Bagatelas
para un pueblo masacrado y hundido. (¿Para cuándo una ‘semana santa’ que dé
cuenta de “la pasión, muerte, y resurrección de los pueblos aryas”?)
Manu
Rodríguez. Desde Europa (12/04/14).
*La
realidad ha corroborado los temores y sospechas –las peores previsiones– que
los nacionalistas del pasado siglo tenían acerca de los judíos. Ya nadie puede
negar el control que estos ejercen sobre el ‘dinero’, los gobiernos, y la
opinión pública en buena parte del planeta. Su dominio en estos ámbitos es poco
menos que absoluto.
Si
la alienación económica es preocupante, la alienación cultural (ideológica,
espiritual) resulta verdaderamente inquietante.
Es el dominio de las claves culturales (simbólicas) de un pueblo lo que
hace posible su ulterior alienación económica, social, política, e incluso racial –los nuevos amos
han establecido, contra toda evidencia (aunque ‘científicamente’), la
inexistencia de razas o etnias; es el primer paso hacia el mestizaje global.
El
grado de alienación de la opinión pública, en todos los estratos sociales y
culturales, es asombroso. No son raros los artículos y ensayos donde los
autores se preguntan cómo intelectuales de la talla de Heidegger, Schmitt, Céline,
o Pound (entre miles otros de mayor o menor importancia) apoyaron la causa
fascista o nazi. Se habla de abyección, de aberración, de perversión, de
delirio, de paranoia, de locura… de la fascinación del horror, de la banalidad
del mal… de mentes enfermas, en definitiva. Todo es poco para intimidar a los
posibles buscadores de la verdad, y para evitar la difusión y promoción de tan
‘peligrosos’ ideales (aquí hay que preguntar: ¿peligrosos para quién?). Batallones
de sociólogos, filósofos, psicoanalistas, semiólogos, ensayistas de todo tipo…
(judíos y no judíos) se encargan de ello.
Excluyo
a los judíos en lo que voy a decir, pues estos sí saben lo que hacen. Pero al
resto de los críticos del nazismo o fascismo les digo que: ¿No es justamente la
talla de estos pensadores y creadores lo que debería disipar vuestra
perplejidad? Precisamente las cumbres intelectuales del siglo XX en arte y
pensamiento. Lo normal es preguntarse qué podría tener el fascismo o el nazismo
(sus verdaderos discursos) para que estos se inclinasen a su favor.
Estos
pobres diablos, estos desgraciados, esta tropa de goys (este ganado), estos
pseudo-intelectuales de ‘izquierda’, ‘progresistas’, ‘universalistas’,
‘multiculti’… son el producto más acabado de la manipulación (del lavado de cerebros)
de los pueblos aryas. Pero, ¿qué podemos esperar de la educación
anti-nacionalista, multiétnica y multicultural que recibimos en nuestras escuelas, institutos y
universidades desde finales de la IIGM? Por no hablar de los medios de
comunicación y de los entretenimientos que nos ofrecen los media –sus
poseedores– (cine, prensa, publicaciones de todo tipo, la televisión –con sus
informativos, sus tertulias, sus series y documentales, su publicidad…). Es
pura propaganda lo que recibimos. En todas partes y en todo momento. Es una
atmósfera ideológica y espiritual inmunda, poluta, contaminada… letal para los
nacionalistas, abortiva –que procura abortar todo conato de nacionalismo.
(Digamos que los judíos están alterando la atmósfera biosimbólica
de las naciones del planeta en su único beneficio. Sólo ellos sobrevivirán en
el futuro como pueblo. Esto que digo recuerda a uno de esos espeluznantes
relatos de ciencia-ficción (la alteración de la atmósfera del planeta por una
especie extraterrestre; por ‘aliens’ venidos de fuera). Pero no hay ficción
aquí. Está sucediendo realmente ahora, a nuestro alrededor. Lo estamos viendo
con nuestros propios ojos, en nuestros mismos pueblos y ciudades. La
degradación de las hasta ahora naciones étnica y culturalmente homogéneas (las
naciones blancas en particular). Si todo continúa como hasta ahora, no quedará
del árbol de los pueblos y culturas del mundo sino la rama judía, el resto de los
pueblos habremos desaparecido.)
El
nazismo (el nacionalismo étnico y cultural arya) es el mal. Ésta es la
cantinela. Es ‘satán’, es el adversario, el enemigo… Esto, dicho mil veces y de
mil formas, ha acabado incrustándose en nuestros cerebros. Cuesta un trabajo
ímprobo liberarse de tan omnipresente representación –tan insidiosa; tan
enemiga; tan contraria a nuestros propios intereses étnicos y culturales. Son
héroes, ciertamente, aquellos que lo consiguen.
Es
una vergüenza esto que digo, y dice muy poco a nuestro favor. Habla más bien
acerca de nuestra ingenuidad, de nuestra candidez, de nuestra falta de lucidez,
de nuestra falta de sentido crítico, de nuestra necedad…; de cuan fácilmente
manipulables resultan nuestra gente y nuestros pueblos.
Han
conseguido convencernos, estos estafadores, de que aquello que nos está
destruyendo, aquello que está acabando con nosotros (con nuestros
pueblos), es nuestro bien. No tendremos,
empero, ningún futuro si tales discursos continúan prevaleciendo.
Alguien
el siglo pasado, creo recordar que Brasillach, hablaba de la ‘revuelta de los
nativos, de los indígenas’. Esto es lo que se trata de impedir. Por ello el
proceso de adoctrinamiento anti-nazi o antifascista comienza en la misma
infancia.
Nosotros
los pueblos aryas no tenemos otros enemigos que aquellos que procuran nuestro
mal –aquellos que buscan nuestra destrucción. Es esencial para nuestra
supervivencia saber detectar al enemigo, saber detectar aquello que nos hace
mal. Y combatirlo. Y no otra cosa es lo que hacía y hace el nazismo o el
fascismo. El nazismo implica, entre otras cosas, una educación para la salud
étnica y cultural de nuestros pueblos. Instruye a nuestros pueblos para
detectar al enemigo, y les alienta para combatirlo.
El
enemigo no es el otro, cualquier otro, sino únicamente aquel que busca nuestro
mal. Simplemente.
El
nazismo no combatía (ni combate en la actualidad) contra otros pueblos ni otras
culturas o razas, sino únicamente contra los judíos –debido al peso y la
influencia económica y cultural que estos tenían, en aquellos momentos, en
Alemania y en casi toda Europa. No sólo la industria, la banca o el comercio,
también la política, las artes, los medios de comunicación... Todo,
prácticamente, estaba en sus manos. La judaización de Europa caminaba a pasos agigantados. (¿No es todo esto,
acaso, lo que continuamos viviendo en nuestros días?) Había que librarse de
ellos, expulsarlos; purgarse, purificarse. Recuperarse. Reconquistarse. Volver
en sí.
La
revuelta de los nativos, esto fue lo que sucedió con el nazismo alemán (más que
con el fascismo italiano). El renacimiento de los pueblos indígenas europeos
desde sus propias fuentes étnicas y culturales. Esto es lo que se pretendía (y
se pretende). Y no en otra dirección caminaba la revolución nacionalista
germana. Se trataba (y se trata) de la recuperación, de la reconquista de lo
nuestro. De volver a tomar las riendas de nuestro destino.
La
revuelta de los nativos se hace necesaria también ahora, pues seguimos
padeciendo las mismas opresiones y
manipulaciones, y el mismo proceso de judaización (no de ‘americanización’,
como algunos bobos piensan). La guerra no ha acabado.
La
cristianización de los pueblos aryas fue una fatalidad. Ahí comenzó nuestra errancia,
nuestro vagabundeo, nuestra deriva; nuestra alienación y exilio espirituales. Desde
ese momento perdimos el norte, el camino –nuestro camino. Fue el peor paso que hayamos
podido dar en nuestra historia. Aquel error fatal. Ahí comenzamos a ignorarnos
a nosotros mismos. La islamización posterior de algunos de nuestros pueblos
llovía sobre mojado, e igualmente la judaización de los tiempos que corren. Las
ideologías semitas han marcado nuestro destino y gobernado nuestras vidas desde
hace casi dos mil años. Llevamos milenios sirviendo a dioses y pueblos extranjeros.
¿Qué
pretendía (y pretende) el nacionalismo étnico, y cultural? Justamente acabar
con esto –con esta alienación, con este extrañamiento. Acabar con milenios de
privación y de exilio –la privación y el
exilio del ser (propio).
*El elogio y la recomendación de la mentira, de la violencia y del terror que encontramos en las obras de Lenin, Trotsky y otros judeo-bolcheviques no parecen preocupar a nadie. Las obras de estos ‘estrategas’, de estos inductores al asesinato y la matanza (cuando no ellos mismos verdaderos asesinos) de burgueses y fascistas se siguen reeditando y estudiando, sin censura ni crítica, e incluso a ellos mismos se les sigue exaltando y glorificando en las cuatro esquinas del planeta.
El
marxismo y el comunismo con su dosis de destrucción (desde sus orígenes, desde
Marx y Engels), así como con sus millones de víctimas –desde la revolución rusa
hasta la camboyana de Pol Pot– tampoco parecen sorprender ni escandalizar a
nadie. ¿Por qué? Los marxistas y comunistas se pasean impunes, arrogantes, y con
la conciencia muy tranquila por todos lados. ¿Cómo es esto posible?
Yo
reto a investigadores y curiosos a que rebusquen en los textos de los autores
clásicos fascistas o nazis, a ver si encuentran recomendaciones o estrategias
semejantes –tan innobles, tan deshonestas, tan terroríficas. Una ‘asociación de
malhechores y criminales’ eran los judeo-bolcheviques, una mafia criminal.
Nadie les juzgó ni le recriminó en su momento por sus continuados ‘pogroms’
contra los ‘otros’ (realeza, nobleza, clases medias, mandos del ejército, jerarquías
eclesiásticas, profesionales de la medicina, del derecho…, campesinos (kulaks),
cristianos, rusos blancos (los anti-rojos, la oposición armada), ucranianos…;
contra la flor de la gentilidad, sin más). Fueron los nazis, sin embargo, los
juzgados bajo acusaciones que no convenían sino a estos judeo-bolcheviques, a esta
verdadera “asociación de malhechores y conspiradores” que dominaron el
escenario soviético durante al menos sus primeros treinta años. Los tres
decenios de terror rojo.
Repito
una vez más que mientras los crímenes de los judeo-bolcheviques están
contrastados y documentados, para los crímenes atribuidos a los nazis se
carecen de pruebas (como es obvio, dado que son crímenes ficticios). La
ausencia de pruebas la admiten hasta los
técnicos ingenieros encargados por la
parte acusadora (judíos) de la cuestión concerniente a las cámaras de gas y
otros modos de exterminio (según el ‘testimonio’ de los judíos). El último, R.
J. Van Pelt, que intervino en el juicio contra Irving (1998), llegó a reconocer,
en entrevistas posteriores al juicio, la casi total ausencia de pruebas (hasta en el 95% de los casos, declaró
abiertamente).
Podríamos
hablar también de las usurpaciones, de las imposturas, de los crímenes de los
demócrata-liberales en todo el planeta –desde su entrada en la IIGM hasta
nuestros días.
¿Tenemos
que excusar, pues, los genocidios cometidos por los judíos y que aparecen reflejados
en su libro sagrado, el lenguaje homicida y los crímenes del judeo-islamismo igualmente
patentes en su libro sagrado, o la criminal historia del judeo-mesianismo?
¿Vía
libre, entonces, para perseguir y asesinar a los fascistas, así como a los goys,
los infieles, o los paganos? Todo parece indicar que de esto se trata. Los
nazis somos ahora los nuevos paganos, los nuevos infieles a perseguir. Ciertamente,
nosotros no creemos ni en vuestros dioses, ni en vuestras ‘revelaciones’
religiosas, ni en vuestras instituciones democráticas, ni en vuestras
“declaraciones o cartas de derechos humanos”… Ya no creemos en vosotros; ya no
os concedemos el menor crédito.
Judíos,
cristianos, musulmanes, demócratas, comunistas… Todos, parece, pueden matar y
quitar de en medio a quien les contradiga o les estorbe. Les excusa la buena
intención de su doctrina –su preocupación por la humanidad, dicen. Ellos matan
por el bien de la humanidad. Son los crímenes de los ‘buenos’ (en palabras de
Bochaca). Perfectamente legítimos y fundados (según las leyes que ellos mismos
redactan e imponen).
Muchas
y funestas son las ramas del árbol judío: el cristianismo, el islamismo, la
vieja (y ya inútil) masonería, el
marxismo, el comunismo, la actual economía política (el universalismo, el
globalismo demo-liberal); Freud, Boas, Adorno, Marcuse, Derrida… Esta vieja ilustración
alemana (año 1944) no da cuenta de todas
La oscura, la siniestra, la sombría, la negra historia de estos miserables. Ellos sí que son la peste, el mal universal. Perversos, crueles, deshonestos, falaces. Ellos sí que son los maestros, los señores de la masacre. Sin la menor duda.
El
nazismo germano, más que el fascismo italiano, fue (y es) el único que tuvo (y
tiene) el valor de enfrentarse a esta escoria humana, a estos monstruos. Y así nos
fue; y así nos va. Pero no está derrotado el nazismo –aún respira, aún vive,
aún se mueve.
*Las
organizaciones internacionales y transcontinentales que se nos imponen son los
instrumentos económicos, jurídicos, y militares que usan los nuevos señores
para gobernar el mundo. La ONU, con su Comité de Seguridad, su Fondo Monetario
Internacional (FMI), y su Corte Internacional de Justicia (CIJ)…; la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (la OTAN) verdadero ‘caballo de
Troya’ que opera en multitud de países…; la absurda e irrelevante
–políticamente hablando– Unión Europea (UE), la ambiciosa Organización para la
Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE, Acta de Helsinki –1975), que cuenta
con una particular policía que vela por la ‘pureza’ de las instituciones
democráticas y por el cumplimiento de los derechos humanos: la Oficina para las
Instituciones Democráticas y los Derechos Humanos (ODIHR –en inglés), creada
cuando la “Carta de Paris para una ‘Nueva’ Europa” (1990); la Corte Penal
Internacional (CPI), cuyo Estatuto (Estatuto de la Corte, Estatuto de Roma) ha
sido firmado pero no ratificado por los Estados Unidos e Israel…
(Esto
es lo de siempre: “Haz lo que yo diga, no lo que yo haga.” Esto es: “Obedece
mis palabras, no imites mis actos. Nosotros somos el pueblo elegido, a nosotros no nos afecta ley, nosotros
imponemos la ley.” La ley no afecta a los señores. Los señores pueden
comportarse como les venga en ganas. En esto parece consistir todo.)
Está claro que estamos ante las nuevas tablas
de la ley, el nuevo decálogo, el novísimo evangelio –para los pueblos otros.
Organizaciones,
Instituciones, Tratados internacionales o supranacionales que no tienen otra finalidad
que impedir la soberanía, la independencia, y la libertad de las naciones o
Estados parte. Estos dispositivos, estos
‘mecanismos’, son los modernos instrumentos (jurídicos, económicos y militares)
represivos y de dominio. Dirigidos fundamentalmente a evitar todo nacionalismo,
toda independencia, toda legislación privada de los pueblos, todo desvío de la
‘norma universal’.
El
enemigo ya no necesita de sociedades secretas o semi-secretas (masonería u
otras) para dominar a nuestros pueblos. Todo lo que precisaba ha logrado
introducirlo paulatinamente en nuestras legislaciones (desde la Revolución
francesa a nuestros días). Ahora nos rigen leyes ‘universales’ (transétnicas,
transculturales, trans-confesionales…). La revolución ideológica (política,
cultural…) llevada a cabo, en su origen, para promocionar la integración y la igualdad
de los judíos en Francia (que finalmente alcanzaría a toda Europa), en la actualidad
favorece a cualquier extranjero recién llegado, venga de donde venga, que acaba
gozando (en virtud de esas leyes universales) de los mismos derechos de
ciudadanía (políticos y demás) que los autóctonos. Aquella revolución, tan
‘humana’ y tan ‘democrática’, fue el principio del fin para las naciones
étnicas ancestrales europeas –y para el resto de las naciones étnicas del
planeta, si todo continúa como hasta ahora.
En
su momento tendremos que promover referéndums para salir de las organizaciones
e instituciones internacionales (ONU, OTAN, OSCE, CPI…). Como hizo Hitler para
salir de la Sociedad de Naciones en 1933. Propia legislación, propia
constitución, propia regulación… Ejercer plenamente la independencia, la
libertad, y la soberanía. Autonomía, autogobierno, autorregulación.
Necesitamos
organizaciones e instituciones puramente aryas (étnica y culturalmente aryas),
incluidos partidos nacionalistas aryas y sindicatos de trabajadores aryas. Al
igual que los vascos, por ejemplo, tienen partidos nacionalistas vascos y
sindicatos de trabajadores vascos. Éste es el riguroso nacionalismo que tenemos
que practicar.
Ténganse
en cuenta los ‘derechos humanos’ relativos a la ‘no-segregación’ o
‘no-discriminación’ que conciernen a los derechos de los extranjeros o
emigrantes (judíos, musulmanes asiáticos y africanos, amerindios, chinos…) integrados
o asimilados en nuestras naciones y con derechos de ciudadanía y todo lo demás
(ellos, y sus familias). Obsérvese ahora la situación (política, económica,
jurídica…) en la que quedamos los ‘indígenas’ blancos europeos. Nuestro grado de libertad, independencia o
soberanía al respecto es nulo. Tenemos que soportar quietos y en silencio esta
riada, este diluvio, esta marea; este tsunami demográfico destructor. Perderemos
‘nuestra tierra, territorios, y recursos’, desapareceremos incluso –en el
nombre de los ‘derechos humanos universales’. No sé si podremos usar en su
momento la ‘declaración (de las Naciones Unidas) sobre los derechos de los
pueblos indígenas’ (en su
107a. sesión plenaria; 13 de septiembre de 2007).
Los
señores usan ahora leyes y tratados universales en virtud de los cuales lanzan contra
los Estados que les presentan la más mínima oposición sanciones económicas, guerras
e invasiones, y juicios a sus presidentes de gobierno o jefes de Estado so
pretexto de atentar contra cualquiera de los artículos de las leyes
internacionales vigentes (inspiradas en los ‘derechos humanos universales’). Lo
llevamos viendo desde finales de la IIGM.
Hasta
que punto nuestros juristas siguen siendo deshonestos y falaces puede observarse
en la creación de esa Corte Penal Internacional (la ‘Internacional Criminal
Court’) en 1998 (Estatuto de Roma), cuyo referente fue aquella farsa del juicio
de Núremberg –desde la “Charter of the Nürnberg International Military
Tribunal” (Carta de Londres), hasta la “Opinion and
Judgment of the International Military Tribunal for the Trial of German Major War Criminals”. Estos últimos textos contienen
ni más ni menos que la versión histórica oficial (judía) que nuestros
historiadores (y juristas, y políticos) sostienen, explotan, y divulgan hasta
el día de hoy acerca de lo sucedido en
la Alemania ‘nazi’ y la IIGM. Pueden consultarse las páginas siguientes:
Recomiendo
a los lectores, como contraste, y como catártico, los dos preciosos textos de
M. Bardèche sobre los juicios de Núremberg, escritos al filo casi de estos (editados
los años 1948-1950).
Todo
el arsenal jurídico que nos silencia, nos atenaza y nos impide todo movimiento,
y toda defensa, se fundamenta en una mentira; toda esta normativa represiva que
tiene a los judíos como autores o instigadores.
Pese
a que hubo importantes juristas, historiadores, y militares (altos mandos de
los ejércitos aliados) que cuestionaron tanto la veracidad de los testimonios
en contra de los acusados, como la
legalidad del juicio y sus conclusiones –con su relato final de los sucesos–,
resultó ser a la postre la ‘historia’ que hoy se le cuenta a todo el mundo. Los
réditos y beneficios que tan inmensa, tan monstruosa, tan criminal estafa han
proporcionado a los reales, a los únicos
vencedores de la IIGM –una vez más, los judíos– han sido y siguen siendo
numerosos y operan aquí y allá –en lo político, en lo jurídico, en lo
económico, en ‘seguridad y defensa’…
De
aquella farsa surgieron la ONU, (y su ‘Carta de Derechos Humanos’), la OTAN, la
OSCE (y su mecanismo de la ‘dimensión humana’ –en la ‘Carta de París para una
‘Nueva’ Europa), la CPI…; surgieron los dispositivos jurídicos, económicos, y
militares; los instrumentos, las armas.
Dicho
sea de paso, en España estamos viendo en la dos de TVE una serie documental
(los jueves, a las veintidós) sobre la IIGM (preguerra, guerra, y postguerra)
que sigue al detalle la versión oficial. Puede tomarse como modelo de la misma.
No es nueva o reciente, lleva algún tiempo en circulación. Es un verdadero
montaje, como todos los documentales que los nuevos señores nos ofrecen al respecto;
con todas las medias verdades, con todos los tópicos… Resaltando, como de
costumbre, los tan ‘conocidos’ como inverificables crímenes nazis, y ocultando
deliberadamente los crímenes de los aliados (los ‘buenos’) –estos, si,
perfectamente documentados. Esto es lo que la gente –el pueblo, la mayoría– ‘sabe’ acerca del período nazi y la IIGM.
¿Cuántas
veces la habrán proyectado o emitido; durante cuánto la proyectarán todavía?
Tantas veces y tanto tiempo como lo necesiten, amigo. Es propaganda de guerra.
Se trata de frustrar el nacimiento de los nacionalismos, de abortar todo
conato; de impedir, antes de que nazcan, que salgan a la luz. De matar en la
cuna, llegado el caso, a los recién nacidos. Lo estamos viendo en la guerra
sucia que se sostiene contra todo partido nacional socialista o revolucionario,
por pequeño e insignificante que éste sea –lo último, lo sucedido con Amanecer
Dorado en Grecia. Basta con levantar la acusación de ‘nazismo’, y las
connotaciones que tal término tiene, en la ‘neolengua’ (en el nuevo orden
mundial), harán el resto: asociación de malhechores, conspiradores, racistas,
causantes de la IIGM, imperialistas que pretendían conquistar toda Europa, genocidas,
asesinos de masas…
Lo
que la mayoría de la gente sabe y dice acerca del nazismo no tiene otro
fundamento que la idea (o la imagen) que le ha proporcionado el enemigo. No
buscan información más allá; son crédulos, confiados; o perezosos, indolentes;
o simplemente venales. No son pocos los que están de buena fe con el enemigo,
los que creen en sus ‘causas’, y las siguen: anti-fascistas,
anti-nacionalistas, universalistas, altruistas, amantes de las fronteras
abiertas, del mestizaje, de los derechos humanos para todos… Generalmente
agrupados en asociaciones transnacionales. Resulta que lo que se le escapa al
ojo del enemigo, se lo soplan estas “organizaciones (internacionales) no
gubernamentales”: hacen labor policial, persiguen y denuncian, ante Cortes y
Tribunales Internacionales, las infracciones –los ‘pecados’ contra la ‘ley’– en
todos los rincones del planeta. Rodean, unos y otros, el mundo entero –el ojo
del amo, y sus soplones (conscientes o inconscientes.)
Es
lo primero que hay que aclarar. Lo primero con lo que hay que enfrentarse es
con esa mentira histórica que afecta de tantas maneras a todos los europeos, y
a todos los pueblos blancos en general (aunque no olvido a los japoneses,
víctimas ellos también de los ‘buenos’). Nosotros, los pueblos blancos, somos
los principales perdedores en esta guerra. No sólo los alemanes y sus
colaboradores (los famosos “collabos” franceses, belgas...) sufrieron humillantes
y horribles derrotas. La guerra contra nuestros pueblos no terminará hasta
nuestra total aniquilación, o hasta nuestra definitiva victoria. Por cierto, nunca
hubo postguerra. Seguimos estando en guerra.
Citando
a Bardèche: “no importa lo que seamos en realidad, lo que importa es la imagen
que de nosotros se ofrece”. La imagen infame que de nosotros ofrece el enemigo.
Esto es lo que hay que combatir. Esa difamación. Negar esa negación, esa imagen
negativa. Es un combate del que sólo
saldremos victoriosos mediante la verdad. Ése es nuestro camino, el camino
arya; el camino de la verdad.
A mi
manera de ver, el debate no está, como precisaba Serge Thion, entre la verdad
histórica y la verdad política, sino entre la verdad histórica y la mentira
política (la historia que nos cuentan acerca del período nazi y la IIGM). También tenemos oposición entre la verdad
científica y la mentira política (la cuestión de la inexistencia de las razas o
etnias, entre otras). Con la cuestión de la raza se pretende, antes que nada,
anular el poder místico, sublime, explosivo, que mostró en su momento el
nacionalismo arya. Esto es un signo nada más que de su temor, el temor del
enemigo a la potencia arya.
Yo
añadiría a todo esto que, en lo que a nosotros concierne (nuestra cultura,
nuestra historia, nuestro derecho…), la lucha se establece entre la verdad pura
y simple, y la mentira política. Hasta ahora la mentira política se impone
sobre la historia, la ciencia, el derecho, la economía, la psicología… La
verdad, en cualquier campo, ni le importa ni le preocupa al enemigo, lo único
que le importa o preocupa al enemigo es conservar la preeminencia y el poder
conseguidos con tan malas artes desde la IIGM (y gracias a ella, me atrevo a
decir).
El
arma del enemigo es tanto más poderosa, o al menos así lo parece. Esa arma es
la mentira, pura y simplemente. El señor de los medios de comunicación todos,
de la información en general, diseña escrupulosamente la opinión pública por
generaciones; impone de mil maneras su historia, su discurso, su fabula, su
mentira. Esa batalla la tiene ganada, por ahora. Tenemos a casi toda la opinión
pública de nuestros países en contra –a hombres y mujeres; a niños, jóvenes,
adultos, y ancianos.
Nosotros
no sólo combatimos por el conjunto de los pueblos blancos, también combatimos por
la verdad. Es una guerra trascendental ésta que vivimos. Es una verdadera
cruzada –la cruzada de los pueblos aryas, la cruzada de la swástica.
Somos la tropa de choque, la vanguardia de una lucha que devendrá planetaria, universal. Estamos comprometidos en una guerra que afectará a todos los pueblos –al futuro de todos. Se trata de si conservaremos o no nuestras señas de identidad biosimbólicas, de si perduraremos o no. Es un “ser o no ser” que, tarde o temprano, convocará a todos y cada uno de los diferentes grupos etno-culturales del planeta.
*
Saludos y hasta la próxima,
Querido amigo Manu, no debe cundir el desámimo, o el desasosiego en nuestras huestes. Cierto que en España somos cuatro y descoexionados, los partidarios del nacionalismo arya, del auténtico, del no contaminado por el cristianismo. En el resto de la magna europa hay muchísimos más, que desean y ponen ardor para preparar el camino a la llegada del cuarto Reich. Al final, la vieja religión, la religión de la naturaleza, la vital, prevalecerá, y ésta triada de religiones antivida, nihilistas (me refiero a las tres principales monoteistas) sucumbirán y ocuparán un espacio en el olvido, en la nada, de la que nunca debieron salir. Efectivamente, el marxismo, el socialismo materialista, campa a sus anchas en la vida cotidiana, se nos quiere presentar como la alternativa al capitalismo, al neoliberalismo, está diseñado para eso, para reportar rentabilidad a la élite mundial, en el sentido que, como ideología llevada a la práctica, es un auténtico desastre; lo vimos en las economías planificadas del pasado, URSS, China, y lo estamos víendo en la actualidad, en países como Cuba y Venezuela.A las élites les interesa la existencia de ese tipo de regímenes para que la gente vea que esa es la única y triste alternativa al neoliberalismo o capitalismo. Incluso en España lo vemos y padecemos en nuestra propia comunidad autónoma, otro nefasto invento democrático, lo de las autonomías, por cierto. Además de ser pésimos gestores, llevan lo del "internacionalismo" a sus últimas consecuencias.
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