Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

viernes, 11 de febrero de 2022

253) Genogramas LXXV

 

Genogramas LXXV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (11/02/22).

 

                                                                  *****

 

1.

Un discurso que despierte a la vida

en nosotros. Un discurso genocéntrico.

Que nos hable como vida, desde la vida,

y dirigido a la vida que somos.

 

Más allá del hombre.

 

Un discurso anti-humano, por así decir;

que viene a destruir al ‘hombre’, toda traza

de antropocentrismo en nosotros.

Una luz devastadora, purificadora.

 

2.

La ciega, la torpe, la necia

voluntad de poder.

 

Antropocentrismo

Neolítico

Nihilismo.

 

El hombre del neolítico

–antropocéntrico, codicioso

de bienes… lleno de hibris…

 

Pero no es el hombre sino

la misma vida la codiciosa,

la ciega… la intemperante…

 

3.

No son determinadas razas,

o determinados grupos

económico-sociales los que arruinan

la vida, sino la misma vida…

Es siempre la vida. Es vida contra vida.

 

La ciega ambición de dominio,

la codicia de oro y de poder…

No de tal o cual etnia, o de tal

o cual grupo económico… sino

de la misma vida.

 

Es la vida la que ha de dominarse,

o moderarse, o controlarse… a sí misma.

La que ha de poderse a sí misma.

 

4.

‘Yo’ era el objeto de mi búsqueda.

A mí mismo me encontré. ‘Yo’,

la sustancia genética, la sustancia

viviente única, soy el único/la única

que busca y encuentra.

 

5. 

Dejar al ‘hombre’ atrás –todo lo humano,

y especialmente el antropocentrismo

del neolítico histórico (los últimos

seis mil años). Sin ira ni rencor por el ‘fue’.

 

Las querellas, las disputas de los humanos

(las voluntades de poder encontradas):

étnicas, culturales, económicas, territoriales…

Los laberintos del neolítico. Las pesadillas.

Las cadenas. Liberarnos, desprendernos,

deshacernos… de lo humano; de esa vida

alienada. Que nada humano nos afecte.

 

Dejar atrás el periodo humano

de nuestro devenir sobre esta tierra.

Conciencia biológica, genética,

trans-específica… post-humana.

 

Renacer, retornar

a la vida, a lo Uno.

 

6.

El ‘hombre’ no tiene futuro.

El período antropocéntrico

(fenocéntrico) acabó.

El último (gran) pensador

del período es Heidegger.

Con este pensador se cierra

el ciclo. No más allá.


7.

Desde la perspectiva genocéntrica

todo cambia, el mundo es otro.

Tú eres otro. El lugar de la vida,

el lugar que nos estaba reservado.

 

Todo cambiará. El amor, la amistad…;

las relaciones con el entorno viviente

y no viviente; las ‘artes’…, el pensamiento…

Seremos otros, devendremos otros.

 

8. 

En virtud de la ‘reproducción’

nuestra sustancia viviente,

nuestra materia genética,

vuelve a la vida y a la luz

una y otra vez –con sentidos

siempre nuevos percibe

una y otra vez este

cosmos bienaventurado.

 

9.

Que calle el hombre.

Que hable la vida.

Que la vida tome la palabra;

que la vida ocupe su lugar.

 

10. 

La era técnica actual y su impacto

en el planeta corona el periodo

de prácticas depredadoras

que inaugura el neolítico.

 

Vivimos la última fase del pensar

y del hacer antropocéntricos.

 

11. 

El conocimiento de la sustancia

genética, de la sustancia viviente única.

Este conocimiento, que es saber cierto

que concierne a nuestro ser, arruina

todo antropocentrismo, lo aniquila;

lo convierte en cosa del pasado.

Esta luz inaugura un nuevo período,

una nueva fase en nuestro devenir.

El ‘hombre’, la criatura, los somas,

los fenotipos… se esfuman, desaparecen

con este conocimiento, con este saber,

con esta oportuna revelación (en el último

instante, en el instante más necesitado).

 

Este saber cierto nos viene en el período

o fase más desquiciado de nuestro devenir,

el periodo en el que nuestras actividades

en este planeta (nuestro hogar) están

acabando incluso con las condiciones

de existencia de la misma vida (no está

en peligro la especie o la civilización

humana (como podemos leer incluso

en manuales de ecología), sino toda vida).

El comportamiento codicioso y aniquilador

que lleva a cabo la vida cegada por la criatura

‘humana’, en nombre del ‘hombre’

y de ‘sus’ necesidades…

 

12. 

Los hombres de hoy son los últimos

hombres –las últimas generaciones

antropocéntricas. Estas últimas

generaciones coexisten con las primeras

generaciones del periodo genocéntrico.

Vivimos tiempos de transición.

 

Las cuitas, las querellas, las polémicas

humanas: étnicas, culturales, políticas,

territoriales, económicas… Todo lo que

nos retiene en el período antropocéntrico

de nuestro devenir. La inercia cultural.

Los hábitos milenarios marcan, condicionan,

determinan nuestros actos, obligan…

Los ‘mundos’ en los que vivimos, aún.

 

Los fantasmas, las sombras del pasado

(antropocéntrico) aparecen una y otra vez.

No acaban de desaparecer. La tenebrosa

luz que ilumina nuestros actos.

La recaída en las cosas humanas…

 

Librarnos, desprendernos, purgarnos

de lo ‘humano’, es lo primero.

Una purificación. Una renovación.

 

13. 

‘Pleonexia’. La codicia insaciable

de oro y de poder… El insaciable querer

ser más y más… La ciega voluntad de poder.

 

La vida padece pleonexia –cierta vida.

La vida prendida en lo humano;

la vida alienada.

 

La vida se extraña de sí y vive

por y para sus criaturas –sus somas,

sus fenotipos… sus creaciones.

Se ignora, no sabe de sí.

 

La vida liberada y centrada en sí,

La vida renacida, purificada.

 

La fuerza del ‘hombre’; la fuerza del fetiche.

El ‘hombre’ (los diversos ‘hombres’,

los diversos ‘humanismos’, las diversas

‘humanidades’) retiene, confunde, ciega…

desvía a la vida de sí.

 

*****

 

Saludos,

Manu

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