Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

sábado, 25 de junio de 2022

262) Genogramas LXXXIV

Genogramas LXXXIV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (25/06/22).

 

                                                                  *****

 

1.

La globalización ideológica,

cultural, espiritual… que viene.

Desde las ciencias de la vida.

 

Las sociedades multiculturales

y multiétnicas en las que ya vivimos

no sobrevivirán si se conservan

los mundos (antropocéntricos,

etnocéntricos…) del pasado neolítico.

Mundos exclusivos, excluyentes

–o uno u otro.  La globalización

actual nos conducirá fatalmente

al enfrentamiento…

 

La ‘tolerancia’ no es la solución…

el soportarnos unos a otros no durará

mucho. La guerra entre mundos y entre

grupos étnicos vendrá. Necesitamos

un nuevo mundo que trascienda

las diferencias de origen. Y un nuevo

mundo que se ajuste a las ciencias

de la vida, que se deduzca de ahí,

que parta de nuestra identidad sustancial,

de nuestra co-pertenencia a lo Uno primordial

–que no afecta tan sólo a los diferentes grupos

humanos, es toda la naturaleza viviente

la agitada por lo Uno primordial.

 

Las nuevas sociedades, las sociedades

por venir, serán genocéntricas o no serán.

La perspectiva genocéntrica es la única salida.

Un nuevo periodo. Un futuro otro.

Post-neolítico, post-humano… Más allá.

 

2. 

Un nuevo período biocéntrico, ecológico…

La gestión ecológica del planeta no será

posible desde los mundos neolíticos

(antropocéntricos) del pasado.

Esos mundos nos dividen y nos enfrentan;

nos mienten, nos confunden, nos desvían

de nuestro verdadero ser; agostan, arruinan

el planeta, lo contaminan… son un perjuicio

para la vida, la destruyen. No fueron,

no son, no serán el camino…

 

Una gestión planetaria no imperialista,

no nacionalista, no etnocéntrica…

no humana (no antropocéntrica),

en cualquier caso.

 

3.

Conflictos, enfrentamientos,

guerras entre identidades nacionales,

culturales, étnicas, religiosas,

económicas (de ‘clase’)…

Identidades asesinas.

 

Las falsas identidades, las falsas

‘conciencias’, los falsos ‘yoes’.

Nos extrañan de nuestro verdadero

y único ser.

 

El extrañamiento del resto

de la naturaleza, de nuestro

ser natural (genético), comienza

en la infancia con las educaciones

religiosas, políticas, nacionales, étnicas…

que recibimos. Las pedagogías

(antropocéntricas) del neolítico

–relativas, circunstanciales,

contingentes, históricas…

 

No tenemos aún una pedagogía

genocéntrica (biocéntrica)

en la que se inicie a nuestros

pequeños en nuestro ser genético,

en la sustancia viviente única,

en la unidad sustancial

de todos los seres vivos.

 

 

Sacar a las futuras generaciones

de los laberintos antropocéntricos

del neolítico. La salida definitiva

del neolítico. Hacia el nuevo periodo,

hacia la nueva era post-neolítica.

 

La nueva cultura, ya universal,

el nuevo ‘mundo’. Un nuevo comienzo.

 

La guerra ahora contra la destrucción

del planeta, contra los viejos modos,

contra la humanidad (los ‘hombres’)

del neolítico. Contra la ignorancia

(o el olvido) de nuestro ser.

 

La conciencia, la identidad,

la perspectiva genocéntrica…

La recuperación del ser

que siempre hemos sido

–que nunca hemos dejado de ser.

 

Las culturas generadas por los grupos

humanos han ignorado hasta los tiempos

presentes nuestro ser natural. No aparece

sino el ser cultural. Se nos instruye

para cultivar este ser, esta identidad,

esta conciencia… Pero la ‘persona’,

el ‘yo’ (el ‘sujeto’ el ‘alma’, el ‘sí-mismo’…)

es una ficción cultural, un epifenómeno

lingüístico-cultural. Y como tal,

relativo, histórico, circunstancial…

 

El ser cultural efímero, inconsistente,

irreal…  Es este espejismo (este ‘yo’,

este sujeto consciente) el que aspira

a la inmortalidad, a la eternidad,

a la ‘salvación’, a la ‘reencarnación’…

(La ambición, la vanidad… se produce

siempre desde este ‘yo’ (‘ser’) cultural

–la ‘representación’ social.)

 

No es posible mayor confusión,

mayor errancia, mayor desvío...

 

4. 

El ser nuevo, renovado, reencontrado

–el que siempre hemos sido,

el que siempre seremos. Nuestra verdad.

No son pensamientos o ideas lo que

nos saca del neolítico, o lo que nos

da la medida de nuestro ser,

sino el conocimiento cierto

acerca de nuestra esencia.

 

Aquello que arruina todo

antropocentrismo y que transformará

nuestra manera de vivir sobre este

planeta, nuestra manera de ser,

es el conocimiento cierto acerca

de nuestra esencia.

 

Cambia nuestra manera de pensar,

de ver, de sentir, de querer, de actuar…

de ‘ser’. Cambios como resultados

o consecuencias de ciertos conocimientos,

de cierto saber.

 

Ahora sabemos acerca de nuestra

esencia, acerca de nuestro ser.

 

Un saber que da lugar a cambios

en el comportamiento de los seres

humanos, que da lugar a otra humanidad,

a una humanidad otra que la que hasta

aquí hemos vivido. La humanidad

(los ‘hombres’) del neolítico desaparece

–las numerosas ilusiones antropocéntricas.

Las culturas, los ‘mundos’ del neolítico

(religiosos, filosóficos, políticos…),

se esfuman, palidecen, desaparecen

cada vez con mayor celeridad;

los espejismos del pasado neolítico.

 

Un nuevo mundo, pues, en pos

del nuevo saber, a la altura

del nuevo saber.

 

Nuestra realidad, nuestra verdad,

nuestro ser. Por primera vez

en la historia de los grupos humanos.

 

Ahora es la sustancia viviente  única

la protagonista, el sujeto único

en las cosas de la vida. El periodo

‘humano’ de nuestro devenir es dejado atrás.

 

La visión desde la sustancia genética,

el genocentrismo, la nueva perspectiva.

 

Ahora vemos el mundo –el ente

en su totalidad– desde la sustancia

viviente única, como sustancia

viviente única. Ya no es el ‘hombre’

el perceptor (ninguna criatura,

en verdad), sino la vida misma.

 

Hemos llegado al centro, al núcleo

de nuestro ser. Es un punto sin retorno.

Es un nuevo comienzo.

 

Las anteriores señas de identidad

–nuestra pertenencia a pueblos, razas,

naciones…, las ideologías religiosas,

filosóficas, políticas…– han perdido

su ‘magia’, su poder –ya no causan

efecto. El suelo, el soporte, el ‘mundo’

sobre el que caminábamos

ha desaparecido.

 

La vida desnuda, la vida sin más.

Esto somos. El ser mismo de lo viviente.

Lo viviente sin más. Ésta es la nueva

conciencia, la nueva identidad, el nuevo ser

(el que siempre hemos sido, dicho sea de paso).

 

*****

 

Saludos, 

Manu 

jueves, 9 de junio de 2022

261) Genogramas LXXXIII

 

Genogramas LXXXIII.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/06/22).

 

                                                                  *****

 

1.

El par naturaleza-cultura,

el par voluntad-representación,

el par Dioniso-Apolo…

El ser natural y el ser

cultural –simbólico. 

Lo Uno primordial

y el ‘principio individuationis’… 

 

Más allá del ser cultural y del ser

individual… hacia lo Uno primordial.

Nuestro ser cultural contingente, histórico

 (las ficciones culturales), y nuestro ser

individual nos alejan o nos ocultan

nuestra pertenencia a lo Uno primordial

–lo único viviente, existente

(en lo que concierne a la vida).

 

La materia viviente a sí misma

se piensa, se conoce, se sabe, se vive,

se habla… se siente vivir, se siente ser.

 

Más allá de la individualidad,

de la cultura, de la historia,

del tiempo, del espacio…

Disolución de la individualidad,

del sujeto cultural…

 

Las ficciones, los artificios culturales

–las falsas identidades (nacionales,

culturales, étnicas…). Todo lo superpuesto

a nuestro ser natural y único –lo  eventual,

lo circunstancial,  lo histórico… 

Todo lo que nos distrae de nuestra

identidad primordial.

 

La desnudez. Despojarnos de todo.

 

Al cariotipo humano le es dable tener

la experiencia de la unidad esencial

de todo lo viviente –la experiencia dionisíaca.

 

Nosotros somos la sustancia viviente

única; nosotros somos el ser viviente único.

 

La sustancia genética del planeta,

la sustancia viviente única. Las especies,

los organismos, las criaturas… no son más

que máscaras del ser único y primordial.

 

Lo Uno primordial escindido, fragmentado,

repartido en sus criaturas. El dolor de la escisión,

de la separación… de la individuación.

El camino de vuelta, de retorno a lo Uno.

El goce, la alegría que sobreviene tras

la experiencia misteriosa, tras el instante de la unión.

 

Desaparece el yo lingüístico-cultural;

el ser simbólico se disuelve, se volatiliza…  

Y adviene lo Uno primordial, lo único existente.

Éste es ahora el único ‘yo’, el único ‘sujeto’.

 

2. 

El conocimiento que hoy poseemos

acerca de la naturaleza de lo viviente

nos acerca definitivamente a nuestra esencia,

nos pone frente a frente con nuestro ser.

La difusión de este conocimiento cierto

cambiará la faz del planeta, nuestras

culturas y civilizaciones serán otras.

 

Más allá de los individuos y de las especies.

Criaturas nuevas seremos, criaturas renovadas

nunca antes vistas en este planeta.

 

Las viejas culturas antropocéntricas

desaparecerán. Crearemos nuevas culturas

a la altura del saber recién adquirido.

Seremos otros. Por primera vez

estableceremos culturas fundamentadas

en el ser viviente único. Todo cambiará.

 

Entonces seremos conscientes de que es

el ser viviente único, lo Uno primordial,

la sustancia viviente única, el/la/lo único

que sub-yace (el/la/lo sujeto único)

en nuestro obrar –para bien

y para mal de la vida en este planeta.

 

3.

No crean o poetizan los humanos,

sino la sustancia viviente única.

No hay otro ‘poeta’, otro creador.

 

Los modos y maneras del ser viviente único.

Todos los comportamientos que advertimos

en la naturaleza viviente son manifestaciones

de lo Uno primordial.

 

No hay otro sujeto que la sustancia viviente

única. En todo organismo, en toda criatura,

en todo ser vivo… No hay otro ‘actante’

tras las máscaras. Es el emisor y es el receptor,

el héroe y el oponente, la presa y el depredador…

Todas las actitudes, todas las pasiones,

todos los ‘personajes’.

 

4. 

La causa del malestar radica

en la separación de la unidad original

–la  separación que se da en la individuación.

Los seres individuales padecen el desgarro…

 

Son los individuos, fragmentos de lo Uno,

los que se duelen. Y por ello mismo

es lo Uno quien se duele.

 

El malestar, el dolor de la separación;

el goce, la alegría de la reunión.

Es lo Uno, en último término,

quien se duele en la individuación,

y quien se goza en la unión.

No hay sino Uno.

 

Lo Uno es la mónada de mónadas.

 

5.

El error del cariotipo humano ha sido

el creerse autosuficiente y un ser ajeno

al resto de la naturaleza viviente.

Sí, la autosuficiencia y el extrañamiento

de la naturaleza. Especialmente en las culturas

del neolítico (en el que aún vivimos).

 

6. 

Hacerse una idea del mundo entorno,

tener (‘poseer’) una representación

satisfactoria… la interpretación

del devenir… la ‘creación’ de un mundo.

Desde las bacterias y arqueas…

 

¿Cómo es posible operar sobre

un mundo (un entorno) ideado,

interpretado, o representado?

¿Cómo son posibles la adaptación

y la adaptabilidad? Es un mundo

que no es, es un mundo inventado…

¿Cómo es posible…?

 

7. 

Multiplicidad, pluralidad de genoumas

(plásmidos, transposones, ADN víricos…)

en cualquier organismo. Composición.

Heterogeneidad. Y cada parte

actúa por sí y para sí.

 

Sujeto múltiple, plural. Multitud

de ‘yoes’, de agentes, de sujetos.

Se requiere la jerarquización.

La lucha interior… de voliciones,

de interpretaciones…

 

Voliciones, fuerzas, impulsos…

y agentes, sujetos.

 

Nuestro ser es uno y múltiple…

 

8.

La sustancia genética es el fundamento

sobre el que descansará el nuevo mundo

a crear (los nuevos mundos).

La perspectiva genocéntrica.

 

El carácter vinculante del nuevo saber.

Su fuerza. La nueva existencia

post-humana, trans-específica.

 

9.

Cultura genocéntrica, la cultura que viene.

Cultura universal, planetaria.

Los pueblos, las razas, las naciones,

las ideologías… los ‘mundos’ del neolítico…

se esfumarán, palidecerán… desaparecerán

–los laberintos y las pesadillas del neolítico.

 

La unidad de la humanidad bajo

la perspectiva genocéntrica.

La nueva ‘humanidad’.

 

10. 

Nuestro ser natural múltiple, complejo,

jerarquizado… El metagenouma de todos

y cada uno de los seres vivos que pueblan

este planeta. Un ‘yo’ de ‘yoes’ –un Nos.

 

El hologenouma del planeta viviente,

lo Uno primordial. El acervo génico

del planeta. La materia viviente,

la sustancia viviente única.

 

Nuestra existencia particular (aquella

de la que somos conscientes) es ciertamente

efímera, pero la materia viviente que nos

constituye es virtualmente imperecedera,

y la compartimos con todos los seres vivos

que han sido, que son, y que serán. Vivimos

intemporalmente. Y vivimos dentro y fuera.

Estamos en todas las criaturas que  nos rodean.

Estamos (somos), estuvimos (fuimos),

y estaremos (seremos). Vivimos (en el pasado

y en el presente) y viviremos –no dejamos

de vivir desde hace millones de años. La vida

que somos no cesa de vivir.

Sin solución de continuidad.

 

*****

 

Saludos,

Manu