Genogramas
XXVIII.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (24/02/20).
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1.
Garcilaso.
Hernández. Los poetas
guerreros.
Las múltiples y encontradas
impresiones
que nos suscita la mujer .
Jamás
sabremos nada de lo que piensa
la
mujer. Y esto ha de contar como
una
faceta más de su poder.
En
la mujer debemos esperar siempre
lo
inesperado. Porque es capaz de todo.
Porque
es la vida misma. La plenitud
de
la vida. La vida en su plenitud.
En
su máxima exuberante expresión.
Su
mayor logro. Su éxito.
La
mujer tiene el plus. Tiene más
responsabilidad,
y más poder. Sufre
por
ello más. Es incluso más frágil
que
el varón, más delicada, más
necesitada,
más expuesta. A fin
de
cuentas está por completo
indefensa
en la hora del parto,
en
la hora mayor, en la más grande.
Cuando
da a luz y contempla su obra.
La
obra de la vida que ella misma es.
La
mujer oculta, cubre, vela su
potencia,
su poder. Lo que sólo
ella
puede. Ser madre.
La
mujer cubre, simula todo su
sufrimiento,
todo su dolor, toda
su
carga. La más responsable
y
frágil. Se nos aparece indiferente
y
como ajena. Frívola. Maquillada.
Alegre.
Vela su indefensión,
su
debilidad. Su responsabilidad.
Su
carga. Su temor. Su miedo incluso.
La
más amenazada. La más en peligro.
Necesita
más amor, más reconocimiento,
más
respeto; más distancia, más temor.
¿Animal
frívolo… de tan profundo?
Oculta
su profundidad. Su potencia.
Pero
también su fragilidad,
su
temor, su inseguridad.
Que
nos tomemos en serio su frivolidad,
sus travesuras. Alegres, divertidas,
regocijantes.
Que juguemos en serio,
nosotros
también. Esto pretenden.
Porque
es la que más sufre. La que
engendra
la belleza, la alegría,
la
despreocupación. No lo olvidemos.
Engendra
el alivio ante tanta tensión.
2.
‘X’
y ‘Y’. Mujeres y hombres.
Nos,
las unidades sexuadas.
Genousse
y Genoussin.
La mujer, ¿busca un igual? ¿Su no
mandar
no es, quizás, un rasgo
del
comportamiento entre iguales?
Lejos,
inter nos, el mandar y el obedecer.
Ese
juego. Tú eres mi igual, ni mi señor,
ni
mi amo. Soy yo quien te tomo como
mi
igual. Esto parece decirnos. Como
soberanos,
inter pares, ésta es la pareja
de
amor. Ella, la señora, busca un igual.
Simplemente.
El
varón es, justamente, el despistado,
el
desorientado. El que no se entera,
el
que no acaba de enterarse. Cuando
la
mujer nos acepta es que nos considera
su
igual. La mujer se entrega en el amor,
como
el hombre en la amistad.
La
relación que se da entre amigos
–inter
pares–, es la relación que
la
mujer sólo concibe en el amor.
Somos
evaluados como afines o no.
Como
compatibles o no. Nuestra figura,
nuestro
aspecto, es ‘leído’, ni más ni menos
que
decodificado, visto. La mujer es experta
en
señales, en leer matices, en ‘leerlo’ todo.
Mira
cómo la mujer contempla
nuestro
pueril aire de superioridad.
Cómo
nos consiente semejante
‘creencia’,
semejante estupidez.
El
varón no está a la altura de la sagacidad,
de
la astucia, de la inteligencia en la mujer,
de
la ‘X’, de la compañera. Nuestra
profundidad
y potencia es nada.
Como
un niño hemos de comportarnos
con
la mujer. Ponernos en sus manos.
Cuando
una mujer valiosa –que las hay–
nos
considera, repara en nosotros
y
nos mira bien. Cuando nos considera
a
su altura y profundidad, suficiente…
El
escenario sexual, el juego del amor,
es
vital para la vida. Nos es vital, esencial.
Hay
que jugarlo bien. El bien emparejar.
Se
coadyuva a la selección;
a
la excelencia, a lo mejor.
3.
Amamos,
no meramente vivimos.
O
bien, vivir es amar.
Amar
la vida y amar vivir.
Es
pasión tal vez secundaria,
derivada.
Se ama por exceso.
Cuando hay, donde hay.
Cuando
hay plenitud, hay amor.
Se
ama necesariamente.
El
amor es signo, síntoma
de
riqueza, en primer lugar.
Sólo
donde la vida rebosa.
El
amor es virtud concomitante;
don,
gracia. El amor es efecto,
faz,
refracción; es síntoma, señal.
Involuntaria
corona de los ricos,
de
los que tienen, de los que poseen.
Enseña
involuntaria e indeliberada;
señal
inequívoca de poder, de potencia,
de
plenitud, de haber.
No
el que ama es más fuerte,
sino
que el fuerte es el que ama.
No
se ama por defecto, sino por exceso.
Contra
Platón; contra todos.
Es
la plenitud la que engendra amor.
Sólo
la plenitud conoce el amor.
4.
La
aurora boreal ocurre cuando
se
encuentran el viento solar
y
la atmósfera. La aurora boreal
tiene
un padre y una madre.
El
enunciado mismo puede ser
‘trasportado’
a una u otra ‘voz’,
interpretado
de varios modos.
Varios
los modos, las escalas,
las
‘claves’.
El
oído polifónico capaz de captar
un
‘ricercare’ a varias voces.
Falta
el arte de leer con ojos múltiples.
También
el ojo, la mirada, ha de ser
capaz
de descomponer la luz incidente.
Un
prisma, pues, hemos de ser.
5.
Sensibles
hasta la nausea. Hay que conocer
la
nausea. El asco de ciertas cosas: de ciertas
atmósferas,
de ciertos lugares, de ciertos modos,
de
ciertos hábitos… Repulsiones, antípodas.
La
suciedad, la mendacidad, la impudicia…
la
apartamos de nuestro camino.
Sensibilidad,
pues, para lo nuestro.
Lo
que nos viene bien, nos sienta bien,
es
bueno para nosotros. Lo que nos viene
como
anillo al dedo. Lo que nos robustece,
nos
da firmeza. Lo que nos hace más fuertes.
Lo
nuestro en suma. Más de lo nuestro.
6.
Ser
el árbol. Se tienen las huellas
de
todos los sucesos. De los hachazos,
de
las punciones, de las amputaciones…
de
la tala torpe y grosera. De todo.
7.
Terrible
bondad. Terrible belleza.
Terrible
verdad. Lo más alto.
Todo
lo grande es terrible.
Sobrehumano.
Inmortal.
Estremecedor.
Sobrecogedor.
Le
sucede al hombre con la mujer
–con
aquella que poderosamente
nos
atrae. Su terribilidad. La mujer
terrible.
La mujer mujer. Lo que puede
la
amada con su sola presencia.
Seamos
honestos los varones.
Qué
más da, ¿acaso ellas no lo saben?
No
tienen que hacer apenas nada
para
tenernos a sus pies.
El
caso Nietzsche-von Salomé.
Nietzsche
perdió totalmente la cabeza
por
esta mujer. Lo trastornó por completo.
El
poder turbador, perturbador, de la mujer;
de
lo bello terrible, de lo bello sublime.
El
amante se estremece ante la sola
presencia
de la amada; ante la sola
presencia
de lo que ama.
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Saludos,
Manu