La rama dorada.
Manu Rodríguez. Desde Europa (11/12/13).
*
*El desvío
tomado por la ‘inteligencia’ griega en un momento dado de su camino (desde
Platón, desde Sócrates…; desde Alejandro); el olvido del ser propio, del genio
propio. La salida, la deriva hacia soluciones y respuestas individuales y universales
(transraciales y transculturales) como
las promovidas por cínicos, estoicos, y epicúreos –tan coherentes con el contexto cosmopolita y multicultural
del período alejandrino.
La disolución del
mundo antiguo –de la herencia. La decadencia, la caída hasta el helenismo. El
decadente helenismo, ésta es la Grecia que hereda Roma, y la que acabó por afectarnos
a todos (germanos, celtas…) de una u otra manera.
Dilapidamos nuestros bienes, nuestra
potencia, nuestra sabiduría… Nos debilitamos, enfermamos. La predicación
cristiana hizo presa en pueblos débiles y vulnerables –apenas si hubo oposición. Se les dejó hacer.
Se les dejó que minaran las raíces, los fundamentos de nuestro ser. Se les
permitió que mancillaran y vituperaran a nuestros antepasados y a nuestros
mundos. Devenimos pueblos abandonados, indefensos, desprotegidos; sin vigías, sin faros, sin luz.
*Consideremos el
olvido de lo propio en tiempos pasados como errores de juventud; como cosa
propia de pueblos jóvenes, recientes, inexpertos. El no valorar en su justa
medida, y la negligencia, el descuido, el menosprecio de lo propio son actitudes
habituales en los adolescentes –no se valora lo que se tiene; no se sabe aún lo
que se tiene. ¿Qué podemos decir dos mil años después; hemos madurado
entretanto?
*No se trataba de
la vieja religión y de la nueva religión, como decían. Tampoco del viejo hombre
y del nuevo hombre. La vieja religión (aquello que nos religaba y hacia de
nosotros uno) no era una religión cualquiera, era la completa cultura
ancestral, la cultura propia; la nueva religión era la religión/cultura
extranjera (semita). El viejo hombre era el romano, el griego, o el germano; el
nuevo hombre era el hombre romano, griego o germano privado de su propia cultura, y culturalmente judaizado.
Cómo nos venden su ‘metanoia’
(su ‘devenir otro’), ese suicidio cultural, como si de la suprema meta
espiritual se tratase. Todo fue (y es) un artero sofisma; un timo, un
engaño, un fraude nada piadoso.
No había viejo y
nuevo. Era un planteamiento tramposo, engañoso. Lo viejo era lo nuestro, lo
nuevo era lo extranjero. La llamada ‘conversión’ desarraigaba al romano o al
germano de su ser simbólico ancestral (destruía sus señas de identidad; el nexo
biosimbólico que cada cual tiene con su gente y con su mundo) y le injertaba (como
nuevo hombre ya) en un pueblo y en un mundo ajenos –lo extrañaba de su propio
mundo y lo exiliaba a un mundo extranjero (el mundo judío, tan étnico y
ancestral como el suyo). Esta conversión conllevaba además la enemistad del neo-converso
con su gente y con su mundo; ahora
pertenecía (y se debía) a la comunidad religioso/cultural extranjera –pasaba a
formar parte del enemigo. Algo similar a lo que sucede hoy con aquellos de los
nuestros que siguen siendo cristianos, o con aquellos que se convierten al
islam. El proselitismo (siempre sedicioso) de estos credos no tiene otra
finalidad que las conversiones, pues con éstas privan a los pueblos de los
suyos y aumentan las filas propias. Es un reclutamiento lo que se lleva a cabo
entre los nuestros –en nuestra propia casa. Ésta es la ‘pesca’ de la que
hablan.
Cómo enmarañan y ocultan la
verdadera intención con su melifluo discurso, con su ‘buena nueva’. Se trataba
de una guerra, una guerra entre pueblos y culturas (entre mundos). Y ya
conocemos cual fue su resultado.
*Nietzsche vio
en el anti-semitismo un síntoma de nuestra debilidad, y tenía razón. El
anti-semitismo (o el anti-sionismo que es anti-semitismo camuflado), como el
anti-islamismo actual, denotan debilidad –nuestra debilidad ante tales ataques,
ante tales armas, ante tales estrategias, ante tales enemigos.
La
vulnerabilidad de los más, y la impotencia de los menos. Éste es el verdadero
estado de la cuestión. La clara conciencia de que un pueblo seguro de sí y bien
instruido sería invulnerable a la insidiosa propaganda y a las sediciosas tretas
de estos milenarios enemigos nuestros. No hubieran podido con un ‘organismo’
sano –inmune, inmunizado contra agresiones bioculturales.
No soltaron la
presa hasta que fue suya. Hoy vuelven a jugarse el futuro. Están sentando las
bases. Como hicieron cuando Roma.
Los semitas se
nos adelantan –hoy como ayer. Vuelven a
adelantarnos sus mundos en la tierra (judeo-comunismo) y en el cielo
(judeo-mesianismo) –previa destrucción
de los nuestros (a los que en último término se les considera como ‘ilusión’, como
mera ‘representación’). La nueva Sion de ‘Matrix’ es la nueva Jerusalén –la
nueva realidad que se pretende. Ideologemas (anzuelos, redes, señuelos) semitas
nos rodean por doquier.
No olvidemos que
estas utopías que nos proponen son también, y en primer lugar,
‘representaciones’, ‘mundos’ (los mundos simbólicos, las señas de identidad de
otras etnias, de otros pueblos). Que la propuesta fundamental que se nos hace es
que abandonemos nuestros mundos y que adoptemos los suyos.
(Llevan
siglos destruyendo nuestras claves simbólicas –nuestras fuentes, nuestras
raíces, nuestras señas de identidad–, y sustituyéndolas por las suyas. Son expertos en esta guerra cultural que tienen ya
casi ganada.)
*Hay que preguntar por quién, y
cómo nos destruye. Qué armas usa el enemigo. Cómo nos desarma, por ejemplo,
mediante su palabra; con su lengua doble, bífida, diabólica… nociva.
Padecemos manipulación e instrumentalización política y
social, económica, cultural, moral... Se procura por todos los medios que
descuidemos nuestros intereses, que nos ignoremos, que nos desconozcamos. Han
logrado convertirnos en una masa de desarraigados y apátridas (en el nombre de
credos universales religiosos o políticos
–transnacionales,
transraciales, transculturales), y aún peor, han logrado convertirnos en
enemigos de nosotros mismos –está bien
visto el repudiar las propias tradiciones, la propia historia, la propia
cultura, la propia raza incluso; el ser biosimbólico propio, el ser que se es.
Todo este errático y autolesivo comportamiento que
mostramos revela
nuestra vulnerabilidad, nuestro grado de debilidad; nuestra falta de fuerza, de
resistencia, de ‘salud’. Cuan fácilmente accesibles y manipulables resultamos
aún; cuan tiernos, cuan adolescentes, cuan inmaduros. Lo cierto es que ya
deberíamos estar vacunados –ya hemos sido atacados por este mismo ‘virus’; ya
conocemos sus características y sus estrategias de dominio (apenas si ha
mutado). ¿Cómo nos dejamos enredar, una vez más, por estos tramposos, por estos
embaucadores; a nuestra edad?
(Retrasar, diferir, entorpecer… impedir
nuestro reconocimiento (nuestra autognosis)
y nuestra liberación, éste es el objetivo de los enemigos de nuestro
ser.)
Destrúyete a ti mismo y conviértete en el otro –nos
vienen a decir. Deja de ser el que eres; niégate a ti mismo. Éste es el Avatar
(la transformación, la conversión) que ladinamente nos insinúan una y otra vez;
su reiterado slogan. Su prédica desde hace milenios.
Obviamente,
no es el cambio de forma (metamorfosis) lo que se busca en la ‘conversión’ (aunque
a veces el converso adopte el aspecto o
apariencia física de sus nuevos ‘hermanos’
y llegue incluso a parecer ‘otro’), sino el cambio de mente (metanoia)
–repolarizar la mente en una determinada dirección, podríamos decir, tras su
despolarización; imprimir otra mirada,
otro norte. Transformar nuestras señas de identidad, nuestro (complejo) ‘yo’
cultural, ponerlos a su servicio. Ocupar la mente, la conciencia, la
personalidad –que son esencialmente
culturales. Conseguir una mente favorable a sus consignas; un instrumento, un
zombi, un robot…
La
propaganda, la clonación psicosocial mediante la cultura de masas (cine,
prensa, televisión, internet…); la fabricación en serie de creyentes, de
‘fieles’, de partidarios, de seguidores… de peones y soldados. Cada vez más
fácil; cada vez más rápido. Cada vez más numerosas las filas del enemigo. Cada
vez más tenebroso nuestro futuro.
Necesitamos
urgentemente escuelas, centro religioso/culturales, medios de comunicación… Educar, instruir, inmunizar a los nuestros.
*Estadounidenses y canadienses padecen
fundamentalmente la inmigración (masiva) centro y sudamericana. Ya habrás visto
el resultado de las dos últimas elecciones en EEUU; en Europa es la población
inmigrante musulmana, asiática y africana, la que ha dado el triunfo a Hollande
en las últimas elecciones francesas. Puedes imaginar qué futuro nos espera.
Cada cual tiene sus problemas con la inmigración y el multiculturalismo.
Detener, destruir esta torre de
Babel que los enemigos de nuestro ser están construyendo aquí, en Europa, en
nuestra misma casa, en nuestra tierra madre, en nuestra tierra sagrada. Impedir
nuestra destrucción.
Los flujos
migratorios que padecemos desvirtúan la identidad ancestral de nuestros
pueblos. Estos flujos están apoyados,
protegidos, y financiados desde dentro y desde fuera; son un arma para nuestra disolución,
para la disolución de la vieja Europa. Dentro de poco no tendrá sentido ser
danés, sueco, checo o irlandés, cuando cualquier africano, asiático, o
sudamericano pueden llegar a serlo. Nada significarán ya estas palabras,
desprovistas de su sentido ancestral; ya no harán referencia al irlandés o al
sueco ‘de toda la vida’, sino a cualquier habitante de la tierra.
Imaginemos esta
destrucción de la identidad nacional ancestral en China o Japón. Que cualquiera
pueda llegar a ser chino o japonés. ¿No es esto un absurdo y un horror? Pues
éste es el sinsentido, ésta es la aberración que se está permitiendo en
nuestras tierras ancestrales. Las identidades étnicas de nuestras antiguas
naciones desaparecen. Esto afectará psicológicamente a los viejos europeos. Se
está destruyendo fría y lentamente sus identidades; unas identidades ligadas al
pueblo y a la tierra desde hace milenios. Se está desgarrando, triturando,
pulverizando nuestras antiguas identidades. Ésta es la monstruosidad que vivimos.
Cuando ser
europeo (alemán, francés, italiano, sueco…) ya no te identifica con una raza,
una lengua, o una cultura. Cuando cualquiera puede llegar a serlo –un somalí,
un paquistaní, un peruano... Devaluación de la palabra y del ser. Pérdida de
valor, de significado, de sentido.
Despilfarramos,
dilapidamos, malbaratamos la hacienda, la herencia, el legado. ¿Cómo ha podido
llegar a suceder esto; cómo lo permitimos?
*No
contamos, hoy por hoy, con suficientes pensadores étnicos, propios; con
pensadores aryas. Los más de los nuestros hace tiempo que se entregaron a
alguna ideología universalista de origen semita –religiosa, filosófica, o
política. Se abandona, de nuevo, el ser autóctono y ancestral. Volvemos a
olvidarnos de nosotros mismos. Caen de nuevo en el olvido nuestro ser natural y
nuestro ser cultural. El nuevo período alejandrino que vivimos (desnortado, caótico,
disgregador, destructivo).
*Desde que
comenzó la dispersión de nuestros pueblos (hace seis o siete mil años)
carecemos de unidad.
Es preciso
superar las diferencias que se han producido a lo largo del tiempo entre
nuestros pueblos –diferencias lingüísticas y culturales. A esto hay que añadir
las diferencias introducidas por las
sectas cristianas (judeo-mesiánicas) a lo largo del último milenio: tenemos la
secta ortodoxa (Grecia y la mayoría de los países eslavos), la secta católica
(los países del sur, Irlanda, y algún país o enclave eslavo), y las sectas
reformistas (países germánicos principalmente). Aquí tienes la Europa del Este
y la del Oeste, así como la del Norte y la del Sur.
Desgraciadamente,
muchos de los nuestros, como digo, están dominados por estas ideologías religiosas
y políticas de las que hablo, a las que se suman las ideas nacionalistas (la
Nación-Estado). Tenemos nacionalismos católicos, ortodoxos, reformistas… musulmanes
(Albania; algún país eslavo), pero también nacionalismos socialistas o
bolcheviques. Las ‘naciones’ y los credos extranjeros nos detienen, nos dividen,
y nos enfrentan; nos hacen perder el
norte, el camino –nuestro norte y
nuestro camino. Luchamos para otros; en el nombre de otros y para su provecho.
Recordemos los
conflictos sangrientos, algunos aún latentes, que hemos vivido por causas
ideológicas religiosas o políticas de origen foráneo, extranjero; entre los
universalismos de las sectas cristianas, y más recientemente entre los
universalismos demócratas-cristianos y los comunistas (judeo-bolchevismo). No
sólo han dividido y enfrentado a nuestros pueblos entre sí, también entre ellos
mismos (divisiones y discordias entre germanos, entre eslavos…). Estas
ideologías no sólo nos roban la identidad, sino que son la causa de nuestra
perdición.
Hago notar que
la única excepción a esta alienación cuasi-colectiva, el muy reciente ‘nacionalismo’
arya germano (que supuso también el nacimiento de nuestra nación –la nación
arya), fue combatido, y derrotado, por todos estos universalismos. Pese a esta temprana
derrota, aquel ‘nacimiento’, aquel brote, sigue siendo la única luz, el único
norte, el único camino para nuestros pueblos. Fuimos derrotados sí, pero no
vencidos. Aquel brote, la rama arya, sigue creciendo.
La persistencia
de estas ideologías, y su dominio sobre nuestra gente, como es obvio, no
contribuye en nada a nuestra unidad. No parece que podamos formar, a corto o
medio plazo, un frente único. Primero tendremos que derribar esos muros.
*Cabe hablar de
nacionalismos que trascienden las ‘naciones-estado’ y agrupan a pueblos étnica
y culturalmente emparentados (germánicos, celtas, eslavos…).
La ‘nación’
etno-lingüística nos espera. El futuro es la nación arya (una liga o
confederación de pueblos aryas: celtas, baltos, germanos, eslavos, helenos,
pueblos del sur). El milenio arya por venir. (Les recuerdo a los lectores que
la ‘Liga de Naciones o Pueblos Celtas’ está ya constituida.)
*El peso de la palabra, del discurso, de la cultura,
de la ‘representación’… en la formación
de las individualidades (de los seres simbólicos). El individuo es un fragmento
cifrado del mundo lingüístico-cultural entorno, del mundo simbólico –nada tiene
que no haya recibido. La identidad es siempre colectiva.
Nuestro mundo
simbólico es milenario, ha sido generado y modelado por nuestros antepasados a
lo largo de las generaciones; es la proyección de nuestro genio, de nuestro ser
genético colectivo. Fruto nuestro, y nuestro bien más preciado.
El soma
simbólico. La leche de Hera, el zumo lácteo de la madre comunidad –que proporciona antígenos; que inmuniza. La
materia simbólica nos alimenta, nos fortalece, nos transporta, nos cobija, nos guía…
nos protege, nos instruye. Es el jardín de las Hespérides, es la fuente de la
eterna juventud...
Las
‘determinaciones’ lingüístico-culturales (las autóctonas y ancestrales) no son
limites, ni rejas, ni cárceles, sino alas, caminos, posibilidades; no son el
obstáculo, sino la condición necesaria
para nuestro cumplimiento, para nuestra realización –para nuestro ‘llegar a
ser’.
Más que buena
voluntad hacia nuestras ‘determinaciones’ (Hegel) yo hablaría de fidelidad y de
lealtad, pero también de amor, de devoción, de fervor.
*El dios judío
(Iahveh) responde al genio judío como el dios arya (Dyaus) responde al genio
arya. Hay dioses y pueblos sombríos y hay dioses y pueblos luminosos. El árbol
de los pueblos y culturas del mundo tiene muchas ramas; la rama arya es la rama
dorada; la rama clara, diurna, solar.
*Llámame arya.
*Hesperi ara –
Luciferi fanum – Solis lucus.
*Un espacio
étnica y confesionalmente arya. Puro; purificador. Un sueño.
*Veo, en lo que escribes, que cada vez estás más comprometido,
más involucrado en la lucha; que te lo tomas de manera cada vez más personal.
Pienso que éste es el camino.
Debemos ser personales en esta nuestra lucha.
Distinguirnos unos de otros mediante nuestras maneras, mediante nuestras armas.
Por lo demás, es justamente lo que necesitamos.
El enemigo de nuestro ser ha desarrollado a lo largo del
tiempo muchas facetas; dispara desde lugares muy diversos. Ha ocupado
posiciones de relevancia en el mundo académico e intelectual, en el económico,
en el cultural (cultura de masas, medios de comunicación), en el político, en
el jurídico… Incansable, nunca baja la guardia. Siempre atacando, debilitando,
destruyendo…
Requerimos, pues, guerreros con cualidades muy diversas. Perdemos
terreno en los lugares más variados –aquí y allá. Está claro que ningún aspecto
es más vital o esencial que otro. Todo urge.
Reconquistar, reconstruir, recomponer, restablecer… Reivindicar,
reparar, restituir. Que no te amilanen la inmensidad, la dureza, y la
peligrosidad de la tarea.
*
Hasta la próxima,
Manu
Valiosísimo todo cuanto escribes. Muchas gracias. Un saludo.
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