Pensamientos
aryas, pensamientos blancos (III). In Memoriam Dominique Venner (1935-2013).
Manu
Rodríguez. Desde Europa (22/05/13).
*
*Dominique
Venner ha partido hacia el espacio simbólico, hacia el mismo cielo, allí donde moran
nuestros antepasados. Nos ha dejado el testimonio de su vida, y un testamento del
que entresaco estas palabras:
À défaut de posséder une religion
identitaire à laquelle nous amarrer, nous avons en partage depuis Homère une
mémoire propre, dépôt de toutes les valeurs sur lesquelles refonder notre
future renaissance…
Lacking an identitarian
religion to moor us, we share a common memory going back to Homer, a repository
of all the values on which our future rebirth will be founded…
Falta una religión identitaria que nos una, compartimos una
memoria en común que se remonta a Homero, un depósito de todos los valores en
los cuales nuestro futuro renacer será fundado…
***
*Nosotros no necesitamos una nueva
religión, sino tomar conciencia de nuestras culturas pre-cristianas. Que
recuperemos tales culturas en vista a educar a nuestros hijos de acuerdo con el
variado legado que estas representan. Pienso en los Eddas, en el Mabinogion, en
Homero, Virgilio… Por no hablar de nuestros trágicos, nuestros poetas, nuestros
filósofos… Extraer de ese riquísimo fondo cultural ejemplos y máximas morales.
Necesitamos también templos o iglesias.
Recintos acotados de religación. Un fuego siempre vivo en estos recintos será
suficiente. Necesitamos lugares donde reunirnos y donde rememorar nuestra(s)
historia(s); donde cultivar nuestro precioso legado. Lecturas de textos,
comentarios, mesas redondas y demás. Algo colectivo, social. Centros
religioso-culturales donde nuestra gente pueda tener apoyo psicológico o
espiritual, o recibir información cumplida y veraz acerca de nuestros
ancestros, o las incidencias de nuestra historia. Repartir el año con
conmemoraciones especiales relacionadas con hitos felices o luctuosos de
nuestro pasado –la cristianización o
islamización de nuestros pueblos, por ejemplo. Calendarios con un ‘santoral’
propio (nuestros héroes o figuras más
representativas). Recuperar los nombres griegos, romanos, celtas, germanos y
demás…
Es decir, hacer lo que no pudimos hacer.
Tener nuestra propia historia, pues nuestra historia fue usurpada por los
clérigos cristianos. Tuvimos una historia cristiana.
En fin, tenemos
que crear la comunidad (‘ecclesia’) arya. Lo que, por las circunstancias
citadas, nunca tuvimos. Las ‘ecclesias’ aryas tienen que pulular en nuestros
pueblos y ciudades. Nuestros ‘sacerdotes’ (a falta de otra palabra mejor) serán
expertos en teologemas y mitemas aryas, en historia, en antropología, en
lingüística indoeuropea… Deben ser expertos en las variadas tradiciones
indoeuropeas.
Es obvio que
tales centros religiosos (vinculantes) serán sólo para los aryas. El resto de
los pueblos o razas están excluidos. Esto es, no será una ‘fe’ universal, sino
étnica. Los fieles serán, pues, aryas.
Tenemos que
completar la crítica destructiva hacia nuestros enemigos con alternativas
positivas y constructivas para nuestro pueblo. Tenemos que ofrecer caminos,
salidas.
La creación de
la ‘comunidad arya’ (la palabra ‘ecclesia’, de donde nuestra ‘iglesia’ en
castellano, viene a decir también ‘comunidad’ –es su sentido originario) es un
sueño. ‘Aryan Community of…’ Ésta es la idea. Los templos han de tener sus
bibliotecas y salas de lectura. Tales templos llevarán nombres relacionados con
las divinidades o personajes (de
cualquier rama) de relevancia en nuestra historia. Tenemos que articular una
suerte de ‘año arya’, con sus fiestas y celebraciones. Dedicar días especiales
al grupo germano, al grupo celta, al grupo romano, etc. Esto requerirá un
trabajo conjunto, de equipo, en el que participen especialistas de todas las
disciplinas relacionadas con la historia de los pueblos indoeuropeos –desde su
origen hasta nuestros días.
Debemos
tener incluso escuelas aryas para
nuestros pequeños. Hay que elaborar textos pedagógicos adecuados en los que
potenciemos nuestros valores. Nuestros textos teológicos o literarios son una
buena fuente para la educación moral de nuestros hijos. Nosotros no necesitamos
recurrir a ninguna tradición extranjera, estamos sobrados de conocimiento y
sabiduría. E incluso pienso que ningún pueblo puede superarnos en esto.
Volver a llegar
a ser un pueblo
*Dos
personajes de la antigua tradición arya védica son importantes en nuestra
memoria. Hablo de Manu y de Aryaman.
De las ramas
iranias e indias, fundadas por aryas hace unos cuatro mil años, hemos de tomar
su legado lingüístico-cultural arcaico (los Vedas) y adoptarlos como cosa
propia. Recomiendo a todos la lectura de los Vedas (sobre todo el Rig-Veda).
Los grupos aryas puros (blancos) desaparecieron hace alrededor de tres mil
años. Los aryas que llegaron a esa zona debieron ser pocos en número, fueron
absorbidos en unos pocos siglos por las razas autóctonas. Poco más tarde
aparecieron el hinduismo y otras ideologías de salvación (budismo, jainismo…)
absolutamente contrarias al espíritu arya védico y a todas nuestras tradiciones
culturales. El espíritu arya védico (épico, heroico, belicoso; activo,
afirmativo) que recorría el Rig Veda desapareció absolutamente en toda la
literatura india post-védica (hinduista, budista o jainista). El hinduismo y
las otras ideologías similares (nihilistas) tienen al parecer más que ver
con las culturas indias pre-aryas que
con los Vedas citados.
Hay otras
lenguas y culturas indoeuropeas que hace tiempo dejaron de existir, como las
del grupo hitita, de los que conservamos textos jurídicos y religiosos y que
forman parte del legado indoeuropeo. De todo hemos de cuidar, y todo lo nuestro
ha de ser conservado.
Los aryas o
indoeuropeos no somos de ayer o antes de ayer.
*Debemos lograr
textos unificados que le valgan tanto a un celta, como a un eslavo, como a un
germano… Debemos crear la mentalidad arya, el espíritu arya. Más allá de los
matices raciales o nacionales que nos dividen. Tenemos que llegar a ser un sólo
pueblo. Éste es el trabajo, ésta es la meta.
El nacionalismo
blanco afecta ahora a todas las naciones blancas. Los estadounidenses (y
australianos y canadienses…) cada vez tienen más conciencia de sus raíces
culturales europeas, sin distinción; cada día se sienten más europeos. Se ha
producido una evolución ideológica al respecto. Los parámetros actuales
requieren, y exigen, otra estrategia, otro discurso, más ambicioso si cabe que
el de los nacionalismos de la primera mitad del siglo pasado. Necesitamos
conciencia de pueblo, de raza, de cultura.
La evolución de
los diversos pueblos europeos ha sido conjunta. Hemos compartido la misma
arquitectura, la misma música, la misma
literatura, la misma ciencia… Hemos elaborado una cultura común desde
hace cientos de años –a pesar de nuestras diferencias lingüísticas. Nada de
esto hubiera sido posible si nuestras sensibilidades bio-culturales hubieran
sido distintas.
*La
raza es evidente por sí misma. No necesitamos proclamarla. Pero no basta la
raza, a la raza le sigue el genio. El genio es creador, es el creador de la
lengua y la cultura. El genio responde a la raza (hablamos de genes). La
cultura responde a la raza.
Somos
blancos de raza, y somos indoeuropeos por las lenguas y las culturas que
nuestros pueblos han generado. Es el genio de mi raza el que ha creado o
generado tales culturas, tales mundos.
Los
mundos generados por nuestros pueblos (griegos, romanos, germanos… aryas
védicos…) son sagrados. Así como es sagrada nuestra raza, son sagradas también nuestras
culturas. Ésta es la actitud que hay que observar con nuestras culturas
pre-cristianas. Con las nuestras, con las generadas por nuestros antepasados.
Es nuestra raza la que ahí habla; nuestro genio.
Así
de indisolubles, de indisociables, han de estar nuestra naturaleza genética, y
nuestra naturaleza cultural o simbólica. Como una doble hélice. El logos
natural, y el logos simbólico. Abrazados; como una sola cosa.
El
logos simbólico procede del logos
natural, de la raza, de una comunidad, en un principio, racial –es una relación
como de madre e hijo. También los individuos son hijos de la comunidad. La
comunidad genera por igual naturaleza y cultura.
La
lengua y la cultura (simbolemas y culturemas) son como los elementos constructivos
que maneja nuestro genio para crear. Como los aminoácidos para el genoma.
Las
culturas generadas por los pueblos son sus señas de identidad. Lo más natural y
propio.
La
cultura marca el camino de un pueblo, y es, en un principio, indisociable de su
ser genético, de su genio, de su raza. Cada raza, o pueblo, un mundo.
Como
almas escindidas los individuos y pueblos que han sido privados de sus
tradiciones y les ha sido impuesto una ajena. Privados de su lengua, de su voz,
de su ser. Pueblos que hablan con lenguaje prestado, extranjero.
Cuerpos
aryas que hablan en términos judeo-mesiánicos o musulmanes, o… Lejos de su
hogar, de su cielo; de su lengua, de su mundo.
Recuperar
la palabra, recuperar la voz propia, recuperar el ser. De esto se trata; es lo
primero.
La
nación arya ha de pasar primero por esta restitución y esta afirmación de lo
propio; del legado ancestral y propio. Las voces de nuestros pueblos; de
nuestro genio, de nuestra raza.
Hay
que prestarle la debida atención a la herencia lingüístico-cultural, a la
dotación simbólica. Esta dotación es la que hace de nosotros seres simbólicos.
Los
aryas tenemos que reconocernos en todas las culturas generadas: la griega, la
romana, la arya védica, la germana, la celta… Los mundos creados por nuestra
raza. El haber, la riqueza, los bienes más espirituales. El múltiple legado. Es
también lo más próximo, lo más cercano, lo más nuestro; nuestro rostro, nuestro
ser.
La
dotación simbólica nuestra hace seres simbólicos nuestros. Así como la dotación
genética nuestra hace seres genéticos nuestros. Nos reproducimos en la tierra y
en el cielo. Nos perpetuamos.
La
educación de nuestros pequeños es esencial, tienen que llegar a ser lo que son
por naturaleza, uno de nosotros.
Voluntad
de futuro. En la tierra como en el cielo. En la naturaleza como en la cultura.
Perpetuar nuestro cuerpo y nuestra alma; nuestro ser total.
*Conseguir
que los aryas vuelvan a su casa, a su hogar, a sus mundos. Volverlos a su ser.
No podemos descuidar el alma, el legado espiritual de nuestros antepasados. El
alma nuestra; el espíritu, el genio de nuestros antepasados –el ‘icor’ que
corre por nuestras venas.
Sin
ese ser nuestro somos ciegos, y esclavos. Servimos a otro; otro nos lleva por
donde quiere. Carecemos de libertad y de luz. Es el destino de muchos pueblos,
los nuestros incluidos, cristianizados o islamizados (espiritualmente alienados
y colonizados). Su destino se les ha ido de las manos, está en manos de otro.
Que
el arya vuelva a tomar las riendas de su destino. Que recupere la dirección y
el sentido. Para ello ha de despojarse de todo lo extraño, de todo lo ajeno; ha
de volver a su ser.
Es
una purificación, una purgación, una catarsis. Se suda lo ajeno, como una mala
fiebre. Se recupera la salud.
Si
esto se cumpliera sería una nueva primavera, una nueva promesa para los pueblos
aryas. La negrura, las tinieblas, se disiparían y quedarían en nada ante los
primeros rayos de nuestro nuevo sol, ante las primeras luces de nuestro nuevo día.
La
unidad espiritual es tan importante como la unidad racial. De nada vale la
homogeneidad racial sin la homogeneidad espiritual. Andaríamos dispersos
–como ahora–; ninguna unidad. Un solo
cuerpo y una sola mente, la nación arya. Es la condición ‘sine qua non’ de la
victoria.
No
conseguiremos tal unidad hasta que no quede ni un solo arya que sea o se diga
cristiano, musulmán, o budista. Un
pueblo libre de judaina y de budaina, y de cualquier otra ‘fe’ extraña. Aryas
puros de cuerpo y de alma. Ésta es la condición que nos pone la diosa Victoria.
Y es también la primera ‘empresa’ –conseguir semejante unidad.
Limpiar,
purificar a nuestro pueblo de tanta impureza. Una catarsis colectiva de los
pueblos aryas.
*Nuestro
espacio. Nuestra atmósfera, y nuestra luz. Allí donde nos instruimos; allí donde
bebemos de las fuentes de nuestro saber. Un recinto santo exclusivo para aryas.
Nada profano, nada ajeno. Nada impuro. Tan sólo los variados y abundantes
frutos de nuestros pueblos (germanos, romanos, celtas, griegos… aryas védicos).
Nuestros cantos, nuestros relatos, nuestra sabiduría…
El
alma arya. La conciencia arya. El ser simbólico, espiritual, arya. El actual,
el renovado, el recién nacido. Éste recoge en si el múltiple legado. Es la
suma. Es el alma múltiple, rica; experimentada, sabia. Madura.
Los
nuevos aryas. Lo que viene. Una renovación y una reivindicación de nuestro
pasado, incluido el más reciente, el de la primera república arya. Nuestro ser
saldrá de nuevo a la luz. Nos reivindicamos; reivindicamos nuestro ser
biosimbólico (étnico y cultural) –nuestra memoria, nuestra herencia. Que nadie
ose arrebatarnos el ser, que nadie ofenda nuestras señas de identidad (la
esvástica sobre todo).
Nuestra
primera misión es limpiar a todos los nuestros de elementos extranjeros.
Purificarlos, y volverlos a su ser ancestral.
Necesitamos
más guerreros, los necesitamos a todos. Esta vez venceremos con la sola
palabra, con la sola voz. Nuestra palabra prevalecerá.
Una
dulce tormenta. Un murmullo, un clamor, un fervor colectivo, luminoso,
radiante; como una aurora. Nuestro despertar, nuestro renacer, nuestra
victoria.
*
Hasta
la próxima,
Manu
Me he permitido la libertad de copiar este post integramente en mi blog www.tresmontes7.wordpress,com
ResponderEliminarEspero contar con tu permiso. ...
¿Te has planteado, Manu, que quizá nuestra identidad no sea una religión, sino un sistema de valores? ¿Crees realmente que "resucitando" religiones ya muertas y, lo peor, religiones que en su momento fueron abandonadas por los propios europeos de forma voluntaria en la mayoría de los casos, marcamos el camino futuro de Europa? No te niego la buena intención, pero creo que estás cayendo en la misma trampa que el enemigo: para él, lo más importante es la RELIGIÓN, pero nosotros, aunque tuvimos nuestras religiones, superamos el estadio religioso con los griegos porque esas mismas religiones conducían derecho a la verdad racional y en eso consistía precisamente su valor. El problema no es nuestra religión perdida, sino que con el cristianismo retrocedimos a un estadio ya superado de nuestra evolución y maduración como pueblo, un estadio de desarrollo que la ciencia y la filosofía habían dejado atrás en tiempos de Adriano, cuando no éramos paganos y todavía no éramos tampoco criatianos, cuando el cielo se quedó vacío y la MUERTE se mostró por fin desnuda en toda su abismal inmensidad. NO ESTUVIMOS A LA ALTURA DE NOSOTROS MISMOS, POR RAZONES QUE HE EXPLICADO EN MI BLOG, y Europa se aferró a un "salvador" indigno de ella. En consecuencia, entiendo que estás señalando un camino errado y, por el bien de Europa, por el bien de nuestra causa, no me queda más remedio que contestar a tus consignas. Lo haré en el blog nombrándote abiertamente, si me lo permites. No se trata de ningún ataque personal, sino de la crítica debida a las ideas que estás exponiendo y que, supongo, esperas que sean debatidas. Saludos cordiales.
ResponderEliminarabierto debate en el foro
ResponderEliminarhttp://adecafcom.puntoforo.com/viewtopic.php?t=2210
Europa fue indigna de su salvador.
ResponderEliminarEl "salvador" hebreo era indigno de Europa, no te equivoques. Pero Europa no estuvo a la altura de su reto por razones que es nuestro deber analizar, comprender y superar. No otra es la propuesta de ENSPO desde hace treinta años, pero clama en el desierto de la hedionda ultra católica y evoliana.
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