Genocentrismo XXVII.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (18/10/18).
*
*Los fundamentos ‘materialistas’ del reduccionismo
marxista nos dicen que las superestructuras ideológicas de una sociedad tan
solo reflejan su estructura económica (las clases); que las ideologías de una
sociedad (económicas, culturales, políticas y demás) las impone la clase
dominante, y que no tienen otra intención que mantener el estado de cosas –la
división del trabajo, las clases sociales, la jerarquía social…
El sistema de producción daría como resultado un
determinado tipo de ser humano, cambiando el sistema de producción tendríamos
otro ser humano. Las bases económicas de una sociedad, pues, son la clave del
comportamiento humano, y el cambio de las bases económicas de tal sociedad
cambiará el comportamiento general de sus integrantes.
Debería estar claro que lo que mueve a los
‘revolucionarios’ marxistas son ideas, que lo que precede a cualquier
revolución de origen marxista son ideas. En este sentido podríamos definirlos
como hiper-idealistas o hiper-hegelianos.
Lo que cambió la visión que los seres humanos tenían de
sí mismos en el XVII, por ejemplo, fue el paso del geocentrismo al
heliocentrismo. Fue el descubrimiento cierto, la constatación material de que
la tierra no era el centro del universo, y que el lugar del hombre en el cosmos
era poco menos que insignificante. Este conocimiento produjo algunos cambios en
nuestra filosofía, nuestra literatura, nuestras artes, nuestras ‘ideologías’.
Las culturas, antropocéntricas, del neolítico comenzaron a resquebrajarse.
Lo que vuelve a dar otro giro (a revolucionar) a la
visión que los hombres tienen acerca de sí mismos es el relativamente reciente
descubrimiento de los ácidos nucleicos y su papel en las cosas de la vida, esto
es, la constatación de que todos los fenómenos biológicos giran en torno a la
sustancia genética; que los cuerpos, los somas, los organismos son
superestructuras orgánicas elaboradas, generadas, construidas… creadas por la
sustancia genética; que el único sujeto de los fenómenos biológicos es la
sustancia genética.
Lo que se espera de la revelación de la sustancia
genética, y su papel protagonista en todos los fenómenos biológicos, es que el
comportamiento de los humanos se adecue a esta nueva revelación; que esto se
note en todas las areas de nuestro comportamiento –la filosofía, la literatura,
la política, la pedagogía, el sistema de producción..., esto es, en toda
nuestra cultura.
Las ciencias de la vida, por desgracia, no han conseguido
cambiar nuestro comportamiento
antropocéntrico. No lo consiguió el
heliocentrismo tampoco. A pesar de los cambios culturales que se produjeron
desde entonces.
El materialismo marxista es deudor de las ideologías
antropocéntricas del neolítico. El cambio del sistema de producción, o de las
bases económicas de una sociedad, no trae de suyo el cambio en el
comportamiento de sus integrantes. Crea, sí, otro ser humano, pero por decreto.
La ideología precede a la configuración de este ‘nuevo’ hombre. Éste no es el
resultado de las ‘nuevas’ circunstancias ‘materiales’, sino de ciertas ‘ideas’.
Tenemos como prueba de esto todos los experimentos sociales en la antigua URSS,
o en la China de Mao. Así como en la antigüedad las ideologías religiosas
(judaísmo, cristianismo, islamismo, confucionismo, hinduismo, budismo…)
marcaban el comportamiento de los grupos humanos, ahora tenemos las ideologías
políticas cumpliendo la misma función (democracia, comunismo, anarquismo…). Los
humanos siguen comportándose según ciertas ideologías, y a sí mismos se
definen, en el orden social, como cristianos, como demócratas, o como
comunistas. Nada ha cambiado.
Ni el heliocentrismo ni el genocentrismo han contribuido
sustancialmente a un cambio radical en el comportamiento de los humanos, ni
individual ni colectivamente. Seguimos atrapados en ideologías del neolítico
(religiosas o políticas). Seguimos sin ‘ver’ lo esencial.
La ‘visión’ es la que precede a todo cambio. La visión,
el conocimiento. El que tenemos hoy día, por ejemplo, acerca de las relaciones en
la biosfera. La visión nueva que nos proporciona el conjunto de las ciencias de
la vida –la genómica, la ecología…
Vivimos ya en otro mundo, ciertamente, nuestro mundo es
otro. Los mundos, las culturas del neolítico, se han desvanecido. No tienen
nada que ver con nuestros conocimientos actuales. No nos dicen.
Los cambios vendrán cuando los grupos humanos asuman los
nuevos conocimientos y se dispongan a actuar en consecuencia. Estos cambios
afectarán a las relaciones que sostenemos con otros seres vivos, con otros
seres humanos, con el planeta tierra, con el sistema solar… Cambiará
necesariamente la consideración en que nos tenemos, y las relaciones que
sostenemos con todo nuestro entorno, el viviente y el no viviente.
Primero, pues, la ‘visión’. Ni los modos de producción,
ni las ‘ideas’, sino el conocimiento cierto, el saber cierto acerca de nuestra
condición, de nuestras circunstancias… Sólo entonces vendrá el cambio de vida.
Primero el ver claro, el conocimiento, el saber.
Nuestro caso es similar al del enfermo al que se le diagnostica
una determinada enfermedad cuyo remedio fundamental es un cambio de vida (de dieta,
de hábitos...). Nosotros estamos enfermos de antropocentrismo, estamos poseídos
por la ilusión antropocéntrica. Nuestro mal es la confusión, la ignorancia, las
ideas o creencias acerca de nuestro ser que nos vienen del pasado neolítico.
Son ciertos hábitos y ciertas dietas culturales las que nos confunden, nos
detienen, nos hacen daño (a nosotros y a todo nuestro entorno); nos enferman, en
último término.
La ficción, la ilusión antropocéntrica. La des-ilusión,
el des-encanto, y la salud, nos vendrán del conocimiento nuevo que nos trae las
ciencias de la vida. Éste nos pondrá en el verdadero lugar que como seres vivos
ocupamos en el planeta, en el sistema solar, en el cosmos… Aún no somos el ser
que somos. Otros seres ocupan nuestro lugar. Numerosos ‘homos’ usurpan nuestro
lugar. Y nos destierran, nos sotierran, nos alienan. Recuperar la voz, el
lugar, el ser… Nos, la vida.
*Cognición (percepción, apercepción…) y comunicación. En
todos los niveles de la vida.
*Los cambios epigenéticos en la expresión son
provisionales y reversibles. Estos se producen en función de las condiciones
medioambientales. Son las circunstancias físico-químicas en los momentos de la
expresión (en el proceso embrionario) las que obligan a modificar (silenciar,
activar…) la expresión de ciertos genes. La expresión del genoma (la
construcción del fenotipo) no es, pues, inalterable –sean cuales sean las
circunstancias medioambientales.
Las modificaciones epigenéticas se producen una vez que
el genoma ha recibido información del ‘exterior’. Se trata de adaptaciones
eventuales a los cambios del entorno. Si las condiciones que obligaron a
modificar la expresión de ciertos genes desaparecen, la expresión genética
vuelve a la normalidad.
Podríamos relacionar los procesos epigenéticos con los
procesos exposomáticos. En los procesos exposomáticos pueden producirse cambios
en los genomas (genotipos) a tenor de las interacciones del organismo con el
medio ambiente (hábitos –alimenticios y otros–, contaminación ambiental…). Las
alteraciones exposomáticas pueden terminar afectando a la integridad o a la salud
de los fenotipos.
Ni la epigénesis ni la exposomática alteran la primacía
que tiene la sustancia genética en los fenómenos biológicos. Es la sustancia
genética (tanto en la línea germinal, como en la somática) la que en primer
lugar y en todo momento responde a las circunstancias –sea en el proceso
embrionario, sea en el cuerpo en exposición.
La sustancia genética es la única sustancia viviente en
este planeta, y me atrevo a decir en todo el cosmos. Es el principio, el
comienzo, el ‘arkhé’, la ‘cosa en sí’ (un ‘noúmeno’ sensible, perceptible,
material), el alma (la ‘psykhé’ aristotélica) de todos los fenómenos
biológicos. Lo único vivo en los organismos. No hay otro ser viviente. El
‘genoúmeno’.
Las sustancias no nucleicas que operan en los procesos de
expresión, replicación y demás, son sustancias previamente ordenadas y puestas
en circulación por el propio genoma.
Sea cual sea la cantidad de sustancias y procesos
implicados en la expresión genética (la construcción del fenotipo), siempre es
la sustancia genética (los ácidos nucleicos) la que dirige, la que decide…
*Las células germinales haploides en los organismos
sexuados, la línea germinal. La emigración al otro soma, al otro sexo, en busca
de la otra mitad. La generación; la regeneración.
*El genocentrismo es el futuro. La totalidad de la
sustancia genética en el planeta (el hologenoma del planeta). La mónada de las
mónadas. Lo Uno primordial.
Una nueva monadología. Mónadas simples, mónadas
complejas. El holobionte, el hologenoma de los organismos (mónadas) complejos
–el metagenoma. La mónada de mónadas en el organismo complejo. La cifra
genética compleja que rige en los organismos complejos. En cualquier caso, la
misma sustancia genética (tanto en la línea germinal como en la somática)
Mónada de mónadas la sustancia genética en el planeta, y
en mí mismo. Yo mismo ser complejo, ‘yo’ de ‘yoes’. Un ‘nos’; un pequeño ‘uno’.
La unión misteriosa con el gran Uno. La experiencia
sublime.
El viviente. El eterno. La sustancia viviente única
–virtualmente imperecedera. El Uno. No hay otro. Él mismo es su otro.
El Uno escindido, repartido en sus criaturas.
Multiplicado, extenso. Fragmentos del Uno, eso somos.
*Las ciencias de la vida deben girar en torno al Uno, en torno
a la sustancia viviente única. En ella hallarán todas las respuestas –en lo que a la vida concierne.
La historia de la vida. La escuela de la vida. La
experiencia de la vida. La sabiduría de la vida. Sabiduría acumulada. Son
varios miles de millones de años; varios eones.
La sustancia genética es sabiduría encarnada en su propio
ser. La materia viviente, inteligente, volente, experimentada, sapiente… En su
propia naturaleza, en su propia ‘carne’, en su propio ser.
La materia viviente se expresa en sus propios términos,
extrae de sí… Su propio ser contiene su saber, su poder...
Lo que sabe, lo que puede, lo que es… Ser-saber-poder… Una
sola cosa inseparable; inescindible. No es lo uno sin lo otro.
*Cuanto más sepamos de la sustancia genética, más
sabremos acerca de nosotros mismos. Pues nosotros somos la misma sustancia
genética. No hay otra sustancia viviente.
La genómica, la ciencia del genoma. Los modos y maneras
de ser de la sustancia viviente única, de Nos. Auto-conocimiento.
*Un futuro otro nos espera. Una humanidad renacida al
Uno. Una humanidad ‘una’. Una con lo viviente, con la biosfera, con el cosmos…
con todo.
Un futuro post-humano, post-antropocéntrico. Más allá de
la especie. Un futuro centrado en la vida; que mira desde la vida. Una
perspectiva otra; un mundo otro. Un mundo por crear, por establecer, por
habitar… Un mundo otro, un mundo nuevo.
Los renacidos al Uno, las primicias, la vanguardia del
futuro. Los creadores del mañana.
*Un sujeto universal, y único. Un único personaje, un
único actor.
La sustancia viviente única consigo misma compite y
consigo misma coopera.
Las especies, los individuos… máscaras del Uno.
El Uno alberga todos los comportamientos que nos es dable
contemplar en lo seres vivos. El amor y el odio, el deseo y el temor, la fuerza
y la debilidad, la alegría y la tristeza, el egoísmo y el altruismo, lo abyecto
y lo sublime…
Es el Uno en todo momento el que siente, el que padece,
el que ama y el que odia, el que sufre y el que goza… No hay otro.
Nosotros somos fragmentos del Uno.
El acervo génico del planeta, el ‘pool’ génico único. El
hologenoma del planeta; el metagenoma, el pan-genoma. Sustancia genética
recibida, transferida, compartida… por todos los seres vivos del planeta. Sustancia
viviente virtualmente imperecedera.
Un único ser. El ser viviente único. En todos y cada uno
de nosotros.
El genoma de cada uno de los vivientes es un mosaico de
material genético que compartimos con
todas las criaturas de la tierra. Virus, bacterias, protistas, plantas, hongos,
animales… Las máscaras, los vehículos… de la sustancia viviente única.
No hay interactores, no hay sino un único actor.
Una única obra –la obra de la vida; y un único actor. Los
organismos, los somas, los diferentes fenotipos, como obras, como creaciones de
la sustancia viviente única.
Este planeta que habitamos, y el entero cosmos, son el
escenario en el que se despliega la obra de la vida.
El cariotipo específico humano, el (de momento) vértice
de la evolución, es una muestra del
carácter contradictorio, ambiguo, ambivalente… del Uno. Es un fragmento del ser
viviente único.
La guerra y la paz; la concordia y la discordia…
La unidad originaria de la vida, el fundamento, el ser…
La vida única que somos; el ser único que somos. Nos, la
vida. Nos, el ser. Nos, lo Uno primordial (Ur-eine).
*El par naturaleza-cultura, el par voluntad-representación, el par
Dioniso-Apolo… El Uno primordial y el ‘principio individuationis’…
El ser natural y el ser cultural –simbólico.
Más allá del ser cultural y del ser individual… hacia el
Uno primordial. Nuestro ser cultural contingente, histórico (las ficciones
culturales), y nuestro ser individual nos alejan o nos ocultan nuestra
pertenencia al Uno primordial –lo único existente (en lo que concierne a la
vida).
Con el Uno primordial no hablamos sino de la vida. Sin
duda que pertenecemos, somos parte del cosmos, pero la materia viviente tiene
conciencia de sí. Es la conciencia de sí del universo mundo, del cosmos, del
gran Uno. Podríamos hablar del Uno viviente primordial, y del Gran Uno.
La naturaleza viviente se distingue, pero no se opone a
la naturaleza no viviente, sino que forma parte de ella –del gran todo.
Un cosmos viviente, que alberga vida. La materia cósmica
–viviente y no viviente.
La materia viviente a sí misma se piensa, se conoce, se
sabe, se vive, se habla… se siente vivir, se siente ser.
Uno con la vida, uno con el cosmos. La experiencia de la
unidad y de la totalidad; de la co-pertenencia, de nuestra esencia común, de
nuestra identidad única.
Más allá de la individualidad, de la cultura, de la
historia, del tiempo, del espacio… Disolución de la individualidad, del yo
cultural…
Las ficciones, los artificios culturales –las falsas
identidades (nacionales, culturales, étnicas…). Todo lo superpuesto a nuestro
ser natural y único –lo eventual, lo
circunstancial, lo histórico… Todo lo que nos distrae de nuestra identidad
primordial.
La desnudez. Despojarnos de todo.
Al cariotipo humano le es dable tener la experiencia de
la unidad esencial de todo lo viviente –la experiencia dionisíaca.
Nosotros somos la sustancia viviente única; nosotros
somos el ser viviente único.
La sustancia genética del planeta, la sustancia viviente
única. Las especies, los organismos, las criaturas… no son más que máscaras del
ser único y primordial.
Lo Uno primordial escindido, fragmentado, repartido en
sus criaturas. El dolor de la escisión, de la separación… de la individuación.
El camino de vuelta, de retorno a lo Uno. El goce, la alegría que sobreviene
tras la experiencia misteriosa, tras el instante de la unión.
Desaparece el yo lingüístico-cultural; el ser simbólico
se disuelve, se volatiliza… Y adviene el
Uno primordial, el único existente. Éste es ahora el único ‘yo’, el único
‘sujeto’.
*El conocimiento que hoy poseemos acerca de la naturaleza
de lo viviente nos acerca definitivamente a nuestra esencia, nos pone frente a
frente con nuestro ser. La difusión de este conocimiento cierto cambiará la faz
del planeta, nuestras culturas y civilizaciones serán otras.
Más allá de los individuos y de las especies. Criaturas
nuevas seremos, criaturas renovadas nunca antes vistas en este planeta.
Las viejas culturas antropocéntricas desaparecerán.
Crearemos nuevas culturas a la altura del saber recién adquirido. Seremos
otros. Por primera vez estableceremos culturas fundamentadas en el ser viviente
único. Todo cambiará.
Entonces seremos conscientes de que es el ser viviente
único, lo Uno primordial, la sustancia viviente única, el/la/lo único que
sub-yace (el/la/lo sujeto único) en nuestro obrar –para bien y para mal de la
vida en este planeta.
*No crean o poetizan los humanos, sino la sustancia
viviente única. No hay otro ‘poeta’, otro creador.
Los modos y maneras del ser viviente único. Todo los
comportamientos que advertimos en la naturaleza viviente son manifestaciones de
lo Uno primordial.
No hay otro sujeto que la sustancia viviente única. En
todo organismo, en toda criatura, en todo ser vivo… No hay otro ‘actante’ tras
las máscaras. Es el emisor y es el receptor, el héroe y el oponente, la presa y
el depredador… Todas las actitudes, todas las pasiones, todos los ‘personajes’.
*
Hasta la próxima,
Manu
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