Correo
dedicado
a todos aquellos aryas que, a lo largo del camino (de su llegar a ser lo que
son), alguna que otra vez se desaniman (a todos nosotros, vale decir). Escrito
en respuesta a un amigo, y bajo el signo de Atenea Promachos, de Apolo arquero,
de Indra, de Thor…
Manu
Rodríguez. Desde Europa (15/11/14)
*
*Amado lector,
las quejas y lamentaciones que
encontrarás en este breve texto no van dirigidas a Zeus. Se apela a la
dignidad, al honor, y al amor propio de los aryas europeos. No espera, pues,
risas y chanzas, sino ira y furor guerrero; tempestades.
*Estimado
amigo, me dices que abandonas de momento la lucha, esto me llena de sorpresa y preocupación.
Contempla
a todos esos minúsculos grupos identitarios europeos en Suecia, en Dinamarca,
en Alemania, en Francia… que tienen el valor de dar la cara, de responder a la
llamada de su pueblo arrostrando el peligro –los insultos, la incomprensión de
los suyos, la persecución, la prisión…
Los
que advierten del peligro que corre la ‘tribu’ de desaparecer; aquellos que deberían
ser considerados como la porción sagrada de la comunidad, el nexo con lo más
alto; los apegados a los Padres, a los ancestros, a la madre patria… acosados,
insultados, perseguidos, condenados; prohibidos, deslegitimados, proscritos. Precisamente
las excepciones, los puros, la flor de la aryanidad. Los que tienen oídos, los
que presienten, los que se adelantan, los precavidos… los ‘prometeos’. Las
semillas de futuro, de un futuro otro, de un futuro digno; de un futuro nuestro.
Según
la voz de la mass media (la voz de la sociedad del masivo desarraigo –de esta
sociedad desalmada en la que vivimos) el nazismo, el nacionalsocialismo étnico,
es el mal. Hablo de la ubicua, de la omnipresente, de la multiforme e incesante
propaganda del enemigo. Desde incluso antes de la ascensión de Hitler al poder.
Se usa la mentira, la difamación, la
calumnia, el perjurio, el falso testimonio… Se nos convierte en la imagen
odiosa en esta sociedad deforme –con lo cual se nos honra y dignifica, dicho
sea de paso (pues confirma que nosotros no tenemos nada que ver con este falso,
cruel y absurdo mundo que nos han construido (con esta ‘Matrix’); que estamos
fuera; que hemos salido; que hay otras ‘salidas’ que no son las suyas –las que
ellos nos proporcionan (la nueva Sión)).
(¿Qué
individuos, en esta sociedad del desarraigo universal, podrán encontrar el
camino de sus respectivos pueblos? ¿Qué individuos se preguntarán siquiera
acerca de su identidad étnica y cultural?
Esta sociedad cierra esas puertas, tapona esos caminos… los hace
desaparecer.)
Esta
calculada e insidiosa propaganda (esta ingeniería social) que padecemos desde
hace decenios ha logrado sus objetivos, ha conseguido que seamos odiados,
despreciados, denostados, ridiculizados, señalados… acusados por los nuestros. Que nos odiemos a
nosotros mismos, en suma –que odiemos nuestro genio, nuestra historia, nuestras
raíces; nuestro ser étnico y cultural (biosimbólico). Este proceso aboca a la
auto-destrucción. Es un suicidio étnico inducido.
Hay
que tener valor hoy día para incorporarse, para darle cuerpo y semblante y voz
al nacionalismo étnico arya; para reivindicar nuestro ser arya. Con toda esta corriente
hostil en contra. Pero nos hemos atrevido. Hemos sido capaces de atravesar las barreras morales, políticas,
sociales, o jurídicas que nos ponía el enemigo. Y con ello hemos renacido. No
cabe duda que hoy nuestro nacionalismo es más puro, más sabio, más fuerte, más
aquilatado, más seguro.
Obviando
los motivos que aduces acerca de tu abandono, me pregunto si no será el
desánimo. Los comienzos de Hitler y los suyos fueron también extremadamente
duros y desalentadores. Apenas seguidores, apenas nadie les prestaba atención. Debo
reconocer que nuestros tiempos tienen otras características (nuestra absurda
‘sociedad de consumo’). Fíjate, por ejemplo, en la cantidad de estúpidas
ocurrencias que en pocas semanas alcanzan miles o incluso millones de
seguidores en las ‘redes sociales’. (¿Puedes imaginarte a Goebbels en la
conquista (ideológica) del Berlín actual; qué estrategias usaría?). El grado de
alienación y desposesión espiritual de nuestros pueblos es tan grande… Tan
grande y tan inmenso como nuestro cometido, como nuestro quehacer.
Se
necesita sangre arya que fluya hacia Europa; hacia la ‘Metrópolis’. Sangre arya
que venga de las colonias. Brigadas internacionales aryas en defensa de su
tierra sagrada. Ahora es la batalla de Europa. Y esta batalla no la podemos
perder. Europa es la tierra sagrada milenaria de los aryas todos: de los
romanos (neolatinos), de los celtas, de los germanos, de los baltos, de los
eslavos…
Si
has pasado por Londres habrás visto con tus propios ojos el caos, el horror
multiétnico y multicultural… la ‘sustitución’ en marcha de la milenaria población
autóctona arya. Habrás tenido noticia también de las violaciones de niñas y
adolescentes británicas por ‘mafias’ de paquistaníes y africanos (más de 1500
casos en los últimos años), bajo el silencio de las autoridades competentes (temerosas
de ser acusadas de ‘racismo’). Estos insultantes sucesos tendrían que haber
provocado un grito, un clamor… un explosivo alzamiento de todos los nacidos
aryas (en Europa, al menos); una respuesta adecuada a la ofensa. Pero nada. Ni
indignación, ni ira. Ninguna respuesta colectiva; ninguna revuelta de indígenas.
Apenas si queda, entre los nuestros, algo
de honor, orgullo, amor propio, o dignidad; algo del antiguo fuego.
Inglaterra
(por no hablar de otras naciones europeas) es no sólo una muestra bien patente de
lo que nos espera en cuanto a humillaciones y vejaciones; es testimonio también
de nuestra ajenidad, de nuestra indiferencia; de nuestro individualismo, de
nuestro narcisismo. De nuestra insolidaridad étnica. De la devaluación de toda
palabra dada, de todo compromiso. De nuestra despreciable alma social (la de
las masas de apátridas). De nuestra ignominia. De nuestro mal.
Ignórate
a ti mismo y entrégate a tu pueblo, podríamos decir. Ocúpate, cuida, lucha por
tu pueblo. No conozco otra medicina para nuestro mal.
Es
preciso seguir luchando por la futura nación arya. La nación arya necesita
voces, heraldos, mensajeros… guerreros de la palabra. Nuestros hombres y
mujeres siguen viviendo en las nubes en lo que respecta a su condición y a su
situación –a su origen, a su ser, a su futuro (cada día más incierto).
Despertar de su sueño a la bella Europa, ésta es nuestra labor y meta. Que
torne en sí; que recupere la conciencia y la memoria; que se recupere, que
vuelva a ser. Si esto consiguiéramos, tendríamos más de media guerra ganada.
Cuando Europa responda.
Algún
día llegará nuestra hora, y se buscará nuestra palabra. El nuestro es un
discurso religioso (religante, vinculante, simbólico) y espiritual étnico. Es
una nueva fe para nuestros pueblos. Sólo para nuestros oídos. Es otra cosa que
lo político, o lo económico… Nosotros hemos recuperado al dios autóctono;
nuestro ser, nuestra luz, nuestra identidad, nuestra verdad; nuestra libertad.
La
hermandad arya llegará; la nación arya. Y tendremos una sola fe, una sola
causa, un solo destino. Hasta entonces no podemos sino perseverar, insistir,
repetir nuestra palabra, nuestro alegre mensaje. De manera incansable,
inaccesibles al desánimo y al desaliento. Con la mirada puesta en nuestro
brillante y hermoso futuro.
*El
nacionalismo étnico es exportable. No el arya, claro está. La idea es simple,
sencilla, y poderosa. Podrían adoptarlo los chinos, los japoneses… todos los
pueblos que se hayan mantenido puros, al menos étnicamente, ya que
culturalmente la mayoría de los pueblos del planeta estamos contaminados. Las
áreas de dominio del budismo, del hinduismo, del cristianismo, del islamismo…
sobre los pueblos más diversos. Pueblos cristianizados, islamizados…
bolchevizados, democratizados…
Cientos
de pueblos espiritualmente exiliados; lejos de casa, lejos de los suyos.
Adorando dioses o principios extranjeros. Deshacerse de todos esos discursos
universalistas o internacionalistas, religiosos o políticos; recuperar el ser
propio y ancestral; el nexo con los antepasados. Esto es el nacionalismo
étnico. La liberación colectiva –no individual o personal. Quedan por venir las
revoluciones nacionalistas étnicas.
*El
nazismo (el nacionalismo étnico) tenía que ser destruido: chocaba (y choca) contra
todos los poderes políticos, económicos, religiosos… (contra todo el viejo
orden/mundo judeo-mesiánico), como acertadamente observó Saint-Loup en la
segunda de sus ‘Quotations’; era la única ‘revolución’ (o cambio) verdaderamente
radical, como incluso llegó a reconocer Marcuse, un judío. Fue una suerte de
mutación espiritual, simbólica; un acontecimiento en los cielos. Estábamos ante
un verdadero nuevo orden/mundo. Era una nueva oportunidad (un puerto, un paso,
un camino nuevo que se abre), todo un nuevo inicio (Heidegger); una nueva
aurora para nuestros pueblos. Un nuevo día, un nuevo futuro. Deslumbrante, resplandeciente,
cegador. Su mera existencia hacía palidecer de envidia y rencor a sus oponentes;
su belleza, su luz, su esplendor ofendían a los tenebrosos, a los opacos, a los
sombríos… a los ‘malos’ (aquellos que buscan nuestro mal); su marcha triunfal,
sus hercúleas victorias –la recuperación de Alemania en tan breve tiempo–,
aterraban al enemigo. Aquella primera nación arya, aquella gloriosa experiencia,
aquella sublime singularidad tenía que ser destruida, reducida a cenizas
mediante aquellas bombas, aquellas luciferinas armas, aquel fósforo tenebroso, mortífero,
letal. Esto fue lo que sucedió.
El
alcance y la profundidad del ‘movimiento’ relumbran, empero, en sus ardientes y
heroicos rescoldos –su “interna verdad y
grandeza”; su imperecedera luz.
El
nacionalismo arya ha sido probado, templado, acrisolado. Ha sobrevivido a los más
aniquiladores ataques –en la tierra y en el cielo; ha vencido a la muerte; ha vencido.
La
lealtad, la fidelidad, la bravura, el honor, la nobleza; el culto a la verdad,
a la claridad, a la luz. La excelencia arya. El camino arya. Nosotros no
aspiramos al superhombre; nos basta con nuestro ser arya.
*
Saludos, y hasta la próxima
Manu
Quería comentar algo sobre el apelativo "Sionista"; y es que muchos NS dicen ser antisionistas, mientras abrazan el cristianismo, es por ello que no dejan de ser unos sionistas más, puesto que el judeomesianismo está enraizado en la cultura judía, su mesias es Judio y su texto "sagrado" tambien lo es. Estos fanáticos religiosos que ven en Hitler como la Némesis de Jesús y como el gran salvador del cristianismo o de lo que ellos consideran "occidente", cuando realmente fue todo lo contrario, llegando él mismo a decir que el comunismo es hijo del cristianismo, ambos invenviones judías.
ResponderEliminarHace tiempo que lo dije y lo vuelvo a repetir, hasta que los identitarios españoles no se deshagan de raiz de esa doctrina judeomesiánica (cristianismo), no se producirá ningún avance significativo. Y el avance que se produzca será inducido por eventos externos, porque en este pais siempre se camina a remolque de lo que sucede en el exterior.
Querido amigo, completamente de acuerdo contigo. Llevo años postulando esto. Es un discurso judío, pero un discurso judío para gentiles, para los ‘goys’, para los otros. Nietzsche tiene un aforismo que comienza: “Algún día nos arrepentiremos de los dos mil años de cultura cristiana” (o algo así). El mensaje pacifista cristiano es letal para los pueblos y, desgraciadamente, ha tenido una influencia tremendamente perniciosa en la cultura y en la psicología de los pueblos europeos. Hace tiempo que escribí lo siguiente: “El cristianismo es el arte de convertir a lobos y osos en cabritos y corderos.”
ResponderEliminarEl nacionalcatolicismo español es el más severo obstáculo que nuestra gente tiene para tener una conciencia clara de lo que es el nacionalismo étnico. El modelo sigue siendo el nacionalsocialismo alemán –en sus textos y en sus obras. No hay otro espejo, no hay otro camino.
Gracias por tu comentario, y hasta la próxima,
Manu
Esos no saben lo que es el nacionalismo ético, todo esto les suena a Chino mandarín.
EliminarGracias a ti por tu blog, si nada más que el 10% de los europeos tuvieran asimilado lo que en este blog de expone, otro gallo nos cantaría.
Saludos.