Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

lunes, 9 de mayo de 2022

259) Genogramas LXXXI

Genogramas LXXXI.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/05/22).

 

                                                                  *****

 

1.

Es la misma vida la que subyace

en las agresiones que una especie

determinada inflige a la biosfera.

Es una parte de la vida la que ha

enloquecido –por así decir.

Es la misma vida la que se auto-agrede.

Es la misma vida la que combate

consigo misma. No hay sino una sola

sustancia viviente. Es, pues, una parte

de la vida –encarnada en una especie

determinada–  la causante de los males

que aquejan al planeta.

 

Nuestro ser cariotípico, específico, el humano.

Allí donde la vida es consciente de sí.

El drama de la vida consigo misma

enfrentada se patentiza en una sola especie,

la nuestra, la humana. Aquí la magnitud

y la importancia de la lucha se hacen

conscientes. Lo que la vida se juega.

El futuro de la vida.

 

El freno, el ‘bocado’, el autodominio…

La vida que a sí misma se domina.

 

2. 

La sustancia viviente única, el sustrato,

el sostén… Lo que no aparece,

la cosa en sí de los fenómenos

biológicos. El genoúmeno. 

 

Mi identidad es la identidad de la vida.

Yo soy vida; un fragmento de vida.

Toda la sustancia genética que albergo

–la propia y la ajena.

 

3.

Una sola voz, una sola lengua, es lo mejor.

El hologenoma ineludiblemente plural.

La lucha interior. La jerarquía interior.

La emergencia del ‘ich’, o del ‘self’;

de un sujeto unificado, en cualquier caso.

 

“Una sola lengua sublime y acordada.”

 

4.

El temor, el disgusto, el rechazo

de la muerte, de la extinción,

del no ser en las unidades

contingentes; cómo se aferran

a la vida. Quieren seguir siendo

lo que son. Pero la vida que somos

no deja nunca de ser. La muerte

no le afecta. La vida que soy está

en todas las criaturas –no hay organismo

que no albergue mi ser. La vida es el ser.

 

La vida que somos proseguirá hasta

el último de los días. El horizonte

de la vida es la eternidad. El tiempo

no afecta a la vida. La vida ignora

el tiempo. Siempre la misma.

 

Lo Uno que es el Ser,

que es la Vida. Nos.

 

La repetición, la replicación,

la reproducción, la regeneración…

el retorno de lo mismo. La eterna

permanencia del ser viviente único.

 

No conoce la muerte. No conoce el tiempo.

Eternamente joven; eternamente el mismo.

Se actualiza cada instante; vuelve a ser

sin dejar de ser. Nunca deja de ser lo que es.

 

El ser viviente único no aspira

al poder, o a perseverar en el ser.

Su perpetua regeneración,

su ubicuidad, su potencia…

Es el ser que no aspira a nada

porque se tiene a sí mismo.


5.

Triunfo del gusto sobre la nutrición.

Triunfo del goce erótico sobre el sexo

reproductivo. Esto denota cuán lejos

están los ‘humanos’ de las fuentes de la vida.

 

6.

La adopción de la perspectiva genocéntrica

aún no ha sido llevada a cabo. Aún seguimos

mirando, contemplando, reflexionando

como ‘hombres’. Hasta ahora vencen

las ideas antropocéntricas, culturales,

históricas, neolíticas, (religiosas, políticas,

filosóficas, ‘psicológicas’…), humanas,

demasiado humanas. Éstas son las que

ponen trabas al triunfo de la vida.

 

7.

Hablando de reducionismo, de lo que se trata

ahora (con Gould, Lewontin et al.) es de reducir

las ciencias de la vida al marxismo, como otrora

al judaísmo (al ‘génesis’ bíblico) o al cristianismo.

 

La ridícula dialéctica marxista aplicada

a las ciencias de la vida. El reduccionismo

ideológico marxista se está imponiendo

en nuestra comprensión de los fenómenos

biológicos. La rejilla (la ‘grille’) marxista.

Los grilletes. ¿Qué se pretende? ¿Qué se consigue?

 

Ahora se quiere una biología proletaria,

o, como mínimo, democrática. Dado

que la anterior era capitalista, o burguesa…

Es el colmo de la estupidez.

 

Lo peor que le ha podido suceder

a las ciencias de la vida es la intrusión

de estos reventadores profesionales.

 

¿Qué se pretende? Introducir la discordia,

la división y el enfrentamiento entre los biólogos;

introducir la censura, la inquisición, la policía política…

De un lado los ‘dialécticos’, del otro…

A los biólogos no dialécticos (no marxistas)

se les tildará de fascistas, reaccionarios,

conservadores… se les arrinconará,

se les hará la vida imposible. Ese es el futuro.

No habrá verdad, ni ciencia, ni conocimiento…

Será ‘1984’ cumplido, como cuando

la cristianización, la islamización,

o la bolchevización. Será el fin

de las ciencias de la vida.

 

Aquí no hay ciencia, sino ideología;

no hay voluntad de conocimiento

y de verdad, sino de poder.

 

Ahora se trata de juzgar (políticamente)

todas las ramas de las ciencias de la vida

a través de los axiomas o premisas

(cualesquiera éstas sean) del materialismo

dialéctico, y de reducirlas a éste.

A lo que no coincida se le considerará

como pensamiento conservador, reaccionario,

o de ‘derecha’ (ya se está haciendo).

Pronto veremos cómo se califica de fascistas

a los partidarios de la evolución centrada

en los genes (en la sustancia genética, mejor).

 

Triunfa Stalin, Lysenko, el materialismo

dialéctico; cae Darwin, Mendel, Morgan,

Vavilov, Dobzhansky…, y el propio Haldane,

marxista él, que tanto contribuyó

al neodarwinismo, ha caído en desgracia.

Cae finalmente la ciencia burguesa,

triunfa la ciencia proletaria.

 

Vavilov, mártir de la verdad genética.

La verdad genética arruina al materialismo

dialéctico, como la evolución arruinaba

a los creacionistas judíos, cristianos y musulmanes. 

 

Enemigo del pueblo, enemigo de clase…

enemigo del ‘diamat’… burgués, idealista,

mecanicista, reduccionista, reaccionario,

fascista… Estos son los apelativos

que los marxistas prodigan a los no marxistas.

Llevan más de un siglo haciéndolo.

Debemos acostumbrarnos a ellos.

 

“We shall go to the pyre, we shall burn,

but we shall not retreat from our convictions.” 

Nikolai Vavilov, 1939.

 

El ‘diamat’, hostil (anti-pathetic) a la verdad.

 

Una biología marxista resulta tan estúpida,

delirante y peligrosa como una biología

cristiana, judía, musulmana, budista,

hinduista… democrática…

 

Las ciencias de la vida no necesitan

de ninguna ideología (religiosa o política)

para llevar a cabo su cometido.

Se bastan a sí mismas.

 

Estas ideologías quieren apropiarse

o destruir el mensaje que las ciencias

de la vida vienen a traernos. Manipular,

distorsionar, podar… los ‘lechos de Procrustes’.

 

8.

El pasado humano apenas si tiene algo

que enseñar a la sustancia viviente única;

apenas si tiene algo que enseñarnos.

No nos vale. No alcanza la realidad,

y nos aleja de nuestra realidad,

de nuestra verdad.

 

*****

 

Saludos,

Manu 

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