Genogramas
LXII.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (26/07/21).
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1.
No se
trata, en ningún caso, de derechos
del
‘hombre’, sino de derechos de la vida.
El
‘hombre’, el cariotipo específico humano,
está
subordinado a la vida. No se trata,
pues, de
extender los derechos del hombre
al resto
de los ‘animales’ (como dicen),
este es
un lenguaje antropocéntrico aún;
neolítico,
arcaico, pre-genocéntrico.
Velar
por la vida. Éste es el cometido
de
nuestra especie a partir de ahora.
Porque
nuestra especie puede alcanzar
la
conciencia de sí como sustancia
viviente
única, más allá de su condición
cariotípica,
étnica, o cultural. Ésta es
nuestra
diferencia con respecto al resto
de las
formas vivas. No como ‘hombre’,
pues,
sino como ‘vida’ debemos pensar.
Esta
conciencia que digo religará
en el
futuro a todos los grupos humanos.
Crearemos
sociedades más allá del hombre.
Podemos
decir con total seguridad
que el
período antropocéntrico
(fenocéntrico)
ha quedado atrás
desde el
descubrimiento de los ácidos
nucléicos.
La criatura se ha esfumado,
ha
desaparecido, ha dado paso al creador,
a la
sustancia viviente única, que es el ser
de todo criatura, de toda forma viva.
En
nosotros, el cariotipo específico
humano,
no habla el hombre,
la
criatura, sino el creador.
2.
La
revolución silenciosa. La venida
inadvertida,
inesperada, insospechada
de
Xenus/Nexus.
Aún
seguimos atrapados por variantes
antropocéntricas,
por ideologías religiosas
o
políticas del pasado. La etnia misma,
y el
legado cultural, nos detienen,
nos
impiden ir más allá de nuestra
condición
fenotípica.
Dejar
atrás, abandonar.
No un
‘hombre nuevo’ es lo futuro.
El
‘hombre’ quedó atrás. Pensar, actuar,
vivir…
como sustancia viviente única,
desde la
sustancia viviente única.
Renacer
como sustancia viviente única.
Un nuevo
comienzo absoluto. La conciencia,
el saber
de sí de la misma vida.
El ‘ser’
recobrado, reconocido, puro.
El ‘ser’
único, la sustancia genética.
Nos,
Genousse y Genoussin.
Crearlo
todo de nuevo. Nueva cultura,
nueva
sociedad, nueva civilización.
Todo por
hacer. Las preocupaciones
humanas
desaparecen; todo lo ‘humano’
desaparece.
El centro ahora es la vida.
Inaugurar
el período genocéntrico.
Milenios
nos esperan.
No es
una nueva fe, o una nueva creencia.
Es un
saber. Un saber que trasciende
las
etnias y las culturas. Un saber
que
trasciende todo lo humano.
Nos
movemos en el terreno del saber,
de la
certeza; de un conocimiento
cierto,
indubitable.
Hemos
llegado a nosotros mismos; a Nos.
Un
recorrido de millones de años.
Se ha
requerido una especie inteligente
–un
cariotipo concreto; una forma
específica,
y capaz. La vida, siempre
inteligente,
se ha dotado a sí misma
de
órganos que le han permitido salir
a la
luz, y reconocerse. Autoconciencia,
autognosis.
Ha sido una revelación.
Todos
los tanteos del ‘hombre’…
No eran
tanteos del ‘hombre’,
sino de
la misma vida. Se buscaba
a sí
misma. Quería su verdad.
Las
tradiciones humanas
la
distrajeron bastante tiempo;
la
alienaron de sí. La vida descentrada;
centrada
en la criatura, en ‘su’ obra. Detenida.
El
‘hombre’, la criatura, es un medio
para la
vida; un instrumento, un útil;
un
cuerpo, un vehículo –las formas vivas,
en
general. Medios de supervivencia,
transportes…
somas protectores. Nada más.
Importancia
relativa de los fenotipos.
Lo que
importa es el ‘ser’ único, lo único
verdaderamente
vivo en la criatura.
3.
Pensar
desde el genouma, desde
la
sustancia genética. Como
sustancia
genética. Desde
el
ser único. Como el ser único.
Cambia
el sujeto. Ya no habla
o
actúa únicamente el ser meramente
simbólico
(el ‘yo’ cultural’ –el hombre,
el
fenotipo, la criatura…), sino el ser
biosimbólico,
el genoma instruido
–el
‘genouma’. El ser creador
consciente
de sí. Xenus/Nexus.
Habla
la vida. Desde la vida.
En
nombre de la vida.
Una
espiritualidad desde el ser único.
Una
cultura para el ser único.
Más
allá del hombre, en verdad.
4.
Las
ideologías humanas, demasiado
humanas,
del neolítico nos tienen
atrapados;
los antropocentrismos
del
neolítico –los religiosos,
los
políticos, los filosóficos…
El
laberinto del neolítico.
Los
mundos del neolítico.
5.
La
conciencia de las masas desposeídas
en
nuestros días está polarizada
por los
mundos del neolítico (religiosos,
políticos,
económicos, filosóficos…).
Las
ideologías del período limitan
su
visión –la antropomorfizan–,
y
facilitan su instrumentalización
por las
clases dominantes. Las ideologías
son las
banderas, los estandartes
que
ondean en los enfrentamientos
entre
los diversos sistemas de explotación,
y de
poder. Es un conflicto permanentemente
abierto,
no entre pueblos o naciones,
sino
entre élites codiciosas que compiten
entre sí
por el poder. Las masas sociales
son,
aquí y allá, ahora como entonces,
la
fuerza de trabajo, la carne de cañón…
La
revolución iniciada por Darwin
tiene
una relevancia meramente
anecdótica
en nuestras sociedades.
Carece
de peso cultural. No marca
rumbo,
no hace reflexionar.
La
mirada que sobre este nuevo
mundo
post-darwiniano se hace
es
demasiado humana (darwinismo social,
etología
humana, psicología evolutiva,
sociobiología…).
No va más allá
de las
criaturas, de los fenotipos,
no va al
‘centro’ –a la causa última.
Prevalece
la mirada superficial,
relativa,
interesada… de los diversos
grupos
humanos (étnicos, culturales,
ideológicos,
económicos, sociales…);
la
perspectiva antropocéntrica. La perspectiva
no alude
sólo al lugar desde el cual se mira,
sino
también a ‘quién’ ocupa ese lugar.
El mundo
de lo viviente tal y como
nos lo
revelan las ciencias de la vida
desde el
descubrimiento del ADN
apenas
si ha tenido influencia en nuestra
vida
cotidiana (nada ha cambiado desde
entonces).
El
descubrimiento del ADN nos ha revelado
nuestra esencia
única; nuestro ser único.
Por más
que hables como ser humano,
la vida
habla en ti. El sujeto ha cambiado.
Ya no
habla la criatura, sino el creador.
Más allá
de mi ser específicamente
humano
(que responde al cariotipo
humano),
y más allá de mi pertenencia
a un
grupo étnico determinado
(que
responde a un subtipo
del
cariotipo humano), soy vida,
sustancia
genética…
Los
fenotipos son cuerpos, somas,
que la
sustancia genética se proporciona.
Son
funcionales –como vehículos, armas,
escudos…
Los diversos ‘somas’ protegen
el
delicado y frágil ser que somos.
El
‘cuerpo’ protege, transporta…
a la
sustancia genética. La sustancia
genética
es en todo momento
el
piloto único de su ‘soma’.
Esta
conciencia de nuestro ser único
es la
que cambiará la faz del planeta.
El
verdadero ecologismo está por venir,
y el
conservacionismo… La perspectiva
genocéntrica.
Desde la sustancia viviente
única,
desde los genes; desde Nos, como Nos.
Esto que
digo es el indudable futuro.
No hay otro.
No habrá otro. La ‘humanidad’
sobrepasada,
dejada atrás. Sus discursos,
sus
pretensiones, sus querellas…
Ese
futuro es la salida única del pasado humano;
de
nuestro pasado como humanos (como criaturas).
Es el
único camino para llegar a ser lo que somos
–sustancia
genética, sustancia viviente única.
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Hasta la próxima,
Manu