La nueva Reconquista.
Manu Rodríguez. Desde Europa (10/11/13).
*
*Hay mucha sabiduría en las sentencias morales que –dirigidas
al individuo o a la comunidad– podemos encontrar
aquí y allá en los autores del período griego arcaico (Homero, Hesíodo, los
Siete Sabios…).
Nietzsche nos recuerda en algún lugar esta memorable
sentencia de Píndaro: “Llega a ser el que eres”. Generalmente se suele hacer una lectura individual de esta
máxima (‘gnome’). La lectura individual (monódica) suena algo así como: “Llega
a ser el que ya eres, el individuo único e irrepetible –revélate, luce, brilla”
(a la manera del epitafio de Seikilos). El que ya eres por naturaleza:
lo que no se puede comprar o adquirir. Safo, Alceo, Arquíloco… Es la voz de la
singularidad, del genio propio.
Una lectura colectiva (coral) vendría a decirnos algo así
como: “Llega a ser el ser simbólico que eres (el que ya sabes, el que
aprendiste a ser) –un átrida, un heráclida… un espartano, un ateniense, un
heleno, un celta, un germano, un romano… un arya. Responde a tu familia, a tu
clan, a tu tribu… a tu pueblo, a tu raza; a tu carne y a tu sangre.
A tu ser biosimbólico ancestral. Llega a estar a la altura de lo que eres –por
nacimiento, por la cuna.” Calino, Tirteo, Píndaro… Es la voz del pueblo, de la comunidad
a la que se pertenece, del genio colectivo.
Recomiendo este cruce de
lecturas: El individuo habla como pueblo (como si de todos se tratase), y el
pueblo como individuo (como si de uno se tratase). Lo que vale para el individuo
vale para el pueblo, y viceversa.
No sólo los individuos, también
los pueblos son únicos e irrepetibles. Nada nos
impide ‘leer’ las recomendaciones dirigidas a la persona, como si al pueblo
mismo se dirigiesen –como en la sentencia arriba citada, o en estas otras:
“Conócete a ti mismo”, “Posee lo propio”, “Nada en exceso”…
Y, a la inversa, uno debe tomarse como algo personal lo
que al propio pueblo concierne o acontece. Si mi pueblo es corregido,
advertido, o aleccionado, a mí se me corrige, advierte, o alecciona. Todo lo
que se diga a mi pueblo, o de mi pueblo, a mí o de mí se dice. En último término, el destino de mi pueblo es mi destino. Todo
lo que le suceda a mi pueblo, a mí me sucede. Viva o
muera, tenga futuro o no lo tenga, lo que afecte a mi pueblo, a mí me afecta.
El pueblo como ‘sujeto’. Un pueblo que se conoce a sí
mismo, que a sí mismo se sabe; que posee lo propio –que se posee. El individuo se alcanza a sí
mismo a través del alma colectiva (el alma colectiva es el ser biosimbólico
ancestral).
(Dioniso
o la embriaguez colectiva –lo colectivo en términos religiosos (religantes,
vinculantes). La comunidad; la disolución de la individualidad en el alma
colectiva, en el ser biosimbólico. La ‘revelación’ dionisiaca.)
*Con los pueblos aryas o
indoeuropeos sucede que aún no tenemos un alma colectiva. Nos dividen las
lenguas, las naciones (los Estados), los credos e ideologías… el culto al
individuo, a la ‘persona’, al genio propio. No somos un pueblo, aún.
Cuando, excepcionalmente, dirigimos
la mirada hacia nosotros no solemos reparar en la herencia colectiva, común,
sino a lo sumo en la de algunos pueblos (pues tenemos preferencias): germanos,
celtas, eslavos… Se trata, sin embargo, de la herencia arya en su conjunto, en
su totalidad. Es la conciencia de esa herencia
la que nos unirá, la que hará de nosotros uno.
Una experiencia dionisiaca
colectiva. Una auto-gnosis colectiva. Una revelación. Como la sublime
experiencia germana. Un pan-aryanismo. Una historia única, una memoria única
–la memoria de nuestro pueblo. Esto necesitamos.
La conciencia arya –cuando ésta
despierte de nuevo. La nación arya. Éste es el futuro.
*A estas alturas ya debería
estar claro que lo primordial es la reconquista espiritual de los individuos y
pueblos aryas. Esa inmensa mayoría de exiliados, de expatriados… de ‘ocupados’,
poseídos, dominados… Los que están fuera y en manos de otros. Nuestro tesoro
racial; nuestros bienes. Recuperarlos, reconquistarlos para la causa arya.
El espíritu de la Reconquista.
La recuperación de lo perdido, y la expulsión del enemigo de nuestras tierras y
de nuestros cielos. Ésta es la misión. Apenas comenzamos.
Estos son los primeros tiempos
de la nueva Reconquista. El territorio perdido ahora es la conciencia y la
memoria de nuestros semejantes, de nuestros parientes, de nuestros hermanos.
Hoy por hoy los tenemos como vientos contrarios, incluso. Bien dirigidos, bien
poseídos, bien instrumentalizados.
Ha de ser nuestro primer
cuidado el recuperar sus conciencias; atraer sus miradas, atraerlos hacia nosotros; seducir,
conquistar su espíritu.
Es una guerra que se cumple en
la región de lo alto, en el mismo cielo. En las conciencias y memorias de
nuestros hombres y mujeres. Aclarar
nuestros cielos para nuestros hermanos; para la gran familia arya. Expulsar a
los intrusos. Purificar. Éste es el cometido.
*Los dioses de nuestros antepasados son dioses patrióticos
(étnicamente hablando). Defensores de los Padres, de los ancestros. De su
memoria. Pitón, la Hidra, Vritra, Tifón, Surt… son el enemigo, cualquiera que
este fuese. Meros signos virtuales aptos para señalar en el momento y en las
circunstancias adecuadas. Cada pueblo ha generado los suyos (griegos, germanos,
aryas védicos…). El enemigo es aquél o aquello que procura nuestro mal,
simplemente. Cualquier amenaza a nuestra existencia.
Un patriota es aquel que guarda el culto debido (que
cultiva) a los Padres, a los Manes, a los Antepasados; que cuida y preserva el
legado, la herencia recibida. La ‘patria’ es justamente esa herencia, el
patrimonio, el territorio fundado por los Padres –en la tierra y en los cielos.
*
Hasta la próxima,
Manu
Documento excepcional. En el debe de la memoria biosimbólica tenemos la claudicación de los pueblos Arya en el sentido de abrazar la fe Cristiana. Aquellos Germánicos que conquistaron el ya de por sí debilitado imperio Romano (debilitado a causa de lo mismo), no tuvieron reparos a la hora de aceptar la religión de los pueblos invadidos como una forma de ser mejor aceptados y contar así con el creciente apoyo de la Iglesia, sin perder de vista las buenas prestaciones que suponía, con esa doctrina, tener al pueblo dominado y sumiso. Siempre las estirpes dominantes a colación. Arrastrando con ello a la mayoría del pueblo. En cambio, una parte de ese pueblo continuaría con sus tradiciones, muchas de ellas también traspasadas al Catolicismo, de ahí que muchas tradiciones Católicas tengan origen pagano. Las que no fueron asumidas por el clero, las más discutidas o polémicas, quedaron en el pueblo y, siglos posteriores con la inquisición serían miles de personas perseguidas hasta la muerte. Muy rápidamente se adquirió la fe judeomesiánica, pero miles de años costará deshacerse de ella.
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