Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

lunes, 25 de octubre de 2021

246) Genogramas LXVIII

Genogramas LXVIII.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (25/10/21).

 

                                                                  *****

 

1.

La vida que se apercibe

de sí es siempre una y la misma.

En la ameba o en el humano.

 

2.

El centro irradiador. El ‘yo’,

el sujeto último en toda volición,

en toda percepción y apercepción,

y en toda actividad. La sustancia

genética libre o enucleada;

la sustancia viviente única.

 

3. 

El paso de la periferia al centro.

El centro es el origen (ur-eigen),

es lo uno primordial (ur-ein).

El lugar de lo ‘uno’;

el lugar de la vida.

 

4.

El ser que puede mentir;

que puede ser engañado.

 

La mentira y el error traen

de suyo la verdad y el acierto.

 

Entre la mentira y la verdad,

entre lo verdadero y lo falso,

entre la apariencia y la realidad…

 

La incertidumbre de la criatura

es la incertidumbre del creador.

No hay otra incertidumbre

que la del creador.


5.

Es la vida la que se expresa

en cada una de las formas

vivas. En el mundo microbiano,

en insectos, en aves, en peces…

en árboles y plantas de todo tipo…

 

Es la vida la que canta,

muge, brama… Son los sonidos,

olores, y colores de la vida.

 

6.

Este cielo, este aire, esta luz…

La tierra, el suelo, el agua…

Todo aquello que contribuye

a nuestro ser. Nuestro ser

con el agua y la luz…

La cuna, el hogar, la casa…

la morada.

 

Nos fascina este entorno abiótico.

El espíritu de maravilla no puede

venir sino de la misma vida.

 

7.

Los mundos biótico y abiótico

co-evolucionan a una.

Mutuamente se afectan.

La temperatura o la atmosfera

no son entes invariables y eternos.

La vida interviene, contribuye…

transforma, habilita el medio

abiótico. Y a la inversa, los cambios

ambientales sobrevenidos

afectan a las formas vivientes.

 

El aspecto, la faz de este

planeta es obra de lo viviente

y de lo no viviente. La interacción,

la co-implicación… La obra común.

 

Respeto, veneración.

Cuidado, protección.

La vida necesita cuidar,

proteger su hogar.

Protegerlo de sí misma,

en primer lugar.


8.

Ser es vivir, es pensar, es querer…

No hemos de buscar más el ser nuestro.

Ahora es el ser nuestro el que se interroga

acerca de su ser y del ser de aquello

que no es –el entorno abiótico.

El ser de lo ente en su totalidad.

 

Nosotros somos la materia

inteligente y pensante en el cosmos.

Materia viviente, y consciente de sí.

Tal conciencia y tal saber eran nuestro

destino. Esta autognosis, esta revelación.

Ahora iniciamos una era infinita.

La era de la vida.

 

9. 

La soledad de la vida en el cosmos.

No hay otra soledad que la nuestra.

Es una soledad y un abandono total,

radical, absoluto. Islas vivientes

en el cosmos. Distancias insalvables.

Eternamente aislados.

 

10.

Lo Uno que somos.

El triunfo de lo Uno;

el triunfo de la vida.

 

11.

Dioxenus/Dionexus. El dos veces nacido.

Este conocimiento nuevo, esta revelación,

supone un renacimiento de la misma vida.

Ahora la vida nace a sí misma.

Se reconoce, se conoce, sabe de sí.

 

El instante misterioso en el que la vida

se nos revela; en el que la vida se revela

a sí misma. Instante brillante, luminoso.

Inefable. Súbito y fugaz. La revelación.

La iluminación. Instante indeleble

–pese a su inefabilidad. Como sol

que nunca se pone permanece

en nuestra memoria –en nuestro

mundo interno de cada día.

 

12. 

Los ojos de la vida, el oído de la vida…

La vida que mira y oye con los receptores

de su cariotipo específico humano.

Que habla la lengua de los humanos.

Que parte del mundo de los humanos.

 

Las nuevas palabras que vienen.

Los nuevos discursos.

La nueva poesía, la nueva música…

Cuando la vida desempeñe

y rubrique toda actividad…

Nos la vida.

 

No habrá discursos individuales

humanos. No habrá otro actor,

ni otro autor, que la misma vida.

 

Cambia la mirada, la perspectiva;

el lugar desde el cual se habla,

se piensa, se escucha…

Es otra visión, otro horizonte…

Es otro el que mira.

 

Transformación, vuelco…

Desplazamiento hacia el centro.

Todo cambia. La mirada. El ser.

El que palpa, y lo palpado.

El mundo todo cambia.

 

Nuevo mundo, pues.

Nuevos horizontes…

 

13.

Hay que purgarse del hombre,

de la criatura; deshacerse de él.

Quedar en nada, vacío. Para que

la vida pueda emerger, revelarse,

hacer su aparición.

 

14. 

La vida alienada de sí.

¿Cómo puede la vida

ignorarse a sí misma?

¿Qué la aparta de sí misma?

 

 

Los mundo de los hombres

apartaba a la vida de sí misma.

Las palabras de los hombres.

 

El ser distraído, confundido, disperso…

Pero también, suplantado, impostado.

Alguien ocupaba su lugar.

 

La vida desaparecida; hundida,

subyugada... explotada.

Desconocida para sí misma.

Sin voz.

 

Todo eso ha pasado ya.

La vida se ha liberado

–a sí misma, de sí misma.

Ya no es vida alienada

(en otro, por otro, para otro),

sino vida consciente de sí.

 

15.

Cansa, aburre ya el mundo

(los mundos) de los humanos,

tan erráticos, tan descentrados.

Tan endiosados, también.

Ya no es ni siquiera

una criatura interesante.

 

*****

 

Saludos, 

Manu 

domingo, 10 de octubre de 2021

245) Genogramas LXVII

 

Genogramas LXVII.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (10/10/21).

 

                                                                  *****

 

1.

El ‘hombre’ es el problema, no la solución.

 

Son los últimos tiempos del ‘hombre’,

son los últimos ‘hombres’. Esto vivimos.

 

Guerra al hombre. A sus delirantes mundos,

a sus delirantes querellas… A sus arrogantes

iniciativas, a su pertinaz antropocentrismo.

A su vanidad.

 

Vaciedad del hombre, de su cariotipo,

de la criatura… Mero cuerpo de la sustancia

genética, mero vehículo, mero instrumento…

 

2.

El espacio de la vida. El agua,

la tierra, las rocas, el aire;

la temperatura, la presión,

la gravedad… Lo no viviente,

lo abiótico. La cuna, el lecho,

la morada de la vida.

Nuestra morada.

 

Así la morada, así el hombre.

Así la morada, así la vida.

 

3.

La vida confundida, ciega,

maniatada, alienada… Sin voz.

La ilusión antropocéntrica (el mundo

de los ‘hombres’) domina el planeta.

La impostura de la criatura. La usurpación.

El esclavo, el siervo, ha devenido señor

de las criaturas. El instrumento, el medio.

El fenotipo.

El hombre se ha tomado a sí mismo,

durante demasiado tiempo, como

el vértice de la evolución. Sobre

todo el hombre del neolítico

–el que aún predomina y domina.

 

Este hombre impone su visión

antropocéntrica a todas las criaturas

y a todo el entorno –al entorno biótico

y al abiótico. Explota y contamina

sin cesar el hogar de la vida. Lo altera

y lo hace dañino para la vida.

Ese hombre es un peligro para la vida.

Ese siervo enloquecido. Hay que hacerle

la guerra a ese hombre, a sus mundos,

a sus ideologías, a sus credos

(religiosos, políticos, científicos,

filosóficos…), a sus delirios;

a su megalomanía y a su narcisismo.

 

El camino errado, errático…

La deriva catastrófica. La huida

hacia delante de ese hombre;

de esa criatura enloquecida.

 

La vida cruje, estalla en mil clamores.

Peligra el agua, el aire, la luz tamizada…

La morada está sucia, rota, deshecha…

violada, mancillada.

 

Ese hombre tiene el poder.

Y hace lo que quiere. Ahora

pretende gobernar el planeta

entero. Llega ya esa hora,

según algunos. La hora

del dominio sobre el planeta

entero. ¿Quién lo logrará?

¿Qué cultura, qué grupo,

qué nación…? 

 

Ese hombre es el gran obstáculo

para la vida. Sus delirantes

y descentrados mundos, su proceder

nocivo… Su locura (su antropocentrismo,

su megalomanía, su narcisismo…).

 

Ese hombre ha de desaparecer;

ha de ser vencido. La vida lo vencerá.

Lo triturará, lo convertirá en polvo

y cenizas –en materia para el olvido.

El hombre que no es –que nunca

fue ni será. La ilusión antropocéntrica.

 

La vida vencerá al final.

Se impondrá su palabra,

su voz. Su verdad.

 

4. 

La vida que decide, dirige, conduce… 

La vida que está al frente como

vanguardia del pensamiento

y de la acción. La vida poderosa;

la vida que manda.

 

Sea la vida en nuestras palabras,

en nuestros pensamientos,

y en nuestras acciones.

 

5.

El mundo del cariotipo humano

está determinado por su propia

morfología –su particular fenotipo.

La perspectiva humana esta

predeterminada pos sus propios

receptores. Su ‘subjetividad’,

su ‘mirada’, su mundo interno

es relativo a su ‘constitución’.

 

¿Cómo pasar desde la perspectiva

específica a la perspectiva de la misma vida?

¿Es posible? Mirar, ver, oír… comprender

el mundo desde la posición de la vida.

Desde ese lugar. El origen. El centro.

 

Saber, mundo, horizonte, perspectiva…

Espacio, lugar. Los humanos no estamos

ya donde estábamos hace apenas cien años.

Los humanos hemos adquirido una comprensión

y un saber acerca de la naturaleza entorno

que ha modificado sustancialmente nuestra

mirada, nuestro mundo. Pese a las determinaciones

constitutivas de nuestro ser, algo más en nuestro

ser nos ha permitido aproximarnos a la misma

vida, incluso reconocernos como la misma vida

–la sustancia genética, la sustancia viviente única.

 

El ser inteligente y reflexivo de la misma vida.

Las facultades o ‘potencias’ de la misma

vida subyacen en nosotros de manera

natural porque nosotros somos la vida.

 

La vida piensa y habla en nosotros,

se expresa, inquiere, interroga…

con las armas, o los medios,

del cariotipo humano.

 

La vida quiere saber,

quiere saberse.

 

El mundo de los humanos ha cambiado

sustancialmente. La información que hoy

se metaboliza acerca del mundo entorno

es otra; el ‘mundo’ es otro. Los signos

son otros. Todo ha cambiado. Hemos

cambiado de ‘mundo’; de perspectiva.

 

La nueva ‘visión’ se ha producido

inadvertidamente, poco a poco.

La nueva visión, la nueva posición,

el nuevo lugar… Procesos irreversibles.

 

La perspectiva esencial,

centrada, genocéntrica

 

6.

No hay otro observador reflexivo

que la misma vida. Es la vida

la que reflexiona desde sus variados

somas. No hay otro que reflexione.

Es el único sujeto…

 

Es la vida la que en todos y cada uno

de los organismos mide, pondera, evalúa…

el mundo entorno. Lo hace a través de los

peculiares receptores de cada organismo.

Tantos cariotipos, tantos mundos.

 

La vida se protege a sí misma en cada

organismo. Cuida, vela por sí.

Cuida de su delicado y frágil ser.

Desde los (posibles) coacervados,

desde las primeras cápsulas protectoras.

 

No la criatura ataca

o se defiende, sino la misma vida.

 

A través de sus somas la sustancia

genética palpa, contempla… percibe

de innumerables formas el mundo entorno.

 

Más allá de esa multiplicidad de miradas.

Un mundo físico-químico único.

Tal vez alcancemos esa visión

en el cariotipo humano. El cariotipo

humano posee instrumentos

que multiplican la potencia

de sus receptores… microscopios,

telescopios… La pulsión cognoscitiva

es la de la vida –el deseo de saber

de la misma vida. Hemos alcanzado

un mundo que trasciende el mundo

de los humanos (las peculiaridades

y limitaciones de sus receptores).

 

Poseemos medios e instrumentos

que nos proporcionan un mundo

total, podríamos decir. Más allá

de nuestro soma específico.

 

No ha de preocuparnos ya el lugar

del hombre… Todo parece indicar

que es el lugar elegido por la propia

vida para emerger, para salir a la luz,

para hacerse reconocer…

 

No es una excepción el ‘hombre’,

también en el cariotipo humano

 es la vida la que se apercibe de sí…

 

 

*****

 

Hasta la próxima,

Manu