Genogramas
LVII.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (09/05/21).
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1.
La comunidad de la aurora.
Nosotros cultivamos las auroras,
los renacimientos. Amamos el alba,
la mañana, las primeras luces del día.
Hay obstáculos que vencer, y amenazas.
No regeneraremos la mañana sin esfuerzo:
no bastará invocarla con palabras sinceras.
La arrebatada luz habrá que conquistarla .
Ya suenan los vientos favorables.
Se aprestan los combatientes.
Toda la atmósfera está revuelta.
Viene la tormenta, la tempestad;
viene la acción. Volveremos
a conocer la alegría de la victoria.
Recuperada la voluntad de futuro;
el espíritu auroral. Recuperada
la juventud; las aguas
de la eterna juventud.
Vendrá una nueva mañana;
tendremos nuevo día.
2.
Liberarnos, recuperarnos,
purgarnos. Deshacernos
de los fantasmas del neolítico.
De esto se trata. Sudarlos como
una mala fiebre. Expulsarlos,
arrojarlos fuera de nosotros;
de nuestras tierras, de nuestras
vidas. Purificarnos. Librarnos
de nuestro mal. Sanar.
3.
Amigo mío, en el combate
se encuentran la luz y la libertad.
Claridad, vigor, y entusiasmo te deseo.
Que el ser que desata y libera
esté con todos nosotros.
4.
Hemos de
ser más fuertes
que la
enfermedad, más vigorosos
que el
mal que nos invade.
Clarividencia
y coraje les deseo
a
los futuros ‘nexus’ para salir
de
los laberintos del neolítico,
para
derribar esos muros;
para
recuperar la luz,
para
respirar aire puro.
Para
vencer, al fin.
5.
Nuestro espacio. Nuestro aire,
y nuestra luz. Allí donde
nos instruimos; allí donde
bebemos de las fuentes
de nuestro saber.
Una dulce tormenta.
Un murmullo, un clamor,
un fervor colectivo,
luminoso, radiante;
como una aurora.
Nuestro despertar,
nuestro renacer,
nuestra victoria.
6.
La
sustancia genética, único sujeto
de
toda actividad biológica,
es
el ser de todo ente vivo.
El
ser del árbol, y el del ave
–aquello
que les hacer ser
lo
que son–, es uno y el mismo.
La vida es el ser que nos importa
en primer lugar, pues nosotros
somos la vida. La interrogación
por el ser propio conduce
a la sustancia viviente única.
Todo cuanto podamos saber
acerca de la sustancia genética
(desde el nivel vírico y microbiano
al humano), sobre nosotros
lo sabemos.
Hablamos de los ácidos nucléicos
que conforman nuestro ser genético;
de la sustancia genética; de nuestro
ser primordial y único. De la sustancia
creadora de los diversas formas vivas,
de los innumerables cariotipos
que pueblan el planeta. Parafraseando
a Aristóteles podemos decir de tal
sustancia que “es orden que ordena,
y forma que informa”. Orden y forma.
Es el alma, sin duda, de toda criatura
–su particular genouma, su genotipo específico.
Los
genotipos son variaciones
de
un cariotipo específico.
La
sustancia genética aparece
siempre
encarnada, provista
de
soma. El genotipo se hace carne,
se
despliega en su fenotipo.
El
soma –el fenotipo– es para
el
genouma protección, defensa,
vehículo,
transporte, puente
hacia
el futuro (mediante
la
reproducción)… Un medio,
un
instrumento.
El
ser genético o natural (orden y forma)
subyace
al ser simbólico o cultural
en
todo momento y lugar. Es primero
y
único. La sustancia genética,
siempre
una y la misma, es el origen
absoluto
–el centro único de la vida
en
este planeta. El ser simbólico
no
es otro que el ser genético instruido
según
una determinada cultura
–el momento y el lugar en el que
viene
a ser le dotará de un determinado
ser lingüístico-cultural, social, e histórico.
El
fenotipo, pues, responde al genotipo,
el
genotipo al cariotipo, y el cariotipo,
a
su vez, a la sustancia viviente única.
Todo
lo que podamos decir acerca
del
comportamiento (de los modos
y
maneras de ser) de los seres vivos,
de
la sustancia viviente única lo decimos.
Lo Uno primordial, la voluntad, la fuerza…
la voluntad de poder. Las intuiciones
de Schopenhauer y Nietzsche hay que
trasladarlas al lenguaje biocéntrico,
o genocéntrico. En todo lugar se habla
de la sustancia genética, de la sustancia
viviente única, del único ser vivo,
del único que subyace a toda actividad,
a todo fenómeno viviente; del único sujeto.
Ese ser único que se multiplica,
que se escinde, que se fragmenta…
El ingeniero, el creador, el generador.
Lo Uno primordial; la sustancia
viviente única. Nos.
7.
La ‘representación’ del
mundo
(cualquiera que ésta sea, se diría)
es esencial para todos los seres vivos.
Los éxitos evolutivos de estos dependen
de la bondad de sus ‘representaciones’,
de cuan pertinente y necesaria es su
información –el mundo creado.
La ‘representación’ lograda
es aquella que mejor sirve a nuestra
supervivencia. La ‘representación’ es cosa
de la sustancia genética. Es la misma vida
la que genera el mundo en el ha de moverse.
Los receptores de información
son fundamentales en la célula.
Son varios los parámetros a tener
en cuenta: información química,
mecánica, luminosa, eléctrica…
Dominar el medio. Ésta es la interacción
que los seres vivos tienen con su entorno.
Dominar aquí es moverse con pericia
y soltura en un mundo fluyente,
en perpetuo devenir; con cambios
súbitos e inesperados ya favorables,
ya adversos. La información aquí
es vital. Con esa información
la sustancia genética que subyace
en los diversos seres vivos se construye
el mundo exterior (a la medida de cada
cariotipo). Es una ‘representación’
de ese mundo que está más allá
de la membrana plasmática, de la piel;
es en esa ‘representación’ del mundo
por donde voy, por donde vamos
–por donde nos movemos y somos.
El mundo como ‘representación’ ha de estar
ya incluso en las más simples de las criaturas
(en los monocelulares desprovistos de núcleo).
Cada instante se pondera el medio, se recaba
información. Los genoumas se hacen una ‘idea’
del entorno mediante la información que de él
le traen los receptores. Para poder responder
en consecuencia se ha de controlar o dominar
el medio. Es esencial para la supervivencia
el adelantarse, el saber por dónde se va.
En lo grande y en lo pequeño.
*****
Saludos,
Manu
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