Genogramas
LXXXVI.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (24/07/22).
*****
1.
Hoy los poderosos no necesitan
de religiones o de metafísica alguna,
que no fueron otra cosa que instrumentos
(transcendentes, sobrehumanos, celestiales)
de alienación y de dominio. La ‘muerte
del dios’ no fue más que el desgaste
de un antiguo instrumento de poder.
Entretanto han surgido nuevos modos
de dominio (ahora inmanentes, humanos,
terrenales) –la democracia,
el comunismo,
el nacionalismo… la etnicidad…
Las nuevas identidades individuales
o colectivas, los nuevos ‘seres’ humanos.
Ideologías antiguas o modernas
que no sirven más que como
coartadas para legitimar la codicia,
la insaciable ambición de dominio
de unos pocos (los monarcas
o los oligarcas de siempre).
Es la actitud del ‘hombre’ a lo largo
de todo el neolítico histórico, hasta
nuestros días, en todas las culturas,
en todas las latitudes. La metafísica
occidental o el génesis bíblico no son más
que síntomas de este antropocentrismo
que digo –no
causas, sino efectos.
2.
El neolítico histórico es una suerte
de Edad Media generalizada, con culturas
muy similares (hasta la era tecnológica actual).
La rapidez con que se ha extendido
por todo el planeta el actual régimen
de explotación (de hombres y de cosas)
denota la semejanza de las culturas
neolíticas (la china, la india…). Tal vez
no sea un azar que el paso a la era
tecnológica actual hubiera comenzado
en la cultura (greco-judía) occidental ,
pero todas estaban a punto de dar
el paso, de ‘progresar’ –la industrialización,
los dispositivos de poder sobre amplias
muchedumbres (que va al unísono
con la superpoblación)…
Lo que tenemos ahora es la unificación
del planeta en punto a tecnología,
a ideologías políticas, a ‘filosofías’…
Es el culmen del antropocentrismo,
del poder y del dominio del hombre
sobre el resto de la naturaleza.
Nunca los seres humanos estuvieron
tan lejos de su ser natural, nunca tan
alejados, tan distanciados de sí mismos.
Vivimos la culminación del proceso
de extrañamiento del hombre del resto
de la naturaleza (viviente y no viviente)
que se inicia y que recorre todas
las culturas del neolítico. La idea
del hombre como otra cosa que naturaleza
está implícita o explícita en todas
las culturas del pasado (vivas o muertas).
El punto de partida, el principio,
la interpretación, la visión…
la ‘ontología’ antropocéntrica
(fenocéntrica) del neolítico.
Un error de perspectiva
del que tarde o temprano
íbamos a sufrir las consecuencias.
3.
Estamos en un punto muerto.
Recorremos una y otra vez
los laberintos, los círculos
viciosos del pasado. No salimos,
no avanzamos ni un solo paso.
Estamos detenidos. Son los mundos
y las actitudes del pasado los que
nos ciegan, los que nos impiden avanzar.
No evolucionamos –el paso
del fenocentrismo al genocentrismo
es el siguiente en nuestra evolución.
El extrañamiento del ser único
que somos; del ser viviente único.
Retorno a lo Uno
primordial –es la salida.
Los seres nuevos, renovados,
los futuros; los renacidos a la vida,
a lo Uno primordial. ¿Dónde están?
4.
Los ‘valores’ que vendrán tras
la autognosis, tras la anagnórisis
–tras el periodo de ignorancia
(o de olvido) del ser que somos.
Valores genocéntricos, biocéntricos.
La perspectiva, el horizonte, la visión…
depende del lugar desde el cual se mira,
se contempla, se juzga, se perciba
y se conciba (el entorno, el mundo).
Cambia la perspectiva y cambia
el horizonte. Es otro mundo el que vemos.
Una es la visión desde la criatura
humana (u otra), y otra es la visión
desde la vida, desde la sustancia
viviente única.
Todo depende de cómo los seres
humanos se perciban y se conciban
a sí mismos y su lugar en el mundo.
La mirada desde la criatura (desde
el fenotipo) ha sido la predominante
en los últimos miles de años. Es patente
en la cultura egipcia, en la sumeria,
en la china, en las indoeuropeas,
en las semitas… Lo que tenemos
son variaciones sobre un mismo tema.
El tema, la tesis, el fundamento de todas
estas culturas ha sido la excepcionalidad
de la criatura humana, su ajenidad
del resto de la naturaleza. Éste es el origen.
Tales culturas y tales fundamentos
no podían concluir sino en el momento
y lugar en el que hoy nos encontramos
–en una disyuntiva, en una encrucijada.
¿Cómo continuar el camino; desde dónde?
Un nuevo principio, un nuevo fundamento
necesitamos. Un cambio de mirada,
de perspectiva, de mundo.
5.
El nihilismo es la característica fundamental
de las civilizaciones e imperios del neolítico
desde su origen (desde su aparición) hasta
el presente –los modos de vida, el morar
de los distintos pueblos sobre la tierra;
sus divinidades, sus filosofías… que venían
a refrendar, a legitimar tales modos de vida
–vida descentrada, fingida, irreal…
La codicia de bienes, de tierras, de esclavos…
era (y sigue siendo) el verdadero y único
motor en nuestras sociedades; la codicia
de oro, de placer, de poder. No otra cosa
importaba e importa. Hoy como ayer.
Actitud nihilista donde las haya.
El ‘quantum’ de poder es lo que importa,
lo que vale en ‘este’ mundo (lo único
que importa, que vale, que tiene valor).
Lo demás son cuentos, palabrerías, patrañas…
Tanto puedes, tanto vales. El resto del mundo
es como nada, puede hundirse en la miseria,
arruinarse, pudrirse…
Hasta qué punto
era consciente ese ‘hombre’ codicioso
de la nadería de sus mundos transcendentes
y divinos –como ahora lo es de sus mundos
inmanentes y humanos. El cinismo, la mentira,
el engaño… es la moneda corriente en estos mundos
pergeñados para mayor gloria de los poderosos.
La divinización (la sacralización) del poder,
del poderoso (del violento y del mixtificador).
Mundo nihilista desde su misma raíz.
Los valores que sustentaban, y sustentan,
el mundo en el que aún vivimos.
Los fundamentos reales de nuestro
mundo de cada día; nuestra execrable
cotidianidad. El retorno de lo mismo una
y otra vez. Sin solución de continuidad. Sin salida.
Nuevos fundamentos y nuevas prácticas
necesitamos. Nuevo mundo, en suma.
Lejos del neolítico nihilista, lejos
de los ‘hombres’ del pasado. Un mundo
centrado en la vida, en la sustancia
viviente única. Biocéntrico, genocéntrico.
Sin resolver la disyunción, detenidos
en la encrucijada. Desnortados. Así estamos.
Debido al peso que los mundos antiguos
tienen aún sobre nosotros; sí, las viejas
patrañas –lo que nunca fue. Los montajes,
los dispositivos de poder.
*****
Hasta la próxima,
Manu
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