Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

60) Sobre el origen del Renacimiento europeo

Sobre el origen del Renacimiento europeo, y sobre la supuesta influencia del islam en nuestro actual estadio cultural.

Manu Rodríguez. Desde Europa (27/12/10).


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*A propósito de las reiteradas observaciones de los musulmanes acerca de lo que nuestra cultura europea (‘occidental’), desde el Renacimiento, debe a la cultura islámica. El último, Noureddine Ziani (presidente de la UCCIC), insiste en que ‘es imprescindible considerar los ‘valores’ islámicos una parte de los valores europeos’. Ziani apuesta (cómo no) por ‘aceptar la denominación islámico-cristiana para la civilización occidental’. Es una manera de hacer desaparecer a Europa de la paternidad de su propia cultura. El pastel se lo reparten los cristianos y los musulmanes.
Tales palabras, insidiosas e interesadas, y que deberían repugnar profundamente a cualquier europeo u occidental medianamente culto, no pueden ser obra más que de un ignorante, de un estúpido, o de un tramposo. Suenan a timo, a engañifa. Son palabras propias de impostores y de usurpadores (las castas sacerdotales cristiana y musulmana); de parásitos y oportunistas. No gracias, sino a pesar de estas ideologías estamos, culturalmente, donde estamos.
Más bien cabría sostener lo contrario de lo que sostienen, esto es, que el pensamiento filosófico medieval musulmán (su único período productivo, filosóficamente hablando) no habría existido sin el contacto con el pensamiento clásico europeo. Podríamos denominar a tal pensamiento euro-islámico, o greco-islámico. O incluso euro-persa, o greco-persa, dado el número de pensadores del ámbito iranio en el pensamiento musulmán.
Lamentablemente, desde el punto de vista político, eligieron antes el tendencioso pensamiento de Platón, aquel maestro de déspotas y tiranos, que las ponderadas reflexiones políticas de Aristóteles. Recuérdese la sociedad tripartita en la República y las Leyes (Platón), que influyó por igual en el pensamiento político de musulmanes y cristianos (recuérdese la jerarquía social medieval tal y como la pretendía imponer la casta sacerdotal cristiana, así como el conflicto entre los dos poderes –la dicotomía entre Iglesia y Estado mantenida por estos a lo largo de toda la Edad Media, con el apoyo de textos falsos, además). Remito al curioso lector a falsificaciones como la conocida ‘donación constantiniana’, en virtud de la cual Constantino, en su testamento, había nombrado a los representantes de la iglesia de Roma como herederos del Imperio romano.
*En primer lugar, con nuestro Renacimiento, lo que se produce es un ‘renacimiento’ (valga la redundancia) de nuestra cultura greco-latina pre-cristiana, y tuvo varios pasos que procuraré detallar de la manera más breve posible.
Comencemos por el principio. La pérdida (la destrucción) de multitud de documentos, textos, bibliotecas (además de monumentos, templos…) no comenzó con la cristianización del Imperio con Teodosio (395), sino mucho antes con Constantino.
La quema de la biblioteca de Alejandría a principios del siglo V fue obra de los cristianos (como ya todo el mundo sabe hoy). De paso diré que Hipatia tenía cuando esto sucedió unos setenta años. Nada que ver con la ‘madurita’ Hipatia que nos presenta Amenábar en su última película (Ágora).
Hay un segundo momento negro para nuestras tradiciones cuando el emperador Justiniano, a mediados del siglo VI, prohibió definitivamente la filosofía gentil en toda el área bizantina. Muchos pensadores huyeron y se perdieron por tierras de la actual Siria. Esto explica la multitud de libros griegos que se encontraban por aquella zona. Y la importancia de Platón y Aristóteles en el pensamiento judío y musulmán de los siglos medios en tierras de Oriente. ¿Qué sería del pensamiento (filosófico y científico) en el islam medieval sin esta fuente de textos griegos?
La zona ‘romana’, digámoslo así, estaba, filosóficamente hablando, prácticamente desierta. No quedaba casi nada. La única figura de relevancia es Boecio (siglo V). (Téngase en cuenta que no hablo de teología o de autores religiosos cristianos). No sé cómo pudieron sobrevivir los textos que nutrieron a los pocos pensadores hasta bien entrado el siglo VIII (periodo carolingio). No fue mucho lo que quedó, ciertamente. Ni Aristóteles ni Platón estaban completos.
Tercer momento. Todos aquellos textos griegos, aunque traducidos al árabe, volvieron a Europa de mano de los musulmanes, y circulaban en la zona islamizada (parte de la península ibérica, Sicilia…). Allí se tradujeron al latín y desde allí a nuestras universidades y demás.
Un cuarto momento fue la toma de Constantinopla a mediados del siglo XV por los turcos, que provocó la emigración de numerosos pensadores a la zona ‘romana’, con sus respectivas bibliotecas, y que supuso, por primera vez, completar la obra de Platón (tal y como hoy la conocemos), así como algunas obras de Aristóteles que no habían llegado por vía musulmana.
Ahora, un paso atrás. El Renacimiento propiamente dicho tiene su comienzo a mediados del siglo XIV, con las figuras de Petrarca y Bocaccio. Su primer movimiento es en la literatura y el arte. Bocaccio publica un ‘tratado de los dioses de la gentilidad’ greco-latina que influirá en la poesía y en la literatura posterior. Se recuperan formas poéticas y arquitectónicas clásicas (Vitruvio). Petrarca retoma la figura de Séneca. Guillermo de Ockham y Marsilio de Padua (entre otros) ponen los cimientos de un humanismo filosófico, jurídico, y político (no teológico) que alcanzaría a los derechos naturales y demás (ya en el periodo ilustrado). Aquí no tiene nada que decir ya ni el islam, ni el cristianismo, ni la Edad Media en general. Todo ha cambiado.
Los textos platónicos que entran un siglo más tarde tras la toma de Constantinopla, traen consigo un breve período de misticismo neoplatónico (Marsilio Ficino, Pico de la Mirandolla, León Hebreo…); un canto de cisne del Medievo, podríamos decir.
Nuestro Renacimiento no tuvo nada que ver ni con el islam ni con la cultura medieval en general (nuestra o ajena). La escolástica medieval (judía, cristiana, o musulmana) perdió fuerza e interés. No interesó más; eso fue todo.
El Renacimiento concluye a principios del siglo XVI, en vida incluso de Miguel Ángel. Filosóficamente hablando se produjo una crisis de los ideales renacentistas (humanismo renacentista). Figuras (filosóficas) relevantes de este siglo son Montaigne y Francisco Sánchez (hispano-portugués autor del libro ‘Que nada se sabe’, ‘Quod nihil scitur’, obra que merece ser leída), escépticos.
El siglo XVII supera el escepticismo post-renacentista con las figuras de Descartes, Leibniz, Spinosa, Pascal… Tras Copérnico (heliocentrismo) y otros, tiene comienzo la ‘ciencia’ moderna. Es un paso gigantesco el que se da en física y en matemáticas con las figuras de Kepler, Galileo, Descartes (geometría analítica), Leibniz (cálculo infinitesimal), o Newton (gravedad). Desde entonces nos alejamos más y más de los siglos medios. No sólo la Edad Media quedaba atrás sino incluso el período renacentista.
El despegue de la Edad Media, pues, tiene como punto de partida la recuperación del mundo clásico greco-latino. Pero en el campo científico ni Platón, e incluso ni Aristóteles, tenían mucho que decir (al menos a nosotros). Se buscan otros medios y modos de conocimiento (el empirismo), así como otros campos de reflexión. Una vez ya en el XVII (Descartes, Newton, Galileo, Leibniz…), aquel mundo medieval había desaparecido. No hubo retorno. Se continuó… El siglo XVIII (el siglo ilustrado), el XIX (el siglo de Darwin, de Maxwell…). Cada vez más lejos de los parámetros filosóficos y espirituales que movieron a los hombres y mujeres de la Edad Media (e, insisto, incluso de nuestro Renacimiento).
Nada he dicho acerca de la evolución de las formas políticas. Comenzó por la recuperación de los textos políticos y jurídicos griegos y romanos, así como por una reflexión sobre la democracia (griega) y las formas de gobierno más allá de la monarquía teocrática medieval (amalgama de influencia judeo-cristiana y platónica). Piénsese en los ensayos sobre ‘el gobierno civil’, de Locke; piénsese en todos los textos jurídicos y políticos del XVII y del XVIII. Por último recordemos las Revoluciones americana y francesa, que sentaron las bases de nuestras actuales formas de gobierno –jurídico-políticas y no sacerdotales (democráticas, no ligadas a ninguna religión). Esta particular trayectoria vuelve a descartar absolutamente cualquier influencia foránea.
Así pues, cuando nosotros, los europeos, hablamos de Renacimiento nos referimos estrictamente a este retorno o recuperación de las formas clásicas greco-latinas pre-cristianas (gentiles, para ser exactos) y que va de mediados del siglo XIV al primer tercio del siglo XVI, apenas doscientos años. Dada la naturaleza autóctona (gentil, pagana) de este renacimiento es evidente que el islam no tuvo nada que ver. Bien al contrario, de haber regido, lo hubiera impedido; así como impide y castiga toda innovación (‘bida’) en su área de dominio.
Ahora bien, si se refieren a algún Renacimiento científico, veamos esto. Nuestra ciencia procedía (ambas) de los griegos (Demócrito, Pitágoras, Tales, Euclides, Arquímedes, Eudoxo, Eratóstenes, Aristarco (primer sistema heliocéntrico conocido), Hipócrates, Galeno, Vitruvio… Hipatia…). Los filósofos de la naturaleza europeos habían conservado todas las innovaciones que se habían producido desde los griegos, vinieran de donde vinieran. Ningún europeo ha negado jamás las aportaciones a las ciencias físicas o a las matemáticas que nos venían del ámbito musulmán (numeración arábiga, óptica geométrica, el ‘cero’…). Pero no solamente del ámbito musulmán, también de China, y la India, aunque ciertamente, si llegaron a Europa, lo hicieron a través de la cultura musulmana.
Entonces, a la altura de Copérnico, ambos espacios culturales estaban, más o menos, al mismo nivel. ¿Por qué, pues, se produjo este salto gigantesco que digo en Europa y no en China, en Persia, o en Egipto? ¿Qué nos liberó de tal manera y nos lanzó hacia adelante, alejándonos de los otros pueblos, e, incluso de nosotros mismos?
Llegado a este punto solo cabe divagar. Andando el tiempo Europa produjo una civilización nueva, dio lugar a un nuevo período en la historia de la humanidad. No soy euro-céntrico. Tal fenómeno se produjo aquí como se podía haber producido en cualquier otro lugar. La verdad es que esto carece de importancia.
Pondré un ejemplo para poder explicar (y explicarme) esto. Me refiero a la transición del paleolítico al neolítico; al surgimiento de la agricultura, la ganadería… las ciudades, la arquitectura, la escritura… (Que suponen nuevos conocimientos y nuevas técnicas, así como nuevas superestructuras simbólicas). Este fenómeno se produce en algún lugar al Este de la actual Turquía (dicen los especialistas), sin embargo las primeras y grandes civilizaciones del neolítico histórico no se dan en lo que fue el origen o epicentro del nuevo período, sino más allá o en otro lugar (Sumer, Egipto, China, Mohenjo Daro…). Y aún se tardaron mil o dos mil años para que estas grandes civilizaciones neolíticas llegaran a producirse y alcanzaran su perfección (suponía el refinamiento de técnicas agrícolas, arquitectónicas, de canalización de aguas… la invención de la escritura, primordial).
Carece por completo de importancia, repito, que el lugar de origen de este nuevo período haya sido Europa (o el ámbito occidental, si se quiere), veremos dentro de quinientos o mil años que pueblo ha sido capaz de llevar esta nueva forma civilizatoria a su máxima potencia y expresión. Todos los pueblos estamos emplazados en el futuro.
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Espero que este breve texto disipe las dudas que los europeos pudieran tener acerca del origen de sus instituciones jurídicas, políticas, científicas, artísticas o filosóficas. No va dirigido a los pertinaces embaucadores cristianos o musulmanes, habituados a prosperar mediante la mentira, el engaño, y el fraude.
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Felices fiestas gentiles para todos los pueblos del árbol. Un nuevo brote nos ha nacido. Larga vida al árbol de los pueblos y culturas del mundo; larga vida al árbol de la vida.
Hasta la próxima,
Manu

martes, 14 de diciembre de 2010

59) Acerca de la Europa Gentil

Acerca de la Europa Gentil.

Manu Rodríguez. Desde Europa (13/12/10).


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*No sé qué cosa decir que no haya dicho ya en todo lo que llevo escrito en estos últimos años y que se puede encontrar en las páginas facebook de mi nombre (que recoge artículos publicados en el blog ‘larespuestadeeuropa’ desde hace 3 años) y en ‘desdeeuropa’ (que recoge textos escritos desde 1978 hasta 2005 agrupados bajo el título ‘Desde Europa’, y que recién ahora estoy publicando).
Yo reivindico la Europa autóctona y ancestral, la Europa no cristiana, o no musulmana, esto es la Europa Gentil, o la Europa pagana, si gustáis. En ‘Desde Europa’ (texto que me podéis solicitar por correo electrónico) procuraba llamar la atención acerca de nuestra lamentable aculturación y enculturación; acerca de la pérdida o deformación de nuestras tradiciones culturales todas (griegas, romanas, germanas, celtas…). Es realmente indignante y humillante este suceso en nuestras respectivas historias. Es algo que pesa, o debería pesar, sobre la conciencia y la memoria de todos los europeos.
Ningún pueblo que se valore a sí mismo debe consentir tales alienaciones culturales, ser privados de su propia cultura, o ver menoscabados e insultados a su propia gente y a sus propios antepasados. Cosa todas que ocurrieron cuando la cristianización. Quien quiera verificar esto que digo puede consultar los textos cristianos de sus primeros siglos de dominio; ahí pueden advertir el despreciable comportamiento que tuvieron, sin complejo ni pudor, con las poblaciones autóctonas europeas. Aconsejo la obra de Karlheinz Deschner, “Historia criminal del cristianismo”.
Por supuesto que no se trata de remozar ceremonias y demás; se trata de una recuperación puramente espiritual e intelectual (en nuestras mentes y en nuestros corazones). Es importante ser actuales y no perder de vista el momento social, científico, artístico, político… cultural en amplio sentido que hemos alcanzado, y que hemos alcanzado no gracias, sino a pesar de la alienación cristiana. No debemos olvidar a los pensadores ilustrados y su influencia sobre la Revolución americana y la francesa, que formaron las bases jurídicas y políticas de la Europa contemporánea; justamente se trataba de luchar contra la ideología judeo-cristiana y su influencia en las formas de gobierno, concepción del mundo, educación y demás.
Hablar de la Europa gentil es hablar no sólo de nuestros antepasados pre-cristianos griegos, romanos, germanos o celtas, sino de todos aquellos europeos que desde el Renacimiento (y desde antes, en el breve período de la cultura trovadoresca) han ido recuperando las instituciones jurídicas, políticas, científicas o artísticas pre-cristianas, a despecho de la censura, de la inquisición, y de la persecución a que fueron sometidos por las autoridades religiosas de las sectas cristianas, aquí y allá, en tanto éstas tuvieron poder. Hablar de la Europa gentil es no sólo hablar de los hombres y mujeres del Renacimiento o de la Ilustración, es hablar de Darwin, pongamos por caso, y de todos aquellos que en los últimos doscientos años, y desde el arte y el pensamiento, han transformado nuestra realidad social, política, científica y demás, oponiéndose a la tiranía ideológica extranjera (pues no otra cosa es la tradición judeo-cristiana en nuestras tierras), que aún hoy siguen manteniendo su discurso de amor y de paz; no sé como tienen vergüenza de hablar después de su criminal historia.
Bien, ya perdimos una vez el nexo con nuestros antepasados, o lo que es lo mismo, con nosotros mismos; con nuestro espíritu, con nuestro genio, con nuestro ser. Trabajo nos costó recuperarlo desde el Renacimiento, como digo. Sin embargo, en los momentos presentes, de nuevo nuestra cultura corre el peligro de desaparecer. La historia se repite. Me refiero, cómo no, a la invasión en toda regla que estamos padeciendo desde hace unos treinta años por millones y millones de musulmanes asiáticos y africanos que se asientan en nuestras tierras, población que aumenta peligrosamente cada día. Los resultados de esta invasión son aún peores que aquella primera (cuando la cristianización), pues al aspecto ideológico se suma el demográfico. En esta ocasión no sólo perderemos nuestra cultura (la antigua y la nueva), esta vez perderemos también la tierra. Sobre esto me extiendo en el blog ‘larespuestadeeuropa’ y en el facebook de mi nombre (el mismo contenido, los mismos artículos).
Hay que decir que el islam es tanto peor que el cristianismo, no ha tenido a lo largo de sus siglos de dominio el freno de pueblos amantes de la verdad y de la libertad, cosa que nos honra a los europeos (entre otros pueblos), y que fueron claves para nuestra liberación del dominio espiritual cristiano. Estos pueblos dominados por el islam no han conocido ningún Renacimiento de sus antiguas culturas pre-islámicas (Egipto, Irán…), ni por supuesto ninguna Ilustración. Lo lamento por ellos. La ideología islámica no ha variado ni un ápice desde la Alta Edad media que fue creada; su discurso (y su poder de alienación), pues, está intacto y vivo para los pueblos que lo padecen, pero para nosotros, los europeos, no puede resultar más que absurdo, terrorífico, y anacrónico.
Esto les digo a los europeos y a todos aquellos pueblos que han padecido la alienación cristiana y que se enfrentan en estos días al empuje del islam. ¿Cómo invocar para repeler la agresión cultural y territorial que estamos padeciendo por causa de los musulmanes una ideología semejante a la que estos sostienen (teocrática, totalitaria, sacerdotal) y que además fue la causante de nuestra primera alienación? ¿Cómo hablar de la Europa cristiana? ¿Cómo pretender que sea, precisamente la ideología cristiana, tan afín a la musulmana, la que nos saque de este atolladero? ¿Cómo invocar a aquellos que ya nos sometieron; que ya destruyeron nuestras culturas y que durante más de mil años sostuvieron un régimen de terror, represión, persecución y muerte contra todo lo no-cristiano?
Se invoca a fantasmas medievales, a querellas demenciales y asesinas que no tienen otra finalidad que la de prolongar la vida de estos medio cadáveres que son el cristianismo y el islamismo.
Así pues, contra el islam y con todas nuestras fuerzas, sí, pero desde Europa, desde la Europa europea, desde la Europa gentil.
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Para terminar, sabido es que nuestros antepasados celebraban estas fechas que van desde los últimos días del año (desde la entrada del solsticio de invierno) hasta los primeros días del año entrante; sabido es también que los cristianos se adueñaron de estas festividades y las cristianizaron.
Los europeos gentiles tenemos que recuperar estas fiestas. El árbol es un buen símbolo, y para todos los pueblos. Podemos tener al árbol como alegoría de cada pueblo, el árbol ‘chino’, pongamos por caso, o el árbol ‘europeo’ (o el árbol ‘griego’, o el árbol ‘armenio’…); y podemos tenerlo también como alegoría del árbol universal, el árbol de los pueblos y culturas del mundo, que es también el árbol de la vida, el árbol más puro.
Aprovecho esta oportunidad para desearles a todos, desde la gentilidad recién recuperada, unas Felices Fiestas.
Hasta la próxima,
Manu

domingo, 12 de diciembre de 2010

58) Por qué no ganamos en esta guerra

Por qué no ganamos en esta guerra.

Manu Rodríguez. Desde Europa (08/12/10).


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*El islam (la ‘umma’) usa en cada pueblo una estrategia conceptual, un lenguaje. Por ejemplo, hablan de la insufrible situación de los hermanos musulmanes de Cachemira, rodeados de ‘idólatras’ (los ‘hinduistas’) que los mortifican. Aquí, en Europa, y en el área de influencia cristiana, busca la medievalización del discurso, la inmersión del conflicto en el lenguaje judeo-cristiano-musulmán. Se habla de cruzados y de infieles; de revelaciones y de profetas; de las tres fes; de los pueblos del ‘libro’…
Advierto que hablar de la Europa cristiana, o de las raíces cristianas de Europa, es seguirle el juego a estos musulmanes. Y obviamente a las autoridades eclesiásticas de las diversas sectas cristianas; vuelven así a tener cierto protagonismo. Aquí, moros y cristianos (sus respectivas castas sacerdotales), son aliados. Ambos buscan sobrevivir, y esta querella (este discurso) les mantiene vivos.
Para aquellos europeos a los que no les afecte el lenguaje judeo-cristiano o el religioso en general (‘ateos’ y otros), se usa el lenguaje político o el sociológico, y se censura abiertamente el Estado ‘democrático’, o la sociedad ‘laica’, o ‘secular’.
Hay que decir que no se trata de sociedades simplemente ‘seculares’ o ‘laicas’, o ‘democráticas’. Estos conceptos no sólo no definen sino que enmascaran la realidad socio-cultural de nuestros Estados o naciones, de nuestros pueblos; las diferencias esenciales entre el ‘secularismo’ de Europa, y el de México, o el de Japón. Por lo demás, está claro que, en boca de un musulmán, el mundo ‘secular’, ‘laico’, o ‘democrático’ es el mundo no-musulmán, el mundo ‘infiel’; la casa de la guerra, el territorio a conquistar e islamizar. Estos términos se suman a los ya existentes de ‘paganos’, ‘infieles’, ‘idólatras’ y demás.
No importan, pues, las diferentes características de nuestras culturas, si ‘hinduistas’, si ‘tradicionalistas’ (China), o si ‘complejas’, como la europea y su área de influencia (con componentes autóctonos y componentes alóctonos, como el judeo-cristiano). El mundo libre es el mundo no-musulmán. Y basta. Y la ‘umma’, en cada lugar, buscará su concepto y lo opondrá al islam. Dirán, por ejemplo: “La sociedad ‘secular’ es incompatible con el islam”, o “el politeísmo y la idolatría son incompatibles con el islam” (India), o “el culto a los antepasados es incompatible con el islam”, o “la ‘democracia’ y la ‘libertad’ son incompatibles con el islam”. En cada pueblo o cultura usarán una estrategia conceptual diferenciada.
Adviertan estas palabras recientes de un líder musulmán, “el islam no puede ‘sobrevivir’ en una sociedad secular” (el entrecomillado es mío). Esta expresión hay que aplicarla a cualquier otra sociedad, basta sustituir el término ‘secular’. Es inquietante el uso del término ‘sobrevivir’. Es más que un problema de incompatibilidad; cualquier contacto con otra cultura es considerado como un problema de supervivencia; es o una, u otra. No dan otra alternativa, es el islam, o guerra. O sumisión, o guerra.
Es una guerra antigua la que el islam sostiene contra el mundo no musulmán, contra los pueblos, Estados, o naciones no musulmanes; contra el mundo libre. Esto es lo primero que tenemos que tener en cuenta y no olvidar. El islam está en guerra contra nosotros, y nosotros estamos en guerra contra el islam. Estamos en guerra.
La estructura de poder del islam es, además, representativa de aquellos que más pierden en este nuevo período; los sacerdotes, las diversas castas sacerdotales, que pierden prestigio y poder a pasos agigantados bajo la nueva luz. Su mundo se les va; sus fundamentos, sus legitimaciones. Hemos de acabar de derribar esos pilares podridos, antes de que hagan más daño.
Nuestro conflicto es esencial, y su resultado tendrá consecuencias duraderas. Es ciertamente choque de civilizaciones, pero de civilizaciones que no están sincronizadas. Son dos tiempos históricos distintos. Lo viejo y lo nuevo. Una civilización del pasado pretende destruir o desvirtuar la nueva civilización; aniquilarla, o hacerla suya, apropiársela de alguna manera.
*Les recuerdo a todos los europeos que los ilustrados, y la Ilustración, tenían en el punto de mira no sólo a la tradición judeo-cristiana que a la sazón dominaba en Europa, también al islamismo y a toda otra fe o tradición religiosa del pasado; se las consideraba, sin distinción, como perturbadoras del progreso intelectual y espiritual de los pueblos, como frenos u obstáculos. La oposición en aquellos momentos a estas tradiciones era algo torpe y poco discriminativa. No había una descripción y una caracterización de estas tradiciones religioso/culturales; no se distinguía entre religiones o culturas universales y religiones/culturas étnicas, pongamos por caso. No disponíamos de una antropología cultural tan desarrollada como la que nos ha dejado el siglo pasado.
Parece que los europeos no nos damos cuenta de en qué mundo otro vivimos hoy. Lo que ha llovido desde aquellos ilustrados. No sólo Darwin y el neo-evolucionismo, la genómica, la ecología y demás. También el nuevo atomismo, la actual física de partículas, y la nueva cosmología relativista. Sin olvidar la antropología cultural ya citada, la sociología, y las ciencias humanas en general; la filosofía (de Kant a Wittgenstein). Por no hablar de la evolución de nuestras instituciones políticas y jurídicas.
(Hay pueblos que aún siguen viviendo en esa Edad Media generalizada que es el neolítico histórico (los últimos seis mil años); que aún viven en aquellas antropologías, en aquellas sociedades, en aquellos mundos. Aún no se han enterado que estamos en un nuevo período; aún no les ha llegado la luz de la nueva cosmología, la nueva biología, o la nueva antropología.)
Es esta Europa renovada, desde sí misma renovada, la que ha de responder. La Europa medieval no queda sino como recuerdo en la memoria de los europeos. Otra es la conciencia hoy del ciudadano europeo medio. Su memoria colectiva reciente está llena de novedades aún sin digerir, sin asimilar (la nueva cosmología, la genómica, la ecología, la conciencia antropológica nueva… la nueva política, las nuevas sociedades). Es un mundo incipiente y nuevo. Son tiempos inaugurales, de fundación. Es una nueva aurora lo que vivimos.
Es desde esta Europa nueva que hay que luchar; y en los términos de esta Europa nueva. Y hablo de términos jurídicos, políticos, filosóficos, científicos, o económicos; se sienta quien se sienta ofendido. Hablo del nivel, del status cultural alcanzado. Por nosotros mismos alcanzado.
Cualquier otro ‘escenario’ o ‘mundo’ es, para nosotros, una regresión. Y una pérdida de pie, por el uso de ‘juegos de lenguaje’ obsoletos, vetustos, rancios, idos; que harían reír, si su prédica no tuviera aún tan macabras consecuencias. El medieval, por ejemplo, el ‘escenario’ en el que aún se mueven los musulmanes; el mundo religioso, filosófico, científico, político, jurídico, geográfico, histórico… medieval.
Quieren hundirnos en ese pasado, hacernos regresar a ese ‘mundo’, muerto ya para nosotros; ésta es la estrategia medievalizante seguida por los musulmanes en el área de influencia cristiana. Pretenden que abandonemos nuestras armas conceptuales nuevas, nuestros términos nuevos; el ‘terreno’ conquistado, el futuro alcanzado. Que cedamos esta cumbre nuestra, este baluarte inexpugnable nuestro.
Lo primero es situarnos en el tiempo y en el espacio. El espacio es la Europa europea, la Europa milenaria, esta tierra ancestral nuestra, y el tiempo es la Europa post-ilustrada, y post-darwiniana, y post-einsteniana… Lo segundo son los actores, los europeos autóctonos de las presentes y futuras (muy pocas) generaciones de un lado, y los millones de musulmanes asiáticos y africanos que se han asentado en nuestras tierras en los últimos veinticinco o treinta años, del otro –y casi sin saber cómo. Lo tercero es el peligro de que aquel espacio y aquel tiempo europeos desaparezcan, o que se nos vayan de las manos a nosotros los europeos. Si todo continúa como hasta ahora, en unas pocas decenas de años los autóctonos quedarán en minoría, y su civilización recién nacida desaparecerá, o se verá señoreada por otros. Sí, gente venida del pasado y de fuera podrían devenir dueños y señores en este nuevo período; aquí, en nuestra casa; como señores gozarían de lo que ni sembraron, ni recogieron, ni trabajaron. Esto, en el mejor de los casos. (Algo semejante padecieron los sumerios cuando su cultura (la primera civilización, la primera escritura…) se vio semi-destruida, desvirtuada, y dominada por invasores acadios (semitas) en los albores del neolítico histórico.)
Peligra no sólo nuestro presente, el status cultural (político, económico, científico, artístico…) alcanzado, esto es, la Europa que ha llegado a ser. Peligra, antes que nada, nuestra identidad, la identidad milenaria de Europa y de los europeos; nuestra misma existencia. Peligran nuestro pasado, nuestro presente, y nuestro futuro.
Perdemos en esta guerra porque no nos hemos enterado todavía qué es lo que nos jugamos en ella; y porque no estamos colocados en nuestro sitio, porque no la estamos haciendo desde donde debemos hacerla, desde nuestra tierra y nuestra cultura, desde Europa, sin más (no desde la Europa cristiana, o desde la Europa de los derechos humanos, o de las libertades).
*Unas palabras sobre los europeos que participan en esta guerra; la tropa ‘anónima’. No son muchos los que dan claramente la cara; los más se escudan, se ocultan. Falsos rostros, falsos nombres; falsas identidades. ¿Quién es quién aquí? Es la cobardía, supongo; prestos a escabullirse al menor peligro. O la deliberada falsedad. Nausea me producen estos contemporáneos, estos paisanos; estos conmilitones.
Si la muchedumbre de anti-islamistas europeos aparecieran en internet con sus rostros y con sus pelos y señales ¿contra quién dispararían los musulmanes, o contra quién lanzarían las sentencias condenatorias sus autoridades ‘religiosas’? No tendrían tiempo siquiera para señalar y disparar; la ‘umma’ no tendría ni tiempo, ni bocas, ni manos. Pero lo tienen fácil cuando los blancos son pocos. A estos pocos desembozados se les amenaza directamente, o se les elimina. Se siembra el terror, lo cual forma parte de la estrategia.
Entre atentados y asesinatos directos los intrusos, los invasores, han logrado sus propósitos; han conseguido amedrantar a la población. El temor y la censura (la auto-censura) se han instalado entre nosotros. Éstas son las victorias del islam, de la ‘umma’, en nuestras tierras; mediante la violencia, la intimidación, y el engaño prosperan y crecen en las tierras de nuestra amada Europa (y del entero mundo libre), a la espera del asalto final.
Se necesitan, pues, valor, y claridad. Una oposición clara y sin tapujos. Masiva. Un rechazo y un desprecio abiertos y masivos. En toda Europa. Sin temor ni pudor. Rechazamos, simplemente, aquello que amenaza nuestro ser.
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Hasta la próxima,
Manu

sábado, 4 de diciembre de 2010

57) Para Carmen Morer

Para Carmen Morer.

Manu Rodríguez. Desde Europa (03/12/10).


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¡Pero mujer, cómo no lo has dicho antes! Esas cosas se dicen. Bien, no te des por aludida entonces. No va contigo lo escrito, o no todo. Está pensado para los europeos, y te afecta sólo en la medida que también te sientas europea, y que compartas con nosotros nuestro destino, nuestro futuro. En realidad estos textos se escriben para muchos, aunque las preguntas vengan de uno solo. Nuestras perplejidades, temores, y esperanzas son más comunes o sociales (locales y temporales) de lo que a primera vista pudieran parecer; son representativas.
Desde luego que puedes sentirte orgullosa de ser judía. Sois de los pocos pueblos que han permanecido fieles a sus antepasados y a sus tradiciones (su religión/cultura), y en las circunstancias más adversas. Sois un ejemplo para todos. Ya quisiera yo que los europeos hubieran tenido para con lo suyo la mitad del celo que vosotros habéis mostrado tener con lo vuestro; un poco de vuestra devoción, de vuestra fidelidad. Cuando la cristianización abandonamos lo nuestro y adoptamos lo ajeno; así, sin más, sin mirar atrás. Tal acto horrible puede ser considerado como la suprema traición, y la suprema alienación. Es un pueblo que se da muerte a sí mismo, que se arroja a sí mismo a la muerte y al olvido; que se anula, que se quita de en medio él mismo. No importa si este paso aberrante se dio por indiferencia, miedo, o interés. Y ahora, en este período nuevo de nuestra historia, se nos viene encima el problema del islam. Si fuimos infieles y desleales con lo nuestro cuando la cristianización, ¿por qué no íbamos a serlo ahora con la islamización; por qué albergar esperanzas de lo contrario? ¡Oh, pueblo mío sin carácter, desnortado; no fiable, indigno!
Vosotros jamás abandonasteis a los vuestros; jamás perdisteis el nexo con vuestros antepasados. Sois de los pocos pueblos no alienados del planeta (espiritual, culturalmente alienados); aquellos pocos que conservan vivo el legado ancestral, que pueden enarbolarlo con orgullo. No habéis permitido que se os privara de vuestra religión/cultura; habéis sido claros y valientes en todo momento y en todo lugar. Jamás arrojasteis el testigo de vuestras manos, jamás renegasteis de los vuestros. Éste será vuestro testimonio imperecedero para todos los pueblos hasta el final de los tiempos. El pueblo judío, el pueblo más fiel. No os arredró ni la persecución ni el ‘mobing’ a que os sometió el cristianismo durante siglos. Ni el islam. Ni el holocausto. Habéis superado tantas pruebas. Es mérito vuestro, mérito del pueblo judío; de vuestro genio, de vuestra naturaleza, de vuestro ser. Pueblo inmortal. Pueblo envidiable.
Un modelo histórico, justamente. Un buen modelo para los pueblos. El mejor. Nosotros, los europeos, y otros pueblos gentiles, debemos aprender de vosotros. De vuestra fidelidad, de vuestra lealtad, de vuestro celo; de vuestra entereza, de vuestra voluntad. De cómo no perder el ser simbólico ancestral y autóctono que somos, en el que venimos a ser; fueran cuales fuesen las circunstancias. De no olvidar, de no descuidar, bajo ningún pretexto, la deuda que tenemos para con los nuestros; el deber sagrado.
Estoy seguro que vosotros comprenderéis las palabras que les dirijo a los europeos. No os afecta, sin duda; sólo vosotros sabéis a la perfección que tal actitud veneradora hacia lo propio es el único camino hacia la otra orilla, hacia la victoria, hacia el futuro; más allá. Vosotros sois una rama intacta del árbol de los pueblos y culturas del mundo, de las pocas ramas intactas que quedan. Y no habéis hecho otra cosa que permanecer fieles al legado de vuestro pueblo. Parece poca cosa, pero muy pocos pueblos pueden decir lo mismo. (Los pueblos cristianizados o islamizados son pueblos alienados de su propia cultura, que sufrieron en su momento un proceso de aculturación y enculturación.)
El futuro hay que ganarlo; hay que tener derecho al futuro. Los momentos que ahora vivimos en Europa, y en el mundo, con esta tercera oleada del islam (su presión, su innegable empuje), ponen a prueba la voluntad de poder y de futuro de los pueblos. En momentos como estos los pueblos se juegan el ser, el seguir siendo. Vosotros habéis demostrado con creces vuestra voluntad de poder y de futuro. Vosotros os ganáis merecida y limpiamente el futuro una y otra vez.
Yo insto a los europeos a que alcancen esa conciencia, ese celo con lo suyo que vosotros nos habéis mostrado a lo largo de los siglos. Conciencia de pueblo, de tradición, de cultura, de signos comunes… Es el único camino hacia la victoria. Es el principio, es el camino. Tal conciencia es también arma, y escudo protector. Nos permite enfrentarnos con visos de victoria a cualquier obstáculo. Esa conciencia no conoce la derrota.
Si tal conciencia hubiera estado presente entre los pueblos, el árbol de los pueblos y culturas del mundo no hubiera perdido ninguna de sus ramas; se mantendría pleno, intacto, vivo, y erguido. Ninguna de las corrientes universalistas hubiera tenido fuerza para devastar culturalmente al planeta; hubieran sido abortadas en su origen, no habrían ido más allá de su tiempo y su lugar. Si tal conciencia se logra o recupera hoy, el enemigo común, el islam, será absoluta y definitivamente derrotado.
Los pueblos, pues, han de ser insobornables, inasequibles (no podrá usar el enemigo el miedo, el interés, o la complicidad). La cultura propia, ancestral y autóctona, es innegociable. No se discute sino con los nuestros, y en casa. Es santa, sagrada.
Estas palabras, como comprenderás, no van para vosotros, que sois maestros en esto que digo. Pero los pueblos necesitan espabilarse frente al empuje del islam. Necesitan hacerle frente, y vuestro ejemplo es el arma que disponemos. Tenemos que imitar vuestro celo y vuestra inquebrantable fidelidad. Esta actitud vencerá, superará cualquier impedimento en nuestro camino, como digo. Esta expansión islámica que padecemos será apenas una tormenta en el devenir de nuestros pueblos. Venceremos, superaremos, dejaremos atrás este sombrío período.
No sé si vas comprendiendo por donde voy en lo que escribo. Confío en que sí, porque sólo los miembros de culturas/tradiciones/religiones étnicas ancestrales pueden ver sin dificultad lo que digo. Lo que yo digo vosotros lo sabéis y lo lleváis a cabo desde hace siglos, milenios (judíos, parsis, chinos, japoneses… y las culturas ancestrales supervivientes). Nada tenéis que aprender de otros. Sois los pueblos fieles; los pueblos sanos. Pero hay otros pueblos, y otros comportamientos, y otras experiencias; yo me dirijo en primer lugar a los europeos…
Bueno, me despido, no te molesto más; si en algo te he podido ofender en alguna ocasión, te pido disculpas.
Saludos,
Manu

jueves, 2 de diciembre de 2010

56) Dos cuestiones. Sobre el concepto 'gentil', y sobre cultura y religión

Dos cuestiones. Sobre el concepto ‘gentil’, y sobre cultura y religión. A propósito de algunas observaciones de C. M.

Manu Rodríguez. Desde Europa (28/11/10).


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*Los términos ‘gentil’ y ‘gentilidad’ no tenían, en su origen, nada que ver con ‘cortés’, ‘cortesía’, o términos afines. Eran las palabras que judíos y cristianos usaban para designar a aquellos que no eran judíos o cristianos, y se usaban de forma peyorativa para designar a todo otro –la ‘gente’, o las ‘gentes’. Estos términos son traducción del término hebreo ‘goy’ (‘goyim’, plural), de igual significación. El término griego para el caso es ‘etne’ (acuérdate de la música ‘étnica’); recuerda también que se suele hablar de religiones étnicas (a las cuales también podríamos denominar religiones gentiles), esto es, de religiones/culturas no universales, culturas ancestrales ligadas a un pueblo y que entran en pugna con el universalismo y el totalitarismo del cristianismo, o el islamismo (porque corren el peligro de desaparecer). Estos términos (‘etne’, ‘gentil’…) se usaban como equivalentes del concepto ‘pagano’ (que se refiere a las primitivas tradiciones campesinas –de ‘pago’, que significa ‘campo’ en latín), o del posterior ‘infiel’ usado por los musulmanes, y eran susceptibles de ser usados también como armas conceptuales; como conceptos generales, tenían (y tienen) la ‘virtud’ de hacer desaparecer a los diversos pueblos y culturas, de borrar las diferencias esenciales; la humanidad se dividió en cristianos y paganos, o en musulmanes e infieles.
Yo reivindico esta primitiva acepción del término ‘gentil’ para designar, como digo en el blog ‘Europa Gentil’, a la Europa no cristiana, no judía, o no musulmana; a la Europa autóctona y ancestral; a la nuestra, a la propia. Es como decir: “sí, nosotros somos los otros, los gentiles, y nos sentimos orgullosos de ello; nos sentimos orgullosos de no ser vosotros”. Es el orgullo y el honor de no haber roto el nexo milenario que te une a tu pueblo, a tu genio, a tu ser.
El uso actual del concepto ‘gentil’ (como sinónimo de ‘cortés’, ‘galante’, o ‘delicado’) comenzó en la Edad Media (siglos XII y XIII), y fueron los poetas del, así auto-denominado, amor gentil (Guitone, Guinizelli, Cavalcanti, Dante…), herederos de los poetas del amor cortés (los trovadores), los que lo retomaron y volvieron a ponerlo en circulación ya con esta significación añadida. De esta manera se distinguían de los cristianos. Era una forma divertida y sutil de oponerse a estos (a su ideología y a su poder), así como de burlar la censura. Confesarse gentil era confesarse cortés, y era confesarse no-cristiano… Hay que tener en cuenta la ambigüedad y, al mismo tiempo, la equivalencia lógica y semántica que introdujeron los poetas e intelectuales de aquel período en estos conceptos: ‘gentil’ valía como ‘cortés’, y como ‘no judío’, ‘no-cristiano’, o ‘no-musulmán’; un concepto llevaba a otro. “Sólo en corazón gentil cabe Amor…”, dijo Guinizelli. ¿Cómo hay que leer, escuchar, o entender esto?
Los poetas trovadorescos y los del ‘dolce stil novo’, los poetas del Amor cortés y del Amor gentil, son los poetas del dios Amor, del dios otro, del dios gentil. Aquella época fue para Europa un proto-Renacimiento, o un conato de ello; un destello de luz, un amago de aurora.
Todo este excurso viene a cuento por tu conexión de ‘gentil’ con ‘idílico’; te has movido en el campo de resonancias conceptuales del uso moderno del término ‘gentil’. Hay que tener en cuenta también el antiguo; o pensar en todos los usos posibles de un término, para hablar de manera filosófica.
Aclarado esto, te responderé. Ni idealizo, como dices en otro lugar, ni consideró idílico el pasado de mi pueblo, pues no se trata de eso. No se trata de que el pasado de mi pueblo fuera idílico o no (además, ¿desde qué punto de vista ‘idílico’; para quién?); se trata sencillamente de que es el pasado de mi pueblo, de mi gente, de mi sangre, de mi ser. Y no veo por qué he de abandonar o ignorar o desconsiderar el pasado propio, o, como sucede en las ‘conversiones’, abandonar el propio y adoptar el ajeno, lo que sería, en ambos casos, auto-alienación; bien al contrario, he de tener mi pasado en lo más alto, y he de anteponerlo a otros. Es lo que un pueblo no debe perder, so pena de desaparecer él mismo; es lo que un pueblo no debe perder en absoluto.
Te recuerdo que los cristianizados, sean de donde fueren, tienen a los patriarcas de los judíos como antepasados propios, y la historia de Israel y del pueblo judío como sagradas, así como santa a la tierra de Israel. Para los musulmanes, sean de donde fueren, y no sólo para los salafistas (de ‘salaf’, ‘antepasado’ en árabe), el período de los antepasados está en los primeros tiempos tras la muerte de Mahoma, descansa en los primeros califas; su propio pasado pre-islámico es como si no hubiese sido, lo que vale también para los pueblos cristianizados y su pasado pre-cristiano. El pasado pre-cristiano o pre-islámico de los pueblos es destruido, o satanizado. Es todo un despropósito. Multitud de individuos y pueblos con pasado y antepasados espurios; aquí y allá. ¿Qué pasa con sus verdaderos antepasados, su propia historia, y su tierra ancestral?
Es la propia ideología judeo-cristiana, no su manipulación, la que sumió a toda Europa en la oscura Edad Media, en un ‘invierno supremo’. Hasta el Renacimiento no se comenzó a resurgir. Se recuperaron poco a poco las tradiciones jurídicas, artísticas, filosóficas, políticas y demás de la cultura greco-romana –la democracia que tanto hoy apreciamos. Se recuperó la gentilidad. Volvimos a pisar terreno europeo. Estábamos en casa. Habíamos vuelto.
*Hay muchas historias truculentas, verdaderas y/o falsas, que pusieron en circulación en Europa los primeros cristianos para minar la confianza que aquellos pueblos tenían en sus propias tradiciones culturales. Se prodigo una visión negativa de las antiguas culturas –ya sin distinción, re-nombradas como culturas simplemente ‘paganas’. Se las despersonalizó, se las desdibujó.
Lo que padecemos hoy en Europa con los musulmanes es lo que el ámbito cultural greco-romano (y finalmente toda Europa) comenzó a padecer con los cristianos hace casi dos mil años. La misma crítica, la misma propaganda, la misma campaña de intoxicación, la misma estrategia de desprestigio y desmoralización de los pueblos a los que se pensaba cristianizar (ahora islamizar). El mismo proceso de aculturación y enculturación. La misma insidiosa destrucción de la memoria. Nuestras tradiciones discutidas, nuestros antepasados vituperados, mancillados; nuestro ser todo pisoteado.
Volverán a alienarnos culturalmente; volveremos a ignorarnos. La historia se repite. Perderemos de nuevo la recién recuperada gentilidad. (Estas frases puedes ponerlas también en interrogación; que pasen de aseverativas a interrogativas. La duda o la incertidumbre resultan menos dolorosas que la certeza; dan esperanzas.)
*
*Querida C., un ‘slogan’ no es una cultura, en una cultura están implicados miles de seres humanos y miles de hechos. Es de justicia tener en cuenta a todos y a todo (en la medida de nuestras posibilidades). Un ‘slogan’ puede ser representativo de una ideología religiosa (el que tú mencionas –‘ama a tu prójimo como a ti mismo’), o una política (‘proletarios de todo el mundo…’), o una filosófica (‘trata al otro como quieras que te traten a ti’). Estas frases, más sonoras y rimbombantes que efectivas, pueden formar parte de una cultura, pero no la representan de ninguna de las maneras. No es tan simple la cosa.
La cultura de un pueblo es su religión; y cuanto más ligado esté un individuo a su propia cultura, tanto más religioso será. Toda la cultura, incluida la culinaria, o la manera de hacer sus necesidades, hacer el amor, o enterrar a sus muertos; su ciencia, su derecho, su música… Todo. Lo grande y lo pequeño; tierra y cielo. Y eso es lo que cada pueblo debe amar con todas sus fuerzas, y defender hasta la muerte; su propio patrimonio lingüístico-cultural, su propio mundo, sus propias condiciones espirituales de existencia; la atmósfera, el aire que requiere para respirar con amplitud y libertad. Es también el fruto de las generaciones.
En cuanto a esa frase que citas, y a esa religión, han causado en el mundo tanto daño como el que ha causado y causa el islam (recuerda lo del ‘el islam es paz’). Esas frases no han servido más que como instrumentos de poder y de dominio de las castas sacerdotales y políticas. Han destruido centenares de culturas y hecho desaparecer del mundo cientos de pueblos. La propia cultura china ha estado a punto de desaparecer a causa del comunismo. Se perdió la cultura egipcia, la persa, la griega, la romana… En el nombre de esas ideologías, de esos principios; en el nombre del dios de los cristianos, del dios de los musulmanes, del humanismo comunista. Toda la humanidad ha perdido; todos, individuos y pueblos, hemos perdido algo de nuestro ser. El árbol de los pueblos y culturas del mundo, que es también el árbol de la vida, el árbol más puro, está desmochado, sucio, roto.
El resultado final de toda esta triste historia es que no quedan en nuestro mundo sino esas pocas ideologías religiosas y políticas. Se han adueñado del planeta y lo han dividido y enfrentado. Las áreas de dominio de estas ideologías están en guerra entre sí. Nosotros, los humanos, no somos más que herramientas en manos de sus líderes religiosos o políticos, nos enfrentan unos a otros; somos sus peones, sus soldados… Nos alienan y nos instrumentalizan. ¿Hasta cuándo?
Hablar de este tema me entristece. Tu salida me entristece. ¿Por qué una cita de Jesús, por qué no una cita de Tales, Solón, Tirteo, Jenofonte, Heráclito, o Píndaro? ¿Cómo tan lejos de casa? ¿Es que no conoces ya a los tuyos; te has olvidado que tienes antepasados y sabios propios? Se descuidan las enseñanzas del propio pueblo. Esto es muy común en nuestros días. Citas budistas, taoístas, cristianas o musulmanas en los labios de nuestros hombres y mujeres; y la ignorancia o el olvido de lo propio. ¿Qué saben de sus propios sabios, o de su propio pueblo?
Me dices, en otro comentario tuyo, que vas a leer a Lévi-Strauss; era judío, efectivamente, y un judío filosófico y europeo (que había asimilado la cultura europea (desde Grecia y Roma)), a la manera de Einstein. De él te recomiendo ‘El pensamiento salvaje’. Espero que te ayude a redefinir o a reubicar los conceptos ‘cultura’ y ‘religión’; y a reencontrarte con ellos.
Hasta la próxima,
Manu

miércoles, 24 de noviembre de 2010

55) Expulsión, expulsión, expulsión

Expulsión, expulsión, expulsión.

Manu Rodríguez. Desde Europa (18/11/10).


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*El islam hace ya tiempo que le declaró la guerra a Europa (y al resto del mundo libre). Busca nuestra destrucción. Cada musulmán que entra en nuestro territorio es un soldado, un enemigo. No debemos tener dudas al respecto.
Cuanto antes nos enfrentemos a esta realidad tanto mejor. El tiempo corre a favor del enemigo; todo tiempo sin tomar medidas efectivas, juega a su favor (aumenta su número, su organización, su fuerza…).
La mayor parte de nuestra clase política y de nuestros gobernantes no están enfrentándose a esta situación. Estamos solos, abandonados; amenazados, insultados, robados, golpeados, violados, asesinados. ¿Qué haremos los ciudadanos europeos? Cabe la posibilidad de un levantamiento popular; los ciudadanos europeos se declaran abiertamente contra el islam. Pero esto es tan sólo una posibilidad, un sueño.
Las agrupaciones culturales y los partidos políticos netamente anti-islamistas deben asumir que sólo hay una victoria concebible, la expulsión de estos millones de musulmanes asiáticos y africanos recién llegados a Europa. La recuperación de nuestro status (independencia, integridad, soberanía, libertad…), el retorno a la situación previa a esta masiva y siniestra colonización.
Ni asimilación ni integración, pues, sino expulsión, expulsión, y expulsión.
Tal programa (la expulsión) supondrá una declaración de guerra en toda regla contra el islam dentro y fuera de nuestro territorio. Es tiempo de enfrentamientos. Tenemos que estar dispuestos a arrostrar las terribles consecuencias que vienen. Vienen tiempos de guerra, de destrucción, y muerte.
Hemos de esperar las reacciones del ámbito islámico. Contra la población europea residente en sus países, contra nuestros intereses económicos… Y también en nuestros pueblos, ciudades, industrias, transportes, vías de comunicación y demás.
Europa en armas de nuevo, sí. Será una guerra de defensa, absolutamente santa, legítima. Será, o guerra, o pérdida del territorio y sumisión (islamización).
*No nos apenemos. A pesar de todo tenemos buenas noticias. Europa se levanta. En todos los países proliferan los movimientos (políticos y culturales) anti-islamistas. Hay motivos para la alegría. No más lamentos. No necesitamos más información, ya sabemos quién es el enemigo de nuestro ser, de nuestra casa, de nuestra madre-patria, de nuestra Europa. Ya sabemos lo que tenemos que hacer. Ahora se requieren cantos de guerra y de victoria. Que vengan los poetas y los filósofos guerreros. El dios nuestro ha atendido nuestros ruegos. Venceremos, fulminaremos, purificaremos. Alegrémonos los europeos. Ya viene la claridad, ya viene la luz, ya viene el día. Siento deseos de cantar, de saltar, de bailar. Eu!
Sea Europa la causa de los europeos de las presentes y futuras generaciones. Sea Europa nuestra tierra sagrada. Sea la cultura europea nuestra religión. Con estas consignas venceremos.
*
Hasta la próxima,
Manu

jueves, 18 de noviembre de 2010

54) Como si fuera el último

Como si fuera el último.

Manu Rodríguez. Desde Europa (12/11/10).


*


*La audacia y el valor engendran la victoria, y con la victoria vienen la alegría, el goce, la felicidad… Estos conceptos/estados de ánimo son como el síndrome (conjunto de síntomas concomitantes) de la victoria, como su cortejo. No aparecen sino en la victoria (no los encontrarás sino en la victoria).
(“La felicidad es algo que encuentras mientras vas en busca de otra cosa”. Coco Chanel).
Primero hay que ser luchador, emprendedor. Pueblos e individuos luchadores, creadores, constructores. En la tierra como en el cielo. Es un ímpetu natural. Se empuja hacia adelante, se quiere. Hay ‘voluntad de’, y se lucha por ello. Primero es la voluntad de poder. Es la misma vida.
Luego están los caminos que a la consecución y al triunfo conducen. La capacidad de cálculo y las estrategias de dominio.
Luego están la audacia y el valor que para acometer empresas se requiere; y la constancia en la lucha.
Si sobreviene el triunfo, vienen la alegría, el contento, y la dicha; si no, vienen la frustración, la tristeza, y la desgracia.
*El honor, el orgullo, o la dignidad proceden del ser natural. Ligadas a la territorialidad y a las características auto-reconocidas del propio grupo, a sus señas de identidad (étnicas y culturales, biosimbólicas) –lo que le distingue de otros. La autoconciencia del grupo; el propio ser.
El respeto que nos debemos a nosotros mismos; y el que nos debemos unos a otros, el que los diversos pueblos e individuos se deben entre sí.
Estos conceptos (honor, respeto, deber…) son como transducciones verbales (sonoras) de pulsiones y de sentimientos, en sí, inefables. Con ello se significan y simbolizan pulsiones o sensaciones comunes básicas de nuestro ser. Las palabras, los sonidos significantes y simbólicos (sociales, compartidos), se crean según necesidad.
Nuestro ser resuena, responde, reacciona, vibra, sintoniza con las palabras (los sonidos) –ante el término ‘alegría’, por ejemplo. Las palabras se ligan a los sentimientos, pulsiones, y estados de ánimo naturales. Esta asociación acontece a lo largo del proceso de asimilación del universo lingüístico-cultural en el cual nacemos; en esa cuna (crianza, solera) que es la raíz, la base del ser simbólico.
Las nuevas criaturas serán socializadas, hominizadas; iniciadas, instruidas (cada pueblo a su manera). Devendrán lakotas, san, maoríes… europeos o chinos; seres ya biosimbólicos.
El universo lingüístico-cultural de un grupo es información, es la información que éste ha elaborado (y tiene) acerca de sí y acerca del mundo silencioso en el cual ha venido a ser. Esos universos son la materia de nuestros sueños y de nuestras reflexiones. Pensar o imaginar es metabolizar información, la información que se tiene; es producir o sintetizar nuevos metabolitos simbólicos -nueva información.
La lengua y la cultura de un pueblo tienen el valor que tienen; dotan de sentido y ser a todos y a cada uno de sus miembros, así como a las sucesivas generaciones. Es el eje, el pilar, la columna que sostiene el mundo. La cultura de un pueblo es su religión.
Nuestra cultura, que es nuestro ser natural (nuestro Genio) y sus condiciones espirituales de existencia, ha de tener para nosotros carácter sagrado, santo, religioso. Cualquier atentado contra nuestra cultura es una profanación, y es una ofensa a nuestra dignidad y a nuestro orgullo. Esta cultura es obra nuestra, y de nuestros genuinos antepasados. Es nuestra imagen, nuestro aroma, nuestra voz; nuestra diferencia, nuestra especificidad. Son las señales que repetidamente emitimos; son nuestras señas de identidad. Es nuestro ser último.
Nuestra tierra y nuestra cultura son nuestros únicos bienes. Un pueblo no tiene otra cosa que la tierra que ocupa y las palabras (el saber y la obra) de los antepasados (el cielo, la conciencia y la memoria colectivas).
Esta tierra europea es tierra nuestra desde hace innumerables generaciones, desde hace milenios. Esto es así. Con todo, hay que decir que un pueblo puede perder la tierra (sin otras consecuencias), pero si lo que pierde es el cielo, aunque conserve la tierra, ese pueblo desaparece como si nunca hubiese sido.
*A nuestras generaciones nos tocan tiempos de guerra. Hablo de la ominosa presencia de la ‘umma’ y su dios en nuestra querida Europa, y de su descarada y grosera ambición de dominio. Esta muy numerosa población musulmana, asiática y africana, que se extiende por nuestros pueblos y ciudades y que crece cada día, viene con ambiciosos planes territoriales y culturales –sueñan con conquistarnos, y someternos (islamizarnos); con privarnos de nuestra tierra y de nuestra cultura.
Corre peligro la Europa europea, nuestra madre patria ancestral, nuestra tierra sagrada; corren peligro nuestra soberanía, nuestra independencia, nuestra libertad, nuestra identidad. Ésta es la inquietante experiencia colectiva que se nos impone a nosotros los europeos en los tiempos que corren. Esta amenaza, este peligro. Esta ‘realidad’. Tenemos que prepararnos para lo que viene, para lo que ya es. Nos compete a todos, nos afecta a todos; a todos nos convoca.
Es ineludible, y trágico, el destino reservado a nosotros los europeos de las actuales y futuras (muy pocas) generaciones; nos enfrentamos desde ya a la posible pérdida de nuestra tierra ancestral y a la extinción de nuestras culturas, a nuestra posible desaparición. Todos los europeos participamos, lo queramos o no, en esta contienda existencial en la que nos jugamos el ser. Esta estimulante experiencia está poniendo a prueba nuestra voluntad de poder y de futuro, nuestro ‘querer seguir siendo’.
*Es un monstruo étnico y local el que pone en peligro nuestro ser; viene de lejos y de fuera, y de allende el tiempo. Es un fantasma del pasado. Un fantasma que aún tiene que ser masivamente derrotado –en la tierra y en el cielo.
Y lo será; será ampliamente vencido. Rayos veloces y certeros caerán sobre él desde los cielos de Europa. Sucumbirá; se desvanecerá el fantasma, el simulacro. Y será una victoria colectiva, y una alegría colectiva será. Ya vienen las generaciones heroicas, los héroes de la reconquista; los vientos impetuosos, los futuros. En esta aurora. Y vienen despiertos, ‘armados’, y decididos.
Hombro con hombro, y pie junto a pie, y escudo con escudo, así avanzaremos.
Y que cada uno, en su puesto y en cada ocasión, lance su dardo como si fuera el último.
*
Hasta la próxima,
Manu

martes, 9 de noviembre de 2010

53) Ditirambo

Ditirambo. (Para SIOE facebook).

Manu Rodríguez. Desde Europa (07/11/10).


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*Vientos de libertad me llegan. Europa se levanta, se yergue. No son rumores. Los pueblos germánicos han sido los primeros en responder a la amenaza. En Alemania, en los Países Bajos, en Austria, en Suiza, en los Países Escandinavos, en Gran Bretaña. Se multiplican los grupos culturales y políticos de ámbito nacional, y netamente anti-islámicos. Han reconocido el mal, nuestro mal. La reconquista ha comenzado, la recuperación de la salud. Le han de secundar los países románicos, los eslavos y los baltos, y los celtas, griegos, albanos, vascos, húngaros, estonios, finlandeses y lapones; todos los pueblos europeos.
Nuestra guerra es sagrada, está santificada de antemano; es legítima, justa. Nos protegemos, nos defendemos; defendemos nuestro ser. Luchamos contra el no-ser, contra la muerte y el olvido. Gozamos de la bendición de nuestro dios. Venceremos.
Vientos de alegría me llegan. El dios nuestro no se ha olvidado de Europa. De nuevo nos alienta, nos empuja, nos guía, nos protege. Nuestro sublime dios, nuestro símbolo inefable.
Este levantarse, esta aurora, esta claridad. Ya viene el día. La hermosa Europa ya se despereza. Ya vienen los hijos de la aurora, las criaturas de la mañana; los despiertos, los claros, los activos, los diurnos; los nuevos y futuros.
Acudid todos y alegraos, európidas; hay buenas noticias. Contamos con vientos favorables. Ahora avanzamos hacia horizontes de luz.
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Hasta la próxima,
Manu

sábado, 30 de octubre de 2010

52) El dios de los europeos

El dios de los europeos.

Manu Rodríguez. Desde Europa (21/10/10).


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*El dios que recorre Europa. El dios ancestral que es nuestro Genio y nuestro Numen. Un dios que es nuestro orgullo. El único dios que podrá salvarnos.
Es un dios que pasa desapercibido en su propio hogar; su pueblo no le reconoce, no lo advierte, no lo ‘ve’. Es un dios soterrado desde antiguo, desde la cristianización; cuando fuimos privados de lo nuestro, de la conexión con nuestros antepasados y con nosotros mismos; cuando se nos expatrió o desarraigó espiritualmente.
Durante todo el período de dominio del dios de los cristianos (el ‘milenio’ cristiano) este dios nuestro no pudo aparecer ni operar; el ‘espíritu’ que nos animaba y que nos anima permaneció perseguido, prohibido, suprimido en lo posible; nuestro dios autóctono.
Este dios nuestro hay que volver a encontrarlo en nuestros inmediatos antepasados; ese ‘espíritu’. En la ciencia, en la política, en la filosofía, en el arte… En los pensadores y creadores que hicieron posible esta Europa actual nuestra; los Padres y las Madres de este nuevo período que ha venido a la luz aquí, en Europa. Generaciones enteras han hecho posible este renacer.
Un dios luminoso y purificador nos animaba, sí; un anhelo de justicia, de verdad, de luz, de libertad. Vencimos. El tenebroso dios judeo-cristiano fue dejado atrás; esa noche, ese absurdo, ese horror.
Pero a este dios nuestro apenas renacido le amenaza otro viejo dios, el dios de los musulmanes. Este dios amenazador es de la misma estirpe que aquel de los cristianos que nos atenazó durante tanto tiempo, y ya ha probado su poder en Europa. Es un dios codicioso, es un dios violento. Nos desea, desea a Europa. Desea que Europa caiga en sus manos.
Está, pues, amenazada Europa; están amenazados los europeos; está amenazado nuestro dios.
*Nuestro dios es un dios creador, plasmador. Es un dios cuya luz y cuya obra pulveriza a los dioses sombríos y destructivos.
No tiene nombre este dios nuestro; el dios que nos habita desde hace milenios. Está en las cuevas pintadas del paleolítico. Está en nuestras lenguas y culturas milenarias; en nuestros pueblos emparentados: en los germanos, en los celtas, en los eslavos, en los baltos, en los romanos, en los griegos; en los europeos de siempre. El dios que nos acompañaba antes, y el que nos acompaña ahora; el que nunca nos abandonó. Nuestro espíritu indestructible; nuestro genio, nuestro ser. El que siempre retorna, siempre vuelve; el que nunca se fue. Nuestro dios tutelar.
No queremos que este dios nuestro sea el dios de todos. Cada pueblo tiene su dios tutelar, su dios primordial. Hablo de pueblos definidos como el europeo, el chino, o el japonés (por citar los más conocidos). Estos pueblos tienen pasado y antepasados que les representan dignamente y de los cuales pueden sentirse orgullosos. Nada más lejos del dios europeo que el pretender privar a otros pueblos de sus ‘dioses’. Bien al contrario, se uniría a otros dioses (pueblos) para luchar contra aquellos que tal cosa hacen; contra los dioses/pueblos ofensivos y arrogantes.
¿Cómo no van a estar orgullosos los pueblos de su pasado, de hasta dónde han llegado? Los europeos, los chinos, los japoneses… entre muchos otros. Sus respectivas identidades; las muestras de su ser y de su hacer; su legado para toda la humanidad.
¡Ay, Europa, recuerda quién eres; enorgullécete, yérguete!
*Un pueblo es natura y cultura (fisis y nomos), y sus individuos o miembros son seres biosimbólicos. No cabe duda que los pueblos del paleolítico y del neolítico hablaron de sí y del mundo a través de sus dioses, a través de sus superestructuras simbólicas (de sus mundos lingüístico-culturales). Tantos pueblos tantos mundos simbólicos.
Hay que decir que con el concepto ‘pagano’ o ‘gentil’ usado por los cristianos, al igual que con el de ‘infieles’ usado por los musulmanes, o el de ‘paganismo’, usado por ambos para referirse a cualquier otra cultura, se escamotea el ser de los diferentes pueblos. Otros conceptos similares son ‘idolatría’ o ‘politeísmo’. Estos conceptos no son ni siquiera simplificadores; no quieren decir, en verdad, nada; son conceptos ‘vacios’. No denotan más que a los pueblos no-cristianos o no-musulmanes, y no dicen nada acerca de las respectivas culturas de estos. Son conceptos simplemente operativos, se usan para descalificar a cualquier otra cultura (a los ojos de los creyentes cristianos o musulmanes), y para legitimar y santificar su destrucción (en el nombre del dios de los cristianos o de los musulmanes).
Recuérdese el viejo concepto judío ‘goy’ (y ‘goyim’, plural) usado aún por estos para referirse al no-judío, y que es equivalente al de ‘pagano’ o ‘gentil’. El pueblo judío es el prototipo de este comportamiento excluyente y negativo hacia los otros pueblos que hoy no dudaríamos en denominar fascista o racista. Sus ‘hijos’, los cristianos y los musulmanes, lo heredaron.
Con estos conceptos se borran las diferencias esenciales entre los diversos pueblos y culturas. Ya no hay egipcios, o griegos, o persas, o chinos… No hay más que judíos y ‘goyim’, cristianos y paganos, o musulmanes e infieles. Los pueblos desaparecen; el árbol mismo de los pueblos y culturas del mundo es arrancado y arrojado a la muerte y al olvido.
Téngase en cuenta la índole corrosiva y destructiva de estos lenguajes, de estos discursos; y su alcance, hasta dónde quieren llegar –cada uno de estos discursos aspira más que a la supremacía mundial, aspira a la exclusividad.
De no ser por las ideologías religiosas universalistas, por los pueblos/dioses totalitarios, el árbol de los pueblos y culturas del mundo sería mucho más frondoso de lo que hoy es. Éste aparece a nuestra vista desmochado, deslucido, roto; y lo poco que de él queda, mezclado, confuso, revuelto, impuro.
Dioses/pueblos locos y codiciosos; maleducados, groseros, vanos, narcisistas, ignorantes. Hay pueblos así, hay individuos así, hay dioses así. El principio fundamental de estos es la total desconsideración del otro; al otro (pueblo o individuo) se le desupone saber, se le desupone ser... Dominados, e instruidos, desde hace siglos por estos dioses o principios universalistas y totalitarios, la mayor parte de los pueblos e individuos respondemos a este patrón de ‘negación del otro’. Analícense las áreas de dominio de estas religiones etnocéntricas universalistas (cristianismo, islamismo…) y su comportamiento (histórico) entre sí y con otras culturas. Las propias áreas cristianas o musulmanas están divididas y enfrentadas (el cristianismo se escinde y escinde desde la muerte de Jesús (las innumerables sectas), y esto incluye las guerras de religión cristianas que, afortunadamente, pasaron a la historia; los musulmanes están igualmente divididos y, estos sí, en guerra civil (fitna) desde la muerte de Mahoma). Vemos odio y hostilidad por doquier. Es una guerra permanente; dentro y fuera. Es un legado horrible el de estas tradiciones.
Estas ideologías, estos discursos; esos individuos, esos pueblos, esos dioses… merecen una dura crítica en su conjunto, y un gran rechazo. Merecen ser eliminados de nuestro horizonte, apartados de nuestras vidas. Por el daño irreparable que han causado, y causan, hasta hoy mismo, en todo el planeta. Apenas si hay pueblos que se hayan librado de sus garras. Una superación colectiva (los diversos pueblos y culturas) de este nefasto período, a corto, medio, o largo plazo, me parece lo más deseable para todos. La derrota de estos dioses, para ser efectiva, ha de ser universal –en cada individuo y en cada pueblo.
Algunos individuos pueden acometer la empresa de enfrentarse a estos dioses (parcialmente derrotados), y vencerlos –a título personal; reencontrar al ser simbólico ancestral, al dios autóctono renacido; renacer ellos mismos. Una purificación. Devenir espiritualmente sanos, libres, futuros; ejemplares, muestras.
A este respecto queda todo por hacer. Reeducar, reeducarnos. Comenzar de nuevo. Tenemos todo el futuro por delante.
*Nuestro dios es el esposo de Europa; el esposo único. Así como Europa es la esposa única de ese dios. Con todo lo que ello significa. Esta pareja tiene prole, somos nosotros, los europeos (seres biosimbólicos particulares). Europa es nuestra madre, el dios es nuestro padre.
Retomo esta canción encontrada en la recopilación de cuentos de Afanasiev, nº 265 (La patita blanca): “¡Ay mis hijitos del alma, / mis hijitos adorados!/ Esa vieja bruja, dañina serpiente, / que os a dado muerte, / pérfida serpiente, áspid venenoso/ es la que os ha dejado sin padre; / sin padre a vosotros y a mí sin esposo. / Luego convertidos en patitos blancos, / nos arrojó al agua de un raudo regato/ y ocupó mi sitio en mi propia casa…”. (Se puede leer también en ‘Desde Europa’, p. 122 –en otro contexto).
¿Quién puede dejarnos sin padre y a Europa sin esposo? En el pasado fue el dios de los cristianos el que nos dejó sin padre y usurpó su lugar (de padre y esposo de la comunidad o colectividad). A su vez la ‘ecclesia’ tomo el lugar de madre, de esposa; la comunidad de creyentes cristianos usurpó el lugar que les correspondía a las comunidades ancestrales. Tuvimos madrastra y padrastro.
(Dicho sea de paso, cuando el budismo niega ‘el lugar del padre’ (del dios) no lo hace sino para ocupar su lugar; usurpando también. Ahora es el ‘buda’ –y sus sacerdotes, sus representantes en la tierra- lo divino, el ‘dios’; lo que ha de ser venerado y adorado. El caso budista no es más que una muestra entre otras de la astucia sacerdotal; de sus estrategias de dominio y de su falta total de escrúpulos, de su indecente y repugnante voluntad de poder.)
Volviendo a lo que nos ocupa, el mismo caso que tuvimos ayer con los cristianos y su dios, lo tenemos hoy con el dios de los musulmanes y su comunidad de creyentes (la ‘umma’). Este nuevo padrastro y esta nueva madrastra compiten con los antiguos, con los cristianos (con la ‘ecclesia’ y con su dios). Advertida la debilidad actual de estos, la ‘umma’ y su dios estiman fácil la conquista de Europa. Piensan que Europa es la ‘ecclesia’, y que el dios de los cristianos es el dios de los europeos. Con estos pretendientes, ya viejos y ya rechazados en anteriores ocasiones, se vuelve a ignorar a la Europa europea y a su dios.
No ha de perderse de vista que con este ‘juego de lenguaje’, al igual que con los conceptos ‘pagano’ o ‘infiel’, desaparece nuestro ser europeo ancestral y autóctono. Se trata de la Europa cristiana o la Europa musulmana; importa bien poco nuestro ser. El sustrato europeo, el ser autóctono, no importa para nada. Somos ya un pueblo alienado; ésta es la lección. Como si nunca hubiéramos sido. Se da por hecho nuestra inexistencia, nuestra extinción, esto es, la extinción de las culturas autóctonas (la erradicación del ‘paganismo’, labor que se supone ya realizada por la primitiva cristianización o las algo más tardías islamizaciones).
Se repite la historia. Vuelve a estar en entredicho nuestro ser, nuestro ser europeo. Experimentamos cada día el comportamiento absurdo, grosero, y violento de la ‘umma’ hacia nosotros, sus anfitriones; aquí, en nuestra propia casa. Como antaño el de los cristianos. ¿Conseguirán de nuevo reducirnos, soterrarnos, arrojarnos al agua de un raudo regato, acabar con nosotros, hacernos desaparecer?
Dada las características de esta nueva amenaza, con relación a aquella primera cristiana (al componente ideológico-cultural se añade el componente demográfico), si esta vez volvieran a conseguirlo sería nuestro último crepúsculo. No habría renacimiento posible, no habría otra aurora para nuestro pueblo. El sustrato étnico y cultural de nuestra amada Europa cambiaría irreversiblemente. Nos convertiríamos con el tiempo en una exigua minoría. Careceríamos de fuerza, de potencia, de número. Sería nuestro fin. Nos extinguiríamos en la naturaleza y en la cultura; desapareceríamos verdaderamente de la tierra y del cielo.
Sólo pido y espero que la respuesta de Europa (de los europeos, y de su dios) sea, en su momento, adecuada a la gravedad de la amenaza.
*
Hasta la próxima,
Manu




miércoles, 20 de octubre de 2010

51) Como una súbita aurora

Como una súbita aurora.

Manu Rodríguez. Desde Europa (14/10/10).


*


*Los franceses son cada vez más conscientes del peligro que corren; cada vez lo tienen más claro. Detecto su angustia en algunos de sus blogs (‘Riposte laïque’, ‘Bivouac’…). Presienten su tenebroso futuro, experimentan la galopante islamización de sus vidas. El cerco se cierra. Es un negro futuro el que nos espera a todos los europeos; y una terrible experiencia, la pérdida de Europa. La que las presentes generaciones comenzamos a vivir; la que vivirán de pleno las (pocas) que vienen. Somos los últimos europeos. En cien años Europa, la vieja Europa, habrá desaparecido. Si nada hacemos.
Es un mundo que desaparece. Es el mundo nuestro de toda la vida. Es nuestra Europa. Somos nosotros los que desaparecemos; nuestra estirpe, nuestro ser. Nuestras tradiciones todas; nuestros antepasados; nosotros mismos. En este presente nos jugamos nuestro pasado y nuestro futuro.
*¿Es acaso un dios perezoso y hedonista el nuestro; un dios que no quiere salir de su placentero sueño? ¿Es un dios impasible?
¿Qué han devenido nuestros dioses; qué hemos devenido nosotros, los europeos?
¿Cómo esta ‘umma’ venida de fuera nos intimida y arrolla? Nos amenaza, nos insulta, nos golpea, nos mata. Nos priva de nuestras calles, de nuestros barrios, de nuestras ciudades, de nuestra tierra... Nos impone su cotidianidad, desfigurando o desvirtuando la nuestra ancestral y autóctona. En nuestra propia casa, y sin apenas resistencia.
Dioses decadentes, cansados, asténicos; sociedades decadentes y agotadas. ¿En esto nos hemos convertido? Hay que decir bien alto y bien claro que no hay esperanza, que no hay mañana ni futuro alguno para estos dioses ociosos y tranquilos; para estas sociedades apáticas o semi adormecidas.
*La historia es la memoria de los pueblos. La historia deviene ejemplar, a la manera de los mitos. La historia es una guía para la acción.
*No descuido las observaciones o comentarios que se me hacen en el blog o en correos personales. Suelo responder a través de los textos que voy introduciendo; de manera diferida, por decirlo así. Para todos y para ninguno.
*No veo por qué no podemos hablar de dioses étnicos. El problema no está en el etnicismo del dios, sino en el etnocentrismo de algunos de estos dioses (a la manera del dios de los judíos, o el de los árabes).
*Hay que dejar claro que cualquiera que se adhiere a un ‘dios’ (y a una comunidad de creyentes) en cuyo nombre se santifica la mentira, el robo, y el asesinato, o no sabe lo que hace, o lo sabe demasiado bien; en otras palabras, o es un ignorante, o es, real o potencialmente, un mentiroso, un ladrón, y un asesino.
Ésta es la correlación que cabe establecer entre ‘creencia’ y ‘creyente’, o entre ideología y militante. A tal dios, tales fieles; a tal ideología o creencia, tales militantes o creyentes. No puede ser el ‘dios’ una cosa, y la ‘comunidad de creyentes’ otra.
El dios de la ‘umma’ es la voz de la ‘umma’. Son una misma cosa. El poder del dios es el poder de la ‘umma’. Ambos crecen y menguan a una. No se puede vencer al uno sin vencer a la otra.
La voluntad de poder y de futuro de la ‘umma’ no va a prescindir de un dios que legitima e impulsa su ambición de dominio y su propio ser (que es su propio ser). Estoy hablando del dios que santifica la mentira, el robo, y el asesinato en su nombre. Hemos dejado que ese dios (esa comunidad) entre en nuestra casa. No será fácil su expulsión y su definitiva derrota.
*De nuestras generaciones depende, de los ‘últimos europeos’; de las presentes y de las futuras (muy pocas) generaciones depende el ser de Europa, el ser europeo. Si proseguirá adelante, o se hundirá en el olvido.
Lo primero es tener claro aquello por lo que luchamos. Luchamos por Europa, por el ser europeo; por nosotros mismos. Luchamos por nuestras formas de vida que tienen raíces milenarias. Luchamos por nuestra tierra santa europea, la tierra que fundaron nuestros ancestros. Ni nuestras tierras ni nuestras culturas y formas de vida milenarias estamos dispuestos a perder. Luchamos contra cualquiera que amenace o ponga en peligro a ambas. Es nuestro patrimonio; la tierra sagrada ancestral y los mundos elaborados a través de las generaciones.
Tarde o temprano se responderá. Será masivo el clamor; universal. Como una súbita aurora. En toda Europa.
El impulso del dios que nos anima. El que nos mueve; el que nos lleva hacia adelante. El ser que somos; ése hablará y responderá. Ya se advierte su presencia en Europa; ya comienza a relumbrar en nuestras palabras y en nuestros actos.
*No es éste nuestro fin. Bien al contrario. Somos los primeros europeos de una nueva era; somos la aurora de este tercer período. Anunciamos el futuro, somos el futuro. No va a sucumbir esta aurora, este futuro en ciernes, esta nueva primavera.
Somos nuevos, y de ahí nuestro balbuceo. No acertamos a decir. No acertamos a decirnos. No tenemos nombre aún. El homo ‘nexus’. Los seres biosimbólicos nuevos. Nuestra voluntad de poder y de futuro no tiene igual. Nada ni nadie podrá con este nuevo día que inauguramos.
Sólo el violento dios de la ‘umma’ supone una amenaza para nuestra existencia. Pero este escollo que ahora nos detiene será superado, dejado atrás; vencido. Apenas si comenzamos nuestra singladura.
El futuro es de este recién nacido, de esta nueva criatura, de este nuevo ser que ya ha logrado vencer a las serpientes que rodeaban su cuna. Ningún peligro espiritual del pasado le acecha o le puede.
*Nuestro dios, que es nuestro Genio y nuestro Numen, no es el dios de los judíos, ni el de los cristianos, ni el de los musulmanes. No es un dios sombrío precisamente el que nos alienta. El dios que asiste a Europa está emparentado con el cielo, con la luz.
Es un dios luminoso y activo; y un dios que tutela y alienta la claridad, y la libertad. Ya recorren de nuevo nuestras calles estos magnos conceptos. El conocimiento, la verdad; el análisis, la crítica, la luz. Libertad para conocer, libertad para pensar, libertad para decir; libertad para amar, libertad para vivir, libertad para ser. Ya están de nuevo en nuestros labios estas sublimes consignas; las consignas de nuestro dios.
Son consignas purificadoras, fortalecedoras, enriquecedoras. Que dignifican, que honran, que enaltecen; que entusiasman, que arrastran, que enamoran. Que vencen.
*
Hasta la próxima,
Manu

miércoles, 13 de octubre de 2010

50) A lo largo de la atalaya

A lo largo de la atalaya.

Manu Rodríguez. Desde Europa (10/10/10).


*


*Mundo desquiciado, descompuesto, roto. Los flujos migratorios musulmanes (asiáticos y africanos) están inundando el mundo libre. Dentro de algunos años no reconoceremos a las naciones y a los pueblos tradicionales en Europa o América; los perderemos para siempre.
Pese a las circunstancias, que empeoran cada día para los hombres y pueblos libres, hay que seguir luchando. No podemos perder el control en nuestras naciones. Si acaso las intenciones de la ‘umma’ en la ONU prosperaran (la de prohibir y penalizar toda crítica al islam en tierras no musulmanas), la oposición al islam en el mundo libre no tendría más remedio que pasar a la clandestinidad. En nuestra propia tierra. Esto sería ya demasiado. Es de lamentar la torpeza, la debilidad, y la cobardía de nuestras instituciones políticas y jurídicas; en los tiempos que corren, cuando más necesitamos gente valiente, despierta, y activa.
Sorprende la velocidad de nuestra caída; se está acelerando. La caída de las Torres Gemelas parece ser un modelo anticipado de la nuestra –Europa, y la misma USA.
¿Por qué; cómo ha sucedido esto; cómo se ha permitido? Es insólito, absurdo; es una pesadilla. Y no se hace nada por evitar la inminente y anunciada desaparición de nuestros pueblos y culturas. Todo parece indicar que es el fin, nuestro fin. Milenios de vida y esperanzas arrojados a la muerte y al olvido. Sin apenas resistencia.
*“Los dioses murieron de risa cuando uno de ellos dijo que era el único”, en palabras de Nietzsche. Hoy no tenemos ánimo para decir lo mismo; no son tiempos de ironía. Esto es lo que hoy conviene decir: “Los dioses han huido de espanto ante el ambicioso, violento, y mixtificador dios de la ‘umma’; nada más oír el eco de sus gritos y alaridos, han corrido a esconderse”.
Necesitamos dioses que nos protejan y defiendan. Pero, ¿qué es un dios? Un dios es un signo, y es un símbolo. Un signo/símbolo mediante el cual un pueblo habla, se dice; con el cual se siente identificado. Es un estandarte. Es el rostro, el carácter, la personalidad, la voz de ese colectivo. Uno o muchos, en cualquier caso, las diversas comunidades hablan y se expresan mediante sus dioses.
Hay que tener en cuenta, pues, el carácter étnico y local del dios de los musulmanes. Asistimos a una suerte de pan-arabismo. Es un dios árabe, y aunque muchos y diversos pueblos se hallen sometidos a ese dios (los que conforman la ‘umma’), sigue siendo un dios étnico, un dios que surgió en el seno del pueblo árabe –que ‘habla’ en árabe. Hay que tener en cuenta también que este dios es, en primer lugar, un retrato esperpéntico de su creador, y que éste lo impuso, antes que a ningún otro, a su propio pueblo (y de manera violenta).
Un dios que nos represente, que sea uno con nosotros, cosa nuestra. De esto se trata. Un dios mejor que el dios de la ‘umma’; mejor en sabiduría, mejor en fuerza, mejor en poder. Un dios que supere en voluntad de poder y de futuro al dios de la ‘umma’, a ese ‘dios’ que nos amenaza; que amenaza nuestro ser.
Perseverar en el ser (simbólico, cultural) supone, aquí y ahora, vencer.
Podemos ver en cada pueblo y cultura el comportamiento ofensivo de la ‘umma’, el ‘uso ofensivo de la fe’, por usar aquella certera expresión de Onega; la ‘ofensiva’ musulmana en cada pueblo y en cada cultura.
El dios de la ‘umma’ lucha en cada pueblo con su respectivo ‘dios’. Ataca los principios que unen a ese pueblo, los símbolos de su fe; sus signos/símbolos preferentes, supremos. Procura ‘convertir’ a los miembros de esos pueblos, privar a esos pueblos de los suyos. Divide y enfrenta a la población. Subvierte. Se afana por desintegrar, por destruir la cultura anfitriona. Así como hizo en la misma cuna; contra sus propios padres (aquel entorno lingüístico-cultural en cuyo seno nació), contra su propia cultura y su propio pueblo (el primer sometido); contra los suyos. Es tal su ambición de dominio que aspira al mundo entero.
Ésta es la lucha cultural y espiritual que sostenemos hoy los pueblos y naciones del mundo libre con la ‘nación’ islámica, con la ‘umma’; en esta su tercera oleada (su tercer intento). Se extiende como una patología social por todos los rincones del planeta. Una quinta columna; un ejército en la sombra; una sombra que avanza cada día. Puedo verlo desde la atalaya. Nada ni nadie, de momento, la detiene.
Hay un dios más anciano, más sabio, más poderoso que el dios de la ‘umma’. Un dios que no tiene nombre. Un ‘algo’ que no acertamos a decir. Un símbolo inefable. Éste ‘algo’ indecible será el que nos aliente e inspire. Padre/Madre de nuestra libertad, de nuestra verdad, de nuestra luz; de nuestro ser todo (natura y cultura). Éste/Ésta/Esto nos impulsará. Un viento impetuoso seremos contra el mal, contra nuestro mal. Venceremos.
Ruego a los lectores que se alleguen a esta lectura o visión de lo que hablamos, de lo que no paramos de hablar, que jueguen este juego; que vean de esta manera el asunto que nos traemos.
El asunto será historia, y será mito, y epopeya. “Vae victis!”
*
Hasta la próxima,
Manu

viernes, 1 de octubre de 2010

49) Para los libres y para los sometidos

Para los libres y para los sometidos.

Manu Rodríguez. Desde Europa (24/09/10).


*


*Los que hablan de prohibir el islam (en Europa o América) no parecen darse cuenta que éste comparte con el cristianismo la teocracia (clero-cracia), el universalismo, y el totalitarismo. Que no hay diferencia entre uno y otro (baste recordar el período de dominio cristiano en Europa). Que no es posible iniciar un ataque cultural (filosófico, antropológico, jurídico, político, sociológico…) al islam sin que otras ideologías semejantes se vean afectadas. Que si cae el islam caen también el resto de las ideologías religiosas universalistas y totalitarias del neolítico. Que la caída del islam y de ideologías afines supondrá la definitiva salida del neolítico.
La proximidad ideológica y el temor a un eventual triunfo de los musulmanes en nuestras tierras son los motivos de la actitud conciliadora y cómplice que, en Europa por ejemplo, y en los tiempos recientes, se advierte en las altas jerarquías de las diversas sectas cristianas con relación al islam –la numerosa población musulmana extranjera. Me refiero a las iglesias-mezquitas compartidas, o a los elogios al Corán o a la ‘piedad’ musulmana, así como la posición favorable a la construcción de mezquitas o centros culturales islámicos, o el apoyo a las tradiciones musulmanas en general (culinarias, jurídico-políticas…). Se han convertido en defensores de la ‘minoría’ musulmana (cincuenta millones) en Europa. Está claro que es una estrategia de supervivencia de la débil y pusilánime ‘ecclesia’ frente a la fuerte y amenazadora ‘umma’; se temen lo peor. Ambas buscan sobrevivir, e incluso dominar, aunque por caminos diferentes. La astucia y la violencia son sus armas.
En Europa y el mundo libre ya estamos acostumbrados a las habituales críticas de los sectores cristianos al laicismo o a la apostasía de las masas y el abandono de la ‘fe’, al lamento por la pérdida de las ‘raíces cristianas’ de Europa, o al ‘materialismo’ de occidente, también usado por los clérigos musulmanes, y merecedor, según estos, de nuestra destrucción.
Hay que decir que nuestra identidad (o nuestras raíces), como individuos o como pueblos, no está precisamente en el cristianismo o en el islamismo. Bien al contrario. Los pueblos cristianizados o islamizados son pueblos alienados, privados en su momento de sus propias culturas, y por lo general de manera violenta y traumática.
La victoria sobre el islam en los momentos presentes supondrá la derrota de los aspectos más sombríos de nuestro pasado (del pasado de la humanidad); será una purificación. Sólo una revolución cultural podrá enfrentarse con visos de victoria a estos residuos tenebrosos. Una revolución que pasaría, en primer lugar, por la recuperación espiritual de las identidades ancestrales y autóctonas.
Ha de cambiar nuestra actitud hacia esas ideologías, en sí destructivas y alienantes. Salir del laberinto conceptual judeo-cristiano-musulmán, por ejemplo. Verlos desde fuera; desde el futuro también. Ver su estela, su obra, su legado. Ver su inoportunidad, su estar fuera de tiempo y de lugar, su estar de más; sus absurdas, demenciales, y anacrónicas demandas, y pretensiones (pueblos elegidos, textos revelados por algún dios…).
Estamos, por lo demás, ante fenómenos sociales de masas (las religiones universales de liberación o salvación) que llevan la mitad del neolítico histórico (tres mil años) perturbando a la humanidad; alterando, modificando, o destruyendo para siempre pueblos y culturas. El balance es negativo. Nada bueno trajeron, nada bueno traen; nada bueno son.
La tradición judeo-cristiano-musulmana ha resultado ser la más dañina. No sólo por su tenebroso pasado, sino por su violento presente y su amenazante futuro (en esta tercera oleada del islam). Su área de dominio se extiende por la casi totalidad del planeta; y la criminal y demencial querella judeo-cristiano-musulmana vuelve a protagonizar la escena de la guerra en el mundo.
Salir de ahí, de esto se trata; de esa locura. Liberarnos, verdaderamente. Des-alienarnos. Dejar atrás. Renovarnos; renacer.
*Está en entredicho lo que, en los últimos doscientos años, y entre todos (científicos, políticos, filósofos… los propios pueblos), hemos realizado: el nuevo período, la nueva aurora para la humanidad; revoluciones culturales trascendentales. El paso del fenocentrismo (antropocentrismo) al genocentrismo, por ejemplo, aún no pensado/vivido hasta el final.
Todo ha cambiado. Todos los mundos del neolítico han perdido color y sabor (el sol, la luna, y las estrellas del neolítico han perdido su luz). Sólo por sus vínculos con nuestros respectivos pasados (como pueblos) los conservamos; y por la memoria de nuestros antepasados todos, para que no caigan en el olvido. Es nuestro deber.
*El proceso de renovación cultural que se ha dado en Europa y en el ámbito de lo que hoy consideramos el mundo libre (por oposición al mundo islamizado (o sometido)) ha puesto a muchos pueblos con un pie en el futuro. Pues bien, ambos, los diversos pueblos libres y el radiante futuro, están amenazados y en peligro.
Se anuncia una regresión, una involución. La voluntad de poder y de futuro que nos está demostrando la sombría ‘umma’ en los momentos presentes aquí, en nuestra propia casa, en nuestras tierras ancestrales, no está recibiendo respuesta adecuada por nuestra parte. Se les deja hacer y ganan terreno cada día; en la tierra y en el cielo. Se arruina y degenera minuto a minuto lo conseguido; el estatus cultural y material alcanzado; la hacienda, el legado; nosotros mismos.
Somos cuestionados y en nuestra propia tierra por esta muchedumbre venida de fuera. Nos cuestionan, cuestionan nuestro ser. ¿Cómo lo toleramos? Están en entredicho tanto nuestra naturaleza, como nuestra cultura; nuestro genio, y la cultura por nosotros mismos generada a través de las generaciones –nuestras condiciones espirituales de existencia (de libertad, de luz, de verdad). Está amenazada, pues, nuestra esencia, nuestra existencia, nuestro ser; podemos desaparecer
La nave Europa escora, tiembla, cruje (y todo el mundo libre, en verdad); nos despeñamos, nos hundimos, desaparecemos. Éste es el negro futuro que nos espera si nada hacemos. Hemos de recuperar nuestro horizonte, nuestro rumbo; hemos de recuperarnos a nosotros mismos.
Sólo desde un mundo otro, desde nuestro futuro, venceremos.
*
Para los libres y para los sometidos escribo. Para que los libres cuiden y protejan su libertad, y para que los sometidos la recuperen o la alcancen.
*
Hasta la próxima,
Manu

lunes, 20 de septiembre de 2010

48) Sobre el despertar de los estadounidenses

Sobre el despertar de los estadounidenses. (Para ‘DanielPipes.org’).

Manu Rodríguez. Desde Europa (10/09/10).


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*La distinción que pretende introducir el Sr. Pipes (‘islam’ (o musulmanes) versus ‘islamismo’) en su artículo ‘Americans Wake Up to Islamism’ no tiene nada que ver con la realidad cotidiana en el ámbito islámico tal y cómo podemos apreciarla cada día en nuestros informativos; y me temo que terminará convirtiéndose en una nueva arma conceptual en manos de los musulmanes para operar en el mundo libre; para seguir confundiendo y despistando a los ciudadanos y a la clase política del mundo libre; para ganar tiempo y seguir prosperando (demográfica, política, económica, culturalmente…) y multiplicando sus signos en el mundo libre; para seguir desvirtuándolo y desintegrándolo sin que nada ni nadie (ni leyes ni hombres) les detenga, en definitiva.
El islam es Corán, hadices, charia; el islamismo es Corán, hadices, charia; un musulmán es Corán, hadices, charia.
Corán, hadices, charia. Esa trinidad. Es una personalidad, es un rostro, es un ser; son los hombres y mujeres que lo generaron, lo difundieron, y lo hicieron posible. Es esa muchedumbre (la sombría ‘umma’) que se siente identificada, representada, y defendida por eso que es, también, un arma. No es el único arma de esa muchedumbre; ese tridente. Suelen también amenazar, e intimidar. Y son maestros consumados de la amenaza velada, de la ambigüedad, de la mentira; de la violencia y de la muerte. Y cuentan con millares de manos asesinas en todos los lugares del planeta dispuestas a cumplir las amenazas y las advertencias (directas o veladas), o las explícitas sentencias, de algún ‘juez religioso’.
La ‘umma’ se extiende por todos los rincones; están por todos lados. Huéspedes indeseados e indeseables. Es el mal, nuestro mal. El mal del mundo libre. Como un tumor maligno avanza; como una metástasis fatal para los pueblos anfitriones.
*Aviso a los estadounidenses. Europa está mucho peor que USA; Europa está casi perdida, y nuestra gente está dormida, confundida, o acobardada; tanto los ciudadanos corrientes como nuestra despreciable clase política. Serían necesarias medidas extremas para resolver el problema del islam en Europa; serían necesarios otros europeos, me atrevo a decir.
Vosotros todavía estáis a tiempo de libraros de esa monstruosidad ideológica, y de esa temible ‘umma’. Con todo, esperad lo peor en este camino. Tomad nota de nosotros, pues, como digo, la mayor parte de la población europea, y por las razones que sean, vive a espaldas de este grave y terrible problema; y a los pocos que denunciamos nuestra pasividad y anunciamos con voz clara el terrorífico futuro que les espera a nuestros hijos, a nuestros nietos, y a las siguientes generaciones, si nada hacemos al respecto, se nos tilda de fascistas, xenófobos, ultra-derechistas… ‘e tutti quanti’; se nos prodigan los peores insultos y se nos sataniza públicamente.
No hay conciencia de peligro en las naciones del mundo libre. La mayor parte de las poblaciones no se creen en peligro o amenazadas. En peligro sus mundos; su libertad, su verdad, su identidad, su integridad, su diferencia, su ser. En peligro su existencia misma como pueblo. Su pasado, su presente, y su futuro.
A vosotros que recién tomáis las armas de la palabra me dirijo: esperad lo peor; y resistid con firmeza.
*La guerra que sostenemos es una guerra de ‘hombre’ contra ‘hombre’. La guerra de un musulmán (de un islamizado o sometido) contra un hombre libre (no islamizado, no sometido). Se trata de ‘modelos’ de ‘hombre’, de ‘humanidad’. Las culturas étnicas que componen el mundo libre no pugnan entre sí por motivos culturales, ni pretenden imponer a otros pueblos su propia cultura, o su propio modelo humano o de humanidad. Pero éste es el problema que tenemos con el islam, pues éste, como ideología universal expansiva y ofensiva que es, choca con todas y cada una de las culturas no musulmanas del planeta (europea, japonesa, china, judía, india…). Todos los mundos, todos los modelos y tradiciones culturales, estamos amenazados por el islam.
Dicho sea de paso, no se puede hacer la crítica al islam como ‘ideología universalista y totalitaria’ sin reparar en otras ideologías afines, religiosas o políticas. Estamos ante una categoría (‘ideologías universalistas y totalitarias’) que admite varias modalidades. Pienso en el cristianismo, en el hinduismo, en el budismo… pero también en el internacionalismo comunista, y aún en la democracia cuando se la pretende ‘universal’ y ‘única’ para todos los pueblos. Es un edificio con varios pilares; o un monstruo con varias cabezas.
*Una precisión conceptual. Será fiel aquel que permanezca fiel (valga la redundancia) a las tradiciones ancestrales de su pueblo, de su familia, de su gente; el que no las abandona fueran cuales fuesen las circunstancias que le envuelvan a lo largo del camino de su vida.
Será infiel aquel que voluntaria o involuntariamente abandona la memoria y las palabras de su pueblo y las sustituye por otras extranjeras. Los que tal cosa hicieron o hacen son los únicos y verdaderos infieles; no busques más allá. Aquellos que adoptan, por ejemplo, una ideología universal, no por ello menos particular y étnica, abandonando las tradiciones propias heredadas (todos los cristianizados, o islamizados, o los convertidos al hinduismo o al budismo, del planeta); los que reniegan de su propia sangre, aquellos que se escinden de su propio pueblo y adoptan un no-pueblo otro (el conjunto de los creyentes o conversos de su ‘personal’ elección). (De pasada llamo la atención sobre aquellos que iniciaron, ellos mismos, estas escisiones en sus propios pueblos; me refiero a los generadores, y ‘grandes hermanos’, de estas quimeras ideológicas universales.)
El abandono de lo propio y la adopción de lo ajeno (a la fuerza, o de grado) es la suprema traición; es, además, la suprema alienación.
*Tenemos que ser veraces, sutiles, y certeros. Necesitamos guerreros de la palabra; filósofos guerreros. Necesitamos de ‘Atenea militante’ (Atenea Promacos).
Ese sombrío tricéfalo al que le molestan nuestras risas, nuestras palabras, y nuestra libertad, tiene que ser espiritual y moralmente vencido; y que callen sus bocas para siempre. Muchos lo han conseguido. Pienso en Pat Condell. Pienso en la valiente, inteligente, y apasionada Wafa Sultan.
Es la palabra verdadera la que derrota, la que pulveriza, la que aniquila. Aniquila en nuestras mentes y en nuestros corazones. Es el arma perfecta. Como un rayo abate las tinieblas, y trae la luz.
Han de tener más espacio público estas voces; tiene que difundirse más y más esta liberadora y purificadora luz.
Tenemos que proteger, y defender, llegado el caso, nuestra libertad; aquella que nos permite ser claros y veraces. Se trata de nuestra libertad, de nuestra luz, de nuestra verdad. Se trata de nuestro genio, y de nuestra identidad cultural ancestral. Es nuestra naturaleza misma la que está en juego; nos jugamos el ser (el seguir siendo).
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Hasta la próxima,
Manu

sábado, 11 de septiembre de 2010

47) En el nombre de nuestros antepasados

En memoria de nuestros antepasados.

Manu Rodríguez. Desde Europa (04/09/10).


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Las mezquitas o centros culturales islámicos en países no musulmanes son centros políticos, centros de adiestramiento ideológico, centros de propaganda y proselitismo… y una cuenca de atracción para todos los apátridas, descastados, e infieles (a su propia gente, a su propia cultura, a sus propias raíces) del país anfitrión. Son, en último término, instrumentos para desintegrar las diversas culturas autóctonas.
Las ideologías religiosas universales van contra las culturas particulares de los pueblos. La expansión de estas ideologías en el planeta ha supuesto la pérdida de numerosas culturas en Asia, en Europa, en África, en las Américas… Hablo del hinduismo, del budismo, del cristianismo, y del islamismo, fundamentalmente. Adviértase sus respectivas áreas de dominio.
Les recuerdo a todos la deformación o semi-destrucción de la cultura tibetana pre-budista, la destrucción de la antigua cultura egipcia, de la persa pre-islámica, de la griega, de la romana; de las culturas germanas, celtas, eslavas…; de las culturas africanas ‘animistas’, de las culturas amerindias… La alienación espiritual y cultural en el planeta es absolutamente general. Apenas si hay pueblos que conserven sus culturas autóctonas y ancestrales, así como el vínculo con sus propios antepasados. Y todo esto lo han conseguido las castas sacerdotales cristianas, musulmanas, budistas y demás, y en el nombre de la justicia, de la libertad, o del amor, de la manera más insidiosa y descarada, abusando de las prerrogativas concedidas a estos huéspedes indeseables por sus nobles anfitriones.
Estas ideologías se denominan a sí mismas religiones universales de ‘liberación’ o ‘salvación’, lo cual es cinismo y crueldad, pues no vienen sino a destruir o aniquilar lo propio, e imponer lo ajeno; y para que las diferentes castas sacerdotales, en un principio extranjeras, alcancen el poder; y estos son, lamentablemente, los resultados finales de todo este horrible asunto.
La destrucción de la memoria es esencial en estas ideologías. El ‘mensaje’ ‘universal’ abole las culturas y tradiciones particulares, que son ancestrales y autóctonas. Es obvio que en este ‘juego de manos’ desaparecen de la memoria de los pueblos sus propios antepasados y sus propias culturas, a los cuales, además, se les ‘sataniza’ o maligniza. Ésta es la alienación espiritual de la que hablo.
Los individuos y pueblos cristianizados, islamizados y demás, podrían mirar hacia atrás en sus entornos étnicos, culturales, y geográficos. ¿Qué saben de sus ancestros pre-budistas, pre-hinduistas, pre-cristianos, o pre-islámicos? Los musulmanes, por ejemplo, cuando piensan en los antepasados se refieren al período de los primeros califas (árabes), y esto sucede en Indonesia, en Egipto, en la India, o en cualquier lugar del planeta islamizado. Ésta es una muestra de destrucción de la memoria. Y esto que digo acerca de los pueblos islamizados podemos decirlo igualmente de los pueblos cristianizados.
Así pues, el tema del proselitismo cristiano, budista, o islamista, en las diferentes naciones y culturas, es más grave de lo que a primera vista pudiera parecer. De hecho, se debería prohibir el proselitismo de cualquier ideología universal en los diferentes pueblos. No hay que olvidar que a la postre es una cultura étnica la que se expande (judía (en el cristianismo), árabe islámica, o india) en detrimento de las demás.
Lamentablemente no se puede recuperar lo destruido por estas ideologías a lo largo del tiempo en los diferentes pueblos; no se puede enmendar tal desastre bio-cultural debido a la masiva destrucción de documentos, de monumentos y demás, en nombre del dios judeo-cristiano, del dios de Mahoma, o de los principios ‘espirituales’ hinduistas o budistas. Analícese el panorama mundial; el caos, la confusión (espiritual, cultural), la destrucción irreparable; el funesto legado de estas ideologías.
La mayor parte de los pueblos del planeta hemos perdido el nexo con nuestros antepasados, con nuestro genio, con nuestras culturas ancestrales. Los cristianos piensan en Abraham o Moisés, los musulmanes en Mahoma y los primeros califas (y no sólo los salafistas), y asimismo los hinduistas y los budistas con sus respectivos ‘patriarcas’. Prevalecen, pues, los ancestros judíos, cristianos, árabes, o indios, sobre los autóctonos. Esto supone que multitud de individuos, pueblos, y culturas, han sido borrados del árbol de la vida como si nunca hubieran sido. Éste es el crimen bio-cultural que han cometido estas ideologías desde su aparición, y el que continúan cometiendo impunemente; lo suyo es el genocidio cultural.
Desde un punto de vista antropológico y filosófico, pero igualmente biológico, toda esta aniquilación ha supuesto la imposible reconstrucción del árbol de los pueblos y culturas del mundo, que es también el árbol de la vida, el árbol más puro.
Este tema me entristece y enfurece. Basta ya. No son sólo ideologías regresivas o involutivas; son también alienantes, peligrosas, y destructivas.
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En memoria de Heráclito, Demócrito, Aristóteles… en memoria de Hume, Locke, D´Alembert, Kant, Marx (el filósofo), Darwin, Nietzsche, Wittgenstein, Heidegger, Lévi-Strauss… En memoria de nuestros antepasados todos. En el nombre de nuestra cultura, nuestra verdad, y nuestra libertad.
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Hasta la próxima,
Manu