Genogramas
LXVIII.
Manu
Rodríguez. Desde Gaiia (25/10/21).
*****
1.
La vida
que se apercibe
de sí es
siempre una y la misma.
En la
ameba o en el humano.
2.
El
centro irradiador. El ‘yo’,
el
sujeto último en toda volición,
en toda
percepción y apercepción,
y en
toda actividad. La sustancia
genética
libre o enucleada;
la
sustancia viviente única.
3.
El paso
de la periferia al centro.
El
centro es el origen (ur-eigen),
es lo uno
primordial (ur-ein).
El lugar
de lo ‘uno’;
el lugar
de la vida.
4.
El ser
que puede mentir;
que
puede ser engañado.
La
mentira y el error traen
de suyo
la verdad y el acierto.
Entre la
mentira y la verdad,
entre lo
verdadero y lo falso,
entre la
apariencia y la realidad…
La
incertidumbre de la criatura
es la
incertidumbre del creador.
No hay
otra incertidumbre
que la
del creador.
5.
Es la
vida la que se expresa
en cada
una de las formas
vivas.
En el mundo microbiano,
en
insectos, en aves, en peces…
en
árboles y plantas de todo tipo…
Es la
vida la que canta,
muge,
brama… Son los sonidos,
olores,
y colores de la vida.
6.
Este
cielo, este aire, esta luz…
La
tierra, el suelo, el agua…
Todo
aquello que contribuye
a
nuestro ser. Nuestro ser
con el
agua y la luz…
La cuna,
el hogar, la casa…
la
morada.
Nos
fascina este entorno abiótico.
El
espíritu de maravilla no puede
venir
sino de la misma vida.
7.
Los
mundos biótico y abiótico
co-evolucionan
a una.
Mutuamente
se afectan.
La
temperatura o la atmosfera
no son
entes invariables y eternos.
La vida
interviene, contribuye…
transforma,
habilita el medio
abiótico.
Y a la inversa, los cambios
ambientales
sobrevenidos
afectan
a las formas vivientes.
El
aspecto, la faz de este
planeta
es obra de lo viviente
y de lo
no viviente. La interacción,
la
co-implicación… La obra común.
Respeto,
veneración.
Cuidado,
protección.
La vida
necesita cuidar,
proteger
su hogar.
Protegerlo
de sí misma,
en
primer lugar.
8.
Ser es
vivir, es pensar, es querer…
No hemos
de buscar más el ser nuestro.
Ahora es
el ser nuestro el que se interroga
acerca
de su ser y del ser de aquello
que no
es –el entorno abiótico.
El ser
de lo ente en su totalidad.
Nosotros
somos la materia
inteligente
y pensante en el cosmos.
Materia
viviente, y consciente de sí.
Tal
conciencia y tal saber eran nuestro
destino.
Esta autognosis, esta revelación.
Ahora
iniciamos una era infinita.
La era
de la vida.
9.
La
soledad de la vida en el cosmos.
No hay
otra soledad que la nuestra.
Es una
soledad y un abandono total,
radical,
absoluto. Islas vivientes
en el
cosmos. Distancias insalvables.
Eternamente
aislados.
10.
Lo Uno
que somos.
El
triunfo de lo Uno;
el
triunfo de la vida.
11.
Dioxenus/Dionexus.
El dos veces nacido.
Este
conocimiento nuevo, esta revelación,
supone
un renacimiento de la misma vida.
Ahora la
vida nace a sí misma.
Se
reconoce, se conoce, sabe de sí.
El
instante misterioso en el que la vida
se nos
revela; en el que la vida se revela
a sí
misma. Instante brillante, luminoso.
Inefable.
Súbito y fugaz. La revelación.
La
iluminación. Instante indeleble
–pese a
su inefabilidad. Como sol
que
nunca se pone permanece
en
nuestra memoria –en nuestro
mundo
interno de cada día.
12.
Los ojos
de la vida, el oído de la vida…
La vida
que mira y oye con los receptores
de su
cariotipo específico humano.
Que
habla la lengua de los humanos.
Que
parte del mundo de los humanos.
Las
nuevas palabras que vienen.
Los
nuevos discursos.
La nueva
poesía, la nueva música…
Cuando
la vida desempeñe
y
rubrique toda actividad…
Nos la
vida.
No habrá
discursos individuales
humanos.
No habrá otro actor,
ni otro
autor, que la misma vida.
Cambia
la mirada, la perspectiva;
el lugar
desde el cual se habla,
se
piensa, se escucha…
Es otra
visión, otro horizonte…
Es otro
el que mira.
Transformación,
vuelco…
Desplazamiento
hacia el centro.
Todo
cambia. La mirada. El ser.
El que
palpa, y lo palpado.
El mundo
todo cambia.
Nuevo
mundo, pues.
Nuevos
horizontes…
13.
Hay que
purgarse del hombre,
de la
criatura; deshacerse de él.
Quedar
en nada, vacío. Para que
la vida
pueda emerger, revelarse,
hacer su
aparición.
14.
La vida
alienada de sí.
¿Cómo
puede la vida
ignorarse
a sí misma?
¿Qué la
aparta de sí misma?
Los
mundo de los hombres
apartaba
a la vida de sí misma.
Las
palabras de los hombres.
El ser
distraído, confundido, disperso…
Pero
también, suplantado, impostado.
Alguien
ocupaba su lugar.
La vida
desaparecida; hundida,
subyugada...
explotada.
Desconocida
para sí misma.
Sin voz.
Todo eso
ha pasado ya.
La vida
se ha liberado
–a sí
misma, de sí misma.
Ya no es
vida alienada
(en
otro, por otro, para otro),
sino
vida consciente de sí.
15.
Cansa,
aburre ya el mundo
(los
mundos) de los humanos,
tan
erráticos, tan descentrados.
Tan
endiosados, también.
Ya no es
ni siquiera
una
criatura interesante.
*****
Saludos,
Manu
No hay comentarios:
Publicar un comentario