Genogramas
LXXXI.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (09/05/22).
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1.
Es la misma
vida la que subyace
en las
agresiones que una especie
determinada
inflige a la biosfera.
Es una
parte de la vida la que ha
enloquecido
–por así decir.
Es la
misma vida la que se auto-agrede.
Es la
misma vida la que combate
consigo
misma. No hay sino una sola
sustancia
viviente. Es, pues, una parte
de la
vida –encarnada en una especie
determinada– la causante de los males
que
aquejan al planeta.
Nuestro
ser cariotípico, específico, el humano.
Allí
donde la vida es consciente de sí.
El drama
de la vida consigo misma
enfrentada
se patentiza en una sola especie,
la
nuestra, la humana. Aquí la magnitud
y la
importancia de la lucha se hacen
conscientes.
Lo que la vida se juega.
El
futuro de la vida.
El
freno, el ‘bocado’, el autodominio…
La vida
que a sí misma se domina.
2.
La
sustancia viviente única, el sustrato,
el
sostén… Lo que no aparece,
la cosa
en sí de los fenómenos
biológicos.
El genoúmeno.
Mi
identidad es la identidad de la vida.
Yo soy
vida; un fragmento de vida.
Toda la
sustancia genética que albergo
–la
propia y la ajena.
3.
Una sola
voz, una sola lengua, es lo mejor.
El
hologenoma ineludiblemente plural.
La lucha
interior. La jerarquía interior.
La
emergencia del ‘ich’, o del ‘self’;
de un
sujeto unificado, en cualquier caso.
“Una
sola lengua sublime y acordada.”
4.
El
temor, el disgusto, el rechazo
de la
muerte, de la extinción,
del no
ser en las unidades
contingentes;
cómo se aferran
a la
vida. Quieren seguir siendo
lo que
son. Pero la vida que somos
no deja
nunca de ser. La muerte
no le
afecta. La vida que soy está
en todas
las criaturas –no hay organismo
que no
albergue mi ser. La vida es el ser.
La vida
que somos proseguirá hasta
el
último de los días. El horizonte
de la
vida es la eternidad. El tiempo
no
afecta a la vida. La vida ignora
el
tiempo. Siempre la misma.
Lo Uno
que es el Ser,
que es
la Vida. Nos.
La
repetición, la replicación,
la
reproducción, la regeneración…
el
retorno de lo mismo. La eterna
permanencia
del ser viviente único.
No
conoce la muerte. No conoce el tiempo.
Eternamente
joven; eternamente el mismo.
Se
actualiza cada instante; vuelve a ser
sin
dejar de ser. Nunca deja de ser lo que es.
El ser
viviente único no aspira
al
poder, o a perseverar en el ser.
Su
perpetua regeneración,
su
ubicuidad, su potencia…
Es el
ser que no aspira a nada
porque se tiene a sí mismo.
5.
Triunfo del gusto sobre la nutrición.
Triunfo del goce erótico sobre el sexo
reproductivo. Esto denota cuán lejos
están los ‘humanos’ de las fuentes de la vida.
6.
La adopción de la perspectiva genocéntrica
aún no ha sido llevada a cabo. Aún seguimos
mirando, contemplando, reflexionando
como ‘hombres’. Hasta ahora vencen
las ideas antropocéntricas, culturales,
históricas, neolíticas, (religiosas, políticas,
filosóficas, ‘psicológicas’…), humanas,
demasiado humanas. Éstas son las que
ponen trabas al triunfo de la vida.
7.
Hablando de reducionismo, de lo que se trata
ahora (con Gould, Lewontin et al.) es de
reducir
las ciencias de la vida al marxismo, como
otrora
al judaísmo (al ‘génesis’ bíblico) o al
cristianismo.
La
ridícula dialéctica marxista aplicada
a las
ciencias de la vida. El reduccionismo
ideológico
marxista se está imponiendo
en
nuestra comprensión de los fenómenos
biológicos.
La rejilla (la ‘grille’) marxista.
Los
grilletes. ¿Qué se pretende? ¿Qué se consigue?
Ahora se
quiere una biología proletaria,
o, como
mínimo, democrática. Dado
que la
anterior era capitalista, o burguesa…
Es el
colmo de la estupidez.
Lo peor
que le ha podido suceder
a las
ciencias de la vida es la intrusión
de estos
reventadores profesionales.
¿Qué se
pretende? Introducir la discordia,
la
división y el enfrentamiento entre los biólogos;
introducir
la censura, la inquisición, la policía política…
De un
lado los ‘dialécticos’, del otro…
A los
biólogos no dialécticos (no marxistas)
se les
tildará de fascistas, reaccionarios,
conservadores…
se les arrinconará,
se les
hará la vida imposible. Ese es el futuro.
No habrá
verdad, ni ciencia, ni conocimiento…
Será
‘1984’ cumplido, como cuando
la
cristianización, la islamización,
o la
bolchevización. Será el fin
de las
ciencias de la vida.
Aquí no hay ciencia, sino
ideología;
no hay voluntad de conocimiento
y de verdad, sino de poder.
Ahora se trata de juzgar
(políticamente)
todas las ramas de las ciencias
de la vida
a través de los axiomas o
premisas
(cualesquiera éstas sean) del
materialismo
dialéctico, y de reducirlas a
éste.
A lo que no coincida se le
considerará
como pensamiento conservador,
reaccionario,
o de ‘derecha’ (ya se está
haciendo).
Pronto veremos cómo se califica
de fascistas
a los partidarios de la evolución
centrada
en los genes (en la sustancia
genética, mejor).
Triunfa Stalin, Lysenko, el
materialismo
dialéctico; cae Darwin, Mendel,
Morgan,
Vavilov, Dobzhansky…, y el propio
Haldane,
marxista él, que tanto contribuyó
al neodarwinismo, ha caído en
desgracia.
Cae finalmente la ciencia
burguesa,
triunfa la ciencia proletaria.
Vavilov, mártir de la verdad
genética.
La verdad genética arruina al
materialismo
dialéctico, como la evolución
arruinaba
a los creacionistas judíos,
cristianos y musulmanes.
Enemigo del pueblo, enemigo de
clase…
enemigo del ‘diamat’… burgués,
idealista,
mecanicista, reduccionista,
reaccionario,
fascista… Estos son los
apelativos
que los marxistas prodigan a los
no marxistas.
Llevan más de un siglo
haciéndolo.
Debemos acostumbrarnos a ellos.
“We shall go to the pyre, we shall burn,
but we shall not retreat from our
convictions.”
Nikolai
Vavilov, 1939.
El
‘diamat’, hostil (anti-pathetic) a la verdad.
Una
biología marxista resulta tan estúpida,
delirante
y peligrosa como una biología
cristiana,
judía, musulmana, budista,
hinduista…
democrática…
Las
ciencias de la vida no necesitan
de
ninguna ideología (religiosa o política)
para
llevar a cabo su cometido.
Se
bastan a sí mismas.
Estas
ideologías quieren apropiarse
o
destruir el mensaje que las ciencias
de la
vida vienen a traernos. Manipular,
distorsionar,
podar… los ‘lechos de Procrustes’.
8.
El
pasado humano apenas si tiene algo
que
enseñar a la sustancia viviente única;
apenas
si tiene algo que enseñarnos.
No nos
vale. No alcanza la realidad,
y nos
aleja de nuestra realidad,
de
nuestra verdad.
*****
Saludos,
Manu
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