La batalla de
Europa. Tragedia arya.
Manu Rodríguez.
Desde Europa (06/02/13).
*
*Un porcentaje muy elevado de nuestra población es alóctona,
extranjera. Podemos considerarlos, en la situación actual, como enemigos.
Suponen una amenaza y un peligro para nosotros. Concurren, compiten con los
autóctonos en lo económico, en lo territorial, en lo cultural… Nuestro
ancestral espacio vital está siendo ocupado. Vivimos una ocupación; una
ocupación múltiple que está desvirtuando y alterando a pasos agigantados
nuestra faz, la faz de las naciones blancas. Estamos muriendo, estamos dejando
de ser. La Europa blanca decae, desfallece, muere. La milenaria Europa.
¿Es el fin lo
que saboreamos; el fin nuestro?
La emigración blanca cesó hace años
–la emigración blanca que dio lugar a Australia, Nueva Zelanda,
EE.UU., Canadá, Argentina, Uruguay, Chile… Ahora los flujos migratorios parten
de Asia, África, y América del centro y del sur hacia los países del Occidente
Blanco. Chinos, musulmanes asiáticos y norte-africanos, negros subsaharianos
(en gran parte islamizados), los sempiternos judíos, indígenas americanos…
circulan ya por centenares, miles o millones por nuestras tierras. Los
musulmanes son, con diferencia, el grupo más numeroso, y el más peligroso.
En estos grupos encontramos diferentes
estrategias y diferentes niveles de interacción. Hay algunos que pasan
desapercibidos en los países de acogida y no intervienen en su vida política o
cultural limitándose a explotar económicamente el medio (las comunidades chinas
en Europa, por ejemplo). Hay otros que modifican o buscan modificar la
sustancia de una determinada cultura
para hacerla más favorable a sus propios intereses, esto es, transformar la
sociedad anfitriona (semitas: judíos, cristianos, y musulmanes).
Las estrategias además difieren según
las características de los entornos anfitriones y según los grupos huéspedes.
En China, por ejemplo, los judíos no podrían usar las estrategias, usadas en
Europa y en el Occidente Blanco con éxito desde la cristianización, de la
crítica radical de su cultura y la desmoralización de su población (la
destrucción de su entero mundo, vale decir). Los chinos son inmunes a tales estrategias
(dado el fuerte nexo que estos pueblos tienen con su cultura, con su gente, y
con sus antepasados).
Los musulmanes usan tanto la estrategia
fría (crítica, desmoralización…), como la caliente (amenazas, intimidación,
violencia, muerte).
El momento actual hay que verlo desde
la sociobiología, como una lucha entre razas y culturas, entre grupos étnicos y
culturales bien diferenciados (blancos, semitas, chinos… y sus respectivas
culturas). Ahora es Europa y el Occidente Blanco la tierra de conquista.
Nosotros, los
pueblos blancos, para nuestra desgracia, carecemos de cualquier estrategia
evolutiva de grupo. Nuestro individualismo nos lo impide. Un individualismo que
no se encuentra y que ni siquiera se permite entre judíos y musulmanes.
No nos recuperaremos
–no renaceremos– sino como pueblo.
*Entre los promotores y mayores exponentes del
multiculturalismo y los flujos migratorios hacia el Occidente Blanco se
encuentran los judíos. Se arriesgan con la numerosa población musulmana,
profundamente anti-judía, que circula ya por nuestras tierras europeas y que el
multiculturalismo que ellos con tanto celo predican (fuera de Israel) nos ha
traído. Pero incluso a pesar de los últimos incidentes y atentados contra
judíos llevados a cabo por musulmanes en nuestras tierras (el último, horrible,
en Francia), los judíos siguen firmando acuerdos con los musulmanes, en la
misma Francia, y promoviendo juntos la inmigración y el multiculturalismo (no
en sus tierras, por supuesto) en su ‘lucha’ común contra el racismo, la
segregación y todo lo demás. (En este contexto la lucha contra el racismo es,
simplemente, la lucha contra los autóctonos blancos.) Ciertamente no hablan ni se comportan como europeos sino como
judíos y como musulmanes. No miran sino por los intereses de la nación judía o
la nación musulmana.
Exceptuando a los simpatizantes y a los conversos, los
predicadores de la sociedad multicultural y multirracial son fundamentalmente
judíos y musulmanes asiáticos y africanos, esto es, no europeos, extranjeros.
La oposición de algunos judíos (Spencer, Pipes,
Horowitz…) al avance del islam en nuestras tierras no les hace oponerse al multiculturalismo y a
la emigración. Es obvio que no se oponen a tal avance velando por los intereses
de los países anfitriones, sino por los suyos propios (peligran sus vidas y el
asunto, con los musulmanes, podría írseles completamente de las manos). Pese a
estos inconvenientes, o imprevistos, el programa continúa. El fin primordial es
el reducir la presencia blanca en sus mismas tierras, el convertirlos en un
grupo minoritario más. En su propia casa. Es cuestión de generaciones, de unas
pocas generaciones. En su momento no tendremos fuerza, nos veremos avasallados
por todos lados.
En lo que concierne al modo de hacer
frente (ideológicamente) al peligro islámico, a la numerosa e inquietante
población musulmana extranjera –legal e ilegal– residente en Europa, hay que decir
que no es nada recomendable oponer el mundo laico, republicano o demócrata
(libertad de expresión, igualdad…), al mundo teocrático musulmán. Esto
convierte el enfrentamiento en una clásica y legítima lucha ideológica por el
poder; como una lucha entre iguales, y no es el caso. Pues el terreno donde se
juega, y que nos jugamos, es nuestra casa, nuestro hogar, y, ni nuestra casa
está en juego, ni vamos a discutir o a enfrentar las normas de la casa con
estos intrusos, con estos huéspedes indeseados e indeseables de última hora.
Nosotros no luchamos como laicos o demócratas contra el totalitarismo
teocrático (clerocrático) musulmán. Luchamos como europeos por la liberación y
por la expulsión de nuestras tierras de los invasores. No es una respuesta
laica lo que necesitamos sino una respuesta europea, simplemente. Es Europa, la
Europa ancestral y autóctona, la Europa nuestra, la que se revuelve y defiende
de los intrusos e invasores que amenazan con destruirla, eso es todo.
*La cuestión de la Europa actual (su
desfiguración, la destrucción de su homogeneidad étnica y cultural milenaria)
es algo que ciertamente debería preocupar,
y mucho, a todos los europeos. Importa comprender el cómo se ha llegado
a esta situación, el cómo hemos consentido en ello, el cómo hemos permitido que
esto sucediera en nuestras propias tierras (razones ideológicas, culturales;
determinadas ideas, ciertos discursos…); qué atmósfera ideológica ha dado lugar
a esto.
Advertir las ideologías o los discursos que lo
han hecho posible; buscar su origen –de dónde proceden. Las ideologías son
básicamente judías, o judeo-mesiánicas (viejas o nuevas). El cosmopolitismo, el
universalismo, el altruismo, la hospitalidad...
Ésta ‘utopía’ que nos predican –‘pacifismo’,
‘humanismo’, ‘tolerancia’…– (esta vieja y nueva fe), se complementa con la
crítica destructiva y desmoralizadora ya citada. Son teorías o discursos que
operan en nuestras tierras, en nuestra cultura, en nuestras tradiciones; no son
meras críticas teóricas dirigidas a la cultura en general, son críticas
destructivas dirigidas principalmente hacia la cultura europea (y Occidental)
–desde Marx a Derrida. Son textos pensados para destruirnos.
*La estrategia básica, en los momentos presentes, de
estos que quieren nuestro mal, se basa, pues, en nuestra desmoralización. Ya
tenemos nuestra ‘leyenda negra’ incluso. Tal
‘leyenda negra’ se extrae de la conquista de América, del periodo
colonial africano y asiático o, cómo no, del anti-semitismo nazi y el holocausto.
Estos son algunos de los estigmas que modelan nuestra imagen a ojos del
enemigo. Y ésta es la imagen que nos venden a nosotros mismos, la imagen que de
nosotros mismos quieren que tengamos. La única imagen, por lo demás. Es la intención táctica del enemigo el que
nosotros lleguemos a adoptar esa exclusiva imagen nuestra. Es la imagen odiosa
orwelliana. Está claro que quieren que nos odiemos.
Enfermarnos, debilitarnos; restarnos fuerza, poder. La
ofensiva ideológica; la guerra fría.
Es la estrategia del débil frente al fuerte y bien
posicionado; ante el superior. Es un ataque moral, psicológico, frio. Derribar
nuestros muros; privarnos de coraje moral, de firmeza, de derecho, de
legitimidad. Impedir la auto-defensa misma. Quieren hacernos sentir culpables;
que nosotros mismos nos auto-inculpemos.
Son discursos que
promueven la auto-inculpación, el auto-desprecio, la auto-punición, la
auto-destrucción; el suicidio cultural de nuestro pueblo, la auto-extinción
incluso de nuestra raza única. La autolisis de los pueblos blancos, su desaparición.
¿Queremos,
acaso, desaparecer como pueblos? ¿Queremos desaparecer los pueblos europeos?
¿Cómo es que nuestra gente secunda tales consignas? Esos discursos envenenados
nos matan culturalmente, espiritualmente, simbólicamente. Nuestro ser simbólico
ancestral desaparece –la memoria colectiva que somos de nuestro pueblo; los
fragmentos de memoria colectiva que somos. Como si nunca hubiésemos sido.
*Si los pueblos
cristianizados e islamizados volvieran a sus orígenes pre-cristianos y
pre-islámicos –volvieran a su ser simbólico (cultural) originario, ¿qué
quedaría de los judíos? ¿No podría ser éste un camino para acabar con la
presencia metafísica, podríamos decir, del judaísmo, o de lo judío, en la casi
totalidad del planeta? Desprendernos, deshacernos de la influencia judía en
nosotros, purificarnos, recuperar las raíces de nuestro ser. Volverían a quedar
aislados, como al principio, como en su principio. Las secuelas del judaísmo
–el cristianismo y el islamismo–, han perjudicado a la casi totalidad de los
pueblos del planeta. La alienación cultural del planeta es casi total. La
destrucción de las huellas que hasta
nosotros conduce hace ese retorno que digo muy difícil, y en algunos casos casi
imposible.
De no ser por el
‘éxito’ del judeo-mesianismo y el posterior islamismo, los judíos y su mundo
serían poco menos que desconocidos.
Nos retienen en
un pasado que no es el nuestro. El pasado judío o musulmán se generalizan, se
universalizan. El pasado de los pueblos desaparece. Los pueblos son
desarraigados y trasplantados; son obligados a dar frutos en tierra ajena (la
tierra sagrada de los judíos o de los musulmanes) –frutos judeo-mesiánicos o
musulmanes.
En Europa se nos impuso el dios judío como dios único,
que sustituyó al dios principal nuestro (Zeus-Júpiter), esto es, usurpó su
lugar. Este dios único de los judíos venía con su hijo único (el
judeo-mesianismo); entre ambos expulsaron a los dioses jóvenes, los hijos de
Zeus y Hera-Europa. Dioses, héroes, y sabios nuestros desaparecieron. Nuestra
misma historia desapareció. El lugar donde nos veíamos y nos encontrábamos,
nuestros cielos, fueron destruidos, encubiertos, o prohibidos.
Usurparon nuestro destino. Se introdujeron en nuestras
vidas y nos impusieron su discurso. Esta trinidad, este monstruoso tricéfalo.
Nos han usado como vehículo, como transporte, para difundir su discurso, su
locura, su veneno, por todo el planeta. Éste ha sido nuestro papel, nuestro rol
en esta historia.
La mayor parte
de los europeos ignoran o no tienen en cuenta sus orígenes. Afortunadamente
algunos filósofos y los estudiosos de
los temas indoeuropeos han permanecido fieles a este inapreciable tesoro; sólo
unos pocos filósofos y filólogos. Serán ellos, sin duda, los que refresquen la
memoria de nuestros pueblos. Pero hay otros pueblos que carecen de estas
tradiciones filosóficas y filológicas, y que apenas podrán allegarse a sus
orígenes, ¿qué será de ellos?
El daño que han
causado a los pueblos las tradiciones judía, cristiana, y musulmana es, en
muchos casos, irreparable. Separar a multitud de pueblos de sus orígenes, de su
ser ancestral y autóctono; destruir incluso tales orígenes (algo sagrado). ¿Pagarán
algún día por ello?
Eliminar a una raza o a una cultura es un
crimen, es el crimen más horrendo que se pueda cometer. Atentar contra el árbol
de los pueblos y culturas del mundo es atentar contra el árbol de la vida –el
árbol más puro. Pues bien, las tradiciones judías, cristianas y musulmanas (semitas) son las que tienen en su
haber el mayor número de estos crímenes; son los que cuentan con el mayor
número de extinciones a sus espaldas. Desde sus orígenes. Ése es, y será, su
legado. Así quedarán en la memoria de los pueblos, como los mayores
etnocidas de la historia de la
humanidad.
Podemos hablar
también del acusado antropocentrismo, y etnocentrismo, de tales ideologías,
además de su androcentrismo (machismo), de su genuina falocracia y de su
genuina misoginia (basta leer los textos bíblicos o coránicos).
En suma, las
acusaciones que se les hacen a los pueblos blancos (y sus culturas) desde el
grupo judío o musulmán: imperialistas, explotadores, ‘falocéntricos’,
alienantes, etnocéntricos, ‘racistas’… podrían ser dirigidas hacia estos con
tanta más justicia, esto es, con tanta más verdad.
*Hace dos mil años que padecemos en Europa la ofensiva
semita. Primero judeo-mesiánica, y posteriormente musulmana. Quieren
destruirnos como raza, como pueblo, como cultura otra, independiente de sus
raíces –una cultura ajena y superior, hay que decirlo.
Estas tradiciones han arruinado nuestras vidas y han terminado envolviéndonos
en sus delirantes y criminales querellas.
Contra el judaísmo, el cristianismo, y el islamismo,
pues. Contra las tres imposturas.
Debemos usar el término semita para estas ideologías
emparentadas. Nuestro anti-semitismo debe comprehender, pues, la impostura
judía, la cristiana, y la musulmana.
No hay aún en Europa y la Magna Europa estos blogs
anti-semitas que digo; ni discurso alguno que vaya directa y conjuntamente contra estas tres ideologías. Los blogs o
webs anti-judíos o anti-islamistas que
circulan me entristecen y deprimen por completo. No cuentan más que derrotas.
No hay victorias, no hay alegrías. Son crónicas de una guerra que se pierde. Se
cede una y otra vez, se retrocede; se pierde territorio, se pierde identidad.
El enemigo de nuestro ser avanza implacable, y fatal. Tengo la sensación de que
ya estamos vencidos, que vivimos de prestado. Un poco más, unas pocas
generaciones, y habremos desaparecido, o poco menos, de nuestra tierra madre. Impotencia,
desesperación, rabia, desconsuelo. Y no contamos más que con una mínima
resistencia sin apenas repercusiones sociales.
*Hemos perdido
el hábito de la guerra, y la virtud de detectar al enemigo –aquel que procura nuestro
mal. Alertas, despiertos, atentos, prestos, incansables –inabordables,
inaccesibles, invencibles. Así hemos de ser para los enemigos.
Esta vez nos jugamos cielo y tierra. Esta vez nos lo
jugamos todo: nuestra tierra milenaria, y nuestro pasado, nuestro presente, y
nuestro futuro.
Nosotros los blancos necesitamos nuestra propia
estrategia evolutiva. Cómo conservar, de momento, lo conseguido; cómo
conservarnos. Cómo perpetuarnos. Cómo seguir siendo. Estrategias de
supervivencia y de dominio a nuestra
medida; adaptadas a nuestras circunstancias y a nuestro ser. Estricta
endogamia, por ejemplo, e incrementar la tasa de nacimientos. Educación
proactiva, y no reactiva (la mera defensa); que tengamos nosotros la iniciativa
en esta lucha, en esta guerra. No más derrotas.
Primero tenemos que ser conscientes de nuestra
singularidad. Somos únicos (como los semitas son únicos, como los japoneses son
únicos, como los san, los masai, o los inuit…). Hemos de preservar, de cuidar,
de llevar adelante esta singularidad que somos, esta singularidad nuestra. Es
legítimo, es bueno para nosotros, nos proyecta hacia el futuro. Nos une la raza
y las culturas mutuamente compartidas. Todos somos griegos, y romanos, y
germanos, y eslavos…
Recuperemos el hilo propio, retomemos el testigo aquí
mismo abandonado. Situémonos en el origen. Comencemos de nuevo. Renazcamos. No
hay otra salida.
*
Hasta la próxima,
Manu
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