Genogramas
CIII.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (10/04/23).
*****
1.
El
dualismo de Dawkins en el cual el sujeto
consciente,
parlante, simbólico se opone
a las
demandas o pulsiones de los ‘genes egoístas’
parece
tomado de Platón, Schopenhauer
o von
Hartmann (la conciencia emancipada…
“capaz de liberarse de la esclavitud que
le imponen los afectos e intereses de
la voluntad”
y “en esa emancipación descansa la
salvación
del mundo”). La ‘liberación’ o
‘salvación’
consiste
para Schopenhauer (y von Hartmann),
justamente,
en la ‘autonegación’, en negar (extirpar)
nuestra
identidad esencial, nuestra ‘voluntad’
(que
compartimos con todos los seres).
La
‘voluntad’ para Schopenhauer es mala,
es el
mal, es egoísta… es una voluntad
‘que
no debería ser’. Nietzsche ya dio buena
cuenta
de este nihilismo que ha logrado
infiltrarse
en las ciencias de la vida.
La autonomía del ser simbólico con respecto
a su ser natural. De esto se trata en las ‘éticas’
del neolítico (la platónica, la judeo-cristiana…
el budismo, el hinduismo, Schopenhauer…
von Hartmann… Freud… Dawkins). Esa
‘ilusión’. Negar la voluntad o negar nuestra
dotación genética es negar el ser único
que somos –renunciar a la vida que somos.
El carácter patológico de la voluntad
(la ‘vida’) que se niega a sí misma.
La vida/voluntad que a sí misma
se aniquila –la autolisis. El triunfo
de la muerte, del nihilismo, de la nada.
2.
“El escepticismo y el relativismo disolventes
y desintegradores…”
de Kant (Nietzsche,
Schopenhauer como educador) tiene más
que ver con el ‘desencantamiento del mundo’
que el racionalismo técnico capitalista del que
nos habla Weber. Podemos verlo en la literatura
rusa del XIX desde Lérmontov, Gógol, Dostoyevski
y otros (su escepticismo y su pesimismo, su
‘nihilismo’
de raíces filosóficas). No sólo la filosofía (Kant),
desde Copérnico…Newton… y tanto más desde
Darwin, el ‘mundo’ en el que vivíamos quedó
herido de muerte. Las ciencias físicas y
cosmológicas
y las nuevas ciencias de la vida no sólo nos
desencantaron o desengañaron de los mundos
antiguos, neolíticos, sino que nos proporcionaron
un mundo nuevo, un mundo renovado. No hay
nada, pues, que lamentar. Sin embargo, los teóricos
e intelectuales
siguen publicando libros acerca
del nihilismo de nuestro tiempo. La ceguera
o encantamiento de estos ‘pensadores’ consiste
en no advertir que al tiempo que se desmoronaban
los viejos mundos un nuevo mundo estaba emergiendo.
Por lo demás, no es el mundo/cultura el desencantado
sino nosotros los desencantados, los liberados del
hechizo.
¿No éramos acaso víctimas de una suerte de hechizo,
de encantamiento; de una fábula, de un cuento,
de un sinsentido… de un ‘mundo/cultura’ tramposo
y mixtificador? No olvidemos los encantamientos
o hechizos colectivos de carácter religioso o
político
que ponen a los individuos en manos de la ambición
de poder de sacerdotes y políticos –en las
‘culturas/mundos’
judeo-cristianas, en la islámica, en la comunista,
en las nacionalistas… ¿Por qué no en buena hora
desencantados/desengañados?
3.
Inercia, pereza, cobardía…
indiferencia…
ignorancia… Los últimos hombres.
Y ya,
a última hora, viviendo vidas
virtuales
en el universo ‘meta’; viviendo
en las ‘nubes’.
No lejos ni fuera, por cierto,
sino dentro,
muy dentro del nihilismo del
neolítico
(la huida hacia lo ‘alto’, hacia
el ‘otro’ mundo).
El último avatar, quizás, de los
‘mundos’
del neolítico –ese universo
‘meta’ (más allá…)
de última hora. Triunfo, una vez
más, de la cultura
sobre la naturaleza; del ‘orbe
simbólico’...
Nos alejamos, una vez más, de
nosotros
mismos; volvemos a perdernos de
vista.
4.
El universo ‘meta’, la última
distopía.
Los individuos humanos no tendrán
necesidad ni de moverse, ni de
interaccionar
físicamente entre ellos. Vida
social virtual,
actividades sociales virtuales…
viajes virtuales…
aprendizajes virtuales… amistades
y amores
virtuales (charlas y coloquios
virtuales;
relaciones sexuales virtuales)… y
podemos
suponer incluso trabajos
virtuales (en la medida
en que se informaticen todas
nuestras máquinas
y útiles de trabajo). Los individuos
podrán vivir
sus vidas virtuales tumbados
tranquilamente
en sus camas o en sus sofás, sin
salir de casa.
No necesitamos nuestros sentidos,
¿para qué
la vista, el oído, el tacto…? Nos
basta con nuestra
imaginación. Vidas virtuales,
imaginarias. Nunca
más lejos de la naturaleza, de la
vida, de lo real…
Los promotores y proyectistas de
ese futuro
soñado, de ese universo más allá,
de ese mundo
otro, nos lo venden como si fuera
una especie
de ‘paraíso’ (una ‘utopía’), pero
a lo más que
se aproxima es al universo
‘matrix’, aquella
distópica fantasía que todos
conocemos.
Convertirán nuestras vidas en una
muerte en vida;
viviremos en estados de
semi-somnolencia,
aletargados. Se busca la muerte,
se podría decir.
Vida mínima. Como en el más aquilatado
nihilismo. ¿La última distopía
del neolítico?
¿Quién puede querer ese futuro?
¿Por qué ese futuro?
Los usuarios, los seguidores de
estos ‘soñadores’,
los creyentes, los fieles… Nunca
más pequeños,
más ridículos, más superfluos…
Reducidos a casi nada.
Avatares del nihilismo. Los
universos ‘meta’ de origen
indoeuropeo y semita,
particularmente, porque son estos
los que se han universalizado o
globalizado.
En cualquier caso, no es tan nuevo el asunto
como nos lo pintan, no olvidemos
que los humanos
llevamos miles de años viviendo
en mundos virtuales,
en ‘metaversos’ locales,
regionales, nacionales, étnicos,
religiosos, políticos… en
burbujas exclusivas y excluyentes…
5.
El nihilismo sobrevenido… La
ruina
de los mundos antiguos… El
período
de transición cultural que
vivimos
desde hace más de cien años… La
necesidad
de elaborar nuevas culturas,
nuevos mundos…
6.
La tarea ahora es la creación de una nueva
cultura, de un nuevo ‘mundo’. Una nueva
cultura/mundo que en buena medida
ya poseemos. Las bases biocéntricas,
genocéntricas de la nueva cultura/mundo,
los nuevos fundamentos –post-neolíticos,
post-nihilistas, post-humanos… Es hora
de establecer nuevas condiciones de existencia.
7.
En la
película “Ghost in the Shell” (2017), subtitulada
en la
versión española “El alma de la máquina”
(pero que
mejor podríamos traducir como “el
fantasma
o el
espíritu en la cáscara, vaina, o revestimiento”),
el
fantasma o espíritu no es la sustancia genética
sino el
ser simbólico, con su nombre y apellidos,
con su
personalidad social, sus recuerdos y demás,
justamente
la cáscara o el revestimiento temporal
y local
del ser genético (el ser primordial).
Es un tema
recurrente en relatos de ciencia ficción
y otros
(la pregunta por el ‘quién soy’):
el
‘protagonista’ va en busca de una identidad
olvidada o
perdida, pero que, una vez recuperada,
resulta
ser otra identidad social, otro ‘rol’ social
(otro
nombre y otros apellidos, otra profesión
y todo lo
demás). Seguimos en el neolítico.
8.
“...El hombre (la criatura)
sigue prendido/prendado
en su
imagen. Se sigue teniendo como el vértice
de la
evolución. Y ahora se complace con la decadente,
mórbida,
pálida imagen de su fin; se complace
en la
muerte.” Estas palabras mías (escritas en 2017),
pueden
valer como comentario de la película
‘Melancholia’,
de Lars von Trier (2011).
9.
Los laberintos
del neolítico
y sus
‘minotauros’
*****
Saludos,
Manu
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