Genocentrismo XXVI.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (19/09/18).
*
*La sustancia genética es el motor de la
evolución. La evolución cobra sentido a la luz de la sustancia genética. Todas
las ramas de las ciencias de la vida cobran sentido a la luz de la sustancia
genética, de la única materia viva.
Ni Weismann ni Dawkins se
consideraron a sí mismos como plasma germinal, sino como plasma somático, o
como vehículos de los ‘replicadores’.
Nosotros y los genes
egoístas. Éste es la absurda conclusión de Dawkins a la luz de tal revelación.
Un dualismo en el cual los organismos no parece que tengan nada que ver con la
sustancia genética. Incluso llega a proponer la lucha de los ‘hombres’ con la
sustancia genética (los genes egoístas). Para poder ser altruistas, dice.
¿Los ‘genes’ como unidades de
selección? Es el conjunto de genes, toda la sustancia genética la implicada en
los procesos de adaptación, selección y especiación. Todo cambio se produce
primero en el plasma germinal. Se trata de una reestructuración del material
genético: nuevas funciones, nuevas propiedades, nuevas potencias…
La aparición de nuevas
especies en virtud de mutaciones (metaplasmos): las adiciones, las supresiones,
las permutaciones… La endosimbiosis: la asimilación, la adición, la adjunción
de nuevo material genético.
Los metaplasmos (las
mutaciones, las transformaciones en amplio sentido), los cambios
–auto-inducidos– en el DNA (en el genoma), a tenor de la ‘lectura’ del medio,
según el contexto, las circunstancias… Es la propia sustancia genética la que
inicia tales cambios.
La cohorte de sustancias
alrededor del plasma germinal. Todas las sustancias implicadas en la
reproducción, en la replicación, en la expresión de los fenotipos, del soma,
tienen que ver con la sustancia genética. El factor epigenético durante el
proceso de expresión.
¿Por qué se excluyeron, o se
excluyen, del plasma germinal? ¿Por qué se colocan del lado de los vehículos, o
del plasma somático? Justo en el comienzo, en el mismo descubrimiento, está el
error. Un principio que nos desvió de nuestra esencia, nos alejó de ella. Se
adoptó, y se adopta, la perspectiva fenocéntrica (o antropocéntrica).
El plasma germinal está en
todas y cada una de nuestras células, y no sólo en nuestras células sexuales.
Las unidades pasan, pero el
plasma germinal permanece. No sólo desaparece el soma, también lo hace la
unidad genética (el genoma) que le da vida. Sólo mediante la reproducción o la
replicación el plasma germinal se garantiza la ‘eternidad’.
Enderezar el asunto. Resituar
al sujeto en la correcta perspectiva, la genocéntrica. Nosotros no somos meros
vehículos, o meros somas, sino el mismo plasma germinal, la sustancia viviente
única. No hay otra sustancia viviente. No hay otro sujeto.
El genocentrismo es el futuro,
no hay duda. A pesar de sus pésimos representantes (Dawkins) y de los agoreros
o detractores (Gould, Lewontin…), el genocentrismo triunfará. Tarde o temprano
el centro de los fenómenos biológicos lo ocupará la sustancia viviente única.
Cuando nos situemos en el
centro, nuestro lugar, sin reticencias, sin dudas, todo cambiará. Una nueva
cultura centrada en la sustancia genética. Una cultura transespecífica incluso.
Más allá de las criaturas. Entonces practicaremos un verdadero altruismo, y no
sólo el referido a los seres humanos. La completa solidaridad con las cosas de
la vida, con todas las formas vivas, con el planeta, con el medio ambiente… con
todo.
La unidad sustancial. No hay
diferencias. Todas las formas vivas están animadas por la misma sustancia.
Estamos en todas partes, en todas las criaturas. La misma sustancia. La
sustancia viviente única, virtualmente imperecedera.
Hasta ahora prevalece la
perspectiva antropocéntrica –el fenocentrismo. Las críticas al genocentrismo
pululan. Seguimos siendo ‘geocéntricos’ en las cosas de la vida. Absolutamente
descentrados.
Un planeta para el hombre,
salvar a la humanidad… Las dos culturas –ciencias y ‘humanidades’–; la tercera
cultura –la fusión de ambas. Las cosas que hay que escuchar. Todas las tonterías
que se dicen. Proseguimos nuestra vida apoyándonos en parámetros
lingüísticos-culturales procedentes del pasado neolítico. Aún. Confundidos, y
confundiendo a las generaciones. Dando vueltas alrededor de las criaturas, de
los fenotipos, del ‘hombre’ –la ilusión antropocéntrica (fenocéntrica).
En el holismo biológico la
sustancia genética es una más en el concierto de la vida. No tiene ningún papel
relevante. Mero notario de los sucesos, incluso (Gould). Me pregunto por qué se
combate el genocentrismo.
“La humanidad no puede ser desvinculada de su
propia biología, pero tampoco está encadenada a ella”. Lewontin, Rose, Kamin (No en nuestros genes. Racismo, genética e
ideología). Podemos encontrar enunciados semejantes en Williams (‘Huxley’s evolution and ethics in
sociobiological perspective’, 1988), Dawkins y otros, y referidos a los genes,
no a la biología, lo que denota la incoherencia e inconsecuencia de estos,
incapaces de llevar a sus últimas consecuencias sus posiciones científicas. No
parece que hayan comprendido los fundamentos y el alcance de sus proposiciones
al respecto (los ‘genes’ como unidades de selección).
Los genes y ‘nosotros’. Esa
escisión, esa esquicia. Pero, entonces, ¿quiénes somos ‘nosotros’? Pues nosotros somos los vehículos, está
claro. Con ‘nosotros’ se refiere Dawkins a los ‘humanos’, a los sujetos
conscientes, culturales, morales… que tienen el poder de enfrentarse a los
mandatos crueles y egoístas de los genes. Somos vehículos (o interactores) que
pueden independizarse de los genes que nos constituyen. Podemos luchar contra
las determinaciones genéticas, emanciparnos de ellas y vivir libremente… Ésta
es la gran confusión que arrastramos desde entonces –cuarenta años después de
la aparición de ‘los genes egoístas’, y más de cien años después de Weismann.
Ni un solo paso hacia el plasma germinal.
Los genes egoístas de Dawkins
(y la sociobiología) son más perjudiciales al genocentrismo que sus
detractores. La visión pésima, nihilista… que se deriva de estas teorías.
‘Nosotros’ no somos nada, meros vehículos… Ésta es la conclusión, la
‘filosofía’ que subyace en estas visiones. La confusión tal vez sea motivada
por las claves culturales pre-darwinianas, en la que aun nos movemos. Claves
culturales antropocéntricas (la mente,
la psicología, la sociología…).
Máquinas ciegamente
programadas… Dawkins. Ni los genes determinan nuestra conducta, ni somos
máquinas programadas, pues nosotros somos los genes.
Pero, ¿cómo es que no nos
identificamos desde un principio con la sustancia genética, con el plasma
germinal; por qué?
Si se hubiera empezado, desde
Weismann (y otros), en ver la sustancia genética, el plasma germinal, no sólo
como el centro de la vida, sino como la única sustancia viviente.
Entre la línea germinal y la línea somática, se eligió la línea
somática. Éste parece ser el comienzo de la confusión. Se prosiguió por el
camino de la criatura, de los organismos, de los cuerpos, de las células… Bien
lejos de la realidad, pues nosotros somos la sustancia viviente única.
Se cogió el camino
equivocado. El que sigue Dawkins (genes contra organismo y viceversa). Un
camino que nos aleja más y más de nuestro centro, de nuestra esencia, de
nuestro ser único. La perspectiva antropocéntrica (fenocéntrica) heredada.
*Es la misma naturaleza (la
sustancia genética, en último término) la que ha introducido la ética en el
mundo mediante el cariotipo específico humano.
La sustancia genética es la
única sustancia viviente.
El pasado humano apenas si
tiene algo que enseñar a la sustancia viviente única; apenas si tiene algo que
enseñarnos. No nos vale. No alcanza la realidad, y nos aleja de nuestra
realidad, de nuestra verdad.
Comenzar desde el principio,
desde la sustancia genética. Desde Nos.
No sólo en nuestros genes, se
debería haber concluido. Pues también la cultura modela nuestra ser.
El ser simbólico contra el
ser natural desde hace milenios, hasta la biología actual (Dawkins). Los
hombres han vivido extrañados del mundo natural, como otra cosa que naturaleza,
desde hace milenios.
Debemos emanciparnos de las
culturas antropocéntricas del neolítico, de la ‘humanidad’, de los múltiples
humanismos –de los ‘hombres’ del pasado. Son esos hombres culturales,
relativos, históricos, contingentes… los que nos han alejado de nuestros ser
natural, de nuestro único ser.
Pensarnos desde la sustancia
genética, como sustancia genética, como sustancia viviente única. Un
pensamiento no sólo trans-humano, sino trans-específico. Más allá. Hacia el
Uno.
Un plasma germinal único en
todas las criaturas. Sin duda que los cuerpos son vehículos, refugios, armas,
escudos… Pero nosotros (y el resto de las criaturas) no somos los cuerpos, sino
la misma sustancia genética, la sustancia viviente única.
El a priori sobre el que
descansa toda la obra de Dawkins (y de quienes están de acuerdo con él) es el
egoísmo de los genes. No nos olvidemos que los genes son las unidades de
expresión de los genotipos o genomas. No otra cosa. No son agentes (o sujetos),
sino expresiones o ‘mensajes’. El egoísmo, pues, tendría que extenderse a toda
la sustancia genética, al hologenoma del planeta –al Uno.
Digamos que la sustancia
genética se expresa en sus propios términos, extrae de sí. La riqueza
expresiva. El saber y el ‘decir’ (el decirse, el expresarse). La sustancia
genética, reunidas en genomas o genotipos, se sabe (sabe de sí) y se dice (se
expresa). La expresión son los somas, los cuerpos, los fenotipos… pero también
las acciones que estos realizan, ejecutan, o llevan a cabo. No hay otro sujeto
en el hacer o en el decir de las criaturas que la sustancia genética.
En la sustancia genética no
encontramos tan sólo el egoísmo (la voluntad de supervivencia ‘propia’),
también encontramos la solidaridad y la cooperación, tanto entre individuos
como dentro de grupos o entre estos.
Sucede que los biólogos
siempre optan por una de las dos manifestaciones de las conductas. O hay
adaptación o no hay adaptación. O hay
egoísmo o hay altruismo… Se polarizan y defienden con uñas y dientes su
posición. Pero en la sustancia viviente única encontramos de todo: el egoísmo y
el altruismo, la adaptación al medio y la adaptación del medio… Y es por ello
que las tesis situadas en uno de los extremos son fácilmente rebatidas, porque
siempre encontramos excepciones que hacen imposible la universalización de uno
de estos –sea del egoísmo, sea del altruismo.
Porque encontramos lo uno y lo otro.
Parafraseando a Dobzhansky:
Nada en la biosfera (y en su evolución) tiene sentido si no es a la luz de la
sustancia genética.
La genómica, el saber de sí
del propio plasma germinal –de Nos.
Sustancia genética, esto es,
ácidos nucleicos, y ribonucleicos. Las biomoléculas –virtualmente
imperecederas.
No hay sino sustancia
genética. Los organismos no pueden ser unidades de selección toda vez que ellos
están conducidos, pilotados por sus respectivos genomas. Los organismos son
justamente vehículos de la sustancia genética que les mueve. Así como no aparca
el coche o aterriza el avión, así
tampoco el organismo se mueve, es la sustancia genética la que se mueve (mueve
su cuerpo, su soma, o su organismo).
A la sustancia genética le
interesa que sus máquinas de supervivencia sean todo lo más perfectas posibles
(en ello les va la supervivencia, la continuidad en el ser), de la misma manera
que nos interesa también que nuestras máquinas sean perfectas en el
cumplimiento de su función. Podemos hacer una comparación con la evolución de
nuestras máquinas –es la sustancia genética la que hace evolucionar a sus
organismos.
Es ciertamente el organismo
el que se enfrenta a su medio, o a otros organismos, pero es la sustancia
genética la que ha construido tal organismo, y con tales y tales cualidades
(resistencia, fiereza, velocidad…). Si falla el organismo falla el cariotipo
específico que le mueve.
La evolución de los
organismos, así como la aparición de nuevos organismos (especies) ha de
compararse con la creación y la evolución de nuestras máquinas (de nuestra
entera tecnología).
Somos ‘nosotros’ los que
hacemos evolucionar nuestras maquinas por tal y tal motivo. Mejoramos…
Todas las propiedades y
características de los organismos son obra de la sustancia genética.
Muller, el
ADN como la base de la vida. En realidad, los ácidos nucleicos y los
ribonucleicos.
*Todo
parece indicar que la sustancia genética (los ácidos nucleicos y ribonucleicos)
cambia y modifica el entorno geofísico y geoquímico (geología, clima,
temperatura, atmósfera…), transforma el medio, pero el medio, a su vez, urge la
transformación de la sustancia genética (de los genotipos o cariotipos).
Se
complican los genomas, los cariotipos específicos (mediante metaplasmos). El renovado
plasma germinal mejora o adapta sus vehículos. Las nuevas especies, que nacen
adaptadas, podríamos decir, tienen su origen en nuevos genotipos o cariotipos.
Metaplasmos
por adjunción de material genético, por sustracción o pérdida, por permutación
en el orden de las secuencia… El término ‘mutación’ debería ser sustituido por
el término ‘metaplasmo’, o el término ‘mutación’ debería incluir todos los
casos (y sus combinaciones) más arriba mencionados –una tabla cartesiana.
Los
cambios internos en la conformación de los cariotipos (y genotipos), mediante
mutaciones (inducidas o espontaneas) no afectan a la esencia de la sustancia
genética. Pese a toda la diversidad de los organismos vivientes (las máquinas
de supervivencia), el plasma germinal es uno y el mismo en todos ellos desde su
aparición.
El
invencible, el irreductible plasma germinal…
El
plasma germinal, la única sustancia viviente. Una y la misma en todos los
organismos. Ni el tiempo ni el espacio le afectan.
Los
organismos (los fenotipos) no son el centro de la vida, sino la sustancia
genética. El plasma germinal se transforma (los metaplasmos) y, en virtud de
ello, aparecen nuevos ‘vehículos’ (nuevas especies, nuevos fenotipos). No se
adaptan los organismos, sino que son adaptados a las circunstancias, al medio…
Una
vez más, nosotros no somos los vehículos (o interactores) sino la misma
sustancia genética.
*Un
pilar fundamental en la evolución de la materia viviente es la comunicación –la biocomunicacion. El
‘lenguaje’ químico, molecular, que podemos considerar universal –usado por
todos los organismos (a nivel celular).
La
percepción, la cognición… la comunicación… desde la sustancia genética. En
todos los niveles de la vida –virus, bacterias, protoctistas, algas, hongos,
organismos pluricelulares…
La
semiotización de la naturaleza –la interpretación del entorno. En virtud de
esta semiotización la materia viviente ‘sabe’ lo que pasa en el planeta (en la
biosfera) en punto a contaminación o alteración de las condiciones de
existencia. Sensibilidad para detectar los cambios físico-químicos en el ambiente.
Contacto
directo, sin intermediarios, de la vida con el entorno. Los signos, las señales
en la atmósfera, en las aguas, en la tierra… La detección de los cambios. La
comunicación, a su vez, la emisión, la difusión de mensajes de peligro que
advierten, que avisan… A estas alturas toda la materia viviente del planeta ha
de ‘saber’ ya lo que pasa.
La
sustancia genética es la única sustancia capaz de percibir el entorno, de
adaptarse al entorno, de alterar el entorno… de cambiar, de mutar, de cambiar o
de modificarse a sí misma y a su soma, su vehículo… Nada de esto sería posible sin la
biocomunicacion.
*La
vida (la materia viviente) es una suma, un sumatorio que integra varios
aspectos: la autonomía de movimiento, que implica la palpación, la exploración
del entorno; la percepción del entorno; la valoración (la interpretación) de
ese entorno; la apercepción, la cognición, la memoria, la intencionalidad, la
toma de decisiones; la asimilación, la integración de partes del entorno (viviente
y no viviente), que coadyuva al mantenimiento y la reproducción; la evolución;
la comunicación…
Un
ente, un ser que se mueve por sí, que percibe, que se apercibe de sí, que se
reproduce, que evoluciona (muta, cambia, se transforma), que se comunica con
otros seres vivos…
La vida alberga todos los contrarios. Una suerte
de oxímoron. Frágil y potente, mutable e inmutable, simple y compleja, fugaz e
imperecedera… La armonía inaparente de Heráclito. Cándida noche, sombra clara,
alegre tristeza… La vida y la muerte; el ser y el no-ser; el amor y el odio.
Adapta y se adapta… Egoísta y altruista… Al mismo tiempo lo uno y lo otro.
*Sustancia
genética no estática, sino dinámica, fluida, flexible, versátil, mutable… en
devenir. Proteo.
Un
permanente flujo de energía, de información, de comunicación, de vida…
La
materia viviente proteica, multiforme.
*
Hasta la
próxima,
Manu
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