Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

jueves, 20 de diciembre de 2018

178) Genocentrismo XXX


Genocentrismo XXX.


Manu Rodríguez. Desde Gaiia (20/12/18).


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*La sustancia viviente única se ordena a sí misma, a sí misma se organiza, a sí misma se manda y se obedece. La unidad primordial, el ser viviente único, el sujeto único.
*La ‘psykhé’ de Aristóteles: “forma que informa, orden que ordena”.
*No estoy seguro de que Dawkins haya comprendido el alcance de su propia teoría. Un organismo dual –(holo)genoma/soma– en el que cada parte tiene su vida propia. ¿Un cuerpo autónomo de su genoma, independiente, con pensamientos propios? ¿Un soma que interpela a su genoma?
El dualismo de Dawkins recuerda a aquel de cuerpo y alma. Aunque aquí el cuerpo es el genoma (el ser natural) y el alma es el ser simbólico (el soma, el fenotipo).
No hay sino un solo ser viviente, y éste es el (holo)genoma, la sustancia viviente única. El cuerpo no es. No hay cuerpo, éste es sólo la envoltura.
El único sujeto de la actividad biológica en cualquier organismo es la sustancia genética que alberga. Es esta sustancia la única que se mueve, la única que se reproduce, la única que se alimenta… No hay otro (en el organismo) que piense, quiera o hable. Es lo único vivo en el organismo.
La “Canción de arpa para las mujeres danesas” (leído en “El cuento del antepasado”) denota la confusión de digo. Tanto la letrilla del gen egoísta como la respuesta del cuerpo. Dos mundos separados, con finalidades diferentes, incluso enfrentados. Un disparate.
Dawkins sostiene este dualismo desde el principio. Un dualismo que tiene carácter ético –recuérdese en “El gen egoísta”, donde el sujeto cultural, consciente (y con conciencia moral), se enfrenta a las demandas ‘egoístas’ del genoma.
El soma contra el principio vital (la ‘psykhé’). Una vez más. Repito, no cabe mayor confusión. En todo caso lo que tenemos es un ‘alma’ (una sustancia viviente única) dividida, y enfrentada. Y esto es debido a que durante los últimos milenios (quizás en el paleolítico, pero con toda seguridad a lo largo de las culturas del neolítico) sólo existía el ser cultural (consciente, moral…), y el ser natural era, paradójicamente, la carne, el cuerpo, la bestia o el animal en ‘nosotros’ –un ser natural al que había que dominar (véase Platón, véanse las tradiciones religiosas del neolítico de aquí y de allá). Y ésta es la concepción que hereda y sostiene, aún, y a pesar de nuestros conocimientos, y de su propia visión del asunto, el propio Dawkins.
Son estas culturas que digo, las que dividen, y enfrentan, al sujeto único. El ser natural (el ser viviente único) vive extrañado de sí mismo. Se ignora o se malentiende.
Los ‘humanos’ viven extrañados del resto de la naturaleza viviente, como si fueran otra cosa.
 Seguimos en el neolítico. En el mismo antropocentrismo y antropomorfismo del neolítico que han sostenido (y sostienen) las diversas culturas del neolítico. Y son concepciones que afectan a toda la biología y antropología del presente, pasando por la ecología y demás. No damos un solo paso adelante.
A nivel lingüístico-cultural, el paso del fenocentrismo al genocentrismo nos llevará siglos.
*Atiéndase a estas palabras de Dawkins en una convención celebrada en Brasil (Fronteiras do Pensamento, 2015) –son extractos del artículo que recoge su participación y posterior charla:
“Em cerca de 40 minutos, Dawkins dissertou sobre o que chama de "Corrida armamentista" (The arms race)...
O conviver com o diferente, tema das Fronteiras desse ano, foi defendido por Dawkins por meio de particularidades do ser humano que nada tem a ver com evolução, mas com valores como a empatia e o altruísmo.
– Quando doamos sangue, quando tomamos conta dos animais… O gene é egoísta, o indivíduo não.”  Las cursivas son mías.
“El gen es egoísta, el individuo no...” “Particularidades del ser humano que nada tienen que ver con la evolución...”  No sólo es una muestra del dualismo sostenido por Dawkins. En estas expresiones encontramos confusiones, errores, ignorancias... La vida, la evolución, es esencialmente egoísta, no encontrarás en ella ni empatía ni altruismo. Dejando aparte que términos como egoísmo y altruismo, o cooperación y competición, no son adecuados –demasiado antropocéntricos (como pensaba L. Margulis), se podría concluir de las palabras de Dawkins que nosotros no somos la vida –no somos ni genomas ni somas, no somos o no nos afecta la evolución. ¿Qué somos entonces; cuál es nuestro lugar en la naturaleza?
Las palabras de Dawkins al respecto se concilian perfectamente con los argumentos que sostienen los creyentes en almas inmateriales, o en almas reencarnables, o en la singularidad ‘espiritual’, y ‘no-animal’, de los seres humanos. No tardarán mucho estos en hacerlas suyas.
Hay que decir, con todo, que la vida es lo uno y lo otro, contiene todos los antónimos, todos los contrarios (desde el punto de vista humano, o desde las características de nuestros lenguajes).
*Algunos autores (De Tiège&Tanghe et al., From DNA- to NA-centrism, 2014) proponen que más que ADN-centrismo, genoma-centrismo, o genocentrismo se debería utilizar el término AN-centrismo. Y tienen toda la razón, porque son los ácidos nucleicos  los que llevan el peso de la expresión.
*No son los organismos los que se comportan, sino su sustancia genética. Es la sustancia genética la que mueve su organismo, lo conduce… la que se dirige hacia aquí o hacia allá. De la misma manera que nosotros conducimos nuestros vehículos.
El genoma, la sustancia genética, la sustancia viviente única, los ácidos nucleicos… el hologenoma de cualquier organismo.
Los organismos no están determinados, porque el organismo ‘no es’, es tan sólo la envoltura que usa la sustancia genética para trasladarse, protegerse, atacar…
Estamos atrapados por la perspectiva fenocéntrica u organismocéntrica.
Sólo la perspectiva genocéntrica (o AN-céntrica) nos da la justa mirada acerca de la biosfera y su evolución.
*La historia de la evolución es la historia de los diseños corporales o somáticos. Cambios y transformaciones en el diseño de los organismos. La evolución de los diseños mediados por el azar y la necesidad.
Para poder levantar un organismo la sustancia genética ha de tener en cuenta los recursos o materiales que encuentra a su alrededor y de los que puede disponer, son estos los que deciden el desarrollo del nuevo fenotipo, así como su normalidad o anormalidad.
Los ingenieros y los materiales de construcción. Hay que pensar en los ácidos nucleicos y en el conjunto (cohorte, consorcio) de sustancias que participan en la expresión.
*Organismos poligenómicos. Monogenomas (unicelulares) y poligenomas (multicelulares). En Dupré y O´Malley. Homogeneidad genómica y Heterogeneidad genómica. Heterogeneidad genómica en organismos pluricelulares. Metagenoma. Hologenoma.
Poligenómicos consorcios (hologenomas) como unidades de selección (Dupré&O´Malley, Gilbert, Rosenberg, Lloyd…), o como unidades de cooperación (Queller&Strasmann, Stencel&Wloch-Salamon…).
*“Si hortum in bibliotheca habes, deerit nihil”, Cicerón. “Si tienes un jardín en la biblioteca, de nada te faltará”.
La cita no está mal, pero yo diría que una biblioteca es tanto como un jardín, y aún más, es un bosque, una selva, un mundo…
Una biblioteca, un planeta, un mundo en el que se habita; un mundo que se cuida, que se enriquece…  Si tienes una biblioteca, de nada te faltara.
*El problema radica en la distinción o dualidad establecida entre el genotipo y el fenotipo o entre el genoma y el organismo, como si estos fueran sustancias separadas e independientes. De un lado ‘nosotros’, del otro los ‘genes’. Es corriente encontrar frases como “nosotros no estamos determinados por los genes o el genoma” (incluso en Dawkins). Aquí ‘nosotros’ es la superestructura orgánica –el soma. Se sigue sosteniendo la dualidad de cuerpo y alma. Un dualismo que no tiene lugar. No hay sino alma, ‘psykhé’, sustancia genética.
Los fenotipos u organismos no están determinados por sus genotipos o genomas, no tienen otra función que la de proteger (entre otras cosas) a sus ‘pilotos’ (‘kibernein’), no hay otro sujeto (ni otro objeto) que la sustancia genética.
La interacción o coexistencia se da únicamente entre el entorno y la sustancia genética. El cuerpo, el soma, el fenotipo o el organismo es el resultado de tal interacción.
Sólo se comporta el genoma. Los movimientos del soma son movimientos del genoma.
Los organismos son adaptados al entorno o a las condiciones (físico-químicas) ambientales por la sustancia genética. Y, a su vez, el entorno y las condiciones físico-químicas ambientales son adaptados o habilitados para facilitar la permanencia de los organismos.
El soma es la envoltura protectora (entre otras cosas –el vehículo, el arma...) de la sustancia genética. Carece de entidad: no piensa, no quiere, no siente… No puede ser, en ningún caso, ni el sujeto ni el agente de la evolución. No existe –ni deviene, ni es.
De la optimidad de los organismos depende la supervivencia y la perennidad de la sustancia genética.
Ver el genoma en el soma.
*Algunos usan el término ‘holobionte’ como sinónimo de organismo y hablan del “holobionte y ‘su’ hologenoma” (Roughgarden&Gilbert&Rosenberg&Zilber-Rosenberg&Lloyd, en “Holobionts as Units of Selection”, 2017) de la misma manera que hablarían del organismo y ‘su’ genoma (o del fenotipo y ‘su’ genotipo). Es la perspectiva organismo-céntrica o fenocéntrica.
En la colaboración de Lloyd en particular (en el artículo citado) se toma al holobionte como ‘replicador’/‘reproductor’, como ‘interactor’, como ‘manifestador de adaptación’, y finalmente como ‘beneficiario’ del proceso de selección (véase además Lloyd, Units and levels of selection, 2017). Son términos tomados de David L. Hull, George C. Williams y Richard Dawkins pero aplicados exclusivamente al holobionte, esto es, al organismo. Lloyd (y el resto de los autores) sigue a Lewontin para quien el organismo era el sujeto y el objeto de la evolución.
Pero no hay otro replicador, ni otro interactor, ni otro manifestador de adaptación, ni otro beneficiario de los procesos de adaptación, selección y evolución que la sustancia genética (el hologenoma del organismo/holobionte).
La sustancia genética es el único sujeto y el único objeto de la evolución, así como su único agente y su único paciente. Actor único y sujeto único. Se trata de la sustancia viviente única.
*Un mundo viviente fluido, fluyente, en constante devenir… procesos, ciclos…
*Toda la vida en este planeta es una y la misma.
*No hay cuerpo, no  hay soma, no hay organismo, no hay fenotipo… por lo tanto, no hay fenotipo extendido.
El cuerpo, el soma, carece de entidad, de existencia, de ser.
*La sustancia genética (la ‘psykhé’ de Aristóteles) es la causa eficiente, formal, y final de su ‘vehículo’ –el ingeniero de su dispositivo de supervivencia.
 La optimidad del vehículo es lo que garantiza la victoria del replicador en su lucha por la existencia.
*“Ser como nunca ser. Nunca serás en tanto”. Hernández.
*No hay seres vivientes, no hay más que un ser viviente en constante devenir. Se trata de la sustancia genética completa del planeta esparcida en los millones de organismos –bacterias, virus, plantas, animales… El ‘pool’ génico del planeta, el hologenoma o pangenoma. La mónada de las mónadas. Lo Uno primordial. 
Un monismo genocéntrico.
Hay un dualismo inconciliable tanto en Dawkins como en sus oponentes (Lewontin y otros). La sustancia genética de un lado y los organismos del otro. Como si fueran entidades separadas y ajenas entre sí, con historias o devenires independientes. Se mantiene el dualismo platónico, judío-cristiano, cartesiano…
*No hay cuerpos, ésta es la cuestión; no hay organismos, no hay fenotipos… En todo momento es la sustancia genética el único sujeto de la evolución. No  hay otro actor, ni otro interactor.
Los genes (las unidades de expresión de la sustancia genética) van y vienen de un organismo a otro, se mueven, se desplazan… se unen, se separan… se mezclan, mutan, se transforman… Son los únicos responsables de tal o cual fenotipo, de tal o cual cambio en tal o cual fenotipo…
La perspectiva genocéntrica. Ver todos los fenómenos de la vida desde la sustancia genética; desde la óptica de la vida –de la vida única.
*Los organismos no están ni preformados, ni predeterminados, ni predestinados. No hay predeterminación o predestinación. La conformación de un fenotipo depende de factores internos (genéticos) y factores externos (ambientales, en amplio sentido: bióticos y abióticos), o de fuerzas internas y fuerzas externas, en palabras de Weismann. Es una ‘obra abierta’, por así decir; depende, es relativa a…
Nosotros no somos los organismos o fenotipos resultantes. Nosotros somos la sustancia viviente única; fragmentos ordenados de lo Uno primordial, de lo viviente en este planeta.
*Genouss y Genoussin. El dimorfismo sexual. La reproducción, la replicación a dos. La gametogamia. La cariogamia. Amphimixis. 
¿Dos modos o maneras de percibir; de vivir? ¿Cada una con su propia voz? Diferentes funciones, diferentes determinaciones, diferentes destinos.
Con todo, nada más fácil que ponerse en lugar del ‘otro/otra’, ya que somos uno y lo mismo. No sólo con respecto al resto de las formas vivas. Identidad inter e intra-específica. Y no hablo de empatía.
La vida que somos se antepone a cualquier diferencia. Partir de la  unidad, más allá de las diferencias.
No hay nada en el comportamiento del resto de los organismos que nos sea extraño, o ajeno. El ‘ser’ es el mismo en el árbol y en el ave; en el depredador y en la presa. No hay ‘tú’, no hay ‘otro’ –en lo que a lo viviente concierne. ‘Yo’ estoy en todas las formas vivas.
*El proceso de individuación es cultural. La construcción del ‘yo’ simbólico, cultural, histórico… espurio. El ‘yo’, el ‘me’, el ‘mi mismo’  (el ‘self’, el ‘myself’…). La poética del ‘I’ o del ‘self’ (la poética ‘confesional’) en la literatura contemporánea (Robert Lowell, Anne Sexton…), por ejemplo. Estos individuos particulares no pueden ser universalizados porque remiten al ‘self’ histórico, cultural…. eventual, contingente… El que podría ser o no ser. Producto del azar, de las circunstancias históricas, ambientales, económicas, sociales, culturales; de la época, del momento y lugar en el que ha venido a ser.
Este ser simbólico carece de profundidad, de realidad… podría ser otro –depende, es función de, es relativo a…. Aquel ‘me canto a mí mismo’ de Walt Whitman, por ejemplo. Un ‘mí mismo’ con  nombre y apellidos no puede ser. El ‘self’, el ‘myself’, como ficción cultural.
Es este ‘yo’ simbólico, histórico cultural… el que hay que superar, vencer, dejar atrás. Digamos que la construcción de este ‘yo’ cultural y social es el que ha prevalecido en todas las culturas del neolítico hasta el momento presente.
Para allegarnos al ‘uno’, al ser natural, al ser único que somos, la costra simbólica, social, cultural… ha de disolverse, desaparecer. Quedarnos desnudos, a solas con el solitario ‘uno’.
El ‘uno’ ignorado, descuidado, desconocido… el alma (la ‘psykhe’) de lo viviente, lo viviente mismo, lo único verdaderamente existente.
Así pues, hay mucho que andar, mucho que recorrer, mucho que aprender. Y ni siquiera hemos empezado. Nuestras culturas neolíticas son culturas del ‘yo’, culturas individualistas, donde se potencia al individuo, al ‘self’ –las mismas religiones de salvación ‘personal’.
Hay mucho que dejar atrás; mucho que estorba, que entorpece, que oculta, que tacha, que borra, que ignora… Siglos, milenios de historia, de prácticas, de hábitos… de creencias, de ideas, de teorías, de visiones…
Un cambio radical se requiere; mudar de piel, de hábitos culturales, de dietas culturales… Ir de la periferia al centro; al centro único de todo lo viviente; a la sustancia viviente única; al ser único que somos.
Un arte y un pensamiento que partan del ‘uno’ –una poesía, una filosofía, una ciencia… Culturas enraizadas en lo Uno primordial. 
La voz de la Uno primordial y único. En todo pensamiento, en toda acción. No hay poetas aún, ni filósofos, que hablen desde el centro único de todo lo viviente, desde lo Uno primordial. No tenemos sino voces personales, individuales, cuasi-solipsistas… No podemos compartir esas voces particulares, no podemos hacerlas nuestras. Seguimos solos, apartados, aislados… rodeados de voces ‘singulares’; no tenemos nada que compartir –salvo el lugar y el momento que nos ha tocado vivir. Todo circunstancial, eventual, contingente, histórico… Incapaces de trascender la época, el momento, el lugar… las ‘circunstancias’ (personales, sociales, históricas…). Voces descentradas, desarticuladas, desmembradas… separadas, aisladas, solas; para consumo propio, personal, narcisista.
Hacia una poética o una filosofía de lo Uno primordial, necesitamos palabras que provengan de la mónada de las mónadas; la voz de la sustancia viviente única.
Apenas nada del pasado nos vale. Queda todo por hacer. Un nuevo mundo, una nueva cultura universal.
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Hasta la próxima,
Manu