Un
nuevo inicio – Un nuevo arraigo.
Manu
Rodríguez. Desde Europa (19/06/14).
*
*Comencemos por
esta noticia de hace unos días tomada de ‘El País’: “Michael Bloomberg, judío,
ex-alcalde de Nueva York, y magnate de la prensa económica, ha rechazado el
dinero del Premio Génesis (conocido como el ‘Premio Nobel’ judío) que el Estado
de Israel concede a los defensores de su comunidad religiosa (judía). El millón
de dólares se repartirá, ahora, en 10
ayudas de 100.000 dólares cada una a emprendedores de entre 20 y 36 años que
promuevan ‘un mundo mejor’. Cualquier joven del planeta podrá intentar ser
parte de la que Bloomberg ha llamado la Generación Desafío…” (Las comillas son
mías).
La
pregunta por el sentido del enunciado es la pregunta por el lugar. El sentido
de lo dicho se explica por el origen. Hay una topología del enunciado, (el
‘quién’, el ‘desde dónde’, el ‘hacia dónde’…). El sentido de un enunciado o de
una expresión varía según la fuente, el origen –desde dónde se dice. La pregunta ¿quién dice eso?,
tiene que ver, pues, con la pregunta ¿desde dónde se dice eso?
Las
palabras tienen significado (o usos), las expresiones tienen sentido. Un
enunciado o una expresión son como vectores orientados con origen, y término.
El origen y el término determinan su sentido. El mismo enunciado dicho por unos
o por otros (desde uno u otro lugar) varía de sentido.
Si
alguien habla de propuestas para ‘un mundo mejor’, como en el caso arriba
mencionado, es legítimo preguntar: ¿un mundo mejor para quién? ¿Quién dice eso?
La ‘mejora del mundo’ no es la misma según hable un afgano, un palestino, un
judío, un iraní, o un europeo. Cada cual concibe la ‘mejora del mundo’ de
diferente manera.
Podemos
hablar entonces de contextualización o de ubicación de los enunciados. Acerca
de la cuestión del origen; desde dónde parte tal o cual propuesta, tal o cual
enunciado.
Hay
que recordar que el primero que puso en circulación la pregunta (filosófica)
por el ‘quién’ fue Nietzsche.
Algo
a tener en cuenta es la posibilidad de que individuos que comparten un
determinado contexto lingüístico-cultural puedan estar aleccionados o
adoctrinados acerca de la manera de responder a expresiones tales como ‘un
mundo mejor’. Y sucede también que un colectivo puede estar dividido al
respecto –no todos los individuos o subgrupos responden de la misma manera a la
misma proposición.
El
lugar (quién, desde donde), las circunstancias (el cuándo y el dónde), el receptor…
Son varias las determinaciones a tener en cuenta acerca del sentido de los
enunciados. No hay, pues, un sentido
universal de los enunciados, estos no son unívocos. No hay un ‘sujeto
universal’ de los enunciados. No hay enunciados universalmente válidos.
Las
preguntas por el ‘quién’ o por el ‘desde dónde’ son ciertamente importantes,
pero no menos importante es preguntar por el ‘a quién se le habla o se le dice
tal cosa’. A quién va dirigido el enunciado o la expresión. Pues aquí es donde puede producirse la borradura o la tachadura del
sujeto receptor. Cuando a éste se le supone ‘sujeto universal’ e indistinto. Se
supone que ha de responder universalmente a la propuesta –cualquiera esta sea.
El uso del ‘nosotros’ no se puede, sin embargo, universalizar. Hay muchedumbre
de ‘nosotros’ –cada pueblo, cada colectivo. La universalización del ‘nosotros’
encubre la negación del otro –cuando este otro tiene un diverso origen y
tradición. No hay posible homologación u homogeneización.
El
origen y el término. Quién emite y quién recibe tal o cual enunciado. Hay que
tener en cuenta a emisores y receptores (pues también los receptores influyen
en el estilo del enunciado).
También
es importante el lugar en donde se dice algo (un libro, un parlamento, un
periódico, un discurso a la nación, un coloquio…).
Así
pues, qué se dice, quién lo dice (que incluye el espacio o lugar ‘desde donde
se dice’), dónde se dice, cuando, en qué ocasión o circunstancia se dice, a
quién se dice… Su oportunidad, su pertinencia, su relevancia, su intención…
Todos los términos y expresiones deben ser sometidos a tal interrogación.
No
se puede hablar del ‘hombre’, o de la ‘humanidad’. Hay multitud de grupos
étnicos y culturales, cada cual con sus propias tradiciones, sus propios
intereses, sus propias metas…
Hay
que desconfiar muy mucho del lenguaje universal (ética universal, política
universal…). Este lenguaje oculta la voluntad de imposición de un discurso
étnico sobre otro. La voluntad de universalizar el propio discurso.
Bloomberg
habla como judío, desde la judeidad (sus valores universales, sus consignas
éticas, políticas y demás). Habla a un hombre cualquiera que se supone que
comparte, que no discute o pone en cuestión tales valores. Da por sentado que
todo el ‘mundo’ entenderá unívocamente y acogerá sin reparos su propuesta; sin
réplica alguna. Y que obviamente responderá siguiendo estos valores y
consignas.
*Se
abusa mucho de términos como ‘justicia’, y ‘justicia universal’. Hoy tenemos un
‘derecho internacional’ que se aplica o se procura aplicar a todos los países
(pueblos o naciones). Pero esta justicia y este derecho universales o
internacionales tienen un origen europeo u occidental (a medias autóctono, a
medias judeo-cristiano). Lo que está sucediendo es que le estamos imponiendo a
todo el mundo nuestro derecho y nuestra justicia. En pocas palabras, estamos
universalizando nuestras tradiciones jurídicas.
Los
sucesivos imperios imponen sus tradiciones jurídicas, políticas, económicas…
(culturales en amplio sentido) en su área de dominio. Esto ha sucedido siempre (Persia,
Grecia, Roma, los diversos imperios cristianos, el islam…). Las tradiciones
autóctonas sometidas nada tienen que decir al respecto (nada pueden). Estas
universalizaciones de tradiciones étnicas particulares son la fuente de buena
parte de los conflictos en el mundo de hoy. Los pueblos y naciones carentes de
fuerza o de poder pierden sus tradiciones culturales todas, además de su
soberanía, su independencia, y su libertad.
*La
universalización de las tradiciones particulares o étnicas es injusta por
partida doble. Es injusta con el pueblo que creó la tradición, pues se ve de
alguna manera desposeído de ella, y es injusta con el pueblo al que se le
impone tal tradición.
Derrida,
en entrevista (año 2003), dice claramente que la filosofía no es propiamente europea,
que es universal; que la filosofía, aunque de origen europeo, debe romper sus
límites etnocéntricos y geográficos, debe universalizarse. Hay que decir que
tanto Derrida como Élisabeth Roudinesco, la entrevistadora, son judíos. No son
aryas, son extranjeros. Disponen de lo que no les pertenece.
No
les duelen prendas. Universalizan una herencia que no es la suya. Desarraigan. ¿Con
qué derecho? Los creadores de tal tradición nos vemos desposeídos, ya no es más
nuestra. Pero también se ignora las tradiciones espirituales de los otros
pueblos –como si estos careciesen de pensamiento ético, jurídico, cosmológico… (pienso
en China, o en la India post-védica). ¿Por qué estos pueblos van a prescindir
de sus propias tradiciones lingüístico-culturales y adoptar una extranjera?
Esto no deja de ser un pensamiento colonial llevado a cabo por terceros que
nada tienen que ver ni con una ni con otra cultura.
La
herencia es un haber, una pertenencia. Lo heredado nos pertenece de manera
exclusiva, y es (o debería ser)
inalienable e inexportable. Por el bien de unos y de otros.
“Esto
no es vuestro, es universal, nos pertenece a todos. Ya no es más vuestro
exclusivamente.” Éste es el discurso,
ésta es la intención. Desposeer, desarraigar. Privar a un pueblo de lo suyo.
Derrida
es un acérrimo defensor de la universalización o internacionalización de
nuestras tradiciones jurídicas y filosóficas. ¿Por qué?
En
poco más de doscientos años (desde la emancipación llevada a cabo en la
Revolución Francesa) los judíos han alterado la faz de Europa. Ha sido un
proceso de destrucción. Economía, política,
derecho, ciencias biológicas, sociología, filosofía… apenas hay tradición
cultural que no haya sido manipulada,
distorsionada, desvirtuada, viciada por judíos: Marx, Boas, Freud… Adorno,
Marcuse… Derrida…
El
fin es la desaparición de las tradiciones culturales europeas… su disolución.
No es sólo un suicidio lo que estamos viviendo, es también un homicidio –un etnocidio.
La extinción, el aniquilamiento de un
pueblo (los pueblos aryas).
Se
están adueñando de nuestras tradiciones culturales, y representándolas. Nuestra
gente toma a estos usurpadores e impostores como representantes genuinos de
nuestras tradiciones culturales. Se están apropiando de nuestros mundos.
Adaptándolos, reconvirtiéndolos, judaizándolos.
Se
diría que nos envidian, que desean nuestras tradiciones culturales, que quieren
apropiárselas. Hasta llegar a ser los representantes de la cultura europea u
occidental. Música, pintura, literatura, ciencias, economía, derecho… Todo
nuestro amplio y variado legado cultural (indoeuropeo o arya) está siendo
dominado por los judíos, en tanto nosotros secundamos sus discursos e
interpretaciones (económicas, políticas, artísticas, filosóficas…) y nos
convertimos poco a poco en meros consumidores. La mayor parte de los creadores
influyentes son judíos.
El
dominio de los medios de comunicación y de las fuentes de información. No sólo
los ‘media’, también en las universidades, en las ‘cátedras’. No sólo la alta
cultura, también la cultura popular. Se apropia del espíritu. Estamos viviendo
un proceso de sustitución, de suplantación, de usurpación.
Marx,
Boas, Freud, Adorno, Lévinas, Derrida… Los falsos héroes para nuestro pueblo; los
que nos conducen al abismo, a la muerte y al olvido, al no-ser.
Adorno
y su consideración de las tradiciones culturales aryas o indoeuropeas como
malditas (bajo el signo del mal) desde Homero y el Rig Veda (en “Dialéctica de
la Ilustración”), o su feroz y
malintencionado ataque al lenguaje de Heidegger
(en “La jerga de la autenticidad”). Lévinas censura agriamente lo que
denomina el ‘paganismo’ de Heidegger (su uso de términos como ‘pueblo’,
‘morada’, ‘hogar’, ‘lugar’, ‘tierra natal’, ‘arraigo’, ‘ser’...) y lo asocia
igualmente con la maldad, con el mal.
Esto
es motivo de reflexión: “Cómo los judíos se apropian y destrozan el legado de
Heidegger” (Adorno, Marcuse, Arendt, Lévinas, Derrida, Sloterdijk…).” Todos con
el único afán de destruir, distorsionar, desvirtuar, manipular su legado
espiritual, su legado para el hombre occidental (para su “pueblo”, para sus
auténticos paisanos, para sus genuinos
destinatarios).
Las
contra-propuestas. Frente a lo identitario, el arraigo, y la autoctonía, el
nomadismo de Lévinas (y su retorno al Talmud, esto es, lo identitario judío y
la tradición judía). Frente al autóctono “dios por venir”, el mesianismo judío de
Benjamin, Lévinas, y Derrida… Se podría continuar. Otros más capaces que yo
podrían hacer estudios sobre esto que digo: La labor destructiva de la
‘intelligentsia’ judía para con el legado de Heidegger (y en realidad para con
todo el legado espiritual de los pueblos aryas).
Unas
observaciones sobre “el sistema inmunitario”, tan del gusto de Derrida. En las
enfermedades del sistema inmunitario (o enfermedades autoinmunes) sucede que
éste ataca a su propio organismo (células, órganos, tejidos…), no lo reconoce,
lo toma como un cuerpo extraño (como si fueran antígenos). Cuando un organismo
sano, sin problemas con su sistema inmunitario, se somete a injertos o
trasplantes de cuerpos extraños se usan los llamados ‘inmunodepresores’, cuya
función es justamente deprimir, debilitar al propio sistema inmune para que el
organismo acepte o tolere el cuerpo extraño (el antígeno).
Todo
lo que tiene que ver con el sistema inmunitario se presta a metáforas que
pueden ser aplicadas al cuerpo étnico y lingüístico cultural de un pueblo.
Tenemos ‘agentes’ internos que atacan a su propio corpus etno-cultural, y tenemos
‘agentes’ (propios y ajenos) que debilitan al sistema inmunitario para que
acepte cuerpos extraños. Tenemos incluso antígenos capaces de imitar a las
células del propio organismo, evitando así el ser atacadas por las células del
sistema inmunitario, o incluso para
confundirse con éstas. Un buen experto en el sistema inmunitario podría señalarnos
más metáforas, más comparaciones.
Derrida
identifica, con un movimiento típico de trilero, lo identitario (los
nacionalismos y demás) con lo autoinmune (lo auto-destructivo). Viene a
decirnos que lo moralmente sano (y santo) es lo que él llama “la hospitalidad
incondicional” y conceptos similares (es también la prédica de Lévinas: el
otro, el altruismo…). Pretende darnos gato por liebre, que comulguemos con
ruedas de molino. Es justamente el mundo al revés, la mentira, el engaño, el
timo, la mala fe. Los judíos, los aliens, los cuerpos extraños, se hacen pasar
por ciudadanos occidentales o europeos, y actúan ya atacando directamente al
anfitrión, o como inmunodepresores –con sus sofismas éticos universalistas–,
debilitando las propias defensas de éste.
Así
pues, podemos hablar tanto de un suicidio (la enfermedad autoinmune, el ataque ciego,
inconsciente, contra los propios fundamentos biosimbólicos; la apoptosis, la
auto-destrucción), como de un homicidio (la labor de destrucción que llevan a
cabo los aliens contra dichos fundamentos buscando deliberadamente la extinción
del organismo anfitrión). Ésta es la situación en la que se encuentran los
pueblos blancos en la actualidad.
Heidegger
es el más significativo de los pensadores aryas que se oponen a esta tenebrosa
y letal marea. Es un dique, un baluarte; un ejemplo, un modelo; un faro, una
guía, un camino. Es un maestro para Occidente.
*Queridos
amigos aryas, queridos compañeros, queridos hermanos. Heidegger habla de un nuevo inicio, de un
segundo inicio. El primer inicio está allí donde Homero, Hesíodo, Píndaro…
Anaximandro, Heráclito, Parménides… Tales, Solón… Calino, Tirteo… Esquilo,
Sófocles… Son los padres fundadores del primer inicio, del inicio de la cultura
‘occidental’ (así dice Heidegger). Estos crearon un ‘mundo’ –nuestro ‘mundo’
occidental, el lugar desde donde nos habla Heidegger. Heidegger nos habla a
nosotros, se dirige al ‘hombre’ occidental, al genuino heredero de aquel mundo.
(Es importante saber quiénes somos, desde dónde hablamos, y a quiénes nos
dirigimos –así como saber quién nos habla, y desde dónde nos habla.)
Hay
que decir que Grecia entró en Europa a través de Roma, y que la Grecia que
entra en Europa es la decadente Grecia del helenismo (Roma fue su primera
víctima). Es una Grecia espiritualmente fragmentada, desarraigada, cosmopolita,
donde abundan las escuelas, las sectas filosóficas moralistas (todas
universalistas): estoicos, cínicos, epicúreos, escépticos… El relumbre de estos
ocultó la clara luz de los Padres fundadores. El ser de aquella Grecia
desapareció; el camino del ser griego desapareció de la vista –se (nos) ocultó.
Ahora otro ser nos alumbraba: el tándem formado por el decadente helenismo y la
decadente Roma, a los cuales, pasado un tiempo, se les sumó el
judeo-mesianismo, el ‘dios’ venido de fuera –el ‘dios’ único extranjero que
acabó devorando nuestros cielos. Con
esta terna se quebró definitivamente el nexo con los antepasados; se
culminó el olvido del ser propio –que alcanza
hasta nuestros días. Éste es el desarraigo primero y único que padecemos; la
alienación y el extrañamiento primitivos. Ésta es la herida que hemos de sanar.
Alejandro
y César tienen mucho que ver con nuestra decadencia y nuestro desarraigo.
Artífices inconscientes de nuestro mal.
Los
pueblos aryas europeos vivimos una alienación múltiple propiciada, en primer
lugar, por el decadente mundo helénico-romano mencionado más arriba, y en
segundo lugar por la tradición judeo-mesiánica. Acabamos perdiendo de vista no
sólo el inicio griego, también el germano, el celta, el eslavo, el romano…
Perdimos nuestros mundos (cielo y tierra; mortales e inmortales); perdimos nuestras
señas de identidad, nuestro ser primigenio. Nos perdimos de vista a nosotros
mismos.
Mi discurso
corre un camino paralelo al de Heidegger (dicho sea con todos mis respetos y
salvando todas las distancias). Partimos de la misma provincia, aunque no del
mismo lugar; y nos dirigimos a la misma provincia, aunque no al mismo lugar. Hay
que tener en cuenta a los destinatarios de ambos discursos. El discurso de Heidegger
es eminentemente filosófico y se dirige a occidentales conocedores de tal
discurso (su escritura es un filtro, podríamos decir; no está al alcance de
muchos); el mío es claramente vinculante, religioso (religante), simbólico, y me
dirijo a todos los nacidos aryas.
Esto
es lo que pienso al respecto del primer inicio: El mundo griego nace en el
período micénico (o incluso antes). Es el período mítico –semi-histórico y
semi-legendario– el que predomina en los posteriores cantos y relatos del
pueblo. Éste es el mundo que cantan, poetizan, y reflexionan Homero, Píndaro,
Sófocles o Heráclito. Fueron aquellos héroes fundadores los creadores del mundo
heleno. Sin estos no hubiéramos tenido poetas, cantores, o pensadores. La
creación lírica o filosófica re-crea ese mundo (lo trae a la luz; lo rescata de
la muerte y el olvido). Y esa re-creación se convierte en las señas de
identidad de unos pueblos que se tienen a sí mismos por descendientes de
aquellos héroes y de aquellos momentos fundacionales –de aquel inicio. Así
pues, hay un inicio primordial en los tiempos míticos, y hay un inicio simbólico
cuando aquellas gestas son recopiladas, cantadas, memorizadas y pensadas,
reflexionadas por el pueblo. De no ser por los poetas (re-creadores en amplio sentido)
aquel inicio hubiera quedado en el olvido. La memoria, el recuerdo, esto es lo
que le debemos a los poetas, a los creadores; y el establecimiento de un mundo.
Pero
hablemos de la cultura occidental; de nuestras culturas occidentales. Me
refiero a las culturas blancas, aryas o indoeuropeas. Tenemos el inicio griego,
sí, pero también el romano, el germano, el celta, el balto, el eslavo... Y aún
más atrás tenemos el inicio primordial y absoluto del pueblo arya; el
nacimiento (el venir a la luz) del ser arya. Hace seis, siete, u ocho mil años.
Antes de la dispersión, de la separación de los hermanos; antes de las
sucesivas primaveras sagradas. Estos diversos pueblos, tras la separación, generaron
sus propios inicios –tuvieron sus propias auroras. Tales inicios difieren entre
sí, pero nuestros comparatistas (Dumézil, entre muchos otros) encuentran en sus
historias, relatos y cantos los parecidos, las semejanzas, los parentescos… Y
en estos, el origen, el inicio, el primer inicio; aquellos momentos sublimes; aquella
inauguración, aquel advenimiento. Fue la primera de las auroras.
Ahora
es la noche. Quiera ‘dyaus’ (el que siempre viene, el que no cesa de venir) que
sea la noche sagrada –la noche preñada, la noche fecunda, la noche que alumbra
la aurora y el día.
El
rayo que no cesa es el rayo necesario, el rayo eterno. Dyaus, es el dios
necesario; el que insiste, el que siempre insiste. El dios de nuestro pueblo,
el dios que nos vio nacer; el que, aunque oculto, nos acompaña desde la primera
mañana, desde la cuna.
Un
nuevo o segundo inicio no puede ser para nuestros pueblos sino tras el
reencuentro y el reconocimiento de nuestros hermanos. La unión de los pueblos
blancos de tradición arya o indoeuropea. Se trata de una nueva aurora para
nuestros pueblos; de un segundo inicio absoluto. Esto conlleva un período
heroico, mítico, legendario... Héroes, batallas, discordias; monstruos y
adversarios; amigos y enemigos… Un nuevo período de fundación. Establecer, fundar,
traer a la luz un mundo (cielo y tierra; mortales e inmortales). Después
vendrán los poetas, los creadores, los pensadores
Devenir,
de nuevo, un solo pueblo. Ésta es la misión y el deber que convoca a todos los
aryas cualquiera sea su origen (sean romanos, germanos, celtas, eslavos…). Es
un encargo, una razón, un mandato; un ‘logos’. Es el genio del pueblo arya
quien manda aquí, quien ahora ordena. Es ‘dyaus’, el cielo claro, lúcido, y azul
de nuestros antepasados quien de nuevo nos habla. Restaurar, restablecer,
refundar, reiniciar… renacer. Esto dice nuestro genio, nuestro ser, nuestra inextinguible
luz –nuestro ‘dyaus’; esto nos manda, esto nos ordena.
Nuestra
gente, nuestros mundos… Y nuestra voluntad de ser y de futuro. Éste es el
suelo, el lugar apropiado, la buena tierra donde arraigar; donde cumplir el
nuevo arraigo; donde brotar y florecer de nuevo.
*
Hasta
la próxima,
Manu
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Si con todos los medios y recursos de que disponen para manipular, informativo-mediáticos, politico-sociales, intelectuales, económicos, tecnológicos y materiales de todo tipo, y aún no han acabado con nosotros.... Todo lo contrario, los identitarios cada vez somos más, ahí están los resultados de las últimas elecciones europeas, no en España precisamente (pues este país es el país de nunca jamás), pero sí en países como Francia, Dinamarca, Austria, Grecia y un largo etcétera.
ResponderEliminarNo sólo eso, sino que además casi todo el objeto de su esfuerzo consiste en borrar aquella etapa del resurgir ario que desembocó en la segunda guerra mundial.
Sí setenta años después dedican todavía la mayor parte de sus esfuerzos en neutralizar al otro frente..... Son hechos que dicen bien a las claras que su universalismo aún no se ha terminado de imponer.