Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 23 de febrero de 2022

254) Genogramas LXXVI

 

Genogramas LXXVI.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (23/02/22).

 

                                                                  *****


1.

La revelación de la sustancia genética

es el principio del fin del período ‘humano’.

Pero también inaugura un periodo insólito,

inaudito, absolutamente novedoso

en nuestro devenir. La sustancia genética

sale a luz, habla por sí, de sí, y para sí.

 

El desvelamiento de la vida.

Lo que permanecía

oculto viene a la luz,

se nos hace patente.

El ‘ser’ nuestro.

 

2. 

Te desprendes de tu ser simbólico

arcaico, neolítico… antropocéntrico;

de tu ser ‘humano’.

 

Vamos en pos de una post-humanidad.

Vivimos tiempos de transición donde

coexisten los viejos y los nuevos seres

simbólicos –lo humano y lo post-humano.

Lo antropocéntrico y lo genocéntrico.

La ignorancia y el conocimiento.

Las tinieblas y la luz.

 

Vencerá la vida.

 

3.

Despertar de la pesadilla antropocéntrica,

etnocéntrica, sociocéntrica, egocéntrica…

Recuperar la cordura, el sentido, el ser;

la memoria de lo que somos.

 

Lo humano, lo racial, lo cultural

lo ‘nacional’, lo individual…

Los discordias sociales, económicas,

étnicas, territoriales… La codicia

personal, el propio provecho…

Lo ‘humano’, en resumidas cuentas.

 

Sobrepasar, dejar atrás lo humano…

Lo individual, lo colectivo, lo étnico,

lo cultural, lo ‘específico’…

Que nada humano nos retenga.

Hacia la vida, hacia el ser, hacia lo Uno…

 

Volverse hacia la vida.

Girarse. Tornar.

 

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte…

 

4.

El hombre, los ‘humanismos’…

carecen de futuro. Se ha de alcanzar

el estadio de ‘más que humanos’.

Hemos de ser más que humanos

(más que meros miembros del cariotipo

específico humano; más que fieles copias

de algún modelo de ‘humanidad’), hemos

de alcanzar la mirada de la vida,

una mirada trans-específica.

 

5.

La perspectiva genocéntrica altera

por completo el panorama. Desde

la vida es otro mundo el que percibimos

y reflexionamos. Desde esta perspectiva

recuperaremos la justicia y la injusticia,

la bondad y la maldad… Redefiniremos

estos conceptos. La vida es ahora la medida.

 

6.

La vida que cuida de sí y de su entorno

es el futuro. Será un morar no humano,

más que humano, post-humano.

Será el morar de la vida.

 

La vida instruida, iluminada,

consciente de sí, combatirá pues

a la vida codiciosa, ciega, indiferente…

a la vida que destruye, mancilla, contamina…

La llamará al ‘orden’…

 

La lucha entre las fuerzas benéficas

y las fuerzas nocivas; entre lo que hace

bien y lo que hace mal a la vida.

Conductas vitales enfrentadas.

Vida contra vida. De momento

vencen las fuerzas nocivas a la vida.

 

7.

Las guerras por el poder que se suceden

hasta nuestros días. La evolución de las armas

de guerra –las ofensivas y las defensivas.

El poder de destrucción de las actuales

armas químicas, atómicas y demás…

El peligro afecta hoy al planeta entero.

 

Es la inteligencia de la vida en el cariotipo

humano la que hace posible esta locura.

Una inteligencia destructiva al servicio

de pueblos, etnias, culturas, naciones… 

La ambición de dominio es el motor

–dominio sobre otros pueblos, sobre otras tierras…

Los imperios del pasado, y los actuales.

Ser el amo, ser el dueño… ser el Señor.

 

8.

La alianza de las fuerzas ofensivas, belicosas…

en pos del dominio total del planeta

es lo que hoy presenciamos. Se trata aquí

de un dominio material, no de un dominio

cognitivo. Se quiere poseer, no se quiere saber.

Se quiere las riquezas y el poder, simplemente.

No se aspira en ningún momento al conocimiento

o al saber, salvo en el caso de que este

conocimiento pueda ponerse al servicio

de la ambición de dominio material.

 

Esta ‘mentalidad’, de la que tenemos

constancia desde los inicios del neolítico

histórico (desde la existencia de crónicas,

de historias…), es la que arruina la vida;

esta codicia insaciable carente de barreras

o límites (humanos o medioambientales).

 

 

Caen pueblos, culturas, sistemas ecológicos,

especies… Nada importa salvo el poder

que se alcanza y se conserva.

 

La vida envenenada, alienada, confundida…

explotada, humillada, rendida…

esto es lo que vivimos. Un  mundo

desquiciado, loco. Una auténtica locura.

 

Las fuerzas destructivas, los poderosos

de la tierra. Los astutos y los violentos.

 

9. 

La vida autodestructiva, suicida;

la ciega voluntad de poder. 

 

Nuestra atmósfera contaminada,

viciada, nuestras aguas, el suelo

(la tierra laborable, el manto fértil)…

Es la vida misma lo que está en peligro

(sus condiciones físico-químicas

de existencia).

 

No podrá durar  mucho este período

final que corona las prácticas y los modos

de vida del neolítico. Las poderosas

tecnologías de explotación del medio

lo están arruinando  y contaminando

para milenios. Y es un daño, de acuerdo

con lo que hoy sabemos, consciente

y deliberado. El futuro de la vida

en este planeta no le importa a las fuerzas

destructivas del momento.

 

Nada frena, nada puede con las oligarquías

(económicas, ideológicas, militares)

que desde hace milenios dominan

el planeta. Los poderosos de la tierra

siempre han dispuesto de armas,

de tecnologías, de ideologías…

con las que aplastar o ‘seducir’

a las poblaciones.

 

¿Cómo acabar, cómo detener, como

desarmar, como reducir, como vencer…

a las fuerzas destructivas? Nosotros,

los carentes de armas y de poder.

 

Las fuerzas destructivas lideran desde

siempre la marcha de las civilizaciones. 

Incluida la tecnológica actual, que corona,

como digo, las prácticas del neolítico.

Es un neolítico altamente sofisticado

y tecnológico el que vivimos.

 

En este periodo final, tan lleno

de peligros, ha surgido también

la revelación de la sustancia

genética. Lo que salva. La salida.

La perspectiva genocéntrica.

La conciencia genética que desde

entonces se abre camino transformará

la ‘mirada’ que sobre este mundo

nuestro tenemos.

 

La batalla final contra las fuerzas

destructivas es lo que viene.

Contra la ciega voluntad de poder.

Contra la ambición de dominio material.

La batalla de la lucidez y la vida contra

la locura y la muerte. El camino de la vida

contra el camino de la muerte.

El ser contra el no-ser.

 

*****


Saludos,

Manu

viernes, 11 de febrero de 2022

253) Genogramas LXXV

 

Genogramas LXXV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (11/02/22).

 

                                                                  *****

 

1.

Un discurso que despierte a la vida

en nosotros. Un discurso genocéntrico.

Que nos hable como vida, desde la vida,

y dirigido a la vida que somos.

 

Más allá del hombre.

 

Un discurso anti-humano, por así decir;

que viene a destruir al ‘hombre’, toda traza

de antropocentrismo en nosotros.

Una luz devastadora, purificadora.

 

2.

La ciega, la torpe, la necia

voluntad de poder.

 

Antropocentrismo

Neolítico

Nihilismo.

 

El hombre del neolítico

–antropocéntrico, codicioso

de bienes… lleno de hibris…

 

Pero no es el hombre sino

la misma vida la codiciosa,

la ciega… la intemperante…

 

3.

No son determinadas razas,

o determinados grupos

económico-sociales los que arruinan

la vida, sino la misma vida…

Es siempre la vida. Es vida contra vida.

 

La ciega ambición de dominio,

la codicia de oro y de poder…

No de tal o cual etnia, o de tal

o cual grupo económico… sino

de la misma vida.

 

Es la vida la que ha de dominarse,

o moderarse, o controlarse… a sí misma.

La que ha de poderse a sí misma.

 

4.

‘Yo’ era el objeto de mi búsqueda.

A mí mismo me encontré. ‘Yo’,

la sustancia genética, la sustancia

viviente única, soy el único/la única

que busca y encuentra.

 

5. 

Dejar al ‘hombre’ atrás –todo lo humano,

y especialmente el antropocentrismo

del neolítico histórico (los últimos

seis mil años). Sin ira ni rencor por el ‘fue’.

 

Las querellas, las disputas de los humanos

(las voluntades de poder encontradas):

étnicas, culturales, económicas, territoriales…

Los laberintos del neolítico. Las pesadillas.

Las cadenas. Liberarnos, desprendernos,

deshacernos… de lo humano; de esa vida

alienada. Que nada humano nos afecte.

 

Dejar atrás el periodo humano

de nuestro devenir sobre esta tierra.

Conciencia biológica, genética,

trans-específica… post-humana.

 

Renacer, retornar

a la vida, a lo Uno.

 

6.

El ‘hombre’ no tiene futuro.

El período antropocéntrico

(fenocéntrico) acabó.

El último (gran) pensador

del período es Heidegger.

Con este pensador se cierra

el ciclo. No más allá.


7.

Desde la perspectiva genocéntrica

todo cambia, el mundo es otro.

Tú eres otro. El lugar de la vida,

el lugar que nos estaba reservado.

 

Todo cambiará. El amor, la amistad…;

las relaciones con el entorno viviente

y no viviente; las ‘artes’…, el pensamiento…

Seremos otros, devendremos otros.

 

8. 

En virtud de la ‘reproducción’

nuestra sustancia viviente,

nuestra materia genética,

vuelve a la vida y a la luz

una y otra vez –con sentidos

siempre nuevos percibe

una y otra vez este

cosmos bienaventurado.

 

9.

Que calle el hombre.

Que hable la vida.

Que la vida tome la palabra;

que la vida ocupe su lugar.

 

10. 

La era técnica actual y su impacto

en el planeta corona el periodo

de prácticas depredadoras

que inaugura el neolítico.

 

Vivimos la última fase del pensar

y del hacer antropocéntricos.

 

11. 

El conocimiento de la sustancia

genética, de la sustancia viviente única.

Este conocimiento, que es saber cierto

que concierne a nuestro ser, arruina

todo antropocentrismo, lo aniquila;

lo convierte en cosa del pasado.

Esta luz inaugura un nuevo período,

una nueva fase en nuestro devenir.

El ‘hombre’, la criatura, los somas,

los fenotipos… se esfuman, desaparecen

con este conocimiento, con este saber,

con esta oportuna revelación (en el último

instante, en el instante más necesitado).

 

Este saber cierto nos viene en el período

o fase más desquiciado de nuestro devenir,

el periodo en el que nuestras actividades

en este planeta (nuestro hogar) están

acabando incluso con las condiciones

de existencia de la misma vida (no está

en peligro la especie o la civilización

humana (como podemos leer incluso

en manuales de ecología), sino toda vida).

El comportamiento codicioso y aniquilador

que lleva a cabo la vida cegada por la criatura

‘humana’, en nombre del ‘hombre’

y de ‘sus’ necesidades…

 

12. 

Los hombres de hoy son los últimos

hombres –las últimas generaciones

antropocéntricas. Estas últimas

generaciones coexisten con las primeras

generaciones del periodo genocéntrico.

Vivimos tiempos de transición.

 

Las cuitas, las querellas, las polémicas

humanas: étnicas, culturales, políticas,

territoriales, económicas… Todo lo que

nos retiene en el período antropocéntrico

de nuestro devenir. La inercia cultural.

Los hábitos milenarios marcan, condicionan,

determinan nuestros actos, obligan…

Los ‘mundos’ en los que vivimos, aún.

 

Los fantasmas, las sombras del pasado

(antropocéntrico) aparecen una y otra vez.

No acaban de desaparecer. La tenebrosa

luz que ilumina nuestros actos.

La recaída en las cosas humanas…

 

Librarnos, desprendernos, purgarnos

de lo ‘humano’, es lo primero.

Una purificación. Una renovación.

 

13. 

‘Pleonexia’. La codicia insaciable

de oro y de poder… El insaciable querer

ser más y más… La ciega voluntad de poder.

 

La vida padece pleonexia –cierta vida.

La vida prendida en lo humano;

la vida alienada.

 

La vida se extraña de sí y vive

por y para sus criaturas –sus somas,

sus fenotipos… sus creaciones.

Se ignora, no sabe de sí.

 

La vida liberada y centrada en sí,

La vida renacida, purificada.

 

La fuerza del ‘hombre’; la fuerza del fetiche.

El ‘hombre’ (los diversos ‘hombres’,

los diversos ‘humanismos’, las diversas

‘humanidades’) retiene, confunde, ciega…

desvía a la vida de sí.

 

*****

 

Saludos,

Manu