Genogramas
LXXXIV.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (25/06/22).
*****
1.
La globalización ideológica,
cultural, espiritual… que viene.
Desde las ciencias de la vida.
Las sociedades multiculturales
y multiétnicas en las que ya vivimos
no sobrevivirán si se conservan
los mundos (antropocéntricos,
etnocéntricos…) del pasado neolítico.
Mundos exclusivos, excluyentes
–o uno u otro. La
globalización
actual nos conducirá fatalmente
al enfrentamiento…
La ‘tolerancia’ no es la solución…
el soportarnos unos a otros no durará
mucho. La guerra entre mundos y entre
grupos étnicos vendrá. Necesitamos
un nuevo mundo que trascienda
las diferencias de origen. Y un nuevo
mundo que se ajuste a las ciencias
de la vida, que se deduzca de ahí,
que parta de nuestra identidad sustancial,
de nuestra co-pertenencia a lo Uno primordial
–que no afecta tan sólo a los diferentes grupos
humanos, es toda la naturaleza viviente
la agitada por lo Uno primordial.
Las nuevas sociedades, las sociedades
por venir, serán genocéntricas o no serán.
La perspectiva genocéntrica es la única salida.
Un nuevo periodo. Un futuro otro.
Post-neolítico, post-humano… Más allá.
2.
Un nuevo período biocéntrico, ecológico…
La gestión ecológica del planeta no será
posible desde los mundos neolíticos
(antropocéntricos) del pasado.
Esos mundos nos dividen y nos enfrentan;
nos mienten, nos confunden, nos desvían
de nuestro verdadero ser; agostan, arruinan
el planeta, lo contaminan… son un perjuicio
para la vida, la destruyen. No fueron,
no son, no serán el camino…
Una gestión planetaria no imperialista,
no nacionalista, no etnocéntrica…
no humana (no antropocéntrica),
en cualquier caso.
3.
Conflictos, enfrentamientos,
guerras entre identidades nacionales,
culturales, étnicas, religiosas,
económicas (de ‘clase’)…
Identidades asesinas.
Las falsas identidades, las falsas
‘conciencias’, los falsos ‘yoes’.
Nos extrañan de nuestro verdadero
y único ser.
El extrañamiento del resto
de la naturaleza, de nuestro
ser natural (genético), comienza
en la infancia con las educaciones
religiosas, políticas, nacionales, étnicas…
que recibimos. Las pedagogías
(antropocéntricas) del neolítico
–relativas, circunstanciales,
contingentes, históricas…
No tenemos aún una pedagogía
genocéntrica (biocéntrica)
en la que se inicie a nuestros
pequeños en nuestro ser genético,
en la sustancia viviente única,
en la unidad sustancial
de todos los seres vivos.
Sacar a las futuras generaciones
de los laberintos antropocéntricos
del neolítico. La salida definitiva
del neolítico. Hacia el nuevo periodo,
hacia la nueva era post-neolítica.
La nueva cultura, ya universal,
el nuevo ‘mundo’. Un nuevo comienzo.
La guerra ahora contra la destrucción
del planeta, contra los viejos modos,
contra la humanidad (los ‘hombres’)
del neolítico. Contra la ignorancia
(o el olvido) de nuestro ser.
La conciencia, la identidad,
la perspectiva genocéntrica…
La recuperación del ser
que siempre hemos sido
–que nunca hemos dejado de ser.
Las culturas generadas por los grupos
humanos han ignorado hasta los tiempos
presentes nuestro ser natural. No aparece
sino el ser cultural. Se nos instruye
para cultivar este ser, esta identidad,
esta conciencia… Pero la ‘persona’,
el ‘yo’ (el ‘sujeto’ el ‘alma’, el ‘sí-mismo’…)
es una ficción cultural, un epifenómeno
lingüístico-cultural. Y como tal,
relativo, histórico, circunstancial…
El ser cultural efímero, inconsistente,
irreal… Es este
espejismo (este ‘yo’,
este sujeto consciente) el que aspira
a la inmortalidad, a la eternidad,
a la ‘salvación’, a la ‘reencarnación’…
(La ambición, la vanidad… se produce
siempre desde este ‘yo’ (‘ser’) cultural
–la ‘representación’ social.)
No es posible mayor confusión,
mayor errancia, mayor desvío...
4.
El ser nuevo, renovado, reencontrado
–el que siempre hemos sido,
el que siempre seremos. Nuestra verdad.
No son pensamientos o ideas lo que
nos saca del neolítico, o lo que nos
da la medida de nuestro ser,
sino el conocimiento cierto
acerca de nuestra esencia.
Aquello que arruina todo
antropocentrismo y que transformará
nuestra manera de vivir sobre este
planeta, nuestra manera de ser,
es el conocimiento cierto acerca
de nuestra esencia.
Cambia nuestra manera de pensar,
de ver, de sentir, de querer, de actuar…
de ‘ser’. Cambios como resultados
o consecuencias de ciertos conocimientos,
de cierto saber.
Ahora sabemos acerca de nuestra
esencia, acerca de nuestro ser.
Un saber que da lugar a cambios
en el comportamiento de los seres
humanos, que da lugar a otra humanidad,
a una humanidad otra que la que hasta
aquí hemos vivido. La humanidad
(los ‘hombres’) del neolítico desaparece
–las numerosas ilusiones antropocéntricas.
Las culturas, los ‘mundos’ del neolítico
(religiosos, filosóficos, políticos…),
se esfuman, palidecen, desaparecen
cada vez con mayor celeridad;
los espejismos del pasado neolítico.
Un nuevo mundo, pues, en pos
del nuevo saber, a la altura
del nuevo saber.
Nuestra realidad, nuestra verdad,
nuestro ser. Por primera vez
en la historia de los grupos humanos.
Ahora es la sustancia viviente única
la protagonista, el sujeto único
en las cosas de la vida. El periodo
‘humano’ de nuestro devenir es dejado atrás.
La visión desde la sustancia genética,
el genocentrismo, la nueva perspectiva.
Ahora vemos el mundo –el ente
en su totalidad– desde la sustancia
viviente única, como sustancia
viviente única. Ya no es el ‘hombre’
el perceptor (ninguna criatura,
en verdad), sino la vida misma.
Hemos llegado al centro, al núcleo
de nuestro ser. Es un punto sin retorno.
Es un nuevo comienzo.
Las anteriores señas de identidad
–nuestra pertenencia a pueblos, razas,
naciones…, las ideologías religiosas,
filosóficas, políticas…– han perdido
su ‘magia’, su poder –ya no causan
efecto. El suelo, el soporte, el ‘mundo’
sobre el que caminábamos
ha desaparecido.
La vida desnuda, la vida sin más.
Esto somos. El ser mismo de lo viviente.
Lo viviente sin más. Ésta es la nueva
conciencia, la nueva identidad, el nuevo ser
(el que siempre hemos sido, dicho sea de paso).
*****
Saludos,
Manu