Genogramas
LXXV.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (11/02/22).
*****
1.
Un discurso que despierte a la vida
en nosotros. Un discurso genocéntrico.
Que nos hable como vida, desde la vida,
y dirigido a la vida que somos.
Más allá del hombre.
Un discurso anti-humano, por así decir;
que viene a destruir al ‘hombre’, toda traza
de antropocentrismo en nosotros.
Una luz devastadora, purificadora.
2.
La ciega, la torpe, la necia
voluntad de poder.
Antropocentrismo
Neolítico
Nihilismo.
El hombre del neolítico
–antropocéntrico, codicioso
de bienes… lleno de hibris…
Pero no es el hombre sino
la misma vida la codiciosa,
la ciega… la intemperante…
3.
No son determinadas razas,
o determinados grupos
económico-sociales los que arruinan
la vida, sino la misma vida…
Es siempre la vida. Es vida contra vida.
La ciega ambición de dominio,
la codicia de oro y de poder…
No de tal o cual etnia, o de tal
o cual grupo económico… sino
de la misma vida.
Es la vida la que ha de dominarse,
o moderarse, o controlarse… a sí misma.
La que ha de poderse a sí misma.
4.
‘Yo’ era el objeto de mi búsqueda.
A mí mismo me encontré. ‘Yo’,
la sustancia genética, la sustancia
viviente única, soy el único/la única
que busca y encuentra.
5.
Dejar al ‘hombre’ atrás –todo lo humano,
y especialmente el antropocentrismo
del neolítico histórico (los últimos
seis mil años). Sin ira ni rencor por el ‘fue’.
Las querellas, las disputas de los humanos
(las voluntades de poder encontradas):
étnicas, culturales, económicas, territoriales…
Los laberintos del neolítico. Las pesadillas.
Las cadenas. Liberarnos, desprendernos,
deshacernos… de lo humano; de esa vida
alienada. Que nada humano nos afecte.
Dejar atrás el periodo humano
de nuestro devenir sobre esta tierra.
Conciencia biológica, genética,
trans-específica… post-humana.
Renacer, retornar
a la vida, a lo Uno.
6.
El ‘hombre’ no tiene futuro.
El período antropocéntrico
(fenocéntrico) acabó.
El último (gran) pensador
del período es Heidegger.
Con este pensador se cierra
el ciclo. No más allá.
7.
Desde la perspectiva genocéntrica
todo cambia, el mundo es otro.
Tú eres otro. El lugar de la vida,
el lugar que nos estaba reservado.
Todo cambiará. El amor, la amistad…;
las relaciones con el entorno viviente
y no viviente; las ‘artes’…, el pensamiento…
Seremos otros, devendremos otros.
8.
En virtud de la ‘reproducción’
nuestra sustancia viviente,
nuestra materia genética,
vuelve a la vida y a la luz
una y otra vez –con sentidos
siempre nuevos percibe
una y otra vez este
cosmos bienaventurado.
9.
Que calle el hombre.
Que hable la vida.
Que la vida tome la palabra;
que la vida ocupe su lugar.
10.
La era técnica actual y su impacto
en el planeta corona el periodo
de prácticas depredadoras
que inaugura el neolítico.
Vivimos la última fase del pensar
y del hacer antropocéntricos.
11.
El conocimiento de la sustancia
genética, de la sustancia viviente única.
Este conocimiento, que es saber cierto
que concierne a nuestro ser, arruina
todo antropocentrismo, lo aniquila;
lo convierte en cosa del pasado.
Esta luz inaugura un nuevo período,
una nueva fase en nuestro devenir.
El ‘hombre’, la criatura, los somas,
los fenotipos… se esfuman, desaparecen
con este conocimiento, con este saber,
con esta oportuna revelación (en el último
instante, en el instante más necesitado).
Este saber cierto nos viene en el período
o fase más desquiciado de nuestro devenir,
el periodo en el que nuestras actividades
en este planeta (nuestro hogar) están
acabando incluso con las condiciones
de existencia de la misma vida (no está
en peligro la especie o la civilización
humana (como podemos leer incluso
en manuales de ecología), sino toda vida).
El comportamiento codicioso y aniquilador
que lleva a cabo la vida cegada por la criatura
‘humana’, en nombre del ‘hombre’
y de ‘sus’ necesidades…
12.
Los hombres de hoy son los últimos
hombres –las últimas generaciones
antropocéntricas. Estas últimas
generaciones coexisten con las primeras
generaciones del periodo genocéntrico.
Vivimos tiempos de transición.
Las cuitas, las querellas, las polémicas
humanas: étnicas, culturales, políticas,
territoriales, económicas… Todo lo que
nos retiene en el período antropocéntrico
de nuestro devenir. La inercia cultural.
Los hábitos milenarios marcan, condicionan,
determinan nuestros actos, obligan…
Los ‘mundos’ en los que vivimos, aún.
Los fantasmas, las sombras del pasado
(antropocéntrico) aparecen una y otra vez.
No acaban de desaparecer. La tenebrosa
luz
que ilumina nuestros actos.
La recaída en las cosas humanas…
Librarnos, desprendernos, purgarnos
de lo ‘humano’, es lo primero.
Una purificación. Una renovación.
13.
‘Pleonexia’. La codicia insaciable
de oro y de poder… El insaciable querer
ser más y más… La ciega voluntad de poder.
La vida padece pleonexia –cierta vida.
La vida prendida en lo humano;
la vida alienada.
La vida se extraña de sí y vive
por y para sus criaturas –sus somas,
sus fenotipos… sus creaciones.
Se ignora, no sabe de sí.
La vida liberada y centrada en sí,
La vida renacida, purificada.
La fuerza del ‘hombre’; la fuerza del fetiche.
El ‘hombre’ (los diversos ‘hombres’,
los diversos ‘humanismos’, las diversas
‘humanidades’) retiene, confunde, ciega…
desvía a la vida de sí.
*****
Saludos,
Manu
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