Cuestión
de principios.
Manu
Rodríguez. Desde Europa (11/04/15).
*
*La
sociedad en la que vivimos es demasiado alienante. Los señores del ‘sistema’
cuentan con poderosos medios de comunicación desde donde se insiste una y otra
vez contra el nazismo. Una generación tras otra cae en sus manos.
Es
recomendable la lectura de textos ‘nazis’ sobre economía, derecho, higiene
racial… (Hitler, Goebbels, Schmitt, Darré, Ley y otros), además de textos
históricos revisionistas que se pueden encontrar en la red (Faurisson, Walendy,
Weber...). Lo importante es tener una idea histórica clara de los principales
episodios de nuestra historia reciente (la primera mitad del siglo pasado
–revolución judeo-soviética, así como la I y la II guerras mundiales). Situarse
históricamente del lado correcto es lo primero –tener la adecuada perspectiva.
La
finalidad de nuestra formación es la de convertirnos en “guerreros de la
palabra”, o en “soldados políticos”, como se decía en las SA y SS.
La
futura “nación arya” requiere gente informada, capaz de responder a cualquier
interpelación y de desmontar las mentiras que sobre nosotros (los nacionalistas
aryas europeos) difunde el ‘enemigo’. La imagen que tenemos que dar a nuestros
connacionales es la de gente segura, informada, irreprochable… y arrebatadora.
Hay,
por lo demás, que tener presente, tanto las circunstancias en las que nos
encontramos, como con quien nos enfrentamos. Necesitamos juristas, economistas,
historiadores… expertos en el periodo nazi, y capaces de plantear la
posibilidad de la legalización del ‘nazismo’. Deben ser conocedores de los
Juicios de Núremberg y dedicarles tiempo a la situación jurídica en la que se
encuentra el ‘nazismo’. Deben ser capaces de dar la batalla jurídica, política
e histórica a las prohibiciones y a la
imagen que constantemente se difunde en nuestros medios de comunicación y en
todos sitios desde hace demasiado tiempo. En definitiva, capaces de enfrentarse
jurídica y culturalmente al ‘sistema’.
La
cuestión está en plantear un “segundo juicio de Núremberg” en el que los
encausados serían los acusadores, jueces, y verdugos del primero (los ‘aliados’
y otros ‘actores’ –los judíos). Se trata
de entablar un juicio político, jurídico, e histórico a escala europea (si no
mundial). Restaurar el nombre y el honor del periodo nazi es lo primero. Poner
en evidencia las mentiras, las falacias, y el uso político que se está haciendo
de la conceptualización que del nacionalismo étnico sale de los Juicios y que
tan funestas consecuencias están teniendo para los pueblos blancos. En un momento dado habrá que decir ¡basta! No
podemos seguir ocultándonos y simulando nuestra condición, y nuestra fe.
Nosotros
no debemos tener miedo a nada. Bien al contrario. No tenemos nada que ocultar
ni que temer. Es preciso tener claro la justicia y la verdad de nuestras
reclamaciones. Conciencia tranquila al respecto. Y orgullo de ser lo que somos.
El
movimiento nazi tuvo muy claro desde el principio sus presupuestos políticos y
culturales. Jamás se le ocultó a nadie cuáles eran sus intenciones y sus
proyectos. La única táctica o estrategia fue en todo momento la verdad.
*
*Queridos amigos, ¿de qué se
trata?
Se trata de poner en marcha un
‘movimiento identitario europeo’ que tiene como meta la ‘nación arya europea’.
Con respecto al nazismo se trata simplemente de reconocer tal movimiento, tal
periodo, tal historia. El reconocimiento y la afirmación del nazismo no se
encuentran tan fácilmente en los movimientos nacionalistas europeos más o menos
conocidos. La casi totalidad de estos grupos políticos reniegan del nazismo y
en no pocas ocasiones se declaran pro-judíos (o pro Israel). Cuando se les
preguntan sobre tales asuntos sus respuestas son invariablemente: ‘nosotros no
somos nazis’, y ‘nosotros no somos anti-semitas’. Hablo de movimientos tan
significativos como el del holandés G. Wilders, o el más reciente PEGIDA en
Alemania, o incluso el de Marine Le Pen en Francia. Es obvio que no tienen el
valor de reconocer tal herencia. Estas ‘negaciones’ les permiten seguir
con vida, pero es una vida cobarde,
deshonrosa, indigna. No son de ningún modo vidas ejemplares.
Hoy no se trata de ser nazis en
sentido estricto. Nuestras circunstancias son otras. Las estrategias han de ser
otras. Yo insisto en el aspecto jurídico de la cuestión. No es tan sólo la
sistemática prohibición y persecución. También está la constante propaganda de
guerra, explícita o implícita, contra el nacionalismo étnico germano. Antes de
ayer un documental (las cien maneras de matar a Hitler), hoy comienza una
miniserie (Hitler, el reino del mal), un día sí y otro también en nuestros
informativos se anuncian películas o noticias sobre el pseudo-holocausto o
sobre temas nazis (en clave maligna), las series de televisión con alusiones
negativas a Hitler o al nazismo pululan (son ya un lugar común). El aluvión de
noticias negativas es excesivo y no cesa. Y es con esto con lo primero que hay
que acabar.
Ciertamente hay que tener valor
(por no usar una palabra algo más castiza) para, después de la imagen pública
que de Hitler y del nazismo se ofrece constantemente en nuestros mass media,
aparecer ante nuestros amigos y conocidos como heredero de estos. Entre el
ridículo y el horror. Todos los registros son usados para hacer repelente la
sola mención de estos nombres. Y esto, día tras día, constantemente. Con este
método psicológico judeo-pauloviano se pretenden, y se consiguen, respuestas
condicionadas de rechazo. Es la más perversa alienación de masas que ha
conocido nuestra historia desde el proceso de cristianización de nuestros
pueblos.
Sin embargo, observad como apenas si tenemos
noticia acerca del régimen político más criminal de nuestra historia reciente,
el judeo-bolchevique. Incluso podemos ver a algunos de nuestros ‘intelectuales’
y políticos manifestar simpatías y alardear de comunistas o bolcheviques ante
toda la opinión pública en nuestras mesas de debate televisivo sin el menor
pudor, sin mala conciencia. Es el mundo al revés. Está claro que es debido al
componente judío de estas ideologías el que resulten intocables. Son la
prudencia cobarde, la venalidad, o la complicidad, sin duda, las que impiden
que salgan a la luz pública los horrores, los abusos, y los crímenes cometidos por los judíos durante su periodo de
poder en la antigua URSS en el nombre del comunismo o de la dictadura del
proletariado (aquí sí que hay verdaderos y documentados genocidios). No
encontrarás sobre esto que digo ni documentales, ni mesas de debate, ni
películas, ni novelas… ni noticia alguna en nuestros (sus) medios de
comunicación. Silencio. Es una muestra más del poder judío en nuestras
sociedades.
La criminalización del nazismo
es la criminalización de todo movimiento nacionalista en Europa y en todo el
Occidente blanco. Entiéndase esto. Recordad lo sucedido con ‘Aurora Dorada’.
Mientras no se limpie ese
periodo histórico y se pongan las cosas en su lugar no tendremos ninguna
salida. Todo intento está abocado al fracaso.
Esta legitimación de la que
hablo es la primera batalla que se tiene que ganar.
Este reconocimiento y afirmación
del nazismo funciona como una suerte de prueba o filtro. Hasta este punto es
importante. Quien oculte, disimule, o reniegue del nazismo no es apto para
formar parte de la nación arya. Es como renegar de los Padres, de los creadores
de la primera nación arya; desconsiderar o minusvalorar sus logros, sus
sacrificios, sus víctimas, sus mártires… ‘Negociar’ con esta memoria trágica.
Es una cuestión de principios.
Nuestra deuda con el nazismo nos es negociable.
Durante cientos de años los
europeos tuvimos (nuestros antepasados más fieles tuvieron) que soportar la
visión que de las culturas pre-cristianas nos
(les) ofrecían los judeo-cristianos. Las leyes contra ‘paganos’ (contra
cualquier retorno a las culturas ancestrales) funcionaron durante siglos.
Corremos el riesgo de que suceda lo mismo con el nacionalismo étnico europeo
(no sólo el nazismo estricto). Es la misma estrategia –la demonización y la
criminalización de lo más nuestro.
Nos tienen bien cogidos, tanto en
lo religioso/cultural, como en lo político. De continuar este estado de cosas
acabarán completamente con nosotros. Y con nosotros no me refiero ahora a
cualquier movimiento nacionalista, sino al conjunto de los pueblos y culturas
blancas (aryas). No les queda mucho para culminar esta tenebrosa tarea.
La revolución nacionalista
actual tiene un cometido más vasto que la del nacionalismo étnico germano.
Queremos expulsar del cuerpo arya todo lo extranjero, que en su mayor parte
tiene origen judío, sea en lo religioso/cultural, sea en lo político.
Son tanto las culturas
pre-cristianas, como el primer nacionalismo arya los que marcan nuestras
esenciales señas de identidad –las propias, las autóctonas. Recuperar el ser
nuestro mancillado, pisoteado, proscrito… tanto por los judeo-cristianos, como
por el sionismo actual forma parte esencial de nuestra labor.
Hoy día el ‘paganismo’ (algo que
nunca existió; algo que podríamos definir como la vaga idea que algunos pobres
diablos tienen acerca de nuestro pasado pre-cristiano) está incluso de moda, y
resulta completamente inofensivo. Hoy es el nacionalismo étnico heredero del
nazismo el que cumple el papel de oposición
contra los poderes dominantes que las culturas ancestrales (el mal llamado
‘paganismo’) tuvieron en los primeros siglos cristianos. Es la única ideología
o concepción del mundo, el único movimiento religioso/político/cultural que
puede derrotar al ‘sistema’. Si antaño fue lo autóctono (lo nacional, lo
‘nativo’) contra el universalismo judeo-cristiano, hoy es el nacionalismo
étnico contra el internacionalismo político y económico (el globalismo)
igualmente judío.
Así como en la antigüedad la
acusación de ‘paganismo’ bastaba para la perdida de bienes, libertad, e incluso
la propia vida, hoy día pasa más o menos lo mismo con la acusación de
‘nazismo’. Muchos revisionistas e historiadores críticos han padecido cárcel,
cuantiosas multas, la pérdida de sus trabajos y modos de vida… han recibido
palizas, y alguno que otro ha perdido la vida (el caso F. Duprat, en Francia,
1978)
Es preciso percatarse de la
situación en la que encuentran hoy los pueblos blancos. Abocados al fracaso, a
la extinción. El asunto es grave, muy grave.
Es necesario, es indispensable, es
urgente recuperar la legitimidad y la honorabilidad del nazismo con objeto de
que deje de servir de coartada, de chantaje, y de instrumento para eliminar
todo intento de liberación nacional europea. (No podemos discutir el flujo
migratorio hacia nuestras naciones, no podemos criticar al islam, no podemos decir
nada acerca de los judíos y su inmenso poder (mediático, económico, cultural,
político…) en nuestras naciones blancas…).
Hoy día a cualquier movimiento
nacionalista europeo se le acusa de antisemita, de islamófobo, de fascista… Se
le reduce simplemente al nazismo y al racismo, y esto es suficiente para ponerlo
fuera de circulación.
Una vez limpiada la memoria del
período nazi y reparado su honor se podrá actuar incluso jurídicamente contra
todo aquel que mancille su nombre, su historia, y su ejemplo (en medios de comunicación,
literatura, cine…).
Es fundamental acabar de una vez
por todas con la imagen demoníaca que los judíos ofrecen del nazismo desde sus
poderosos medios de comunicación de masas (es la misma estrategia que los
judeo-cristianos siguieron para acabar con las culturas autóctonas ancestrales
desde sus iglesias y púlpitos).
Podemos seguir charlando todo lo
que queramos, mientras no se resuelva el problema de la legitimidad del
nacionalismo étnico seguiremos teniendo una existencia larvada, oculta,
clandestina, subterránea… cautelosa, temerosa…
y lejos de la luz.
No sé si he podido dar una idea
de la importancia que tiene este reconocimiento y afirmación del periodo nazi.
Mientras no se limpie la memoria del nazismo seguirán usándolo para acabar con
todo movimiento nacionalista.
¿Hay alguna estrategia de
liberación más eficaz que la de tener claro cuál es la solución o la salida? Yo
digo que hay que enfrentarse al sistema y al estado de cosas, que hay que coger
el toro por los cuernos. Hay que poner en evidencia la falacia, la
mixtificación a que está sometida nuestra historia reciente, y el uso político,
cultural, moral… que se hace de ello. Esta mixtificación, esta mentira que
viven nuestras sociedades, es el único instrumento de alienación y de poder que
actualmente tiene el ‘sistema’ (el enemigo, la oligarquía financiera
internacional, el sionismo…).
Pensadlo bien, pensad bien dónde
os habéis metido. La lucha contra el ‘sistema’ desde el nacionalismo étnico es
la vanguardia de la vanguardia. Es la primera línea de combate.
Hasta la próxima,
Manu
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