Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

jueves, 24 de junio de 2021

238) Genogramas LX

 

Genogramas LX.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (24/06/21).

 

                                                                  *****


1.

No es la era técnica la que hará

desaparecer el antropocentrismo

y los mundos del neolítico. De hecho,

estos aún viven en nosotros

(en las tradiciones religiosas

judeo-cristiano-musulmanas,

en el hinduismo, en el budismo,

en la filosofía occidental,

en las ideologías políticas…

incluso en el lenguaje técnico

y jurídico que trata temas ecológicos

o de medio ambiente). El ‘hombre’

como criatura excepcional: como

centro de la naturaleza, como señor

de las criaturas, como rey de la creación…

Nuestro comportamiento con el resto

de los seres vivos, así como con el hábitat

geofísico (tierra, agua, aire…), lo denota.

Menosprecio, desprecio, indiferencia…

Seguimos siendo criaturas del neolítico

 en plena era técnica –nuestras

‘superestructuras ideológicas’,

nuestras ‘representaciones’, nuestros

‘mundos’, siguen siendo los del neolítico.

 

No es el subjetivismo, ni el ‘mundo

extenso’ de Descartes. Esto lo tenemos

ya en el ‘génesis’ judío. Descartes

es una muestra, un síntoma del período;

de ese antropocentrismo que impregna

todas las culturas y civilizaciones

del neolítico. El mundo moderno

y contemporáneo (la era técnica)

se mueve a sus anchas en tal

antropocentrismo –tiene patente

de corso. El ‘hombre’ es (sigue

siendo) el señor de la creación.


2.

El nuevo período que vivimos

lo inaugura la revelación,

el encuentro con la sustancia

viviente  única, con el ser único

nuestro. Los ‘humanismos’ resultan

ya absurdos, incoherentes… ofensivos.

El neolítico ha concluido.

 

Este descentramiento (o mejor,

recentramiento) lo padecerán

tarde o temprano todas las etnias,

todas las culturas; implica una mutación

espiritual sin precedentes. Afectará

a todos los pueblos de la tierra.

El antropocentrismo y los mundos

del neolítico (que aún alimentan

nuestras mentes), desaparecerán.

 

3.

El reino encantado. La pérdida

y la recuperación del ser.

La catarsis y la anamnesis.

La fuente del  olvido

y la fuente del recuerdo.

 

El doble camino, la bifurcación.

El camino que conduce al olvido

y el camino que conduce al recuerdo.

El camino ‘malo’ y el camino ‘bueno’.  

La decisión, la elección.

 

Lo que nos viene ‘bien’,

y lo que nos viene ‘mal’.

Lo que nos fortalece,

y lo que nos debilita.

Lo que nos sana,

y lo que nos enferma.

Discriminar; discernir.

 

Voluntad de esclarecimiento,

de verdad, de luz. Catarsis;

purificación. El no querer,

el no saber, el no probar.

Se rechaza el agua del olvido.

Se abandona el mal camino.

Es el tiempo del anhelo de otra agua.

 

Es el tiempo de encontrar los propios

manantiales. Es el tiempo del ‘dónde’,

y del ‘cómo’; del recuerdo,

de la rememoración. Se va, al fin,

por el buen camino –el que nos fortalece,

el que nos sana, el que nos vivifica,

el que nos ilumina.

 

Se acrisola el ser en este anhelo

y en esta búsqueda; se templa,

se cuece; se purga, se purifica.

Poco a poco desaparece la espuma,

la escoria. Inadvertidamente

se des-oculta, se revela,

emerge la realidad, la verdad, el ser.

 

El desvelamiento, el des-ocultamiento,

la emergencia del ser. El momento

sublime, el beso del recuerdo.

El despertar, el volver a la vida;

el volver a ser. La súbita anamnesis.

La misteriosa iluminación. El momento

misterioso. El baño de verdad y de luz.

La alegría.

 

Amigo, bebe de lo tuyo;

apura la copa del recuerdo.

Purifícate. Renace.

 

4.

El neolítico, en el cual aún vivimos

y al que podemos considerar como

una Edad Media generalizada

(entre el paleolítico, primer período,

y el post-neolítico, tercer período,

aún por nacer, aún sin nombre),

nos ha dejado secuelas indeseables.

Ha sido (y es) la era del antropocentrismo

(el endiosamiento del hombre), y el

consiguiente desarraigo o extrañamiento

de la naturaleza en los grupos humanos.

 

Es el período pleno de la codicia

de poder. Poder sobre todas las cosas,

sobre todos los entes. Sin medida,

sin control, sin freno. Es la época

de la adoración del poder –de dioses

(étnicos) poderosos, omnipotentes.

 

Se caracteriza por la explotación

despiadada y sin miramientos (sin medir

las consecuencias) de la naturaleza,

y la explotación del hombre por el hombre.

No es sólo, pues, el menosprecio del resto

de la naturaleza,  es también el menosprecio

del hombre por el hombre –que supone

el menosprecio o desprecio del hombre

por sí mismo. 

 

El arrogante proceder para con el resto

de la naturaleza que practican todas

las culturas del período –la soberbia,

la ‘hybris’ del neolítico que culmina

en la era tecnológica actual.

 

La era técnica es simplemente el culmen

de las prácticas de explotación del entorno

propias del antropocentrismo del neolítico.

El hombre es el centro, la medida

–de la naturaleza, y de la vida.

 

Los males del neolítico afectan a todas

las culturas  o civilizaciones del período.

Aún vivimos en el neolítico. Nuestros ‘mundos’

siguen siendo los ‘mundos’ (antropocéntricos

y antropomórficos) del neolítico. Sean los

religiosos/culturales clásicos (tradición

judeo-cristiano-musulmana, hinduismo,

budismo…), sean los políticos (comunismo,

democracia...) o filosóficos de última hora

(el existencialismo, el postmodernismo…).

No salimos, no acabamos de salir.

Y esto afecta (sigue afectando) a nuestro

comportamiento con la naturaleza

y con el resto de las sociedades humanas.

Se degrada sin tasa, sin freno, sin medida,

el entorno medioambiental. Se degradan

igualmente sin tasa las relaciones entre

los diversos grupos humanos.

 

El problema está, pues, en los modos

del neolítico, en sus ‘mundos’,

que aún nos dominan.

 

El nihilismo, pese a lo que pudiera parecer,

tiene su origen en las prácticas y modos

del neolítico. Todo el neolítico –hasta

el momento presente– está atravesado,

guiado, marcado… por el nihilismo.  

La codicia de poder y el nihilismo

son las verdaderas ideologías del neolítico;

sus motores. Sus dioses. Su aliento,

su espíritu. Su faz. Conducen a la muerte,

a la destrucción, a la aniquilación.

 

Es un reto, es un deber, para todas

las culturas y civilizaciones del presente,

superar este periodo de soberbia

y arrogancia; vencer la ceguera

de este sombrío periodo. Dejarlo atrás.

Nos va en ello el futuro, no sólo

el de las sociedades humanas,

también el futuro de la vida

en este planeta. Nos lo jugamos todo.

 

La transición hacia el tercer período

ni siquiera ha comenzado. Otra mente,

otro espíritu, otros mundos necesitamos.

Otras claves culturales. Un nuevo comienzo

para todos y cada uno de los pueblos.

 

Las ciencias de la vida –el saber

que acerca de la vida hoy tenemos–

iluminarán nuestros caminos.

El triunfo del genocentrismo

(la sustancia viviente única

que somos) ha de ser absoluto.

La ecología viene de suyo,

por supuesto (el futuro será

ecológico o no será).

 

*****


Saludos,

Manu

miércoles, 9 de junio de 2021

237) Geenogramas LIX

 

Genogramas LIX.

  

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/06/21).

 

                                                                  *****

 

1. 

Las predicaciones (religiosas, filosóficas,

o políticas) universalistas y nihilistas

en nuestros días. En el alba de este nuevo

período, en la aurora de una revolución

cultural que nada les debe, que ha sobrevenido

incluso a su pesar, y contra sus deseos

e inclinaciones; contra sus teorías,

sus visiones, sus delirios.

 

El descubrimiento de los ácidos nucléicos,

de la sustancia viviente única. La sustancia

genética es el ser único de todas las formas

vivas en este planeta.  No hay otro ente

viviente en este planeta; no hay otro ‘ser’.

Nosotros mismos somos ese ‘ser’. Hoy somos

más que biologistas. Hoy somos el mismo

centro, el mismo sol –la  fuente de luz.

Se trata de un  paso trascendental. El paso

del fenocentrismo al genocentrismo;

del fenómeno al ‘genoúmeno’.

 

Este saber inaugura un nuevo período,

un nuevo ciclo, que terminará afectando

a toda la humanidad (a todos los grupos

etno-culturales). Generará una nueva

espiritualidad, una nueva religiosidad,

un nuevo mundo. Tal como sucedió

cuando la transición del paleolítico

al neolítico.

 

Este nuevo período –su sabiduría

incipiente, su actitud–, enlaza

maravillosamente con el paleolítico,

con los pueblos naturales,

con los cazadores-recolectores,

con los primitivos, con las llamadas

religiones/culturas naturales. Pueblos

del primer período, podemos decir.

Sus leyendas, sus relatos; sus mundos

lingüístico-culturales, simbólicos.

Su actitud reverente, sagrada, hacia

el resto de las formas vivas, esa

hermandad intuida. El segundo

período es el neolítico, del que no

acabamos de salir.

 

El período neolítico ha sido, y será

en tanto dure, el más antropocéntrico

y antropomórfico de toda nuestra historia.

El más descentrado, el más alejado

de nuestra realidad –de  nuestra verdad.

 

Nunca fue el ‘hombre’ el centro, sino,

en todo momento, la sustancia genética,

la sustancia viviente única, la vida.

La materia pensante y volente, la materia

viviente; el único centro, el único ser.

 

2.

Este mundo ha de valer para el ‘hombre’,

ésta es la meta. Es el colmo del antropocentrismo

y el antropomorfismo; de todo ‘humanismo’.

Un mundo para el ‘hombre’. Y para qué hombre.

El que ha culminado en el pequeño ciudadano

hedonista, perezoso, y pusilánime de finales

del neolítico (en las culturas occidentales

–o tocadas por lo ‘occidental’).

 

3.

Querer nuestras ‘determinaciones’, decía Hegel.

Adorarlas, venerarlas –añado yo. Las biológicas,

las lingüístico-culturales, las históricas…

En estas determinaciones está cifrado

nuestro destino. Son las ‘madres’ del ser.

 

4. 

Lo primero para recuperar la salud

(la integridad, la libertad,

la independencia, la soberanía…

la palabra, el camino)

es la descontaminación

de la alienación ideológica,

cultural, espiritual, que

padecemos desde hace milenios.

Una limpieza que nos devuelva

el sentido, la conciencia, la memoria,

pero también la figura, el ser. Un baño

purificador que nos limpie

de lo impropio, de lo ajeno.

 

La limpieza de la que hablo es una vía

purificadora, un camino espiritual.

Con sus desiertos helados. Con sus ‘noches’.

Y con sus luces, sus iluminaciones.

Finalmente, y en tanto se prosiga

en este camino, viene la mañana,

la claridad, el día. De manera súbita

e inesperada se renace, se viene a la luz.

Se ‘sale’ de la noche y del frío.

De golpe, en un pestañeo.

Por esto lo reconoceréis.

 

El instante fulgurante, deslumbrante,

cegador. El instante del despertar.

El balbuceo, la alegría, la gratitud.

La gracia. Como un don. Como algo

que se recibe; como algo que por nosotros

mismos (deliberada y voluntariamente)

no nos podríamos proporcionar (ni imaginar).

Es el fruto de perseverar en el camino,

a pesar de las noches, de la negrura,

de la opacidad, del frío...; de la falta

de horizonte, de salida, de futuro.

Es una victoria, pues, el instante

misterioso; una victoria que se produce

en las catacumbas del ser.

El ser que se era, vuelve a nacer.

 

Aquellos que triunfan sobre la desolación,

la nada, y la muerte; los resucitados,

los renacidos. Los limpios, los claros.

Los que vienen, los futuros.

 

5.

Los laberintos del neolítico

Y sus minotauros.

 

6.

Hay algo místico, sublime,

grandioso… en los tiempos

nuevos por venir. Hay algo

arrebatador. Hay algo fuerte

y tremendo también. Hay algo

estremecedor. Éste es el cáliz

que te ofrezco; éste es nuestro

‘santo grial’. Bébelo;

apura la copa.

 

7. 

Nuestra voluntad de ser y de futuro.

Éste es el suelo, el lugar apropiado,

la buena tierra donde arraigar;

donde cumplir el nuevo arraigo;

donde brotar y florecer de nuevo.

 

8.

Una y la misma cosa

son la verdad, el ser,

la herencia, el hogar,

la libertad.

 

9.

Son pocos los que se salvan,

los que escapan de la masiva

alienación; de las perversas

tradiciones del neolítico.

Estos pocos salvos y despiertos

son los puros (los purificados),

los renacidos; las promesas de futuro.

 

10. 

Un futuro que no cesa

de anunciarse, de venir,

de estar presente. Un futuro

que nos está guardado,

que nos pertenece; un futuro

que hemos de cumplir;

un futuro nuestro.

 

11. 

El nuevo estadio,

el nuevo lugar,

el nuevo mundo.

El nuevo inicio.

 

El inicio nos precede.

El inicio está dado.

Nos encontramos

en el vórtice del inicio.

Ahora se trata de estar

a la altura del inicio.

 

12. 

Nueva poesía, nueva música,

nuevo arte, nueva paideia,

nueva cultura, nuevo amor…

para este eterno y recién nacido

ser nuestro. El ser sin nombre

ni apellido, el más puro ser,

el ser nuestro. Este viejo/nuevo

ser carece de poetas, de filósofos,

de creadores. Tampoco ha tenido

profetas, nadie le anunciaba.

Es el acontecimiento

de los acontecimientos.

 

A este nuevo ser todo lo que

escucha o ve le resulta rancio,

antiguo, neolítico; demasiado

superficial, demasiado humano.

Ahora el centro es la vida.

Ahora debe hablar la vida.

No la criatura, sino el creador.

 

*****


Saludos, 

Manu