Genocentrismo IX.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (10/06/17).
*
*No es acertado interpretar
la vida, decir, por ejemplo, que la vida es ‘voluntad de poder’. Interpretar a
la vida es interpretarnos a nosotros mismos, es como decir ‘nosotros somos
voluntad de poder’. ¿Únicamente?
La vida no ha de ser
interpretada. Es demasiado plural –su significación, quiero decir. Es múltiple.
Nombrar la vida, decir la
vida. La vida es… La vida no es esto o aquello, la vida ‘es’, simplemente.
La definición unilateral.
Dudo que haya un concepto que no le venga a la vida. Avara, codiciosa, pero
también magnánima y desprendida; fuerte, poderosa, y débil; pobre, menesterosa,
y rica, abundante… Todos los antónimos que se te puedan ocurrir; todos los
opuestos.
Nosotros, Nos, no respondemos
a una sola definición. Definir la vida es definir el ser.
Nietzsche y Darwin no
colisionan, de ninguna manera. Darwin no definió la vida, se limitó a hablar de
la evolución de las formas vivas, y de los posibles modos de evolución.
Conceptos como la ‘selección natural, o la ‘lucha por la existencia’, o la ‘variabilidad’
y la ‘herencia’… no pretendían definir
la vida, sino explicar la evolución, simplemente. Nietzsche quiere captar la
esencia de la vida, avanza una definición esencial que toca al ser de la vida.
¿Qué es la vida? La vida es
voluntad de poder. Éste es el proceder de Nietzsche. Darwin piensa en el origen
y evolución de las formas vivas, no se interroga acerca de la esencia de la
vida.
Conceptos como ‘selección
natural’ o ‘lucha por la existencia’ (concepto éste subordinado a la selección
natural) no definen la vida. Tan sólo pretenden dar cuenta de la evolución.
Darwin interroga como
filósofo natural, Nietzsche como ‘metafísico’.
La pregunta metafísica, la
pregunta por el ser de la cosa. La cosa aquí es la vida.
La pregunta por la esencia.
¿Qué es…? Las respuestas suelen ser nominaciones, conceptualizaciones,
definiciones, descripciones de la cosa… Éstas pretenden darnos la esencia de la
cosa. Como si la esencia consistiera en un nombre, en un concepto, o en una
definición. Como si la cosa (aquí, la vida) respondiera a un solo concepto o
definición. Preguntarse por el ser único de la cosa. Suponer una esencia única
en la cosa.
El camino errado de la
metafísica (de la ontología, de la lógica…). De los entes y de su esencia.
La vida es esencia. La vida
es la esencia de las formas vivas, de los organismos todos.
Preguntar por la esencia de
la vida es preguntar por la esencia de la esencia. Con todo, la vida no deja de
ser un ente. La vida como ‘ente’.
La vida se interroga a sí
misma. ¿Qué soy…? Nosotros somos la vida. Pero, ¿qué es la vida?
No hay una respuesta unívoca
acerca del ser de la vida (de su esencia). Significación plural, múltiple de la
vida –de la vida que somos.
Todo aquello que advertimos
en los organismos (o las criaturas) podemos atribuirlo a la vida. Todo. Dado
que la esencia de los organismos resulta ser el sujeto único en cualquiera de
sus actividades. Crueldad, voracidad, violencia… ternura, piedad… Sagacidad y
torpeza… En la vida coinciden todos los opuestos.
La vida no admite definición
unívoca.
La lucha se establece en
todos los niveles, pero también la cooperación. La discordia, pero también el
amor. No hay combate entre lo uno y lo otro, sino que en el mismo ser es lo uno
y lo otro.
No hay maniqueísmo, no hay
dualidad ética… No hay lucha entre el bien y el mal. La vida que cuida de sí no
mira sino por su bien y su mal. Su bien puede ser el mal de otro, y viceversa.
No puede ser lo uno sin lo
otro. Ésta es la lección moral que nos da la vida.
El humor, el cinismo, la
ironía… La burla, la indiferencia… ¿Qué no encontraremos en la misma vida?
Polivalente, proteica.
Múltiple. Inasible. No podemos aprehendernos. Todo y nada. Cualquier definición
que podamos avanzar, y su contraria.
¿Una definición
polívoca? Decir vida es decir
multiplicidad, polivalencia… Esencia múltiple, compleja.
La lucha por la existencia no
define la vida. La selección natural (en virtud de la lucha por la existencia,
la variabilidad, y la herencia) no define la vida. Aquí no estamos en el ‘qué’,
sino en el ‘cómo’. Se trata de dar una posible respuesta a la evolución de las
formas vivas, simplemente.
El concepto ‘voluntad de
poder’ sí pretende ser una definición de la vida (de la esencia de la vida).
Esta esencia explicaría la ‘lucha por existencia’, la ‘variabilidad’ y todo lo
demás… Estos términos devendrían síntomas, efectos de la voluntad de poder de
la misma vida. La voluntad de poder sería lo primero.
La vida. La materia viviente.
Su singularidad, su excepcionalidad. Su polivalencia, su pluripotencia. Su
sublimidad.
Pienso que el intento de
definición unívoca de la vida no es acertado, ni siquiera inteligente.
¿Por qué no una competición?
La vida consigo misma compite. El ‘agón’. El antagonismo. La alegría de la
victoria. Epinicios.
No hay duda que los seres
vivos compiten entre sí por el aire, por la luz, por el suelo (o territorio),
por los nutrientes, por la reproducción… Por todo aquello que les garantiza la
continuidad. Se lucha por la existencia.
La carrera de armamentos
entre depredadores y presas.
Lo que encontramos son
características de la vida. Modos y maneras de ser de la vida. Lo observable.
Las interacciones interespecíficas y las intraespecíficas. Una mirada que se
detiene en lo que aparece, en los fenotipos. Una mirada fenocéntrica. Se ignora
que en todo momento es la sustancia genética (la sustancia viviente única) la
que mueve a las criaturas. No hay otro sujeto.
La voluntad de poder no
define la vida. Es una interpretación del comportamiento de los seres vivos. La
codicia, la ambición de dominio, el querer ser más, el devenir más, la
autosuperación…
La lucha por la existencia
explicaría la diversidad morfológica y fisiológica de los organismos (la
variabilidad de las especies). El diverso aprovechamiento de los nichos
ecológicos; las diversas formas de nutrición, de respiración… de extraer del
medio lo necesario.
La vida no es definible. Todo
lo que hacemos es describir… e interpretar.
La voluntad de poder sería
una característica de la vida, en cualquier caso. No definiría la vida. Es
solidaria de la lucha por la existencia. Garantizaría igualmente la
supervivencia.
La interpretación
decimonónica en Nietzsche. Se ignoraba la relación entre la asimilación y la
reproducción. Nietzsche pensaba que el organismo asimila e integra cuanto puede
y cuando no puede más se divide en dos… Esto era una prueba de su voluntad de
poder. El organismo necesita ‘material’ para duplicarse. No se trata, pues, de
asimilar para devenir más (más fuerte, más grande, más poderoso…), sino para
disponer del material suficiente para la duplicación.
La interpretación
nietzscheana es deudora de los conocimientos e interpretaciones biológicas de
su época.
En cualquier caso, la
voluntad de poder no define la vida.
La vida se distingue de la
no-vida por ciertas características. Frente a la inercia de la materia no-viva
la vida se mueve por sí, se reproduce por si, se organiza…
¿Las características definen
la vida? Lo dudo.
Ciertamente yo, como vida,
dispongo de cierta autonomía con relación al medio físico-químico no viviente.
Aunque estoy sujeto a restricciones (dispongo tan sólo de algunos grados de
libertad para moverme por el ‘mundo’).
El comportamiento, ¿define el
ser de la vida? Las características de la vida, el comportamiento de los seres
vivos…
¿Puede darse una descripción
sin interpretación; una descripción neutra? Una observación y una descripción
neutras y desapasionadas. ¿Es posible?
La vida parece ser tan
diferente de sí misma que sus interpretaciones (sus representaciones) pueden no
sólo variar, sino colisionar. Interpretaciones enfrentadas que parten incluso
del mismo sujeto observador (la especie humana, por ejemplo). Interpretaciones,
definiciones inconciliables.
Cuando definimos la vida ésta
se define a sí misma. ¿Hasta qué punto la vida se conoce a sí misma? ¿Hasta qué
punto puede la vida definirse a sí misma?
Se trata de una
auto-definición. A la vida se le pide que se defina a sí misma. La vida se
interpela a sí misma. ¿Qué eres? ¿Qué soy? ¿Cuál es mi esencia? ¿En qué
consiste la esencia de mi ser?
La vida de los otros (las
otras especies, los otros seres vivos) es un
espejo donde mirarme.
La voluntad de poder no
respondería sino a un mandato tendente a la supervivencia, al igual que la
lucha por la existencia. Algo inscrito en la misma vida. Una dinámica interna
esencial a la misma vida.
Los diseños somáticos
ofensivos, los defensivos… Las estrategias de dominio… La carrera evolutiva. La
vida escindida compite consigo misma por el medio. Esto parece estar detrás de
la variabilidad morfológica y demás.
La vida tiene que luchar
además por superar las condiciones medio ambientales físico-químicas: gravedad,
presión, campos magnéticos…
La vida es esencia y
existencia, podríamos decir. Esencia múltiple, compleja.
La vida, la sustancia
genética, es esencia de las formas vivas; es el ser en las formas vivas. No hay
otro ser en las formas vivas que la sustancia genética.
¿Qué es ese ser? ¿Qué soy?
La descripción del
comportamiento de las formas vivas es la descripción del comportamiento de su
ser, del ser que les anima. Lo que observo en los organismos puedo atribuirlo
al ser genético que le anima.
Al definir me defino; al describir,
me describo. Así soy (así me comporto). Nada vital me es ajeno.
El ser (genético) del hombre
es el del resto de las formas vivas. No hay diferencia, es el mismo ser.
El conocimiento que poseemos
de las otras formas vivas es conocimiento que poseemos acerca de nosotros
mismos.
Es la vida la que inquiere,
la que interroga… y la que a sí misma se responde.
Las respuestas que la vida se
da a sí misma acerca de su propio ser. La vida se pregunta, y la vida se
responde. ¿Puede juzgar la vida acerca de sí; acerca de su sentido? ¿Está
capacitada la vida para responderse a sí misma acerca de su ser?
La voluntad de poder o la
lucha por la existencia no me definen –no definen mi esencia, o mi ser. La vida
es ambiciosa, es competidora, pero también desprendida y magnánima; es egoísta,
pero también altruista...
La vida es… ¿Qué es la vida?
¿Qué soy?
El ser múltiple. La
multiplicidad conductual.
Las definiciones son
descripciones –son interpretaciones.
¿Un ser unívoco? ¿Un ser
polívoco? ¿Un solo término que respondiera al ser que somos…?
La vida no puede definirse a
sí misma.
Un ser inefable. Que no
admite definición –ni univoca ni polívoca. Más acá de toda palabra.
La inefabilidad de la
experiencia misteriosa. La vía misteriosa al ser (que somos).
Se requiere, pues, el
silencio acerca del ser que somos. Es una suerte de vía negativa al ser. Una
vía purgativa. Purificarnos, limpiarnos, quedar en nada. Silencio –la noche del
espíritu.
Sólo la experiencia directa
puede ‘decirnos’ algo acerca del ser que
somos. La conexión consigo mismo. El auto-conocimiento.
Es una vía solitaria. Es
conocimiento incomunicable –inefable.
Sabernos, tenernos, poseernos
–no como hombres, sino como vida.
El instante misterioso. El
instante extático. La ‘iluminación’. El
‘renacimiento’. La alegría. El sentimiento de poder.
El ‘hombre’ se ha adueñado de
la experiencia misteriosa. Se ha considerado como el sujeto y el beneficiario
de la experiencia (la ha considerado como liberación o salvación, o como
conocimiento ‘intuitivo’ del ‘dios’, o como ‘don’ del dios…). Se consideraba
que el hombre se purificaba en la vía negativa, se hacía ‘mejor’. El ascetismo
tenía una finalidad ética (en el budismo, en el cristianismo…). La vía
silenciosa y la experiencia misteriosa eran interpretadas antropocéntricamente.
El ‘hombre’ no salía de sí. El ‘místico’ se convertía en un hombre ‘superior’
(a sus ojos, y a los ojos de los demás).
La vanidad, el narcisismo, la
ambición… subyacen en estas interpretaciones. La codicia de honores, de
prestigio… personal. El comercio con el ‘dios’, el elegido del ‘dios’…
El hombre es lo superado, lo
dejado atrás en la vía silenciosa (consciente o inconscientemente) –las palabras
de los hombres, sus interpretaciones, sus deseos, sus apetencias…
Se sepa o no se sepa, es la
vida la que se purga; es la vida la que inicia la vía purgativa. Y es la vida
la única receptora de la experiencia extática (la auto-gnosis); la única que
experimenta la ‘iluminación’.
El ‘hombre’ nada tiene que
ver ni con la vía purgativa, ni con la experiencia extática (caso de que se
dé). Pero se adueña de ambas –piensa que es cosa suya.
Repensar la vía silenciosa
desde la sustancia genética, desde el genocentrismo –desde el sujeto único.
La vía solitaria. La vía
silenciosa.
La aprehensión de sí directa,
sin intermediarios.
Se abandona la ‘montura’, se
abandonan los caminos… Se abandonan las palabras, la ‘semiosis’ –toda
‘representación’.
No saber… Es fundamental el
no saber, el quedar en nada.
La vida al encuentro de sí
misma. La revelación, la iluminación.
La inefabilidad. Sin
palabras. Conocimiento directo. Ininterpretable.
Interpretar la experiencia
extática (como se ha hecho hasta ahora) es errar y desencaminar.
El momento y el lugar han
incidido en la interpretación de la experiencia extática –las diversas culturas
y los diferentes momentos históricos.
Las interpretaciones
religiosas judías, cristianas, musulmanas, budistas, hinduistas… desvían
absolutamente. Antropocéntricas. Históricas. Relativas a su tiempo y a su medio
entorno étnico y lingüístico-cultural.
Téngase en cuenta que lo que
se interpreta en las tradiciones del neolítico es tanto la causa de la
experiencia, generalmente trascendente (el dios, la divinidad…), como su
sentido o significado (salida de la rueda de las reencarnaciones, liberación,
salvación, elección…).
Mi interpretación es que la causa es inmanente (la sustancia
genética), y su sentido es la unión consigo mismo del ser (genético) que se es.
Digamos que la sustancia genética es el origen y el término de la experiencia.
El abrazo constitutivo de las
partes. La fusión. La unión. La unidad. Sentimientos de unidad, de cohesión… de
victoria, de poder, de alegría… Síntomas concomitantes de la experiencia.
La brevedad y la fugacidad
del instante… Tienen que intervenir sustancias químicas… Es una experiencia que
se siente. Una cascada de impresiones súbita, inesperada… Indeleble.
Experiencia involuntaria e
indeliberada. Cuando menos lo esperas. Te sorprende.
Algo se cuece en tu interior
mientras haces el camino (solitario, silencioso…). Algo inadvertido (no
conscientemente advertido). Se prepara la ‘implosión’.
La experiencia, por lo demás,
coincide con la descripción que suele hacerse de la crisis psicótica –el
instante súbito, el carácter de ‘revelación’… el vuelco en la personalidad del
‘paciente’… su ‘certeza’… El delirio interpretativo del psicótico.
No hay lo psicosomático. No
hay sino ‘psykhé’, alma, genoma… sustancia genética. Son las terminales
nerviosas… es el sistema nervioso –que llega hasta los últimos rincones de
nuestro soma.
Experiencia arrebatadora, sublime… inefable.
Experiencia imborrable,
indeleble. Parte en dos la vida del que la ‘padece’. Sol que nunca se pone.
Cabe la interpretación
fundada en la sustancia genética –sistema nervioso y, lo más probable, sistema
endocrino. Inervaciones, hormonas… todo a una. La unificación. El sujeto
deviene uno. El Uno que somos.
El ser genético, el genotipo.
Se hace presente el ser (genético) que se es; adviene a la luz.
Es la hora del ser genético,
de la sustancia genética, de la sustancia viviente única, del sujeto único, del
Uno.
El Uno tiene ahora la
palabra. Xenus/Nexus. Genousse y Genoussin.
*
Hasta la próxima,
Manu
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