Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

domingo, 29 de enero de 2023

276) Genogramas XCVIII

Genogramas XCVIII.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (29/01/23).

 

                                                                  *****


1.

El largo camino recorrido hasta llegar a lo Uno.

Eones, ciertamente. Los caminos recorridos

desde el espacio simbólico al espacio natural,

desde el ser simbólico al ser primordial y único.

 

Los ‘mundos’ recorridos, habitados, vividos…

sabidos, incorporados. Desde el hologenoma…

como sustancia viviente, y, en los momentos

presentes, en esta peculiar fisiología que proporciona

el cariotipo humano, en este ‘cuerpo

en cuyo horizonte cerrado me despliego’.

 

Las perspectivas. Según desde donde mires,

según donde habites… ‘mundos’ por doquier 

–los mundos específicos, y los ‘mundos’ humanos.

 

Los ‘mundos’ que dejaba atrás. Todos.

Hasta llegar, ya sin equipaje y sin montura,

a ese páramo silencioso, opaco, y frío.

Cuando nada esperas llega el momento

‘dionexus’ –el súbito e inesperado

alumbramiento. En el tiempo más oportuno.

La experiencia misteriosa saca del laberinto,

transporta, transforma, transfigura, altera…

La ‘reconfiguración’ de la mirada

(la reordenación, la re-jerarquización

del complejo ser biosimbólico).

 

El genocentrismo es la mirada del que mira,

la perspectiva desde el espectador único,

desde la sustancia viviente única.

 

El cariotipo humano es el cariotipo elegido,

o, al menos, el idóneo para alcanzar

esta ‘sabiduría’, este conocimiento

preciso acerca de nuestro ser –desde

el sistema nervioso, allí donde habita

el piloto (el ‘kibernein’).

 

Nosotros somos la vida, la sustancia

viviente única. Si bien constreñida, limitada

por los tiempos y lugares en los que venimos a ser.

Trozos, fragmentos ordenados del ser

primordial, una/uno con lo Uno. Esto somos.

 

Superar la mirada limitada por los tiempos

y lugares –la mirada de la criatura–;

los ‘mundos’, las perspectivas fenocéntricas,

superficiales. El largo, el dificultoso, el casi

imposible camino hacia lo creador,

hacia lo Uno; hacia Nos.

 

2.

Entre el azar y la necesidad, entre lo encontrado

y lo buscado, entre lo deseado y lo inesperado…

Este cuerpo nuestro, este instrumento, este útil.

 

Es la sustancia viviente única la que contempla

este asombroso mundo, aquí y ahora, con ojos

humanos. No hay otro ‘sujeto’.

 

La sustancia genética es el sujeto único

en todas y cada una de las actividades

que realiza el soma. No hay otro/otra.

Siempre, y en todo momento, es la sustancia

genética la que hace. Aquí mismo, ahora mismo.

Aunque no seamos conscientes de ello.   

 

El cariotipo humano, entre el logro y el hallazgo.

En cualquier caso, un hito en la evolución

de los somas, de los fenotipos, de los ‘cuerpos’,

de los vehículos… Su potencia es grande,

muy grande, se diría que es semejante

a la potencia de la vida misma, de lo Uno,

de lo creador. Su potencia volitiva, intelectiva,

afectiva, plástica, poética…

 

Ser múltiple, este ser primordial nuestro.

Un ser que se dispersa en las criaturas;

que es el ingeniero y el piloto

de sus ‘criaturas’. Una suerte de ‘proteo’.

Polivalente, ubicuo… plural y único.

 

A la sustancia genética sólo era posible llegar

en estos tiempos de nuestro devenir humano.

En los tiempos de Darwin, de Nietzsche, de Weismann…

y de todos aquellos que han hecho posible que tal

conocimiento llegue a la luz, que se nos haga patente 

y consciente. Es un conocimiento y un saber que,

hoy por hoy, está al alcance de todos los humanos. 

 

La preeminencia de la sustancia genética

en las cosas de la vida. Y la consiguiente

perspectiva genocéntrica –la  mirada de la vida. 

Somos afortunados los testigos de estos tiempos

cambiantes, de transición… testigos también

de la salida de la noche, de la aurora, de la mañana,

de las primeras luces del nuevo día; de un futuro otro.

 

Nuevo cielo y nueva tierra; nueva naturaleza

y nueva cultura. Esto tenemos.

 

Los nuevos, los renovados, los renacidos… Las futuras

generaciones por venir. Adecuadamente instruidas:

‘tú eres la vida, yo soy la vida, nosotros somos la vida’.

Dicho esto desde la sustancia genética, desde la sustancia

viviente única; desde Xenus/Nexus, desde la misma vida,

desde lo Uno, desde Nos (Genousse&Genoussin).

 

Una civilización que durará milenios, probablemente hasta

el fin de nuestros días como humanos. Esto nos espera.

 

3.

Hay como una barrera entre el ser simbólico

y el ser genético. El ser simbólico, consciente,

no vive conectado con su ser genético, incluso

puede no saber de él. Son dos ‘lenguajes’,

y dos mundos. La comunicación (por vías

físico-químicas) se realiza, sin duda, pero de forma

impenetrable y a espaldas de nuestra conciencia

–la complejidad de nuestro sistema nervioso

(el central, el periférico, el somático, el autónomo…);

la comunicación interna, entre los subsistemas…

El ámbito de la conciencia-memoria

es necesariamente superficial.

 

No sabemos, en la experiencia misteriosa,

si es el ser genético el que alcanza

y llena el espacio del ser simbólico

(el espacio de la conciencia-memoria),

o es el ser simbólico el que hace posible

este suceso (esta inesperada irrupción

de ‘luz’) espaciando, vaciándose

de contenido –quedando en nada.

 

Esa particular embriaguez, ese entusiasmo,

ese sentimiento de poder. La cascada de agridulces

y variadas sensaciones.  No puedo menos

que maravillarme de este privilegiado y prodigioso

cuerpo nuestro que nos hace posible tal experiencia.

 

4.

En el cariotipo humano lo Uno llega

a la luz y habla y se expresa mediante

lenguajes humanos.

 

Los lenguajes son ‘mundos’, también;

‘mundos’ que alienan, que extrañan

del ser natural; ‘mundos’, por lo demás,

circunstanciales, relativos, contingentes…

Esta relatividad y contingencia les hace

ser superables. La evolución cultural

misma nos muestra cuán volátiles son,

siempre mutando, transformándose,

siendo otros. Mundos apenas perdurables.

Nada más fácil que deshacerse de ellos

–de nuevo, quedar en nada.

 

El ser natural (genético) es lo viviente,

lo Uno, lo creador; lo eterno.

El ser simbólico es un ser potencial,

virtual, circunstancial, aleatorio…

caduco, perecedero. Es este ser el que

desaparece en la experiencia misteriosa

–los ‘yoes’, las ‘personas’, los ‘fulano de tal’…

 

Desde el momento en que el ser natural

se hace presente en el espacio simbólico,

allí donde somos conscientes, no se nos va

de la cabeza, como decimos; siempre presente

–como sol que nunca se pone.

 

5.

Vivimos tiempos de transición, y somos

generaciones de transición. Generaciones

híbridas, podríamos decir. Vivimos tiempos

caóticos, confusos… mezclados, impuros.

Y esto nos afecta a todos. Los modos

y maneras de los viejos mundos, que atestan

nuestra cotidianidad, se nos adhieren

inevitablemente –son  tórpidos, lentos…

pegajosos… y no acaban de desaparecer.

 

Los viejos mundos los tenemos todos ahí,

a la vista; a la deriva van, traídos y llevados

por las ‘ondas do tempo’, amontonados

y revueltos. Sus simbolemas y culturemas

están cada vez más desgastados, más deslucidos,

más deshechos… pero lo inundan todo.

 

Quedaba un mundo nuevo por descubrir…

Y es el nivel cognitivo alcanzado el que nos está

proporcionando ese mundo nuevo. Particularmente

el alcanzado mediante las ciencias de la vida.

Pero este saber nuevo, sin embargo, no está

incorporado en las nuevas generaciones; no forma

parte, aún, de nuestras vidas. Pasa desapercibido.

Como si no tuviera nada que ver con nuestra

existencia, como si no tuviera nada que decirnos.

Seguimos ignorándonos a nosotros mismos;

viviendo  de espaldas a nuestro ser natural,

de espaldas a nuestro futuro.

 

Las primicias de un futuro otro que nos vienen

de la nueva cosmología, y las ciencias de la vida,

que forman ya parte de los nuevos simbolemas

que circulan, y que están al alcance de todos,

apenas si causan efecto. Es una luz opacada,

obstruida, sofocada... Es un horizonte oscurecido

por las sombras del pasado, que apenas si nos dejan

entrever alguna cosa. Es un horizonte, también,

a la vista –para todos aquellos que se dignen

el asomarse y ver. Sí, hay algo tras toda esta

confusión y barullo –algo que ver, algo que

contemplar, algo que vivir.

El nuevo mundo. La nueva morada.

 

No sé cuánto tiempo durará esta transición

hacia los nuevos modos y maneras de ‘ser’

que se nos vaticinan –hasta sus tiempos plenos.

La nueva civilización planetaria. La nueva,

la renovada era. La nueva aurora. El nuevo día.

El período genocéntrico. Será universal.

Y será milenario.


*****

Saludos,

Manu 

lunes, 16 de enero de 2023

275) Genogramas XCVII

 

Genogramas XCVII.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (16/01/23).

 

                                                                  *****

 

1.

 

La ‘genealogía de la moral’ y la moralización

de la política. El cristianismo, las izquierdas,

y los ‘buenos’ y los ‘malos’. La perversión

del lenguaje y las estrategias lingüísticas

del cristianismo y de las izquierdas (los partidos

‘revolucionarios’ y ‘progresistas’…).

La demonización, la criminalización,

la deshumanización, la cosificación del ‘otro’

–el ‘otro’ como ‘malo’, ‘enemigo del pueblo’,

‘criminal’…

 

Las ideologías religiosas y políticas demuestran

una y otra vez ser lo que son, instrumentos

de alienación y de dominio, estrategias de poder.

Con ellas se agita a las masas, se las pone

en movimiento, se las dirige hacia aquí

o hacia allá, contra esto o contra aquello…

La plebe, los muchos, los más… siempre

manipulados e instrumentalizados;

como una fuerza siempre disponible

en manos de demagogos de todos los colores.

 

2.

Los fundamentalistas democráticos,

los nuevos puritanos. Los censores,

los represores… los resentidos.

Los herederos de los inquisidores

cristianos, los nuevos cazadores de brujas…

los adalides de lo políticamente correcto.

Son las ‘izquierdas’ ahora los que blanden

el ‘malleus maleficarum’.

El relevo de los censores.

 

3.

Los parámetros ideológicos o conceptuales

que nos mueven o motivan; que nos dividen

y enfrentan. El uso ofensivo de las diferencias

(étnicas, lingüísticas, culturales, religiosas,

políticas, económicas…), las diferencias

que engendran odio… Las identidades asesinas.

 

Los ‘humanos’ seguimos viviendo en el pasado.

Los ‘ídolos’ o ‘fetiches’ del pasado siguen

teniendo poder sobre nuestras mentes

y voluntades, rigiendo y formateando

nuestras vidas. Nuestros gobernantes siguen

haciendo uso de ellos, instrumentalizándolos, 

y sacando beneficios. Los ‘ídolos’ étnicos,

culturales, religiosos, políticos (ideológicos),

económicos (de ‘clase’), nacionalistas (territoriales)…

que se invocan. Las masas movilizadas y arrojadas

contra el otro (la otra etnia, la otra religión, la otra

ideología, la otra nación, la otra clase…).

Todo aquello por lo que aún seguimos

muriendo y matando (sacrificando nuestras

vidas, y las vidas de los otros).

 

Tiempos de transición insípidos, insensatos,

baldíos… Muertos. Sombríos. Nulos.

Derribar esos ídolos es fundamental

para alcanzar un futuro otro; para salir

de los ‘mundos’ del pasado;

para gozar de una vida otra.

 

Una vida otra, una vida limpia, una vida

nueva. Una vida verdadera, centrada

en la misma vida. No más allá.

Sin ídolos, sin fetiches, sin fantasmas…

 

Guerra, pues, contra los fantasmas, contra

las quimeras, contra los monstruos del pasado.

Contra las identidades étnicas, nacionalistas,

religiosas, políticas, económicas… que nos rondan,

que nos apremian, que nos solicitan. Contra todo

lo muerto, lo pasado, lo ido para siempre jamás.

 

Una regeneración, un renacimiento post-humano,

trans-humano, no centrado en el ‘hombre’

(su ‘realización’, su ‘perfeccionamiento’,

su ‘culminación’…). Un renacimiento

biocéntrico, genocéntrico. Más allá.

 

4.

El mundo nuevo que nos traen las ciencias

físicas y las ciencias de la vida no sólo

no está alterando nuestro proceder,

sino que se está poniendo al servicio

de nuestra conducta super-depredadora

–se le explota como una ‘cosa’ más;

se extraen ganancias, beneficios.

Seguimos siendo el mismo animal

de rapiña; el mismo ‘hombre’ de siempre:

ciego, codicioso, inconsecuente…

 

Los viejos mundos eran mundos inventados

que respondían a nuestras necesidades,

pero también a nuestra vanidad. El nuevo

mundo es un mundo encontrado. Yo diría

que ésta es la diferencia fundamental entre

los mundos del neolítico y el nuevo mundo.

El nuevo mundo es un mundo descubierto,

revelado, encontrado.  Este nuevo mundo

apenas ha comenzado a revelarnos sus misterios,

y aún tiene mucho que decirnos.  En principio

no es antropocéntrico. El ‘hombre’

ya no es el rey de la creación, o el señor

de las bestias. Aún más, en este nuevo mundo

el ‘hombre’ ha desaparecido.

 

Esto es lo que sucede: nos hemos encontrado

con un mundo que contradice completamente

nuestras tradiciones, nuestras viejas interpretaciones.

 

Por primera vez en nuestra historia es el ‘mundo’

el que se nos adelanta. El nuevo mundo no es

consecuencia, síntoma, o reflejo; no responde

a demandas o necesidades de tal o cual tipo

humano. Es un mundo ignoto que tendremos

que ir descubriendo poco a poco –este nuevo

mundo genocéntrico… desmesurado… inhumano.

No estamos aún a la altura

de este nuevo mundo. No lo vemos.

La inercia antropocéntrica nos lo impide.

 

*

 

Un mundo encontrado, un mundo

sobrevenido, imprevisto, inesperado.

Una nueva aurora, y un nuevo día por venir.

 

El nuevo mundo es un mundo en ciernes,

incipiente; está por elaborar, por desarrollar. 

Como un recién nacido en su cuna.

 

El carácter no perspectivista, en principio,

del nuevo mundo. El nuevo mundo no es

un mundo inventado superpuesto sobre

nuestra cotidianidad; no responde a demandas

o necesidades humanas. Es un mundo

anti-humano, inhumano, sobrehumano.

 

El nuevo lugar desde el cual se mira, se piensa,

se evalúa… no es el ‘hombre’, sino la vida.

En el futuro se impondrá una perspectiva

no humana, sino biocéntrica. Es el perspectivismo

humano el que desaparece.

 

Esta nueva perspectiva, este nuevo mundo

genocéntrico, es el fruto de la voluntad

de conocimiento y de verdad de la misma

vida (de su pulsión de dominio).

 

5.

La nueva perspectiva biocéntrica,

genocéntrica; el nuevo horizonte.

 

6.

La nueva pedagogía genocéntrica.

La salida. El futuro.

 

7.

Aquellos que niegan el genocentrismo

nos niegan un futuro otro.

 

8.

La sustancia genética del planeta

es el principio y el fin, el origen

y el término, el sujeto y el objeto

de la ética ambiental. La ética ambiental

del futuro no puede ser sino genocéntrica.

 

9.

Nostalgia de futuro,

de un futuro otro,

de un futuro post-humano.

Incluso nuestros relatos de ciencia

ficción (donde abundan las distopias)

están lastrados por el pasado neolítico,

por tópicos religiosos, políticos o filosóficos

del pasado antropocéntrico. Proyectamos

al futuro nuestro pasado o nuestro presente.

En nuestro presente se amontonan todas

las tradiciones del pasado de una forma

caótica y extemporánea.

 

*****

 

Saludos,

Manu