Sólo para
nuestros oídos.
Manu Rodríguez.
Desde Europa (15/07/13)
*
*La lucha étnica y cultural de
los pueblos no enmascara una lucha de clases económica como algunos postulan,
bien al contrario, la aplicación del filtro economicista oculta, deliberada o
indeliberadamente, la radical naturaleza étnica y cultural de los conflictos humanos
(la naturaleza biocultural, evolutiva, conflictiva… de los acontecimientos
históricos –los ‘choques’ de pueblos
(razas) y culturas.
La importancia del nazismo
reside en que supuso el nacimiento de la conciencia arya, y de la primera
nación arya sobre la tierra, y no tanto en su ideología económica y
socio-política (su ‘socialismo’). Tal ideología fue el vehículo histórico (el
catalizador) que usó la conciencia arya germana para reconocerse, para afirmarse,
para llegar a ser. Se podría, quizás, haber alcanzado los mismos objetivos con
otras consignas ideológicas. La fórmula económico-política es de importancia
secundaria ante la cuestión etno-cultural –ésta es la primordial, la esencial, la
existencial incluso (los pueblos y sus ancestrales culturas se juegan en cada
momento el ser, el seguir siendo).
El nazismo económico-político
no es algo específicamente arya, no es un discurso étnico que concierna a los
pueblos blancos, o con el que los pueblos blancos tengan necesariamente que
identificarse. Aún diría que nos es extraño. Sus fundamentos
filosófico-políticos (su lenguaje) están demasiado cerca del judeo-bolchevismo.
El lenguaje de la lucha social
es perfectamente extrapolable a otras naciones o pueblos –los movimientos y las
revoluciones nacionalistas y socialistas del siglo pasado contra el
colonialismo europeo, o el imperialismo USA, por ejemplo. Recuerdo a los
lectores españoles el ‘socialismo nacional’ de la ‘izquierda’ independentista
vasca.
También sucede que desde las
propias filas ‘fascistas’ se politiza (a la manera marxista) el
nacionalsocialismo. Se le priva de su discurso racial (demasiado fuerte según
algunos); se le convierte en una cuestión económico-política, en una lucha no
de pueblos, sino social (se lucha por un orden social ‘justo’) –los oligarcas y
el pueblo o la masa; los pobres y los ricos. En este uso importa ya bien poco
quién sea el oligarca, el opresor, o quién sea el oprimido (la identidad de los
actores). Estamos ante categorías universales (opresor-oprimido, rico-pobre,
amo-esclavo…) válidas para cualquier tiempo y lugar –más allá de pueblos,
razas, y culturas. Estamos en otro territorio, en otro discurso. El discurso étnico
ha desaparecido.
Si eliminas el contenido
racial del nacionalsocialismo éste se convierte en una ideología de izquierdas
más. Perdemos de vista la revolución étnica y cultural que supuso, y aún
supone.
Era justamente la cuestión
racial, arya, lo que distinguía al nacionalsocialismo germano de todos los
fascismos, de todos los nacionalismos, y de todos los socialismos de la época.
Son, precisamente, las
llamadas al pueblo arya (germano, en este caso) lo que importa en el entero
nacionalsocialismo; las palabras dirigidas al pueblo, a la raza, por los héroes
y líderes de aquella sublime experiencia. Sólo para nuestros oídos. Es el
contenido racial, étnico –el que no es
extrapolable o exportable; la mística étnica, la propia, la nuestra, la
intransferible. Éste es el único discurso que nos concierne de aquel período;
el único discurso propio podemos decir (pues el discurso socio-político era
prestado, ajeno). Y el único discurso verdaderamente revolucionario –para
nosotros como aryas, y no como meros ‘camaradas’ trabajadores. Son palabras
dirigidas a la gente arya de ayer, de hoy, y de mañana. Son palabras para la
eternidad.
El contenido racial y
cultural del nazismo es lo único innegociable, diría yo.
El pueblo arya no puede
hipotecar su futuro por cualquier ideología económico-política. No podemos
detenernos aquí. No es esta la meta, no es este el camino. El camino del pueblo
arya, que es también su futuro, y su destino, está pavimentado de eternidad
desde su inicio; su meta está siempre más allá.
*Hoy, para mí,
nuestros problemas ya no son europeos o norteamericanos, o canadienses… Sino
aryas, indoeuropeos, o blancos. Mi pensamiento se ha vuelto arya o blanco.
El pueblo arya,
la nación arya; la nación blanca. Aquella que tuvo su nacimiento hace ochenta
años, en 1933. Ahora dispersa, negada, enmudecida, confundida, alienada,
estigmatizada, hundida. Cómo alertarla. Cómo conquistarla. Cómo unirla. Cómo
fortalecerla. Ya no pienso en los europeos cuando escribo, sino en el destino
de nuestro pueblo.
Una revolución
arya, una revolución blanca. Esto es lo próximo, esto es lo que viene. Hacer
posible este acontecimiento.
Ya tuvimos
nuestra aurora, ahora viene nuestro día.
*
Hasta la
próxima,
Manu
Completamente de acuerdo; y eso yo lo achaco en gran medida al cristianismo; desde la esfera del cristianismo, el universalismo, es complicado captar el verdadero trasfondo y contenido étnico o racial del nacionalsocialismo sin entrar en obvias contradicciones.
ResponderEliminarEl cristianismo en sí, aboga por el universalismo, el altruismo, amar al enemigo, al diferente, acoger al extranjero. Son axiomas que entran en contraposición con el contenido racial o étnico, que es el verdaderamente trascendental en el nacionalsocialismo.
Sin embargo, curiosamente, la mayoría de neonazis son católicos o al menos se consideran cristianos, que en cierta medida, esa "fe" más tarde o más temprano acaba entrado en colisión con su ideología. Pero ellos parecen no darse cuenta.
Y de hecho, me resulta difícil encontrar a una persona identificada con el nacionalsocialismo que no se defina como cristiano.
Y como piensan luchar contra el sistema con una herramienta del sistema, se neutralizan solos.
Por eso, considero principal y básico, desligarse primero de esa religión, pero para muchos es pedirles demasiado, quizá sean incapaces pues la tienen muy arraigada.
"Y de hecho, me resulta difícil encontrar a una persona identificada con el nacionalsocialismo que no se defina como cristiano."
ResponderEliminarJusto por lo que no quiero emigrar a España.