Sobre la
honestidad en política.
Manu Rodríguez.
Desde Europa (20/04/15).
*
*El actual ‘sistema’
político-económico dominante de plutócratas y oligarcas tuvo su origen tras la
IGM con la Sociedad de Naciones, que fue su instrumento político y económico
transnacional. Me refiero a las consignas ideológicas y culturales (democracia
liberal, sociedades abiertas multiétnicas y multiculturales…) que legitimaban
la explotación y el dominio de los pueblos.
Si el comunismo
soviético hubiera sido un problema para la oligarquía internacional se le hubiera
hecho la guerra. Pero no fue así. Se hizo la guerra contra el nacionalsocialismo,
que fue claramente el único régimen político que ponía en serio peligro los
planes de dominio mundial de los oligarcas del momento. Tras el frenazo de la
IIGM la estrategia de dominio se recomenzó en la postguerra con la ONU (el
nuevo instrumento transnacional y transcultural).
La actual crisis
económica, cultural, política… es estructural. La globalización en curso
(económica, política, jurídica, militar…) afecta a todos los pueblos y culturas
del planeta. Se va en pos de una masa salarial desarraigada y apátrida. Los
regímenes comunistas (internacionalistas) fueron y son los cómplices de la
oligarquía internacional. A la masa salarial universal del futuro no se le dejan
más opciones que los regímenes políticos demócrata-liberales, o los regímenes
comunistas internacionalistas (de ‘izquierdas’), igualmente destructivos de sus
identidades étnicas y culturales. El comunismo (el ‘marxismo’) no es otra cosa
que un capitalismo de Estado.
Los movimientos
indigenistas americanos que se oponen a la globalización podrían ser casi los
únicos herederos ideológicos (espirituales) del nacionalismo étnico de Hitler.
Sería bueno que los ancestrales europeos pudiéramos organizarnos en un
“movimiento indigenista”. Una revuelta de los indígenas europeos contra la
destrucción de sus patrias milenarias, esto es lo que necesitamos en Europa.
*Quien niega las
razas, en la teoría y en la práctica, es el verdadero, el auténtico, el genuino
racista.
*Lo que sigue es
una muestra de la torpe, de la necia sabiduría que recibe aplausos en nuestros
días. Quien habla es Monedero.
“¿Puede haber un
nazi… honesto? Pues no. ¿Puede haber gente honesta que votó al partido nazi?
Pues, claro. Pues, claro, ¿no?... Por eso digo que tenemos que hacer un trabajo
muy importante de discusión para que la gente decente no vote ni al Partido
Nazi ni al Partido Popular… Yo al Partido Popular sólo lo entiendo desde la
criminología…
Esto era un ejemplo.
No estoy comparando al Partido Popular con el Partido Nazi, que quede bien
claro. No lo estoy comparando. Estamos en sede académica. Estamos analizando
cosas…”
Hasta aquí este
fragmento de la intervención de Monedero. El video puede verse por la red (préstese
atención a los ridículos gestos que acompañaban las palabras de este ridículo
personaje, y a su efecto sobre los asistentes).
Recuérdese
también, a este tenor, esta pedante, e igualmente ridícula, apología de la
mentira en política que su compañero
Iglesias ofreció en ‘La Tuerka’ hace dos o tres años, y que también circula por
la red: “Los comunistas tienen la obligación de ganar (las elecciones), un comunista que pierde es un mal comunista.
Y Lenin no dijo en 1917 ‘comunismo’, dijo ‘paz y pan’…”, y lo que sigue. (Puede
leerse un comentario a sus palabras en el artículo “Sobre las falsas iglesias y
los falsos monederos”, que apareció en nuestro blog en noviembre del año
pasado).
Tornemos a las
palabras de Monedero. Aquí las falacias, los argumentos sofísticos, y los
prejuicios condicionados se amontonan. Esto es, las mentiras; la ausencia de
lógica, y de verdad. No es fácil
encontrar, en tan pocas palabras, tantos errores de pensamiento. ¿Errores? Es
una de las más flagrantes perversiones de la palabra. Las considero
intencionadas, y por ello mismo deshonestas e indecentes. Hay perversión y
maldad en todas y cada una de las palabras de Monedero.
Los asistentes
al coloquio no sólo pasaron por alto tal cúmulo de razonamientos falsos,
aquellas palabras fueron tristemente acogidas con aprobación, con complicidad,
con risas incluso (¡qué listo; qué ocurrente; qué mordaz!). No se reían,
precisamente, de su estupidez, o de su pésimo razonamiento. Nadie puso en duda
sus incongruentes premisas y conclusiones. Esta anécdota dice bien poco acerca
del nivel intelectual y la probidad de los asistentes (de nuestros
intelectuales, periodistas, y
políticos).
Cualquier buen estudiante
de filosofía (de lógica) hubiera advertido las falacias al instante. La
atribución de la deshonestidad al nazismo o a los nazis (esto es un lugar
común, un prejuicio condicionado más en nuestra cultura de masas actual). El
‘partido popular’ y la criminología, teniendo como referencia la criminología y
el ‘partido nazi’ (juicios de Núremberg), cómo no (otro prejuicio condicionado
–que nadie se atreve a poner en cuestión). La imposible, la absurda comparación
del ‘partido popular’ con el ‘partido nazi’, que desdibuja, intencionada o
torpemente, el lugar ideológico e histórico de ambos… Por lo demás, ¿votar al
partido (étnico, ‘indigenista’) nazi? Ojalá.
Este bajo nivel
de razonamiento, esta tosca, burda manipulación de las palabras y los hechos
sólo es posible en el mundo post-Núremberg que vivimos (en esta engañosa
‘Matrix’ que nos han construido). Ni la más mínima exigencia lógica; ni el
menor respeto por la verdad histórica. Es el triunfo de la deshonestidad
intelectual. Y esto sucede en ‘sede académica’ –allí donde se analizan ‘cosas’.
Es la banalidad
de la mentira, de la injusticia, de la deshonestidad. Estamos ante un discurso
puramente criminal. Y esto se hace desde la ‘izquierda’, y con la anuencia de
todas las ‘cabezas’ democráticas. Es una vieja historia (desde la IIGM).
No es sólo
cuestión de conocimiento o de ignorancia acerca del nazismo, por ejemplo; de su
historia, de sus personajes, de su aceptación voluntaria y gozosa por las
poblaciones germanas europeas (puede verse en los documentales de la época –que
no aparecen en los medios de comunicación de masas); de los miles de
voluntarios de toda Europa que colaboraron con aquella gesta sublime, y que tan
trágico final tuvo.
Los ‘crímenes’
atribuidos al nazismo, pese a Núremberg, nunca han podido ser demostrados –porque
nunca se cometieron. Es una farsa política e ideológica que tiene amplias y
funestas consecuencias. Oculta los horribles crímenes de los ‘buenos’ (Bochaca)
y hace posible el dominio ideológico, político, económico, jurídico… de la
oligarquía internacional a escala planetaria (la famosa ‘globalización’ en
curso desde fines de la IIGM). Esto es, con aquellos ‘juicios’ lograron
eliminar los obstáculos morales y políticos (ideológicos) a su codicia de oro y
de poder. No sólo se trata de las desastrosas consecuencias ecológicas y
económicas que llevamos años padeciendo, estamos también ante el mayor desastre
étnico y cultural desde las globalizaciones cristiana e islámica.
Tenemos, sin embargo,
los crímenes, probados y documentados, de los ‘aliados’ (demócratas y
comunistas) en la IIGM. No sólo durante la guerra, también en la postguerra.
Fueron millones las víctimas, los mártires, los caídos... Fueron millones los
ultrajados, los violados (hombres, mujeres, niños), los difamados. Afortunadamente
tenemos historiadores honestos que nos relatan estos criminales sucesos
–aunque carezcan de publicidad en los
medios de comunicación (en manos, como todo el mundo sabe o debería saber, del
‘sistema’).
Tenemos además
la historia criminal del comunismo (y no sólo el soviético), igualmente probada
y documentada, que los izquierdistas y filo-comunistas ocultan celosa y deliberadamente.
Lo que viene a demostrar, una vez más, la probada deshonestidad de estos (ab
initio). Pues éste ha sido el régimen político más criminal de la historia
europea. Lenin, Trotsky, Kamenev, Sverdlov, Beria, Yagoda, Kaganovich, Stalin…
fueron los más grandes criminales de nuestra historia. La mayor parte de estos
personajes son judíos. Estos grandes criminales jamás fueron juzgados, ni por
la justicia (aunque fuera ‘in absentia’), ni por la historia. Apenas nadie los
ha condenado todavía, bien al contrario. Aún gozan de impunidad. Aún tenemos
leninistas y trotskistas entre nuestros intelectuales y políticos. Se siguen
escribiendo panegíricos de semejantes criminales. Sus biografías y sus textos,
que estos intelectuales y políticos tienen como ejemplares, circulan y se
estudian sin la menor objeción. Pero tales figuras y textos son ejemplares o modelos únicamente para el
asalto y el mantenimiento del poder (del ‘cielo’, como dicen algunos) mediante la
violencia y el engaño.
El régimen
comunista, judeo-bolchevique, fue, durante decenios, la dictadura del ‘terror
rojo’, concepto éste que aquellos mismos ‘revolucionarios’ (Lenin, el primero) acuñaron
–llegaron incluso a tener una publicación periódica con ese mismo nombre:
“Terror Rojo”. Impúdicos, y despreocupados, nunca disimularon sus criminales
intenciones. Y esto es conocido y reconocido por todos los historiadores
honestos. Conceptos como ‘asociación de malhechores’ o ‘banda criminal’, usados
para calificar a los nazis en los juicios de Núremberg, han de ser usados para
los protagonistas de la llamada revolución comunista en Rusia con tanta más
propiedad y verdad. Una revolución que, por cierto, no fue rusa; se limitó a
poner en manos de una minoría de judíos vastos territorios y riquezas, e ingentes
cantidades de seres humanos. Fue su revolución, y su dictadura. Hay que decir
que los pueblos que padecieron aquel ominoso período no lo denominaban ‘terror
rojo’, sino ‘terror judío’.
Tomen nota de
esto los lectores: los estudiosos e historiadores que investigan con honestidad
y verdad estos temas (IGM, Revolución judeo-bolchevique, IIGM y postguerra…)
están perseguidos, y sus libros están prohibidos en la mayoría de las naciones.
Esto mismo que lees, querido lector, si llegara a conocimiento de las autoridades,
desaparecería de la circulación.
La ‘izquierda’,
los demócratas, los ‘políticamente correctos’, los anti-nazis… hace tiempo que
vendieron su alma al diablo. Hace tiempo que estos necios, consciente o
inconscientemente, forman parte de las fuerzas del ‘sistema’; de las fuerzas
del ‘mal’.
*
Hasta
la próxima,
Manu
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