Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

miércoles, 24 de agosto de 2022

266) Genogramas LXXXVIII

 

Genogramas LXXXVIII.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (24/08/22).

 

                                                                  *****

 

1. 

No estoy seguro de que Dawkins

haya comprendido el alcance

de su propia teoría. Un organismo dual

–(holo)genouma/soma– en el que cada

parte tiene su vida propia. ¿Un cuerpo

autónomo de su genouma, independiente,

con pensamientos propios? ¿Un soma

que interpela a su genouma?

 

El dualismo de Dawkins recuerda

a aquel de cuerpo y alma. Aunque aquí

el cuerpo es el genouma (el ser natural)

y el alma es el ser simbólico (el soma, el fenotipo).

 

No hay sino un solo ser viviente,

y éste es el (holo)genouma, la sustancia

viviente única. El cuerpo no es. No hay

cuerpo, éste es sólo la envoltura.

 

El único sujeto de la actividad biológica

en cualquier organismo es la sustancia

genética que alberga. Es esta sustancia

la única que se mueve, la única que se

reproduce, la única que se alimenta…

No hay otro (en el organismo) que piense,

quiera o hable. Es lo único vivo en el organismo.

 

La “Canción de arpa para las mujeres

danesas” (en “El cuento del antepasado”)

denota la confusión de digo. Tanto

la letrilla del gen egoísta como

la respuesta del cuerpo. Dos mundos

separados, con finalidades diferentes,

incluso enfrentados. Un disparate.

 

Dawkins sostiene este dualismo

desde el principio. Un dualismo

que tiene carácter ético –recuérdese

en “El gen egoísta”, donde el sujeto

cultural, consciente (y con conciencia

moral), se enfrenta a las demandas

‘egoístas’ del genouma.

 

El soma contra el principio vital

(la ‘psykhé’). La cultura contra

la naturaleza. Una vez más. No cabe

mayor confusión. En todo caso

lo que tenemos es un ‘alma’

(una sustancia viviente única)

dividida, y enfrentada. Y esto es

debido a que durante los últimos

milenios (quizás en el paleolítico,

pero con toda seguridad a lo largo

de las culturas del neolítico) sólo

existía el ser cultural (consciente, moral…),

y el ser natural era, paradójicamente,

la carne, el cuerpo, la bestia o el animal

en ‘nosotros’ –un ser natural al que había

que dominar (véase Platón, véanse

las tradiciones religiosas del neolítico

de aquí y de allá, véase Schopenhauer).

Y ésta es la concepción que hereda

y sostiene, a pesar de nuestros

conocimientos, y de su propia visión

del asunto, el propio Dawkins.

 

Son estas culturas que digo,

las que dividen, y enfrentan,

al sujeto único. El ser natural

(el ser viviente único) vive

extrañado de sí mismo. Se ignora

o se malentiende. Los ‘humanos’

viven extrañados del resto

de la naturaleza viviente,

como si fueran otra cosa.

 

Seguimos en el neolítico. En el mismo

antropocentrismo y antropomorfismo

del neolítico que han sostenido (y sostienen)

las diversas culturas del neolítico.

Y son concepciones que afectan

a toda la biología y antropología

del presente, pasando por la ecología

y demás. No damos un solo paso adelante.

 

A nivel lingüístico-cultural,

el paso del fenocentrismo

al genocentrismo nos llevará siglos.

El problema radica en la distinción

o dualidad establecida entre el genotipo

y el fenotipo o entre el genouma y el organismo,

como si estos fueran sustancias separadas

e independientes. De un lado ‘nosotros’,

del otro los ‘genes’. Es corriente encontrar

frases como “nosotros no estamos

determinados por los genes o el genouma”

(incluso en Dawkins). Aquí ‘nosotros’

es la superestructura orgánica –el soma.

Se sigue sosteniendo la dualidad

de cuerpo y alma. Un dualismo

que no tiene lugar. No hay sino alma,

‘psykhé’, sustancia genética.

 

Hay un dualismo inconciliable tanto

en Dawkins como en sus oponentes

(Gould, Lewontin y otros). La sustancia

genética de un lado y los organismos

del otro. Como si fueran entidades

separadas y ajenas entre sí, con historias

o devenires independientes. Se mantiene

el dualismo platónico, judío-cristiano,

cartesiano… neolítico, al cabo.

 

Muestras del dualismo sostenido

por Dawkins: “El gen es egoísta,

el individuo no...” “Particularidades

del ser humano que nada tienen

que ver con la evolución...” 

En estas expresiones encontramos

confusiones, errores, ignorancias...

Se podría concluir de las palabras

de Dawkins que nosotros no somos

la vida –no somos ni genoumas ni somas,

no somos o no nos afecta la evolución.

¿Qué somos entonces; cuál es nuestro

lugar en la naturaleza?

 

Las palabras de Dawkins

al respecto se concilian

perfectamente con los argumentos

que sostienen los creyentes

en almas inmateriales,

o en almas reencarnables,

o en la singularidad ‘espiritual’,

y ‘no-animal’, de los seres

humanos. No tardarán mucho

estos en hacerlas suyas.


2.

El proceso de individuación

es cultural. La construcción

del ‘yo’ simbólico, cultural,

histórico… espurio. El ‘yo’,

el ‘me’, el ‘mi mismo’ (el ‘self’,

el ‘myself’…). La poética del ‘I’

o del ‘self’ (la poética ‘confesional’)

en la literatura contemporánea

(Robert Lowell, Anne Sexton…).

Estos individuos particulares

no pueden ser universalizados

porque remiten al ‘self’ histórico,

cultural…. eventual, contingente…

El que podría ser o no ser. Producto

del azar, de las circunstancias

históricas, ambientales, económicas,

sociales, culturales; de la época,

del momento y lugar en el que ha venido a ser.

 

Este ser simbólico carece

de profundidad, de realidad…

podría ser otro –depende,

es función de, es relativo a…

 

Aquel ‘me canto a mí mismo’

de Walt Whitman. Un ‘mí mismo’

con  nombre y apellidos no puede

ser. El ‘self’, el ‘myself’,

como ficción cultural.

 

Es este ‘yo’ simbólico, histórico,

cultural… el que hay que superar,

vencer, dejar atrás. Digamos

que la construcción de este ‘yo’

cultural y social es el que ha

prevalecido en todas las culturas

del neolítico hasta el momento presente.

 

Para allegarnos a lo ‘uno’, al ser

natural, al ser único que somos,

la costra simbólica, social, cultural…

ha de disolverse, desaparecer. Quedarnos

desnudos, a solas con el solitario ‘uno’.

 

Lo ‘uno’ ignorado, descuidado,

desconocido… el alma (la ‘psykhe’)

de lo viviente, lo viviente mismo,

lo único verdaderamente existente.

Así pues, hay mucho que andar,

mucho que recorrer, mucho que aprender.

Y ni siquiera hemos empezado. Nuestras

culturas neolíticas son culturas del ‘yo’,

culturas individualistas, donde se potencia

al individuo, al ‘self’ –las mismas

religiones de salvación ‘personal’.

Hay mucho que dejar atrás;

mucho que estorba, que entorpece,

que oculta, que tacha, que borra,

que ignora… Siglos, milenios

de historia, de prácticas, de hábitos…

de creencias, de ideas, de teorías,

de visiones…

 

Un cambio radical se requiere;

mudar de piel, de hábitos culturales,

de dietas culturales… Ir de la periferia

al centro; al centro único de todo

lo viviente; a la sustancia viviente

única; al ser único que somos.

 

Un arte y un pensamiento que partan

de lo ‘uno’ –una poesía, una filosofía,

una ciencia… Culturas enraizadas

en lo Uno primordial. 

 

La voz de lo Uno primordial y único.

En todo pensamiento, en toda acción.

No hay poetas aún, ni filósofos,

que hablen desde el centro único

de todo lo viviente, desde lo Uno

primordial. No tenemos sino voces

personales, individuales, cuasi-solipsistas…

No podemos compartir esas voces

particulares, no podemos hacerlas

nuestras. Seguimos solos, apartados,

aislados… rodeados de voces ‘singulares’;

no tenemos nada que compartir

–salvo el lugar y el momento

que nos ha tocado vivir. Todo

circunstancial, eventual, contingente,

histórico… Incapaces de trascender

la época, el momento, el lugar…

las ‘circunstancias’ (personales,

sociales, históricas…). Voces

descentradas, desarticuladas,

desmembradas… separadas,

aisladas, solas; para consumo

propio, personal, narcisista.


Hacia una poética o una filosofía

de lo Uno primordial. Necesitamos

palabras que provengan de la mónada

de las mónadas; la voz de la sustancia

viviente única.

 

Apenas nada del pasado nos vale.

Queda todo por hacer. Un nuevo mundo,

una nueva cultura universal.

 

*****

 

Saludos,

Manu

martes, 9 de agosto de 2022

265) Genogramas LXXXVII

 

Genogramas LXXXVII.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/08/22).

 

                                                                  *****

 

1.

No hay predeterminación alguna

cifrada en el genouma. Una vez

constituido éste, tras la cariogamia,

comienza el proceso de expresión

del fenotipo. Es una lucha contra

las condiciones y las constricciones

ambientales. Pactos, adaptaciones,

victorias… Viene a medias preparado.

 

El genouma acaba imponiéndose

al medio, triunfa… La herencia

es el mundo entorno.

 

El mundo en el que se viene

a ser. Un mundo en gran medida

elaborado, adaptado, modificado

por los antepasados desde los tiempos

más remotos.

 

El ser viviente único se adapta,

y adapta; habita, y habilita.

 

2. 

La muerte no implica la cesación

de la vida, pues la sustancia viviente

única es imperecedera. Toda la sustancia

viviente del organismo (el hologenouma)

se reintegra en otras formas vivas.

 

3.

Hay un recuerdo que no se sabe

(del que no somos conscientes),

se trata de la memoria de la vida.

La memoria del sujeto consciente,

del sujeto cultural, del ser simbólico

(del ‘yo’), es la memoria del sujeto

histórico, relativo, circunstancial

–el más efímero e inconsistente.

Las tradiciones culturales del neolítico

sólo consideran al ser simbólico,

al sujeto consciente, a la ‘persona’

(a fulano de tal). Los individuos

se aferran a esta ficción cultural

como si fuera su único ser (ahí ven

su ‘alma’, su ‘identidad’). Pero este

ser (este ‘alma’, esta ‘identidad’)

es un producto de la época

y de las circunstancias que le ha tocado

vivir –sería ‘otro’ si la época

y las circunstancias hubieran sido otras.

El ser simbólico es el obstáculo que hay

que superar para que el ser viviente único

que somos advenga a la luz

–se haga patente, manifiesto.

 

Vivir (pensar, querer, sentir...) como

sustancia viviente única, como

fragmentos del ser viviente único,

de lo Uno primordial. De esto se trata.

Desde el centro, desde el origen,

desde el ser único que somos.

 

La perspectiva biocéntrica,

genocéntrica.

 

4.

La sustancia viviente única se ordena

a sí misma, a sí misma se organiza,

a sí misma se manda y se obedece.

La unidad primordial, el ser viviente

único, el sujeto único.

 

5.

El dimorfismo sexual. La reproducción,

la replicación a dos. La gametogamia.

La cariogamia. Amphimixis.

 

La vida que somos se antepone

a cualquier diferencia. Partir de la unidad,

más allá de las diferencias.

 

6.

No hay nada en el comportamiento

del resto de los organismos

que nos sea extraño, o ajeno.

No hay ‘tú’, no hay ‘otro’

–en lo que a lo viviente concierne.

‘Yo’ estoy en todas las formas vivas.

 

7.

La sustancia genética (la ‘psykhé’

de Aristóteles) es la causa eficiente,

formal, y final de su ‘vehículo’

–el ingeniero de su dispositivo

de supervivencia; de su soma.

 

La optimidad del vehículo

es lo que garantiza la victoria

del replicador en su lucha

por la existencia.

 

Ver el genouma en el soma. 

 

8.

Los genes (las unidades de expresión

de la sustancia genética) van y vienen

de un organismo a otro, se mueven,

se desplazan… se unen, se separan…

se mezclan, mutan, se transforman…

Son los únicos responsables

de tal o cual fenotipo, de tal o cual

cambio en tal o cual fenotipo…

 

La perspectiva genocéntrica.

Ver todos los fenómenos

de la vida desde la sustancia

genética; desde la óptica

de la vida –de la vida única.

 

9.

Los organismos no están ni preformados,

ni predeterminados, ni predestinados.

No hay predeterminación o predestinación.

La conformación de un fenotipo depende

de factores internos (genéticos) y factores

externos (ambientales, en amplio sentido:

bióticos y abióticos), o de fuerzas internas

y fuerzas externas. Es una ‘obra abierta’,

por así decir; depende, es relativa a…

Nosotros no somos los organismos

o fenotipos resultantes. Nosotros somos

la sustancia viviente única; fragmentos

ordenados de lo Uno primordial,

de lo viviente en este planeta.

 

Los organismos no están determinados,

porque el organismo ‘no es’, es tan sólo

la envoltura que usa la sustancia genética

para trasladarse, protegerse, atacar…

 

La interacción o coexistencia

se da únicamente entre el entorno

y la sustancia genética. El cuerpo,

el soma, el fenotipo o el organismo

es el resultado de tal interacción.

 

El soma es la envoltura protectora

(entre otras cosas –el vehículo, el arma...)

de la sustancia genética. Carece de entidad:

no piensa, no quiere, no siente… No puede

ser, en ningún caso, ni el sujeto ni el agente

de la evolución. No existe –ni deviene, ni es.

 

No hay cuerpo, no  hay soma,

no hay organismo, no hay fenotipo…

por lo tanto, no hay fenotipo extendido.

 

El cuerpo, el soma, carece

de entidad, de existencia, de ser.

 

No hay cuerpos, ésta es la cuestión;

no hay organismos, no hay fenotipos…

En todo momento es la sustancia genética

el único sujeto de la evolución.

No  hay otro actor, ni otro interactor.

 

Toda la vida en este planeta

es una y la misma. No hay más

que un ser viviente en constante

devenir. Se trata de la sustancia

genética completa del planeta

esparcida en los millones de organismos

–bacterias, virus, plantas, animales…

El ‘pool’ génico del planeta,

el hologenouma o pan-genouma.

La mónada de las mónadas.

Lo Uno primordial.


10.

Algunos usan el término ‘holobionte’

como sinónimo de organismo y hablan

del “holobionte y ‘su’ hologenouma”

de la misma manera que hablarían

del organismo y ‘su’ genouma

(o del fenotipo y ‘su’ genotipo).

Es la perspectiva organismo-céntrica

o fenocéntrica.

 

Se toma al holobionte como

‘replicador’/‘reproductor’, como

‘interactor’, como ‘manifestador

de adaptación’, y finalmente como

‘beneficiario’ del proceso de selección.

Son términos aplicados exclusivamente

al holobionte, esto es, al organismo,

al cual se le considera como el sujeto

y el objeto de la evolución.

 

Pero no hay otro replicador, ni otro

interactor, ni otro manifestador

de adaptación, ni otro beneficiario

de los procesos de adaptación,

selección y evolución que la sustancia

genética (el hologenouma

del organismo/holobionte).

 

La sustancia genética es el único sujeto

y el único objeto de la evolución, así como

su único agente y su único paciente.

Actor único y sujeto único. Se trata

de la sustancia viviente única.

 

*****

 

Saludos,

Manu