Pensamientos
aryas, pensamientos blancos (II).
Manu
Rodríguez. Desde Europa (20/05/13).
*
*En
este tiempo de derrota, en este interregno, en esta noche que padecemos no es
prudente, ni sabio, desde nuestras filas, lanzar la más mínima crítica sobre el
período nazi (no podemos pasarle armas al enemigo). Por lo demás, es el único
hecho de relevancia de nuestros pueblos en los últimos miles de años, me
atrevería a decir.
En
este período el pueblo arya aparece identificado y reconocido por primera vez
en la historia de los pueblos. Por primera vez nuestros pueblos adquieren
conciencia de sí, acerca de su origen y de su naturaleza. Desde el surgimiento
de nuestro pueblo (aquel núcleo primitivo), hace seis o siete mil años, no se
había producido un evento semejante. Fue una aurora, una nueva aurora. Fueron
momentos sublimes.
Este
‘nacimiento’ tiene que ver con el surgimiento de los estudios indoeuropeos, y
los estudios sobre evolución y genética de la época. Se difundieron
conocimientos nuevos acerca de nuestro ser biocultural; acerca de nuestra raza,
y de nuestras lenguas y culturas. Fue un reconocimiento. Fue como mirarnos por
primera vez en un espejo. Estábamos allí, en aquellos textos: en los himnos del
Rig Veda, en la Ilíada, en la Eneida, en los Eddas, en el Mabinogion... Éramos
nosotros, nuestra sangre, nuestro genio, nuestra raza, la que había generado
aquellos textos, aquellas culturas, aquellos mundos.
*La
esvástica, nuestro estandarte, no sólo se alzó contra el liberalismo y el
comunismo… Apenas empezamos a comprender hoy la grandeza y el alcance de su
misión –y de nuestra misión. Para situarnos podemos hacer nuestras estas certeras
palabras de Saint-Loup (en los primeros aforismos de ‘Quotations’):
« [Hitler était]
l’homme qui avait jeté au monde ce prodigieux défi : attaquer en
même temps le capitalisme anglo-saxon, le bolchevisme rouge, le racisme
juif, la franc-maçonnerie internationale, l’Eglise catholique, le paupérisme et
les iniquités sociales, le traité de Versailles, le colonialisme, la pagaille
française et la Home Fleet. »
“[Hitler
was] the man who had thrown to the world this extraordinary challenge: to
attack at the same time Anglo-Saxon capitalism, Red Bolshevism, Jewish racism,
international freemasonry, the Catholic Church, pauperism and social
iniquities, the treaty of Versailles, colonialism, the French mess, and the
Home Fleet.”
Y la lista no está completa.
Hay que decir que no fue sólo Hitler, fue
Alemania entera; el completo pueblo alemán. Fue una ‘empresa’ colectiva (a la
que se fueron uniendo las poblaciones germano-parlantes repartidas por Europa
una vez que Hitler logró reunirlas en una sola nación).
Nace
armada, como Atenea, la comunidad alemana, la primera comunidad arya en
despertar, o en renacer, y lo hace para combatir contra aquellos que han
procurado su mal; contra todo un entorno cultural contrario, adverso, que niega
su ser. Espiritualmente alienada tiene que luchar contra el engaño
judeo-mesiánico, contra el ‘milenio cristiano’. Y no fue el único engendro
judío con el que tuvo que enfrentarse esta recién nacida nación arya, también
el mesianismo comunista medraba entre la población haciendo estragos; y otros.
La hidra judía se había multiplicado, se había ramificado; tenía demasiados
rostros, demasiadas cabezas.
No
parece que hayamos tenido sino un solo enemigo a lo largo de la historia, los
pueblos semitas y sus discursos (judíos, judeo-mesiánicos, y musulmanes). Nos
dominan espiritualmente. Es múltiple la alienación que padecemos desde hace
siglos a manos de semitas o de ideologías semitas (religiosas, políticas,
económicas; antropológicas, sociológicas, psicológicas…).
Nuestro
enemigo nos posee de una u otra forma. La espantosa hidra judía. Tifón. El mal,
nuestro mal.
*¿Fue
un despertar, o un nacimiento prematuro? Demasiado joven esta comunidad para
enfrentarse a este monstruo milenario. Como un joven héroe ha fracasado en su
primer intento por derrotarlo. Demasiado vieja y astuta esa monstruosidad, ese
horror. Se zampó al muchacho, y a la joven comunidad arya, en unos pocos años.
Fue
el primer intento, nada más; el primer combate verdadero. Hasta entonces
habíamos estado padeciendo sus imposiciones y estrategias sin advertir siguiera
que estábamos siendo atacados. Llevaban
miles de años privándonos de nuestras cosas, negándonos nuestro ser
ancestral, vituperando a nuestros antepasados, mancillando nuestros lugares
sagrados; dividiéndonos, enfrentándonos –sembrando la discordia entre nosotros.
Hay que advertir el universalismo y el dualismo (maniqueísmo) judeo-mesiánico
en su libro sagrado (AT y NT), pero también en el marxismo, o en el
psicoanálisis. La diseminación de estas ideologías forma parte de su estrategia
de dominio.
Somos
un pueblo joven, una raza aún joven. Nos
falta experiencia. Este interregno ha de servir para fortalecernos espiritual y
culturalmente; para madurar.
*Con
César Tort, y otros, que piensan que el ‘revisionismo’ de Hitler y el periodo
nazi son esenciales, estoy absolutamente de acuerdo. El período nazi en su
conjunto (desde que nace hasta que cae derrotado) hay que reivindicarlo, y hay
que reivindicarlo por varias razones. Es esencial en nuestra historia, en la
historia de los pueblos aryas. Se trata de nuestro nuevo nacimiento, de nuestro
primer enfrentamiento con un enemigo milenario, y de nuestra primera derrota.
Ni más ni menos. Este episodio tiene que tener absoluta preeminencia entre
nosotros. Ha de ocupar el lugar más alto en nuestra memoria, en nuestras
reflexiones, en nuestros corazones.
Hay
que rescatar la memoria de ese período y elevarla a lo más alto con orgullo.
Debemos estar orgullosos de ese período. Fuimos derrotados, pero no vencidos.
Seguimos vivos y activos. Si no vencemos a la próxima, venceremos a la
siguiente. Venceremos al fin. Lo sé.
*El
renacimiento de nuestro pueblo se gesta en los años previos a la llegada de
Hitler al poder. La conciencia arya de todo un pueblo vio entonces la luz, o
recibió su ‘bautismo’ público. Todo un pueblo se reconoció. Es 1933 el año de
su renacimiento. La primera comunidad arya que se reconoce como tal. Su derrota
se produce el año 1945. Estamos, pues, en el 80 aniversario de su nacimiento;
del nacimiento de la primera nación arya, de la nación arya misma.
Ese
período es un hito sin igual en nuestra corta historia. La primera aparición de
nuestro pueblo en la historia. Ahora somos un pueblo –la nación arya.
Hitler
simboliza nuestro primer período, nuestra primera batalla, y nuestra primera
derrota. Su lucha (‘ihr Kampf’) era nuestra lucha (‘unser Kampf’). Su derrota,
fue nuestra derrota. Pero no ha acabado
con nosotros esta derrota sufrida en nuestro primer enfrentamiento abierto
contra el mal; contra nuestro mal. Fuimos derrotados, si, ¿y qué? Era enorme
aquello contra lo que se luchaba. Demasiados cabezas la hidra. No pudo ser. La
próxima vez conseguiremos vencerla, o la siguiente. Esta guerra tan sólo ha
comenzado.
*Estos
aniversarios de Hitler y del nacimiento de nuestro pueblo han sido también para
mí como un pequeño renacimiento. Digamos que veo más luz, que veo más claro.
Presiento, barrunto la próxima batalla (que habrá próxima batalla). Y esta vez
tendremos un espacio desde donde avanzar, un baluarte, un punto de apoyo (la
propia nación arya). Reconquistaremos a nuestros pueblos. Tenemos muchos y muy
buenos guerreros espirituales, y bien armados de conocimiento y de verdad. Al
final, venceremos.
Éste
es mi espíritu ahora.
*Hitler
fue el héroe; el elegido, el preferido, el amado. Todo el pueblo alemán estuvo
con él desde su ascenso a su caída. No
hubo deserción, no hubo infidelidad.
Reivindicar
pues su nombre, su figura, y su vida. E igualmente todo el período nazi. La
infancia de la nación arya.
*Hitler,
y la primera comunidad arya, se rebelaron contra un enemigo espiritual o,
mejor, inmaterial. La guerra que comienza el pueblo germano, y que la actual
nación arya prosigue, es una guerra
fría, cultural, espiritual (de propaganda, si se prefiere). Es una guerra que
más se celebra en el cielo que en la tierra. Es una guerra que hay que ganar
primero en el cielo.
Nuestra
guerra es mucho más ambiciosa, más inmensa, más grande. Más compleja, más
sutil, más prodigiosa. No es tanto un asunto de independencia territorial como
de independencia espiritual; es una guerra de liberación espiritual, y es una
guerra existencial –nos jugamos nuestro
ser ancestral, ser o no ser.
Nuestro
pueblo, mayoritariamente alienado, está en manos de ideologías semitas (judías
y judeo-mesiánicas); en manos de la bestia, en manos del enemigo. La labor a
realizar es, pues, inmensa. Hay que alertar el oído y el discernimiento de
nuestros hermanos, pero también apelar a su orgullo, a su dignidad, a su honor.
Que el pueblo arya se sienta vulnerado, desconsiderado, burlado, engañado,
instrumentalizado, ofendido, estigmatizado… Un pueblo privado de su cultura
ancestral es un pueblo que carece de voz, de palabra, de ser, de verdad; de
dignidad.
Reconquistar
la mente y el corazón de nuestro pueblo
será la primera empresa –de su
éxito depende nuestra victoria. Ha de ser el clamor de la muchedumbre arya
quien venza a la bestia. La muchedumbre arya será el héroe en la batalla final,
en la batalla que viene.
*Doce
años apenas cumplidos, lo que duró el primer Reich arya. Nuestra primera
experiencia. A las puertas de la adolescencia quedó. Con las armas en las
manos.
Wehrwolf,
el último aliento del joven héroe. La fuerza, ya adolescente. Un rescoldo, un
residuo de dignidad. Es ese espíritu, el espíritu del ‘lobo de defensa’
(Wehrwolf).
La
primera república arya es también un modelo de organización, de articulación
social –de sociedad. Una pedagogía. Una literatura. Un arte. Un pensamiento. Un
mundo; el primer mundo arya. Tenemos mucho que aprender todavía de aquella
experiencia.
Debemos
movernos en este período con devoción y fervor. Como en espacio sagrado.
Acercarnos
a su vida cotidiana. La vida cotidiana en el III Reich. Éste sería un buen
título. Dividido en dos sexenios (del 33 al 39, y del 39 al 45). En la paz y en
la guerra. Hay numerosos testimonios gráficos de este período (y no sólo en la
prensa alemana).
En
el sexenio de paz: Las calles, las casas, los comercios, las fiestas, el ocio…
El campo. El mar. La montaña. El remozamiento de las ciudades, la pulcritud, la
limpieza. La luz. El color. La belleza, la alegría. La pureza, el entusiasmo.
Nuestra infancia, la infancia y la niñez de la nación arya.
En
el sexenio de guerra: Tras el breve fulgor de las primeras victorias, vinieron la resaca y el furor del enemigo.
Fueron bombardeadas nuestras ciudades, fueron desapareciendo poco a poco la luz
y el color, y la belleza y la alegría… y la vida. Destruyeron cuanto pudieron.
Se saciaron. Todo arruinado, todo deshecho; un cielo negro, un mundo que se
apaga. Las imágenes finales. Súbitamente le vino la noche a la joven nación
arya. Ahí quedó como dormida la doncella.
*Hay que conocer
los trabajos relacionados con la dureza y la crueldad con la que se trató al
pueblo alemán antes, durante, y después de la gran guerra. E igualmente todas
las mentiras divulgadas por los ‘vencedores’; toda la propaganda anti-nazi (anti-arya)
que circula desde entonces. Toda esa historia habrá que reescribirla en su
momento, y mostrársela al mundo entero. Pero esto no será antes de nuestra
victoria final. Hasta entonces es mucha la labor que queda –sobre todo la
unidad espiritual de los pueblos aryas tanto en Europa como en la Magna Europa.
*Reivindicar,
rehabilitar, y restituir el honor. El período nazi, y sus años previos, han de
ser retomados con unción. Recuperar sus logros, sus figuras, sus héroes; su
ciencia, su arte, su pensamiento… Recuperar insignias, banderas, estandartes…
toda la iconografía del periodo. El primer Reich arya de la historia; la
primera nación arya.
Reivindicar
absolutamente la figura de Hitler, su primordial papel en nuestra temprana
historia, en nuestra primera salida al mundo. Hitler fue el creador del primer
Estado arya. A él le debemos su idea, y su realización.
La
lucha que fue de uno solo, es ahora ‘nuestra lucha’ (‘unser Kampf’). Hitler
abre un periodo que no ha hecho más que comenzar. Él fue el primero. Estamos en
los comienzos de la nación arya, en su aurora.
Nuestra
historia apenas ha comenzado.
*El
orden arya no tenía, ni tiene, un alcance universal, sino puramente étnico. Aquella
primera experiencia queda como modelo perfectible de comunidad racial y cultural. Y aún como modelo para otras
etnias, para otros pueblos. Hacia una comunidad no de naciones, pues, sino de
pueblos. Ese vuelco, esa subversión, ese giro, esa revolución. Retorno de lo
particular y propio.
Esa
ambición era excesiva, ese nuevo orden que Hitler anunciaba. Entró en colisión
con todos los universalismos o internacionalismos religiosos o políticos.
Contra el viejo orden religioso, económico, político… cultural en amplio
sentido. Era una guerra declarada a la cultura dominante: el mundo religioso
judeo-mesiánico y sus correlatos laicos políticos y económicos (la democracia
universal y el internacionalismo comunista).
Estaban
condenado, él y su proyecto, desde el momento que alcanzó el poder. Él era el
destructor, la amenaza más viva que podían sentir los judíos y sus engendros
religiosos, políticos, psicológicos, o económicos –sus mundos. Alguien les
declaraba la guerra abiertamente.
No
era tanto la guerra territorial como la guerra cultural lo que temían sus
enemigos, el enfrentamiento ideológico. Que el mensaje arya que venía de Hitler
se extendiera –su revolución étnica y cultural; su espíritu, su
lucha (‘ihr Kampf’).
Hitler,
y la nueva Alemania, encarnaban un nuevo orden moral, político, cultural,
espiritual… El camino de los pueblos. Era la alternativa más poderosa a los
todopoderosos universalismos (de origen semita) que imperaban. Aún sigue
siéndolo.
El
nacionalsocialismo era (y es) ciertamente una ‘tercera vía’, entre el
liberalismo económico y el internacionalismo comunista. Demostró en los años de
paz su éxito frente a unos y otros. La dignidad y prosperidad que proporcionó a
su pueblo arruinaba el prestigio del espiritualmente despreciable capitalismo
(y su sociedad de consumo), así como del internacionalismo proletario, cuya
área de dominio estaba hundida en la miseria espiritual y material. Y era
precisamente este éxito social, económico y cultural, el que podría haber
conquistado los corazones y las mentes de las naciones blancas logrando
extender esta ‘tercera vía’ por toda Europa, y por todo el mundo blanco. Y esto
es lo que había que impedir a toda costa.
Había
que acabar con él, y con su ejemplo (sus victorias, sus éxitos), a cualquier
precio. Había que destruirlo y estigmatizarlo. Convertirlo en la encarnación
del mal; en el mal absoluto. Y lo consiguieron. Derrotaron nuestro primer
Reich, y mancillaron su memoria.
La
horrible imagen pública de Hitler (y el periodo nazi) elaborada por el enemigo
es también nuestra imagen, la imagen de la nación arya –de todos y cada uno de
nosotros. El enemigo de Hitler es el enemigo de nuestro pueblo. El que lo
combate nos combate; el que lo insulta, nos insulta.
La
derrota militar sufrida no ha debilitado siquiera nuestra ‘fe’ y nuestra
lealtad a nuestro pueblo. Tampoco la perversa contra-propaganda ha hecho mella
en nosotros. Nuestro genio es indestructible. Tarde o temprano reescribiremos
la historia. Al final, los blancos, los aryas, venceremos.
*
Hasta la próxima,
Manu
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