Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 24 de julio de 2022

264) Genogramas LXXXVI

Genogramas LXXXVI.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (24/07/22).

 

                                                                  *****

 

1.

Hoy los poderosos no necesitan

de religiones o de metafísica alguna,

que no fueron otra cosa que instrumentos

(transcendentes, sobrehumanos, celestiales)

de alienación y de dominio. La ‘muerte

del dios’ no fue más que el desgaste

de un antiguo instrumento de poder.

Entretanto han surgido nuevos modos

de dominio (ahora inmanentes, humanos,

terrenales) –la  democracia, el comunismo,

el nacionalismo… la etnicidad…

Las nuevas identidades individuales

o colectivas, los nuevos ‘seres’ humanos.

 

Ideologías antiguas o modernas

que no sirven más que como

coartadas para legitimar la codicia,

la insaciable ambición de dominio

de unos pocos (los monarcas

o los oligarcas de siempre).

 

Es la actitud del ‘hombre’ a lo largo

de todo el neolítico histórico, hasta

nuestros días, en todas las culturas,

en todas las latitudes. La metafísica

occidental o el génesis bíblico no son más

que síntomas de este antropocentrismo

que digo –no  causas, sino efectos.

 

2.

El neolítico histórico es una suerte

de Edad Media generalizada, con culturas

muy similares (hasta la era tecnológica actual).

 

La rapidez con que se ha extendido

por todo el planeta el actual régimen

de explotación (de hombres y de cosas)

denota la semejanza de las culturas

neolíticas (la china, la india…). Tal vez

no sea un azar que el paso a la era

tecnológica actual hubiera comenzado

en la cultura (greco-judía) occidental ,

pero todas estaban a punto de dar

el paso, de ‘progresar’ –la industrialización,

los dispositivos de poder sobre amplias

muchedumbres (que va al unísono

con la superpoblación)…

 

Lo que tenemos ahora es la unificación

del planeta en punto a tecnología,

a ideologías políticas, a ‘filosofías’…

Es el culmen del antropocentrismo,

del poder y del dominio del hombre

sobre el resto de la naturaleza.

Nunca los seres humanos estuvieron

tan lejos de su ser natural, nunca tan

alejados, tan distanciados de sí mismos.

 

Vivimos la culminación del proceso

de extrañamiento del hombre del resto

de la naturaleza (viviente y no viviente)

que se inicia y que recorre todas

las culturas del neolítico. La idea

del hombre como otra cosa que naturaleza

está implícita o explícita en todas

las culturas del pasado (vivas o muertas).

 

El punto de partida, el principio,

la interpretación, la visión…

la ‘ontología’ antropocéntrica

(fenocéntrica) del neolítico.

Un error de perspectiva

del que tarde o temprano

íbamos a sufrir las consecuencias.

 

3.

Estamos en un punto muerto.

Recorremos una y otra vez

los laberintos, los círculos

viciosos del pasado. No salimos,

no avanzamos ni un solo paso.

Estamos detenidos. Son los mundos

y las actitudes del pasado los que

nos ciegan, los que nos impiden avanzar.

 

No evolucionamos –el paso

del fenocentrismo al genocentrismo

es el siguiente en nuestra evolución.

 

El extrañamiento del ser único

que somos; del ser viviente único.

Retorno a lo Uno  primordial –es la salida.

 

Los seres nuevos, renovados,

los futuros; los renacidos a la vida,

a lo Uno primordial. ¿Dónde están?

 

4. 

Los ‘valores’ que vendrán tras

la autognosis, tras la anagnórisis

–tras el periodo de ignorancia

(o de olvido) del ser que somos.

Valores genocéntricos, biocéntricos.

 

La perspectiva, el horizonte, la visión… 

depende del lugar desde el cual se mira,

se contempla, se juzga, se perciba

y se conciba (el entorno, el mundo).

Cambia la perspectiva y cambia

el horizonte. Es otro mundo el que vemos.

 

Una es la visión desde la criatura

humana (u otra), y otra es la visión

desde la vida, desde la sustancia

viviente única.

 

Todo depende de cómo los seres

humanos se perciban y se conciban

a sí mismos y su lugar en el mundo.

 

La mirada desde la criatura (desde

el fenotipo) ha sido la predominante

en los últimos miles de años. Es patente

en la cultura egipcia, en la sumeria,

en la china, en las indoeuropeas,

en las semitas… Lo que tenemos

son variaciones sobre un mismo tema.

El tema, la tesis, el fundamento de todas

estas culturas ha sido la excepcionalidad

de la criatura humana, su ajenidad

del resto de la naturaleza. Éste es el origen.

 

Tales culturas y tales fundamentos

no podían concluir sino en el momento

y lugar en el que hoy nos encontramos

–en una disyuntiva, en una encrucijada.

 

¿Cómo continuar el camino; desde dónde?

Un nuevo principio, un nuevo fundamento

necesitamos. Un cambio de mirada,

de perspectiva, de mundo.

 

5. 

El nihilismo es la característica fundamental

de las civilizaciones e imperios del neolítico

desde su origen (desde su aparición) hasta

el presente –los modos de vida, el morar

de los distintos pueblos sobre la tierra;

sus divinidades, sus filosofías… que venían

a refrendar, a legitimar tales modos de vida

–vida descentrada, fingida, irreal…

 

La codicia de bienes, de tierras, de esclavos…

era (y sigue siendo) el verdadero y único

motor en nuestras sociedades; la codicia

de oro, de placer, de poder. No otra cosa

importaba e importa. Hoy como ayer.

Actitud nihilista donde las haya.

 

El ‘quantum’ de poder es lo que importa,

lo que vale en ‘este’ mundo (lo único

que importa, que vale, que tiene valor).

Lo demás son cuentos, palabrerías, patrañas…

Tanto puedes, tanto vales. El resto del mundo

es como nada, puede hundirse en la miseria,

arruinarse, pudrirse…  Hasta qué punto

era consciente ese ‘hombre’ codicioso

de la nadería de sus mundos transcendentes

y divinos –como ahora lo es de sus mundos

inmanentes y humanos. El cinismo, la mentira,

el engaño… es la moneda corriente en estos mundos

pergeñados para mayor gloria de los poderosos.

 

La divinización (la sacralización) del poder,

del poderoso (del violento y del mixtificador).

Mundo nihilista desde su misma raíz.

 

Los valores que sustentaban, y sustentan,

el mundo en el que aún vivimos.

Los fundamentos reales de nuestro

mundo de cada día; nuestra execrable

cotidianidad. El retorno de lo mismo una

y otra vez. Sin solución de continuidad. Sin salida.


Nuevos fundamentos y nuevas prácticas

necesitamos. Nuevo mundo, en suma.

Lejos del neolítico nihilista, lejos

de los ‘hombres’ del pasado. Un mundo

centrado en la vida, en la sustancia

viviente única. Biocéntrico, genocéntrico.

 

Sin resolver la disyunción, detenidos

en la encrucijada. Desnortados. Así estamos.

Debido al peso que los mundos antiguos

tienen aún sobre nosotros; sí, las viejas

patrañas –lo que nunca fue. Los montajes,

los dispositivos de poder.


*****

 

Hasta la próxima, 

Manu 

sábado, 9 de julio de 2022

263) Genogramas LXXXV

 

Genogramas LXXXV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/07/22).

 

                                                                  *****

 

1.

Estado, nación, pueblo, raza…

creencias religiosas, filosóficas,

políticas… las instituciones jurídicas,

políticas, económicas… Todo pasado,

ido, muerto… lo que nunca fue.

Las ficciones del pasado neolítico.

 

Empezar de nuevo. Nuevo comienzo,

nuevo inicio. Nuevo principio.

 

El arraigo en la vida. Los ancestros

no son tal o cual pueblo o raza,

o tales o cuales antepasados, sino

las primeras bacterias o arqueas.

Y la herencia es la totalidad de este

planeta viviente, la obra total

de nuestros verdaderos antepasados.

 

Más allá, pues, de pueblos, razas,

naciones, creencias… más allá

del hombre, en verdad.

 

Nuestra esencia única desde

los primeros genoumas;

desde los primeros replicadores.

 

Nuestra esencia individual

–múltiple, coral–, la compartimos

con todas las criaturas que han poblado,

pueblan, y poblarán este planeta.

No hay sino una sola vida.

 

Este saber sobrevenido es el nuevo

principio, el nuevo comienzo.

Post-humano, post-histórico.

 

Éste  es el saber que acabará

con todas las instituciones

del pasado neolítico (Estados,

naciones, pueblos, razas;

ideologías, creencias,

culturas, ‘mundos’…).

 

2.

Todos aquellos humanos

aún prendidos, enredados 

en los mundos del neolítico

(religiosos, políticos, filosóficos…),

perdidos en sus laberintos…

extraviados, confusos.

 

La ultima filosofía,  inútil para

la labor que queda. Incluso

en la ecología ‘profunda’

o en bioética, con su ‘hombre

mejorado’ (Naess, Jonas…).

La ignorancia o el descuido

del genocentrismo en estos

‘teóricos’, en estos ‘pensadores’.

Textos y discursos que nacen ya

caducos, rancios, obsoletos.

 

Dicho sea de paso, el hombre

no es algo que deba ser mejorado

(¿‘mejorado’ en qué sentido,

cabe preguntar?), sino que debe

ser superado, dejado atrás.

 

Los futuros sólo cuentan

con el saber que les viene

de las ciencias de la vida:

la genómica, la ecología,

la biogeoquímica,

la biocomunicacion…

Los pilares del mundo

nuevo, del mundo que viene,

del mundo por crear.

 

3.

El conocimiento que hoy tenemos

acerca de la esencia (del ‘ser’)

de lo viviente no admite dudas.

Es el resultado de una búsqueda

apasionada acerca de ‘nuestra’ verdad.


La vida en el cariotipo humano

estaba destinada a descubrir

su genuina esencia (el motor

puede haber sido la pulsión

innata de conocimiento).

La curiosidad, el afán por saber,

por conocer, la sinceridad

y la seriedad de la búsqueda…

dieron finalmente sus frutos.

Ahora recolectamos. Ahora

sabemos, gustamos, disfrutamos

de los frutos de nuestro conocimiento.

Ahora, también, el saber acerca

del ser que somos se nos impone,

nos obliga. Y no precisamente

como resultado de una libre

o caprichosa determinación,

o de la elección entre varias

interpretaciones candidatas

(las que han sostenido los grupos

humanos en los últimos milenios).

 

El ser que se es no se elige,

no es el producto de una libre

determinación o elección.

El ser que se es nos viene dado.

Es lo que es, sin más. Nuestro ser

se ajusta al ser viviente único.

Fragmentos de lo Uno primordial,

esto somos.

 

4.

Un mundo para el ser viviente único.

Construido, visto, sentido, pensado…

fundado por la sustancia viviente única.

 

Los mundos del pasado tuvieron como

punto de partida al ‘hombre’, se trataba

de perspectivas humanas; se giraba

en torno al ‘hombre’. Aún hoy,

en filosofía especialmente, se sigue

girando alrededor del ‘hombre’.

 

Mundos fenocéntricos, centrados

en las criaturas, en los organismos,

en los animales o en las plantas…

en los fenotipos. Lejos de la esencia,

del ser único de lo viviente.

 

La sustancia viviente única vivía

alienada, extrañada, lejos de sí.

Se ignoraba.

 

Ese periodo acabó, el periodo

de la ignorancia de sí. Ahora

sabemos quiénes somos. Ahora

la vida es lo primero y lo único. 

 

El saber de nuestra esencia transformará

el mundo. Nuestra relación con el resto

de los seres vivientes, con el planeta;

las relaciones entre los seres humanos

–el amor, la amistad… la sociedad

en su conjunto, todo cambiará.

 

Culturas post-humanas, post-nacionales,

post-étnicas… El mundo por venir.

 

Los mundos del pasado, los hombres

del pasado, son un obstáculo y un peligro.

Debemos superarlos, dejarlos atrás.

En ello nos va el futuro, nos va la vida.

 

El futuro de la vida en este planeta

depende de que dejemos atrás

o no las culturas y los mundos

del neolítico –ideologías religiosas,

políticas, filosóficas, económicas,

jurídicas… los Estados nacionales,

los imperialismos, los etnocentrismos…

 

Tiempos de locura, tiempos finales,

de transición… los que actualmente

vivimos. Mundo (humano) desnortado,

desquiciado, loco, absurdo, estúpido,

insensato, cruel, autodestructivo…

Huida hacia el abismo.

 

Estamos destruyendo el planeta,

el hogar, la obra de millones y millones

de años, el trabajo de la vida… El aire,

el agua, la luz, el manto fértil… todo

contaminado, sucio, mancillado.

Mundo impuro, mundo inmundo,

mundo cada vez más inhabitable.

El legado ‘humano’.


5. 

Los tiempos presentes son el corolario,

la flor, el remate de las prácticas,

de los modos de vida de los hombres

(pueblos, culturas, mundos) todos

del neolítico (del ‘ser’ de los ‘hombres’

del neolítico). Seguimos viviendo

en el pasado. El conocimiento

de los últimos doscientos años

(la física, la tecnología, las ciencias

de la vida…) está puesto al servicio

de la codicia insaciable de los humanos

neolíticos; no han modificado en nada

nuestra manera de vivir. El saber

que nos viene de las ciencias de la vida

carece de peso cultural, no influye

en nuestras vidas. Los mundos del pasado

siguen guiando nuestra conducta,

nuestra cotidianidad; continúan

marcando nuestros pasos.

 

El último capítulo de la ‘hybris’

(antropocentrismo, nihilismo)

del neolítico. Los tiempos presentes.

El último acto de las religiones,

la filosofía (la metafísica…),

las ideologías, los ‘mundos’…

la entera historia del neolítico.

 

*****

 

Saludos,

Manu