Pensamientos
aryas, pensamientos blancos (I).
Manu
Rodríguez. Desde Europa (11/05/13).
*
*El
universalismo judeo-mesiánico, el democrático, o el socialista –sus ideales
sociales y políticos– han terminado reduciendo a su mínima expresión nuestra
identidad biosimbólica y nuestro orgullo étnico. La nación arya (los aryas
conscientes de sí) es ahora un mínimo porcentaje de su población potencial
(todos los pueblos blancos).
Los
ideales
trans-nacionales, trans-raciales, trans-culturales… que estas ideologías nos
predican (más allá de los pueblos, de las razas, de las culturas…) y que son el
alimento cotidiano en nuestras escuelas, en nuestros medios de comunicación, en
nuestra cultura de masas, en nuestras universidades, y en nuestras calles, han
logrado afectarnos al fin. Son cientos de años de lo mismo –téngase en cuenta
que el judeo-mesianismo lleva diseminando su venenoso mensaje entre nosotros
desde hace casi dos mil años. Los universalismos democrático y comunista son
cosa de los últimos tiempos, pero no han venido sino a reforzar el viejo
discurso. Son los mismos ideales.
Tales
ideales (tales enseñanzas, tales mensajes omnipresentes), después de cientos de
años, han logrado sus propósitos –transformar a lobos y osos en cabritos y
corderos. Hemos devenido (nuestras poblaciones) criaturas débiles, inseguras, y
pusilánimes.
Todo
esto viene a cuento por ciertas noticias que nos vienen de Noruega y que han
sido reseñadas en ‘Gates of Viena’ y comentadas por Kevin MacDonald en TOO en
estos últimos días. Se trata de la situación en la que se encuentran los
noruegos atrapados en barrios o zonas con un número elevado de población
musulmana asiática y africana. El punto de partida es un reportaje sobre las escuelas. Al parecer
los alumnos noruegos (chicos y chicas) se encuentran en minoría y son
constantemente insultados o agredidos por lo jóvenes alóctonos
musulmanes. Este insultante estado de cosas no ha generado, al parecer, más
que estrategias individuales de
supervivencia.
Hay
que decir que esto no está sucediendo sólo en Noruega. También en Francia, en
Alemania, en Inglaterra…. Está claro que estos extranjeros ni nos estiman, ni
nos respetan, ni nos temen. En cualquiera de nuestras naciones no encuentran
más que a individuos aislados e indefensos a los que se les puede insultar y
agredir impunemente. Nadie saldrá en su defensa. No habrá respuesta, no habrá
represalias.
¿A
qué se debe la falta de respuesta, el silencio, la resignación…? No
encontramos, a nivel individual (entre los casos que se citan), ni valor, ni orgullo, ni pundonor. No hay
nadie que les haga frente. Todos buscan la huida. Que esto les suceda a los descendientes
de los fieros y orgullosos vikingos, da
que pensar.
Indefensión,
debilidad, cobardía. Éste es el resultado de nuestra crianza e instrucción en
los últimos cientos de años en manos de sacerdotes de divinidades extranjeras y
sus credos universalistas y altruistas. Ésta espantosa transformación.
Tiene
razón MacDonald en aludir al individualismo, a la atomización de nuestras
sociedades blancas en lo que concierne a la indefensión y a la falta de ayuda
en la que se encuentran los blancos agredidos, intimidados, o violados por
‘grupos’ de extranjeros (musulmanes asiáticos y africanos, y otros). Pero tal
individualismo y tal atomización son tan sólo síntomas. Síntomas de un pueblo
destruido, aniquilado; de multitud de individuos desarraigados, dispersos,
aislados, debilitados, perdidos.
Hay
que reforzar, sí, la conciencia de grupo entre nosotros los blancos, en Europa
y en la Magna Europa. Pero, ¿desde dónde; desde que bases o fundamentos? ¿Qué
palabras, qué conceptos, qué espacio simbólico nos agrupará haciendo de
nosotros uno, un ‘uno’? ¿En qué terreno
arraigaremos? ¿Cuál es el mejor terreno?
La
conciencia de grupo ha de incluir raza y cultura, que es como decir cuerpo y
alma. Llevamos tanto tiempo lejos de casa (desde la cristianización), y con
vientos tan contrarios, que hemos perdido la ruta, el camino, la memoria.
Tendremos que empezar desde el principio, tendremos que preguntarnos a nosotros
mismos quiénes somos, de dónde venimos, y hacia dónde vamos. Tenemos que
recuperar la memoria, nuestra memoria. Una auto-gnosis colectiva de los pueblos
aryas.
Hay
que partir de la multitud de razas y culturas; del árbol de los pueblos y
culturas del mundo –que es también el árbol de la vida, el árbol más puro.
Reconocer, afirmar esta multiplicidad genuina, pura, natural, verdadera;
velarla, protegerla incluso. Tenerla por sagrada. En ese árbol nos encontramos,
nos reconocemos.
Nosotros
somos la rama arya o indoeuropea (término que atiende a nuestras lenguas y
culturas emparentadas) de ese árbol eterno.
Lo
primero es la conciencia de sí de un pueblo; que los individuos se sientan y se
sepan miembros de un pueblo. Antes que nada tenemos que recuperar la conciencia
arya, la memoria arya; la voz, la palabra, el ser ancestral y autóctono; las
señas de identidad simbólicas, colectivas. Esto nos devolverá el orgullo, la dignidad,
y el honor; el coraje moral, en suma. Auto-legitimación colectiva.
Cuando
se insulta, se agrede, o se daña a un noruego (o a un alemán, o a un francés, o
a un inglés…) se insulta o se agrede al pueblo arya. Se avasalla y se arrincona
a la entera comunidad arya. Se humillan sus valores, su existencia, su ser. Son
derrotas de nuestro pueblo.
Se
trata, pues, de nuestra gente, de nuestras tierras, y de nuestras culturas. No
consentiremos ni agravios, ni amenazas, ni agresiones dirigidas a los nuestros
o a nuestras tradiciones pre-cristianas o contemporáneas. No quedarán impunes. No
quedarán sin respuesta. Y será el mismo pueblo el que responderá. Tendremos
multitud de voces aryas. Responderá el orgullo blanco, el orgullo arya.
*No
nos valen estos discursos universalistas en los que desaparecemos los pueblos y
las culturas. En este terreno, con tales fundamentos, solo es posible hablar en
nombre de la ‘humanidad’ o del ‘hombre universal’. En estos discursos no se reconoce ni siquiera
nuestra existencia. Los pueblos, las razas, y las naciones han de ser
transcendidos, superados, negados, extinguidos… a fin de alcanzar ese hombre
nuevo y universal. Ésta es la eterna consigna universalista –la vieja, y la
nueva– que nos ofrece nuestro enemigo. Su caballo de Troya. Su manzana
envenenada. Su insidia, su falacia, su trampa, su mentira.
¿Acaso
deberíamos esperar otra cosa del enemigo (la vieja bruja, la comunidad judía)
que ‘manzanas envenenadas’? Tendríamos que desconfiar de todo lo que estos
miserables nos ofrecen desde hace miles de años: cristianismo, marxismo,
psicoanálisis… Estas ‘producciones’ no
tienen otra función que destruirnos –destruir nuestras culturas, nuestro
status, nuestra confianza en nosotros mismos… Hacernos desaparecer, eliminarnos
étnica y culturalmente.
Es una guerra
milenaria y hasta el momento no conocemos sino pérdidas, derrotas. Con la
cristianización de nuestros pueblos perdimos nuestras culturas autóctonas y
ancestrales. Los modernos movimientos (marxismo, psicoanálisis, escuela de
Frankfurt, post-estructuralismo) culminarán el proceso de destrucción iniciado
por aquellos apóstoles de la gentilidad europea. Nada diferencia a los ‘pedros’
y ‘pablos’ del pasado de los Marx, Freud, Boas, Adorno, Marcuse… Derrida… del
presente. La misma finalidad, la misma intención.
*Los
pueblos aryas contra las ideologías religiosas, económicas, políticas… de
origen semita (judaísmo, judeo-mesianismo, islamismo, comunismo…). Contra los
mayores difusores de estos credos universales cuya invención no tuvo, ni tiene,
otra finalidad que la de diseminar la discordia y la disensión en el seno de un
pueblo; y la de dividir y enfrentar a los diversos pueblos entre sí. Contra la
intrincada red semita; contra la araña universal. Contra el universalismo, el
totalitarismo; contra la homogeneización (judeo-mesiánica, musulmana,
demócrata, o comunista) del planeta. Contra los destructores de pueblos y
culturas. Ésta es la misión. Ésta es nuestra lucha (‘unser Kampf’).
Aquí
tienes el dragón, aquí tienes la hidra. Los eternos enemigos de nuestro pueblo,
de nuestro luminoso ser: Vritra, Tifón, Surt. Son los oscuros, los tenebrosos, los
sombríos. Les haremos la guerra dondequiera que se encuentren. Hasta su
extinción. Libraremos al planeta entero de esta ominosa plaga.
En
honor de la primera nación arya, del nacimiento de nuestra nación. En honor de
su creador. “Ad maiorem Hitleri gloriam” (AMHG).
*
Hasta
la próxima,
Manu
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