Genogramas
XCVIII.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (29/01/23).
*****
1.
El largo camino recorrido hasta
llegar a lo Uno.
Eones, ciertamente. Los caminos
recorridos
desde el espacio simbólico al
espacio natural,
desde el ser simbólico al ser
primordial y único.
Los ‘mundos’ recorridos,
habitados, vividos…
sabidos, incorporados. Desde el
hologenoma…
como sustancia viviente, y, en
los momentos
presentes, en esta peculiar
fisiología que proporciona
el cariotipo humano, en este
‘cuerpo
en cuyo horizonte cerrado me
despliego’.
Las perspectivas. Según desde
donde mires,
según donde habites… ‘mundos’ por
doquier
–los mundos específicos, y los
‘mundos’ humanos.
Los ‘mundos’ que dejaba atrás.
Todos.
Hasta llegar, ya sin equipaje y
sin montura,
a ese páramo silencioso, opaco, y
frío.
Cuando nada esperas llega el
momento
‘dionexus’ –el súbito e
inesperado
alumbramiento. En el tiempo más
oportuno.
La experiencia misteriosa saca
del laberinto,
transporta, transforma,
transfigura, altera…
La ‘reconfiguración’ de la mirada
(la reordenación, la
re-jerarquización
del complejo ser biosimbólico).
El genocentrismo es la mirada del
que mira,
la perspectiva desde el
espectador único,
desde la sustancia viviente
única.
El cariotipo humano es el
cariotipo elegido,
o, al menos, el idóneo para
alcanzar
esta ‘sabiduría’, este
conocimiento
preciso acerca de nuestro ser
–desde
el sistema nervioso, allí donde
habita
el piloto (el ‘kibernein’).
Nosotros somos la vida, la
sustancia
viviente única. Si bien
constreñida, limitada
por los tiempos y lugares en los
que venimos a ser.
Trozos, fragmentos ordenados del
ser
primordial, una/uno con lo Uno.
Esto somos.
Superar la mirada limitada por
los tiempos
y lugares –la mirada de la
criatura–;
los ‘mundos’, las perspectivas
fenocéntricas,
superficiales. El largo, el
dificultoso, el casi
imposible camino hacia lo
creador,
hacia lo Uno; hacia Nos.
2.
Entre el azar y la necesidad,
entre lo encontrado
y lo buscado, entre lo deseado y
lo inesperado…
Este cuerpo nuestro, este
instrumento, este útil.
Es la sustancia viviente única la
que contempla
este asombroso mundo, aquí y
ahora, con ojos
humanos. No hay otro ‘sujeto’.
La sustancia genética es el
sujeto único
en todas y cada una de las
actividades
que realiza el soma. No hay
otro/otra.
Siempre, y en todo momento, es la
sustancia
genética la que hace. Aquí mismo,
ahora mismo.
Aunque no seamos conscientes de
ello.
El cariotipo humano, entre el
logro y el hallazgo.
En cualquier caso, un hito en la
evolución
de los somas, de los fenotipos,
de los ‘cuerpos’,
de los vehículos… Su potencia es
grande,
muy grande, se diría que es
semejante
a la potencia de la vida misma,
de lo Uno,
de lo creador. Su potencia
volitiva, intelectiva,
afectiva, plástica, poética…
Ser múltiple, este ser primordial
nuestro.
Un ser que se dispersa en las
criaturas;
que es el ingeniero y el piloto
de sus ‘criaturas’. Una suerte de
‘proteo’.
Polivalente, ubicuo… plural y
único.
A la sustancia genética sólo era
posible llegar
en estos tiempos de nuestro
devenir humano.
En los tiempos de Darwin, de
Nietzsche, de Weismann…
y de todos aquellos que han hecho
posible que tal
conocimiento llegue a la luz, que
se nos haga patente
y consciente. Es un conocimiento
y un saber que,
hoy por hoy, está al alcance de
todos los humanos.
La preeminencia de la sustancia
genética
en las cosas de la vida. Y la
consiguiente
perspectiva genocéntrica –la mirada de la vida.
Somos afortunados los testigos de
estos tiempos
cambiantes, de transición…
testigos también
de la salida de la noche, de la
aurora, de la mañana,
de las primeras luces del nuevo
día; de un futuro otro.
Nuevo cielo y nueva tierra; nueva
naturaleza
y nueva cultura. Esto tenemos.
Los nuevos, los renovados, los
renacidos… Las futuras
generaciones por venir.
Adecuadamente instruidas:
‘tú eres la vida, yo soy la vida,
nosotros somos la vida’.
Dicho esto desde la sustancia
genética, desde la sustancia
viviente única; desde
Xenus/Nexus, desde la misma vida,
desde lo Uno, desde Nos
(Genousse&Genoussin).
Una civilización que durará
milenios, probablemente hasta
el fin de nuestros días como
humanos. Esto nos espera.
3.
Hay como una barrera entre el ser
simbólico
y el ser genético. El ser
simbólico, consciente,
no vive conectado con su ser
genético, incluso
puede no saber de él. Son dos
‘lenguajes’,
y dos mundos. La comunicación
(por vías
físico-químicas) se realiza, sin
duda, pero de forma
impenetrable y a espaldas de
nuestra conciencia
–la complejidad de nuestro
sistema nervioso
(el central, el periférico, el
somático, el autónomo…);
la comunicación interna, entre
los subsistemas…
El ámbito de la
conciencia-memoria
es necesariamente superficial.
No sabemos, en la experiencia
misteriosa,
si es el ser genético el que
alcanza
y llena el espacio del ser
simbólico
(el espacio de la conciencia-memoria),
o es el ser simbólico el que hace
posible
este suceso (esta inesperada
irrupción
de ‘luz’) espaciando, vaciándose
de contenido –quedando en nada.
Esa particular embriaguez, ese
entusiasmo,
ese sentimiento de poder. La
cascada de agridulces
y variadas sensaciones. No puedo menos
que maravillarme de este
privilegiado y prodigioso
cuerpo nuestro que nos hace
posible tal experiencia.
4.
En el cariotipo humano lo Uno
llega
a la luz y habla y se expresa
mediante
lenguajes humanos.
Los lenguajes son ‘mundos’,
también;
‘mundos’ que alienan, que
extrañan
del ser natural; ‘mundos’, por lo
demás,
circunstanciales, relativos,
contingentes…
Esta relatividad y contingencia
les hace
ser superables. La evolución cultural
misma nos muestra cuán volátiles
son,
siempre mutando, transformándose,
siendo otros. Mundos apenas
perdurables.
Nada más fácil que deshacerse de
ellos
–de nuevo, quedar en nada.
El ser natural (genético) es lo
viviente,
lo Uno, lo creador; lo eterno.
El ser simbólico es un ser
potencial,
virtual, circunstancial,
aleatorio…
caduco, perecedero. Es este ser
el que
desaparece en la experiencia
misteriosa
–los ‘yoes’, las ‘personas’, los
‘fulano de tal’…
Desde el momento en que el ser
natural
se hace presente en el espacio
simbólico,
allí donde somos conscientes, no
se nos va
de la cabeza, como decimos;
siempre presente
–como sol que nunca se pone.
5.
Vivimos tiempos de transición, y
somos
generaciones de transición.
Generaciones
híbridas, podríamos decir.
Vivimos tiempos
caóticos, confusos… mezclados,
impuros.
Y esto nos afecta a todos. Los
modos
y maneras de los viejos mundos,
que atestan
nuestra cotidianidad, se nos
adhieren
inevitablemente –son tórpidos, lentos…
pegajosos… y no acaban de
desaparecer.
Los viejos mundos los tenemos
todos ahí,
a la vista; a la deriva van,
traídos y llevados
por las ‘ondas do tempo’,
amontonados
y revueltos. Sus simbolemas y
culturemas
están cada vez más desgastados,
más deslucidos,
más deshechos… pero lo inundan
todo.
Quedaba un mundo nuevo por
descubrir…
Y es el nivel cognitivo alcanzado
el que nos está
proporcionando ese mundo nuevo.
Particularmente
el alcanzado mediante las
ciencias de la vida.
Pero este saber nuevo, sin embargo,
no está
incorporado en las nuevas
generaciones; no forma
parte, aún, de nuestras vidas.
Pasa desapercibido.
Como si no tuviera nada que ver
con nuestra
existencia, como si no tuviera
nada que decirnos.
Seguimos ignorándonos a nosotros
mismos;
viviendo de espaldas a nuestro ser natural,
de espaldas a nuestro futuro.
Las primicias de un futuro otro
que nos vienen
de la nueva cosmología, y las
ciencias de la vida,
que forman ya parte de los nuevos
simbolemas
que circulan, y que están al alcance
de todos,
apenas si causan efecto. Es una
luz opacada,
obstruida, sofocada... Es un
horizonte oscurecido
por las sombras del pasado, que
apenas si nos dejan
entrever alguna cosa. Es un
horizonte, también,
a la vista –para todos aquellos
que se dignen
el asomarse y ver. Sí, hay algo
tras toda esta
confusión y barullo –algo que ver,
algo que
contemplar, algo que vivir.
El nuevo mundo. La nueva morada.
No sé cuánto tiempo durará esta
transición
hacia los nuevos modos y maneras
de ‘ser’
que se nos vaticinan –hasta sus
tiempos plenos.
La nueva civilización planetaria.
La nueva,
la renovada era. La nueva aurora.
El nuevo día.
El período genocéntrico. Será
universal.
Y será milenario.
*****
Saludos,
Manu
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