Sobre el nuevo período genocéntrico


El camino que abrió Darwin nos ha conducido a la sustancia genética (al ADN). Este descubrimiento nos hace pasar (a todos los grupos humanos) del fenocentrismo al genocentrismo. El centro se ha desplazado de la criatura al creador (de los fenotipos a los genotipos). La sustancia genética es la única sustancia viviente (‘viva’) en este planeta. Nosotros, pues, no podemos ser sino sustancia genética. Esta ‘revelación’ (esta
auto-gnosis) ha partido en dos nuestra historia sobre la tierra. Todo el pasado cultural de los humanos ha resultado arruinado, vacío, nulo... La ilusión antropocéntrica que nos ha acompañado durante miles de años se ha desvanecido. Se ha producido una mutación simbólica (en orden al conocimiento y a la conciencia de sí como sustancia viviente única); el cariotipo humano entra en un nuevo período de su devenir.

Esta aurora, este nuevo día cuyo comienzo presenciamos, alcanzará en su momento a todos los pueblos de la tierra. Pueblos, culturas, tradiciones, creencias… todo lo ‘humano’ desaparecerá. Viene una luz (un saber, una sabiduría) tan devastadora como regeneradora. Esta regeneración del cariotipo humano en el orden simbólico tendrá sus consecuencias. En un futuro no muy lejano hablaremos, pensaremos, y actuaremos, no como humanos sino como sustancia viviente única.

No hay filósofos aún, ni poetas, ni músicos, ni científicos… para este período genocéntrico que inauguramos. No hay nada aún para las nuevas criaturas, para la sustancia viviente única –en
esta nueva fase de su devenir. Nos queda la elaboración de una cultura, de un ‘mundo’ nuevo (digno de la naturaleza de nuestro regenerado, de nuestro recuperado ser). Queda todo por hacer.

sábado, 9 de julio de 2022

263) Genogramas LXXXV

 

Genogramas LXXXV.

 

Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/07/22).

 

                                                                  *****

 

1.

Estado, nación, pueblo, raza…

creencias religiosas, filosóficas,

políticas… las instituciones jurídicas,

políticas, económicas… Todo pasado,

ido, muerto… lo que nunca fue.

Las ficciones del pasado neolítico.

 

Empezar de nuevo. Nuevo comienzo,

nuevo inicio. Nuevo principio.

 

El arraigo en la vida. Los ancestros

no son tal o cual pueblo o raza,

o tales o cuales antepasados, sino

las primeras bacterias o arqueas.

Y la herencia es la totalidad de este

planeta viviente, la obra total

de nuestros verdaderos antepasados.

 

Más allá, pues, de pueblos, razas,

naciones, creencias… más allá

del hombre, en verdad.

 

Nuestra esencia única desde

los primeros genoumas;

desde los primeros replicadores.

 

Nuestra esencia individual

–múltiple, coral–, la compartimos

con todas las criaturas que han poblado,

pueblan, y poblarán este planeta.

No hay sino una sola vida.

 

Este saber sobrevenido es el nuevo

principio, el nuevo comienzo.

Post-humano, post-histórico.

 

Éste  es el saber que acabará

con todas las instituciones

del pasado neolítico (Estados,

naciones, pueblos, razas;

ideologías, creencias,

culturas, ‘mundos’…).

 

2.

Todos aquellos humanos

aún prendidos, enredados 

en los mundos del neolítico

(religiosos, políticos, filosóficos…),

perdidos en sus laberintos…

extraviados, confusos.

 

La ultima filosofía,  inútil para

la labor que queda. Incluso

en la ecología ‘profunda’

o en bioética, con su ‘hombre

mejorado’ (Naess, Jonas…).

La ignorancia o el descuido

del genocentrismo en estos

‘teóricos’, en estos ‘pensadores’.

Textos y discursos que nacen ya

caducos, rancios, obsoletos.

 

Dicho sea de paso, el hombre

no es algo que deba ser mejorado

(¿‘mejorado’ en qué sentido,

cabe preguntar?), sino que debe

ser superado, dejado atrás.

 

Los futuros sólo cuentan

con el saber que les viene

de las ciencias de la vida:

la genómica, la ecología,

la biogeoquímica,

la biocomunicacion…

Los pilares del mundo

nuevo, del mundo que viene,

del mundo por crear.

 

3.

El conocimiento que hoy tenemos

acerca de la esencia (del ‘ser’)

de lo viviente no admite dudas.

Es el resultado de una búsqueda

apasionada acerca de ‘nuestra’ verdad.


La vida en el cariotipo humano

estaba destinada a descubrir

su genuina esencia (el motor

puede haber sido la pulsión

innata de conocimiento).

La curiosidad, el afán por saber,

por conocer, la sinceridad

y la seriedad de la búsqueda…

dieron finalmente sus frutos.

Ahora recolectamos. Ahora

sabemos, gustamos, disfrutamos

de los frutos de nuestro conocimiento.

Ahora, también, el saber acerca

del ser que somos se nos impone,

nos obliga. Y no precisamente

como resultado de una libre

o caprichosa determinación,

o de la elección entre varias

interpretaciones candidatas

(las que han sostenido los grupos

humanos en los últimos milenios).

 

El ser que se es no se elige,

no es el producto de una libre

determinación o elección.

El ser que se es nos viene dado.

Es lo que es, sin más. Nuestro ser

se ajusta al ser viviente único.

Fragmentos de lo Uno primordial,

esto somos.

 

4.

Un mundo para el ser viviente único.

Construido, visto, sentido, pensado…

fundado por la sustancia viviente única.

 

Los mundos del pasado tuvieron como

punto de partida al ‘hombre’, se trataba

de perspectivas humanas; se giraba

en torno al ‘hombre’. Aún hoy,

en filosofía especialmente, se sigue

girando alrededor del ‘hombre’.

 

Mundos fenocéntricos, centrados

en las criaturas, en los organismos,

en los animales o en las plantas…

en los fenotipos. Lejos de la esencia,

del ser único de lo viviente.

 

La sustancia viviente única vivía

alienada, extrañada, lejos de sí.

Se ignoraba.

 

Ese periodo acabó, el periodo

de la ignorancia de sí. Ahora

sabemos quiénes somos. Ahora

la vida es lo primero y lo único. 

 

El saber de nuestra esencia transformará

el mundo. Nuestra relación con el resto

de los seres vivientes, con el planeta;

las relaciones entre los seres humanos

–el amor, la amistad… la sociedad

en su conjunto, todo cambiará.

 

Culturas post-humanas, post-nacionales,

post-étnicas… El mundo por venir.

 

Los mundos del pasado, los hombres

del pasado, son un obstáculo y un peligro.

Debemos superarlos, dejarlos atrás.

En ello nos va el futuro, nos va la vida.

 

El futuro de la vida en este planeta

depende de que dejemos atrás

o no las culturas y los mundos

del neolítico –ideologías religiosas,

políticas, filosóficas, económicas,

jurídicas… los Estados nacionales,

los imperialismos, los etnocentrismos…

 

Tiempos de locura, tiempos finales,

de transición… los que actualmente

vivimos. Mundo (humano) desnortado,

desquiciado, loco, absurdo, estúpido,

insensato, cruel, autodestructivo…

Huida hacia el abismo.

 

Estamos destruyendo el planeta,

el hogar, la obra de millones y millones

de años, el trabajo de la vida… El aire,

el agua, la luz, el manto fértil… todo

contaminado, sucio, mancillado.

Mundo impuro, mundo inmundo,

mundo cada vez más inhabitable.

El legado ‘humano’.


5. 

Los tiempos presentes son el corolario,

la flor, el remate de las prácticas,

de los modos de vida de los hombres

(pueblos, culturas, mundos) todos

del neolítico (del ‘ser’ de los ‘hombres’

del neolítico). Seguimos viviendo

en el pasado. El conocimiento

de los últimos doscientos años

(la física, la tecnología, las ciencias

de la vida…) está puesto al servicio

de la codicia insaciable de los humanos

neolíticos; no han modificado en nada

nuestra manera de vivir. El saber

que nos viene de las ciencias de la vida

carece de peso cultural, no influye

en nuestras vidas. Los mundos del pasado

siguen guiando nuestra conducta,

nuestra cotidianidad; continúan

marcando nuestros pasos.

 

El último capítulo de la ‘hybris’

(antropocentrismo, nihilismo)

del neolítico. Los tiempos presentes.

El último acto de las religiones,

la filosofía (la metafísica…),

las ideologías, los ‘mundos’…

la entera historia del neolítico.

 

*****

 

Saludos,

Manu

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