La
palabra prohibida.
Manu
Rodríguez. Desde Europa (12/05/14).
*
*Identidad
biosimbólica arya, comunidad/nación/patria arya, religión arya. Estos tres
conceptos vienen a decir lo mismo.
La
religión remite a la herencia étnica y lingüístico-cultural. Remite al legado,
al patrimonio en la tierra y en los cielos; en nuestros cuerpos y en nuestras
almas. La comunidad de estas señas de identidad hace de nosotros una nación –la
nación de los nacidos aryas.
*Una
identidad, una nación, una religión. La religión de un pueblo es aquello que le
religa y le hace uno: las señas de identidad biológicas y lingüístico-culturales
compartidas por un colectivo; la comunidad de naturaleza y cultura.
La aryanidad es el conjunto de los pueblos aryas. La comunidad
arya o aryanidad es la patria biosimbólica arya. El nacionalismo o patriotismo
étnico y cultural arya, que podemos denominar aryanismo (o nazismo), es la
religión de los nacidos aryas. Raza, religión, y patria o nación son una misma cosa para el arya.
También podemos hablar de cuerpo místico arya. Ese cuerpo místico
se refiere a la comunidad arya, a la iglesia/nación arya, al conjunto de sus
individuos y pueblos.
Nuestra
identidad biosimbólica, al mismo tiempo nos proporciona patria y religión.
*Hay
algo místico, sublime, grandioso… en el nacionalismo arya; en la idea misma de
nación arya. Hay algo arrebatador. Hay algo fuerte y tremendo también. Hay algo
estremecedor. Éste es el cáliz que te ofrezco; éste es nuestro ‘santo grial’.
Bébelo; apura la copa.
*Nosotros
les ofrecemos a nuestros hermanos una identidad, una nación, y una religión.
Rogamos a nuestros hermanos que despierten a su identidad biosimbólica blanca,
arya. Esto es lo primero.
La
nación arya no es otra cosa que el conjunto de los individuos y pueblos aryas.
La religión, aquello que nos religa y hace de nosotros ‘uno’, tiene que ver con
el legado étnico y con el legado cultural (esto es lo biosimbólico).
Despertar
ese sentimiento étnico individual y colectivo. El colectivo de ‘fieles’ y
seguidores compondrán el núcleo de la nación arya. Tendrán como ‘religión’ el
legado étnico y el legado cultural de los pueblos aryas o indoeuropeos –desde
que conservamos memoria hasta nuestros días.
Esto
es lo sagrado arya: el legado biosimbólico que heredamos, que es el legado
biosimbólico que somos. Un pueblo que cuida de sí, que vela por sí, que se
respeta; que se tiene a sí mismo por santo, sagrado. Éste es el camino arya, el
camino de nuestro pueblo; el único camino que nos lleva al futuro –nuestra
única salida.
Otro
aspecto es la tierra. Europa es la ‘metrópolis’, la tierra madre, la tierra del
origen, la tierra sagrada de los aryas todos. No importa en qué lugar de la
actual Europa (o Eurasia) tuvieron su nacimiento los pueblos aryas. Toda Europa
está recorrida por nuestra presencia desde hace miles de años. Ésta es nuestra
primera tierra, nuestra tierra sagrada.
Así
pues, una identidad, una nación, una religión, y un territorio.
Una
identidad étnica (arya), una nación étnica (el conjunto de los pueblos aryas),
una religión étnica (el legado lingüístico-cultural de los pueblos aryas –hasta
nuestros días; hasta Darwin, Nietzsche, o Heidegger). Con estos signos
venceremos. Con estos estandartes expulsaremos a los extranjeros de nuestras
tierras.
*En
las circunstancias actuales lo primero que hay que ‘salvar’ es la tierra madre, Europa. Europa es nuestra casa,
nuestro hogar ancestral; nuestra tierra sagrada. Son las poblaciones aryas
europeas las que en primer lugar han de alcanzar el status de ‘naciones’ o ‘Estados
étnicos’. El primer intento, como se sabe, fue frustrado –por quienes ya
sabemos. En algún lugar en MacDonald leí que la revolución (blanca) comenzaría
en Europa. No sé en qué se basaría para augurar tal cosa. Hay sí, pequeños
partidos nacionalistas aquí y allá, pero no hay conciencia étnica ni
nacionalista (en el sentido radical nazi). Juegan a la democracia, se
solidarizan con Israel… Generalmente les une el anti-islamismo. Pero el islam
es uno de los problemas que nos ha traído la normativa universalista que nos viene
de la ONU, la UE o los organismos internacionales subordinados o adyacentes.
Estamos obligados a ser Estados multiculturales, multirraciales,
multiconfesionales… e tutti quanti. Romper con estas organizaciones
supranacionales –que limitan la independencia y la soberanía de nuestras
naciones– es lo primero. El internacionalismo en la economía, en la política,
en el flujo poblacional… está acabando con las naciones étnicas seculares
(sobre todo en Europa). No son sólo los musulmanes asiáticos y africanos,
seguimos teniendo judíos (en Francia, Hollande, el socialista, y Sarkozi, el
conservador, son judíos –la izquierda y la derecha), la población china va en
aumento, y también la población amerindia americana (apenas si hay emigración
blanca de vuelta).
El
deterioro étnico y cultural de nuestras poblaciones europeas aumenta cada día.
El flujo migratorio es imparable por el sur (África), por el Este (Oriente
Medio, Asia Central, China…), y por el oeste (amerindios). Si todo sigue como
hasta ahora acabarán con nosotros en unas pocas generaciones.
Salvar
Europa, la tierra del origen, la tierra sagrada de los pueblos blancos. Éste es
el cometido de las poblaciones blancas repartidas por el mundo. Que Europa,
nuestra tierra sagrada, permanezca étnica y culturalmente incontaminada, pura. Ésta
es nuestra cruzada.
*En
cualquier lugar del planeta que no sea Europa (incluida Rusia), somos
extranjeros. Personalmente no acabo de comprender el nacionalismo blanco fuera
de Europa (las Américas, Australia, Nueva Zelanda…). Hemos privado de sus
tierras y de sus culturas a numerosos pueblos. ¿Por qué lo que deseamos para
nosotros no lo deseamos también para los demás?
Una
comunidad internacional de pueblos, éste podría ser el futuro. No de naciones o
Estados multiétnicos y multiculturales, sino de pueblos o naciones étnicas. A
cada uno lo suyo –su territorio ancestral, su lengua ancestral, su cultura
ancestral, su pureza étnica… (quechuas, mayas, inuit, chinos, japoneses…
europeos).
Hace
mucho tiempo que se desató el mal: la codicia de bienes y territorios ajenos,
junto con la indiferencia por lo más sagrado (la raza, el nexo con los
antepasados, la cultura ancestral, el territorio ancestral…) –lo más sagrado
propio, y lo más sagrado extranjero. El mundo apesta de impurezas –étnicas,
lingüísticas, culturales… Hay pocos rincones puros o no contaminados, o lo que
es lo mismo, genuinos, verdaderos. Hemos destrozado el árbol de los pueblos y
culturas del mundo, que es también el árbol
de la vida. Hemos atentado contra lo más sagrado.
Las
conversiones de los pueblos a credos universalistas o internacionalistas,
religiosos o políticos –que alcanza hasta nuestros días–, han tenido su parte
en esta destrucción. Pueblos alejados de sus orígenes (étnicos y culturales),
masas desarraigadas, apátridas… La adopción de ideologías transétnicas y
transculturales –de origen extranjero; de origen, en la mayoría de los casos,
judío (salvo los universalismos hinduista y budista)– han terminado sembrando
la indiferencia hacia los diversos legados étnicos y lingüístico-culturales de
los pueblos –las ancestrales señas de identidad.
Los
Imperios multiétnicos y multiculturales del pasado (Egipto, el periodo
sumerio-acadio, Asiria, Babilonia, India, Persia, Grecia, Roma…) trajeron al
mundo estas ideologías universales que no tenía otra función que unir de modo
nuevo a aquellas poblaciones heterogéneas, de tan diversos orígenes.
La
necesidad actual de unificar ideológicamente al planeta repite la vieja
cuestión. La corriente demo-liberal del momento otorga un credo transnacional,
transétnico y transcultural en un medio étnica y culturalmente heterogéneo
donde las viejas tradiciones y los nexos ancestrales han, prácticamente,
desaparecido. Es una competición, una concurrencia entre los universalismos
religiosos y políticos. Las diversas poblaciones se convierten en presa de
estos. Pululan los misioneros políticos y religiosos difundiendo credos
universales –musulmanes, cristianos, hinduistas, budistas, demócratas,
comunistas… En poblaciones que ya han perdido el rastro de sus orígenes, en
poblaciones ya desarraigadas (esto es, previamente cristianizadas, islamizadas,
democratizadas…).
(Dicho
sea de paso. También los judíos están afectados por este cáncer cultural propio
de los imperios multiculturales que ellos mismos tanto han contribuido a
difundir (los credos transétnicos, transculturales, transconfesionales…). Su
gente no ha permanecido inmune.)
En
este caos que vivimos, en esta mezcla indeseable, en esta impureza, en esta
monstruosidad, en esta fealdad… los pueblos no tenemos otra salida que
aferrarnos a nuestra sangre y a nuestra memoria; a nuestras identidades étnicas y lingüístico-culturales.
La vuelta, el giro, el retorno a casa, a lo propio. El nacionalismo étnico es
la salida para todos y cada uno de los pueblos del planeta.
El
nacionalismo étnico europeo no puede ser sino el nacional socialismo arya, el
germano. Esto es lo que debemos recuperar. Contra todo obstáculo. Ahora lo que
se requiere es un nacionalismo arya a escala europea –siguiendo el modelo
germano ya llevado a la práctica.
Ojala
tuviéramos más difusión. Es una gran revolución arya lo que necesitamos, aquí,
en Europa/Aryana, en la tierra de origen de los pueblos aryas.
*Llevo
algún tiempo leyendo literatura puramente nazi desde los años veinte hasta el
45 (hasta la creación de los Werewolf (Naumann), hasta el obituario de
Hitler…). He encontrado mucho material en
página
que recomiendo a todos (nosotros). Son sumamente interesantes los textos que
van desde los primeros años veinte hasta el 33, que alcanzan el poder. Son los
años de lucha. Hay que leerlos en sus propios textos, en sus propias
circunstancias; en su propio contexto adverso. Cuantos obstáculos, cuantos
impedimentos, y cuanta voluntad, cuanta entereza, cuanta paciencia, cuanta
resistencia, cuanta lucha, cuanta nobleza… Son un modelo para los actuales.
Apenas si podemos añadir nada.
También
tenemos el sexenio del 33 al 39, ya en el ejercicio del poder –antes de la
guerra–, y el que transcurre desde el 39 al 45 –los años de guerra. Son tres
fases en su historia y en su ‘cultura’. Un ascenso, un clímax, y un descenso,
una caída. En cada período se produce una ‘cultura’ (escritura, literatura,
arte (posters y demás)…), una ‘retórica’, podríamos decir, acorde con el
tiempo, con el momento.
Hay
mucho que aprender ahí. Mucho. Las problemáticas son muy parecidas a las
actuales. A la población judía (hoy muy camuflada en Europa, aunque no menos
operativa que entonces) hay que añadir las poblaciones asiáticas y africanas
(la mayoría musulmanas), las amerindias, las chinas… Podemos decir incluso que
los momentos actuales son muchísimo más graves que los que ellos vivieron. Más
acuciantes. Menos esperanzadores. Y no nos olvidemos que nosotros tenemos
detrás los juicios de Núremberg y la represiva normativa anti-nazi que desde
entonces padecemos (en los media, en las calles, en los juzgados…).
Es
el nazismo puro y crudo el que tiene que renacer. Nada de neonazis o de
nacionalistas blancos o similares. El nazismo, sin más. El nacionalismo arya
excluyente, nada de internacionalista o universalista. Nada de extranjeros en
nuestros gobiernos, en nuestra economía, en nuestra prensa, en nuestra cultura…
en nuestras tierras. ¡Fuera estos aliens de esta tierra sagrada nuestra!
Simplemente.
Actualmente
estamos de nuevo en la fase de ascensión (también el partido estuvo un tiempo
prohibido, e incluso a Hitler se le prohibió hablar públicamente). Ahora la
literatura ha de ser proselitista, de propaganda. Tenemos que convencer a
nuestros semejantes de la terrible situación (étnica, cultural, y territorial)
en la que nos encontramos. Y mostrarles la salida. El nacionalismo arya es la
solución, la salida. Nuestra única salida.
Necesitamos
‘conversos’, millones de ‘conversos’, de fieles, de seguidores. ¿Cómo lo
conseguiremos? ¡Oh, Goebbels, Hitler… Darwin, Nietzsche, Heidegger…
inspiradnos!
*He
recopilado estos días de la red algunos artículos relacionados con la reciente edición
inglesa de los ‘Black Notebooks’ de Heidegger, dos de ellos de Greg Johnson (en
Counter C), que incluyen algunas de las observaciones acerca de los judíos (en
bilingüe) y otras tantas reflexiones sobre el nacionalsocialismo (en el cuerpo
del post). El resto de los artículos, como de costumbre, se ceban en el
anti-semitismo de Heidegger, el cual corrobora su nazismo y les vale para
desprestigiar y descalificar su entero pensamiento. Pobres diablos. Los
artículos de Johnson, al menos, recogen estas pocas observaciones sobre el
‘movimiento’ que resultan de gran importancia.
Todo
lo que Heidegger nos diga acerca de “la interna verdad y grandeza del
‘movimiento’” es de sumo interés, e igualmente lo que nos diga acerca del
‘racismo biológico’ –que él consideraba pedestre o ramplón a la vista de los
textos anti-semitas que se publicaban. Por ejemplo, cuando dice que el
nacionalsocialismo no era todavía una ‘visión del mundo’ (weltanschauung)…,
pienso que tiene razón. Esto se observa leyendo los textos nazis publicados
sobre los más diversos aspectos culturales. Se puede decir que el nazismo era
una ideología en formación que apenas tuvo tiempo (apenas unos años, comparado
con el judeo-mesianismo y el judeo-islamismo, por ejemplo, que dispusieron de
siglos) para implementar una auténtica y genuina ‘visión del mundo’
nacionalsocialista que operase en las escuelas y en todas partes y que
terminase impregnando toda la vida cotidiana de los germanos. Pero tuvo tal
intención como nos consta, por ejemplo, en los textos relacionados con las
llamadas ‘lebensfeier’ o ceremonias de la vida (life rituals), concernientes al
nacimiento, matrimonio, muerte, y a una suerte de ‘confirmación’ que se hacía
al cumplir los 15 años (los chicos y las chicas). También podemos considerar
los textos dirigidos a los soldados SS y pensados para su educación
nacionalsocialista. Estaban ensayando, tanteando, construyendo… comenzando.
El
anti-semitismo no sólo se ocupaba de la cuestión racial, los nazis eran
conscientes del poder de las ideologías semitas (religiosas y políticas) en la
vida cotidiana de los alemanes (y de los europeos, añadiría yo). No era sólo
una oposición racial sino ideológica y cultural también. Quizás no con la profundidad que un filósofo como
Heidegger requería.
Heidegger
es siempre noticia, incluso en la prensa cotidiana –no especializada–, y su
figura reúne a su alrededor una permanente cohorte de curiosos personajes. Tenemos
a los ‘escandalizados’ detractores, que claramente denuncian y descalifican su
filosofía por su proximidad al nazismo (como si el nazismo fuera algo
deleznable de suyo); luego están aquellos que se ven en la necesidad de
defender su pensamiento y disculpan sus contactos con el nazismo –nada tiene
que ver su filosofía con los principios del nazismo, nos dicen, y su
simpatía por el nazismo fue sólo al
principio, cuando accedió al cargo de Rector en la Universidad de Friburgo y
dio su famoso ‘Discurso del Rectorado’, pero que poco tiempo después lo
abandono y tal y tal (aunque no lo parezca estos ‘defensores’ hacen un peor
servicio a su conocimiento que incluso los detractores. En mi opinión, si son
sinceros, estos ‘defensores’ no lo han entendido en absoluto. Tanto mejor lo
han entendido los detractores, que han sabido ver su ‘nacionalismo’ o su etnocentrismo).
Luego tenemos a los que se limitan a exponer su pensamiento como mejor pueden
sin meterse en complicaciones políticas o ideológicas, tomando su ‘filosofía’
como una suerte de existencialismo o algo así. Están también los judíos que
pretenden apropiarse de este pensamiento esterilizando su potencia nacionalista
germana, universalizando su discurso (el más notorio es Derrida).
Los
judíos que se le aproximaron –a ver que podían sacar de allí (como parásitos espirituales
natos que son)– no pudieron o no quisieron ver el etnocentrismo de su
escritura. Hablo de Arendt, Löwitt, Adorno, Marcuse… Lévinas… Derrida. Sólo
extrapolando su discurso –y negándolo en cierta medida– pueden hacer uso de él;
tomándolo como si de un pensamiento fuera de tiempo y lugar se tratase. Esto
es, universalizándolo, desarraigándolo; judaizándolo. No han hecho la lectura
étnica, que es la que correspondía, aplicándola a su propio ser (biosimbólico).
Ésta es la lectura que le recomiendo a los diversos pueblos no aryas.
Heidegger
no hablaba a individuos, a egos aislados y desarraigados, sino al pueblo, a
todos (deutsch, teut –el ‘totum’ latino); a todos ‘nosotros’ (wir). Se trata de
‘la cosa de todos’ (recuérdese el ‘althing’ escandinavo). Es un pensamiento
étnico, colectivo. No es un discurso de salvación personal; no estamos ante
ningún individualismo existencialista.
A
Heidegger le daba igual aquellos judíos que se aproximaban a su pensamiento y
su discurso. Él no hablaba para ellos. Es la pura tradición filosófica
occidental, desde los presocráticos a nuestros días, el tema de sus
reflexiones. ¿Qué tenían que ver aquellos extranjeros con nuestra tradición
filosófica?
Heidegger
es un pensador étnico, si esto se puede decir, que tiene mucho que decirles a
los identitarios indoeuropeos o aryas. Un pensador étnico es un pensador que
habla a su pueblo. Que no sostiene un discurso
universal. Que se remite a las especiales circunstancias que vive ‘su’ pueblo.
Otro pensador étnico es Nietzsche. Y por supuesto todos aquellos pensadores que
forjaron la Alemania del período nazi (Spengler, Hitler, Goebbels, Rosemberg…).
Podemos decir que buena parte del pensamiento arya desde los presocráticos a
nuestros días es un pensamiento étnico –que habla a nuestra gente, a nuestra
raza, a nuestra historia, a nuestras circunstancias… a nuestras vidas.
El
pensamiento étnico se distingue del pensamiento universalista –que se dirige a
todos los hombres. Confucio es un pensador étnico, por ejemplo. Se dirige a su
pueblo, a los suyos.
Los
universalistas pretenden que tengamos una idea reducida e incluso peyorativa del
pensamiento étnico o no universalista, como si éste fuera un pensamiento
provinciano o menor –mientras el
discurso universalista se dirige a todos los hombres, a la ‘humanidad’, el pensamiento étnico se dirige a una porción
determinada de ellos.
Este
argumento nos oculta un aspecto importante en esta discusión; distrae la
atención de lo esencial. No nos olvidemos que todas las ideologías
universalistas tienen un origen étnico, sean de origen semita o sean de origen
indoeuropeo (hinduismo y budismo), o la muy reciente democracia universal con
componentes semitas e indoeuropeos (en su origen la democracia griega era una
democracia étnica).
La
universalización de una particular tradición étnica es lo que tenemos con los
universalismos. Es, pues, un choque, una guerra de poder entre las diversas
etnias y sus respectivas tradiciones étnicas (sus ‘weltanschauug’, para
resumir). Y hoy por hoy, en nuestras tierras, prevalecen y dominan las viejas tradiciones
étnicas semitas (judaísmo, judeo-mesianismo, y judeo-islamismo) –por no hablar
del marxismo y el comunismo (judeo-bolchevismo) y de la amplia influencia que algunos
de sus otros engendros contemporáneos (Freud, Boas, Adorno…) tienen en nuestra vida
intelectual.
Entiéndase
esto, Heidegger hablaba en enigmas, y sólo para nuestros oídos. Los extranjeros
no podían (ni debían) entender nada.
Cuando
Heidegger habla del ‘ser’, y del ‘origen’, y del ‘giro’ o ‘vuelta’, y del ‘acontecimiento’… ¿De qué habla?
¿Desde dónde habla? ¿A quién habla?
Contexto
y perspectiva. Sincronía y diacronía. No podemos olvidar o ignorar las
coordenadas de cualquier discurso; su ‘x’ y su ‘y’.
Reivindiquémosle
como un pensador arya, nuestro. Su obra se remite a nuestra historia y a las
incidencias de nuestro devenir espiritual, intelectual, filosófico o ideológico
(o como queramos llamarlo), acerca de los hitos que nos desviaron de nuestro
genuino camino, del camino de nuestro pueblo. De nosotros habla, pues, y a
nosotros nos habla. No a los semitas, no a los chinos, no a los japoneses, no a
los magrebíes o a los subsaharianos… Sólo para nuestros oídos. Hay, pues, que
contextualizar su escritura absolutamente (comenzando por su contemporaneidad
con el nacionalismo arya germano y el período histórico que le toco vivir). De
otro modo se nos escapa, no acertamos a descifrar sus enigmas. Los enigmas de
Heidegger, el oscuro.
*
Saludos
y hasta la próxima,
Manu
Perdone, sr. Rodríguez, pero usted suele mencionar la página web Counter-currents como uno de sus principales referentes actuales. Usted parece dominar la lengua inglesa, ¿no ha pensado en traducir alguno de los libros que se ofertan en esa web?. Seguro que editoriales como Ojeda o Retorno no tendrían problema en publicar dichas traducciones.
ResponderEliminarUn saludo.
Querido anónimo, no domino la lengua inglesa. Mi inglés es suficiente para poder leer los artículos de CC (y otras webs), pero no me siento capacitado para traducir grandes textos en inglés.
ResponderEliminarLo cierto es que hay muchas obras de autores estadounidenses que deberían ser traducidas al español (pienso en los trabajos de Kevin MacDonald). Pero, insisto, estas traducciones deberían ser realizadas por buenos conocedores del inglés.
Saludos,
Manu