Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 9 de mayo de 2021

235) Genogramas LVII

Genogramas LVII.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/05/21).

 

                                                                  *****

 

1.

La comunidad de la aurora.

Nosotros cultivamos las auroras,

los renacimientos. Amamos el alba,

la mañana, las primeras luces del día.

 

Hay obstáculos que vencer, y amenazas.

No regeneraremos la mañana sin esfuerzo:

no bastará invocarla con palabras sinceras.

La arrebatada luz habrá que conquistarla .

 

Ya suenan los vientos favorables.

Se aprestan los combatientes.

Toda la atmósfera está revuelta.

Viene la tormenta, la tempestad;

viene la acción. Volveremos

a conocer la alegría de la victoria.

 

Recuperada la voluntad de futuro;

el espíritu auroral. Recuperada

la juventud; las aguas

de la eterna juventud.

 

Vendrá una nueva mañana;

tendremos nuevo día.

 

2.

Liberarnos, recuperarnos,

purgarnos. Deshacernos

de los fantasmas del neolítico.

De esto se trata. Sudarlos como

una mala fiebre. Expulsarlos,

arrojarlos fuera de nosotros;

de nuestras tierras, de nuestras

vidas. Purificarnos. Librarnos

de nuestro mal. Sanar.

 

3.

Amigo mío, en el combate

se encuentran la luz y la libertad.

Claridad, vigor, y entusiasmo te deseo.

Que el ser que desata y libera

esté con todos nosotros.

 

4.

Hemos de ser más fuertes

que la enfermedad, más vigorosos

que el mal que nos invade.

 

Clarividencia y coraje les deseo

a los futuros ‘nexus’ para salir

de los laberintos del neolítico,

para derribar esos muros;

para recuperar la luz,

para respirar aire puro.

Para vencer, al fin.

 

5.

Nuestro espacio. Nuestro aire,

y nuestra luz. Allí donde

nos instruimos; allí donde

bebemos de las fuentes

de nuestro saber.

 

Una dulce tormenta.

Un murmullo, un clamor,

un fervor colectivo,

luminoso, radiante;

como una aurora.

Nuestro despertar,

nuestro renacer,

nuestra victoria.

 

6.

La sustancia genética, único sujeto

de toda actividad biológica,

es el ser de todo ente vivo.

El ser del árbol, y el del ave

–aquello que les hacer ser

lo que son–, es uno y el mismo.

 

La vida es el ser que nos importa

en primer lugar, pues nosotros

somos la vida. La interrogación

por el ser propio conduce

a la sustancia viviente única.

Todo cuanto podamos saber

acerca de la sustancia genética

(desde el nivel vírico y microbiano

al humano), sobre nosotros

lo sabemos.

 

Hablamos de los ácidos nucléicos

que conforman nuestro ser genético;

de la sustancia genética; de nuestro

ser primordial y único. De la sustancia

creadora de los diversas formas vivas,

de los innumerables cariotipos

que pueblan el planeta. Parafraseando

a Aristóteles podemos decir de tal

sustancia que “es orden que ordena,

y forma que informa”. Orden y forma.

Es el alma, sin duda, de toda criatura

–su particular genouma, su genotipo específico.

 

Los genotipos son variaciones

de un cariotipo específico.

La sustancia genética aparece

siempre encarnada, provista

de soma. El genotipo se hace carne,

se despliega en su fenotipo.

El soma –el fenotipo–  es para

el genouma protección, defensa,

vehículo, transporte, puente

hacia el futuro (mediante

la reproducción)… Un medio,

un instrumento.

 

El ser genético o natural (orden y forma)

subyace al ser simbólico o cultural

en todo momento y lugar. Es primero

y único. La sustancia genética,

siempre una y la misma, es el origen

absoluto –el centro único de la vida

en este planeta. El ser simbólico

no es otro que el ser genético instruido

según una determinada cultura

–el  momento y el lugar en el que

viene a ser le dotará de un determinado

ser lingüístico-cultural, social, e histórico.

 

El fenotipo, pues, responde al genotipo,

el genotipo al cariotipo, y el cariotipo,

a su vez, a la sustancia viviente única.

Todo lo que podamos decir acerca

del comportamiento (de los modos

y maneras de ser) de los seres vivos,

de la sustancia viviente única lo decimos.

 

Lo Uno primordial, la voluntad, la fuerza…

la voluntad de poder. Las intuiciones

de Schopenhauer y Nietzsche hay que

trasladarlas al lenguaje biocéntrico,

o genocéntrico. En todo lugar se habla

de la sustancia genética, de la sustancia

viviente única, del único ser vivo,

del único que subyace a toda actividad,

a todo fenómeno viviente; del único sujeto.

 

Ese ser único que se multiplica,

que se escinde, que se fragmenta…

El ingeniero, el creador, el generador.

Lo Uno primordial; la sustancia

viviente única. Nos.

 

7.

La ‘representación’ del mundo

(cualquiera que ésta sea, se diría)

es esencial para todos los seres vivos.

Los éxitos evolutivos de estos dependen

de la bondad de sus ‘representaciones’,

de cuan pertinente y necesaria es su

información –el mundo creado.

La ‘representación’ lograda

es aquella que mejor sirve a nuestra

supervivencia. La ‘representación’ es cosa

de la sustancia genética. Es la misma vida

la que genera el mundo en el ha de moverse.

 

Los receptores de información

son fundamentales en la célula.

Son varios los parámetros a tener

en cuenta: información química,

mecánica, luminosa, eléctrica…

Dominar el medio. Ésta es la interacción

que los seres vivos tienen con su entorno.

 

Dominar aquí es moverse con pericia

y soltura en un mundo fluyente,

en perpetuo devenir; con cambios

súbitos e inesperados ya favorables,

ya adversos. La información aquí

es vital. Con esa información

la sustancia genética que subyace

en los diversos seres vivos se construye

el mundo exterior (a la medida de cada

cariotipo). Es una ‘representación’

de ese mundo que está más allá

de la membrana plasmática, de la piel;

es en esa ‘representación’ del mundo

por donde voy, por donde vamos

–por donde nos movemos y somos.

 

El mundo como ‘representación’ ha de estar

ya incluso en las más simples de las criaturas

(en los monocelulares desprovistos de núcleo).

Cada instante se pondera el medio, se recaba

información. Los genoumas se hacen una ‘idea’

del entorno mediante la información que de él

le traen los receptores. Para poder responder

en consecuencia se ha de controlar o dominar

el medio. Es esencial para la supervivencia

el adelantarse, el saber por dónde se va.

En lo grande y en lo pequeño.

 

*****

 

Saludos,

Manu 

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