Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

lunes, 26 de julio de 2021

240) Genogramas LXII

 

Genogramas LXII.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (26/07/21).

 

                                                                  *****


1.

No se trata, en ningún caso, de derechos

del ‘hombre’, sino de derechos de la vida.

El ‘hombre’, el cariotipo específico humano,

está subordinado a la vida. No se trata,

pues, de extender los derechos del hombre

al resto de los ‘animales’ (como dicen),

este es un lenguaje antropocéntrico aún;

neolítico, arcaico, pre-genocéntrico.

 

Velar por la vida. Éste es el cometido

de nuestra especie a partir de ahora.

Porque nuestra especie puede alcanzar

la conciencia de sí como sustancia

viviente única, más allá de su condición

cariotípica, étnica, o cultural. Ésta es

nuestra diferencia con respecto al resto

de las formas vivas. No como ‘hombre’,

pues, sino como ‘vida’ debemos pensar.

 

Esta conciencia que digo religará

en el futuro a todos los grupos humanos.

Crearemos sociedades más allá del hombre.

 

Podemos decir con total seguridad

que el período antropocéntrico

(fenocéntrico) ha quedado atrás

desde el descubrimiento de los ácidos

nucléicos. La criatura se ha esfumado,

ha desaparecido, ha dado paso al creador,

a la sustancia viviente única, que es el ser

de todo criatura, de toda forma viva.

 

En nosotros, el cariotipo específico

humano, no habla el hombre,

la criatura, sino el creador.

 

2.

La revolución silenciosa. La venida

inadvertida, inesperada, insospechada

de Xenus/Nexus.

 

Aún seguimos atrapados por variantes

antropocéntricas, por ideologías religiosas

o políticas del pasado. La etnia misma,

y el legado cultural, nos detienen,

nos impiden ir más allá de nuestra

condición fenotípica.

Dejar atrás, abandonar.

 

No un ‘hombre nuevo’ es lo futuro.

El ‘hombre’ quedó atrás. Pensar, actuar,

vivir… como sustancia viviente única,

desde la sustancia viviente única.

Renacer como sustancia viviente única.

 

Un nuevo comienzo absoluto. La conciencia,

el saber de sí de la misma vida.

El ‘ser’ recobrado, reconocido, puro.

El ‘ser’ único, la sustancia genética.

Nos, Genousse y Genoussin.

 

Crearlo todo de nuevo. Nueva cultura,

nueva sociedad, nueva civilización.

Todo por hacer. Las preocupaciones

humanas desaparecen; todo lo ‘humano’

desaparece. El centro ahora es la vida.

Inaugurar el período genocéntrico.

Milenios nos esperan.

 

No es una nueva fe, o una nueva creencia.

Es un saber. Un saber que trasciende

las etnias y las culturas. Un saber

que trasciende todo lo humano.

Nos movemos en el terreno del saber,

de la certeza; de un conocimiento

cierto, indubitable.

 

Hemos llegado a nosotros mismos; a Nos.

Un recorrido de millones de años.

Se ha requerido una especie inteligente

–un cariotipo concreto; una forma

específica, y capaz. La vida, siempre

inteligente, se ha dotado a sí misma

de órganos que le han permitido salir

a la luz, y reconocerse. Autoconciencia,

autognosis. Ha sido una revelación. 

 

Todos los tanteos del ‘hombre’…

No eran tanteos del ‘hombre’,

sino de la misma vida. Se buscaba

a sí misma. Quería su verdad.

Las tradiciones humanas

la distrajeron bastante tiempo;

la alienaron de sí. La vida descentrada;

centrada en la criatura, en ‘su’ obra. Detenida.

 

El ‘hombre’, la criatura, es un medio

para la vida; un instrumento, un útil;

un cuerpo, un vehículo –las formas vivas,

en general. Medios de supervivencia,

transportes… somas protectores. Nada más.

Importancia relativa de los fenotipos.

Lo que importa es el ‘ser’ único, lo único

verdaderamente vivo en la criatura.

 

3.

Pensar desde el genouma, desde

la sustancia genética. Como

sustancia genética. Desde

el ser único. Como el ser único.

 

Cambia el sujeto. Ya no habla

o actúa únicamente el ser meramente

simbólico (el ‘yo’ cultural’ –el hombre,

el fenotipo, la criatura…), sino el ser

biosimbólico, el genoma instruido

–el ‘genouma’. El ser creador

consciente de sí. Xenus/Nexus.

 

Habla la vida. Desde la vida.

En nombre de la vida.

 

Una espiritualidad desde el ser único.

Una cultura para el ser único.

Más allá del hombre, en verdad.

 

4.

Las ideologías humanas, demasiado

humanas, del neolítico nos tienen

atrapados; los antropocentrismos

del neolítico –los religiosos,

los políticos, los filosóficos…

 

El laberinto del neolítico.

Los mundos del neolítico.

 

5.

La conciencia de las masas desposeídas

en nuestros días está polarizada

por los mundos del neolítico (religiosos,

políticos, económicos, filosóficos…).

Las ideologías del período limitan

su visión –la antropomorfizan–,

y facilitan su instrumentalización

por las clases dominantes. Las ideologías

son las banderas, los estandartes

que ondean en los enfrentamientos

entre los diversos sistemas de explotación,

y de poder. Es un conflicto permanentemente

abierto, no entre pueblos o naciones,

sino entre élites codiciosas que compiten

entre sí por el poder. Las masas sociales

son, aquí y allá, ahora como entonces,

la fuerza de trabajo, la carne de cañón…

 

La revolución iniciada por Darwin

tiene una relevancia meramente

anecdótica en nuestras sociedades.

Carece de peso cultural. No marca

rumbo, no hace reflexionar.

La mirada que sobre este nuevo

mundo post-darwiniano se hace

es demasiado humana (darwinismo social,

etología humana, psicología evolutiva,

sociobiología…). No va más allá

de las criaturas, de los fenotipos,

no va al ‘centro’ –a la causa última.

Prevalece la mirada superficial,

relativa, interesada… de los diversos

grupos humanos (étnicos, culturales,

ideológicos, económicos, sociales…);

la perspectiva antropocéntrica. La perspectiva

no alude sólo al lugar desde el cual se mira,

sino también a ‘quién’ ocupa ese lugar.

 

El mundo de lo viviente tal y como

nos lo revelan las ciencias de la vida

desde el descubrimiento del ADN

apenas si ha tenido influencia en nuestra

vida cotidiana (nada ha cambiado desde

entonces).

 

El descubrimiento del ADN nos ha revelado

nuestra esencia única; nuestro ser único.

Por más que hables como ser humano,

la vida habla en ti. El sujeto ha cambiado.

Ya no habla la criatura, sino el creador.

 

Más allá de mi ser específicamente

humano (que responde al cariotipo

humano), y más allá de mi pertenencia

a un grupo étnico determinado

(que responde a un subtipo

del cariotipo humano), soy vida,

sustancia genética…

 

Los fenotipos son cuerpos, somas,

que la sustancia genética se proporciona.

Son funcionales –como vehículos, armas,

escudos… Los diversos ‘somas’ protegen

el delicado y frágil ser que somos.

El ‘cuerpo’ protege, transporta…

a la sustancia genética. La sustancia

genética es en todo momento

el piloto único de su ‘soma’.

 

Esta conciencia de nuestro ser único

es la que cambiará la faz del planeta.

El verdadero ecologismo está por venir,

y el conservacionismo…  La perspectiva

genocéntrica. Desde la sustancia viviente

única, desde los genes; desde Nos, como Nos.

 

Esto que digo es el indudable futuro.

No hay otro. No habrá otro. La ‘humanidad’ 

sobrepasada, dejada atrás. Sus discursos,

sus pretensiones, sus querellas…

 

Ese futuro es la salida única del pasado humano;

de nuestro pasado como humanos (como criaturas).

Es el único camino para llegar a ser lo que somos

–sustancia genética, sustancia viviente única.

 

*****

 

Hasta la próxima,

Manu

viernes, 9 de julio de 2021

239) Genogramas LXI

Genogramas LXI.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/07/21).

 

                                                                  *****

 

1. 

La noche sagrada

–la noche preñada,

la noche fecunda,

la noche que alumbra

la aurora y el día.

 

2.

La noche sagrada y el amor

clarificaron la atmósfera

y nos trajeron el día.

 

3.

Los mundos del neolítico se esfuman,

se extinguen, se difuminan, pierden

contorno y realidad. Se desdibujan cada día.

 

4.

Primero fue la sustancia viviente única.

Primero es la sustancia genética,

el ser genético. Todas las formas vivas

responden a diseños, a designios

de este demiurgo, de este creador.

Pululan en el agua, en la tierra, en el cielo.

El ser genético es el creador, el señor,

y el pastor de las criaturas todas;

de todas las formas vivas.

No hay otro ser creador.

 

El descubrimiento de la sustancia genética

y del código genético han sido para nosotros

(como formas vivas) como un proceso

de auto-conocimiento; como una revelación.

Ya no más hombre; ya no más criatura.

Ahora me conozco como sustancia

viviente única, como la misma vida;

como señor, como creador.

 

Este estadio deja atrás todo lo habido

o conocido, o creado, en punto a civilización

y cultura, por los seres humanos.

Vivimos en un nuevo período;

un período biocéntrico, genocéntrico.

 

Con respecto a nuestro ser genético

(único) todo  nuestro pasado yace

en la ignorancia. Ni paleolíticos

ni neolíticos se aproximaron a este nuestro ser.

 

5.

 

La era técnica actual cierra el ciclo

que se inicia cuando la agricultura

y la ganadería, cierra el ciclo

del neolítico, pertenece a éste.

Es un período extremadamente

antropocéntrico (fenocéntrico).

Todo sigue girando alrededor

del ‘hombre’; el ‘hombre’ sigue

siendo lo primero.

 

Superar la era técnica, la última

civilización del neolítico. Superar

de una vez por todas el antropocentrismo

 (el fenocentrismo) del neolítico.

 

6.

Aún seguimos comportándonos como

criaturas del neolítico. Nuestro

comportamiento hacia las otras

formas vivas lo denota. Se corrompe,

se explota, se ignora… Es la codicia.

La codicia antropocéntrica, fenocéntrica,

arcaica, neolítica… La codicia depredadora,

loca, necia, inconsciente… Indiferente

al futuro, y a los futuros.

 

Todo está perturbado. El árbol de la vida

está infecto, corrompido, maldito.

 

Es la obra del hombre del neolítico.

El que no acaba de desaparecer.

 

7.

Algún día se hablará de este nuevo

estadio, de este nuevo período.

Definitivo, a mi manera de ver.

Desde ahora sabemos quiénes somos.

Nosotros somos la vida. Éste es el saber

que cambiará la faz del planeta.

 

El saber acerca de nuestro ser

lo cambiará todo. El amor, la amistad,

la sociedad, la política, la ‘paideia’,

la ciencia, la economía, las artes…

Todo ha de estar ahora

a la altura de este saber.

 

Los renacidos a este nuevo período aún

carecen de arte, de ciencia, de sociedad…

Estos renacidos tienen la responsabilidad

de crear esa ‘cultura’ acorde con el nuevo

 saber. Crear la nueva ‘atmósfera’ espiritual,

simbólica; las nuevas condiciones espirituales

de existencia. Los renacidos,

los dos veces nacidos.

 

De momento no tenemos nada. Apenas

si podemos aprovechar algo del pasado

–por su extremado antropocentrismo.

Por su descentramiento, podríamos decir.

Nadie pudo adivinar. Nadie adivinó,

ni presagió, ni profetizó su llegada

–la llegada de Xenus/Nexus.

 

El nuevo período biocéntrico,

genocéntrico. Ahora el centro,

el sujeto, es la vida.

 

8.

No hay otra buena noticia que dar

a los pueblos del presente

–a los ‘humanos’ del presente.

Nuestra verdad, finalmente.

La verdad acerca de nuestro ser.

 

El cariotipo humano ha llegado

a su verdad. A la verdad de su ser;

de su ser único. Un ser que comparte

con el resto de las formas vivas,

de las criaturas. Un ser único.

Somos fragmentos cifrados

del ser único –del ‘Uno’. Nos.

 

Ahora devendremos el pastor del ser.

El cuidador del ser –de la vida.

 

Ya no más depredadores humanos.

Ya no más extraños a nuestro ser.

Ahora sabemos quiénes somos.

Ya no más engaños, ya no más

extrañamiento, ya no más ilusiones,

ya no más ignorancia…

 

9. 

Hablarnos, comunicarnos como

sustancia viviente única.

Que hable la vida en todo

momento y lugar. Que la

conciencia del ser único

que somos alcance a todos

los pueblos y culturas.

 

No la ‘humanidad’ (el cariotipo

humano en todas sus formas)

importa, sino la vida.

 

10. 

Lo primero es la conciencia de sí

como sustancia genética, como

sustancia viviente única

 

Conciencia de sí es saber de sí.

Saber de sí como sustancia

viviente única. Esta conciencia,

este saber, lo cambiará todo.

 

Las falsas conciencias. Conciencias

que nos alejan absolutamente

de nuestro ser primero –de nuestra

realidad, de nuestra verdad.

 

Ni la clase (social), ni la creencia

(religiosa o política), ni la pertenencia

a un grupo lingüístico-cultural

determinado, ni la pertenencia

a un grupo étnico determinado,

ni siquiera la genérica, la específica

‘humanidad’ (que nos hace caer

en el antropocentrismo)… Lo que importa

es nuestra condición de naturaleza viviente

única. Nosotros somos la vida, sin más.

 

11. 

Las creencias, las tradiciones del neolítico

que sobreviven (religiosas, filosóficas,

o políticas), perturban, separan

a los grupos humanos. También

las etnias y las culturas. Todo contribuye

a dividir y a enfrentar. Entorpecen la llegada,

el triunfo de la conciencia de sí genética.

Los grupos humanos han de dejar atrás

todas esas tradiciones y posiciones

para alcanzar la conciencia de sí genética.

Las comunidades humanas han de partir

de cero. Han de limpiarse, purificarse,

de las ataduras humanas, demasiado humanas

–de su antropocentrismo, en primer lugar;

de sus creencias, tradiciones, etnias o culturas.

 

Hablamos de una visión transcendente,

que trasciende las diferencias que entre

los individuos y los grupos humanos pudieran darse.

 

Es una nueva era, un nuevo comienzo absoluto.

Post-humano. No en nombre del hombre

o de la humanidad (el cariotipo específico,

la especie…), pues. Más allá de todo

humanismo, de todo antropocentrismo.

 

*****

 Hasta la próxima,

 Manu