Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

jueves, 18 de octubre de 2018

175) Genocentrismo XXVII


Genocentrismo XXVII.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (18/10/18).

 

*

 

*Los fundamentos ‘materialistas’ del reduccionismo marxista nos dicen que las superestructuras ideológicas de una sociedad tan solo reflejan su estructura económica (las clases); que las ideologías de una sociedad (económicas, culturales, políticas y demás) las impone la clase dominante, y que no tienen otra intención que mantener el estado de cosas –la división del trabajo, las clases sociales, la jerarquía social…
El sistema de producción daría como resultado un determinado tipo de ser humano, cambiando el sistema de producción tendríamos otro ser humano. Las bases económicas de una sociedad, pues, son la clave del comportamiento humano, y el cambio de las bases económicas de tal sociedad cambiará el comportamiento general de sus integrantes.
Debería estar claro que lo que mueve a los ‘revolucionarios’ marxistas son ideas, que lo que precede a cualquier revolución de origen marxista son ideas. En este sentido podríamos definirlos como hiper-idealistas o hiper-hegelianos.
Lo que cambió la visión que los seres humanos tenían de sí mismos en el XVII, por ejemplo, fue el paso del geocentrismo al heliocentrismo. Fue el descubrimiento cierto, la constatación material de que la tierra no era el centro del universo, y que el lugar del hombre en el cosmos era poco menos que insignificante. Este conocimiento produjo algunos cambios en nuestra filosofía, nuestra literatura, nuestras artes, nuestras ‘ideologías’. Las culturas, antropocéntricas, del neolítico comenzaron a resquebrajarse.
Lo que vuelve a dar otro giro (a revolucionar) a la visión que los hombres tienen acerca de sí mismos es el relativamente reciente descubrimiento de los ácidos nucleicos y su papel en las cosas de la vida, esto es, la constatación de que todos los fenómenos biológicos giran en torno a la sustancia genética; que los cuerpos, los somas, los organismos son superestructuras orgánicas elaboradas, generadas, construidas… creadas por la sustancia genética; que el único sujeto de los fenómenos biológicos es la sustancia genética.
Lo que se espera de la revelación de la sustancia genética, y su papel protagonista en todos los fenómenos biológicos, es que el comportamiento de los humanos se adecue a esta nueva revelación; que esto se note en todas las areas de nuestro comportamiento –la filosofía, la literatura, la política, la pedagogía, el sistema de producción..., esto es, en toda nuestra cultura.
Las ciencias de la vida, por desgracia, no han conseguido cambiar  nuestro comportamiento antropocéntrico.  No lo consiguió el heliocentrismo tampoco. A pesar de los cambios culturales que se produjeron desde entonces.
El materialismo marxista es deudor de las ideologías antropocéntricas del neolítico. El cambio del sistema de producción, o de las bases económicas de una sociedad, no trae de suyo el cambio en el comportamiento de sus integrantes. Crea, sí, otro ser humano, pero por decreto. La ideología precede a la configuración de este ‘nuevo’ hombre. Éste no es el resultado de las ‘nuevas’ circunstancias ‘materiales’, sino de ciertas ‘ideas’. Tenemos como prueba de esto todos los experimentos sociales en la antigua URSS, o en la China de Mao. Así como en la antigüedad las ideologías religiosas (judaísmo, cristianismo, islamismo, confucionismo, hinduismo, budismo…) marcaban el comportamiento de los grupos humanos, ahora tenemos las ideologías políticas cumpliendo la misma función (democracia, comunismo, anarquismo…). Los humanos siguen comportándose según ciertas ideologías, y a sí mismos se definen, en el orden social, como cristianos, como demócratas, o como comunistas. Nada ha cambiado.
Ni el heliocentrismo ni el genocentrismo han contribuido sustancialmente a un cambio radical en el comportamiento de los humanos, ni individual ni colectivamente. Seguimos atrapados en ideologías del neolítico (religiosas o políticas). Seguimos sin ‘ver’ lo esencial.
La ‘visión’ es la que precede a todo cambio. La visión, el conocimiento. El que tenemos hoy día, por ejemplo, acerca de las relaciones en la biosfera. La visión nueva que nos proporciona el conjunto de las ciencias de la vida –la genómica, la ecología…
Vivimos ya en otro mundo, ciertamente, nuestro mundo es otro. Los mundos, las culturas del neolítico, se han desvanecido. No tienen nada que ver con nuestros conocimientos actuales. No nos dicen.
Los cambios vendrán cuando los grupos humanos asuman los nuevos conocimientos y se dispongan a actuar en consecuencia. Estos cambios afectarán a las relaciones que sostenemos con otros seres vivos, con otros seres humanos, con el planeta tierra, con el sistema solar… Cambiará necesariamente la consideración en que nos tenemos, y las relaciones que sostenemos con todo nuestro entorno, el viviente y el no viviente.
Primero, pues, la ‘visión’. Ni los modos de producción, ni las ‘ideas’, sino el conocimiento cierto, el saber cierto acerca de nuestra condición, de nuestras circunstancias… Sólo entonces vendrá el cambio de vida. Primero el ver claro, el conocimiento, el saber.
Nuestro caso es similar al del enfermo al que se le diagnostica una determinada enfermedad cuyo remedio fundamental es un cambio de vida (de dieta, de hábitos...). Nosotros estamos enfermos de antropocentrismo, estamos poseídos por la ilusión antropocéntrica. Nuestro mal es la confusión, la ignorancia, las ideas o creencias acerca de nuestro ser que nos vienen del pasado neolítico. Son ciertos hábitos y ciertas dietas culturales las que nos confunden, nos detienen, nos hacen daño (a nosotros y a todo nuestro entorno); nos enferman, en último término.
La ficción, la ilusión antropocéntrica. La des-ilusión, el des-encanto, y la salud, nos vendrán del conocimiento nuevo que nos trae las ciencias de la vida. Éste nos pondrá en el verdadero lugar que como seres vivos ocupamos en el planeta, en el sistema solar, en el cosmos… Aún no somos el ser que somos. Otros seres ocupan nuestro lugar. Numerosos ‘homos’ usurpan nuestro lugar. Y nos destierran, nos sotierran, nos alienan. Recuperar la voz, el lugar, el ser… Nos, la vida.
*Cognición (percepción, apercepción…) y comunicación. En todos los niveles de la vida.
*Los cambios epigenéticos en la expresión son provisionales y reversibles. Estos se producen en función de las condiciones medioambientales. Son las circunstancias físico-químicas en los momentos de la expresión (en el proceso embrionario) las que obligan a modificar (silenciar, activar…) la expresión de ciertos genes. La expresión del genoma (la construcción del fenotipo) no es, pues, inalterable –sean cuales sean las circunstancias medioambientales.
Las modificaciones epigenéticas se producen una vez que el genoma ha recibido información del ‘exterior’. Se trata de adaptaciones eventuales a los cambios del entorno. Si las condiciones que obligaron a modificar la expresión de ciertos genes desaparecen, la expresión genética vuelve a la normalidad.
Podríamos relacionar los procesos epigenéticos con los procesos exposomáticos. En los procesos exposomáticos pueden producirse cambios en los genomas (genotipos) a tenor de las interacciones del organismo con el medio ambiente (hábitos –alimenticios y otros–, contaminación ambiental…). Las alteraciones exposomáticas pueden terminar afectando a la integridad o a la salud de los fenotipos.
Ni la epigénesis ni la exposomática alteran la primacía que tiene la sustancia genética en los fenómenos biológicos. Es la sustancia genética (tanto en la línea germinal, como en la somática) la que en primer lugar y en todo momento responde a las circunstancias –sea en el proceso embrionario, sea en el cuerpo en exposición.
La sustancia genética es la única sustancia viviente en este planeta, y me atrevo a decir en todo el cosmos. Es el principio, el comienzo, el ‘arkhé’, la ‘cosa en sí’ (un ‘noúmeno’ sensible, perceptible, material), el alma (la ‘psykhé’ aristotélica) de todos los fenómenos biológicos. Lo único vivo en los organismos. No hay otro ser viviente. El ‘genoúmeno’. 
Las sustancias no nucleicas que operan en los procesos de expresión, replicación y demás, son sustancias previamente ordenadas y puestas en circulación por el propio genoma.
Sea cual sea la cantidad de sustancias y procesos implicados en la expresión genética (la construcción del fenotipo), siempre es la sustancia genética (los ácidos nucleicos) la que dirige, la que decide… 
*Las células germinales haploides en los organismos sexuados, la línea germinal. La emigración al otro soma, al otro sexo, en busca de la otra mitad. La generación; la regeneración.
*El genocentrismo es el futuro. La totalidad de la sustancia genética en el planeta (el hologenoma del planeta). La mónada de las mónadas. Lo Uno primordial.
Una nueva monadología. Mónadas simples, mónadas complejas. El holobionte, el hologenoma de los organismos (mónadas) complejos –el metagenoma. La mónada de mónadas en el organismo complejo. La cifra genética compleja que rige en los organismos complejos. En cualquier caso, la misma sustancia genética (tanto en la línea germinal como en la somática)
Mónada de mónadas la sustancia genética en el planeta, y en mí mismo. Yo mismo ser complejo, ‘yo’ de ‘yoes’. Un ‘nos’; un pequeño ‘uno’.
La unión misteriosa con el gran Uno. La experiencia sublime.
El viviente. El eterno. La sustancia viviente única –virtualmente imperecedera. El Uno. No hay otro. Él mismo es su otro.
El Uno escindido, repartido en sus criaturas. Multiplicado, extenso. Fragmentos del Uno, eso somos.
*Las ciencias de la vida deben girar en torno al Uno, en torno a la sustancia viviente única. En ella hallarán todas las respuestas –en  lo que a la vida concierne.
La historia de la vida. La escuela de la vida. La experiencia de la vida. La sabiduría de la vida. Sabiduría acumulada. Son varios miles de millones de años; varios eones.
La sustancia genética es sabiduría encarnada en su propio ser. La materia viviente, inteligente, volente, experimentada, sapiente… En su propia naturaleza, en su propia ‘carne’, en su propio ser.
La materia viviente se expresa en sus propios términos, extrae de sí… Su propio ser contiene su saber, su poder...
Lo que sabe, lo que puede, lo que es… Ser-saber-poder… Una sola cosa inseparable; inescindible. No es lo uno sin lo otro.
*Cuanto más sepamos de la sustancia genética, más sabremos acerca de nosotros mismos. Pues nosotros somos la misma sustancia genética. No hay otra sustancia viviente.
La genómica, la ciencia del genoma. Los modos y maneras de ser de la sustancia viviente única, de Nos. Auto-conocimiento.
*Un futuro otro nos espera. Una humanidad renacida al Uno. Una humanidad ‘una’. Una con lo viviente, con la biosfera, con el cosmos… con todo.
Un futuro post-humano, post-antropocéntrico. Más allá de la especie. Un futuro centrado en la vida; que mira desde la vida. Una perspectiva otra; un mundo otro. Un mundo por crear, por establecer, por habitar… Un mundo otro, un mundo nuevo.
Los renacidos al Uno, las primicias, la vanguardia del futuro. Los creadores del mañana.
*Un sujeto universal, y único. Un único personaje, un único actor.
La sustancia viviente única consigo misma compite y consigo misma coopera.
Las especies, los individuos… máscaras del Uno.
El Uno alberga todos los comportamientos que nos es dable contemplar en lo seres vivos. El amor y el odio, el deseo y el temor, la fuerza y la debilidad, la alegría y la tristeza, el egoísmo y el altruismo, lo abyecto y lo sublime…
Es el Uno en todo momento el que siente, el que padece, el que ama y el que odia, el que sufre y el que goza… No hay otro.
Nosotros somos fragmentos del Uno.
El acervo génico del planeta, el ‘pool’ génico único. El hologenoma del planeta; el metagenoma, el pan-genoma. Sustancia genética recibida, transferida, compartida… por todos los seres vivos del planeta. Sustancia viviente virtualmente imperecedera.
Un único ser. El ser viviente único. En todos y cada uno de nosotros.
El genoma de cada uno de los vivientes es un mosaico de material genético que  compartimos con todas las criaturas de la tierra. Virus, bacterias, protistas, plantas, hongos, animales… Las máscaras, los vehículos… de la sustancia viviente única.
No hay interactores, no hay sino un único actor.
Una única obra –la obra de la vida; y un único actor. Los organismos, los somas, los diferentes fenotipos, como obras, como creaciones de la sustancia viviente única.
Este planeta que habitamos, y el entero cosmos, son el escenario en el que se despliega la obra de la vida.
El cariotipo específico humano, el (de momento) vértice de la evolución,  es una muestra del carácter contradictorio, ambiguo, ambivalente… del Uno. Es un fragmento del ser viviente único.
La guerra y la paz; la concordia y la discordia…
La unidad originaria de la vida, el fundamento, el ser…
La vida única que somos; el ser único que somos. Nos, la vida. Nos, el ser. Nos, lo Uno primordial (Ur-eine).
*El par naturaleza-cultura, el  par voluntad-representación, el par Dioniso-Apolo… El Uno primordial y el ‘principio individuationis’… 
El ser natural y el ser cultural –simbólico. 
Más allá del ser cultural y del ser individual… hacia el Uno primordial. Nuestro ser cultural contingente, histórico (las ficciones culturales), y nuestro ser individual nos alejan o nos ocultan nuestra pertenencia al Uno primordial –lo único existente (en lo que concierne a la vida).
Con el Uno primordial no hablamos sino de la vida. Sin duda que pertenecemos, somos parte del cosmos, pero la materia viviente tiene conciencia de sí. Es la conciencia de sí del universo mundo, del cosmos, del gran Uno. Podríamos hablar del Uno viviente primordial, y del Gran Uno.
La naturaleza viviente se distingue, pero no se opone a la naturaleza no viviente, sino que forma parte de ella –del gran todo.
Un cosmos viviente, que alberga vida. La materia cósmica –viviente y no viviente.
La materia viviente a sí misma se piensa, se conoce, se sabe, se vive, se habla… se siente vivir, se siente ser.
Uno con la vida, uno con el cosmos. La experiencia de la unidad y de la totalidad; de la co-pertenencia, de nuestra esencia común, de nuestra identidad única.
Más allá de la individualidad, de la cultura, de la historia, del tiempo, del espacio… Disolución de la individualidad, del yo cultural…
Las ficciones, los artificios culturales –las falsas identidades (nacionales, culturales, étnicas…). Todo lo superpuesto a nuestro ser natural y único –lo  eventual, lo circunstancial,  lo histórico…  Todo lo que nos distrae de nuestra identidad primordial.
La desnudez. Despojarnos de todo.
Al cariotipo humano le es dable tener la experiencia de la unidad esencial de todo lo viviente –la experiencia dionisíaca.
Nosotros somos la sustancia viviente única; nosotros somos el ser viviente único.
La sustancia genética del planeta, la sustancia viviente única. Las especies, los organismos, las criaturas… no son más que máscaras del ser único y primordial.
Lo Uno primordial escindido, fragmentado, repartido en sus criaturas. El dolor de la escisión, de la separación… de la individuación. El camino de vuelta, de retorno a lo Uno. El goce, la alegría que sobreviene tras la experiencia misteriosa, tras el instante de la unión.
Desaparece el yo lingüístico-cultural; el ser simbólico se disuelve, se volatiliza…   Y adviene el Uno primordial, el único existente. Éste es ahora el único ‘yo’, el único ‘sujeto’.
*El conocimiento que hoy poseemos acerca de la naturaleza de lo viviente nos acerca definitivamente a nuestra esencia, nos pone frente a frente con nuestro ser. La difusión de este conocimiento cierto cambiará la faz del planeta, nuestras culturas y civilizaciones serán otras.
Más allá de los individuos y de las especies. Criaturas nuevas seremos, criaturas renovadas nunca antes vistas en este planeta. 
Las viejas culturas antropocéntricas desaparecerán. Crearemos nuevas culturas a la altura del saber recién adquirido. Seremos otros. Por primera vez estableceremos culturas fundamentadas en el ser viviente único. Todo cambiará.
Entonces seremos conscientes de que es el ser viviente único, lo Uno primordial, la sustancia viviente única, el/la/lo único que sub-yace (el/la/lo sujeto único) en nuestro obrar –para bien y para mal de la vida en este planeta.
*No crean o poetizan los humanos, sino la sustancia viviente única. No hay otro ‘poeta’, otro creador.
Los modos y maneras del ser viviente único. Todo los comportamientos que advertimos en la naturaleza viviente son manifestaciones de lo Uno primordial.
No hay otro sujeto que la sustancia viviente única. En todo organismo, en toda criatura, en todo ser vivo… No hay otro ‘actante’ tras las máscaras. Es el emisor y es el receptor, el héroe y el oponente, la presa y el depredador… Todas las actitudes, todas las pasiones, todos los ‘personajes’.
*
Hasta la próxima,
Manu

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