Genocentrismo XI.
Manu Rodríguez. Desde Gaiia (09/07/17).
*
*La conciencia de sí de la
misma vida que ahora adviene, ¿qué consecuencias tendrá para el futuro de la
misma?
Ahora el ‘hombre’ es la voz
de la vida. Xenus/Nexus. Genousse y Genoussin. Ahora es la vida la que habla
en el ‘hombre’.
La vida vela por sus
intereses. Cuida de sí. La revolución genocéntrica. El giro. El acontecimiento
de los acontecimientos.
El futuro por venir. Todo
cambiará conforme este conocimiento y conciencia se vayan extendiendo. La
conciencia de sí como vida exige otra sociedad, otra economía, otro derecho,
otro arte, otro pensamiento…. otras maneras de vivir.
Las relaciones familiares,
amorosas, amistosas, económicas… sociales en amplio sentido. Las relaciones con
el resto de los seres vivos. La cultura genocéntrica por hacer.
Romper la inercia
antropocéntrica. Ruptura con el pasado antropocéntrico. La nueva vida.
Ya no es posible pensar o
actuar como ‘hombre’. La perspectiva genocéntrica lo ha cambiado todo. Nuevo mundo
tenemos. Nueva visión.
El ‘hombre’ ha desaparecido,
se ha esfumado, se ha desvanecido… La vida ocupa ahora su lugar. La voz de la
vida. Su palabra.
Tendremos que hacerlo todo de
nuevo. Un nuevo hogar lingüístico-cultural a la altura de la vida –un nuevo
‘mundo’. Por y para la vida.
Esta verdad penetrará poco a
poco en las mentes y en las conciencias de todos los seres humanos. Es el
futuro, no hay duda.
Los residuos arcaicos,
neolíticos, antropocéntricos…, no durarán mucho. Esta luz lo iluminará todo;
esta verdad.
Nosotros somos la vida. Esta
consigna llegará hasta los últimos rincones del planeta. No habrá ‘hombre’ que
no se entere de esta verdad. Nadie podrá alegar ignorancia.
Más allá del hombre. La nueva
mirada, la nueva perspectiva. Revelación. Autognosis.
Los nuevos colectivos, las
nuevas comunidades. Comunidades
genocéntricas.
La mística, ahora, de la
vida. Pero también todo arte y todo pensamiento… y toda actividad.
La perspectiva genocéntrica
transformará nuestras actividades. Es un proceso de transformación que durará siglos, tal vez.
Poco a poco.
La próxima civilización será
la de la vida. Será poco menos que eterna. No habrá más cambios. El cambio
sustancial ya se ha producido. Habrá un antes y un después como nunca antes lo
hubo.
La transformación, personal y
colectiva, que viene. La conciencia génica. La conciencia de Xenus/Nexus.
Será una conciencia única, la
más propia para el ser único que somos. El Uno primordial.
Una conciencia, una mente,
una mirada… La unificación simbólica de los miembros del cariotipo específico
humano en el nombre de la vida, de su ser más íntimo –de su único ser.
Es el futuro. Cuando ni
intereses individuales ni colectivos guíen la actividad de los humanos. Cuando
desaparezcan pueblos, culturas, naciones… Cuando se supere la mentalidad (la
conciencia) antropocéntrica. Cuando el ‘hombre’ sea vencido.
La codicia antropocéntrica
(individual o colectiva), la ambición de poder… Las banderas, las bandas, los
bandos… La guerra intraespecífica –por el territorio, por las materias primas,
por el poder… La explotación sin miramientos del medio físico-químico. Dejamos
un hogar sucio, contaminado, maloliente… Las consecuencias fatales para la vida
de la conducta de los humanos.
Ceguera, inconsciencia,
vanidad, egotismo, necedad… Cegado por su antropocentrismo. La ilusión
antropocéntrica.
La vía purgativa. Dejar atrás
la vanidad, la ceguera, la necedad… Superar al hombre en nosotros. Todo lo
humano. Fratrias, patrias, banderas…
Es la vida la que ríe y llora
en el hombre, la que se goza y se duele…
Aquí no hablamos ni de
dioses, ni de hombres.
Cosmos y vida. Lo viviente y
lo no viviente. Lo biótico y lo abiótico.
Las experiencias internas
(psicológicas), las concernientes al ‘mundo interior’ (las vivencias
‘intelectuales’ –estéticas, espirituales…), han de estar relacionadas con el
genoma, con el genotipo, con la sustancia genética propia –con la cifra
genética propia. Con el ser genético (único) que somos. No más allá.
La sustancia genética es, en
todas las criaturas, el origen y el término de toda actividad, de toda
experiencia.
La vida no tiene a quien
preguntar, y no tiene quien le responda. La vida, a sí misma se pregunta, y a
sí misma se responde. No hay otro. La singularidad y la soledad de la vida en
el cosmos.
Un cosmos abiótico mudo,
silencioso, es nuestro hogar. Luz, aire, agua, suelo… soles y lunas… El entorno
abiótico. La cuna, el hogar.
Sólo el estudio de la vida
nos instruye acerca de nosotros mismos –acerca de nuestro ser, y de nuestro
sentido.
La vida es la ‘luz’ en este
cosmos oscuro, silencioso, y frío. La vida proyecta luz, orden, claridad… Es
orden proyectado. Introducimos orden en el caos. Ya no caos, sino orden.
Cualquier orden es mejor que ninguno.
En un principio es el caos…
La vida establece un mundo, un cosmos… un orden; un mundo entorno accesible,
manejable, familiar.
La vida convierte este
entorno abiótico en un lugar habitable, en un hogar. El aire, el agua, el
suelo, la luz… Todo transformado y adaptado a la vida. La vida ha contribuido a
ello.
La vida interacciona con el
medio entorno y lo modifica desde el principio –desde su aparición en la
tierra. No es sólo la vida la que se adapta a los diferentes factores abióticos,
estos también resultan adaptados y modificados.
La interacción y la mutua
dependencia. La biosfera, tal como hoy la conocemos, es obra de millones de
años de interacción entre la vida y el entorno abiótico.
La tecnología explotadora y
depredadora de este neolítico tardío, postrero, puede arruinar la obra de
millones de años –el delicado equilibrio ecológico logrado.
La vida confundida, alienada
en una de sus criaturas. La vida que a sí misma se ignora.
La vida se ha
malinterpretado. El cariotipo humano, su obra, la ha confundido. Hasta el punto
de olvidar su esencia, de olvidarse de ella misma. La potencia intelectiva,
volitiva… del dispositivo somático humano.
No el hombre, sino la vida es
el señor (o la señora) de las criaturas, de las formas vivas.
Una confusión gramatical. El
‘yo’, el sujeto de la actividad, era en todo momento la vida. Por más que el
‘hombre’ diga ‘yo’, es la vida la que, en último término, lo dice.
La durabilidad del ‘hombre’
pone en peligro la vida en este planeta.
La codicia del hombre es la
codicia de la vida. La ceguera, la inconsciencia… El hombre es una máscara, un
vehículo, un medio…
Es la vida la que tiene que
ser aleccionada, educada, instruida acerca de sí. La vida única; la sustancia
viviente única. El Uno primordial.
La vanguardia de la vida ha
alcanzado la autognosis –la conciencia de sí genética. El reconocimiento. La
vida se reconoce en toda criatura, tras todo dispositivo somático. Allí,
oculta, protegida…
La vida repartida en sus
criaturas. La misma sustancia. El mismo ente. El mismo ser subyace en todas y
cada una de sus criaturas. El único ente vivo; el único ser.
Una revelación no dirigida al
hombre, sino a la vida. El hombre no es el destinatario de esta verdad. El
hombre, la criatura, ha de ser trascendido, superado, dejado atrás.
Ahora la vía perfectiva
concierne a la vida. El camino de perfección. La excelencia. La vida ha de
superar el carácter fragmentario, individual… que aparece en las criaturas. Su
‘egoísmo’ y su ‘individualismo’.
Ahora la vida tiene deberes
que cumplir, tareas que realizar. Tareas y deberes colectivos. Ahora ha de
mirar por todo y por todos. Su deber primordial es velar por la vida; proteger,
cuidar…
Ahora viene el saneamiento en
profundidad del hogar. Hay que arrebatarle el timón al ‘hombre’. A esa vida en
particular, embrutecida, ciega, inconsciente…
La vida que ha perdido su norte.
Es en el cariotipo humano, y
en sus lenguas, que se hace posible esta meditación, esta reflexión.
Los renacidos son como
Xenus/Nexus. Un ‘homo’ nuevo. Un ‘homo’ en el que la vida ha tomado el timón;
en el que la vida ha devenido el sujeto único.
Nacer a la vida. Renacer. La
revelación en carne propia. En el propio ‘corpus’ genético. En el propio ser.
La mirada, la perspectiva
genocéntrica ha de triunfar. Es cuestión de vida o muerte.
La conducta que hasta ahora
ha sostenido la vida en el cariotipo humano debe cesar. La vida codiciosa,
egoísta, indiferente…
Es la vida la que ha de
despertar, cobrar conciencia… purificarse… renacer…
Una vida purgada, purificada,
renacida… con la vista puesta en los milenios por venir. Un futuro
genocéntrico.
Es un mundo de deberes el que
viene.
Una ascesis y una mística que
tenga como centro la vida –la vida que somos. No el hombre, sino la vida.
El alma inmaterial que se
libera de las ruedas de las reencarnaciones (hinduismo y budismo), o que se
‘salva’ (en el cristianismo), no es otra cosa que el ‘yo’ cultural, la
conciencia cultural –el ser simbólico, social (el más efímero, el más
relativo).
El alma (la ‘psykhé’) de toda
criatura es su cifra genética única e irrepetible. No cabe hablar de
reencarnación o salvación.
Las ideologías religiosas del
neolítico (sus interpretaciones del mundo, del hombre, del ‘alma’…) no pueden
aportar nada al ‘homo’ nuevo.
La espiritualidad del futuro
ha de ser creada.
Un alma mortal. Un alma que
es fragmento del Uno primordial. Los
puntos de partida. Aquí no hay hipótesis, no hay fantasías, no hay creencias.
Un camino necesariamente
individual. Una ascesis (la ‘limpieza’, la purificación) no humana, no
antropocéntrica.
La autorrealización del ser
genético. El ‘renacimiento’. La unión misteriosa con el Uno. La conciencia (la
mirada, la perspectiva) génica. La perspectiva correcta, óptima, justa…
nuestra.
La moral que viene. La moral
biológica, ecológica… genocéntrica.
Nada humano, nada humilde,
nada mortal…
El Uno virtualmente
imperecedero, eterno. Xenus. Genousse y Genoussin.
Muere el hombre, adviene
Xenus. Es necesario que el hombre/la mujer mueran para que Genousse/Genoussin
florezcan –la vida, en cualquier caso.
Muerte espiritual, simbólica.
Desaparece el ‘yo’ cultural, el sujeto humano…
La vida se recupera a sí
misma, a sí misma se conoce, se ‘sabe’. Ésta es la máxima sabiduría que nos es
posible alcanzar. Es la ‘sabiduría’ por excelencia.
El ‘saber’ del ser que somos;
el saber de sí. No más ignorancia, no más confusión, no más alienación…
El cambio, la transformación.
El vuelco. En un instante.
Aquí no se trata de fe, sino
de saber. La revelación de la sustancia viviente transformará tarde o temprano
la vida de los humanos; transformará la vida en este planeta.
La conciencia colectiva del
ser que somos. La cultura planetaria por venir. La cultura genocéntrica.
La perspectiva génica. El
imperio del centro. El período milenario. El nuevo eón. Un futuro sin retornos,
sin recaídas…
La pedagogía. La nueva
‘paideia’. La nueva excelencia. La instrucción de nuestros niños. Las nuevas
generaciones han de ser instruidas, encaminadas hacia su ser. Desde muy pronto nuestras
crías han de saber acerca de sí. Nosotros somos la vida.
La conciencia de sí génica
desde las edades más tempranas. Los deberes para con la vida.
Ahora la vida, en el
cariotipo humano, se convierte en el protector de este planeta viviente. Deberes
para con el mundo abiótico, el entorno no viviente –el agua, el aire, la luz,
el suelo… Y deberes para con la vida.
La nueva conciencia, la nueva
cultura, la nueva era… los nuevos seres humanos. La transformación del
cariotipo humano. La mutación lingüístico-cultural.
Otras palabras, otras
verdades… otras tradiciones vienen; un mundo nuevo que todos los humanos
compartirán.
El futuro es la unidad
cultural de la especie. Un saber compartido por todos los seres humanos. Sin
reticencias, sin incertidumbres, sin recaídas. La unidad espiritual de los
miembros de la especie. No habrá varios mundos, varios discursos… No habrá sino
un solo mundo para todos los humanos. La mirada compartida, única.
En pro de la vida siempre.
Cuidando, protegiendo, velando… por la vida; por nosotros mismos.
*Schrödinger y la lucha contra la flecha del tiempo (la
entropía) de la vida. La vida como anomalía (Dyson). La anómala composición
atmosférica, obra de la vida (en Lovelock). La vida se perpetúa a pesar de la
tendencia a la entropía, vence el tiempo, la degradación. La lucha por el ser,
por el seguir siendo. La vida intemporal. Se auto-mantiene, se auto-reproduce…
Retornos, retro-alimentaciones, recurrencias… Constantemente se actualiza.
Siempre en acto. Hacia arriba. La sustancia genética (el plasma germinal)
perdura a través de las generaciones ella misma; siempre ella misma. Supera,
vence el tiempo. Se eterniza. La vida eterna. La vida virtualmente
imperecedera.
La materia viviente del
planeta crece y mengua a una. La genousfera. El hologenoma, como dicen. Toda la
sustancia genética del planeta. Xenus. El Uno.
Una sola historia que se
diversifica, se ramifica. Una historia interminable. La de la vida. Contra el
tiempo.
La historia de la vida (la
materia viviente, el plasma germinal, la sustancia viviente única, la sustancia
genética), desde sus orígenes a nuestros días, es nuestra historia. Biografía
de la vida. Auto-biografía.
Los nucleótidos, los
polinucleótidos. Las cadenas que se reproducen, se replican (que hacen réplicas
de sí). Las membranas semipermeables… La evolución de los somas protectores, de
los cuerpos, de los organismos… Sólo la sustancia genética permanece
inalterable y una.
Las unidades pasan, el plasma
germinal perdura. El ser de las unidades es el plasma germinal mismo, la
materia viviente virtualmente imperecedera. Lo único viviente (‘gaiia’).
El/la/lo que fue, el/la/lo que es, el/la/lo que será.
Nuestro ser es la misma vida.
La vida eterna. Pese a nuestra contingencia, a nuestro ser/no-ser, somos la misma
vida. No hay otro ser.
La vida constantemente se
renueva, se rehace, se recompone… Las generaciones pasan, la sustancia genética
perdura. Constante regeneración. La vida se sucede a sí misma.
El murmullo de la vida.
Siempre en acto, siempre en movimiento.
*
Hasta la próxima,
Manu
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