Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 25 de junio de 2017

156) Genocentrismo X


Genocentrismo X.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (25/06/17).


*
 

*La palabra ‘vida’ tendría que ser suficiente. No necesitada de interpretación. Con la palabra ‘vida’ significamos con precisión y amplitud. Decimos: es la ‘vida’… o la ‘vida’ es así, o, la ‘vida’ es esto. Con esta palabra decimos todo lo que hay que decir al respecto.
La vida es esto, y aquello, y lo otro… Todo lo que observamos en los seres vivos. La naturaleza viviente es un espejo donde podemos vernos. Nada en lo viviente nos es ajeno. Todos sus comportamientos conocidos y por conocer; todas sus ‘potencias’…
No tienes más que observar la naturaleza viviente a tu alrededor. Lo que puede la vida. Lo que hace. Sus modos y maneras. Su polivalencia. Lo que podemos; lo que hacemos… Manifestaciones de nuestro ser.
La vida, siendo ‘una’, tiene que albergar todos los opuestos, todos los antónimos… Fuerte y débil, destructiva y constructiva, sublime y pedestre, verdadera y engañosa…
La vida es todo lo que puedas observar en la naturaleza viviente.
Las unidades eventuales, contingentes, perecederas. Pero la vida también se sucede a sí misma, se eterniza (mediante la reproducción). La vida alberga en sí la muerte y la inmortalidad.
La vida se auto-produce, se autogenera… se duplica, se replica, se reproduce… La vida es virtualmente eterna. Con múltiples ojos contempla y contemplará este universo-mundo hasta el fin de los tiempos.
La vida (la materia viviente, los ácidos nucléicos…) puede enquistarse  en esporas indefinidamente hasta nuevas condiciones favorables (la criptobiosis, la animación suspendida…). Puede aguardar millones de años.
“Es la vida.”  “Cosas que trae (o conlleva) la vida.”  “Cosas de la vida”. “La vida es así.”  Expresiones usadas ante sucesos de la vida entorno (humana y no humana), especialmente cuando estos son crueles, tristes, injustos… (a los ojos humanos). Se trata de la aceptación de la vida, aún de sus aspectos más dolorosos.
La vida dura, implacable, despiadada…
Solemos decir de un paraje que esta ‘lleno de vida’ cuando ésta abunda en cantidad y diversidad.
También solemos decir ‘amar la vida’, refiriéndonos al mundo entorno (viviente y no viviente, el ente en su totalidad), a su contemplación. Barremos con la mano señalando el mundo alrededor sin hacer distinción, como digo, entre lo viviente y lo no viviente.  Se trata de señalar el esplendor del mundo.
Vivir comporta la contemplación o percepción del cosmos –su esplendor, su magnificencia.
Cuando dejamos la vida (morimos) dejamos también el mundo entorno. Nos despedimos de todo.
En estas expresiones la vida incluye todo lo existente. La vida es la vida, y todo lo demás. Todo lo perceptible.
La vida. El mundo. Vivir es también ser mundo –formar parte del mundo. Formar parte de ‘esto’. Existir. Co-existir.
Seguir en el mundo. Seguir viviendo –seguir contemplando, seguir formando parte del mundo.
Contingencia y necesidad del ser genético. Contingentes las unidades, necesaria  (que no cesa) la sustancia genética.
El azar de estar vivo, de existir. La cifra genética aleatoria que conforma nuestro ser genético. Nuestra esencia es eterna y perecedera; mortal e inmortal.
Vivir, venir a ser, es un azar prodigioso. Tener acceso al mundo, al cosmos, al ser. Ser, existir. Participar, formar parte.
Con ojos humanos contemplo (percibo de múltiples maneras) este prodigioso y enigmático mundo.
Si del cosmos estuviera ausente la vida, siempre inteligente, éste carecería de sentido.
El enigma es el universo-mundo, y es la vida. El sentido, siempre inefable, de vivir, de estar vivo, de la vida... El sentido del universo-mundo, del ente en su totalidad.
Mundo y vida se co-pertenecen. No hay mundo sin vida, ni vida sin mundo. El mundo allende la vida es su hogar. La vida pertenece al mundo, y el mundo pertenece a la vida. Mundo y vida surgen a una.
La materia viviente y la materia no viviente. La complementariedad.
La vida repartida en el cosmos –siempre que la vida disponga de un cariotipo semejante al nuestro– contempla el mismo cosmos desde diferentes ángulos. La misma imagen, el mismo enigma.
¿Cómo es posible esto? ¿Por qué; para qué? 
En ciencias, la eliminación de la causa final (la ‘teleología’), supone la eliminación del autor, del artífice.
La vida es su propia finalidad. La vida no puede aspirar a más de lo que ella misma es. La vida es lo máximo, es perfecta.
La vida no aspira al poder porque ella misma es poder. La vida no aspira a más, ni a otra cosa. La vida potente, poderosa. La plenitud de la vida. La completitud.
Una vez surgido el cosmos, la vida viene de suyo, como los diferentes átomos o las moléculas (los aminoácidos, por ejemplo). La conformación físico-química de la vida (de los ácidos nucléicos) está predeterminada por las características mismas de la materia.
La materia viviente que se replica, que se reproduce. Esa peculiar materia.
Los aminoácidos con los que se emparejan los tripletes de ácido nucléico componen la primera escritura, el primer alfabeto. Con los aminoácidos la sustancia genética dice y se dice. Alfabeto, elementos constructivos…
Vana cosa es pretender que la vida aspire a otra cosa que no sea ella misma. La vida se tiene a sí misma, a sí misma se posee. Es la plenitud.
La vida es completa en sí misma. No necesita otra cosa, no necesita salir de sí, ir más allá de sí.
La vida es potente, es potencia (dinámica, plástica, creativa, intelectiva…). Es absurdo que albergue voluntad de poder cuando ella es la máxima potencia. Se aspira a lo que no se tiene. La vida no carece de nada. No anda en busca de nada.
La vida que se goza de sí. La experiencia misteriosa. La plenitud. La completitud. La autognosis.
La experiencia misteriosa corona una vida. Es la experiencia cumbre en las unidades contingentes que somos.
Sólo en la reproducción necesitamos de la otra parte. Pero no necesita otra cosa más allá de sí, sino su otra mitad, que se encuentra en el otro sexo.
 Las unidades sexuadas. Mutuamente se necesitan. La vida requiere de sí en la reproducción (cuando sexuada). La vida se necesita, se requiere, se busca… a sí misma.
El amor hacia la otra parte –la complementaria en cuanto a la reproducción. La pareja; el par. Genousse y Genoussin.
La soledad de las unidades contingentes y perecederas. La soledad de la vida.
En todo y por todo debemos partir de la vida. Todas las creaciones del ‘hombre’ son creaciones de la vida. Las ‘artes’… Las experiencias y vivencias del ‘hombre’ son las de la vida.
En el cariotipo humano la vida ha experimentado cosas nuevas; vivencias que sólo el cariotipo específico humano podría darles (por su particular estructura).
La palabra, el lenguaje. En el ‘hombre’ la vida se expresa a la luz por primera vez. La riqueza (semántica) del lenguaje es la riqueza de la vida. El lenguaje ‘humano’ nos habla de la vida. La vida se expresa en lenguajes humanos.
No veamos más al ‘hombre’ en la obra humana, sino la vida.
Todo lo que advertimos en el ‘hombre’ lo advertimos de la vida. Toda la multiplicidad conductual que observamos en los hombres es la multiplicidad de la misma vida.
Los modos y maneras de vivir de la vida manifiestas en las variadas conductas y actitudes de los humanos.
Todos los términos psicológicos que aplicamos a los humanos podemos aplicarlos a la vida.
En cualquier caso, la multiforme conducta de los seres vivos todos es la conducta de la vida.
El sujeto, el actor, es siempre la vida (la sustancia genética, el plasma germinal).
Del proceder de la criatura adivinamos el proceder del creador. Así la criatura, así el creador.
La sustancia genética es la fuente, el origen, tanto de los organismos, como de su conducta.
Los fenotipos, los cuerpos, los somas… no deben confundirnos. El sujeto de toda actividad es la vida –la sustancia genética.
La sustancia genética aparece siempre vestida, cubierta… No debemos atribuir a los fenotipos lo que es actividad de los genotipos.
Cometemos el mismo error cuando decimos de un coche que aparca,  o de un avión que aterriza. Es el conductor, el piloto, el que aparca o aterriza.
Debemos acostumbrarnos desde ya a tener a la sustancia genética como sujeto único de la actividad de los organismos. Ver al genoma en el soma.
Es el piloto el que imprime velocidad…
Las pasiones o afectos de los humanos, son las de la vida. La vida se duele, goza, se irrita… La vida miente y dice la verdad; la vida destruye y construye… La vida ama y odia… Todos los antónimos, todos los opuestos.
La vida poderosa, múltiple, compleja, contradictoria... 
La vida escindida, separada de sí… repartida en las criaturas. La misma vida. El Uno primordial.
La experiencia del Uno. La revelación del ser que somos.
Nada en la naturaleza viviente nos es ajeno –porque nosotros somos la vida.
Con el cariotipo humano la vida introduce en el mundo la ‘moral’. Si bien cada grupo humano se tenía a sí mismo como el filtro de lo bueno y lo malo, se trataba de lo bueno y lo malo para ellos –lo que les venía bien, lo que les venía mal; lo que les beneficiaba y lo que les perjudicaba.
Pero ese lenguaje ahora lo retoma la vida y lo aplica a la totalidad de lo viviente. Lo que viene bien y lo que viene mal a la propia vida. Ahora es la vida la que juzga acerca de su bien y su mal.
Ahora ya no se trata del futuro de tal grupo humano, o del futuro de la ‘humanidad’, sino del futuro de la vida. Ahora se trata de la ética de la vida.
En biología no podemos prescindir de la ‘causa final’, de la intencionalidad (la ‘teleología’, en Kant). Pero, ¿cómo es posible que lo que le concedemos a la criatura se lo neguemos al creador? La ‘causa final’ es omnipresente en el quehacer de los humanos. Los artefactos que ideamos y construimos tienen siempre una finalidad, nuestras ‘máquinas’.
La intencionalidad en la criatura es la intencionalidad del creador.
Podemos hablar de ingeniería. Los genes son los ingenieros de sus cuerpos, de sus somas.
Los fenotipos, los somas, son máquinas construidas por la sustancia genética. Son sus instrumentos, sus vehículos, sus armas… Con sus ‘ingenios’ la sustancia genética se mueve, percibe, asimila el entorno, ataca, se protege, se defiende, se reproduce… Medio, instrumento, vehículo, armadura, arma…
La sustancia genética nos instruye con sus ‘ingenios’, con sus soluciones. El vuelo, la natación, la respiración, la vista, el oído…
Podemos hablar de la evolución de sus somas; de sus vehículos, de sus armas…
Vemos, en los humanos, la evolución de sus coches, de sus aviones… de sus técnicas y de sus maquinarias… Se quiere ir más rápido, o más seguro… Se busca la velocidad, la seguridad… Máquinas o dispositivos con una finalidad determinada.
Nadie duda de la intencionalidad de nuestras construcciones. ¿Por qué se la negamos a la sustancia genética?
Los diseños somáticos que pululan son admirables por su eficacia, por su perfección. La obra de los ingenieros de la vida. Se supera la presión, la atmósfera, la gravedad… Los somas son máquinas adaptadas al medio entorno, preparadas para no sucumbir al medio físico-químico.
La sustancia genética hace evolucionar a sus somas en orden a la perfección. Hay miles, millones de organismos diferentes. Cada una de las especies supone soluciones diferentes con relación al medio físico-químico. Diferentes soluciones para la locomoción, para la asimilación, para la defensa, para la reproducción…
Tenemos que aprender de la sustancia genética (de nosotros mismos). Millones y millones de años de experiencia. Desde hace más de tres mil millones de años. Apenas si hay medio físico-químico en el planeta que no esté colonizado. Es la vida la que ha llegado ahí con sus vehículos –con sus somas super-adaptados, super-preparados.
Somas victoriosos, eficaces. Aptos para vencer el hielo y el fuego. La obra de los ingenieros, de los creadores de las formas vivas todas.
La colonización del planeta sólo ha sido posible realizarla utilizando somas adecuados.
La escuela de la vida es la escuela de la superación, de la victoria, del éxito… Cómo ha logrado ‘vencer’, dominar, adaptar… los medios más adversos.
Con sus somas la vida no pretende meramente sobrevivir, sino dominar el medio, vencer, triunfar sobre el medio (presión, temperatura, gravedad…).
Hay que tener en cuenta los factores bióticos (los otros organismos, las otras ‘soluciones’) y los abióticos en la deriva de la vida en este planeta. La lucha, el combate, el agón… es constante, continuo. No cesa. Contra el medio físico-químico, contra las otras forma vivas. No hay descanso.
La vida ha ingeniado miles de formas para vencer el medio; para dominar sobre el medio. La existencia la ha conquistado de múltiples maneras.
Con la multiplicidad de las ‘soluciones’ la vida se ha garantizado la perdurabilidad. No hay medio con el que no pueda. En este sentido la vida es poder.
¿Sabe la vida que el otro organismo, el organismo con el que se enfrenta, es vida también?  ¿Se sabe o se reconoce en el otro? ¿Considera también al otro organismo como un artefacto pilotado?
El sistema inmunitario tal vez pueda instruirnos al respecto. La distinción entre lo propio y lo ajeno.
Las relaciones con los otros. El antagonismo. El comensalismo, la simbiosis, el parasitismo, la depredación…
¿Distingue la vida entre lo biótico y lo abiótico? ¿Sabe de sí? ¿Sabe que es ella la que anima y pilota el otro cuerpo? ¿Se ignora? Sólo, tal vez, en el nivel de existencia del cariotipo humano. Las características fisiológicas del cariotipo humano le han permitido a la vida conocerse a sí misma. Saber de sí. Llegar a sí. Conocerse. Saberse.
El cariotipo específico humano es un logro de su creador; del ingeniero único.
¿Se reconoce la vida en toda otra vida? Ahora sí, en virtud del conocimiento que poseemos. Ahora nos reconocemos como el alma de lo viviente. Como sustancia viviente única. Una y la misma en todos y cada uno de los organismos.
El cariotipo específico humano ha hecho posible este conocimiento. Sus peculiaridades. Su específico soma. Ha hecho posible que Nos, la vida, lleguemos a nosotros mismos.
Ignoramos si la vida ‘sabe’ esto en todos los niveles (desde las más simples formas de vida); sabe de sí, en sí, y en el otro. Saber que el otro organismo está diseñado, construido, y pilotado por una sustancia semejante a la suya. Un alter ego.
La ignorancia de este hecho podría ser relevante para la vida. O la indiferencia ante este hecho. Para la reproducción la vida necesita material genético que, por lo general, no se encuentra más que en los otros organismos. Necesita asimilar de materia orgánica exterior para hacer posible la mitosis –metabolizar, transformar la sustancia genética otra. 
La vida no puede no alimentarse de sí misma. Se necesita a todos los niveles. No podemos olvidar que  las plantas (el mundo vegetal) son seres vivos también. La fuente de alimentación de la vida consiste, esencialmente, en otros seres vivos.
*
Hasta la próxima,
Manu

sábado, 10 de junio de 2017

155) Genocentrismo IX


Genocentrismo IX.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (10/06/17).
 

*
 

*No es acertado interpretar la vida, decir, por ejemplo, que la vida es ‘voluntad de poder’. Interpretar a la vida es interpretarnos a nosotros mismos, es como decir ‘nosotros somos voluntad de poder’. ¿Únicamente?
La vida no ha de ser interpretada. Es demasiado plural –su significación, quiero decir. Es múltiple.
Nombrar la vida, decir la vida. La vida es… La vida no es esto o aquello, la vida ‘es’, simplemente.
La definición unilateral. Dudo que haya un concepto que no le venga a la vida. Avara, codiciosa, pero también magnánima y desprendida; fuerte, poderosa, y débil; pobre, menesterosa, y rica, abundante… Todos los antónimos que se te puedan ocurrir; todos los opuestos.
Nosotros, Nos, no respondemos a una sola definición. Definir la vida es definir el ser.
Nietzsche y Darwin no colisionan, de ninguna manera. Darwin no definió la vida, se limitó a hablar de la evolución de las formas vivas, y de los posibles modos de evolución. Conceptos como la ‘selección natural, o la ‘lucha por la existencia’, o la ‘variabilidad’ y la ‘herencia’…  no pretendían definir la vida, sino explicar la evolución, simplemente. Nietzsche quiere captar la esencia de la vida, avanza una definición esencial que toca al ser de la vida.
¿Qué es la vida? La vida es voluntad de poder. Éste es el proceder de Nietzsche. Darwin piensa en el origen y evolución de las formas vivas, no se interroga acerca de la esencia de la vida.
Conceptos como ‘selección natural’ o ‘lucha por la existencia’ (concepto éste subordinado a la selección natural) no definen la vida. Tan sólo pretenden dar cuenta de la evolución.
Darwin interroga como filósofo natural, Nietzsche como ‘metafísico’.
La pregunta metafísica, la pregunta por el ser de la cosa. La cosa aquí es la vida.
La pregunta por la esencia. ¿Qué es…? Las respuestas suelen ser nominaciones, conceptualizaciones, definiciones, descripciones de la cosa… Éstas pretenden darnos la esencia de la cosa. Como si la esencia consistiera en un nombre, en un concepto, o en una definición. Como si la cosa (aquí, la vida) respondiera a un solo concepto o definición. Preguntarse por el ser único de la cosa. Suponer una esencia única en la cosa.
El camino errado de la metafísica (de la ontología, de la lógica…). De los entes y de su esencia.
La vida es esencia. La vida es la esencia de las formas vivas, de los organismos todos. 
Preguntar por la esencia de la vida es preguntar por la esencia de la esencia. Con todo, la vida no deja de ser un ente. La vida como ‘ente’.
La vida se interroga a sí misma. ¿Qué soy…? Nosotros somos la vida. Pero, ¿qué es la vida?
No hay una respuesta unívoca acerca del ser de la vida (de su esencia). Significación plural, múltiple de la vida –de la vida que somos.
Todo aquello que advertimos en los organismos (o las criaturas) podemos atribuirlo a la vida. Todo. Dado que la esencia de los organismos resulta ser el sujeto único en cualquiera de sus actividades. Crueldad, voracidad, violencia… ternura, piedad… Sagacidad y torpeza… En la vida coinciden todos los opuestos.
La vida no admite definición unívoca.
La lucha se establece en todos los niveles, pero también la cooperación. La discordia, pero también el amor. No hay combate entre lo uno y lo otro, sino que en el mismo ser es lo uno y lo otro.
No hay maniqueísmo, no hay dualidad ética… No hay lucha entre el bien y el mal. La vida que cuida de sí no mira sino por su bien y su mal. Su bien puede ser el mal de otro, y viceversa.
No puede ser lo uno sin lo otro. Ésta es la lección moral que nos da la vida.
El humor, el cinismo, la ironía… La burla, la indiferencia… ¿Qué no encontraremos en la misma vida?
Polivalente, proteica. Múltiple. Inasible. No podemos aprehendernos. Todo y nada. Cualquier definición que podamos avanzar, y su contraria.
¿Una definición polívoca?  Decir vida es decir multiplicidad, polivalencia… Esencia múltiple, compleja.
La lucha por la existencia no define la vida. La selección natural (en virtud de la lucha por la existencia, la variabilidad, y la herencia) no define la vida. Aquí no estamos en el ‘qué’, sino en el ‘cómo’. Se trata de dar una posible respuesta a la evolución de las formas vivas, simplemente.
El concepto ‘voluntad de poder’ sí pretende ser una definición de la vida (de la esencia de la vida). Esta esencia explicaría la ‘lucha por existencia’, la ‘variabilidad’ y todo lo demás… Estos términos devendrían síntomas, efectos de la voluntad de poder de la misma vida. La voluntad de poder sería lo primero.
La vida. La materia viviente. Su singularidad, su excepcionalidad. Su polivalencia, su pluripotencia. Su sublimidad.
Pienso que el intento de definición unívoca de la vida no es acertado, ni siquiera inteligente.
¿Por qué no una competición? La vida consigo misma compite. El ‘agón’. El antagonismo. La alegría de la victoria. Epinicios.
No hay duda que los seres vivos compiten entre sí por el aire, por la luz, por el suelo (o territorio), por los nutrientes, por la reproducción… Por todo aquello que les garantiza la continuidad. Se lucha por la existencia.
La carrera de armamentos entre depredadores y presas.
Lo que encontramos son características de la vida. Modos y maneras de ser de la vida. Lo observable. Las interacciones interespecíficas y las intraespecíficas. Una mirada que se detiene en lo que aparece, en los fenotipos. Una mirada fenocéntrica. Se ignora que en todo momento es la sustancia genética (la sustancia viviente única) la que mueve a las criaturas. No hay otro sujeto.
La voluntad de poder no define la vida. Es una interpretación del comportamiento de los seres vivos. La codicia, la ambición de dominio, el querer ser más, el devenir más, la autosuperación…
La lucha por la existencia explicaría la diversidad morfológica y fisiológica de los organismos (la variabilidad de las especies). El diverso aprovechamiento de los nichos ecológicos; las diversas formas de nutrición, de respiración… de extraer del medio lo necesario.
La vida no es definible. Todo lo que hacemos es describir… e interpretar.
La voluntad de poder sería una característica de la vida, en cualquier caso. No definiría la vida. Es solidaria de la lucha por la existencia. Garantizaría igualmente la supervivencia.
La interpretación decimonónica en Nietzsche. Se ignoraba la relación entre la asimilación y la reproducción. Nietzsche pensaba que el organismo asimila e integra cuanto puede y cuando no puede más se divide en dos… Esto era una prueba de su voluntad de poder. El organismo necesita ‘material’ para duplicarse. No se trata, pues, de asimilar para devenir más (más fuerte, más grande, más poderoso…), sino para disponer del material suficiente para la duplicación.
La interpretación nietzscheana es deudora de los conocimientos e interpretaciones biológicas de su época.
En cualquier caso, la voluntad de poder no define la vida.
La vida se distingue de la no-vida por ciertas características. Frente a la inercia de la materia no-viva la vida se mueve por sí, se reproduce por si, se organiza…
¿Las características definen la vida? Lo dudo.
Ciertamente yo, como vida, dispongo de cierta autonomía con relación al medio físico-químico no viviente. Aunque estoy sujeto a restricciones (dispongo tan sólo de algunos grados de libertad para moverme por el ‘mundo’).
El comportamiento, ¿define el ser de la vida? Las características de la vida, el comportamiento de los seres vivos…
¿Puede darse una descripción sin interpretación; una descripción neutra? Una observación y una descripción neutras y desapasionadas. ¿Es posible?
La vida parece ser tan diferente de sí misma que sus interpretaciones (sus representaciones) pueden no sólo variar, sino colisionar. Interpretaciones enfrentadas que parten incluso del mismo sujeto observador (la especie humana, por ejemplo). Interpretaciones, definiciones inconciliables.
Cuando definimos la vida ésta se define a sí misma. ¿Hasta qué punto la vida se conoce a sí misma? ¿Hasta qué punto puede la vida definirse a sí misma?
Se trata de una auto-definición. A la vida se le pide que se defina a sí misma. La vida se interpela a sí misma. ¿Qué eres? ¿Qué soy? ¿Cuál es mi esencia? ¿En qué consiste la esencia de mi ser?
La vida de los otros (las otras especies, los otros seres vivos) es un  espejo donde mirarme.
La voluntad de poder no respondería sino a un mandato tendente a la supervivencia, al igual que la lucha por la existencia. Algo inscrito en la misma vida. Una dinámica interna esencial a la misma vida.
Los diseños somáticos ofensivos, los defensivos… Las estrategias de dominio… La carrera evolutiva. La vida escindida compite consigo misma por el medio. Esto parece estar detrás de la variabilidad morfológica y demás.
La vida tiene que luchar además por superar las condiciones medio ambientales físico-químicas: gravedad, presión, campos magnéticos… 
La vida es esencia y existencia, podríamos decir. Esencia múltiple, compleja.
La vida, la sustancia genética, es esencia de las formas vivas; es el ser en las formas vivas. No hay otro ser en las formas vivas que la sustancia genética.
¿Qué es ese ser? ¿Qué soy?
La descripción del comportamiento de las formas vivas es la descripción del comportamiento de su ser, del ser que les anima. Lo que observo en los organismos puedo atribuirlo al ser genético que le anima.
Al definir me defino; al describir, me describo. Así soy (así me comporto). Nada vital me es ajeno.
El ser (genético) del hombre es el del resto de las formas vivas. No hay diferencia, es el mismo ser. 
El conocimiento que poseemos de las otras formas vivas es conocimiento que poseemos acerca de nosotros mismos.
Es la vida la que inquiere, la que interroga… y la que a sí misma se responde.
Las respuestas que la vida se da a sí misma acerca de su propio ser. La vida se pregunta, y la vida se responde. ¿Puede juzgar la vida acerca de sí; acerca de su sentido? ¿Está capacitada la vida para responderse a sí misma acerca de su ser?
La voluntad de poder o la lucha por la existencia no me definen –no definen mi esencia, o mi ser. La vida es ambiciosa, es competidora, pero también desprendida y magnánima; es egoísta, pero también altruista... 
La vida es… ¿Qué es la vida? ¿Qué soy?
El ser múltiple. La multiplicidad conductual.
Las definiciones son descripciones –son interpretaciones.
¿Un ser unívoco? ¿Un ser polívoco? ¿Un solo término que respondiera al ser que somos…?
La vida no puede definirse a sí misma.
Un ser inefable. Que no admite definición –ni univoca ni polívoca. Más acá de toda palabra.
La inefabilidad de la experiencia misteriosa. La vía misteriosa al ser (que somos).
Se requiere, pues, el silencio acerca del ser que somos. Es una suerte de vía negativa al ser. Una vía purgativa. Purificarnos, limpiarnos, quedar en nada. Silencio –la noche del espíritu.
Sólo la experiencia directa puede ‘decirnos’  algo acerca del ser que somos. La conexión consigo mismo. El auto-conocimiento.
Es una vía solitaria. Es conocimiento incomunicable –inefable.
Sabernos, tenernos, poseernos –no como hombres, sino como vida.
El instante misterioso. El instante extático. La ‘iluminación’.  El ‘renacimiento’. La alegría. El sentimiento de poder.
El ‘hombre’ se ha adueñado de la experiencia misteriosa. Se ha considerado como el sujeto y el beneficiario de la experiencia (la ha considerado como liberación o salvación, o como conocimiento ‘intuitivo’ del ‘dios’, o como ‘don’ del dios…). Se consideraba que el hombre se purificaba en la vía negativa, se hacía ‘mejor’. El ascetismo tenía una finalidad ética (en el budismo, en el cristianismo…). La vía silenciosa y la experiencia misteriosa eran interpretadas antropocéntricamente. El ‘hombre’ no salía de sí. El ‘místico’ se convertía en un hombre ‘superior’ (a sus ojos, y a los ojos de los demás).
La vanidad, el narcisismo, la ambición… subyacen en estas interpretaciones. La codicia de honores, de prestigio… personal. El comercio con el ‘dios’, el elegido del ‘dios’…
El hombre es lo superado, lo dejado atrás en la vía silenciosa (consciente o inconscientemente) –las palabras de los hombres, sus interpretaciones, sus deseos, sus apetencias…
Se sepa o no se sepa, es la vida la que se purga; es la vida la que inicia la vía purgativa. Y es la vida la única receptora de la experiencia extática (la auto-gnosis); la única que experimenta la ‘iluminación’.
El ‘hombre’ nada tiene que ver ni con la vía purgativa, ni con la experiencia extática (caso de que se dé). Pero se adueña de ambas –piensa que es cosa suya.
Repensar la vía silenciosa desde la sustancia genética, desde el genocentrismo –desde el sujeto único.
La vía solitaria. La vía silenciosa.
La aprehensión de sí directa, sin intermediarios.
Se abandona la ‘montura’, se abandonan los caminos… Se abandonan las palabras, la ‘semiosis’ –toda ‘representación’. 
No saber… Es fundamental el no saber, el quedar en nada.
La vida al encuentro de sí misma. La revelación, la iluminación.
La inefabilidad. Sin palabras. Conocimiento directo. Ininterpretable.
Interpretar la experiencia extática (como se ha hecho hasta ahora) es errar y desencaminar.
El momento y el lugar han incidido en la interpretación de la experiencia extática –las diversas culturas y los diferentes momentos históricos.
Las interpretaciones religiosas judías, cristianas, musulmanas, budistas, hinduistas… desvían absolutamente. Antropocéntricas. Históricas. Relativas a su tiempo y a su medio entorno étnico y lingüístico-cultural.
Téngase en cuenta que lo que se interpreta en las tradiciones del neolítico es tanto la causa de la experiencia, generalmente trascendente (el dios, la divinidad…), como su sentido o significado (salida de la rueda de las reencarnaciones, liberación, salvación, elección…).
Mi interpretación es  que la causa es inmanente (la sustancia genética), y su sentido es la unión consigo mismo del ser (genético) que se es. Digamos que la sustancia genética es el origen y el término de la experiencia.
El abrazo constitutivo de las partes. La fusión. La unión. La unidad. Sentimientos de unidad, de cohesión… de victoria, de poder, de alegría… Síntomas concomitantes de la experiencia.
La brevedad y la fugacidad del instante… Tienen que intervenir sustancias químicas… Es una experiencia que se siente. Una cascada de impresiones súbita, inesperada… Indeleble.
Experiencia involuntaria e indeliberada. Cuando menos lo esperas. Te sorprende.
Algo se cuece en tu interior mientras haces el camino (solitario, silencioso…). Algo inadvertido (no conscientemente advertido). Se prepara la ‘implosión’.
La experiencia, por lo demás, coincide con la descripción que suele hacerse de la crisis psicótica –el instante súbito, el carácter de ‘revelación’… el vuelco en la personalidad del ‘paciente’… su ‘certeza’… El delirio interpretativo del psicótico.
No hay lo psicosomático. No hay sino ‘psykhé’, alma, genoma… sustancia genética. Son las terminales nerviosas… es el sistema nervioso –que llega hasta los últimos rincones de nuestro soma.
Experiencia  arrebatadora, sublime… inefable.
Experiencia imborrable, indeleble. Parte en dos la vida del que la ‘padece’. Sol que nunca se pone.
Cabe la interpretación fundada en la sustancia genética –sistema nervioso y, lo más probable, sistema endocrino. Inervaciones, hormonas… todo a una. La unificación. El sujeto deviene uno. El Uno que somos.
El ser genético, el genotipo. Se hace presente el ser (genético) que se es; adviene a la luz.
Es la hora del ser genético, de la sustancia genética, de la sustancia viviente única, del sujeto único, del Uno.
El Uno tiene ahora la palabra. Xenus/Nexus. Genousse y Genoussin.
                                                                            *
Hasta la próxima,
Manu