Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

martes, 27 de abril de 2021

234) Genogramas LVI

 

Genogramas LVI.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (27/04/21).

 

                                                                  *****

 

1.

Es un neolítico no superado el periodo

que vivimos en las sociedades occidentales.

Un neolítico tardío, un período de transición.

Durará siglos, tal vez. Pero vencerá al fin

la nueva mirada, la nueva luz. La rueda

ya ha comenzado a girar. Hacia el nuevo

período, hacia la nueva era. El nuevo ciclo

ya ha comenzado.

 

2.

Seis mil años de neolítico histórico,

seis mil años de escritura. Período medio,

Edad media generalizada. Este séptimo

milenio es el primero de una  nueva era. 

En los dos últimos siglos están los Padres

y las Madres; los creadores, los generadores

de este nuevo período. Apenas empezamos.

 

Así como los protobiontes del pasado

comenzaron a metabolizar oxígeno

y a transformar la atmósfera del planeta.

Éste es el papel de los futuros. El clima,

la atmósfera adecuada a las nuevas criaturas

por venir. El aire, el agua, la luz. Purificar,

renovar, innovar. En la tierra y en el cielo.

 

La nueva mirada apenas se ejerce,

no circulan suficientes simbolemas

y culturemas nuevos. Necesitamos

la nueva atmósfera, el nuevo alimento,

la nueva luz.

 

Vivimos algo más que la postmodernidad,

vivimos el post-neolítico. No es un breve

período el que se cierra, son miles de años

los que se dejan atrás. Ésta es la grandeza

de nuestro tiempo. Sólo en los albores

del neolítico se vivió algo semejante.

 

Nos ha venido este futuro. Es un nuevo

espacio, un lugar nuevo. Desde donde ser,

desde donde hablar. De otro modo

nos percibimos, de otro modo

nos concebimos.

 

Las nuevas prácticas y los nuevos

saberes del hombre de principios

del neolítico acabaron trasformando

la visión que éste tenía acerca de sí mismo

(la mirada paleolítica). Se hizo otro, mutó,

cambió. Pecó de hibris, de soberbia,

de arrogancia, la nueva criatura, sin embargo.

Se creyó criatura especial, más allá incluso

de la naturaleza, otra cosa que naturaleza.

Con el neolítico comienza la desacralización

de la naturaleza. Se explota sin piedad al resto

de las formas vivas, se las manipula sin escrúpulos.

El pecado del hombre del neolítico (sucedió

en todas las civilizaciones y tradiciones culturales).

El que aún hoy se comete –en  nombre,

precisamente, de aquel o aquellos ‘hombres’.

El menosprecio del resto de la naturaleza,

que está poco menos que a su servicio.

Es ese ‘hombre’ el que sigue

actuando y protagonizando en nuestra

sociedades ‘avanzadas’.

 

En tanto perduren y dominen los mundos

y los hombres del neolítico, perdurarán

los males que padecemos en la naturaleza

y en la cultura; en la tierra y en el cielo.

 

En otro orden de cosas, nuestras

sociedades avanzadas son típicamente

decadentes. Se solazan en el cieno,

en la podredumbre, en la canalla;

se encanallan. Gustan de lo zafio,

de lo soez, de lo vulgar. Se ensalza

al ladrón, al timador,  al mentiroso,

al trepa –son nuestros héroes en los relatos,

películas, o series de ficción. Nuestras

comedias televisivas están repletas

de personajes y comportamientos

detestables, y nuestras calles. Es la bajeza,

el punto más bajo en el que puede caer

una sociedad. El envilecimiento

colectivo. Es la memoria que vais

a dejar de vosotros. Los últimos hombres.

Vuestro imaginario colectivo y vuestra

vida cotidiana. Mientras agoniza el neolítico

y nace un mundo nuevo.

 

No son estas generaciones aptas

para el nuevo período, ni dignas de él.

 

A los futuros espero.

 

3.

Neolítico, antropocentrismo,

y nihilismo, están íntimamente

relacionados. Desde Sumer,

desde Egipto, desde China…

pasando por Grecia y Roma.

El nihilismo, activo o pasivo,

en las ideologías y culturas

del periodo gira en torno al hombre.

Su ser, su sentido, su destino.

No preocupa otra cosa.

 

La desacralización de la naturaleza,

la cosificación. El menosprecio,

la indiferencia hacia el resto

de la naturaleza, viva o inerte.

Útiles, recursos para el hombre.

La tecnología invasora y destructora

aquí y allá –desde el principio.

 

No es el fin de la historia

lo que vivimos, sino de un período

histórico determinado, el neolítico.

Los últimos ocho o diez mil años.

 

En realidad todo el pasado humano

es dejado atrás. Es una mutación,

una metamorfosis. Un cambio

sin precedentes.

 

4.

En sólo tres pasos hemos dejado

atrás al neolítico. El dado por las ciencias

físicas, el dado por las ciencias de la vida,

y el dado por las ciencias del hombre.

 

Ésta es la cultura de la que ahora

gozamos, la luz nueva. Los parámetros

simbólicos nuevos, los formantes

de nuestro ser nuevo, renovado, futuro.

Los mundos y discursos del neolítico

desaparecerán tarde o temprano.

 

5.

El panorama social está roto,

resquebrajado; escindido

y enfrentado. Secciones, sectas;

sectores sociales enfrentados política

y culturalmente. Estas sociedades

nihilistas nuestras.

 

Forma parte de ese panorama un buen

porcentaje de seres de los que podríamos

decir que componen el sector nulo

de nuestras sociedades. Seres socialmente

anulados. No se puede contar con ellos

para nada en común. Faltos de interés

por las cosas, por la vida; incultos,

ignorantes. Indiferentes a todo lo esencial.

Su ‘cultura’ (de masas); su gusto por la basura

cultural (televisiva y otras). Su cinismo,

su hedonismo, su ‘individualismo’

(siendo, como son,  los más adocenados).

Pequeños egoístas. Malos ciudadanos,

malos padres, malos hijos, malos hermanos,

malos amigos, malos amantes.

 

Sólo una minoría se salva. Son los necesarios,

los creativos; los claros, los lúcidos.

Los responsables también, los honestos;

los puros. Los constructores del futuro,

que afortunadamente nunca faltan.

 

6.

Tenemos que avivar el fuego,

y esto no podemos hacerlo

más que por medio de la palabra.

Calor y luz. Se precisa la palabra

encendida capaz de poner

en movimiento árboles

y de ablandar rocas…

Avivar, encender; conmover,

remover; iluminar, aclarar…

desvelar.


Ésta es la labor que nos queda.

A la manera de aquellos

‘maestros de la verdad’ de la Grecia

arcaica. Es la Atenea militante,

la Atenea Promachos; armada

y preparada para la batalla.

Tenemos que estar armados,

armados de conocimiento y de verdad.

 

7.

Son momentos trascendentales

los que vivimos, más allá

de las regresiones culturales

que eventualmente podamos

padecer. Los mundos del neolítico

han perecido; el nuevo mundo,

más universal que nunca, está

en estos momentos haciéndose,

forjándose. Este mundo nuevo

se impondrá sobre todos; a todos

vencerá y convencerá. Y lo hará solo,

por sus propios méritos. Por su justicia,

por su bondad, y por su verdad.

 

*****


Hasta la próxima,

Manu

viernes, 9 de abril de 2021

233) Genogramas LV

 

Genogramas LV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/04/21).

 

                                                                  *****


1.

Un gran ciclo ha comenzado.

No para la humanidad, sino

para la vida. Para Nos, la vida.

Para Genousse y Genoussin.

 

La humanidad es trascendida,

dejada atrás –el antropomorfismo,

el antropocentrismo. Es un nuevo

mundo, un nuevo día, una nueva aurora.

 

¿Cuánto tiempo tardará la luz

de esta estrella, de este amanecer,

en iluminarnos plenamente?

¿Para cuándo esa ilustración?

 

Es renovación, transformación,

evolución, mutación simbólica.

Es un saber nuevo y universal.

 

Es una nueva razón. Se cambia

la mirada, el lugar. Es otro lugar,

otro espacio. El lugar desde el cual

se mira; no como individuo, no como

humanidad, sino como vida.

Desde la misma vida.

 

Nuestro ser impalpable,

diminuto; nuestro ser último;

nuestro ser genético.

 

2. 

Los mitos acerca del origen

del hombre que se produjeron

durante el neolítico, vengan

de donde vengan, no nos dicen nada.

 

Como seres genéticos tenemos

la edad de la vida. Millones de años.

El ser genético es nuestro ser primordial,

nuestro ser único (nuestro genouma).

Tiene la edad de la vida. Es una razón,

un fragmento ordenado y sexuado

de la sustancia viviente única,

virtualmente imperecedera.

 

La vida se perpetúa a sí misma.

A sí misma se sucede. Generación

tras generación. En la tierra

y en el cielo.

 

Nos, la vida; nos, la luz.

 

3.

Como vida hemos de argumentar,

desde la misma vida; desde la sustancia

viviente única. Con el lenguaje adecuado

(el bioquímico o el ecológico).

Las razones de la vida.

 

4.

Sigue sonando el silbo tenebroso.

Sigue su discurso, su voz.

Sus antropologías, sus teologías,

sus sociologías… sus mundos.

 

No tienen ya nada que decir vuestros

‘hombres’, o vuestros ‘mundos’.

Habláis en vano. Todas vuestras

concepciones del hombre o de la vida

han sido ampliamente refutadas

por la revelación del genouma,

por la lógica de lo viviente.

Habéis quedado definitivamente

atrás. Nada tienen que decirnos

ya las teorías de la naturaleza

o del hombre que surgieron

a lo largo del neolítico histórico

–desde Sumer, y hasta casi nuestros

días. No nos dicen.

Ni siquiera se nos aproximan.

 

Hoy el cariotipo humano queda

plenamente parametrizado

en la naturaleza y en la cultura.

De modo nuevo nos sabemos,

y nos decimos. En nuestras escuelas,

en nuestras calles. Estamos fuera

de aquellos discursos.

 

Este saber nuevo se irá integrando

más y más en nuestro ser simbólico.

Nos transformaremos. Seremos otros.

 

Seres biosimbólicos, seres futuros.

Los pocos que hoy circulan aquí

y allá en el planeta. Seres renovados,

nuevos; semillas de futuro.

 

Más allá del hombre, en verdad.

Las criaturas del nuevo período.

 

5.

Mediante el ser simbólico la sustancia

genética, la sustancia viviente única,

ha logrado acceder a sí misma.

No ha sido fácil el camino. Desde

donde la memoria simbólica alcanza

hasta nuestros días podemos seguir

las incidencias del camino aquí y allá.

Las diversas culturas, y los diversos ‘hombres’.

 

No es una nueva ética lo que necesitamos,

sino toda una cultura, una mirada nueva;

un mundo nuevo. Previa autognosis.

No salimos del antropocentrismo

(los ‘humanismos’ pululan), ni siguiera

en las corrientes  más próximas a nuestros días

como el ecologismo y el post-modernismo.

 

Período neolítico, período antropocéntrico,

fenocéntrico; lejos del sol, del centro,

del genocentro. Lejos de nosotros mismos. 

Lejos de la verdad, de nuestra verdad.

 

No nos sabemos aún como sustancia

viviente única. No somos aún

el verdadero sujeto. El ‘hombre’

usurpa el lugar del centro;

el fenotipo usurpa o ignora

al genotipo, la criatura al creador.

No hablamos aún como sustancia

viviente única. No somos aún

lo que somos.


En nosotros habla la vida, aunque

confundida y alienada (en una

de sus criaturas). No ha sido fácil

el camino hacia nosotros mismos.

La revelación del ser genético,

de nuestro ser primordial y único.

La pulsión de conocimiento y de verdad

nos ha conducido aquí. Este saber

y esta verdad nos transformarán;

serán comunes y consustanciales,

simbólicas. Habrá seres biosimbólicos

 nuevos, distintos, otros.

 

Ése es el futuro por venir, el nuevo

período que inauguramos. Nos,

las nuevas criaturas; las criaturas

renovadas; los seres nuevos.

 

Hay ya visiones no humanas.

La genómica, la ecología, la etología…

Son los caminos nuevos hacia

la autognosis, y hacia el renacimiento.

Nuestro ser simbólico y nuestro ser

genético están descifrados. Hemos

llegado al final de este camino.

El período antropocéntrico ha terminado.

El hombre ha desaparecido.

 

La perspectiva genocéntrica es la que

ha de venir. Más allá de los planteamientos

antropocéntricos del neolítico.

Más allá del cariotipo humano.

Esto es lo que inauguramos.

El nuevo período que ya vivimos. 

Nos, la vida.

 

6.

Un amor lleno de silencio y complicidad.

El amor nuevo. Es la vida quien ama;

la sustancia viviente única. Se ama a sí misma.

Queda por vivir y por pensar este amor

nuevo. Fragmentos, cifras genéticas

sexuadas que se buscan. Ya no ciegamente.

Ahora sabemos. Es natural que este saber

nuevo transforme la vivencia del amor,

de la pasión amorosa. Se requiere un nuevo

lenguaje. Porque no habla ya el fenotipo,

el hombre, o el mero ser simbólico, sino el ser

viviente único, el ser que se sabe.


7.

La revelación del genouma pulveriza

al hombre y al mundo tal y como

los conciben las ideologías religiosas,

filosóficas, políticas… del pasado.

Los mundos del neolítico han perdido

valor, significación, sentido;

han quedado devaluados.

 

Al espejo en el que nos mirábamos

se le fue el azogue. Nada cabalmente

del pasado nos sirve. Nuestra perspectiva

es otra. Nuestro camino es nuevo.

Genocéntrico, biocéntrico.

 

Hay que empezar a producir desde ya

metabolitos simbólicos, simbolemas;

la atmósfera espiritual del futuro. 

Los seres nuevos carecemos

de literatura, de filosofía,

de cine, de música… de cultura.

Queda todo por hacer.

 

Vivimos la aurora de un nuevo período.

Son tiempos inaugurales, primeros.

Son también tiempos de transición.

Lo viejo se desmorona lentamente,

lo radicalmente nuevo es aún escaso.

Tiempos mezclados, tiempos impuros.

No acaba de amanecer del todo.

Apenas destellos, apenas luz.

Apenas nada que llevarnos

a la boca. Apenas aire nuevo.

 

*****


Saludos,

Manu