Genocentrismo X.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (25/06/17).
*
*La palabra ‘vida’ tendría
que ser suficiente. No necesitada de interpretación. Con la palabra ‘vida’
significamos con precisión y amplitud. Decimos: es la ‘vida’… o la ‘vida’ es
así, o, la ‘vida’ es esto. Con esta palabra decimos todo lo que hay que decir
al respecto.
La vida es esto, y aquello, y
lo otro… Todo lo que observamos en los seres vivos. La naturaleza viviente es
un espejo donde podemos vernos. Nada en lo viviente nos es ajeno. Todos sus
comportamientos conocidos y por conocer; todas sus ‘potencias’…
No tienes más que observar la
naturaleza viviente a tu alrededor. Lo que puede la vida. Lo que hace. Sus
modos y maneras. Su polivalencia. Lo que podemos; lo que hacemos…
Manifestaciones de nuestro ser.
La vida, siendo ‘una’, tiene
que albergar todos los opuestos, todos los antónimos… Fuerte y débil,
destructiva y constructiva, sublime y pedestre, verdadera y engañosa…
La vida es todo lo que puedas
observar en la naturaleza viviente.
Las unidades eventuales,
contingentes, perecederas. Pero la vida también se sucede a sí misma, se
eterniza (mediante la reproducción). La vida alberga en sí la muerte y la
inmortalidad.
La vida se auto-produce, se
autogenera… se duplica, se replica, se reproduce… La vida es virtualmente
eterna. Con múltiples ojos contempla y contemplará este universo-mundo hasta el
fin de los tiempos.
La vida (la materia viviente,
los ácidos nucléicos…) puede enquistarse
en esporas indefinidamente hasta nuevas condiciones favorables (la
criptobiosis, la animación suspendida…). Puede aguardar millones de años.
“Es la vida.” “Cosas que trae (o conlleva) la vida.” “Cosas de la vida”. “La vida es así.” Expresiones usadas ante sucesos de la vida
entorno (humana y no humana), especialmente cuando estos son crueles, tristes,
injustos… (a los ojos humanos). Se trata de la aceptación de la vida, aún de
sus aspectos más dolorosos.
La vida dura, implacable,
despiadada…
Solemos decir de un paraje
que esta ‘lleno de vida’ cuando ésta abunda en cantidad y diversidad.
También solemos decir ‘amar
la vida’, refiriéndonos al mundo entorno (viviente y no viviente, el ente en su
totalidad), a su contemplación. Barremos con la mano señalando el mundo
alrededor sin hacer distinción, como digo, entre lo viviente y lo no viviente. Se trata de señalar el esplendor del mundo.
Vivir comporta la
contemplación o percepción del cosmos –su esplendor, su magnificencia.
Cuando dejamos la vida
(morimos) dejamos también el mundo entorno. Nos despedimos de todo.
En estas expresiones la vida
incluye todo lo existente. La vida es la vida, y todo lo demás. Todo lo
perceptible.
La vida. El mundo. Vivir es
también ser mundo –formar parte del mundo. Formar parte de ‘esto’. Existir. Co-existir.
Seguir en el mundo. Seguir
viviendo –seguir contemplando, seguir formando parte del mundo.
Contingencia y necesidad del
ser genético. Contingentes las unidades, necesaria (que no cesa) la sustancia genética.
El azar de estar vivo, de
existir. La cifra genética aleatoria que conforma nuestro ser genético. Nuestra
esencia es eterna y perecedera; mortal e inmortal.
Vivir, venir a ser, es un
azar prodigioso. Tener acceso al mundo, al cosmos, al ser. Ser, existir.
Participar, formar parte.
Con ojos humanos contemplo
(percibo de múltiples maneras) este prodigioso y enigmático mundo.
Si del cosmos estuviera
ausente la vida, siempre inteligente, éste carecería de sentido.
El enigma es el
universo-mundo, y es la vida. El sentido, siempre inefable, de vivir, de estar
vivo, de la vida... El sentido del universo-mundo, del ente en su totalidad.
Mundo y vida se
co-pertenecen. No hay mundo sin vida, ni vida sin mundo. El mundo allende la
vida es su hogar. La vida pertenece al mundo, y el mundo pertenece a la vida.
Mundo y vida surgen a una.
La materia viviente y la
materia no viviente. La complementariedad.
La vida repartida en el
cosmos –siempre que la vida disponga de un cariotipo semejante al nuestro–
contempla el mismo cosmos desde diferentes ángulos. La misma imagen, el mismo
enigma.
¿Cómo es posible esto? ¿Por
qué; para qué?
En ciencias, la eliminación
de la causa final (la ‘teleología’), supone la eliminación del autor, del
artífice.
La vida es su propia
finalidad. La vida no puede aspirar a más de lo que ella misma es. La vida es
lo máximo, es perfecta.
La vida no aspira al poder porque
ella misma es poder. La vida no aspira a más, ni a otra cosa. La vida potente,
poderosa. La plenitud de la vida. La completitud.
Una vez surgido el cosmos, la
vida viene de suyo, como los diferentes átomos o las moléculas (los
aminoácidos, por ejemplo). La conformación físico-química de la vida (de los
ácidos nucléicos) está predeterminada por las características mismas de la
materia.
La materia viviente que se
replica, que se reproduce. Esa peculiar materia.
Los aminoácidos con los que
se emparejan los tripletes de ácido nucléico componen la primera escritura, el
primer alfabeto. Con los aminoácidos la sustancia genética dice y se dice.
Alfabeto, elementos constructivos…
Vana cosa es pretender que la
vida aspire a otra cosa que no sea ella misma. La vida se tiene a sí misma, a
sí misma se posee. Es la plenitud.
La vida es completa en sí
misma. No necesita otra cosa, no necesita salir de sí, ir más allá de sí.
La vida es potente, es
potencia (dinámica, plástica, creativa, intelectiva…). Es absurdo que albergue
voluntad de poder cuando ella es la máxima potencia. Se aspira a lo que no se
tiene. La vida no carece de nada. No anda en busca de nada.
La vida que se goza de sí. La
experiencia misteriosa. La plenitud. La completitud. La autognosis.
La experiencia misteriosa
corona una vida. Es la experiencia cumbre en las unidades contingentes que
somos.
Sólo en la reproducción
necesitamos de la otra parte. Pero no necesita otra cosa más allá de sí, sino
su otra mitad, que se encuentra en el otro sexo.
Las unidades sexuadas. Mutuamente se
necesitan. La vida requiere de sí en la reproducción (cuando sexuada). La vida
se necesita, se requiere, se busca… a sí misma.
El amor hacia la otra parte
–la complementaria en cuanto a la reproducción. La pareja; el par. Genousse y
Genoussin.
La soledad de las unidades
contingentes y perecederas. La soledad de la vida.
En todo y por todo debemos
partir de la vida. Todas las creaciones del ‘hombre’ son creaciones de la vida.
Las ‘artes’… Las experiencias y vivencias del ‘hombre’ son las de la vida.
En el cariotipo humano la
vida ha experimentado cosas nuevas; vivencias que sólo el cariotipo específico
humano podría darles (por su particular estructura).
La palabra, el lenguaje. En
el ‘hombre’ la vida se expresa a la luz por primera vez. La riqueza (semántica)
del lenguaje es la riqueza de la vida. El lenguaje ‘humano’ nos habla de la
vida. La vida se expresa en lenguajes humanos.
No veamos más al ‘hombre’ en
la obra humana, sino la vida.
Todo lo que advertimos en el
‘hombre’ lo advertimos de la vida. Toda la multiplicidad conductual que
observamos en los hombres es la multiplicidad de la misma vida.
Los modos y maneras de vivir
de la vida manifiestas en las variadas conductas y actitudes de los humanos.
Todos los términos
psicológicos que aplicamos a los humanos podemos aplicarlos a la vida.
En cualquier caso, la
multiforme conducta de los seres vivos todos es la conducta de la vida.
El sujeto, el actor, es
siempre la vida (la sustancia genética, el plasma germinal).
Del proceder de la criatura
adivinamos el proceder del creador. Así la criatura, así el creador.
La sustancia genética es la
fuente, el origen, tanto de los organismos, como de su conducta.
Los fenotipos, los cuerpos,
los somas… no deben confundirnos. El sujeto de toda actividad es la vida –la
sustancia genética.
La sustancia genética aparece
siempre vestida, cubierta… No debemos atribuir a los fenotipos lo que es
actividad de los genotipos.
Cometemos el mismo error
cuando decimos de un coche que aparca, o
de un avión que aterriza. Es el conductor, el piloto, el que aparca o aterriza.
Debemos acostumbrarnos desde
ya a tener a la sustancia genética como sujeto único de la actividad de los
organismos. Ver al genoma en el soma.
Es el piloto el que imprime
velocidad…
Las pasiones o afectos de los
humanos, son las de la vida. La vida se duele, goza, se irrita… La vida miente
y dice la verdad; la vida destruye y construye… La vida ama y odia… Todos los
antónimos, todos los opuestos.
La vida poderosa, múltiple, compleja,
contradictoria...
La vida escindida, separada
de sí… repartida en las criaturas. La misma vida. El Uno primordial.
La experiencia del Uno. La
revelación del ser que somos.
Nada en la naturaleza
viviente nos es ajeno –porque nosotros somos la vida.
Con el cariotipo humano la
vida introduce en el mundo la ‘moral’. Si bien cada grupo humano se tenía a sí
mismo como el filtro de lo bueno y lo malo, se trataba de lo bueno y lo malo
para ellos –lo que les venía bien, lo que les venía mal; lo que les beneficiaba
y lo que les perjudicaba.
Pero ese lenguaje ahora lo
retoma la vida y lo aplica a la totalidad de lo viviente. Lo que viene bien y
lo que viene mal a la propia vida. Ahora es la vida la que juzga acerca de su
bien y su mal.
Ahora ya no se trata del
futuro de tal grupo humano, o del futuro de la ‘humanidad’, sino del futuro de
la vida. Ahora se trata de la ética de la vida.
En biología no podemos
prescindir de la ‘causa final’, de la intencionalidad (la ‘teleología’, en
Kant). Pero, ¿cómo es posible que lo que le concedemos a la criatura se lo
neguemos al creador? La ‘causa final’ es omnipresente en el quehacer de los
humanos. Los artefactos que ideamos y construimos tienen siempre una finalidad,
nuestras ‘máquinas’.
La intencionalidad en la criatura
es la intencionalidad del creador.
Podemos hablar de ingeniería.
Los genes son los ingenieros de sus cuerpos, de sus somas.
Los fenotipos, los somas, son
máquinas construidas por la sustancia genética. Son sus instrumentos, sus
vehículos, sus armas… Con sus ‘ingenios’ la sustancia genética se mueve,
percibe, asimila el entorno, ataca, se protege, se defiende, se reproduce…
Medio, instrumento, vehículo, armadura, arma…
La sustancia genética nos
instruye con sus ‘ingenios’, con sus soluciones. El vuelo, la natación, la
respiración, la vista, el oído…
Podemos hablar de la
evolución de sus somas; de sus vehículos, de sus armas…
Vemos, en los humanos, la
evolución de sus coches, de sus aviones… de sus técnicas y de sus maquinarias…
Se quiere ir más rápido, o más seguro… Se busca la velocidad, la seguridad…
Máquinas o dispositivos con una finalidad determinada.
Nadie duda de la intencionalidad
de nuestras construcciones. ¿Por qué se la negamos a la sustancia genética?
Los diseños somáticos que
pululan son admirables por su eficacia, por su perfección. La obra de los
ingenieros de la vida. Se supera la presión, la atmósfera, la gravedad… Los
somas son máquinas adaptadas al medio entorno, preparadas para no sucumbir al
medio físico-químico.
La sustancia genética hace
evolucionar a sus somas en orden a la perfección. Hay miles, millones de
organismos diferentes. Cada una de las especies supone soluciones diferentes
con relación al medio físico-químico. Diferentes soluciones para la locomoción,
para la asimilación, para la defensa, para la reproducción…
Tenemos que aprender de la
sustancia genética (de nosotros mismos). Millones y millones de años de
experiencia. Desde hace más de tres mil millones de años. Apenas si hay medio
físico-químico en el planeta que no esté colonizado. Es la vida la que ha
llegado ahí con sus vehículos –con sus somas super-adaptados, super-preparados.
Somas victoriosos, eficaces.
Aptos para vencer el hielo y el fuego. La obra de los ingenieros, de los
creadores de las formas vivas todas.
La colonización del planeta
sólo ha sido posible realizarla utilizando somas adecuados.
La escuela de la vida es la
escuela de la superación, de la victoria, del éxito… Cómo ha logrado ‘vencer’,
dominar, adaptar… los medios más adversos.
Con sus somas la vida no
pretende meramente sobrevivir, sino dominar el medio, vencer, triunfar sobre el
medio (presión, temperatura, gravedad…).
Hay que tener en cuenta los
factores bióticos (los otros organismos, las otras ‘soluciones’) y los abióticos
en la deriva de la vida en este planeta. La lucha, el combate, el agón… es
constante, continuo. No cesa. Contra el medio físico-químico, contra las otras
forma vivas. No hay descanso.
La vida ha ingeniado miles de
formas para vencer el medio; para dominar sobre el medio. La existencia la ha
conquistado de múltiples maneras.
Con la multiplicidad de las
‘soluciones’ la vida se ha garantizado la perdurabilidad. No hay medio con el
que no pueda. En este sentido la vida es poder.
¿Sabe la vida que el otro
organismo, el organismo con el que se enfrenta, es vida también? ¿Se sabe o se reconoce en el otro? ¿Considera
también al otro organismo como un artefacto pilotado?
El sistema inmunitario tal
vez pueda instruirnos al respecto. La distinción entre lo propio y lo ajeno.
Las relaciones con los otros.
El antagonismo. El comensalismo, la simbiosis, el parasitismo, la depredación…
¿Distingue la vida entre lo
biótico y lo abiótico? ¿Sabe de sí? ¿Sabe que es ella la que anima y pilota el
otro cuerpo? ¿Se ignora? Sólo, tal vez, en el nivel de existencia del cariotipo
humano. Las características fisiológicas del cariotipo humano le han permitido
a la vida conocerse a sí misma. Saber de sí. Llegar a sí. Conocerse. Saberse.
El cariotipo específico
humano es un logro de su creador; del ingeniero único.
¿Se reconoce la vida en toda
otra vida? Ahora sí, en virtud del conocimiento que poseemos. Ahora nos
reconocemos como el alma de lo viviente. Como sustancia viviente única. Una y
la misma en todos y cada uno de los organismos.
El cariotipo específico
humano ha hecho posible este conocimiento. Sus peculiaridades. Su específico
soma. Ha hecho posible que Nos, la vida, lleguemos a nosotros mismos.
Ignoramos si la vida ‘sabe’
esto en todos los niveles (desde las más simples formas de vida); sabe de sí,
en sí, y en el otro. Saber que el otro organismo está diseñado, construido, y
pilotado por una sustancia semejante a la suya. Un alter ego.
La ignorancia de este hecho
podría ser relevante para la vida. O la indiferencia ante este hecho. Para la
reproducción la vida necesita material genético que, por lo general, no se
encuentra más que en los otros organismos. Necesita asimilar de materia
orgánica exterior para hacer posible la mitosis –metabolizar, transformar la
sustancia genética otra.
La vida no puede no
alimentarse de sí misma. Se necesita a todos los niveles. No podemos olvidar
que las plantas (el mundo vegetal) son
seres vivos también. La fuente de alimentación de la vida consiste,
esencialmente, en otros seres vivos.
*
Hasta la próxima,
Manu
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