos. Ni el tiempo ni el espacio le afectan.
Los organismos (los fenotipos) no son el centro de la vida, sino la sustancia genética. El plasma germinal se transforma (los metaplasmos) y, en virtud de ello, aparecen nuevos ‘vehículos’ (nuevas especies, nuevos fenotipos). No se adaptan los organismos, sino que son adaptados a las circunstancias, al medio…
Una vez más, nosotros no somos los vehículos (o interactores) sino la misma sustancia genética.
*Un pilar fundamental en la evolución de la materia viviente  es la comunicación –la biocomunicacion. El ‘lenguaje’ químico, molecular, que podemos considerar universal –usado por todos los organismos (a nivel celular).
La percepción, la cognición… la comunicación… desde la sustancia genética. En todos los niveles de la vida –virus, bacterias, protoctistas, algas, hongos, organismos pluricelulares…
La semiotización de la naturaleza –la interpretación del entorno. En virtud de esta semiotización la materia viviente ‘sabe’ lo que pasa en el planeta (en la biosfera) en punto a contaminación o alteración de las condiciones de existencia. Sensibilidad para detectar los cambios físico-químicos  en el ambiente.
Contacto directo, sin intermediarios, de la vida con el entorno. Los signos, las señales en la atmósfera, en las aguas, en la tierra… La detección de los cambios. La comunicación, a su vez, la emisión, la difusión de mensajes de peligro que advierten, que avisan… A estas alturas toda la materia viviente del planeta ha de ‘saber’ ya lo que pasa.
La sustancia genética es la única sustancia capaz de percibir el entorno, de adaptarse al entorno, de alterar el entorno… de cambiar, de mutar, de cambiar o de modificarse a sí misma y a su soma, su vehículo…  Nada de esto sería posible sin la biocomunicacion.
*La vida (la materia viviente) es una suma, un sumatorio que integra varios aspectos: la autonomía de movimiento, que implica la palpación, la exploración del entorno; la percepción del entorno; la valoración (la interpretación) de ese entorno; la apercepción, la cognición, la memoria, la intencionalidad, la toma de decisiones; la asimilación, la integración de partes del entorno (viviente y no viviente), que coadyuva al mantenimiento y la reproducción; la evolución; la comunicación…
Un ente, un ser que se mueve por sí, que percibe, que se apercibe de sí, que se reproduce, que evoluciona (muta, cambia, se transforma), que se comunica con otros seres vivos…
 La vida alberga todos los contrarios. Una suerte de oxímoron. Frágil y potente, mutable e inmutable, simple y compleja, fugaz e imperecedera… La armonía inaparente de Heráclito. Cándida noche, sombra clara, alegre tristeza… La vida y la muerte; el ser y el no-ser; el amor y el odio. Adapta y se adapta… Egoísta y altruista… Al mismo tiempo lo uno y lo otro.
*Sustancia genética no estática, sino dinámica, fluida, flexible, versátil, mutable… en devenir. Proteo.
Un permanente flujo de energía, de información, de comunicación, de vida…
La materia viviente proteica, multiforme.
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Hasta la próxima,
Manu