Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 13 de enero de 2019

179) Genogramas I


Genogramas I.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (13/01/19).


                                                                  *****


1.

La caza –digna de ser así llamada–
ha de ser incierta, dificultosa,
y escasa (escuchado en tv.).
 
Ni segura, ni fácil, ni abundante.

2.

El cuido, la guarda,
la defensa del ser.
Siempre en vela.

3.

El mensaje de los futuros –los portadores
del mensaje nuevo; del nuevo fuego.
Los futuros traen noticias de Xenus,
de la vida –acerca de nosotros mismos.

4.

Tras la autognosis el alma conoce
en todo momento si aquello que hace,
piensa o dice conviene o contraviene
a la sustancia viviente única; esto es,
a sí misma.

5.
 
El alma múltiple, compleja,
bulliciosa; colmada de pulsiones
y voluntades insatisfechas.

La interna lucha;
la jerarquía interior.
El íntimo orden.
El fuero propio.

El alma contradictoria,
paradójica, ambigua;
al mismo tiempo
consigo y contra sí.

Cada uno de nosotros
es un fragmento de vida,
de la vida única.
Por consiguiente…

6.

Lo que no cesa en lo Uno primordial,
en la sustancia viviente única:
la geminación, la fragmentación,
la diseminación… y la incierta
errancia de las unidades escindidas.

El nacimiento de nuestra cifra
genética conlleva la separación,
el extrañamiento de lo Uno.
Hablo de la individuación. 

En la autognosis el alma
consigo misma enlaza.
Deviene alma auto-contenida,
auto-poseída. Propia. Suya.
Deviene una con lo Uno.

7.

El alma se viste de oruga,
el alma se viste de mariposa…
¿es la misma alma
la que cambia de traje?

Las transformaciones del soma
las realiza la sustancia viviente única
en todo momento, en toda ocasión.

8.

La red de redes, la red genética.
El hologenouma del planeta.
Fluye por los aires, por las aguas,
por los cuerpos,  por los suelos…
Se eterna… Nosotros mismos.

9.

Estamos vivos en todo lo viviente
–estamos, estuvimos, y estaremos.
Vivimos y viviremos.
Y vivimos dentro y fuera.

La vida que somos no cesa
de ser. Somos la viva imagen
de la inmortalidad.

10.

El alma está en el cuerpo:
se mueve el alma – se mueve
el cuerpo. Los movimientos
del cuerpo son movimientos
del alma; movimientos transferidos.
Los movimientos del ser que somos
“se escriben en el alma,
pero se leen en el cuerpo.”

El alma desplegada, difundida… 
–hasta los últimos rincones
de los innumerables
y variados cuerpos.

Siempre una y la misma.
Es lo único vivo en la criatura.

11.

Los somas del alma son, entre
otras cosas, semas, señales.
Allí donde hay vida los coloquios
se multiplican, los signos pululan…
las lenguas, los dialectos. La biosfera
contiene de suyo la semiosfera
–en lo grande y en lo pequeño.

Señales táctiles, sonoras, visuales,
térmicas, eléctricas… Es un mundo
de signos y señales. El fluido semiótico.  

La interpretación del mundo entorno
–su semiotización. Todo al alcance
de nuestros sentidos… Cosas y sucesos.
Todo es transmutado en signo.
La transducción. El transporte.

Nuestro vivir, nuestro ser en el mundo,
es una comunión mediada por la palabra,
por el lenguaje, por los signos.
Algo misterioso, y sublime.

12.

Un organismo es una ‘obra en progreso’,
una obra siempre inacabada, siempre
en construcción; siempre en marcha,
siempre en camino. Siempre en devenir.

El nunca llegar a ser una obra
acabada, siempre algo por hacer.
La ontogenia imposible. 

El devenir, la evolución,
afecta a todas las formas vivas.
El desarrollo, el despliegue del ser.
La vida no se detiene jamás.

13.

El alma (la ‘psykhé’) de lo viviente
es lo viviente mismo. El alma,
lo viviente, el ser en devenir…

14.

No hay soma, sino genouma –sustancia genética;
no hay cuerpo, sino alma (‘psykhé);
no hay carne, sino espíritu…

No hay plantas, ni animales, ni bacterias…

Definitivamente, no hay dos sustancias.

Tan solo Xenus, la sustancia viviente única,
en todas y cada una de las criaturas,
de los fenotipos, de lo que aparece…

Xenus: lo único viviente, el único sujeto;
actor y espectador… Lo Uno primordial.
Nos, la vida.

No cabe considerar el cuerpo, el fenotipo,
como ente o como existente.
Ver en cada fenómeno biológico
el noúmeno, el genoúmeno;
en cada soma, su (holo)genouma.

No hay aves, ni insectos, ni reptiles…
No hay plantas, ni árboles, ni flores…

Ser intemporal. No hay genes
ancestrales. Es siempre la misma
sustancia. Tenemos casi cuatro
mil millones de años.

La perspectiva genocéntrica.
La perfecta contemplación.
Estamos en todas y cada una
de las formas vivas. Libando,
pastando, devorando…
enraizando, floreciendo…
Contemplo y me contemplo.
La coexistencia sublime.

15.

La sustancia viviente única.
La sustancia que a sí misma
se tiene, que a sí misma se posee.

Se cumple el círculo; se cierra
en sí misma, consigo misma
–es el anillo; son las bodas.  

La experiencia misteriosa;
la experiencia sublime.
Autognosis.

16.

No hay ‘tú’, no hay otro, sólo ‘yo’.

Siempre habla la vida,
siempre es la voz
de lo Uno primordial.
En todo momento
y en todo lugar.

No hay sino ‘uno’.

Allí donde ames,
allí donde odies,
a ti mismo te amas,
a ti mismo te odias.

En lo grande y en lo pequeño;
dentro y fuera.

17.

Nos, la vida;
Nos, la luz.

18.

Un buen día me di cuenta
de que a mis escritos
les faltaba aire, espacio
–les faltaba respirar.


*****
 
Hasta la próxima,
Manu

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