Genogramas
LXXXVIII.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (24/08/22).
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1.
No estoy seguro de que Dawkins
haya comprendido el alcance
de su propia teoría. Un organismo
dual
–(holo)genouma/soma– en el que
cada
parte tiene su vida propia. ¿Un
cuerpo
autónomo de su genouma,
independiente,
con pensamientos propios? ¿Un
soma
que interpela a su genouma?
El dualismo de Dawkins recuerda
a aquel de cuerpo y alma. Aunque
aquí
el cuerpo es el genouma (el ser
natural)
y el alma es el ser simbólico (el
soma, el fenotipo).
No hay sino un solo ser viviente,
y éste es el (holo)genouma, la
sustancia
viviente única. El cuerpo no es.
No hay
cuerpo, éste es sólo la
envoltura.
El único sujeto de la actividad
biológica
en cualquier organismo es la
sustancia
genética que alberga. Es esta
sustancia
la única que se mueve, la única
que se
reproduce, la única que se
alimenta…
No hay otro (en el organismo) que
piense,
quiera o hable. Es lo único vivo
en el organismo.
La “Canción de arpa para las
mujeres
danesas” (en “El cuento del
antepasado”)
denota la confusión de digo.
Tanto
la letrilla del gen egoísta como
la respuesta del cuerpo. Dos
mundos
separados, con finalidades
diferentes,
incluso enfrentados. Un
disparate.
Dawkins sostiene este dualismo
desde el principio. Un dualismo
que tiene carácter ético
–recuérdese
en “El gen egoísta”, donde el
sujeto
cultural, consciente (y con
conciencia
moral), se enfrenta a las
demandas
‘egoístas’ del genouma.
El soma contra el principio vital
(la ‘psykhé’). La cultura contra
la naturaleza. Una vez más. No
cabe
mayor confusión. En todo caso
lo que tenemos es un ‘alma’
(una sustancia viviente única)
dividida, y enfrentada. Y esto es
debido a que durante los últimos
milenios (quizás en el
paleolítico,
pero con toda seguridad a lo
largo
de las culturas del neolítico)
sólo
existía el ser cultural
(consciente, moral…),
y el ser natural era,
paradójicamente,
la carne, el cuerpo, la bestia o
el animal
en ‘nosotros’ –un ser natural al
que había
que dominar (véase Platón, véanse
las tradiciones religiosas del
neolítico
de aquí y de allá, véase Schopenhauer).
Y ésta es la concepción que hereda
y sostiene, a pesar de nuestros
conocimientos, y de su propia
visión
del asunto, el propio Dawkins.
Son estas culturas que digo,
las que dividen, y enfrentan,
al sujeto único. El ser natural
(el ser viviente único) vive
extrañado de sí mismo. Se ignora
o se malentiende. Los ‘humanos’
viven extrañados del resto
de la naturaleza viviente,
como si fueran otra cosa.
Seguimos en el neolítico. En el
mismo
antropocentrismo y
antropomorfismo
del neolítico que han sostenido
(y sostienen)
las diversas culturas del
neolítico.
Y son concepciones que afectan
a toda la biología y antropología
del presente, pasando por la
ecología
y demás. No damos un solo paso
adelante.
A nivel lingüístico-cultural,
el paso del fenocentrismo
al genocentrismo nos llevará
siglos.
El problema radica en la
distinción
o dualidad establecida entre el
genotipo
y el fenotipo o entre el genouma
y el organismo,
como si estos fueran sustancias
separadas
e independientes. De un lado
‘nosotros’,
del otro los ‘genes’. Es
corriente encontrar
frases como “nosotros no estamos
determinados por los genes o el
genouma”
(incluso en Dawkins). Aquí
‘nosotros’
es la superestructura orgánica
–el soma.
Se sigue sosteniendo la dualidad
de cuerpo y alma. Un dualismo
que no tiene lugar. No hay sino
alma,
‘psykhé’, sustancia genética.
Hay un dualismo inconciliable tanto
en Dawkins como en sus oponentes
(Gould, Lewontin y otros). La
sustancia
genética de un lado y los
organismos
del otro. Como si fueran
entidades
separadas y ajenas entre sí, con
historias
o devenires independientes. Se
mantiene
el dualismo platónico,
judío-cristiano,
cartesiano… neolítico, al cabo.
Muestras del dualismo sostenido
por Dawkins: “El gen es egoísta,
el individuo no...”
“Particularidades
del ser humano que nada tienen
que ver con la evolución...”
En estas expresiones encontramos
confusiones, errores, ignorancias...
Se podría concluir de las palabras
de Dawkins que nosotros no somos
la vida –no somos ni genoumas ni
somas,
no somos o no nos afecta la
evolución.
¿Qué somos entonces; cuál es nuestro
lugar en la naturaleza?
Las palabras de Dawkins
al respecto se concilian
perfectamente con los argumentos
que sostienen los creyentes
en almas inmateriales,
o en almas reencarnables,
o en la singularidad ‘espiritual’,
y ‘no-animal’, de los seres
humanos. No tardarán mucho
estos en hacerlas suyas.
2.
El proceso de individuación
es cultural. La construcción
del ‘yo’ simbólico, cultural,
histórico… espurio. El ‘yo’,
el ‘me’, el ‘mi mismo’ (el
‘self’,
el ‘myself’…). La poética del ‘I’
o del ‘self’ (la poética
‘confesional’)
en la literatura contemporánea
(Robert Lowell, Anne Sexton…).
Estos individuos particulares
no pueden ser universalizados
porque remiten al ‘self’
histórico,
cultural…. eventual, contingente…
El que podría ser o no ser. Producto
del azar, de las circunstancias
históricas, ambientales,
económicas,
sociales, culturales; de la
época,
del momento y lugar en el que ha
venido a ser.
Este ser simbólico carece
de profundidad, de realidad…
podría ser otro –depende,
es función de, es relativo a…
Aquel ‘me canto a mí mismo’
de Walt Whitman. Un ‘mí mismo’
con nombre y apellidos no puede
ser. El ‘self’, el ‘myself’,
como ficción cultural.
Es este ‘yo’ simbólico, histórico,
cultural… el que hay que superar,
vencer, dejar atrás. Digamos
que la construcción de este ‘yo’
cultural y social es el que ha
prevalecido en todas las culturas
del neolítico hasta el momento
presente.
Para allegarnos a lo ‘uno’, al
ser
natural, al ser único que somos,
la costra simbólica, social,
cultural…
ha de disolverse, desaparecer.
Quedarnos
desnudos, a solas con el
solitario ‘uno’.
Lo ‘uno’ ignorado, descuidado,
desconocido… el alma (la
‘psykhe’)
de lo viviente, lo viviente
mismo,
lo único verdaderamente
existente.
Así pues, hay mucho que andar,
mucho que recorrer, mucho que
aprender.
Y ni siquiera hemos empezado.
Nuestras
culturas neolíticas son culturas
del ‘yo’,
culturas individualistas, donde
se potencia
al individuo, al ‘self’ –las
mismas
religiones de salvación
‘personal’.
Hay mucho que dejar atrás;
mucho que estorba, que entorpece,
que oculta, que tacha, que borra,
que ignora… Siglos, milenios
de historia, de prácticas, de
hábitos…
de creencias, de ideas, de
teorías,
de visiones…
Un cambio radical se requiere;
mudar de piel, de hábitos
culturales,
de dietas culturales… Ir de la
periferia
al centro; al centro único de
todo
lo viviente; a la sustancia
viviente
única; al ser único que somos.
Un arte y un pensamiento que
partan
de lo ‘uno’ –una poesía, una
filosofía,
una ciencia… Culturas enraizadas
en lo Uno primordial.
La voz de lo Uno primordial y
único.
En todo pensamiento, en toda
acción.
No hay poetas aún, ni filósofos,
que hablen desde el centro único
de todo lo viviente, desde lo Uno
primordial. No tenemos sino voces
personales, individuales,
cuasi-solipsistas…
No podemos compartir esas voces
particulares, no podemos hacerlas
nuestras. Seguimos solos,
apartados,
aislados… rodeados de voces
‘singulares’;
no tenemos nada que compartir
–salvo el lugar y el momento
que nos ha tocado vivir. Todo
circunstancial, eventual,
contingente,
histórico… Incapaces de
trascender
la época, el momento, el lugar…
las ‘circunstancias’ (personales,
sociales, históricas…). Voces
descentradas, desarticuladas,
desmembradas… separadas,
aisladas, solas; para consumo
propio, personal, narcisista.
Hacia una poética o una filosofía
de lo Uno primordial. Necesitamos
palabras que provengan de la
mónada
de las mónadas; la voz de la
sustancia
viviente única.
Apenas nada del pasado nos vale.
Queda todo por hacer. Un nuevo
mundo,
una nueva cultura universal.
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Saludos,
Manu